Decisión
Jay fue despertando lentamente, sus párpados pesados como si llevaran el peso de una noche interminable. Al abrir los ojos, la luz blanca del hospital le hizo entrecerrar los ojos, y un escalofrío recorrió su espalda por el clima frío que se filtraba a través de las sábanas. El aroma a desinfectante era intenso, un recordatorio de la realidad en la que se encontraba. A medida que su mente comenzaba a despejarse, un leve pánico comenzó a elevarse en su pecho, sintiendo cómo sus manos sudaban en las sábanas.
Se movió inquieto, intentando acomodarse en la cama, y al voltear hacia los lados, se encontró con la figura de Heeseung, quien estaba sentado en una silla cercana. La expresión de Heeseung reflejaba una mezcla de alivio y preocupación, su rostro iluminado por la luz tenue del hospital. Al ver que Jay había despertado, una sonrisa se dibujó en sus labios, aunque una sombra de tensión se cernía sobre él.
—¿Dónde estoy? —preguntó Jay, su voz rasposa y entrecortada, sintiendo un hormigueo en la garganta.
—En el hospital, —respondió Heeseung, su tono suave y calmado. —Estás a salvo.
Jay sintió que su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. En un intento de tranquilizarse, rápidamente empezó a hablar, la desesperación tejiendo sus palabras. —No estuve en el bar, no es lo que parece. Solo... solo estaba paseando.
Heeseung lo miró fijamente, sus ojos oscuros profundos como un abismo, como si intentara leer cada pensamiento que cruzaba por la mente de Jay. —Honestamente, me da igual, —dijo, su voz firme pero con un matiz de vulnerabilidad. —Ya sabía que no salías solo a caminar.
Jay sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, como si el aire en la habitación se hubiera vuelto más denso. Se sentó de un salto en la cama, su pecho subiendo y bajando con rapidez. —¿Qué? —balbuceó, incapaz de procesar lo que estaba escuchando. Su mirada errante buscaba la salida, pero sabía que no podía escapar de esta conversación.
—He estado notándote distraído últimamente, así que durante varias noches te seguí. —Heeseung tomó un respiro profundo, su pecho expandiéndose, como si se preparara para un momento difícil. —Incluso los vi en la playa. Pero solo me aseguré de que nadie pudiera observarlos y me fui.
El corazón de Jay se aceleró, un torrente de incomodidad lo inundó. Se sentía atrapado en un torbellino de emociones. —No es lo que piensas, —dijo, su voz temblorosa, mientras movía las manos nerviosamente sobre la colcha. —Era alguien más. No era...
—No me mientas, Jay. —Heeseung lo interrumpió, su voz con un destello de preocupación. Su mirada penetrante se posó en Jay, y por un momento, el tiempo pareció detenerse. —Si decides ser gay sabiendo cómo están las cosas, es por algo. Y agradezco que no te haya gustado yo.
Jay no pudo evitar soltar una risita nerviosa ante el comentario, sintiendo un nudo en la garganta. La mezcla de alivio y tristeza lo abrumó. Aunque Heeseung estaba enojado, había algo en su aceptación que lo confortaba. —Eso no significa que no me importes, —respondió Jay, sintiendo cómo un calor suave se extendía por su pecho, mientras jugaba con el borde de la sábana. —Eres... importante para mí.
Heeseung lo miró con intensidad, y por un instante, el aire entre ellos se cargó de emociones no expresadas. Los dedos de Heeseung se movieron nerviosamente sobre sus rodillas, como si intentara encontrar la manera de sostener ese momento frágil.
—No quiero que te lastimen de nuevo, —dijo Heeseung, su voz más suave, casi un susurro. Su mirada se suavizó, y Jay notó cómo la tensión en sus hombros se aliviaba ligeramente. —Me asustaste mucho.
Jay sintió el peso de esas palabras, la verdad de su situación. —Lo sé, —susurró, mirando hacia el techo, tratando de encontrar una respuesta en las luces brillantes. —Te prometo que no dejaré que eso vuelva a pasar.
Jay respiró hondo, tratando de recobrar la calma mientras el silencio entre ellos se hacía pesado. La luz blanca del hospital parecía desvanecerse en el fondo, dejando solo el eco de sus pensamientos. Fue entonces cuando Heeseung, con un giro inesperado, lo miró a los ojos y preguntó, su voz suave pero firme:
—¿Él te hace feliz?
La pregunta lo tomó por sorpresa, y Jay sintió que un torrente de emociones lo invadía de nuevo. Su corazón dio un vuelco; esa simple pregunta resonaba en su mente como un eco. Se quedó en silencio, buscando las palabras adecuadas, mientras la habitación parecía girar a su alrededor.
—No lo sé, —respondió finalmente, su voz un susurro casi inaudible. Sus dedos aún jugueteaban nerviosamente con el borde de la sábana, sintiendo la textura de la tela bajo sus manos. —Es complicado.
Heeseung inclinó un poco la cabeza, observando a Jay con intensidad. —¿Complicado cómo? —preguntó, su tono era inquisitivo, pero había un matiz de comprensión en su mirada.
Jay sintió que la presión en su pecho aumentaba. ¿Debería ser honesto? ¿Podía arriesgarse a abrirse de esa manera? —Es... es diferente, —dijo, sus palabras saliendo como un susurro titubeante. —Siento cosas que no había sentido antes. Pero también hay mucho en juego.
Heeseung asintió, comprendiendo la complejidad de la situación. Su mirada se suavizó, y se acercó un poco más. —Entiendo. Pero, Jay, ¿tú lo quieres?
La pregunta lo golpeó con fuerza. Jay sintió una oleada de confusión y deseo, una mezcla de emociones que lo envolvía. —No lo sé... a veces creo que sí, y a veces... —sus palabras se detuvieron, y sintió cómo sus manos temblaban. —Es solo que estoy asustado. Todo es tan nuevo.
Heeseung lo miró fijamente, y en ese instante, Jay vio algo más en sus ojos: una chispa de empatía, un entendimiento que iba más allá de las palabras. —Es natural sentirse así. Todos tenemos miedo a lo desconocido. Pero, ¿te hace feliz, aunque sea un poco?
Jay cerró los ojos por un momento, permitiéndose reflexionar. Recordó las risas compartidas, las miradas furtivas, el impulso que sentía en su pecho cada vez que Jungwon estaba cerca. —Sí, —respondió finalmente, abriendo los ojos con una resolución renovada. —Sí, me hace feliz.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Heeseung, iluminando su expresión.
—Entonces, ¿por qué no explorar eso? No tienes que tener todas las respuestas ahora mismo.
Las noches se sucedieron en un ciclo monótono de preocupación para Jungwon. Desde la última vez que vio a Jay, una mezcla de ansiedad y confusión había tomado posesión de su mente. La academia se sentía vacía sin su risa resonante, y el aire se tornaba pesado con la ausencia de su presencia. Cada día que pasaba, Jungwon se encontraba mirando la puerta, esperando que Jay apareciera con su sonrisa, pero cada día esa espera se volvía más agonizante.
Los murmullos de sus compañeros llenaban el aula, pero él apenas podía concentrarse en sus palabras. Su mente viajaba a las últimas conversaciones que habían tenido, intentando desentrañar cualquier pista que pudiera explicar su repentina desaparición. ¿Estaría bien? ¿Había algo más que lo había alejado de él? La preocupación crecía como una sombra, oscureciendo su mente con pensamientos inquietantes.
Cada noche, cuando la luna se alzaba en el cielo, Jungwon se sentaba en su cama, girando y revolviendo su mente. La imagen de Jay, golpeado y desorientado, regresaba a él con cada latido de su corazón. Se preguntaba si lo habían lastimado de nuevo o si, simplemente, había decidido alejarse. Una parte de él quería correr hacia su hotel, pero la duda lo mantenía atado. ¿Acaso debía buscarlo? Pero, ¿dónde? No sabía a dónde ir.
Finalmente, después de días de reclusión, una sensación de determinación lo empujó a levantarse de la cama. Miró por la ventana y, a pesar de las heridas que aún marcaban su rostro, decidió que no podía seguir ocultándose. Jungwon merecía saber qué estaba sucediendo. Así que, con un esfuerzo, se vistió y salió del hotel, cada paso resonando con la decisión de enfrentar lo que había evitado.
La noche estaba fresca y tranquila mientras Jay caminaba, con cada paso alejándolo de la sombra de sus dudas. No sabía si Jungwon estaría en la academia, pero debía intentarlo. Al llegar a la puerta de su casa, la incertidumbre se apoderó de él. Pero la preocupación que había sentido por Jungwon lo empujó a tocar la puerta, su corazón latiendo con fuerza.
Finalmente, la puerta se abrió, y Jungwon apareció en el umbral. Su mirada se llenó de sorpresa y preocupación al ver a Jay con heridas visibles, su rostro marcado por los estragos de lo que había enfrentado.
—¡Jay! —exclamó Jungwon, su voz temblando de angustia. Jay intentó sonreír, pero la mueca solo reveló el dolor que aún sentía.
—Lo siento... no quería preocuparte, —murmuró Jay, sintiendo cómo la intensidad de la preocupación de Jungwon lo envolvía. Pero no podía soportar ver esa expresión en su rostro, así que trató de restarle importancia a su estado.
—¿Qué te pasó? —preguntó Jungwon, su tono lleno de preocupación. —Te ves mal.
Jay sintió que la angustia se acumulaba en su pecho. —Es solo un pequeño accidente...
—No, no es un "pequeño accidente". ¿Por qué no me dijiste que necesitabas ayuda? —dijo Jungwon, su voz temblando de frustración.
—No quería que te preocuparas, —respondió Jay, sintiendo que la verdad se le escapaba entre los dedos. Pero Jungwon no se lo permitió.
—Pero eres lo más valioso que tengo. Quiero que confíes en mí, que me dejes ayudarte.
La preocupación en sus ojos era palpable, y, en ese momento, Jay comprendió que no podía seguir escondiéndose. Tenía que abrirse y permitir que alguien entrara en su vida, en su dolor.
Jay tomó una respiración profunda, el aire frío llenando sus pulmones mientras miraba los ojos preocupados de Jungwon. La angustia que había estado guardando durante días lo asfixiaba, pero sabía que no podía seguir ocultando la verdad.
—La verdad es que... —comenzó, su voz temblando un poco—. Fue la noche que me fui de aquí.
Jungwon frunció el ceño, su preocupación aumentando a medida que Jay continuaba.
—No sé exactamente cómo pasó. Al principio todo iba bien, pero luego, un grupo de chicos comenzó a molestarme.
Los recuerdos de esa noche invadieron la mente de Jay, y se le hizo difícil mantener la mirada en Jungwon.
—Al principio, traté de ignorarlos. Solo quería pasar un buen rato, pero empezaron a empujarme, a decirme cosas... y luego... me golpearon.
La voz de Jay se quebró en ese momento, y sintió que las lágrimas amenazaban con salir. Jungwon dio un paso adelante, como si pudiera absorber su dolor, pero Jay levantó una mano para detenerlo.
—No... no quiero que te sientas culpable. No fui cuidadoso. Debería haberme ido antes. Me dejé llevar por la situación, y... —suspiró, sintiendo el peso de las emociones que había estado reprimiendo—. La próxima cosa que recuerdo es despertarme en el hospital.
El silencio llenó el espacio entre ellos, la tristeza reflejada en los ojos de Jungwon, quien se acercó más, la preocupación surgiendo como un fuego en su pecho.
—¿Por qué no me lo dijiste antes, Jay? —Su voz era suave, casi un susurro, cargada de vulnerabilidad—. Podría haberte ayudado.
—No quería preocuparte. Pensé que podría manejarlo solo, pero no pude y tuvo que ir mi manager a rescatarme—respondió Jay, sintiendo un peso en su pecho—. No quería arrastrarte a esto.
Jungwon se acercó un paso más, sus manos temblando mientras las extendía hacia Jay, su mirada llena de una mezcla de ternura y determinación.
—Jay, eso no es lo que hacemos en una relación. Estamos aquí para apoyarnos. Si no me dices lo que pasa, no puedo ayudarte
Relación.
Jay se quedó en silencio, sus pensamientos se agolpaban mientras procesaba las palabras de Jungwon. Fue la primera vez que alguien había etiquetado lo que había entre ellos, y esa simple declaración resonó profundamente en su mente.
—¿Relación? —repitió, su voz un poco más suave de lo habitual—. ¿Así es como lo ves?
Jungwon lo miró, un ligero rubor se apoderó de sus mejillas. Había una mezcla de nerviosismo y firmeza en su expresión.
—Sí, Jay —respondió Jungwon, un poco avergonzado—. Lo que tenemos es más que solo amigos. Y eso significa que debemos cuidarnos el uno al otro.
Jay se sintió sorprendido por la sinceridad de Jungwon. La manera en que lo dijo, con tanta claridad y convicción, hizo que su corazón latiera más rápido.
—No sabía que pensabas así... —dijo Jay, sintiendo que una calidez se expandía en su pecho—. Siempre había tenido miedo de que no lo vieras de esa forma.
Jungwon se acercó un poco más, como si el espacio entre ellos pudiera romperse con el simple acto de un gesto.
—Te veo, Jay. Y no quiero que te sientas solo. En una relación, lo que haces, lo que compartes, importa. —Su voz era suave, casi un susurro—. Quiero que sepas que estoy aquí para ti.
La sonrisa que apareció en el rostro de Jay era genuina, iluminando su semblante. Era reconfortante saber que lo que sentía no era un secreto guardado, sino algo que ambos podían aceptar y abrazar.
—Gracias por decírmelo —dijo Jay, sintiendo que un peso se levantaba de sus hombros—. Nunca había estado en una relación, y esto es nuevo para mí.
Jungwon asintió, una sonrisa tímida formándose en sus labios.
—Yo tampoco, pero eso no significa que no podamos intentarlo. —Tomó la mano de Jay, uniendo sus dedos con suavidad—. Quiero que esto funcione.
Jay sintió un hormigueo recorrer su cuerpo al sentir la calidez de la mano de Jungwon en la suya. En ese instante, comprendió que, independientemente de las luchas que enfrentaran, había un camino hacia adelante, uno que podrían recorrer juntos.
—Tienes razón. No debería haberlo manejado solo —se pasó una mano por la cara, sintiendo el dolor de sus heridas, pero también el alivio de finalmente compartir su carga.
—Mira, Jungwon —dijo Jay, tomando aire—. Sé que esto ha sido complicado, y no quiero que te sientas alejado de mí. Quiero que puedas contactarme cuando lo necesites.
Se sintió un poco nervioso, pero continuó, decidido a abrir un nuevo canal de comunicación entre ellos. —Estoy en el hotel Aurora. Mi habitación es la 304.
Jungwon frunció el ceño, como si estuviera memorando cada palabra.
—304... —repitió, anotándolo mentalmente—. ¿Estás seguro de que está bien? No quiero incomodarte.
Jay sonrió, sintiendo el peso de la sinceridad en sus palabras. —Es más que bien. Quiero que me llames, que me digas cómo estás. No quiero preocuparte tanto de nuevo.
La mirada de Jungwon se iluminó, y una chispa de esperanza se encendió en sus ojos.
—Haré eso. Te prometo que te llamaré, y no solo cuando esté preocupado. Quiero saber de ti, de cómo te sientes, de lo que haces.
—Perfecto —respondió Jay, sintiendo que la tensión comenzaba a desvanecerse entre ellos—. Y, si algún día necesitas algo, no dudes en llamarme.
El día en que Jungwon necesitó llamarlo llegó antes de lo que Jay esperaba.
El reloj marcaba las tres de la madrugada cuando el teléfono de Jay sonó nuevamente, rompiendo el silencio pesado de la noche. Las sombras danzaban en la habitación a la luz parpadeante de su lámpara de mesa. Con el corazón en la garganta y un sudor frío en el frente, respondió temiendo lo peor.
—Jay... —La voz al otro lado era reconocible, aunque un poco temblorosa. Era Jungwon, su tono grave y lleno de angustia.
—Me dieron una llamada... estoy en la comisaría.
La preocupación le apretó el pecho como un torniquete. — ¿Qué pasó? ¿Estás bien? —Su voz sonó más urgente de lo que pretendía, el eco de su pregunta resonando en la pequeña habitación, iluminada por los destellos de luz que entraban por la ventana.
—No, no estoy bien —admitió Jungwon, su voz un susurro cargado de desesperación. —Nos detuvieron a Riki ya mí por posesión de drogas. Necesito que vengas a buscarme.
El aire se le escapó de los pulmones a Jay. Se sentó en el borde de su cama, sintiendo cómo la realidad lo golpeaba con cada palabra. Los recuerdos de risas compartidas y momentos de complicidad con Jungwon parecían desvanecerse, dejándolo atrapado en un presente sombrío.
— ¿Cómo que por posesión de drogas? —Su mente corría a mil por hora, intentando armar las piezas de un rompecabezas que no podía entender.
—Es una larga historia —continuó Jungwon, su voz quebrándose ligeramente—. Pero no hice nada. Solo estaba con Riki, y todo se salió de control. Por favor, ven a la comisaría. No sé cuánto tiempo me queda para hablar.
Jay se puso de pie de un salto, sus pies descalzos fríos sobre el suelo de madera. La habitación, con su desorden de ropa y libros, parecía un mundo ajeno en ese momento. Se sintió como si la gravedad hubiera cambiado; todo lo que conocía se tambaleaba. —Voy en camino.
Con el estómago revuelto y el pulso acelerado, Jay salió a la calle, la brisa fría de la noche golpeándole el rostro. Las luces de los faroles iluminaban el camino, pero todo parecía un borrón en su mente, lleno de imágenes de Jungwon y la preocupación por su bienestar.
Al llegar a la comisaría, la luz del edificio brillaba intensamente, casi cegadora en la oscuridad de la noche. La fachada del lugar era fría y austera, con grandes ventanales que reflejaban la luz interna, revelando la actividad constante de los oficiales. Jay sintió un nudo en el estómago mientras se acercaba a la recepción, donde un oficial de ojos ámbar y con un aire astuto lo recibió. Sus rasgos eran marcados, como los de un zorro, lo que le daba un toque intimidante.
—¿Jay Park? —preguntó el oficial, y al recibir un asentimiento de Jay, continuó con un tono grave. —Su amigo Jungwon está bajo custodia. Lo arrestaron junto con el otro chico por posesión de drogas. Si paga la fianza, podrá salir.
La noticia le tocó el estómago como un puñetazo. — ¿Cuánto es? —preguntó, sintiendo que el mundo se tambaleaba a su alrededor. El oficial le dio una cifra, y Jay no pensó en nada más que en ayudar a Jungwon. Sacó el dinero de su billetera, sintiendo cómo sus manos temblaban de ansiedad, mientras el sonido del dinero crujía entre sus dedos.
Una vez pagada la fianza, las rejas metálicas se abrieron con un chirrido inquietante, y Jay vio a Jungwon salir de allí. Su figura era delgada, pero su apariencia estaba marcada por la tensión de la experiencia. Su piel, que normalmente brillaba con una salud juvenil, ahora lucía pálida y opaca, como si le hubieran robado un poco de su vitalidad.
—Jay... —dijo Jungwon, su voz llena de aliviado reconocimiento, pero había un temblor sutil en su tono que delataba su fragilidad. La mirada de sus ojos oscuros reflejaba tanto miedo como gratitud.
Jay se acercó rápidamente, su corazón latiendo con fuerza. La forma en que Jungwon bajó la mirada y se retorció los dedos lo hizo sentir impotente. —¿Estás bien?
—No realmente —admitió Jungwon, su mirada fija en el suelo. —Fue un malentendido. Solo estaba con Riki, y... no me drogué. Te lo prometo.
—Pero... ¿cómo acabaron en esta situación? —preguntó Jay, sintiendo la frustración y el miedo mezclados en su pecho. Sus manos se apretaron en puños a los lados, luchando por mantener la calma mientras el mundo giraba a su alrededor.
Jungwon suspir, cerrando los ojos brevemente, como si intentara contener el torrente de emociones. —Fui a acompañar a Riki a una entrega. Pensé que podía manejarlo, pero todo salió mal. No quiero que pienses que estoy involucrado en eso. No lo estoy.
La angustia en su voz resonaba en el pecho de Jay, haciéndole sentir el peso de la situación. Jay se sintió aliviado, pero a la vez preocupado. —¿Por qué no me llamaste antes? Podría haber estado allí —murmuró, su voz cargada de preocupación.
—No quería asustarte. Y, además, no creí que pasaría nada malo —explicó Jungwon, su expresión de disculpa lo hacía aún más vulnerable. El dolor en su mirada hacía eco en el alma de Jay.
Antes de que Jay pudiera responder, Riki salió de una habitación cercana, acercándose a ellos con un semblante agradecido. —Gracias por ayudarme, Jay —dijo con sinceridad en su mirada, pero Jay apenas podía concentrarse en él; Sus pensamientos seguían en Jungwon.
—No hay problema —respondió Jay automáticamente, pero su atención seguía en Jungwon.
El oficial que había hablado con Jay giró su atención hacia Riki, quien todavía lucía aturdido por la reciente experiencia. El oficial inclinó ligeramente la cabeza, señalando hacia la puerta de la comisaría. —Riki, necesito que me acompañes —dijo, su tono claro y autoritario, pero no carente de empatía—. Hay un asunto que discutir contigo.
Riki caminaba tras el oficial, sintiendo la tensión en cada músculo mientras la figura de Jay y Jungwon se hacía más pequeña a sus espaldas. La luz fría de la comisaría caía sobre él, proyectando su sombra en el suelo, alargándola hasta distorsionarla en algo desconocido. Un ligero temblor recorrió sus manos, pero se obligó a mantenerlas firmes, encontrando una calma que estaba lejos de sentir.
Mientras avanzaba, sus pensamientos se arremolinaban. No había sido la primera vez que terminaba en problemas, pero nunca con consecuencias tan serias, ni en compañía de alguien como Jungwon, alguien que realmente importaba. Sabía que había puesto en riesgo a su amigo, alguien que no entendía el peso de esas decisiones, alguien que se había quedado atrapado en su caos.
El oficial lo guió hasta una pequeña oficina y lo invitó a sentarse, cerrando la puerta detrás de ellos con un clic casi imperceptible, pero que para Riki sonó como un eco final de advertencia. El hombre se acomodó frente a él, observándolo con ojos calculadoras.
Riki se quedó en silencio, sentado frente al oficial, su mirada fija en algún punto en el suelo para evitar el peso de los ojos que lo observaban desde el otro lado del escritorio. Apenas había comenzado a explicar su versión de los hechos cuando el oficial lo interrumpió con una pregunta inesperada:
—Dime, ¿eres tú? ¿Eres Ni-Ki? —preguntó el hombre, su voz baja pero llena de curiosidad—. El niño bailarín que fue famoso hace años.
Riki sintió cómo su pecho se apretaba al escuchar ese nombre. Un torrente de recuerdos, algunos dolorosos, otros dulces, lo invadieron. No había oído a nadie llamarlo así en mucho tiempo, y prefería que siguiera siendo así. Manteniendo la compostura, rápidamente, con un tono seco, casi defensivo.
—No sé de qué me habla —murmuró, desviando la mirada. No quería tocar ese tema, no allí, no con un desconocido, y mucho menos en medio de una situación tan complicada.
Sin embargo, el oficial no pareció inmutarse. Se recargó en su silla, cruzando los brazos, y después de un momento de silencio, habló de nuevo, esta vez en un tono más suave, como si le confiara un secreto.
—Soy Kim Sunoo —dijo, presentándose sin que Riki lo esperara. Sus ojos lo miraban con una mezcla de seriedad y empatía que desconcertaba a Riki—. Recordarás que hace años tus padres presentaron una denuncia contra los hombres que en ese momento manejaban tu carrera, denuncia que resultó contraproducente y hasta la fecha tus padres siguen en la cárcel.
Riki sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, cada palabra del oficial era como un golpe que reabría heridas que creía haber dejado atrás. Tragó saliva, tratando de mantenerse firme, aunque sus manos temblaban ligeramente sobre sus rodillas.
—¿Por qué me está recordando esto? —preguntó en voz baja, luchando por controlar el tono de su voz. No quería que sus emociones afloraran; no frente a alguien que apenas conocía.
Sunoo suspiró y apoyó sus brazos en el escritorio, inclinándose hacia él. —Porque esos mismos hombres están siendo acusados de nuevo, Riki. Y esta vez hay pruebas más contundentes. Pero tú podrías hacer una gran diferencia. Si dieras tu testimonio, podrías ayudar a que no vuelvan a lastimar a nadie más.
El silencio se hizo pesado entre ambos. Riki bajó la cabeza, sintiendo un torbellino de emociones: rabia, miedo, vergüenza... y una tristeza profunda que había intentado ocultar por años. Todo lo que había pasado, todo lo que había preferido olvidar, ahora se alzaba frente a él como una sombra imposible de ignorar.
Después de un largo momento, levantó la vista, encontrándose con los ojos de Sunoo, que lo miraban con una compasión inesperada. —Yo... no sé si puedo hacerlo. No sé si puedo revivir eso.
Sunoo asintió lentamente, entendiendo el peso de sus palabras. —Nadie te va a forzar, Riki. Pero quiero que sepas que, si decides hablar, no estarás solo. Puedes detenerlos de una vez por todas.
Riki dio por terminada la conversación y caminó hacia la salida de la oficina, sintiendo el peso de la decisión que se había planteado. Al abrir la puerta, la luz de la comisaría pareció inundarlo, y los murmullos lejanos de los oficiales y las conversaciones de los visitantes lo envolvieron. En ese instante, el aire frío le dio un pequeño respiro, como si le recordara que aún había tiempo para decidir.
Jay y Jungwon estaban esperando en un rincón, sus rostros reflejaban preocupación. Riki se acercó a ellos, sintiendo que las miradas de ambos lo atravesaban.
— ¿Qué te dijo? —preguntó Jay, rompiendo el silencio que había quedado entre ellos. Su voz era tensa, y Riki pudo notar la inquietud en su mirada.
—Nada que no supieras —respondió Riki, intentando mantener su tono ligero, pero sus palabras sonaron vacías incluso para él. No quería arrastrar a sus amigos a la oscuridad de su pasado, y menos aún a la tormenta que parecía aproximarse.
—No tienes que ocultarlo —dijo Jungwon, su voz suave y comprensiva—. Estamos aquí para ti.
Riki sintió un nudo en su garganta. La calidez de las palabras de Jungwon le daba un poco de consuelo, pero también lo confrontaba con su propio miedo. Sabía que abrirse significaría arriesgarse a perder la frágil estabilidad que había construido, pero, por otro lado, el recuerdo de lo que había vivido lo mantenía atrapado.
—No sé si estoy listo para hablar de ello —admitió, su voz apenas un susurro—. Solo... necesito tiempo.
Jay asintió, su expresión suavizándose un poco. —Eso está bien. No hay presión. Lo más importante es que te sientas seguro.
Mientras caminaban hacia la salida, sentía el eco de las palabras del oficial resonando en su mente: la posibilidad de ayudar a otros, de dar un paso hacia adelante.
—Quizás... —empezó a decir, pero se detuvo, sintiendo que la emoción lo invadía una vez más. Jay y Jungwon lo miraban, esperando.
—Quizás... podría hablar con él de nuevo, cuando esté listo —finalizó, su voz temblorosa, pero determinado. Era un pequeño paso, pero un paso que necesitaba dar.
Los ojos de Jungwon brillaron con comprensión, y Jay le dio una palmadita en la espalda, un gesto simple pero reconfortante. Juntos, comenzaron a caminar de regreso, mientras caminaban, Riki sintió una extraña mezcla de nerviosismo y alivio al saber que estaba a punto de abrirse un poco más sobre su pasado, aunque sabía que no sería fácil. La idea de compartir su historia en un lugar donde pudieran relajarse le dio un poco de consuelo.
Jay y Jungwon decidieron ir a una hamburguesería que estaba abierta las 24 horas, un lugar al que Jungwon solía ir de vez en cuando con su hermana.
Al llegar, el ambiente era cálido y acogedor, con luces suaves y el aroma a comida reconfortante. Se acomodaron en una esquina del local, lejos del bullicio, y pidieron sus hamburguesas y batidos. Riki observaba a su alrededor, sintiéndose un poco más seguro rodeado de amigos y un entorno familiar.
Después de unos minutos, mientras esperaban la comida, Jungwon rompió el hielo. —Riki, te siento demasiado preocupado, ¿Te gustaría compartirlo hablarlo?
Riki dudó, mordiéndose el labio. Miró a Jay, que lo observaba con atención, su expresión era seria y comprensiva. Finalmente, respiró hondo y con calma. —Está bien. Pero quiero que sepas, Jay, que esto no es fácil para mí.
Jay ascendió, su mirada intensa y abierta. —Lo entiendo. Estoy aquí para escucharte.
Riki comenzó a relatar cómo había sido su infancia en el mundo del baile, lleno de expectativas y presiones. Habló de sus padres y de la manera en que, tras su denuncia contra los hombres que lo manejaban, sus vidas se desmoronaron. Durante esos años, Riki vivió situaciones desgarradoras de abuso físico y sexual que dejaron cicatrices profundas en su alma. Las promesas de un futuro brillante en el mundo del espectáculo se convirtieron en una pesadilla. —Ellos nunca pensaron que sus decisiones afectarían a nuestra familia de esa manera —dijo, con la voz entrecortada—. Estuve expuesto a situaciones horribles y, después de eso, simplemente intenté olvidarlo todo. Pero no se puede olvidar algo así, tal vez es por eso que vivo de esta manera, drogándome hasta que pierdo el sentido y permitiendo que otros hombres me toquen por algunas monedas.
Mientras hablaba, Riki notó cómo Jay absorbía cada palabra, su expresión variando entre la sorpresa y la indignación. —No puedo creer que hayas pasado por eso —dijo finalmente Jay, su voz llena de incredulidad—. ¿Y ahora se supone que vas a testificar contra esos hombres?
Riki bajó la mirada, sintiendo el peso de su decisión. —No puedo. Si ellos se entran, van a atentar contra mí. No tengo manera de protegerme. No soy nadie y no tengo nada.
Jungwon lo miró con tristeza, y Jay se quedó en silencio, procesando lo que había escuchado. Pero de repente, un destello de idea iluminó la expresión de Jay. —Espera un segundo —dijo, y Riki y Jungwon se volvieron a mirarlo, curiosos—. ¿Y si no tienes que hacerlo solo? — Se volvió hacia Riki, con una mirada intensa y decidida. —¿Y si yo fuera el que diera la cara? —propuso, su voz llena de confianza. —Puedo hablar en tu nombre, Riki. Usaré mis influencias para protegerte. La industria me conoce, y puedo hacer que escuchen.
Riki lo miró, la incredulidad cruzando su rostro. —¿Estás seguro? No quiero poner en riesgo tu carrera. Ya has trabajado duro para llegar a donde estás.
Jay se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una determinación feroz. —Escucha, esto no se trata solo de mí. Se trata de ti y de todos los que han sufrido. Si no hacemos algo ahora, todo seguirá igual. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Además, no estoy dispuesto a dejarte solo en esto.
Jungwon, que había estado observando en silencio, se acercó a Riki ytomó su mano entre las suyas, un gesto tierno que resonaba con su apoyo incondicional. —Si Jay lo dice, debes confiar en él. No estamos solos en esto, Riki. Somos un equipo.
A pesar de sus dudas, la idea de tener a Jay como portavoz le proporcionó una chispa de esperanza. —De acuerdo, confío en ti, Jay. Pero esto es mucho más grande de lo que pensaba. Y no quiero que te pongas en peligro por mí.
Jay sonrió, un gesto que transmitía confianza. —No estoy aquí solo para protegerte. Quiero que el mundo sepa lo que realmente está pasando, y si tengo que arriesgarme para hacerlo, estoy dispuesto. No lo haré sin ti, pero necesito que estés listo para esto.
La conversación se volvió más seria, y Riki sintió cómo la presión comenzaba a acumularse. Aún no estaba seguro, pero la lealtad de sus amigos le dio un nuevo sentido de propósito. Aún había muchos fantasmas de su pasado que lidiar, pero la idea de unir fuerzas lo motivó.
Unas horas más tarde, los tres se encontraron en el hotel junto a Heeseung. El ambiente era tenso; la seriedad del momento se sintió palpable. Heeseung rompió el silencio. —Así que, ¿están seguros de lo que quieren hacer? —preguntó, su voz grave resonando en la sala. —Esto no es un juego. Las repercusiones pueden ser enormes, y no solo para ustedes, sino también para mí y para todo el equipo.
Jay, sintiendo el peso de su responsabilidad, se enderezó. —Sí, estamos seguros. Este es el momento de hablar y poner fin a lo que está sucediendo en la industria. No puedo quedarme callado después de lo que hemos discutido y vivido. La verdad necesita salir a la luz.
Heeseung cruzó los brazos y lo miró con escepticismo. —Entiendo tus intenciones, pero ¿has considerado lo que podría pasar? Hay muchas personas poderosas involucradas, y no dudarán en hacer lo que sea necesario para silenciarte. Necesitarás una estrategia sólida y un respaldo considerable.
Jungwon intervino, su voz temblando ligeramente pero llena de convicción. —Sabemos que esto es arriesgado, pero Riki ha pasado por demasiado. Nadie debería sufrir en silencio. Si hablamos juntos, tal vez podamos hacer la diferencia.
Heeseung respiró hondo, evaluando la determinación en los ojos de los jóvenes. —Si esto va a suceder, necesitarán aliados. Hay muchos que pueden estar dispuestos a ayudar, pero deberán estar listos para las consecuencias. ¿Están dispuestos a enfrentar todo esto?
Riki, sintiéndose abrumado pero inspirado por la pasión de sus amigos, finalmente asintió. —Sí, estoy listo. Aunque tengo miedo, quiero hacer lo correcto. No quiero que más personas pasen por lo que yo pasé.
—De acuerdo —dijo Heeseung, su expresión volviéndose más seria—. Empezaremos a preparar todo. La verdad tiene que salir, y necesitamos hacerlo de la manera correcta.
Después de la reunión, el día de la transmisión en vivo llegó. Se transmitiría en todas las televisoras, quienes con tal de tener una primicia jugosa no les importaba lo que hablarían. El ambiente en el estudio de grabación era eléctrico, lleno de luces brillantes y cámaras que capturaban cada movimiento de Jay. Se podía sentir la adrenalina corriendo por sus venas mientras se preparaba para enfrentar al mundo.
Mientras se sentaba frente a las cámaras, su corazón latía con fuerza. Miró a su alrededor, buscando la aprobación de Riki y Jungwon, quienes estaban al frente, detrás de las cámaras, llenos de apoyo. Se sintió un poco más fuerte al ver sus sonrisas alentadoras, a pesar de la gravedad de lo que estaba a punto de hacer.
Cuando comenzó la transmisión, la tensión en el aire era palpable. La cámara enfocó a Jay, quien respiró hondo, sintiendo la magnitud de lo que estaba a punto de hacer. Con un gesto decidido, se quitó la máscara que solía usar en el escenario, mostrando por primera vez su rostro. Sus ojos, llenos de determinación, se dirigieron a la audiencia. —Soy HawkFire y hoy voy a hablar de la verdad oculta en el mundo de la farándula. Un mundo que brilla por fuera, pero que es oscuro por dentro.
Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en la audiencia. —He visto y escuchado cosas que me han dejado sin aliento. Niños que son explotados, manipulados y abandonados. Son presionados a seguir un sueño que se convierte en una pesadilla. No estoy aquí solo para hablar de mi experiencia, sino para destapar un horror que muchos prefieren ignorar.
Un silencio abrumador envolvió la sala. Cada palabra que pronunciaba llevaba un peso significativo. —No son solo historias; son vidas destruidas. Hay personas en este negocio que abusan de su poder, que utilizan a los más vulnerables como peones en su juego. Esta industria no es solo un sueño; es una pesadilla para muchos.
Mientras hablaba, Jay comenzó a mostrar pruebas. Giró hacia la pantalla detrás de él, donde se proyectaron imágenes de contratos manipuladores y testimonios de víctimas. —Aquí tienen—dijo, señalando las diapositivas. —Estos son contratos que obligan a los jóvenes a ceder sus derechos. ¿Es esto lo que llamamos éxito?
La audiencia, tanto en el estudio como en casa, quedó en shock. La incredulidad era palpable. En la esquina de la audiencia, Sunoo observaba con orgullo, sabiendo que su arduo trabajo en la recolección de evidencia estaba finalmente dando frutos. Él había sido quien se encargó de conseguir la mayoría de la evidencia que Jay estaba presentando, filtrando información y conectando puntos oscuros que muchos querían mantener en secreto.
—Las atrocidades que se cometen en nombre de la fama son inaceptables. Desde el abuso físico hasta el emocional, hay un costo real para cada destello de luz. Muchos sufren en silencio, atrapados en un sistema que los utilizan y luego los desecha.
Jay continuó, con la voz cada vez más firme. —Pero eso no es todo. Quiero hablar de la homofobia que permea esta industria. Muchos de nosotros hemos sido forzados a vivir en las sombras, a ocultar nuestra verdadera identidad por miedo a perder contratos o ser rechazados. ¿Por qué debemos temer ser quienes realmente somos? Este estigma tiene que acabar.
Jungwon palideció desde su lugar, Jay no mencionó nunca que tocaría ese tema.
¿Estaba haciendo esto por ellos?
¿Por el futuro al que anhelaban entregarse?
A medida que sus palabras resonaban, una ola de apoyo y desapoyo se escuchaba a partes iguales. —Hoy me declaro en contra de todo lo que se ha normalizado. Quiero que el mundo sepa que hay un costo para este brillo. Quiero que las víctimas sepan que no están solas. No podemos quedarnos callados más.
Con una mirada penetrante, continuó: —Las presiones sobre los hombres para ser "masculinos", para no mostrar debilidad, han llevado a muchos a la desesperación. No es solo un problema del mundo del espectáculo; es un problema que afecta a todos. Y mientras sigamos silenciando a quienes necesitan ser escuchados, seguiremos perpetuando un ciclo de dolor.
La emoción en su voz era palpable mientras concluía. —No estoy aquí solo para exponer la verdad de otros; Estoy aquí para honrar a aquellos que no pueden hablar. A todos los que han sido dañados, quiero que sepan que su dolor no ha sido en vano. Juntos, tenemos que luchar para cambiar esto.
Riki sintió una mezcla de miedo y esperanza. Esta era la voz que necesitaban, una que resonaría más allá de las paredes de la industria, que podría traer luz a las sombras que los habían perseguido durante tanto tiempo.
Jay finalizó con una declaración poderosa, su mirada fija en la cámara. —No estamos aquí para perder; Estamos aquí para ganar. La verdad saldrá a la luz, y juntos, vamos a cambiar el rumbo de esta industria. ¡Es hora de que todos sepan! Y si tengo que aceptar las demandas que caigan sobre mí, no me importa. Lo haré sin dudarlo, porque él dijo la verdad, y eso es lo único que importa.
Cuando terminó la transmisión, el silencio se transformó en un estallido de reacciones. Las televisoras, estaciones de radio y cualquier medio de comunicación comenzaron a estallar con la transmisión, algunos apoyando la valentía de HawkFire al hablar por minorías y otros más estallando en risas por su discurso.
La valentía de Jay había provocado un movimiento, pero ahora tenía una voz, y estaban listo para hacerla escuchar.
Pasaron casi cuatro semanas desde que Jay se atrevió a enfrentarse al mundo, exponiendo la oscura verdad que se ocultaba tras el brillante telón de la industria del entretenimiento. Los días se alargaron en una interminable agonía de incertidumbre. Los medios de comunicación no cesaron de hablar de él; cada informe y cada artículo revelaban más detalles sobre la tormentosa situación en la que se encontró. A medida que la presión aumentaba, también lo hacía el número de artistas que lo demandaban, entre ellos Sunghoon y Jake, quienes intentaban silenciarlo y hacer que su voz se apagara.
Mientras las cámaras lo seguían a cada paso, capturando sus palabras valientes y sus inquebrantables ideales, Jungwon se encontró atrapado en la opaca sombra de la angustia. Intentó contactarlo por todos los medios a su alcance pero cada intento resultaba en una respuesta vacía, un silencio abrumador que resonaba en su pecho como un eco inquietante. Las noches se tornaron en una prueba de resistencia emocional, donde la incertidumbre lo devoraba por dentro.
Heeseung, el manager de Jay, se encargaba de enviar dinero a Jungwon ya Riki, asegurándose de que tuvieran lo necesario para sobrevivir sin tener que salir a la calle y exponerse a los peligros que acechaban en cada esquina. Aunque la asistencia económica era un alivio, no podía llenar el vacío que dejó la ausencia de Jay. La angustia se acumulaba en el corazón de Jungwon, convirtiéndose en una presión constante que lo asfixiaba.
Cada noche, Riki intentaba consolarlo, abrazándolo mientras las lágrimas de Jungwon empapaban su hombro. Las palabras de aliento de Riki parecían ineficaces contra la tormenta que se desataba en el interior de Jungwon. Las lágrimas caían en silencio, reflejando un miedo profundo e incontrolable, la posibilidad de que Jay jamás regresara. Esta idea lo mantenía despierto, recorriendo mentalmente cada momento que habían compartido, cada risa, cada susurro, preguntándose si habría algo que hubiera podido hacer para evitar esa separación.
Los días se deslizaban entre sus dedos como arena, cada uno más pesado que el anterior. La ciudad, que una vez había sido un lugar de maravillas y promesas, ahora parecía un laberinto de sombras. La soledad lo seguía como un lobo acechante, y cada vez que el teléfono sonaba o un mensaje llegaba, su corazón latía con fuerza, solo para desinflarse al darse cuenta de que no era Jay.
Con el tiempo, las noches se volvieron más pesadas. Jungwon a menudo se encontraba despierto, mirando al techo en la oscuridad, perdido en pensamientos. Se imaginaba a Jay, enfrentándose a los peligros de la fama, luchando por mantener su voz en un mundo que lo quería silenciar. Cada vez que cerraba los ojos, una imagen se repetía en su mente: el rostro de Jay, lleno de determinación, pero también de dolor. Esa imagen lo perseguía, dando vueltas en su cabeza, haciendo que se preguntara si alguna vez volvería a ver esa mirada.
Finalmente, una noche, incapaz de soportar la presión, Jungwon salió a caminar. La fría brisa de la noche acariciaba su piel, pero no podía disipar la angustia que lo perseguía. Vagó sin rumbo, cada paso lo llevaba más lejos de la esperanza.
Cuando llegó al emblemático callejón donde todo había comenzado, el aire se volvió pesado con la nostalgia.
Miró a su alrededor, buscando alguna señal de Jay, pero no había nada, solo sombras que parecían burlarse de su dolor.
Con cada mirada que lanzaba a las calles vacías, la desesperación se hacía más intensa. La soledad lo envolvía como un manto oscuro, y el miedo a no volver a ver a Jay lo atormentaba. Se dio la vuelta, sintiendo que el callejón lo tragaba, cuando un impulso lo detuvo en seco. Se volvió, y en ese momento, su corazón casi se detuvo.
Allí estaba Jay, de pie al final del callejón, iluminado por la tenue luz de un faro.
Su rostro, tan familiar y querido, estaba adornado con la sonrisa más dulce que Jungwon había visto jamás. Era una sonrisa que irradiaba alegría y determinación, como si todo el peso de la angustia se desvaneciera en ese instante.
—¡Jay!—gritó Jungwon, su voz resonando con una mezcla de incredulidad y pura felicidad.
Jay corrió hacia él, y en cuestión de segundos, lo atrapó en un abrazo que los envolvió en un torbellino de emociones. La risa de Jay resonó en el aire como una melodía, llenando el callejón de un brillo inesperado. Sin poder contenerse, Jay lo levantó del suelo, y ambos se fundieron en un beso apasionado, un beso que hablaba de amor, lucha y la promesa de un futuro juntos.
Las lágrimas de Jungwon, que antes eran de tristeza, ahora eran de pura felicidad. En ese momento, todos sus temores se desvanecieron, y el mundo parecía cobrar vida a su alrededor. Había esperado este instante con cada fibra de su ser, y ahora que lo tenía, se sentía más fuerte que nunca.
—Te extrañé tanto—dijo Jungwon, su voz temblando de emoción.
Jungwon sabía que esto era solo el comienzo, un preludio a una rebelión que podría definir sus vidas. Pero mientras miraba a Jay, una chispa de esperanza encendió su corazón. Jay había vuelto, y juntos eran una fuerza imparable. Cada desafío que se presentará será un nuevo capítulo en su historia, una oportunidad para desafiar al mundo y demostrar su amor.
La incertidumbre aún acechaba, pero Jungwon se sintió invencible a su lado. Este no era el final; era el inicio de un viaje que los llevaría a lugares inexplorados, donde su valentía y su amor se enfrentarían a la adversidad. La emoción burbujeaba en su interior, ansiosa por lo que estaba por venir.
¿Hasta dónde llegaría su historia?
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