CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO ONCE
Aceptar,
Dos semanas más tarde
Hayashi terminó de calentar y empezó a correr alrededor de la gran cancha. Su lesión había sanado ya, o al menos la molestia había desaparecido por completo, aun así, su entrenador se negaba a permitir que hiciera mucho esfuerzo físico, volviendo nuevamente a la famosa posición de recoge-pelotas.
— ¡Una vuelta más y terminamos por hoy! — Informó el entrenador, Mirai aceleró su ritmo, rebasando a sus demás compañeros.
Al terminar, todos se reunieron en un mismo punto para recibir la típica charla del entrenador antes de marcharse.
— Bien hecho, como deben saber, tendremos un partido amistoso pronto contra una secundaria de la prefectura vecina, no se confíen, no será lo mismo que los Infernal Tigers.
Era cierto, esa ocasión en la que fue terriblemente herida, su equipo obtuvo la victoria, y aunque sus compañeros insistían en que ella había hecho un buen trabajo ganando puntos al comienzo, la castaña sabía que todo había sido gracias a sus compañeros, cada uno de ellos era increíblemente talentoso y podrían ganar sin ella fácilmente.
— Nos vemos. — Se despidió Rei, la castaña y el rubio se despidieron también, tomando caminos distintos.
Mirai se sobresaltó al notar a cierta albina aparecer repentinamente a su lado una vez estuvo sola. Era como un fantasma.
— ¿Senju?
— ¿Quieres ir al parque? — Hayashi rio por lo bajo antes de asentir, comenzando a caminar con la menor. — ¿Cómo te fue hoy?
— Me fue bien, aún no jugaré, pero pronto me tendrán en la cancha nuevamente. — Mirai notó a Akashi quien parecía bastante seria. — ¿Sucede algo?
— No es nada. — La ojiazul negó. — Solo pensaba en algo, pero creo que es una simple confusión mía.
— ¿Puedo saber de qué se trata? — Una mueca de incomodidad apareció en el rostro de la menor. — Está bien, no debes decírmelo.
Mirai se sorprendió al sentir su mano ser tomada, Akashi no dijo nada, así que ella tampoco lo hizo.
Al llegar al parque ambas tomaron asiento en una banca libre, las dos mirando a los infantes en el sitio corriendo de un lado a otro felices.
— Es como cuando teníamos nueve. — Hayashi rio. — Corríamos de un lado a otro sin importarnos nada más.
— Lo recuerdo. — Senju sonrió. — Eras muy rápida desde pequeña.
— Pero tú siempre me vencías. — La castaña sonrió con diversión. — Ahora no puedes vencerme en una carrera.
— Es cierto.
Mirai miró hacia el horizonte notando el sol comenzar a descender. Sus ojos fueron hasta la menor, los rayos de luz golpeaban delicadamente su rostro, haciendo brillar sus ojos aún más.
Senju giró su rostro, mirando lo mismo que la mayor, el cómo la luz lograba que los ojos verdes contrarios se vieran mágicos e hipnotizantes.
La albina apretó la mano ajena que aún tomaba, y tomando una larga respiración, pronunció:
— Mirai. — La castaña prestó atención. — Realmente espero que no sea una confusión.
— ¿El qué?
— Mirai, me gustas.
Todo el entorno que les rodeaba se congelo, Hayashi abrió sus ojos con impresión mientras notaba la preocupación e intriga invadiendo los ojos azules contrarios. La mano de Senju comenzó a temblar y no pudo evitar tomarla entre las dos suyas, sonriendo.
— Wow... — Mirai bajó la mirada. — Siempre creí que sería yo quien lo diría primero.
Akashi mostró gran sorpresa al escuchar las palabras de la mayor ¿Qué significaba aquello? ¿Realmente la mayor correspondía a sus sentimientos?
— ¿Significa que...?
— También me gustas. — Respondió Hayashi. — Solo que... Lo mío no es una confusión.
Una sonrisa se estiró en el rostro de Senju quien no pudo evitar acercarse a la mayor y abrazarle con fuerza. Hayashi rio, rodeando su pequeño cuerpo con sus brazos.
— Me hace muy feliz escuchar eso. — La albina se aferró al cuerpo contrario. — Creí que sentías algo por alguien más, y-
— Yo creía que era demasiado obvia con respecto a mis sentimientos. — Mirai le alejó, pellizcando una de sus mejillas.
— ¿Entonces el chico de tu club no tiene oportunidad?
— ¿Chico? — Preguntó confundida la castaña, Senju asintió.
— El rubio. — Mirai soltó una carcajada.
— Es mi capitán, no puedo verlo como nada más que eso. — Hayashi miró a la nada por unos segundos. — Aunque creo que él ya sabía de mis gustos... Es terriblemente inteligente.
La más alta se sorprendió al sentir sus dedos entrelazarse con los contrarios, una pequeña sonrisa se estiró en su rostro mirando a la albina quien apartaba la mirada, avergonzada.
— Vamos a casa, Senju.
Mirai se puso de pie, Akashi le imitó, uniéndose en una caminata silenciosa hacia su hogar en donde solo la presencia de la otra era suficiente. El sol terminó de esconderse, dejando ver las estrellas brillantes decorar la noche, volviendo la situación aún más agradable.
Senju apretó sus labios ¿Qué se suponía que harían ahora que se habían confesado? ¿Qué seguía? No era como una relación normal de un chico y una chica, sino... Dos chicas. Akashi bajó la mirada ¿Debía de dar ella el primer paso? ¿Debía de preguntárselo a la castaña?
Tantas preguntas comenzaban a darle dolor de cabeza, y su distracción fue tanta que ni siquiera se enteró cuando llegaron a casa de la mayor. Mirai observó a Senju quien continuaba mirando a la nada, no pudo evitar reír y estirando su brazo pellizcó suavemente su oreja.
Akashi salió finalmente de su trance.
— Hemos llegado. — Hayashi se giró mirando la puerta de la entrada. — ¿Pasarás?
— No puedo quedarme hoy. — La albina volvió a bajar la mirada. Hayashi le miró por unos pocos segundos antes de soltar un largo suspiro, armándose de valor.
Nunca antes había besado a una chica.
— Senju. — La ojiazul salió una vez más de su trance. Mirai se acercó un par de pasos tomando de su mentón con suavidad antes de inclinarse, pegando sus labios a los contrarios en un suave y dulce toque.
Los ojos de la menor se abrieron con gran sorpresa, sintiendo su rostro comenzar a enrojecerse exageradamente. Después de unos segundos Mirai se alejó, sonriendo al notar la clara piel por naturaleza de Akashi pintada de un rojo cereza.
Por supuesto creyó que aquello sería lo único que haría, y cuando estaba dispuesta a girarse y entrar a su casa una mano en su nuca le obligó a volver a juntar sus labios con los contrarios. Sus ojos se cerraron, disfrutando del suave toque entre sus belfos.
Mirai temía que pronto la alarma de su habitación sonara y todo aquello fuera un sueño, pero esperó y esperó y el sonido jamás llegó.
Estaba pasando en verdad.
[...]
La madre de Mirai se detuvo mirando con sorpresa a las dos chicas sobre la cama de su hija abrazándose bajo las sábanas. La mujer no era tonta, por supuesto que las amigas no se tenían tanta confianza ni se daban esa cantidad de afecto hacia la otra, mucho menos en esos tiempos.
Pero no le molestaba en lo absoluto, para la mujer de castaños cabellos no era un problema que su hija hubiese nacido y crecido teniendo gustos un tanto diferentes a los demás.
Era su hija, no la cambiaría ni siquiera siendo una asesina.
Una mano se posó en su hombro, la madre de Mirai giró su rostro encontrándose con su esposo quien también observaba a las dos menores.
— Nunca esperé esto. — Comentó el mayor. — Creí que le gustaban los chicos.
— Bueno, puede que le sigan gustando los chicos. — La mujer cerró la puerta, permitiendo que las dos chicas tuvieran más privacidad. — Senju es una buena jovencita, además se conocen desde hace mucho tiempo, sería lindo que salieran, en especial si eso hace feliz a Mirai.
— Sí, supongo que sí.
— No vayas a decir nada al respecto, ella hablará cuando lo crea correcto. — El hombre asintió obedeciendo. — Me voy, debo trabajar.
[...]
— ¿Cuándo te diste cuenta? — Akashi miraba el lago bajo sus pies fijamente, a su lado se encontraba Hayashi quien tomaba de su mano.
— Antes de que te marcharas. — Respondió la mayor. — Creí que era solo una confusión también, nunca antes había sentido algo así por una chica y... Fue aterrador... Después te fuiste y creí que lo superaría, pero el sentimiento jamás desapareció.
— Siento mucho haberme ido en ese momento. — Mirai negó.
— Tu lejanía me ayudó a aclarar mis sentimientos, descubrí entonces que quizá mis gustos no eran iguales a los de la mayoría de personas. — La castaña sonrió. — Espero que también puedas aclarar pronto si lo que estás es confundida o no.
— ¿No te molestaría que sea una confusión?
— Está bien saber qué quieres o quién eres en la vida, me haría feliz ser quien te ayude a aclarar tus sentimientos también. — Senju se inclinó hacia la mayor, apoyando su cabeza en el hombro contrario.
— ¿Cómo llevas una relación de este tipo?
— Senju, no hablamos de una relación entre un delfín y una iguana, somos personas normales, es lo mismo que tener una relación con un chico. — Mirai rio con diversión. — Con la pequeña excepción del acto sexu-
La boca de la mayor fue cubierta por Akashi quien se encontraba con su rostro totalmente rojo.
— Lo he comprendido bien, está bien. — Hayashi sonrió asintiendo, la albina alejó su mano. — Me gustaría tener una relación... Contigo.
— ¿Qué dijiste? No te escuché. — Senju le miró mal. — Bueno, supongo que me quedaré con la duda.
— ¡Dije que quiero tener una relación contigo, tonta! — Mirai rio estirando su brazo y así poder tomar la mandíbula de Senju.
Sus labios se estamparon sobre los contrarios en un delicado beso. Era realmente romántico estar en el atardecer en aquel muelle, escuchando el ruido del mar mientras el sol se ocultaba y perdían el tiempo con la persona que amaban, o al menos ese era el caso de Mirai, quien sonrió alejándose de los labios ajenos.
— Nunca pensé decir esto y es vergonzoso para mí... — Hayashi apretó sus labios. — Akashi Senju, sé mi novia.
El sonrojo en el rostro de la albina no hizo más que aumentar al escuchar aquella directa pregunta. Por supuesto que su respuesta sería positiva, pero simplemente las palabras no salían de su boca al sentir la intensa mirada de la castaña sobre ella, mirándole con una sonrisa y un ligero, casi imperceptible, sonrojo en su rostro.
— Yo...
— Lo tomaré como un sí ¿Bien? — Akashi asintió.
Mirai rodeó el cuerpo de la menor con sus brazos, cerrando sus ojos y disfrutando del ruido ambiental.
Senju elevó la mirada notando el sol descender poco a poco, una sonrisa se estiraba en su rostro mientras se aferraba al cuerpo de la castaña, sintiéndose llena, feliz, más feliz que nunca.
Un trueno le hizo sobresaltar, ambas observaron al cielo el cual comenzaba a oscurecerse. No dudaron en tomar sus cosas y comenzar a caminar tomadas de la mano hacia la casa de la castaña.
Pronto gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ellas, aumentando el ritmo hasta volverse más fuerte, empapándolas.
Mirai rio e inclinándose depositó un corto beso en los labios ajenos.
En un día lluvioso se habían separado.
En un día lluvioso se habían reencontrado.
Y en un día lluvioso decidieron estar juntas que, sin saberlo las dos féminas, sería para siempre.
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