❛ 𝗶𝗶𝗶. 𝖿𝗈𝗋𝗀𝖾𝗍 𝗍𝗁𝖺𝗍 𝖿𝗎𝖼𝗄𝗂𝗇𝗀 𝗇𝖺𝗆𝖾.
❛ 𓄼 CAPÍTULO TRES 𓄹 ៹
A MEDIO DÍA RECIBO UN MENSAJE DE HARRY, leyendo que algunos idiotas se encontraban en el centro del pueblo meditando alrededor de varias rocas apiladas, como si estas fuesen a darles una señal. Han pasado diez días, y no se les pudo ocurrir algo más que pedir por respuestas a nadie en específico.
—Resulta más patético cuando lo ves por ti mismo —admito entre Bingham y Campbell, quitándome la chaqueta de los Centuriones de Grizz ante el sofocante calor—. Ugh, ahí está Lexie, odio a esa perra.
—Ni que lo digas —concuerda Harry. Campbell asiente a nuestra opinión.
—Si es algo que hicimos, díganlo —dijo un rubio hacia el cielo.
—O si hay algo que necesitemos hacer, denos una pista —ahora Lexie miraba al cielo.
—Como sea —ignoró Harry llamando nuestra atención—. Hoy hay un juego de fugitivo esta noche, será el más grande hasta ahora. ¿Entran?
Miré a Campbell esperando a su respuesta. —Sí, claro, lo que sea —respondió y yo afirmé después.
Un eclipse solar apareció y todos se asombraron pensando que les habían mandado una señal de alguna parte, pero Gordie lo desmintió alegando que era un evento astronómico predestinado.
Más tarde, Megan es arrastrada por Clark y Luke hacia el campo de fútbol americano donde La Guardia comienza a beber y a soltar palabras sin sentido al igual que risas.
Ya llevan un rato, Luke parece ser el más sobrio, y Megan y Clark se encuentran compitiendo inconscientemente por ser el más ebrio. Luke le lanza el balón a Jason, el mismo golpeando contra su abdomen atorándose con la bebida alcohólica.
—Fallaste —se mofan Clark y Megan.
—Oigan, quizá estamos muertos —sugiere Luke tomando la pelota que ha rebotado a él—. Ya saben, quizá es el cielo.
—O el infierno.
—Qué optimista —ironiza Grizz.
—Lo que sea —le resta importancia Jason—. No sería el peor infierno.
—Sí, es como el primer círculo, o quizá el segundo. La cosa es, no sabemos los parámetros, ¿Cierto? —Megan entrecierra los ojos hacia Grizz sin comprender sus palabras, con una mano en la frente tapando los rayos del sol.
—Puede que nos hayan movido —divaga la chica—. O que ellos se hayan movido. Tal vez esto sea otra parte y no la Tierra. Como un universo paralelo. No sabemos nada, ¿O sí?
—Ouh —un mareado Clark se sienta a lado de Scott—. Ahora me duele la cabeza.
—Eso es la resaca, Clark.
—Para que te cures, amigo —Jason le ofrece la botella, y cuando Megan va a agarrarla este la aparta—. No, Meg —niega—, ya has tomado mucho; y eso lo sabemos cuando te pones a divagar incoherencias.
—Mierda, Jay —protesta acostando su cabeza en el regazo de Clark, haciendo de sus labios un puchero adorable—, ustedes se ponen peor.
—Tal vez estemos en la Matrix —Grizz le habla a Luke que parece ser el único presente y prestando atención.
—O en Narnia.
—No, los animales no hablan. Aunque Megan y yo hemos intentado atravesar nuestros armarios para ver qué hay del otro lado.
—Cállate, Clark —espeta ella golpeando con el dorso de su mano el pecho del chico—, eso era un secreto.
Jason viendo que verdaderamente sus dos amigos y sus sentidos se encontraban idos, les quitó la botella.
—Estamos perdidos.
—Mierda —murmuran tres de ellos.
Jason se levanta recuperando los ánimos, mencionando una jugada y obligando a Clark, Grizz y Luke a levantarse.
—Oye, oye, aguarda —Megan se queja al ser levantada—, yo no jugué, ni siquiera era animadora en ese juego —y lo recordó, sentada con su padre en las gradas, con un cartel en mano gritando por los Centuriones. Su ceño fruncido desapareció, había recordado a su padre y lo bien que la pasaron esa noche.
—Da igual, en este sí lo eres —Grizz, como si supiera lo que iba a decir, volvió con un pompón amarillo y uno rojo, lanzándolos hacia ella.
—Seis abajo —dio inició a la recreación—. Lo último del juego.
—¡Vamos, Centuriones! ¡Muestren quiénes serán los vencedores! —gritó Megan recuperando su chispa por un momento—. ¡Los machacaremos!
—Orden, orden. Tú a la derecha.
—¿Listo? —preguntó Luke—. Hup —el balón fue a sus manos, los chicos comenzaron a correr, recordando aquel sentimiento, aquel día.
—¡Sí! —exclamó corriendo a ellos, dando giros y saltos en el camino—. ¡Somos los número uno!
—Vamos, levántense. Esto es serio, chicos —limpió la tierra de sus pantalones ayudando a Grizz, pese a que su complexión fuera más grande y fuerte que ella—. Veinticuatro a veintitrés. Ese marcador nunca se olvidará. Campeones, fuimos campeones y nadie cambiará eso, nunca. Vamos, hagámoslo.
Todos se reunieron en un círculo, mirándose entre ellos con sonrisas cómplices. —Bien, bien —levantaron su brazo haciendo de sus manos un puño—. Centuriones a las tres, ¿Listos? Centuriones conmigo, ¡Centuriones a las tres! ¡Uno, dos, tres!
—¡Centuriones! —gritaron a coro.
Luego de aquel grito lleno de euforia, Luke nos pidió ir a la iglesia donde Helena recitaba uno que otro verso bíblico, para demostrar la esperanza que debíamos mantener. A los diez minutos de haber llegado, Helena contaba lo que diría su madre de esta situación, y no pude evitar pensar en el mío, diciéndome que buscara la solución para regresar a mi lugar de pertenencia, pero sabía que aún así, no nos iríamos de aquí hasta dentro de un largo tiempo.
Me disculpo con Luke escapando silenciosamente del lugar, caminando por las calles del desierto West Ham. Una vez llego a mi casa, entro por la puerta trasera.
Hago de mi cabello un chongo, y del garaje sacó una pizarra llevándola al despacho de mi padre. Dos horas después, tengo varias anotaciones y preguntas escritas, listones de colores rojo, amarillo, azul y verde se unen y desaparecen sin dar algo a entender.
He descubierto lo mismo que sabía al llegar aquí. En este lugar no se encuentra el desagradable olor, no como en el West Ham de donde venimos. No hay internet, adultos o algo alrededor nuestro que no sea bosque.
Suspiro frustrada soltando mi cabello, saliendo del despacho con dirección a mi baño. Estoy a punto de entrar a la bañera para relajarme antes del juego de fugitivos, pero el timbre suena, lo que me hace fruncir el ceño, confundida.
Todos en el pueblo tenían grabado de memoria que mi casa era prácticamente un monumento histórico, debido a que ha estado aquí desde los inicios de West Ham —pasando por mis antepasados hasta llegar a mi padre, finalmente y en este mundo a mí— por lo que nadie podía irrumpir en ella sin la llave, y les había dicho a todos que mi padre se la había llevado, solo para no compartir con nadie. Por eso era extraño que alguien tocara.
Me envuelvo en mi bata, y aparto las cortinas del baño lo necesario para ver quién era el responsable.
Bajó las escaleras anudando la bata, abriendo la puerta y jalando a la persona que había detrás de ella.
—¿Qué quieres, Cassandra? —inquiere sin pizca alguna de amabilidad.
—Solías llamarme Cassie —murmura sin saber cómo dirigir la conversación.
—Solías ser honesta conmigo. Pero las cosas cambiaron. Han cambiado —rueda los ojos cruzándose de brazos—. ¿Cómo sabías que estaba aquí? He dicho que mi padre se ha llevado la llave.
—Porque te conozco, Megan, lo sigo haciendo —su estómago se retorció y sus nervios se dispararon al recorrer su cuerpo con la mirada hasta toparse con la bata corta que terminaba en sus muslos.
—Diría que yo a ti, pero no es cierto, ¿Verdad?
—Megan, yo...
—Solo dime qué buscas —interrumpió desesperada por alejarse de la rubia.
—El día que llegamos, en la iglesia —contó—, Campbell me apuntó con el arma, ¿Por qué no hiciste nada para que la bajara? —la rubia parecía herida.
—¿Por qué yo? Tenías a Will y a Allie, ¿Por qué me preguntas a mí? —espeta mordiendo su lengua para no decir palabras más que las necesarias—. Pero si quieres saber, le advertí que no te disparara. Lo escuchaste.
—No sonó como una.
—Bueno, ¿Qué te importa si hice o no algo? Es tú culpa que nos hayamos distanciado, tú me ocultaste toda esa mierda —tomó de su brazo, jalándola a la salida trasera, sin duda—. Y no te quiero escuchar más.
—Meggy, por favor —suplica Cassandra tomando con su mano libre el brazo que la sostenía.
—Olvida ese jodido apodo, y lárgate de una maldita vez.
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