━━ 𝟏𝟔: un riesgo que vale la pena tomar


𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐒É𝐈𝐒
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𝐓𝐇𝐀𝐋Í𝐀 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐀𝐂𝐎𝐒𝐓𝐔𝐌𝐁𝐑𝐀𝐃𝐀 𝐀 𝐐𝐔𝐄 𝐋𝐀 𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐒𝐄 𝐅𝐔𝐄𝐑𝐀.

Parecía que, durante toda su vida, había estado luchando para que alguien se quedara. Su hermano, que abandonó a la familia cuando apenas tenía trece años, se fue a vivir a algún lugar donde creía que prosperaría. Luego estaba su abuelo, a quien Thalía encontró muerto en su cama cuando era una niña pequeña. 

Para cuando llegó a la adolescencia temprana, Thalía había perdido a todos los seres queridos cercanos a ella. Parte de ello fue el resultado de sus propias decisiones imprudentes, como las de su mamá y papá. Pero había ocasiones extrañas en las que Thalía no había sido la causa de que alguien se fuera, y eso dolía un poco más. 

Entonces, cuando Mal regresó a ella ese día y le dio la noticia de que se iría en una misión al día siguiente, Thalía no estaba del todo segura de por qué se sorprendió por el dolor que vino con la revelación.

Debería haberse acostumbrado a ello para ese momento. 

─ ¿No puedes quedarte? ─preguntó, torpemente. Fue una tontería preguntar eso. Por supuesto que no podía quedarse, pero la parte egoísta de Thalía quería que se quedara de todos modos. Cuando Mal negó con la cabeza, ella suspiró profundamente─. ¿A dónde vas?

Mal se encogió de hombros, tenía el labio inferior rojo por morderlo, sin poder dejarlo de hacer desde que aceptó el trabajo. 

─ A dondequiera que me lleve el viento, supongo. 

Y luego lo llamó Dubrov, quien al parecer tenía algunas noticias emocionantes. No pudo reunir el valor para despedirse mientras él se alejaba de la tienda, el nudo en la garganta sintiéndose como si pudiera subir y cortar la circulación en cualquier momento. 

Thalía había dicho demasiados adioses en su corta vida, y no diría otro más. 

─ Soldado ─saludó Yakovlev mientras Thalía entraba en su tienda. Era un hombre mayor, con el pelo blanco por la edad y una barba ya característica. No le agradaban los Grisha, pero parecía dejar de lado su aversión cada vez que se encontraba cara a cara con uno─. ¿En qué puedo ayudarte?

Asintió en respuesta a su saludo, caminando más adentro de la tienda. Podía ver a Yakovlev preocupándose, como si pensara que lo que fuera que ella estuviera buscando no podía ser algo bueno. De alguna manera, tenía razón.

Finalmente, ella habló.

─ Me preguntaba si podía hacerle una pregunta, señor. 

─ Puedes hacerlo ─concedió Yakovlev, recostándose en su silla. Su escritorio estaba lleno de varios documentos, pero el que más llamó la atención de Thalía fue el que estaba clavado directamente sobre su silla. Yakovlev siguió la mirada de Thalía, sonriendo perezosamente─. Supongo que has oído a hablar sobre la caza que tu General ha organizado, ¿verdad?

Thalía negó con la cabeza de forma firme.

─ En realidad no. Pero quería hablar con usted. 

Yakovlev hizo un gesto hacia el asiento vacío al otro lado de su escritorio, de madera desgastada. Ella se sentó con cautela, advirtiéndose a sí misma que no se sintiera cómoda (no es como si pudiera, dado que las astillas de madera estaban definitivamente incrustadas en su kefta), ya que la conversación solo les tomaría un minuto. 

─ He oído que Kirigan está organizando una fiesta para la Invocadora ─Yakovlev reconoció, retorciendo una pluma entre sus dedos. Esta cae de nuevo sobre la mesa mientras endereza los hombros, encontrando la mirada de Thalía─. Realmente debe creer que ella es auténtica, pasando por todo este problema de invitar a gente de todas partes. 

Ella se encoge de hombros de manera poco comprendida. 

─ Ella es auténtica. La vi en el Pequeño Palacio.

Yakovlev se ríe. 

─ Y supongo que has visto todo tipo de ilusiones graciosas en el Pequeño Palacio, ¿verdad?

─ ¿Ilusiones? ─repite Thalía, atónita. Apenas puede creer lo que está escuchando─. ¿Está insinuando que los poderes de Alina Starkov son una ilusión, señor?

─ Todo lo que estoy diciendo, soldado, es que es bastante conveniente que los supuestos poderes de la Invocadora decidieran aparecer cuando su amigo fue atacado el día que Kirigan los visitó. Parece un poco preparado, si me preguntas. 

Nadie te preguntó, piensa ella. En lugar de permitir que su rencor se apodere de ella, Thalía se compone y responde de manera que espera ser cortés. 

─ Alina es la Invocadora del Sol, ya sea que elija creerlo o no. Si fuera usted, me lo creería... porque terminará luciendo como un tonto cuando ella derribe la Sombra. 

El tiempo se detiene allí, mientras Thalía hierve de rabia y Yakovlev se queda boquiabierto. Había visto escepticismo en torno a los poderes de Alina y su origen, pero esto era completamente diferente. Si alguien que lo había presenciado de primera mano lo estaba negando, ¿entonces qué pensarían las otras personas?

Pero cuando una vez más se encuentra mirando la imagen del ciervo sobre la cabeza de Yakovlev, decide que la pequeñez no es importante en este momento. Tiene que hacer lo que vino a hacer. 

Ella endereza la cabeza, encontrándose nuevamente con la mirada de Yakovlev. 

─ Me gustaría acompañar al Cabo Oretsev y su equipo en la búsqueda del Ciervo de Morozova.

Cuando él suelta una carcajada, Thalía apenas reprime las ganas de detener su corazón aquí y ahora. Espera hasta que sus risas se calmen a pequeñas ráfagas de aliento antes de hablar de nuevo.

─ No estoy segura de qué es lo que encuentra gracioso, general. No recuerdo haber contado un chiste. 

Él se calla en ese momento.

─ Perdóname, soldado. Simplemente, no puedo imaginar que esa misión resulte muy divertida para ti ─Yakovlev responde. Se inclina ligeramente hacia adelante, bajando la voz─. Te diré un secreto: espero que no encuentren nada. 

─ No estoy buscando ninguna diversión...

─ Entonces, soldado, te sugiero que busques tus quince minutos de fama en otro lugar. 

Y eso es casi suficiente para hacer que Thalía se desborde. Casi. En otro mundo, Thalía podría haberlo dejado y darlo por terminado. Pero no en este, no cuando puede cambiar su opinión. 

Quiera o no. 

─ Dígame, señor ─le insta, comenzando a mover las manos sigilosamente debajo de la mesa─. ¿Cómo se siente en este momento?

Yakovlev frunce el ceño, confundido. 

─ Me siento perfectamente...

Se corta abruptamente, como si algo le hubiera atascado la garganta. 

Thalía lo observa atentamente. 

─ Perfectamente...

El secreto es hablarle al cuerpo de tu víctima. Una táctica enseñada solo a los Mortificadores más avanzados y dispuestos, pues la manipulación emocional es complicada. Debes dedicar toda tu atención a la persona que estás tratando de controlar, alentando sutilmente que sus emociones tomen un giro en la dirección que deseas.

Ella solo lo ha hecho una vez, y salió mal. Está corriendo un riesgo al hacerlo ahora. Un riesgo que vale la pena tomar.

Una pequeña gota de sudor aparece en la cara de Yakovlev, descendiendo por los pliegues de su cuello.

─ De repente, me siento...

─ ¿Abrumado por el deseo de hacer lo que le pido? ─adivina Thalía, inocentemente. Sus ojos destellan con un pánico reconocible, a lo que Thalía sonríe─. Bien, ahora, señor Yakovlev, esto es lo que va a hacer por mí. 

Cinco minutos después, Thalía sale de la tienda de Yakovlev, con un papel que le da permiso expreso para unirse a los voluntarios del Primer Ejército en su búsqueda del Ciervo de Morozova. Pasa por el lado de Mikhael y Dubrov en su camino de regreso a la tienda de los Grisha para informar a Zoya de la noticia y preparar sus cosas, saludando y sonriendo de una manera que espera que sea amistosa. 

Estaba haciendo exactamente lo que prometió que haría. Estaba intentándolo.





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