━━ 𝟏𝟐: mata a la bruja
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐂𝐄
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─ 𝐒𝐈𝐌𝐏𝐋𝐄𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄... no lo entiendo.
Zoya es la primera en hablar, trotando junto a Thalía y su caballo Appaloosa, Lana, por el camino de piedra. Habían dejado (o más bien, habían huido) el Pequeño Palacio hace menos de una hora, pero aún no habían pronunciado ni una palabra. Thalía simplemente ensilló a Lana al llegar al establo y le dijo a Zoya que se apurara si querían llegar antes del anochecer de mañana.
Thalía encoge los hombros ligeramente.
─ Te lo dije. La golpeé.
─ Entendí esa parte ─certifica Zoya─. Simplemente, no he logrado entender por qué.
─ Bastante simple, en realidad. No quería estar allí sin ti, así que encontré una manera de ser enviada lejos.
Y realmente, fue tan simple como eso. Deliberadamente, la llevó a un área concurrida para que no faltaran testigos cuando pusiera su plan en acción. Aunque preferiría haber golpeado a alguien más, a cualquiera, Alina era la respuesta obvia. Kirigan ahora la protegería con su vida, y Thalía necesitaba molestarlo lo suficiente como para que no viera otra opción que enviarla lejos del Pequeño Palacio.
Había funcionado. Casi inmediatamente después de golpear a Alina en la cara, Thalía se encontró rodeada por toda la guardia personal de Kirigan. Quince minutos después, la vieron caminando por el castillo con un rostro recién bañado en lágrimas (falsas, obviamente) y dirigiéndose a "hacer las maletas".
Como esperaba, todo el plan se desarrolló sin contratiempos. Ahora ella y Zoya estaban de camino al campamento del que se habían marchado solo días atrás, y Thalía se sentía bastante satisfecha. Estaba aprendiendo a celebrar las pequeñas victorias.
Lo único malo de dejar el Pequeño Palacio fue tener que suspender sus sesiones con Ludmilla, pero Thalía podría lidiar con eso. Por ahora, seguiría viviendo según los consejos que ya le habían dado e intentaría no llorar (ni beber) hasta caer en un pozo de miseria.
Estará bien. Está segura de eso ahora. Solo le llevará un poco de tiempo.
Mientras continúan viajando, Thalía encuentra su mente divagando. Visita a Zaria, recordando cómo se cayó del caballo en su primera lección tres veces antes de declarar la derrota. Piensa en Bela, su caballo de casa, que era demasiado viejo y frágil para montar, pero amaba intentarlo de todos modos. En algún momento, Thalía incluso piensa en Mal.
No se le ha pasado por la cabeza desde que regresó a casa. Después de todo, no eran realmente amigos. Más bien, eran conocidos que buscaban una sensación de consuelo mutuo. Se pregunta si estará allí cuando regresen. Aunque es improbable, Thalía no puede evitar esperar que lo esté.
La travesía suele llevar más de un día, y tratan de detenerse solo un puñado de veces para descansar o echarse una breve siesta. Llegar al campamento de vuelta con sueño no es una buena idea, y tampoco lo es la falta de sueño cuando eres una Grisha solitaria en una misión. Te han entrenado para estar lista para la batalla en un abrir y cerrar de ojos, pero no puedes parpadear si tienes los ojos cerrados.
En su tercera parada, Zoya toma la guardia. Ata a Bela y Lana a un cercano tallo de árbol por sus riendas, mientras que Thalía se refugia entre ellos, apoyando su cabeza ligeramente en el hombro de Zoya. Está claro que a la Squaller le gustaría que estuviera en cualquier otro lugar, pero no la aparta. No está segura de cuándo se quedó dormida ni cuánto tiempo estuvo dormida, pero Thalía fue despertada abruptamente por un fuerte grito de su nombre y una ráfaga de viento que se le acercaba.
Pero esta vez, no era el viento hablándole. Es Zoya, y está en apuros.
Inmediatamente, como le enseñaron en los entrenamientos, Thalía entra en modo combate. Abandona el lugar dónde Bela y Lana están descansando, escuchando la voz de Zoya. Otra ráfaga de viento viene desde su izquierda, y Thalía corre en esa dirección antes de que se calme y la pierda de nuevo.
Zoya está trabada en una pelea con dos hombres (Thalía sospecha que son Fjerdanos), y otro yace inmóvil en el suelo. Uno tiene un fuerte agarre alrededor de su cuello y está sujetando sus manos detrás de su espalda, mientras que el otro forcejea con un juego de esposas y le propina fuertes patadas en el estómago cada pocos segundos, asegurándose de que permanezca en el suelo.
Sus siguientes movimientos son rutinarios, los mismos que ha realizado cada vez que han sido atacados. Fija su mirada en el Drüskelle que sujeta a Zoya, ralentizando peligrosamente su ritmo cardíaco mientras se acerca al otro por detrás. Sus pasos son lo suficientemente silenciosos como para que no la oiga acercarse, demasiado centrado en su amigo desmayado, y cae rápidamente cuando la bota de Thalía se encuentra con fuerza en la base de su cuello.
El otro Drüskelle está empezando a arañarse el pecho, aflojando lo suficiente el agarre como para que Zoya se libere. Zoya utiliza el viento para derribarlo al suelo mientras Thalía cambia su área de enfoque, devolviendo la normalidad a su ritmo cardíaco. Un leve destello de alivio cruza el rostro del hombre, pero sus esperanzas se desvanecen en cuestión de segundos cuando sus vías respiratorias comienzan a cerrarse.
Cae al suelo solo segundos después, muerto. Aunque está segura de que sus dos compañeros sufrieron el mismo destino, Thalía lo verifica antes de darle el visto bueno a Zoya. Ella asiente, usando sus manos para sacudir los árboles que rodean al Drüskelle, haciéndolos caer sobre ellos. La fuerza los envía bajo tierra, enterrándolos y dejándolos fuera de la vista.
─ Tenemos que irnos ─instruye Zoya, y Thalía la sigue sin preguntar─. No más paradas. No podemos correr riesgos.
─ ¿Sabemos cómo nos encontraron? ─pregunta Thalía mientras montan a caballo. Zoya la ignora, concentrada en sacarlas de la zona. Cinco minutos después, Thalía vuelve a hablar─. Zoya.
La mencionada respira con fuerza.
─ Creo que deben haber estado rondando el sendero. Un grupo enorme de ellos atacó cuando el General Kirigan viajaba con Starkov, y mi mejor suposición es que nuestros atacantes fueron unos de los pocos que sobrevivieron y se escondieron cuando los miembros del Primer Ejército vinieron a buscar a los supervivientes.
─ Entonces, ¿por qué no atacaron cuando pasamos la primera vez? ─pregunta Thalía, confundida─. Tuvieron una oportunidad perfecta para atraparnos antes, ¿por qué esperaron a la remota posibilidad de que otro grupo pasara?
─ Tenían inferioridad numérica. Esta vez, según creían, estaba sola, así que atacaron. No creo que contaran con que estuviera acompañada por una Mortificadora.
─ Eso es muy estúpido ─crítica Thalía, riendo mientras se burlaba─. Quiero decir, ¿por qué piensan eso? No tiene sentido que un Grisha viaje sin un Mortificador, ya que somos los que podemos infligir lesiones graves más fácilmente.
Zoya ríe ligeramente.
─ No es como si los hombres Fjerdanos fueran conocidos por su inteligencia sobre la fuerza. No puedes esperar que tengan pensamientos inteligentes cuando lo único en sus cabezas huecas es un canto maníaco diciéndoles que maten a las brujas.
Y tal vez lo estuviera imaginando, pero Thalía pensó que escuchó un pequeño destello de dolor en la voz de Zoya. Pero definitivamente lo estaba imaginando, porque si había una persona en el mundo a la que no le importaba en lo más mínimo la opinión de un hombre de Fjerda, era Zoya Nazyalensky.
El resto del viaje transcurre en un silencio colectivo, un acuerdo no hablado entre las dos chicas de que ahora no era el momento para hablar. Si querían chismear, habría tiempo después. Por ahora, su prioridad era llegar al campamento y ponerse a salvo.
Cuando llegan, es con un gran agotamiento y ya entrada la noche del día siguiente. Zoya va a registrarse con el jefe del campamento mientras Thalía se retira a la vacía tienda de los Grisha, guardando sus cosas. La cena se consume en un silencio aún mayor, y ambas se retiran a la cama antes de la medianoche.
Cuando su cabeza golpea la almohada, Thalía se da cuenta de que la corriente del viento parece haber cambiado. Ya no la provoca, sino que, en cambio, le susurra cosas que suenan sospechosamente a esperanza.
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