━━ 𝟎𝟓: tragedia de una mujer loca


𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎
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𝐂𝐔𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐓𝐄 𝐔𝐍𝐄𝐒 𝐀𝐋 𝐒𝐄𝐆𝐔𝐍𝐃𝐎 𝐄𝐉É𝐑𝐂𝐈𝐓𝐎, se te enseñan una innumerable multitud de lecciones.

En primer lugar, y, sobre todo, se te dice que en el Segundo Ejército no hay lugar para errores. No puedes permitirte cometer un error y ser eliminado por el enemigo. Tú, como Grisha, tienes una ventaja. Úsala. Permitirles sorprenderte es como darles el permiso expreso para atacar a tu país. 

En segundo lugar, eres un soldado antes que un ser humano. Cuando se está en el campo, se tiene que estar preparado para cualquier cosa. No puedes retroceder ante una pelea. Si tu amigo es asesinado, lo ignoras y sigues luchando. Si ves a alguien ser hecho pedazos, sacudes tu kefta y sigues luchando. 

Ahí fue dónde Thalía falló por primera vez. Sucedió durante uno de los primeros viajes con el Segundo Ejército, liderado por el infame Pip Vargova. Alice le había advertido que no se ofreciera para esta salida en particular, porque no estaba completamente entrenada, pero Thalía simplemente la ignoró e insistió en que podría manejarlo. 

Pero pronto, quedó la evidencia de que Thalía no podía manejarlo. 



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¡𝐆𝐑𝐈𝐒𝐇𝐀, 𝐀 𝐂𝐔𝐁𝐈𝐄𝐑𝐓𝐎!

Con quince años, Thalía estaba en el campo de batalla. Con quince años, cuatro años de entrenamiento y a mil seiscientos quilómetros de casa. Esto no debía terminar con una pelea. Los voluntarios del Segundo Ejército solo debían recorrer las fronteras de Ravka para recuperar a los heridos de una misión fallida. Pero habían cruzado las líneas de batalla de Fjerda y ahora estaban luchando por sus vidas.  

─ ¡Vassilieva, cuidado!

Thalía apenas tuvo tiempo de lanzarse al suelo cubierto de nieve, evitando por poco un hacha que arrojaron en su dirección. Resoplando y murmurando para sí misma, se sacudió la kefta y se puso de pie. Dirigió una mirada rápida a su alrededor. 

Se encontró cara a cara con el mismo Drüskelle que había intentado atacarla, alzando las manos con una expresión de desaprobación. 

─ Eso fue innecesario. 

El hombre respondió con un siseo en Fjerdano, y Thalía no necesitó conocer el idioma para entender lo que le ha dicho. Bruja. Ella frunce el ceño, negando con la cabeza. 

─ Fue verdaderamente desagradable. En serio, ¿tu madre no te enseñó modales?

Antes de que el hombre pudiera responder, Thalía canaliza su magia en su cuerpo y le aprieta el aire de los pulmones. Él emite un sonido ahogado, arañando su garganta mientras sus piernas ceden y cae al suelo. Escupe sangre sobre la nieve mientras intenta agarrar el tobillo de Thalía, pero ella simplemente atrapa su mano debajo del brillo de sus nuevas botas negras. El Drüskelle emite un aullido de dolor cuando ella ejerce presión sobre él. 

─ Si fuera tú, usaría modales a partir de ahora. 

Ella ralentiza su corazón lo suficiente como para dejarlo inconsciente antes de arrancar un trozo de tela de su gastada camiseta y usarlo para atarle las manos detrás de la espalda, luego utiliza el trozo de tela restante como un improvisado amordazamiento y lo empuja hacia el rincón de detrás de una roca cercana. Aún no ha llegado al punto en el que pueda matar a alguien, pero si él llega a morir aquí por congelación, bueno... eso no es asunto de Thalía, ¿verdad?

Pero al girarse para unirse nuevamente a la batalla, Thalía se encuentra congelada en su lugar. La nieve bajo sus pies está teñida de sangre. El rojo hace eco de su kefta, y Thalía siente su corazón en la garganta mientras sus ojos se desplazan entre el charco de sangre y el Drüskelle inconsciente. 

Es tu culpa. 

No puede moverse de su lugar, sus ojos están clavados en el charco de sangre. La batalla no ha cesado, pero Thalía no puede moverse, sintiendo como si el suelo se la estuviera tragando, como si fueran arenas movedizas. Como si en un instante se quedara sumergida bajo tierra y enfrentara su destino. 

No es menos de lo que mereces. 

A pocos metros de distancia, puede ver a Zaria siendo derribada por otro soldado Drüskelle, pero, aun así, no puede encontrar la fuerza para intervenir. Tiene la mirada puesta en él y podría detenerlo desde donde está si quisiera, pero las manos de Thalía están pegadas a sus costados. No puede moverse. 

El suelo te tragará por completo y te encontrarás con el único destino que mereces. 

Morirás sola. No mereces nada más. 

─ ¡Thalía, agáchate!

Pero ella no se agacha. El tornado de Zoya la arrastra y Thalía cae, rodando por el resbaladizo suelo hasta llegar a un borde. El borde de un acantilado. Su cuerpo se precipita, y Thalía apenas logra agarrarse al borde de la roca con su mano izquierda. No le lleva más de un segundo darse cuenta de que si se mueve un centímetro, se caerá. 

Caerás a tu muerte, entonces. Es apropiado que tu vida llegue a su fin con una caída real. De cualquier manera, volverás al Corazón del Mundo. 

Suéltate. El instinto es poderoso, casi abrumador. Suéltate y ahórrales a todos la molestia de intentar salvarte. No mereces ser salvada.

Ella se suelta. Justo cuando sus dedos están resbalando y puede sentir el peso del mundo levantarse de sus hombros, un agarre se aprieta alrededor de su muñeca y Thalía es lanzada de vuelta a la tierra. 

─ ¿¡Estás completamente loca!? ─exclama Zaria, su voz resonando en la quietud del acantilado ahora que la batalla ha terminado─. ¿Por qué no gritaste pidiendo ayuda, idiota? Dejarte caer hasta tu muerte como si no fueras digna de, al menos, morir a mi lado. Sinceramente, Thalía, y en el nombre de Sankta Anastasia, ¿qué pasó con lo de "mejores amigas de por vida"? ¡No podemos ser mejores amigas de por vida si una de nosotras está muerta!



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─ 𝐍𝐎 𝐏𝐎𝐃𝐄𝐌𝐎𝐒 𝐒𝐄𝐑 𝐌𝐄𝐉𝐎𝐑𝐄𝐒 𝐀𝐌𝐈𝐆𝐀𝐒 𝐃𝐄 𝐏𝐎𝐑 𝐕𝐈𝐃𝐀 𝐒𝐈 𝐔𝐍𝐀 𝐃𝐄 𝐍𝐎𝐒𝐎𝐓𝐑𝐀𝐒 𝐄𝐒𝐓Á 𝐌𝐔𝐄𝐑𝐓𝐀.

Thalía susurra las palabras para sí misma en la oscuridad de la tienda de los Grisha, completamente despierta. Sus compañeros están durmiendo tras el largo día, pero Thalía no cree que pueda unirse a ellos en el Reino de los Sueños, al menos no prontamente. Cada vez que cierra los ojos, vuelve al barco y se arrodilla sobre el cuerpo sin vida de Zaria, mirando a unos ojos vacíos que una vez supo que eran azules y rebosantes de alegría, a pesar de todos los obstáculos que constantemente se interponían en su camino.

Había quedado paralizada como lo hizo en aquel entonces, pero hoy... hoy le había costado la vida a Zaria. 

Podría haberla salvado. Si tan solo lo hubiera intentado, podría haberla salvado. No estaría aquí sola. No tendría que escribirle una carta a la señora Petrova por la mañana para informarle de que su hija menor había muerto. No estaría acostada en su litera, mirando el techo de la tienda mientras la lluvia la golpea, preguntándose qué hacer a partir de ahora. 

¿Qué iba a hacer ahora, cuando había perdido la única luz que la guiaba a través de la oscuridad?

No lo sabía. No le importaba en particular. Solo necesitaba salir de esta tienda, la que estaba plagada de recuerdos de Zaria como un virus en invierno. 

Thalía baja por la escalera de las literas, dejando caer los pies en el suelo en silencio. No se sienta en la cama de Zaria para ponerse las botas como solía hacerlo, sino que las recoge junto con su jersey negro y sale caminando hacia fuera. 

La lluvia comienza a caer sobre ella de inmediato, pero parece ser algo apropiado. Un día miserable coronado por un clima miserable. Se detiene por un momento para calzarse las botas y ponerse el jersey sobre la cabeza, subiendo la capucha y apretando los cordones para ocultar su rostro. Avanza pesadamente en la oscuridad, sin un lugar en particular al que ir. 

Antes, podría haber despertado a Zaria y haberle pedido su compañía en un paseo nocturno. Habrían compartido las raciones enviadas por la señora Petrova mientras hablaban de su nuevo juguete, y habrían reído libremente. Como si fueran niñas que realmente podían actuar así en medio de esta guerra. 

Ese pensamiento solo hace que Thalía quiera llorar. 

Se pasa una mano por su rostro, sintiendo como la lluvia comienza a nublar su visión. Tal vez un paseo bajo la lluvia implacable no fue una buena idea, después de todo. Thalía se da cuenta en un instante cuando el viento aúlla en su oído y escucha no solo a su madre, sino también a Zaria. 

─ Cállate ─implora Thalía, deteniendo sus pasos y presionando sus manos sobre sus oídos. El viento no cesa, solo la atormenta aún más─. Por favor. Déjame en paz. 

Tienes lo que te mereces, se burla la voz de Zaria. Acecharé cada uno de tus movimientos hasta el día en el que te mueras, y luego... te acecharé en la muerte también. 

─ Por favor ─susurra en voz baja, presionando sus manos aún más para intentar bloquear los susurros. Un sollozo sacude su garganta y Thalía siente que sus rodillas flaquean─. Por favor.

Mejores amigas para siempre, ¿eh? Una buena mejor amiga me habría salvado. Una buena mejor amiga habría muerto en mi lugar. 

Siente un grito rasgarla. No puede detenerlo. Otro grito más escapa, y va a despertar a todo el campamento. La encontrarán aquí, llorando como una niña pequeña cuando sospechan que un monstruo se esconde debajo de su cama. Escucha a su madre hacer un ruido de desaprobación, presumiblemente negando con la cabeza.

Los monstruos no se esconden bajo la cama. Están al aire libre, y se ven justamente igual que tú. 

Será etiquetada como una mujer loca. La chica que escucha voces en el viento. Tragedia de una mujer loca, lo llamarían. Ella estaba bien. Qué lástima que se volviera loca. 

Un cuerpo está a su lado. Probablemente Berezovsky, preguntándose qué diablos está haciendo aquí afuera después de oscurecer, gritando. La reprenderán. Le darán tareas de control y la excluirán de cualquier trabajo hasta que pueda reponerse. O la llevarán a un asilo donde pasará sus días junto a lo mejor de Ravka. 

─ Thalía ─dice la voz. Ella la reconoce, pero no puede filtrarla entre los susurros del viento─. Thalía, vamos. Te escucharán aquí afuera. 

Siente que sus piernas son levantadas con una mano apoyándola en la espalda, y Thalía prácticamente tropieza mientras la conducen lejos de la escena. Es golpeada con fuerza por el distintivo olor a heno y estiércol, y se da cuenta de que su buen samaritano la ha llevado a los establos de los caballos. Encantador. La guían hasta un pequeño montón de heno y la bajan, y aunque duele tener el heno pinchándole el trasero imprudentemente, no tiene precisamente derecho a quejarse sobre comodidad cuando acaba de tener un colapso en medio del campamento. 

─ ¿Estás bien? ─bueno, ¿cómo diablos se supone que debe responder a eso? Sí, estoy bien. Lo siento por haberte hecho verme así. ¿Está bien si me voy ahora? Eso la alejará lo suficiente, ¿verdad?─. ¿Pasó algo?

Thalía distingue finalmente la voz: Mal. Esto de alguna manera está empeorando. Apenas eran conocidos, ni siquiera se acercaban a amigos. Esto no es responsabilidad de Mal. No debería haberlo despertado de su sueño por esto. Por ella. 

Cuando las palabras la abandonan, Thalía opta por un simple asentimiento. Apoya la cabeza contra la pared del establo, apretando los ojos nuevamente. Se encuentra con la imagen del cuerpo muerto de Zaria y suelta un suspiro entrecortado mientras abre los ojos de nuevo, deseando que se mantengan secos hasta que esté sola. No puede llorar delante de Mal. No lo hará. 

─ Thalía...

─ Estoy bien ─insiste, asintiendo rápidamente mientras se frota la cara. Suelta una risa por la nariz y le ofrece una sonrisa lánguida cuando sus miradas se cruzan─. Quiero decir, tan bien cómo puedo estar después de ver morir a mi mejor amiga esta mañana y no poder evitarlo. Es curioso cómo funciona la vida. No te preocupes por mí, Mal. Estoy bien. 

Él se arrodilla a su lado, frunciendo el ceño. 

─ ¿Era tu amiga, la Grisha con la que estabas antes?

Thalía asiente. 

─ Sí. Zaria. Mejores amigas desde que teníamos once años. Pero ya no está... y no sirve de nada lamentarse. 

Mal emite un breve murmullo, frotando su pulgar y dedo índice juntos mientras habla con cuidado. 

─ Tienes permiso para lamentarla. Sé que estar en el ejército te condiciona para seguir adelante y olvidarte de ello, pero creo que eso es absurdo. Eres una persona. Tienes derecho a lamentar las cosas, y en tu caso, a las personas a las que has perdido ─hace una pausa, sopesando sus próximas palabras─. ¿Qué pasó allí afuera? ¿Ocurre con frecuencia?

Ella encoge los hombros. 

─ Más o menos. Mayormente cuando estoy teniendo un mal día. De hecho, tuve un día terrible, pero hoy fue... algo más. No me he sentido así en mucho tiempo. No desde que... ─se detiene, sacudiendo la cabeza y decidiendo no cargar a este pobre chico con una avalancha de información hoy─. No te retendré más de lo que ya lo he hecho. Lo siento por haberte despertado, Mal. 

Mientras intenta ponerse de pie, Mal agarra su muñeca y Thalía siente como una extraña onda eléctrica se propaga por todo su cuerpo. 

─ ¿Estás segura de que estás bien?

─ Tan bien como puedo estar ─promete Thalía, y no es del todo una mentira─. Como dijiste, necesito lamentar su pérdida. Estaré perfectamente mañana. 

El rostro de Mal está sombrío, sus ojos llenos de duda. 

─ Thalía...

─ Estoy realmente cansada ─miente─. No tengo ganas de hablar de esto esta noche, solo quiero irme a la cama. Gracias por salvarme de una vida de burlas y esas cosas. Buenas noches.

Thalía se marchó del establo antes de que él pudiera pensar en seguirla, su mente corriendo con un millón de pensamientos a la vez. No permitiría que se encariñara. Alguien como Mal Oretsev preocupándose por alguien como Thalía Vassilieva era algo completamente ridículo. Él merecía a alguien que no se estuviera desmoronando por completo. 

Cuida de ti mismo, pensó. No desperdicies tu tiempo preocupándote por alguien como yo. 





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