❛ 𝘅𝘅𝗶. 𝗍𝗂𝖾𝗋𝗋𝖺.
❛ 𓄼 CAPÍTULO VEINTIUNO 𓄹 ៹
57 HORAS DE ATRACO
DOMINGO 7:O2 P.M.
LOS VERDOSOS OJOS DE ROMA SE ESTANCARON EN LA PUERTA DEL DESPACHO, con el cuerpo recostado sobre el asiento detrás del escritorio y sus piernas cruzadas por encima del mueble.
La declaración de la inspectora resonaba en su cabeza. Era acertada, le quedaban siete meses al matrimonio Fonollosa y Violeta no podría estar más aterrada. Siempre había creído en la existencia, no de las almas gemelas, pero si del amor que le correspondía para el resto de su vida, y cuando Berlín apareció supo que era él.
La puerta crujió, pero Roma no prestó atención a quién la había abierto.
Andrés, oh, Andrés, ambos sabían el tiempo que les quedaba y cómo el pelinegro decidió pasarlo, pero de ahí en fuera, nunca tuvieron una conversación real acerca del asunto. ¿Qué harían los últimos meses, donde Berlín no pudiera ni sostenerse? ¿Tendrían que arreglar algún documento? ¿Los asuntos de Andrés estaban puestos en orden? ¿Qué pasaría con Violeta...? ¿Qué sería de Violeta?
Sergio, él sería el primero en dar el paso y llevarse a la rubia para volver a vivir juntos, como en los viejos tiempos. Cuidaría de ella, se encargaría de ella... Él la mantendría con vida.
—Roma —una sacudida de hombro y la rubia parpadea regresando a la realidad, frunciendo el ceño de sorpresa por ver a Denver ante sus ojos—. Guapa, que te llevo rato llamando.
—Lo siento, no te escuché —bajó con incomodidad las piernas del escritorio, acomodándose en una postura recta—. ¿Sucedió algo?
—¿Estás bien? —preguntó en su lugar. Tanto la rubia como el rizado sabían lo tonto que era su pregunta, no, por supuesto que no se encontraba bien, pero Roma sabía que su amigo solo quería ayudar y Denver no sabía qué palabras usar.
—La verdad no sé cómo estoy. Me siento perdida, un poco vacía, pero sobretodo exhausta —volvió a recostarse, mirando a Denver de pie frente a ella sentarse sobre la pieza de madera, muy cerca de ella—. Aguarda un segundo, ¿Berlín sabe que estás aquí? —por instinto miró la puerta.
—A su pesar —confirmó, esbozando una sonrisa—. Acordó con él mismo que esta sería la única vez, ¿Puedes creer la película que se estará montando?
—Por supuesto —se inclinó a él pretendiendo una sonrisa gatuna—. Denver se acercará a mi mujer, aprovechará su vulnerabilidad y saltará sobre ella para besarla —Roma se levantó quedando a su misma altura—, y tendrá sexo con ella frente a mis narices.
—Un poco paranoico tu marido, eh —bromea, con su codo dando un empujón a las costillas de Roma para recuperar distancia.
Ella se quedó con la mirada perdida, sonriendo. —Un poco no, mucho.
—Oye, reina, sabes que si lo necesitas podemos hablar —Denver no estaba acostumbrado a compartir una plática seria, mucho menos con Roma que parecía estar todos los días de la semana junto a Berlín haciéndole más difícil el acceso—. No es que te prometa una respuesta filosófica y mucho menos con razón, pero te puedo escuchar.
—Muchas gracias, Denver, ayudaste a recuperar el humor, aunque no lo creas —ella sonríe con diversión, colocando su mano sobre la de él para proporcionar un apretón suave—. La verdad no he pensado qué será de mí cuando él no esté, llevamos bastante tiempo juntos que ya no recuerdo cómo era mi vida sin él.
—Estarás bien, estarás agradecida por haber tenido a ese dolor de culo en tu vida. Habrás amado con locura y eso nadie te lo puede quitar. Pero lo correcto no sería hablarlo conmigo —con un sentimiento particular le hizo saber que tendría que tragar su miedo y preguntar directamente a Berlín, lo que la llevó a asentir de acuerdo.
—Lo siento por lo de hace rato —murmura de pronto, culpable suspira, mirando a Denver a los ojos para leer su reacción—. Me precipité; me sentí dolida por haber sido dejada de lado. Todo lo que dije, o intenté hacer, no fue con verdadera intención —ante el silencio del rizado boquea, sonriendo con ironía, así disfrazando lo ofendida que se sintió—. Bueno, aunque tú también me apuntaste con el arma directo al corazón, cielo.
—Sí, sí, sí, tienes toda la razón, perdón. No pretendía... —bufa, molesto por su indecisión en las palabras, decidiendo soltar tosco lo que pasaba por su mente—. Somos amigos, debí haberte dicho lo que Berlín me había obligado hacer y nos hubiésemos ahorrado todo este puto rollo. No debí dudar de ti; tú que sabes cómo mantener a tu marido tras la raya. No volverá a pasar, Roma, sé que no eres la sombra de Berlín, eres la puta reina de este atraco —la rubia ablanda sus facciones, endulzada.
—Aw, ya recuperaste puntos conmigo, cielo —le tiende el brazo haciendo que él lo envuelva alrededor del suyo antes de ser jalado a caminar con ella—. Gracias por lo que hiciste por Mónica, eres un buen tipo —acordaron en silencio no traer otra vez a mención el tema, sin embargo, Roma se sentía aliviada y Denver se sentía en paz con su amiga.
Siguieron su camino por toda la fábrica, dirigiéndose inconscientemente a las bóvedas, donde al llegar se encontraron una celebración acompañada del Bella Ciao.
—¿Qué pasa? ¿Qué fiesta os tenéis aquí montada? ¿Qué pasa? —se separaron, dándose cuenta de que Moscú por fin había llegado a tierra.
Roma entona, abrazándose a Helsinki, las primeras letras de la canción italiana antes de hacer un círculo y quedar entre Moscú y Denver, dando vueltas con el resto de la banda con sonrisas impecables y dinero cayendo de las manos de Tokio. Al finalizar, las rodillas de Roma se encuentran con el suelo, sintiendo la euforia recorrer su cuerpo.
VIOLETA NO RECORDABA SI EN SU ADOLESCENCIA ERA CAPRICHOSA O DESESPERANTE, temeraria o introvertida, pero sin importar cuales eran sus rasgos en aquel entonces, no toleraba la desobediencia y la imprudencia de los jóvenes ahora. Simplemente no tenía la paciencia para lidiar con ellos, debido a eso, Nairobi y ella estuvieron de acuerdo en tener una plática con Parker, y su maestra, quién era su tutora dentro del colegio.
—Buenas noches, Mercedes —saludó, invitando a la mujer a tomar asiento frente al escritorio, donde después dejó tres tazas de café, uno para la maestra, otro para Nairobi y otro para ella—. El azúcar está frente suyo, por favor.
En el tiempo en que las atracadoras tomaban asiento una del lado de la otra, se plantó un silencio atemorizante de acuerdo a los pensamientos de Mercedes, hasta que la rubia comenzó con la preparación de su café. Dos cucharadas completas de azúcar y leche suficiente como para ver tornarse el color negro a un suave café; al terminar de revolver, golpea repetidas veces la cuchara contra la pieza de porcelana, un tintineo abordando los oídos de las cuatro mujeres.
—Bien —se llevó la cuchara a sus labios, absorbiendo hasta la última gota de café dulce—. Usted como maestra de Allison tiene que estar al tanto del comportamiento de su alumna, y ahora mismo, la señorita Parker aquí presente ha recibido una tarjeta amarilla por su chistecito —se inclinó sobre la pieza de madera, entrelazando los dedos y terminando por relajar su postura al hablar con una mujer madura—. Se ha escapado y la hemos encontrado encerrada en una caja fuerte, con el mero propósito de hacer pensar a la policía que habíamos actuado en contra de ella, y por lo tanto, en contra del gobierno de Inglaterra —la castaña miró a su alumna, incrédula y asustada por lo que hizo—. ¿La verdad? No aguanto ninguno de los comportamientos que exhiben los alumnos de su escuela, la que supone ser una de renombre. Primero, el hijo de puta de Pablo con su divertida selfie en el baño enseñando los pechos de la niña correcta, y ahora la bailarina creyendo ser el personaje principal de la historia, con la idea de ser la heroína y ganar la simpatía de sus compañeros —hace una mueca—. ¿Solo por aceptación eres capaz de arriesgar tu vida frente a atracadores y armas? —su tono severo permanece, realzando la imagen de una líder—. Dígame usted, maestra, ¿Por qué las escuelas privadas y elitistas no conocen los límites a la hora de enseñar?
Roma no estaba encabronada, no estaba furiosa, para su sorpresa solo quería terminar con aquel regaño, porque era lo único que significaba para ella; una reprimenda. Le daría una advertencia letal a Allison para que así la adolescente pensara dos veces antes de volver a ir en su contra. La profesora parecía tener una respuesta sincera que dar, pero el comentario de la rubia había calentado las emociones de Allison, lo suficiente, porque la de cabello alborotado se levantó de sopetón impactando las manos con fiereza sobre el escritorio.
—No me da miedo con sus discursos pasivo agresivos —Roma sonríe, a causa del comportamiento corporal y las palabras que usaba la chica se podía adivinar que seguía asustada de La Ciudad Eterna como para aún hablarle de usted, sin mencionar el esfuerzo implementado en su tono de voz por sonar valiente, cuando al contrario de lo que deseaba proyectar se distinguían sus temblores—. Que venga el líder en su lugar, a ver si consigue mi atención. Usted, no va hacerme nada, ¿Sabe por qué? Porque no soy solo una rehén, soy su salvoconducto —pronuncia, satisfacción en sus labios.
La mujer de Fonollosa no pudo sostener la risilla que se escapó de sus labios, mirando de soslayo y con gracia a Nairobi, que le devolvió el gesto. Se levantó, pensando que el único comentario hiriente que le llegó a su corazón fue el que la hizo parecer menos imponente y fuerte que Berlín, pero mientras agarraba un portafolio rojo y se sentaba en el escritorio de cara a las rehenes pensó en cómo Allison se tragaría sus palabras.
—Bien, pero qué tenemos por aquí —silbó, burlona—. Mira esto, Allison, tu tía Becky, cooperante en una aldea de Mali
—acercó la fotografía lo bastante cerca de la adolescente como para que pudiera reconocer apenas el rostro de su familiar, antes de que Roma dejara caer la fotografía como si hubiese perdido el interés, pasando a otra—. Tu prima Elsi, en el King's College. Brian, uff vaya, el genio de la familia en Wellington. No me molestaría hacerle una visita al terminar el atraco —comentó sin intenciones carnales, y al igual que con las fotografías anteriores, la dejó caer al suelo—. Tu hermana menor, tu padrino, tu madre. Tu familia está en el ojo del huracán, señorita Parker, y solo tú sabrás si lograrán atravesarlo —tomó el mentón de la menor con el dedo índice, acercando su rostro al suyo—. ¿Aún quieres que venga el líder? Porque con un cerebro frívolo como el mío, aún tengo sorpresas bajo la manga para ti y quienes me jodan el plan. ¿Quieres quedarte encerrada con los guardias de seguridad y policías en la sala de calderas? También se encuentra Pablo ahí. ¿O preferirías que te dejara a solas con tus compañeros en el baño? Con la popularidad que llevas...
—Berlín no pudo haberlo hecho mejor —elogia Nairobi, orgullosa.
—Se te retiran todos tus privilegios, Parker, y si alguna vez fui amable contigo, pues olvídalo —se gira a Nairobi, depositando un cariñoso beso sobre su mejilla para después pasar a retirarse con su taza en manos.
La morena agarra firmemente el brazo de Allison, jalando su cuerpo al de ella. —Cuando te animé a hacerte valer, tendría que haberte dicho que lo más importante es elegir bien el momento. Te hubiese dejado con Berlín y te hubiese vacilado, Roma se toma las cosas con seriedad. A ver si tú lo haces de una vez.
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