𝟎𝟔.

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❝*⁰⁶.ᶠⁱʳˢᵗ ᵈᵃʸ

𝟏𝟎 𝒅𝒆 𝑺𝒆𝒑𝒕𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂

𝐌𝐀𝐋𝐄𝐍𝐀 𝐍𝐎 𝐒𝐀𝐁𝐈́𝐀 𝐂𝐎́𝐌𝐎 Marc podía tener tanta suerte. Justo después del primer partido de la temporada —donde metió el gol que le dedicó a su hermana—, Xavi Hernández lo llamó para que empezara a entrenar con los del primer equipo. La brasileña no podía negar que el chico era muy bueno en lo que hacía y que se merecía aquello, pero aún así le daba rabia.

Ahora, todo el mundo junto a él, presumían y hablaban del gran paso que había dado el castaño dentro del deporte. Ahora cualquier conversación se trataba de él, él y sobre él.

Para añadirle leña al asunto, sus padres habían visto una idea fenomenal hacer una barbacoa para almorzar junto a toda la familia Guiu. Era cierto que a Malena el único que no le caía bien de esa familia era Marc, porque tanto la hermana —llamada Martina— como los padres eran personas dulces y educadas; de todos modos, solo con la presencia del futbolista bastaba para que ella no quisiera la presencia de los Guiu en su casa.

Pero ella ahí no tenía voz ni voto. Los Guiu eran otra extensión de la familia y estaba claro que ningún plan con ellos era rechazado. Por eso ahora, la futbolista estaba teniendo que soportar un tedioso almuerzo donde todo el mundo tenía el nombre de Marc en la boca y este sonreía con aquel venenoso ego. A la chica le resultaba asqueroso ver cómo todo el mundo le besaba los pies y lo alababan. Como si fuera único en el mundo.

—Dentro de cinco días comenzáis las clases. —dejó caer Manel, el padre de Marc y Martina.

Los cinco jóvenes ubicados en el lugar —Malena, Marc, Martina, Gabriel y Tamara— asintieron reacios a la idea. Despedirse del verano para comenzar las clases no era una idea demasiado atractiva para ninguno de ellos.

—Por desgracia... —suspiró Gabriel, dándole un trago a su vaso de agua.

—Ahora que recuerdo, Malena entra en el mismo curso que Marc y Gabriel, ¿no? —intervino Martina, mirándola.

La brasileña le dio un asentimiento y siguió comiendo en silencio.

—¿A qué bachiller te has metido? —inquirió intrigada la madre Guiu.

La joven carraspeó, sintiéndose el centro de la conversación ahora.

—He decidido meterme en sociales. —respondió.

—Anda, mira. Como Marc. —volvió a hablar la hermana del mencionado.

Entonces su mirada se encontró con la de él, que como siempre de manera irónica, se encontraba frente a ella. El de Granollers no parecía querer quitar la mirada, y ella que no se dejaba vencer, estaba claro que no iba a ceder. Pero entonces su madre decidió intervenir.

—A ver si tenéis la suerte de caer en la misma clase, Malena. Ya que vais los dos al mismo bachiller —dijo, intentando animar a su hija.

Pero es que aquello no le animaba para nada. Aquella probabilidad de tener que soportar todas las mañanas de Lunes a Viernes durante nueve meses a Marc lucía como una verdadera pesadilla.

—Sí, sería genial... —susurró sarcásticamente, lo suficientemente bajo para que nadie en la mesa lo escuchara salvo su hermano.

Gabriel le dio un pisotón debajo de la mesa, y Male al dirigirle unos ojos cargados de reproche se encontró con la mirada llena de advertencia de su mellizo.

—Bueno —suspiró la jugadora, sonriendo mientras trataba de apartar el centro de atención de ella misma—, ¿y Martina qué va a estar estudiando ahora?

—Cuarto de la ESO. —respondió rápidamente.

—¿Entonces vas con Lamine? —se interesó, recordando vagamente cómo este en un entrenamiento le comentó que había repetido de curso.

—No —intervino Marc, y Malena quiso rodar los ojos ya que aquella pregunta no había ido para él. De todos modos, reprimió aquellas ganas—, los padres de Lamine han decidido que va a dar las clases con profesores personales. Así no se desconcentra al no tener compañeros de clase.

—Bueno, a mí me han dado un chivatazo y por lo visto he caído con Pau en clase. —decidió meterse Tamara.

—Pau se ve buen niño. —decidió opinar Benicio, que se ganó un asentimiento de toda la mesa.

—Lo es. —aseguró Gabriel.

El almuerzo transcurrió sin más. Otra vez el foco volvió a las grandes hazañas de Don Marc Guiu y Malena no estaba dispuesta en ni siquiera poner atención. Pinchaba el filete de pollo como si le cayera mal y lo masticaba como si fuera su peor enemigo. Tenía la mirada fija en su plato porque ni siquiera podía mirar al frente sabiendo a quién se encontraría, ahora riendo animadamente con su hermana.

Suspiró y mientras toda la mesa conversaba alegremente menos ella, se levantó de su asiento para adentrarse dentro de la casa y dirigirse a la cocina. Sintió una mirada pegada a su espalda hasta lograr salir del jardín, y aunque su intuición le daba un respuesta de quién sería, no le dio demasiada importancia.

Con un humor de perros, decidió agarrar una Coca-Cola de la nevera. Con cara de pocos amigos abrió la lata y le dio un gran sorbo mientras apoyaba su espalda baja en la encimera. Posó su mirada en la masetita que decoraba el centro de la isla, y se quedó tan embobada que no se dio cuenta de que alguien entró a la cocina.

—Sabes que la Coca-Cola no está dentro de la dieta de una futbolista, ¿no? —intervino Marc en su ensueño, tan repentinamente para ella que logró espantarla.

Dio un bote del susto y se llevó la mano al pecho. Otro susto mientras ella bebía algo, provocado por la misma persona en el mismo lugar.

—¿Puedes dejar asustarme y molestarme? —espetó, frunciendo sus cejas para mirarlo con enfado.

El chico rió levemente y se acercó a la despensa para abrir las puertas de esta y hurgar dentro.

—Solo venía a por unas servilletas, no te creas que eres demasiado especial. —bufó con diversión, sacando de ahí un par de ellas.

Lo cierto era que el que las iba a venir a coger era el mellizo de la morena, pero el español lo retuvo para ir a buscarlas él y, sabiendo que Malena Sainz se encontraba en la cocina, poder molestarla. Nunca perdería la oportunidad.

Entonces, al ver que la fémina no contraatacó su último comentario de ninguna forma, centrándose en seguir tomando de su Coca-Cola, decidió volver a hablar.

—No has opinado de mi tema. —comentó, apoyándose al igual que ella en la encimera.

La brasileña parpadeó y lo miró con detenimiento. Sabía de qué tema hablaba: no se mencionaba otra cosa en la mesa.

—¿Para qué quieres que opine si ya tienes a los demás sin parar de hablar de eso? Sois unos tremendos pesados. —respondió, dándole otro trago a su refresco mientras apartaba la mirada de él con hastío.

—Con lo que me acabas de decir me ha quedado claro que me tienes una envidia que te cagas. —habló con diversión, observándola como si fuera su mayor entretenimiento.

Malena sintió sus mejillas arder de la furia mientras volvía a mirarlo para encararlo.

—Yo no tengo envidia de ti ni de nadie, Guiu —farfulló, señalándolo con su índice—. ¿Por qué tendría que decir algo sobre tu nuevo logro si no me llevo bien contigo?

Marc se encogió de hombros.

—No sé, por humanidad tal vez. —supuso, con unos ojos cargados de sorna.

Malena se paró frente a él con los brazos cruzados y detalló cada rincón de su rostro. Sus ojos vagaron desde sus cejas, hasta sus ojos, nariz y... no, boca no. Sería algo incorrecto. Con rabia quiso estrujar cada cuadro de egocentrismo que tenía y así no verlo sonreír otra vez de aquella manera.

—Entonces, se supone que tengo que aplaudirte por humanidad, ¿no? —inquirió mientras que él la miraba con una expresión neutra—. Marc, parece que hay que recordarte constantemente que no eres el culo del mundo. No eres único. Hay cinco niños más que tú que han empezado a entrenar con el primer equipo, que pueden ser incluso igual o mejores que tú.

Veía al varón apretar su mandíbula de la rabia y eso le gustaba.

—Oh, espera. Ahora que recuerdo —sonrió con crueldad—, tu amigo Hector debutó con el primer equipo hace unos tres meses mientras tu ni eras convocado todavía. Hostia, y cómo olvidarnos del debut de Lamine hace más de un año siendo hasta más pequeño que tú. ¿De eso también tendría que opinar? —habló, sacando cada palabra de su boca como cuchillos—. No eres el único que sabe jugarle al balón, Marc, y menos en la mejor cantera del mundo. En La Masía solo eres otro más que tiene un futuro prometedor, como decenas de otros.

El catalán la miró fijamente, y tan intensamente que parecía poder acribillarla solo con los ojos. Malena —que por supuesto no se dejaba intimidar ni mucho menos— le aguantó la mirada con frialdad mientras veía cómo el chico parecía debatir temas internos en su mnete. Y es que sin saberlo, la brasileña había tocado algo bastante delicado para el castaño; lo había comparado descaradamente con sus amigos y compañeros con el tema por el que él se dejaba corazón, mente y alma. Y tal vez el español no era tan seguro de sí mismo como ella pensaba.

—Eso ha sobrado. —dejo saber tras unos segundos.

Malena rió amargamente, colocando sus manos en su cintura.

—Tú, en sí, sobras —respondió con crueldad—. ¿Has visto? Ya son varias cosas aquí las que sobran.

Marc lo miró abatido y negó con la cabeza a modo de cansancio.

—Paso de ti.

Entonces, se marchó. Y Malena, en diferencia de otras veces donde discutían y ella le soltaba cosas mordaces, no se sintio ni contenta ni satisfecha. Al revés: sintió en la boca de su estómago un sentimiento amargo muy parecido a lo que debería de ser la culpa al verlo marcharse tan decaído.

De todos modos, no se paró demasiado a pensar en aquello. Era Marc: a él nada le importaba.










𝟏𝟒 𝒅𝒆 𝑺𝒆𝒑𝒕𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆, 𝟐𝟎𝟐𝟎
𝑳𝒐𝒏𝒅𝒓𝒆𝒔, 𝑰𝒏𝒈𝒍𝒂𝒕𝒆𝒓𝒓𝒂

Las manos de Malena temblaban con un extraño nerviosismo, al igual que su cuerpo a causa del repelente frío. Sabía que a esas alturas de Septiembre en España todavía haría calor, pero se encontraba en Inglaterra: un lugar frío, y para ella, algo distante. Y es que aunque era temprano para sentir frío por más que se encontrara allí, el país se encontraba siendo acorralado por una extraña borrasca helada.

Era su primer día de clases y empezaría a cursar lo que en España sería tercero de la ESO. A causa del contrato de cesión que hizo con el Chelsea, tenía que ir a un instituto en específico. Allí iban la mayoría de sus compañeras de equipo, entonces allí sería donde las conocería. Lo cierto era que estaba bastante emocionada y nerviosa a la vez, estaba llena de expectativa y de algo de miedo.

Aquella escuela era muy distinta a la que tuvo en España, y la gente parecía ir más a la suyo cuando entró por la puerta y caminó por los pasillos en dirección a su clase.

Pero entonces, todo cambió cuando entró en su aula respectiva.

La clase era solamente de niñas. Por lo visto, habían colocado a todas las niñas que jugaban en su equipo en una misma clase y aquello le hacía recordar a La Masía; allí compartías clase con gente que portaba el mismo escudo que tú.

Su porcentaje de emoción se esfumó en un instante cuando toda la estancia quedó en silencio justo cuando ella entró. Todas se pararon a mirarla y Malena se sintió muy incómoda ya que, la sonrisa que tuvo planeada sacar para resultar agradable no tuvo el valor de formarse al ver cómo absolutamente todas la miraban mal o con absoluta falta de algún atisbo de algo amistoso. Solo pasaron segundos desde que entró a su clase, pero ya se sentía excluida.

Hola. —dijo con su mejor inglés, que todavía le hacía falta perfeccionar del todo.

La cosa es que no recibió ninguna respuesta, solo algunos movimientos de cabeza y risas de algunas que, aunque intentaban aguantársela mientras la miraban, no le salían nada bien. Se estaban riendo de ella en toda su cara. La brasileña observó que el profesor o profesora todavía no había llegado, entonces lo único que supo hacer fue caminar mientras formaba una línea en sus labios hacia el pupitre ubicado detrás del todo, justo al lado de la ventana, y suspirar con resignación.

Ahora más que nunca extrañaba a su hogar con todas aquellas miradas juzgadoras encima de ella.

Entonces, escuchó un carraspeo.

Malena, ¿no? —inquirió una cabecera rubia adoptando el inglés —sabía que era el idioma que tenía que adoptar allí, ya que casi todas eran de origen inglés—, girándose para mirarla con diversión desde pupitres más adelante.

La joven Sainz tragó saliva con los nervios rebosándole por cada poro para después asentir.

Sí, es hija de Benicio Sainz. —aportó otra chica de cabello cobrizo.

Male quiso intervenir pero las risas divertidas del resto echaron aquellas ganas atrás. Por primera vez en su vida, se sentía intimidada, y sobre todo, sola.

¿Por qué estás aquí? —preguntó finalmente la chica rubia del inicio.

La morena suspiró.

—Problemas financieros del Barça. —se limitó a decir, viendo cómo todas las chicas presentes estaban giradas en sus asientos solo para mirarla a ella.

Entonces hubieron risas de nuevo.

Claro, entendemos —fue una peli negra con un piercing en la nariz y con su espalda apoyada en la pared la que habló esta vez—. Solo falta que se vaya Messi para que el club ese se vaya a la mierda. Bueno, en realidad ya es una mierda.

Malena quiso saltar, en busca de defender al club que conquistó su corazón desde el primer día al que le perteneció. Quiso gritar, o mejor, salir corriendo de las garras de aquellas chicas que lo único que hacían era reírse de ella en su cara y mirarla como si fuera un bicho raro. Odiaba que se metieran con el equipo azulgrana, aún más sabiendo que estaba allí, en Inglaterra, sin ella quererlo y solo por obligación. El Barça formaba parte de ella, era su vida, y lo único que le faltaba era que aquellas personas las cuales ahora no le interesaba conocer se pusieran a herir el honor de este.

No quería pasar por aquello.

Bueno, vemos que eres de pocas palabras así que te vamos a dar la bienvenida directamente: bienvenida a Inglaterra y al Chelsea, Malena —tomó de nuevo la palabra la rubia, y Male ya se estaba enterando de que aquella era la cabecilla de todas—. Esperemos que no te estrelles tan rápido como lo hizo tu padre.

Entonces otra vez aquellas repelentes risas estallaron y la futbolista lo único que pudo hacer fue reprimir aquellas enormes ganas de llorar.

Justo entonces, cuando Malena empezó a apretar los puños tanto que sus uñas empezaban a clavarse en sus palmas de la rabia, entró el profesor —un señor bastante pasota. La clase empezó, pero la latina no pudo prestar atención, solo intentaba contener las lágrimas que amenazaban con salir y aquella impotencia que ardía en su pecho mientras miraba por la ventana pensando en cuánto le hacía falta un abrazo de uno de sus seres queridos.

Aprovechó que el profesor prefirió poner deberes en la pizarra y ponerse a ver cualquier cosa en su teléfonó para cruzar sus brazos sobre la mesa y meter su cabeza entre ellos. A simple vista parecería que estaba durmiendo, pero no: lloraba desconsoladamente.

Lloraba porque allí no tenía a nadie. Lloraba porque aquel no era el lugar donde ella quería estar.










𝟏𝟓 𝒅𝒆 𝑺𝒆𝒑𝒕𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂

Malena caminaba aquella mañana hacia su escuela apavorada sin su hermano, que había preferido ir en coche un poco más tarde junto a su padre. Por la noche había tenido múltiples pesadillas relacionadas con su traumático primer día de clases, y aunque su intuición le decía que allí todo iba a ser muy distinto —tenía muchos amigos allí porque la mayor parte de La Masía optaba por aquella institución cercana a la Ciudad Deportiva—, no podía evitar sentir ansiedad al tener que vivir de vuelta otro primer día.

Porque por más que intentara, la secuelas de su estancia en Inglaterra parecían no querer dejarla ir tan rápido.

Quería pensar en positivo. Quería creer que ya estaba a salvo; con sus familiares y amigos a su lado todo parecía que tomaba otra perspectiva. Pero mientras entraba a una hora más temprana de la apuntada para evaluar el lugar donde iba a estudiar, sentía el miedo de volver a sentirse marginada y repudiada. De ver que no es aceptada en ningún ámbito. Y es que era raro, porque ella ya conocía lo que se movería por aquellos pasillos, pero parecía que sus experiencias pasadas no la dejaban en paz.

Con un suspiro, entró al aula donde se suponía que le tocaba. A diferencia de Inglaterra, en España das todas las clases en la misma aula aunque luego en la Universidad aquello cambie. Lo que sí no sabía era cuáles serían sus compañeros, solo esperaba que le tocara una amiga o una compañera de equipo.

Se sentó en la segunda fila, y al ver en el reloj de pared que todavía faltaban diez minutos para que la sirena tocase indicando que ya era la hora, decidió matar el tiempo sacando su bloc de dibujo y comenzar a garabatear en él. Dibujar era algo que la desahoga y la entretenía. A diferencia del fútbol, era un simple hobby y lo hacía solo cuando le apetecía o se aburría. Eso sí, solo su mellizo logró ver alguno de sus dibujos. Por algún motivo, no le gustaba enseñarlos. Creía que era algo íntimo, y pensaba que tal vez sería porque muchas veces de manera inconsciente plasmaba sus cosas personales en ellos.

Sin darse cuenta, los diez minutos pasaron rápidamente mientras ella garabateaba con lápiz una de las hojas de su cuaderno. La alarmá sonó, y pocos segundos después se empezó a escuchar barullo. Pero a Malena eso le dio igual, ya venía acostumbrada a ignorar el ruido de su alrededor para centrarse únicamente en lo suyo. Siguió dibujando como si nada mientras empezaba a escuchar cómo gente entraba a su clase, pero no levantó la vista para observar. Lo que no sabía era que uno de los que había entrado a su clase era su archienemigo.

Marc estaba extrañamente contento de empezar su último curso de bachiller. Le encantaba pasar gran parte de su día con sus amigos, aunque sabía que aquellas ganas desparecerían tanto como los agobiantes exámenes comenzaran. Entonces, justo entrando en su respectiva clase con su mochila negra colgando de un solo hombro, la vio. Malena Sainz garabateaba algo en su libreta con bastante concentración. Se veía concentrada y sumida en su trabajo. Mientras dibujaba, sacaba la punta de su lengua en señal de concentración, y aunque había visto esa costumbre en varias personas, en ella se veía bastante graciosa. Sonrió de manera inconsciente y comenzó a acercarse a ella para un cometido.

—No me creo que ni en el bachillerato me pueda escapar de ti. —dijo mientras se acercaba, bastante sonriente.

Malena salió de su burbuja justo cuando escuchó aquella voz, y no tardó en cerrar de un sopetón su cuaderno para que él no viera nada. Marc notó aquello, y aunque no pudo evitar mirarla con una creciente curiosidad, decidió esta vez no comentar nada al respecto. Tras unos segundos, la brasileña se dignó a mirarlo con los labios apretados de la molestia.

—Yo también tenía fe de que este año me podría librar de distracciones innecesarias, pero veo que la suerte no está de mi lado. —bufó, apartando la mirada de él para empezar a guardar todas las cosas que había sacado de su mochila para dibujar.

El catalán sonrió divertido mientras cruzaba los brazos.

—Mira la parte positiva; tal vez aprendas de mí algo este año. —se encogió de hombros.

La morena volvió a posar su vista en él, esta vez de manera más fija.

—Lo único que puedo aprender de ti es cómo no hacer las cosas.

Justo cuando el futbolista quiso responder, el profesor entró en el aula, haciendo que todo el mundo empezara a guardar silencio y tomara asiento finalmente. Guiu se limitó a sonreír, optando por sentarse en el sitio libre justo al lado de Male. Mientras tanto, la chica aprovechó aquel momento de paz para observar al resto de su clase. Hector Fort se encontraba en su clase, al igual que María, una compañera de equipo bastante agradable que cuando vio que Sainz la miraba le regaló una sonrisa y un gesto con la mano en forma de saludo que fue correspondido por la latina. También divisó a otras dos compañeras de equipo, Patricia y Clodette, pero a ellas les saludaría luego.

—Bueno, primero que nada buenos días —comenzó a decir el profesor, que no tendría más de cuarenta y pocos. Su cabello era castaño oscuro al igual que su barba bien perfilada y sus gafas negras le daban el toque intelectual—. Me llamo Fernando y soy vuestro profesor de economía. Antes de nada quiero pasar lista, así voy empezando a ubicar vuestros nombres.

Malena apoyó su barbilla en su mano mientras pensaba algo desanimada en que Marta no había caído en su clase, a pesar de que van a la misma escuela. Su mellizo tampoco estaba con ella, pero eso no le extrañaba. Por algún motivo, la institución no quería a hermanos juntos en una misma clase. Se limitó a jugar con su lápiz con un rostro pasota mientras el profesor pasaba lista.

—¿Marc Guiu Paz? —preguntó Fernando tras decir varios nombres.

—Aquí. —respondió.

Entonces, justo en ese momento, a Malena le cayó un trozo de papel sobre la mesa proveniente de su izquierda. Sin mover su cabeza ni un milímetro, miró al de Granollers con el ceño fruncido, el cual la miraba con una sonrisa divertida. Hacía movimientos con su cabeza, señalando el papel. Y es que no había que ser muy listo para saber que quería que lo leyera. Sin más remedio, la chica suspiró, y tras agarrarlo entre sus manos, lo abrió.

"Qué lastima que no haya llegado antes que tú para pegarte un chicle en la silla esta vez."

Malena quiso mostrarse mosqueada o indiferente ante su nota, pero la realidad era que tuvo que llevarse la mano a la boca para no soltar la risa que amenazaba con salir desde su garganta. Miró a Marc y este también intentaba no reírse. Aquel momento era extraño, porque se estaban mofando del momento donde se conocieron y donde empezaron a llevarse mal. No era un recuerdo bueno para cualquiera, pero para ellos era raramente nostálgico.

Malena agarró su boli y escribió en el papel una respuesta.

—¿Malena Sainz Rodrigues? —la mencionó su profesor.

—Presente.

Y entonces lanzó la nota a la mesa de al lado. Marc la tomó de inmediato y la abrió para leer lo que ella había escrito.

"No hace gracia. El chicle se me pegó a mi falda favorita y la tuve que tirar por tu culpa."

Al parecer, eso le pareció algo graciosísimo al castaño, porque no pudo evitar soltar una sonora carcajada entre el silencio que mantenía la clase para dejar al profesor hablar. El hombre se cayó de inmediato y miró a Marc con desconfianza mientras este intentaba pasar de desapercibido escondiendo su cara entre su brazos cruzados que mantenía sobre la mesa, sin poder parar de reír. Malena mientras tanto, se llevó ambas manos hacía su boca mientras soltaba risas flojas, cerrando los ojos para intentar de algún modo dejar de reír. Por un momento creyó que el profesor los regañaría mientras sus demás compañeros los miraban con confusión, pero justo entonces la puerta se abrió de golpe.

—¡Perdón por llegar tarde! —exclamó una Marta desesperada, respirando de manera entre cortada como si hubiera corrido un maratón—. Pensé que empezábamos el Lunes.

Y entonces, con Malena feliz por tener a su mejor amiga en su clase, todo el aula se echó a reír incluyendo al profesor. La brasileña solo pudo catalogar esa jornada como el mejor primer día de clases de su vida.


















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Holaaaa.

ATENCIÓN. Quería pediros de corazón que tengáis paciencia en cuanto a las actualizaciones, por favor. Estoy recibiendo muchos comentarios de "actualiza" "sube más", y yo entiendo que queráis más capítulos y no sabéis lo feliz que me pongo, pero necesito que comprendáis que yo no soy una máquina. Soy una persona y tengo vida y los capítulos que subo no bajan de las casi 3.000 palabras que me empeño en escribir sí o sí. Ahora voy a entrar a segundo de bachiller y estoy arreglando cosas, y es que es mi último curso antes de la selectividad (que es una prueba que decide si puedo entrar a la carrera que quiero). De todos modos, por si no lo han visto, he bajado la meta de votos para que tengan actualizaciones más rápidas.

Por cierto, ¿qué les pareció la nueva portada?🥹 Es hermosísima.

RECUERDEN QUE TIENEN QUE LLEGAR A LA META QUE LES PUSE EN UN INICIO PARA QUE ACTUALICE.

Nos vemos pronto!!!

ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺( )

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