𝟎𝟓.

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❝*⁰⁵. ᶜᵒⁿᶠˡⁱᶜᵗˢ ᵃⁿᵈ ᵈᵉᵈⁱᶜᵃᵗⁱᵒⁿˢ

𝟏 𝒅𝒆 𝑺𝒆𝒑𝒕𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂

𝐌𝐀𝐑𝐂 𝐇𝐀𝐁𝐈́𝐀 𝐒𝐈𝐃𝐎 𝐌𝐔𝐘 exquisito a la hora de regalarle algo a Malena. Decía que, para algo que le regalaba, tendría que ser significativo para ella. Cuando su mejor amigo le pidió que por esta vez le comprara el mínimo detalle a su hermana —pensando que aquello podría llevar a algo más de tolerancia entre ambos—, el castaño finalmente cedió y trató de currárselo lo máximo posible. Al dárselo sabía que le había gustado, y por alguna extraña razón, aquello le reconfortó. La vio sonreír por algo que le había regalado él y eso fue agradablemente desconocido.

Pero claro, allí estaba Tamara para presenciar eso y más. La chica sintió la envidia recorrer cada parte de su cuerpo al ver cómo a su hermana le regalaban el coche que siempre había soñado y hasta cómo su novio que la detestaba con el alma le regalaba algo significativo personalizado para ella. Una rabia descomunal se apegó a su ser y no pudo evitar marchar hacia su cuarto, no pudiendo ver más.

Guiu ya había visto estos ataques de celos, envidia e ira de su novia. Lo había visto con sus amigas, pero no con su hermana. Él no lo entendía: Tamara Sainz no tenía nada que envidiarle a nadie. Le desconcertaba aquellas actitudes suyas que con el tiempo le hacían acostumbrarse a ellas. Solo bastó con ver su cara y sus brazos cruzados a la hora de los regalos que no le hizo falta explicación de su rápida huida en el garaje.

Tras una leve conversación con Malena para tranquilizarla sobre la actitud de su hermana menor —ya que estaba claro que la brasileña se había dado cuenta de que algo no iba bien con ella—, salió a paso ligero hacia la habitación de su amada tras un suspiro. Llegó a su puerta, y al ver por debajo cómo resplandecía luz, sabía que estaba dentro. Tocó con sus nudillos con un ritmo clave para saber que era él y después entró.

Allí la encontró: sentada en el borde de su cama con cara de pocos amigos y de brazos cruzados. Suspiró nuevamente y se posicionó de pie a su lado. Ella levantó la mirada para verle, pero no comentó nada.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás así? —interrogó.

Tami chasqueó con su lengua y se levantó para dar vueltas por la habitación bastante enfadada.

—Es que ya no la soporto. Y mira que acaba de llegar. —empezó a decir.

Y es que él tampoco soportaba a su hermana, pero es que no entendía porqué ella lo hacía también.

—¿Pero qué ha pasado? —volvió a preguntar.

—¿Que qué ha pasado? ¿Es que acaso no te das cuenta? —levantó la voz, parándose para mirarlo—. Todo el rato es ella: Malena, Malena, Malena. Le regalan un puto coche cuando ni siquiera puede conducirlo todavía. ¡A mí nunca me han regalado algo así! Pero claro, es que es ella. Malena la inteligente, Malena la mejor de su equipo, Malena la más madura. Estoy harta de ella.

—Pero... —Marc quiso intervenir, pero esta le interrumpió.

—Ni se te ocurra decir nada porque tú también le has regalado algo. —le señaló.

—Porque me lo pidió tu hermano. —chistó, mosqueado.

—¡Me da igual! Te has empeñado a regalarle algo justo personalizado para ella y con un significado bonito. ¿Cuándo hiciste eso por mí? En mi cumpleaños me regalaste una cadena con forma de corazón y unas putas bambas. —habló, totalmente fuera de sí.

Guiu abrió los ojos de par en par, sin poder creer lo que ella estaba diciendo. No podía creer que estuviera sintiendo celos de su propia hermana.

—¿Tú te estás escuchando? Te regalé una cadena con un corazón porque me fijé en el detalle de que te gustó cuando pasamos por esa tienda y te compré esas bambas porque sabía que las querías desde hace mucho —farfulló, frunciendo el ceño—. Te estás comportando de una manera totalmente inmadura, Tamara. Que sientas estos ataques con tus amigas es una cosa, pero con tu hermana ya es pasarse. Se supone que debes de alegrarte por ella. Repito: ¡Es tu hermana!

—¿Vas a subirte al barquito de Malena en serio? Mucho no la odiaras entonces. —bufó en respuesta.

—No, claro que no. Solo que me parece muy injusto que te estés comportando así en su cumpleaños cuando lo más lógico es que reciba regalos, joder. —se defendió, exasperado por su actitud.

—¡¿Ahora la vas a defender tú también?! —vociferó.

—No la estoy defendiendo, estoy diciendo la realidad —corrigió—. Y baja la voz, que está tu familia abajo.

—¡Me la pela ahora mismo quién me escuche! Estoy harta de que todo gire en torno a ella y siempre sea la mejor en todo.

—Dios, es que parece que no te escuchas —espetó—. Te estás comportando como una absoluta inmadura y mimada.

Un silencio se hizo en aquella habitación. Tamara lo miró con rabia, sintiéndose traicionada porque su novio no la estuviera defendiendo. Y aunque Marc se arrepintiera de decir muchas cosas a lo largo de su vida, aquella vez no se arrepentía de decir una absoluta verdad.

—Te puedes ir a la mierda, Marc —exclamó, dirigiéndose hacia la puerta de su cuarto para abrirla—. Vete —le ordenó entre dientes, pero este simplemente se quedó quieto, mirándola sin poder creer lo que estaba haciendo en aquellos instantes—. ¡Vete, joder! A ver si duermes mejor en el puto cuarto de invitados. En estos momentos no te quiero ver.

—Sí, va a ser mejor que me vaya. —suspiró, cruzando la puerta sin ni siquiera mirarla.

En todos aquellos meses de relación no habían tenido una discusión igual a esa, y eso dejó trastocado bastante al de Granollers.

Lo que no sabía es que aquello había provocado que otras discusiones tuvieran la facilidad de llegar a ellos en un futuro.










𝟑 𝒅𝒆 𝑺𝒆𝒑𝒕𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂

Ese día era el primer partido oficial del Barcelona B masculino de la temporada.

Y allí se encontraba Malena en el Joan Gamper, por supuesto. Junto a Marta y su hermana, se encontraba sentada en el palco del pequeño campo para ver a los chicos jugar. Male llevaba la camiseta con el dorsal de su hermano, mientras que Tamara llevaba la camiseta con el dorsal de su novio.

Desde el día del cumpleaños de los mellizos, todo se había tornado algo extraño. La brasileña había notado un cambio de conducta en la parejita que rondaba la familia. Se suponía que el de Granollers había llegado a la casa Sainz el día del cumpleaños —un Viernes— para quedarse todo el fin de semana. Pero de repente amaneció el Sábado, y no solo Malena vio que Marc en vez de dormir en el cuarto de su hermana —como solía hacer— había dormido en el de invitados, sino que esa misma mañana tras desayunar se marchó.

La tensión entre ambos era palpable, y no solo ella se dio cuenta, sino que el resto de su familia también. Se intentó sonsacarle información a Tami de ello, pero esta se rehusó a responder. A Malena no le hacía falta demasiado como para saber que los dos habían discutido y por ello estaban con aquella distancia. Pero daba igual, de todas maneras allí estaba Tamara Sainz con la camiseta de él para apoyarle.

Eran la pareja perfecta dentro del mundo de La Masía, ni modo que dieran señales de algún conflicto que hiciera que esa imagen de ellos tambaleara.

Por otro lado, la futbolista notó cómo entre ella y su hermana se abstenía un espacio cada vez más grande. Desde su cumpleaños no le dirigía una palabra que no fuera obligatoria, ni siquiera una mísera mirada de más de dos segundos. Sabía que estaba enojada con ella, pero también sabía que no tenía motivos aparentes y eso la desconcertaba. De todos modos, no tuvo muchas ganas de indagar, ya que cada vez sentía con más fuerzas que las cosas de su hermana no le incumbían.

El partido dio inicio y Malena en todo momento estuvo pendiente a cada detalle. Era el Ourense con el que el Barça se enfrentaba, y por la reputación del equipo catalán, era necesario ganar el primer partido de la temporada. La brasileña se fijó en cómo su hermana no quiso sentarse al lado de ella, en cambio, prefirió ocupar el sitio al lado de su amiga Marta, que ahora las separaba. Seguía sin entender los motivos de su actitud, pero una presencia a su lado derecho hizo llamar su atención.

—Hey.

Observó al rubio anfitrión de la fiesta de bienvenida sonreírle. Sin querer formó una línea con sus labios y de milagro no bufó. Cristo Muñoz empezó a tirarle los tejos desde que llegó a Barcelona, y parecía estar muy metido en la labor. Lo que la confundía era el motivo por el que este se encontraba a su lado y no en el campo.

—Oh, hola —sonrió, levemente—. ¿No se supone que deberías de estar jugando?

El chico soltó una sonrisa pilla y miró hacia al campo mientras daba un asentimiento.

—Así es, pero esta última semana he estado teniendo molestias en la rodilla y el fisio me ha recomendando no jugar por hoy. —explicó.

Malena hizo una mueca en señal de empatía.

—Joder, debe de ser jodido perderte el primer partido de la temporada. —supuso, ya que a ella todavía no le había pasado.

Asintió, encogiéndose de hombros.

—La verdad es que sí, pero bueno —chasqueó para después sonreír—. Eso ha hecho que acabe sentado aquí contigo. Y juro que no lo he hecho queriendo.

Cuando el joven levantó sus manos en señal de inocencia, hizo reír a Malena de manera definitiva. Era cierto que el chaval no resultaba serle de interés, no era su tipo y no le causaba aquella chicha que te suele causar alguien que te intriga, por más amable que estuviera siendo con ella. Pero aquello no quitaba que le cayera bien. Y que le hiciera gracia cómo se lo curraba, claro.

Por otro lado, Marc Guiu se preparaba para el inicio del partido desde el césped del campo. El árbitro estaba a punto de pitar el inicio con todos los jugadores colocados en su posición respectiva cuando al castaño le dio por observar a su novia, ubicada en la primera fila de los palcos. Sin embargo, sus ojos lo traicionaron, haciendo que estos se dirigiesen hacia su cuñada, que se encontraba dos asientos más a su lado. Frunció el ceño al ver cómo reía a carcajadas con Cristo, que no había podido jugar por unas molestias.

Bufó mientras veía aquella animada interacción y se preguntó de qué estarían hablando. Veía a la brasileña tan agradable allí conversando que parecía mentira lo desagradable que podría llegar a ser. Pero claro, Cristo no era él, y solo con no llamarse Marc Guiu Paz, ella permitía transmitir amabilidad a esa persona. Rodó los ojos alejando la vista de aquella escena y se rehusó a seguir pensando en aquellos dos que parecían haber encontrado finalmente afinidad en el otro.

Fue entonces cuando el árbitro pitó el inicio del partido cuando pudo despejar su mente y empezar a jugar. Tenía que centrarse en ganar el primer encuentro de la temporada y en conseguir su cometido. Un cometido que le ayudaría a arreglar las cosas con su novia y a disipar aquella tensión que se agolpó en ellos desde la noche del Viernes.

Volviendo a las gradas, Malena y Cristo pusieron total atención al partido. Sorprendentemente, fue gratificante para la morena estar viendo el partido con el rubio. Ya que jugaba también, se notaba que sabía de igual manera que ella sobre el deporte, e ir comentando el encuentro era satisfactoriamente entretenido.

Como siempre, la mayor parte del tiempo sus ojos quedaban fijos en su hermano. Un pacto que ellos tenían desde siempre era mantener mucha atención al otro cuando jugaban para así hacerse críticas constructivas después del partido y mejorar en lo que hacían. Pero esta vez, por alguna extraña razón, sus ojos también se desviaban de vez en cuando al mejor amigo de su mellizo, que mostraba su destreza con el balón y lo bueno que era manejándolo con cada roce. Mentiría si dijera que no era fascinante verlo jugar.

Pero eso era otra de las cosas que Malena jamás admitiría.

Después de unos minutos, a punto de que el primer tiempo acabara, una contra inesperada del Ourense frente a un Barcelona que parecía tener el control por más que no lograra meter a la portería provocó un gol de ventaja a este. No dio tiempo a más cuando el árbitro pitó el descanso y un bajón se asentó en las gradas culérs. Malena miró a su hermano, el cual ya la miraba algo abatido desde el césped. Ella le dedicó una sonrisa mientras levantaba un pulgar arriba y articulaba con sus labios un «tú puedes». Con esto, el mayor de los Sainz se fue más feliz al vestuario.

A la vez que Cristo se fue a la cafetería a coger algo, Male divisó una intensa mirada que la observaba. Era Marc, que mientras sostenía una botella de agua antes de entrar el vestuario obtenía un rostro serio mientras tenía sus ojos posados en ella. Era una mirada oscura y Sainz no pudo resistirse en echarle otra igual antes de que este desapareciera rumbo a los vestuarios. Rodó los ojos, bastante rígida en su opinión contra él. Aún así, no pudo evitar quedarse pensando en lo guapo que estaba con las mejillas sonrojadas y con la camiseta pegada a sus abdominales a causa del sudor.

La verdad es que se sintió mal por pensar eso de su detestable cuñado.

—He traído palomitas. —Cristo la sacó de sus pensamientos mientras volvía a sentarse junto a ella.

Malena le dio una sonrisa tensa y agarró una de las cajetillas de palomitas que él había traído tras inmutar un «gracias». Tras unos minutos donde el rubio empezó a despotricar pero ella mantenía su mente en otros lugares que tal vez no debería, el segundo tiempo comenzó con un renovado Barça que venía fuerte para ahora un debilitado Ourense.

La emoción rebosaba cada asiento y fue cuando el número veintinueve de Marc Guiu logró meter el gol del empate haciendo que todo el mundo saltara. Una sonrisa fue esbozada por Malena, la cual no pudo evitar —el Barça era el Barça, daba igual quien metiera. Pero entonces vio cómo el chico celebró aquel gol, y por algún motivo, su sonrisa tambaleó. El de Granollers hacía una «T» con sus manos mientras sonreía desde la distancia a su novia. Malena sintió la mirada de Marta sobre ella mientras todo aquello sucedía.

Miró a su hermana, esta sonreía y le lanzaba un beso y algo en su estómago se encogió al ver eso. Le entró asco y repugnancia a la vez que, de manera impulsiva, dirigía su mirada hacia el charm que ya colgaba de su Pandora que él mismo le había regalado. Se sentía rara y una extraña incomodidad se acopló en su estómago cuando acarició el regalo de su odioso cuñado. Todavía no creía cómo Tamara había acabado con él, si había más chicos que le podían dedicar goles. Desvió sus pensamientos hablando de la jugada con Cristo, sin embargo, parte de su mente seguía ahí. En la celebración.

—Tu hermana se ve muy feliz con Marc. Me alegro por ellos. —comentó Muñoz, y Malena se dispuso a asentir reacia.

—Yo también.

El juego se reanudó con un ambiente mucho más animado. De imprevisto, la pelota acabó en los pies de Gabriel. Estaba bastante alejado de la portería, fuera de la zona de peligro, pero eso no evitó que Malena se levantara de su asiento al sentir un pálpito lleno de anticipación. Su mellizo se encontraba encerrado, teniendo a varios jugadores del Ourense a su alrededor. No opción de pase ni de salida. Solo había una opción en la mente brillante de su hermano y ella lo sabía: apuntar y disparar.

Y lo hizo, metiendo así el gol de la victoria.

Y ahí fue cuando el estadio estalló de verdad. Malena se aferró a su mejor amiga, abrazándola mientras veía cómo su hermana celebraba aplaudiendo con una sonrisa. Sintió unos golpecitos en el hombro: era Cristo, y le señalaba con alegría el campo. Miró hacia allí, encontrándose con su hermano ahora dedicándole el gol a ella. Hizo una «M» con sus manos y luego se levantó la camiseta, dejando así ver la interna con una letrero puesto que decía: «per a la meva altra meitat, pel nostre aniversari. T'estimo molt, ratolí.»

Era cierto que no era la primera vez que su hermano le dedicaba goles, pero esa vez fue especial. Sentía sus ojos aguarse de emoción y del cariño que desprendía hacia su hermano y solo pudo responder haciendo un corazón con sus manos en señal de agradecimiento.

Así finalizó el partido y Malena se fue derecha a los vestuarios en busca de su hermano. Se esperó fuera, en aquel pasillo largo que había, con una emoción indescriptible. Tras unos minutos, de allí salió su mellizo ya cambiado junto al odioso de Marc. Pero ella no se detuvo ni a mirar al otro, flechada a abrazar a su hermano. Se abalanzó hacia él y lo envolvió entre sus brazos, dándole un beso.

Gracias por ese gol. Jugaste genial. —habló en portugués, separándose de él con una sonrisa.

¿Te gustó?

—Casi me haces llorar. Fue un golazo. —asintió.

Eso sí que es un alago. —rió, sabiendo que era difícil ver a su hermana llorar. Eso era algo que ella poco hacía.

Con una sonrisa, Malena dirigió su mirada al chico posicionado a la izquierda de él. Su sonrisa se esfumó levemente, sin embargo, no le colocó una mala mirada esta vez.

—No has jugado mal. —dejó caer, con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros.

Marc bufó con una sonrisa vacilona.

—Viniendo de ti es todo un cumplido. —respondió con diversión mientras comenzaba a alejarse.

Pasó por su lado, casi rozando sus hombros y sin dejar de mirarse. Intercambiaban una mirada cómplice, y ese corto momento de tolerancia y afinidad fue realmente confuso para ambos. Guiu sacudió su cabeza al pasar por su lado para salir de aquella burbuja en la que se vio atrapado y se dirigió hacia su novia para dejar a ambos hermanos seguir conversando sobre lo sucedido. Allí estaba Tamara, más atrás en el pasillo, esperándolo con una sonrisilla con los brazos cruzados.

El castaño sonrió abiertamente y la abrazó.

—Gracias por el gol: ha sido muy bonito. —dijo ella contra su pecho, correspondiendo el abrazo.

—No soportaba estar enfadados y sabía que te iba a gustar. —comentó mientras se separaba de ella, observándola con detalle mientras sonreía.

Esta asintió, dándole una mirada cómplice, pero sus ojos se desviaron detrás de su hombro. La alegría de su rostro pareció tambalear dando paso a unas facciones de penumbra que Marc conocía bien. Giró su cabeza para observar lo que ella y ahí notó que miraba a sus hermanos conversar alegremente entre risas.

—Al final tu hermana se ha llevado también una dedicatoria —suspiró—. No sabía nada.

—Si no tiene novio, pues lo tendrá que hacer mi hermano. —bufó con una diversión retorcida, como si se estuviera burlando.

Sabía que estaba tratando de ocultar sus celos y envidia con comentarios sarcásticos, al igual que sabía que ese comentario estaba fuera de lugar y que conducía al tema por el cual ambos discutieron anteriormente. Pero el chico decidió esta vez no decir nada: se acaba de reconciliar con ella y lo que menos quería en esos instantes era volver a discutir.

Por lo tanto, se dispuso a mantener su mirada sobre Malena, viendo cómo esta sonreía y por ello haciéndole pensar que tenía que mostrar aquella sonrisa más a menudo.


















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