𝟎𝟑.
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❝*⁰³. ᶠⁱʳˢᵗ ᵗʳᵃⁱⁿⁱⁿᵍ
𝟐𝟒 𝒅𝒆 𝑨𝒈𝒐𝒔𝒕𝒐, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂
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𝐌𝐀𝐋𝐄𝐍𝐀 𝐏𝐑𝐄𝐏𝐀𝐑𝐀𝐁𝐀 𝐒𝐔 𝐁𝐎𝐋𝐒𝐀 de entreno con furia, metiendo sus botas y demás con fuerza en su interior. Escuchaba las palabras de su madre azotarle los oídos de manera molesta mientras intentaba asegurarse de que no se dejaba nada atrás.
La chica se despertó aquella mañana con la mentalidad de que sería un gran día, pues era el primer entreno de la brasileña con el Barça tras tres años. Era cierto que los entrenos de pretemporada ya habían empezado hacía semanas, pero el club le había otorgado unos días de descanso para instalarse nuevamente en Barcelona. Por esto mismo, se había encontrado bastante animada. Deseando que fueran ya las seis de la tarde para ponerse de vuelta aquella camiseta blaugrana.
Pero parecía que su madre tenía otros planes: arruinarle el buen humor.
Tras dos días donde sus hermanos y ella habían mantenido el silencio ante sus padres, no comentando lo que había sucedido en la fiesta de bienvenida, su querida hermana había decidido ir a contarle lo que había ocurrido a su madre. Malena tenía claras las intenciones con las que había ido Tamara a la hora de irle con el cuento a su madre: otra discusión entre Marc y Malena significaba que no se había asentado la paz en la familia en realidad.
Y claro, Guiu era tan encantador frente a Benicio y Laura que era imposible que él tuviera la culpa del suceso.
—É que eu não posso acreditar que você voltou a discutir com Marc! (¡Es que no puedo creer que hayas vuelto a discutir con Marc!) —vociferó su progenitora a su lado, cruzando sus brazos mientras ella seguía con su labor de preparar todo para el entreno—. Prometeste, prometeste mais, que a paz iria reinar entre vós. (Prometiste, prometisteis más bien, que la paz iba a reinar entre ustedes.)
Malena suspiró, perdiendo la paciencia. Odiaba cuando su madre adoptaba el portugués para hablar cuando estaba enojada. Le funcionaba a la mujer, ya que con eso se sentía más regañada. Se suponía que en su regreso con la que se suponía que quería llevarse mejor era con su hermana, pero ella le estaba poniendo las cosas realmente complicadas. ¿Tanto amaba a su novio como para querer fastidiarla de esta manera?
—Desculpe, ok? É visto que não me consigo dar bem com o Marc, já está! (Lo siento, ¿vale? Está visto que no puedo llevarme bien con Marc, ¡ya está!) —instó, clavando sus ojos en su madre por unos instantes—. Estou cansada de ser sempre culpada por mim. Ele também tem culpa! Mas nada lhe é dito porque é Marc. (Estoy cansada de que siempre se me eche la culpa a mí. ¡Él también tiene culpa! Pero no se le dice nada porque es Marc.)
Su madre suspiró, suavizando su mirada. Parecía que las palabras de su hija la habían ablandado un tanto, ya que acarició su brazo levemente haciendo que esta tambaleara también un poco su enfado. Ambas féminas eran explosivas. Se enfadaban con facilidad y muy fuertemente. Realmente, no las querías ver enfadadas.
—Eu sei que não só a culpa é sua, Male. Uma discussão é coisa de dois. Mas eu repreendo-te porque és a minha filha, de jeito nenhum que eu repreenda o Marc. (Sé que no solo la culpa es tuya, Male. Una discusión es cosa de dos. Pero yo te regaño a ti porque eres mi hija, ni modo que regañe a Marc.)
La futbolista frunció el ceño y siguió arreglando sus cosas todavía con el enfado recorriendo sus venas a pesar de las palabras de su madre que ahora trataban de suavizar el ambiente.
—Se você tem tanta confiança com Marc para algumas coisas, você também tem que tê-la para lhe dizer as coisas que ele também faz de errado. (Si tanta confianza tenéis con Marc para algunas cosas también tenéis que tenerla para decirle las cosas que él también hace mal.) —espetó con remordimiento—. Porque asseguro-vos que em sua casa não lhe estarão a dizer nada e ele continuará igualmente campante. Ah, não. Esqueci-me, que está aqui mais do que em sua casa. (Porque te aseguro que en su casa no le estarán diciendo nada y él seguirá igual de campante. Ah, no. Se me olvidaba, que está aquí más que en su casa.)
Laura le puso una cara de pocos amigos a su hija por su tono mordaz. Comprendía su molestia, lo que no lograba entender era el porqué de ese odio tan profundo que sentía por el castaño desde hacía tanto tiempo.
—O que você tem que entender é que com esses mal-entendidos tudo o que você consegue é machucar sua irmã. (Lo que tenéis que comprender es que con estos mal entendidos lo único que lográis es hacerle daño a tu hermana.) —zanjó, apuntándola con su índice, dejando los puntos claros sobre la mesa.
Malena cerró su bolsa de entreno tan fuerte que temió haber dañado la cremallera y cerró los puños a sus costados intentando contenerse. Estaba claro que el hecho de que su hermana supuestamente quería que ellos dos se llevaran bien era un papelón. Sí, ella quería que Malena lo aceptara como su novio. Pero de todos modos, si no lo hacía, igualmente le daría lo mismo.
—Sim, claro... Pobre da minha irmã, a dona perfeita sempre vítima. Você não pensou por que ela lhe disse tudo o que aconteceu? Bem, para que você venha e me repreenda como agora você faz quando esse problema é só meu e dele! Vocês não têm nada a ver porque não vão resolver nada com as vossas repreensões. (Sí, claro... Pobre de mi hermana, la doña perfecta siempre víctima. ¿A caso no has pensado porqué te ha dicho todo lo que ha sucedido? ¡Pues para que vengas y me regañes como ahora lo haces cuando este problema es solo mío y de él! Ustedes no tenéis nada que ver porque no vais a solucionar nada con vuestros regaños.)
—Acho que ir para a Inglaterra te deixou muito perturbada. (Creo que irte a Inglaterra te ha dejado muy trastocada.) —soltó la mujer mirándola fijamente con una mirada que transmitía una clase de decepción.
Era la primera vez que Malena soltaba una pulla hacia su hermana delante de su madre. Una frase que le dejaba saber que realmente no había buen rollo entre ambas familiares, a pesar de que ella ya sabía que sus dos hijas no terminaban de congeniar.
La futbolista mentiría si dijera que mencionar a Inglaterra no había sido algo doloroso para ella. Tragó saliva al escuchar aquel país y contuvo durante unos segundos la respiración. Aquel lugar era un sitio lleno de malos recuerdos, los cuales prefería no repasar. Un sitio al que nunca quisiera volver y que, lamentablemente, no sería para nada una buena etapa en su carrera nunca. Pero claro, su madre no sabía ni en cuarto de lo que le sucedió durante sus tres tortuosos años allí. Prefirió guardárselo para ella y borrarlo.
—Mejor me voy a entrenar ya —bufó con incredulidad, volviendo al idioma español, con una sombría mirada que escaneaba a su madre con penumbra—. Otra frase más y me dará el impulso de mudarme a La Masía de vuelta. O a Inglaterra, a ver si allí me recomponen las neuronas y dejo de estar trastocada.
Laura Sainz vio un cambio de conducta extraño en su hija; parecía dolida y distante. Justo en el momento en el que cogió su bolsa y se dirigió a la puerta, dispuesta a marcharse de su propio cuarto, supo que la había cagado bastante diciendo aquello. Aquellas palabras habían sobrado, y más cuando se las dirigía a su hija. Una culpabilidad se asentó en su pecho, y con ello, intentó agarrar el brazo de Male, pero sin suerte. Ella ya había cruzado la puerta.
—Male, espera. Vuelve, cariño.
Los reclamos de su madre no la detuvieron. Bajó las escaleras a trotes con un rostro neutro acompañado de una mirada oscura con la bolsa de entreno colgada en su hombro derecho. Se dirigió a la cocina con su termo en la mano, dispuesta a rellenar este con agua bien fría. Para su sorpresa, Tamara se encontraba ya allí, mezclando huevos, leche y harina. No era sorpresa: a su hermana le gustaba cocinar. Aunque muchas veces su comida estuviera vomitiva, los demás fingían que no a la hora de probarla para no hacerle daño.
Decidió ni siquiera saludar al entrar en escena y pasó a su lado directa al frigorífico para coger agua fresca. Su hermana se percató de ello, y la miró con una sonrisa tranquila que no se despojaba de sus labios.
—He escuchado que discutías con mamá. —comentó, volviendo su mirada a lo que estaba preparando.
—¿Por qué será? —ironizó, metiendo el termo en la bolsa tras rellenarlo.
Le enfureció ver cómo encogía los hombros, como si no supiera el motivo de aquella discusión. A sus adentros se preguntaba el porqué su hermana desde siempre había impuesto aquella mala vibra con ella. Estaba claro que Malena tampoco intentaba remediarlo, si Tamara no ponía de su parte, estaba claro que ella mucho menos. Aún así, nunca trataba de fastidiarla ni de hacerle algún mal. En cambio, Tami sí.
—Venga ya, Tamara. No hagas que no sabes, que nos conocemos ya de rato. —bufó molesta, cruzando sus brazos.
La menor paró su labor de remover la mezcla que había creado y apoyó una mano en el mármol de la isla para mirarla de cara. La sonrisa que antes había estado habitando en sus labios despareció, siendo reemplazada por una seriedad casi cruel.
—¿Qué querías que hiciera? —preguntó finalmente.
La mayor rió con incredulidad.
—No lo sé, pero no sé a qué ha venido eso de decírselo a mamá cuando el problema es entre tu novio y yo. —habló claramente, mirándola directamente a los ojos sin titubear.
—Claro, pero si ustedes no sois capaces de solucionar el problema habrá que comentarlo con alguien más para que ayude a esto.
—Pero vamos a ver, Tamara, ¿no te ha quedado ya claro que yo no me puedo llevar bien con tu novio? Ya te lo he dicho mil veces —se exasperó, harta de que todo el mundo tratara de forzar una relación amistosa entre ella y el castaño—. Que ya no somos niñas pequeñas y creo que somos lo suficientemente capaces como para resolver o no los problemas por nuestra cuenta sin meter a papá y a mamá. Vamos, que tú acabas de cumplir dieciséis y yo estoy a punto de cumplir los diecisiete.
—Mira, Malena, que me da igual. No estuviste bien con Marc y punto. Y aunque no creas, me afecta, ¿sabes? —habló con una penuria que estaba claro que la futbolista ya no se tragaba—. Claro, cuando mamá me ve tan melancólica por lo que sucede entre ustedes, porque llega un punto que ya es pesado, no he tenido más remedio que desahogarme con ella.
Malena alzó las cejas sorprendida por las palabras de su hermana. La conocía tan bien que le daba asco el teatro que ella sola se estaba montando.
—¿Pero cómo puedes ser tan falsa, tía? —farfulló sin creérselo—. Se lo has contado a mamá para que me regañara, que te conozco. Si está claro que a estas alturas te la pela que me lleve bien con él, por eso mismo ni te diste la molestia de escuchar mi versión de lo sucedido en la fiesta. Y claro, vas y le cuentas a mamá la versión de tu querido novio y lo que hace es regañarme.
Por la cara que puso su familiar ante sus palabras sabía que había dado justo en el centro de la diana. Malena tenía mucha facilidad en leer a las personas, y tras tantos años junto a Tamara, era muy fácil saber cada una de las intenciones tras sus actos.
—No sabes de lo que hablas.
El tono de su voz no era creíble, y fue justo lo que necesitaba la mayor para saber que no tenía que perder más tiempo discutiendo con una niña que parecía no haber madurado. Tenían un año de diferencia a penas, pero parecía que mentalmente Tami llevaba aún más años de retraso. Y hablaba de lo inmadura que se hacía ver constantemente.
—Paso de seguir perdiendo tiempo contigo, la verdad —suspiró—. Y procura no volver a confundir la sal con el azúcar. —se mofó, dirigiéndole una mirada a la mezcla que la menor estaba haciendo.
Escuchó bufar a su hermana a sus espaldas mientras se dirigía a la salida de la casa y se preguntó cómo Marc era capaz de ver algo que no fuera físico en ella. Pero claro, recordó que Tamara sabía muy bien fingir otros papeles ante los demás y ser muy buena con todos menos con ella. Tal y como Guiu.
Si es que eran realmente tal para cual.
Decidió no comerse más el coco e irse finalmente a su ansiado entreno. Necesitaba bastante adrenalina para descargar todo lo que rondaba en su interior.
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Había dejado el mal humor atrás cuando la camiseta blaugrana se deslizó por su cabeza y después de tanto tiempo volvía a sentir el escudo justo en el corazón. Una alegría indescriptible se había posado por todo su organismo haciéndole olvidar todo. Hacía mucho que no sentía aquello, porque aunque su pasión por el fútbol perdurara en cualquier otra parte del mundo, el Barça era el único club que ella sabía que le hacía disfrutar de aquella pasión como nunca.
Pero fue pisar el campo de entrenamiento junto a las otras chicas y extrañamente encontrarse con, no solo a toda la plantilla del Barcelona B masculino, sino también a Laporta y a los entrenadores de ambos equipos. Miró con desconcierto a sus compañeras y se posicionó al lado de Elena, amiga suya desde que entraron ambas a La Masía a la misma vez.
—¿Qué ocurre? —le preguntó en voz baja, observando a los del masculino, que se encontraban haciendo bromas entre ellos. Uno de ellos era Marc, por supuesto.
—No tengo ni idea, tía.
—Chicos, silencio —pidió el presidente y rápidamente todos recuperaron la compostura—. Bien, venía a anunciaros una cosilla: el femenino B y el masculino B entrenarán en el mismo campo.
Murmullos estallaron entre todos. Algunos preguntaban y otros se quejaban. Marc y Malena, claramente, hacían lo segundo. Lo primero que se les vino a la cabeza era la idea de tener que compartir campo de entreno con el otro, y era una idea que a ambos les aterrorizaba.
—A ver, a ver —Laporta se hizo paso entre las voces de todos—. No debe de haber queja alguna. El campo es bastante espacioso como para que ambos equipos entrenen, y si se está haciendo esto es porque el campo de los más peques está en reformas profundas. Es decir: que nos llevará unos cuantos meses en arreglarlo por completo por unas deformaciones en el terreno y desgaste de los cimientos. Por lo tanto, tendrán que entrenar aquí también. Por eso os hemos puesto el mismo horario, para que las otras categorías puedan entrenar por la mañana.
Los murmullos volvieron a tener lugar, pero la voz de Malena se hizo hueco entre estos.
—Pero aunque ambos entrenemos por la tarde, nosotras o ellos podemos venir aunque sea dos horas más tarde, cuando terminen. Cuando unos se van otros vienen, y todo antes de la hora del cierre. Así dejaríamos la mañana aún así libres para otras categorías.
Muchos de los presentes estuvieron de acuerdo con lo que la brasileña dijo. Asentimientos y verificaciones revoloteaban y es que no solo para Malena era incómodo tener que entrenar con otro equipo con los que no tenía confianza.
—Eso es imposible. Tras cada entreno se tiene que volver a arreglar el campo y regarlo y eso lleva mínimo un hora. No dará tiempo a hacerlo todo hasta la hora del cierre. Es un horario muy complejo y no puedo ponerle más horas de trabajo a los empleados, que también tienen una vida y descanso —negó con totalidad Joan, negando con su cabeza—. Chicos y chicas entrenarán en el mismo campo, está decidido.
Hubo algunos bufidos pero nadie volvió a soltar otra queja más. El presidente se había puesto serio, al contrario de cómo había venido, y aunque estableciera buen rollo en su persona la mayor parte del tiempo, no hacía gracia verlo serio. Tras la marcha del presidente, Oscar Belis, el entrenador de Malena, dio un paso al frente mirando a todos los jóvenes.
—Bien, se acabó tanta cháchara. A entrenar —zanjó, dando una palmada con sus manos—. Chicos por allí y chicas para allá.
Sin comentar nada, ni siquiera su desacuerdo con aquella operación, Sainz caminó hacia la parte del campo que le empezaría a pertenecer a las chicas con un rostro serio.
Su mirada se encontró con la de Marc, que caminaba al sentido contrario del de ella para reencontrarse con el lado indicado para los chicos. Intercambiaron un odio profundo con sus miradas, sintiendo la tensión entre ambos como si no hubiera nada más grande en el mundo. Los ojos hazel del chico querían traspasarla de algún modo y los ojos oscuros de la chica parecían martillearlo con los iris.
Ambos decidieron chocar sus hombros de manera brusca al pasar al lado del otro, para reafirmar aún más su respectiva mala relación. Como si con ello desahogaran un tanto su rabia.
Así sería a partir de ese momento: compañeros de campo y de escudo, pero nada más.
Sin más dilación, los dos equipos empezaron a entrenar cada uno siguiendo las órdenes de sus entrenadores en su lado del campo. Malena se dispuso a soltar sus frustraciones poniéndole el más empeño posible: quería agotar su cuerpo para ver si de esa manera se desahogaba mentalmente y encontraba alguna paz.
Podía notar dos miradas: la de Cristo —el amigo del castaño, que estaba claro que estaba interesado ella— y la del propio Marc, que no podía evitar mirarla mal cuando las compañeras de Malena la aplaudían por su excelencia a la hora de marcar y hacer regates. Odiaba que la alabaran, y la morena teniendo claro eso, no dejaba que su mirada le intimidara para nada.
Pero es que la brasileña también osaba de hacer lo mismo, no pudiendo soportar las agilidades del catalán que podía apreciar a la perfección desde aquella corta distancia que los separaba.
Ambos eran buenos y odiaban que el otro lo fuera.
—Qué bueno es Marc. —comentó Elena, con su mirada fija en la parte de los chicos cuando este marcó un gol de excelencia.
—Y qué bueno está. —añadió Sonia justo cuando el castaño se dispuso a limpiar el sudor de su rostro levantando la parte inferior de su camiseta, haciendo que todas empezaran a reír mientras apreciaban sus marcados abdominales.
Claro, la única que no reía y que se abstuvo de mirar aquellos cuadritos fue Malena, que no pudo evitar rodar los ojos. Sí, estaba demasiado bueno. Pero eso sería algo que ella nunca admitiría.
Así mismo fluyó el entrenamiento hasta su fin, llevando a todos los jugadores a los vestuarios para darse una buena ducha.
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Después de una buena ducha, Malena se dispuso a salir de la Ciudad Deportiva tras despedirse de sus compañeras. A diferencia de las que tuvo en Inglaterra, ellas sí la trataban bien y la consideraban una más. Pero aquello era algo que para ella era mejor olvidar.
Nada más salir, no pudo evitar pararse en seco mientras apreciaba con una mirada de embobamiento y una sonrisa de admiración el cielo. El hermoso atardecer de colores anaranjados y rosados caía por la ciudad de Barcelona dejando un paisaje de pura paz. A la morena siempre le habían gustado tanto los atardeceres como los amaneceres y no era raro que de vez en cuando se fuera a un lugar bonito específicamente para verlos. Así que, mientras sus cascos reproducían Love Songs de Kaash Paige, no pudo evitar coger su teléfono para sacarle una foto al lindo paisaje.
Con una sonrisa apreció la imagen que acababa de sacar y la metió en el álbum donde coleccionaba más fotos de cielos y paisajes. Justo en ese instante, alguien le tocó el hombro, asustándola por completo al no esperarse ese intervención. Se giró para ver quién era con una mano en el pecho y puso una cara de pocos amigos mientras se quitaba los auriculares al ver que se trataba de Guiu.
—Te estaba buscando por todos lados y resulta que estabas aquí, sacándole fotos al cielo como mongolita. —bufó, colocando sus manos en sus caderas.
La morena rodó los ojos, mosqueada por la interrupción de su momentánea paz a manos de aquel personaje.
—¿Qué quieres? Estaba muy tranquila escuchando música hasta que me has asustado. —hizo saber, guardando su móvil en su bolsillo.
—Pues claro que te he asustado. Tienes que tener los cascos a todo volumen cuando te he llamado como tres veces y no me has escuchado. Te vas a quedar sorda. —habló con desdén, mirándola como si fuera algo rarito.
—Pues a ver si me quedo sorda de una vez y así no te escucho más —lo vio rodar los ojos con desagrado y aquello la hizo bufar—. Venga, ¿qué quieres?
—Me ha comentando Patricia que te vas caminando sola a casa.
Malena cruzó los brazos, mirándolo con desconfianza sin saber a dónde quería llegar.
—Sí, ¿qué pasa?
—Que está anocheciendo y tienes que pasar por una calle solitaria y rarita para llegar a tu urbanización. —explicó.
—¿Y a ti qué más te da? Está cerca, no me va a pasar nada. —bufó con diversión, alejándose de él con unos cuantos pasos dispuesta a marcharse, pero el chico la agarró del brazo deteniendo sus movimientos.
—Vente conmigo —alzó las llaves de un coche con la mano derecha—. Voy a tu casa a ver a tu hermana, así que vamos al mismo sitio. Va a ser mejor.
La fémina se zafó de su agarre con una clara molestia reflejada en su rostro.
—No, gracias. Prefiero ir sola. Adiós. —dijo dándose la vuelta para empezar a caminar nuevamente.
Su plan le salió por la culata de nuevo ya que el deportista volvió a tomarla del brazo, girándola para que le diera la cara, y así, reteniéndola.
—Joder. Qué pesado eres, macho. —farfulló, zafándose de su agarre nuevamente y mirándole con hastío.
—Y tú qué cabezota eres —puntualizó, perdiendo la paciencia al parecer—. Vente conmigo, ya.
—Que no quiero montarme en el coche contigo. ¿No te enteras?
Malena estaba sintiendo su paciencia acabarse, y sabía que su personalidad explosiva no iba a aguantar mucho más sin acabar agarrándole de los pelos.
—Ya lo sé, pero que me la suda —Marc señaló al coche que tenían a unos cuantos metros, justo en el aparcamiento privado—. Te montas en el coche ya. Tu hermano no va a dejar que deje que te vayas sola a casa anocheciendo.
Male río irónicamente, cruzando sus brazos y mirándole fijamente.
—A mi hermano se la pela.
—Pues no se la pelará tanto cuando me ha puesto un mensaje pidiéndome que te lleve a casa.
Un silencio se agolpó entre los dos dejando claro el desconcierto de la menor. Frunció el ceño y lo miró como si le hubieran salido tres cabezas.
—¿En serio?
—¿Tú te crees que a mí me importa si te vas andando sola o no? Espabila un poco. —chistó con cara de pocos amigos.
Suspiró. Tenía razón. Ya se le hacía raro aquella actitud porque, ¿desde cuándo se preocupa por ella ni un poco?
—Está bien, voy contigo. Pero solo porque mi hermano te lo ha pedido. —le señaló con el índice, empezando a caminar hacia el coche negro.
Tras llegar al vehículo, ambos se montaron entre aquella tensión que tanto les caracterizaba cuando estaban juntos. Llegaba un punto donde se acostumbraban.
—Y es que ni siquiera tienes carnet, eres capaz de estrellarnos... —bufó finalmente la latina cuando esté arrancó el coche, mirándolo de soslayo para luego desviar sus ojos hacia la ventana.
—Calladita estás menos fea. —murmuró en respuesta, haciendo que ella rodara sus ojos.
Pasó tan solo un minuto de trayecto, donde Marc a penas había hecho que el transporte saliera del parking y avanzara un poco más de eso.
—¿Por qué no ha venido tu hermano? Que le he preguntado y no me ha respondido. —rompió el silencio el de Granollers, no despegando su vista de la carretera, ya oscurecida, en ningún momento.
—Está con un catarro. Se ha llevado todo el día en la cama. —se limitó a responder, jugueteando con la larga tanda de pulseras que le llegaba desde la muñeca hasta la mitad del brazo.
Marc fijó su mirada ahí.
—Qué pulseras más horribles. Poco más y te llenas todo el brazo con ellas.
Un nudo se acopló en la boca del estómago de la futbolista, que lo miró con un odio indescriptible prefiriendo no responder nada. Ya sabía con quién estaba compartiendo espacio y el conocimiento de las cosas que este tenía, tampoco podía recriminar nada. Tan solo se limitó a mirar por la ventana e ignorar todo lo que se le venía a la cabeza en esos instantes hasta llegar a casa.
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Helloooo!!!
Aquí estamos de nuevo. Puedo decir que me he quedado satisfecha por cómo ha quedado el capítulo. ¿Ustedes qué opinan?
Díganme, ¿qué es lo que más les ha gustado del cap?
RECUERDEN QUE TIENEN QUE LLEGAR A LA META QUE LES PUSE EN UN INICIO PARA QUE ACTUALICE.
Nos vemos pronto!!!
ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺ᕕ( ᐛ )ᕗ
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