━ prefacio

RESILENCIA
temporada dos

1 Mayo de 2025
📍Viena, Austria


—Tú vida ha tenido un sin fin de obstáculos pero te has recompuesto de ellos demostrando que eres una mujer fuerte pero también eres humano y como todos nos equivocamos— el entrevistador la observó, ella sabía lo que quería y ella se lo daría, a eso había venido, a contar su verdad —. ¿Cómo fue para ti el tema de las drogas?

Isabella se quedó en silencio y tomó un sorbo de agua que había del vaso a su lado. No sabía muy bien qué decir de su adicción, no cuando no solo ella habia sufrido por ello, si familia y sobre todo sus hijos habían sido el daño colateral de aquella época oscura en su vida.

—Mi adicción, es y será siempre mi mayor pesar—afirmó, sentía como todo lo malo desde que empezó a consumir le recaía una vez más en los hombros—. ¿Qué puedo decir? Arruine mi vida desde que conocí las drogas, abandone a mi familia y descuide a mis hijos.

Sebastian escuchaba a su esposa, a su lado estaban los hijos e hija de Isabella, los cinco ya estaban aprendiendo a sanar esa parte de su vida, pero en el fondo necesitaban escucharla; necesitaban escuchar como admitía cada uno de sus errores con para con ellos y sobre todo consigo misma.

Isabella apretó ligeramente su mano, ella volteó a ver a su familia y se encontró con las sonrisas reconfortantes de ellos, era todo lo que necesitaba.

—¿Qué dirías tú que fue la causa que te llevó a caer en esa adicción?

Isabella se quedo en silencio una vez más, pensando como estructurar casi una vida de sufrimiento.

—Diría que la muerte de mi padre.

Silencio.

Todos en ese lugar sabían que eso siempre sería dolor para Isabella, sobre todo Sebastian.

—La muerte de mi padre me tomó por sorpresa a mi como a la familia—y ahí estaba, el inicio del problema, una muerte—. Mi padre era mi mundo, tenía casi cuatro años cuando falleció y yo sentaba confundida cuando me trataban de explicar que él ya no volvería.

Los recuerdos la inundadoron, tan rápidos pero igual de dolorosos.

La mirada triste de su padrino la observó, ella sostenía su peluche en su pecho mientras veía y escuchaba a todos lamentarse y llorar.

—Hola pequeña...—se agachó para estar a su altura.

—¿Por qué están todos tristes? —dijo la niña mientras buscana a su alrededor a una persona—. ¿Y mi papá? El no a llamado para contarme mi cuento.

Alain la observó con lastima. Nadie se lo había dicho.

Cerró los ojos pensado que decir.

papá está...—se aclaró la garganta—. Él me dijo que te dijera que lo lamenta mucho...

—¿Porqué? —se empezó a inquietar y sostuvo su peluche con más fuerza.

—Tranquila...—trató de calmarla—. Él solo está... cansado, va a tomar un sueño muy largo —le empezó a fallar la voz pero tan rápido como pudo la recompuso—. Tú papá me pidió que te dijera que te ama demasiado.

Isabella lo pensó mientras fruncia el ceño en un puchero.

—¿Puedo desearle un buen sueño?

Alain sonrió con la vista empañada por las lágrimas sin derramar.

La dirigió al ataúd o como el le había dicho la "nueva cama cama" de descanso de su padre. Alain sintió las miradas puestas sobre él e Isabella, pero era algo que su ahijada necesitaba, despedirse de su padre aunque sea atraves de una mentira piadosa.

La levantó entre sus brazos para que viera a su padre una última vez.

—Buenas noches papi—dijo la niña con un puchero mientras ponía su peluche favorito alado de él—. Cuida bien de mi papi Enzo.

Se escucho el llanto de su madre pero Isabella no comprendía y siguió despidiéndose de su padre.

Ojalá que ya no estés tan cansado cuando despiertes y poder estar jintos otra vez—dijo con el puchero en sus labios—. Te amo papá,

Tan rápido como llegó el recuerdo se fue.

—Después de eso un año después murió mi abuelo y sucedió lo mismo, yo sin entender por qué ellos ya no volverían, pero cuando lo hice fue que empezaron los problemas.

—¿Qué clase de problemas?

—En las escuela, era muy inquieta por mi condición de TDAH y a menudo peleaba con todos, tuvieron que meterme a muchas actividades para bajarme esa inquietud y también tuvieron que administrarme muchos medicamentos.

—¿Crees que de ahí vino esa adicción?

Isabella asintió, aunque muy apenadamente.

—No culpo a mis abuelos, de verdad que no, ellos se encargaron de mi casi quince años, pero cuando me mude con mi mamá... creo que fue el que me haya quitado esos medicamentos y las atenciones que recibía en Brasil un detonante.

—¿Porqué?

—Como ella dijo, no aceptaba que yo estuviera enferma y eso a mi me afecto y me termino enfermando con las drogas.

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