epílogo
El País de las Maravillas estaba cambiando rápidamente. Lo que había sido un reino en decadencia, consumido por la avaricia y la tiranía de la Reina Roja, ahora comenzaba a florecer. Las flores recuperaban sus colores vibrantes, los ríos antes secos volvían a correr con aguas cristalinas, y las criaturas, liberadas del yugo de la opresión, comenzaban a reconstruir sus vidas.
Hearts y Diaval se encontraban en el salón principal del antiguo Palacio de Corazones, ahora reducido a ruinas. El trono de la Reina Roja había desaparecido, reemplazado por un claro abierto al cielo donde la luz brillaba intensamente. Allí, en el centro, el Reloj Sin Tiempo flotaba, suspendido en el aire, con sus engranajes girando lentamente.
El Juramento de Hearts
"Hearts," dijo Diaval, rompiendo el silencio. "El equilibrio ha sido restaurado, pero este mundo aún necesita una reina. Una verdadera reina".
Ella se giró hacia él, con los brazos cruzados. Su expresión era seria, pero en sus ojos había un destello de esperanza. "No sé si estoy lista para eso. ¿Y si termino como mi madre?"
"No lo harás," respondió él, dando un paso más cerca. "Porque tú elegiste el equilibrio sobre el poder. Porque tú decidiste luchar por este mundo, no controlarlo".
Hearts suspiró, dejando que sus dedos acariciaran el Reloj Sin Tiempo. "Este artefacto... representa tanto. Es el corazón de todo. Pero también es un recordatorio de los errores que nunca debemos repetir".
Diaval asintió. "Entonces haz un juramento, aquí y ahora, frente a este reloj. Promete que serás la reina que este mundo merece".
Hearts se arrodilló frente al Reloj, cerrando los ojos mientras colocaba ambas manos sobre él. "Prometo que gobernaré con justicia y equilibrio. Prometo no ceder al caos ni al poder desmedido. Prometo que este reino será un reflejo de lo que puede ser, no de lo que fue".
Cuando terminó, una onda de energía emanó del reloj, extendiéndose por todo el País de las Maravillas. Era como si el mundo aceptara su promesa, como si cada rincón reconociera a su nueva reina.
Un Nuevo Camino
Después de un largo silencio, Hearts se puso de pie y miró a Diaval. "Y tú, ¿qué harás ahora? Ya no estás atado a este reino ni a mí. Eres libre".
Diaval se acercó, con una sonrisa irónica. "¿Libre? ¿De ti? No estoy seguro de querer eso".
Ella arqueó una ceja, pero había una leve sonrisa en sus labios. "¿Eso significa que te quedarás?"
"Significa que dondequiera que vayas, yo estaré contigo," respondió él. "Aunque sólo sea para asegurarme de que no vuelvas a meterte en problemas... o tal vez para meterme en ellos contigo".
Hearts dejó escapar una risa, algo que rara vez hacía. "Entonces, supongo que el País de las Maravillas tendrá que acostumbrarse a tener no sólo una Reina del Caos, sino también un Caballero Oscuro".
Diaval inclinó ligeramente la cabeza. "A su servicio, Su Majestad".
Una Reina y un Caballero
En los días que siguieron, Hearts y Diaval trabajaron juntos para reconstruir el País de las Maravillas. Ella, como una líder que aprendía a ser más que una sombra de su madre; él, como un guardián siempre leal pero con una lengua afilada y un humor oscuro que aliviaba las tensiones.
El País de las Maravillas renacía, pero Hearts sabía que el equilibrio era algo frágil. Siempre habría amenazas, siempre habría desafíos. Pero ahora tenía algo que nunca había tenido antes: un propósito, una esperanza, y alguien a su lado en quien podía confiar.
Y mientras el sol se alzaba sobre un reino en paz, Hearts de Grims y Diaval caminaban juntos hacia el horizonte, listos para enfrentar lo que el destino les deparara.
El País de las Maravillas tenía una nueva reina, y el caos, por primera vez, era un aliado del equilibrio.
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