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El Palacio de Corazones se alzaba como un monolito imponente en el horizonte, su arquitectura reflejando la extravagancia y la crueldad de su dueña. Las torres, hechas de cristal rojo, parecían sangrar bajo la luz opaca del cielo. Alrededor, las criaturas del País de las Maravillas que aún eran leales a la Reina Roja patrullaban con miradas vigilantes.

Hearts y Diaval avanzaban en silencio, ocultos por las sombras que parecían conspirar a su favor. El reloj que colgaba del cuello de Hearts latía con un ritmo constante, como un corazón vivo. Su peso no sólo era físico; era el recordatorio de que el equilibrio de dos mundos dependía de lo que estaba a punto de suceder.

"Una vez dentro, no habrá marcha atrás," dijo Diaval, su tono bajo pero firme.

"Lo sé," respondió Hearts, ajustando el cuchillo escondido en su bota. "No necesito un camino de vuelta. Esto termina aquí".

El Enfrentamiento en el Salón de los Espejos
Lograron infiltrarse en el palacio sin ser detectados hasta llegar al Salón de los Espejos, un lugar que Hearts recordaba con amargura. Allí, su madre solía obligarla a observar su reflejo mientras la instruía sobre cómo ser "perfecta", cómo ser una digna heredera del trono.

"Siempre supe que volverías aquí, hija mía," dijo una voz detrás de ellos.

La Reina Roja emergió de las sombras, su figura tan imponente como siempre. Su vestido de terciopelo rojo parecía una extensión del propio palacio, y su mirada era una mezcla de orgullo y desprecio. A su lado, el Conejo Blanco permanecía en silencio, sus ojos evitaban los de Hearts.

"Madre," dijo Hearts, enderezándose. "Sabes por qué estoy aquí".

"Sí, y también sé que fracasarás," respondió la Reina Roja con una sonrisa cruel. "Eres fuerte, pero sigues siendo una niña jugando con el fuego de los adultos. Este mundo me pertenece, y tú nunca podrás quitármelo".

"Este mundo no te pertenece. Nunca lo hizo," dijo Hearts, dando un paso adelante. "Y ahora, pagarás por todo lo que has destruido".

La Reina Roja chasqueó los dedos, y los espejos alrededor de la sala comenzaron a brillar. De sus superficies surgieron figuras: reflejos distorsionados de Hearts y Diaval, réplicas grotescas que atacaron sin piedad.

La Lucha por el Equilibrio
Diaval se enfrentó a su propio reflejo, una versión sombría de sí mismo con ojos que ardían en llamas negras. Mientras combatía, su agilidad y destreza con la daga lo mantenían un paso adelante, pero la criatura parecía anticipar cada movimiento.

"¡Hearts!" gritó mientras esquivaba un ataque.

Hearts, por su parte, luchaba contra dos versiones de sí misma, cada una una representación de los extremos de su identidad: una inocente y temerosa, y otra completamente consumida por la oscuridad. Ambas le hablaban mientras atacaban.

"Sabes que eres como tu madre," decía la versión oscura. "El reloj no te salvará. Sólo el poder lo hará".

"Siempre has querido ser libre," decía la versión inocente. "Pero el precio de esa libertad es demasiado alto".

"¡Cállense!" gritó Hearts, desatando una explosión de energía que destrozó a ambas réplicas.

En ese instante, el reloj en su cuello brilló intensamente, proyectando una luz que deshizo las ilusiones. Los reflejos se desvanecieron, dejando solo a la Reina Roja y el Conejo Blanco.

El Momento Decisivo
La Reina Roja alzó una mano, invocando una tormenta de espinas rojas que se dirigió hacia Hearts. Diaval, aunque herido, se interpuso, bloqueando el ataque con su propia magia.

"¡No puedes protegerla para siempre!" gritó la Reina, lanzando otra ráfaga de magia.

Hearts corrió hacia ella, esquivando los ataques con una precisión letal. En su mano brillaba una daga roja como la sangre.

"Este es el fin, madre," dijo mientras se lanzaba hacia ella.

La Reina Roja intentó defenderse, pero el poder del reloj la debilitaba. Con un grito, Hearts hundió la daga en el pecho de su madre.

La Reina Roja cayó al suelo, su expresión de sorpresa reemplazada por una risa suave y amarga. "Eres más como yo de lo que crees," murmuró antes de exhalar su último aliento.

El Fin del Reinado
Con la muerte de la Reina Roja, el palacio comenzó a desmoronarse. Las paredes se resquebrajaban, y los espejos estallaban en fragmentos que se desvanecían en el aire.

"¡Tenemos que irnos!" gritó Diaval, tomando la mano de Hearts mientras corrían hacia la salida.

A medida que escapaban, el reloj brilló una última vez, enviando una onda de energía que barrió el País de las Maravillas. El cielo gris comenzó a aclararse, y el paisaje marchito dio señales de vida.

Una Nueva Era
Cuando finalmente estuvieron a salvo, Hearts se volvió hacia Diaval, el reloj todavía colgando de su cuello.

"Lo logramos," dijo, su voz llena de incredulidad.

"Sí," respondió él, mirándola con algo más que alivio en sus ojos. "Pero el equilibrio aún depende de ti, Hearts. ¿Qué harás ahora?"

Hearts miró el horizonte, donde el País de las Maravillas comenzaba a sanar. "Primero, restauraré el equilibrio. Y luego... veremos qué clase de reina puedo ser, una que no repita los errores del pasado".

Diaval sonrió, apoyando una mano en su hombro. "Entonces, ¿qué sigue, Reina del Caos?"

Hearts miró hacia adelante, una chispa de determinación en sus ojos. "Lo que sigue, Diaval, es algo completamente nuevo".

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