03

Los bosques de Sombradanza eran un laberinto de árboles retorcidos, donde las sombras parecían susurrar secretos y el aire olía a té derramado y locura. Heart y Diaval avanzaban con cautela, cada uno alerta a los peligros que podrían acechar en cualquier rincón. El destino de ambos era la casa del Sombrerero Loco, un lugar donde la lógica y la cordura eran apenas recuerdos lejanos.

—¿Estás segura de que confiar en él es una buena idea? —preguntó Diaval, su voz baja pero firme. Su mano descansaba sobre la empuñadura de su espada, lista para cualquier eventualidad.

—No confío en nadie, Diaval, ni siquiera en ti— respondió Heart sin apartar la vista del camino— Pero si alguien sabe cómo llegar a Infratierra, es el Sombrerero. Su sombrero es el portal más antiguo que conecta nuestros mundos.

Cuando finalmente llegaron, la casa del Sombrerero se alzaba ante ellos como una torre torcida, construida con fragmentos de tazas, platos y madera carcomida. Todo parecía estar al borde del colapso, pero a la vez, había un orden extraño en el caos. Una nube de vapor salía por la chimenea, llevándose consigo el aroma de hojas de té y magia.

—Bienvenidos a mi humilde morada —dijo una voz desde la puerta abierta. El Sombrerero Loco estaba allí, vestido con un abrigo de terciopelo verde y un sombrero que parecía cambiar de forma cada vez que lo miraban. Su sonrisa era amplia, demasiado amplia, y sus ojos brillaban con una mezcla de ingenio y locura.

—Sombrerero— dijo Heart, avanzando sin titubear— Sabes por qué estamos aquí.

El Sombrerero inclinó la cabeza, como si estuviera considerando su respuesta— Oh, querida Heart de Grims, siempre tan directa. Sí, sé por qué has venido. Pero dime, ¿qué estás dispuesta a ofrecer a cambio?

Heart estrechó los ojos.

—Sabes que si quisieras tu corazón, ya lo tendría. No estoy aquí para jugar, Sombrerero. El equilibrio entre los mundos está en peligro. Necesitamos tu sombrero.

El Sombrerero rió, un sonido que resonó como campanas rotas— Ah, el sombrero. Siempre el sombrero. Pero los portales no se abren sin un precio. ¿Estás segura de que estás lista para lo que encontrarás al otro lado?

Diaval dio un paso adelante— No tenemos tiempo para tus juegos. Dinos qué necesitas y lo tendrás.

El Sombrerero miró a Diaval con curiosidad. "Ah, el Caballero Negro. Tienes fuego en los ojos. Muy bien, te lo diré. Necesito algo que solo tú, Hearts, puedes darme: un recuerdo. Uno que atesores tanto que perderlo sería como perder una parte de ti".

Heart se tensó. "¿Por qué?"

"Porque los recuerdos son la moneda de la magia", respondió el Sombrerero, con un destello de seriedad en su mirada. "Y porque, querida, sin sacrificio, no hay viaje".

Después de un momento de silencio, Heart asintió. Cerró los ojos y extendió una mano hacia el Sombrerero. "Tómalo".

El Sombrerero se inclinó, tocando su frente con un dedo. Heart sintió un tirón en su mente, como si algo se desvaneciera, dejando un vacío detrás. Cuando abrió los ojos, no recordaba cuál era el precio que había pagado, pero sabía que algo importante se había ido.

El Sombrerero tomó el recuerdo del único momento en que Heart había sentido algo parecido al amor: el día en que Lorian, su mentor, le regaló una pequeña rosa blanca hecha de papel. Fue un momento insignificante para cualquiera que lo viera desde fuera, pero para Hearts, significó todo.

Era una tarde tranquila en los jardines del palacio. Lorian, siempre atento a las cargas que pesaban sobre ella, había creado la rosa con sus propias manos mientras entrenaban. Se la entregó con una sonrisa suave y le dijo: "No todo en tu vida tiene que ser sangre y espinas, Heart. Hay belleza incluso en lo más simple. Nunca lo olvides".

Heart había guardado aquella rosa durante años, oculta en un rincón de su habitación, como un recordatorio de que no todo en su mundo era oscuridad. Aunque nunca habló de ese recuerdo, era uno de los pocos que le traía consuelo en sus noches más solitarias.

Cuando el Sombrerero tomó ese recuerdo, Heart sintió que algo importante se le escapaba, pero no sabía qué. No podía recordar a quién pertenecía la voz que resonaba en su mente ni por qué la imagen de una rosa blanca hecha de papel le causaba un vacío tan profundo.

"Curioso", murmuró el Sombrerero al guardar el recuerdo en una de sus innumerables cajas. "No era lo que esperaba de alguien como tú, Heart. Pero supongo que incluso los corazones más oscuros guardan un destello de luz".

Ahora, mientras caminaba por Infratierra, Heart no entendía por qué un sentimiento de pérdida la perseguía. Pero algo en su interior le decía que ese vacío podría ser tanto su mayor debilidad como la clave para su salvación.

El Sombrerero sonrió satisfecho y se quitó su sombrero. "Muy bien, querida. El portal está listo. Pero recuerda: lo que se pierde en este lado, nunca se recupera al otro".

Colocó el sombrero en el suelo, y este comenzó a girar, más y más rápido, hasta que una luz azul surgió de su interior. El aire se llenó de un viento salvaje, y el portal tomó forma, girando como un remolino de energía.

Heart y Diaval se miraron una última vez antes de saltar juntos al sombrero.

El frío aire de Infratierra los envolvió al salir del portal. Heart y Diaval se detuvieron en la acera de una calle concurrida, observando el caos ordenado del mundo real. Coches veloces pasaban a su lado, luces de neón iluminaban los rostros apurados de los transeúntes, y el murmullo constante de voces humanas llenaba el ambiente.

"No esperaba que este mundo fuera tan... gris", comentó Diaval, con una mezcla de curiosidad y desdén.

"Ni tan ruidoso", agregó Heart, frunciendo el ceño. Sentía que cada sonido se clavaba en sus oídos como agujas. Pero no podía negar que había algo cautivador en este lugar. A pesar de la ausencia de magia, el caos latente era casi como un eco de su hogar.

Un escaparate llamó la atención de Heart: un maniquí vestido con un abrigo rojo intenso y botas negras. Era un atuendo simple, pero práctico. "No podemos caminar por aquí con estas ropas. Llamamos demasiado la atención", señaló.

Diaval miró su armadura oscura y asintió. "Tienes razón. Este mundo no entendería lo que somos. Necesitamos mezclarnos".

Unos minutos después, salieron de una tienda que parecía desbordar de música y risas. Heart llevaba el abrigo rojo que había visto, con pantalones ajustados negros y botas altas. Su cabello pelirrojo, suelto y brillante, contrastaba con el minimalismo del atuendo. Diaval, por su parte, había optado por una chaqueta de cuero negra, camiseta ajustada del mismo color y botas que parecían diseñadas para un cazador urbano.

"Parecemos dos humanos ordinarios", murmuró Heart mientras miraba su reflejo en un cristal.

"Eso es precisamente lo que necesitamos", respondió Diaval. "Aunque no sé si alguien como tú puede pasar por ordinaria".

Heart le lanzó una mirada afilada, pero no respondió.

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La noche cayó rápidamente, y las luces de la ciudad comenzaron a brillar con más fuerza. Heart y Diaval habían llegado a un barrio más oscuro y menos cuidado, donde las reglas parecían tan flexibles como en el País de las Maravillas. La música retumbaba desde un edificio con las ventanas cubiertas, y el aire olía a humo, alcohol y algo indescifrable.

"Es aquí", dijo Heart al detenerse frente a la entrada de un bar que carecía de nombre pero no de presencia.

Adentro, la escena era un caos controlado. La música electrónica envolvía el espacio, y las luces estroboscópicas pintaban los rostros de los asistentes con tonos rojos y púrpuras. En una esquina, Vane estaba sentado en un sofá de cuero desgastado, rodeado por un par de personas que parecían fascinadas con él.

"Ahí está", señaló Diaval, entrecerrando los ojos.

Vane los notó de inmediato y sonrió ampliamente, despidiéndose de sus acompañantes con un gesto. Cuando Heart y Diaval se acercaron, él los recibió con una mueca burlona.

"Mis queridos viajeros del otro lado. Qué honor tenerlos aquí en mi pequeño rincón de locura. Y debo decir, esos atuendos... fascinantes. Casi parecen humanos".

"No estamos aquí para tus bromas, Vane", dijo Heart, cruzándose de brazos. "Sabes por qué estamos aquí".

Vane alzó una ceja. "Ah, sí, el Reloj Sin Tiempo. Siempre tan directos. Pero, ¿por qué habría de ayudarlos?"

"Porque si no lo haces, ambos mundos colapsarán", respondió Diaval, su voz fría.

Vane los observó durante unos segundos, su expresión volviéndose más seria. "De acuerdo, sé dónde está el reloj. O al menos quién sabe cómo encontrarlo: el Coleccionista. Pero él no es alguien que comparta información gratuitamente. Si quieren algo de él, tendrán que demostrar su valía".

Heart apretó los puños. "¿Qué quiere?"

"Una misión, por supuesto", dijo Vane con una sonrisa ladeada. "El Coleccionista guarda muchos secretos, pero también tiene muchos enemigos. Quiere que recuperen algo para él. Un objeto que le fue robado recientemente".

"¿Qué objeto?" preguntó Diaval.

Vane se inclinó hacia ellos, bajando la voz. "Un cristal llamado la Gema del Eco. Está en manos de un grupo que dirige una de las fiestas clandestinas más peligrosas de esta ciudad. Tendrán que infiltrarse, encontrar la gema y traerla de vuelta. Si logran eso, el Coleccionista les dirá dónde está el reloj".

"¿Y si nos negamos?" preguntó Heart, desafiante.

Vane se echó a reír. "Entonces pueden buscar el reloj ustedes mismos. Pero les advierto, este mundo no es amable con los forasteros. Y tampoco lo es el Coleccionista".

Heart intercambió una mirada con Diaval. Sabía que no tenían otra opción. "¿Dónde está esa fiesta?"

Vane sonrió de nuevo. "En un lugar llamado el Nido de Sombras. Es un club subterráneo al otro lado de la ciudad. Pero tengan cuidado, queridos. Las cosas en ese lugar no son lo que parecen. Y recuerden: aquí, incluso ustedes pueden ser vulnerables".

Mientras Vane se reclinaba en su asiento, Heart y Diaval se giraron hacia la salida, preparados para enfrentarse al próximo desafío. El caos de Infratierra apenas estaba comenzando.

El Nido de Sombras estaba oculto en los rincones más oscuros de Infratierra, enterrado bajo un edificio abandonado al que solo unos pocos sabían llegar. Hearts y Diaval caminaron por callejones sinuosos y mal iluminados, siguiendo las instrucciones crípticas de Vane. A medida que se acercaban, la atmósfera cambiaba. El aire era más pesado, casi cargado de una energía vibrante y peligrosa.

"Este lugar no tiene magia, pero la oscuridad aquí tiene su propia vida", murmuró Diaval mientras observaba las sombras que parecían moverse a su alrededor.

"Es perfecto para lo que buscan", respondió Heart, con tono frío pero alerta.

Cuando finalmente llegaron a la entrada, se encontraron con un portón de hierro oxidado, custodiado por dos figuras imponentes. Eran altos, con rostros inexpresivos y ojos que brillaban con un leve resplandor púrpura. No dijeron una palabra, pero extendieron las manos, exigiendo algo.

Heart levantó una ceja. "¿Y ahora qué? ¿Quieren una invitación?"

Diaval sacó un pequeño cristal negro que Vane les había dado antes de salir del bar. "Esto es lo que necesitan", dijo, entregándoselo al guardia.

Los hombres examinaron el cristal, luego asintieron y abrieron el portón con un chirrido ensordecedor. Al otro lado, una escalera descendía a la oscuridad, con luces rojas parpadeando débilmente a lo largo del camino.

"Adelante", dijo uno de los guardias con una voz gutural.

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El Nido de Sombras no era un simple club; era un laberinto de decadencia y peligro. En el nivel superior, una pista de baile ocupaba el centro, con luces estroboscópicas que pintaban patrones caóticos sobre las paredes. Personas de todas las formas y tamaños se movían al ritmo de una música que resonaba como un latido profundo y constante.

Heart y Diaval descendieron al segundo nivel, donde los murmullos y el ruido se reducían a susurros. Aquí era donde los tratos importantes ocurrían: apuestas clandestinas, intercambios de información, y todo tipo de negocios turbios.

"Busquemos la Gema del Eco y salgamos de aquí", dijo Diaval mientras sus ojos analizaban cada rincón en busca de amenazas.

"Tranquilo", respondió Heart, con una leve sonrisa. "Aquí todos tienen algo que esconder. Lo que necesitamos es identificar al jugador con la apuesta más alta. Siempre son los que tienen los objetos importantes".

Mientras avanzaban, sus miradas se encontraron con un grupo sentado alrededor de una mesa en el rincón más oscuro de la sala. Allí, un hombre con un abrigo de terciopelo negro y un bastón decorado con un cráneo de plata hablaba en voz baja, atrayendo la atención de todos a su alrededor.

"Es él", susurró Hearts, segura de su instinto.

Se acercaron con calma, pero con firmeza, haciendo que el grupo levantara la vista. El hombre del bastón los miró con curiosidad, sus ojos brillando con una astucia peligrosa.

"¿Quiénes son ustedes para interrumpir mis negocios?" preguntó, su tono suave pero lleno de amenaza.

"Alguien que está dispuesto a cerrar uno contigo", dijo Hearts, inclinándose hacia él. "Sabemos que tienes la Gema del Eco".

El hombre soltó una carcajada. "¿Y por qué asumiría que dos extraños como ustedes podrían pagar el precio de algo tan valioso?"

"Porque somos mejores que cualquiera en esta sala", intervino Diaval, cruzándose de brazos.

El hombre sonrió, pero sus ojos se endurecieron. "Muy bien, si quieren la gema, tendrán que demostrarlo. Participen en la partida de abajo. Gánenla, y la gema será suya. Pero si pierden..." Se inclinó hacia ellos. "Espero que tengan algo igual de valioso para apostar".

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La tercera planta del Nido de Sombras era un lugar reservado para los juegos de vida o muerte. El centro de la sala estaba ocupado por una mesa redonda iluminada por una luz tenue, donde los jugadores apostaban no solo dinero, sino secretos, recuerdos, e incluso partes de su esencia.

Hearts y Diaval tomaron asiento, con la atención de toda la sala sobre ellos. La apuesta inicial era alta: fragmentos de recuerdos oscuros. Los jugadores depositaban pequeños cristales en el centro de la mesa, cada uno brillando con la intensidad de los secretos que contenían.

La partida comenzó, y Hearts demostró rápidamente que no solo era letal con las dagas, sino también con su mente. Su mirada fría y calculadora intimidaba a los demás jugadores, mientras Diaval complementaba sus estrategias con movimientos inesperados.

"Son mejores de lo que esperaba", murmuró el hombre del bastón, observando desde la distancia.

Cuando la última ronda llegó, Hearts apostó su daga favorita, un objeto que contenía una pequeña fracción de la magia oscura del País de las Maravillas. Fue una jugada arriesgada, pero su confianza era inquebrantable.

La victoria fue suya.

El hombre del bastón se acercó, aplaudiendo lentamente. "Impresionante. Cumplieron con su parte, así que yo cumpliré con la mía".

Sacó un pequeño cofre negro y lo abrió. Dentro, la Gema del Eco brillaba con una luz púrpura intensa, como si estuviera viva. La entregó a Hearts, quien la tomó con firmeza.

"El Coleccionista estará satisfecho", dijo el hombre.

"Esperemos que sí", respondió Hearts, mientras guardaba la gema. "Porque no pienso jugar más juegos de los necesarios".

Diaval asintió, y ambos se dirigieron hacia la salida del Nido de Sombras. La misión había sido un éxito, pero sabían que el verdadero desafío apenas estaba comenzando.

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