01

El amanecer teñía el cielo de un rojo ominoso sobre el Castillo de Corazones, una imponente fortaleza de torres afiladas y muros que parecían pulsar como si fueran de carne viva. El estandarte de la Reina de Corazones ondeaba en lo alto, un símbolo de poder absoluto que gobernaba sin clemencia el País de las Maravillas. Dentro del castillo, el ambiente era opresivo, cargado de temor y sumisión. La corte, formada por nobles de rostros pálidos y manos temblorosas, observaba en silencio la escena que se desarrollaba en el Salón Escarlata.

En el centro de la sala, una figura permanecía arrodillada, encadenada con grilletes de hierro oscuro. Su rostro reflejaba un terror palpable mientras alzaba la vista hacia la joven que se alzaba sobre él. Heart de Grims, la hija de la Reina, lucía un vestido rojo profundo, casi como si estuviera teñido en sangre fresca. Sus ojos verdes, fríos como el acero, parecían perforar el alma del traidor.

--Has traicionado a mi madre --declaró con una voz que era tan dulce como venenosa. Su tono no mostraba ni una pizca de misericordia-- Y en este reino, la traición tiene un precio.

El traidor intentó balbucear una súplica, pero Heart no lo dejó terminar. En su mano derecha brillaba un puñal intrincado, con una empuñadura en forma de corazón retorcido. Con una precisión casi artística, ella se inclinó hacia él, su mirada fija en la tarea. La sala se llenó con un grito desgarrador cuando el filo se hundió en su pecho.

Unos instantes después, el silencio absoluto cayó sobre la corte. Heart alzó el corazón aún palpitante, teñido de escarlata y reflejando la luz de los candelabros. Sus labios se curvaron en una sonrisa que heló la sangre de los presentes.

--Un trofeo digno de mi colección --murmuró mientras el corazón comenzaba a cristalizarse en sus manos, transformándose en una joya que relucía con una intensidad casi sobrenatural. Era una prueba más de su dominio sobre la vida y la muerte, un recordatorio de lo que ocurría con aquellos que osaban desafiar la monarquía de los Corazones.

Heart  se giró hacia la Reina, que observaba desde su trono, su rostro carente de emoción pero sus ojos brillando con satisfacción--¿Te satisface, madre? --preguntó Heart, inclinándose ligeramente, aunque su tono denotaba más orgullo que sumisión.

La Reina de Corazones asintió lentamente-- La lección ha sido dada. Asegúrate de que todos la recuerden.

Heart guardó la gema en un pequeño estuche que colgaba de su cinturón, junto a otros corazones cristalizados. Sin decir una palabra más, abandonó el salón, dejando tras de sí un rastro de sangre seca y miedo.

El castillo volvió a sumirse en su habitual silencio, pero el mensaje había quedado claro: en este reino, el poder no se discutía, y los corazones siempre serían un recordatorio eterno de ello.

Heart de Grims salió del Salón Escarlata con pasos firmes, su capa roja ondeando tras ella como una llama en el aire pesado del castillo. Aunque el rostro de la joven permanecía sereno, sus pensamientos eran un torbellino. La emoción de tomar un corazón, ese instante de poder absoluto, siempre le dejaba una mezcla de euforia y vacío. Pero sabía que no tenía tiempo para reflexionar. Había algo más que atender, algo que pesaba más que el acto de castigar a un traidor.

Al atravesar los pasillos oscuros, decorados con tapices que narraban las sangrientas victorias de su linaje, se dirigió hacia una de las torres más altas del castillo. Allí se encontraba su santuario personal, un espacio que nadie más tenía permitido cruzar. La puerta de hierro forjado se abrió con un crujido bajo el toque de Hearts.

El interior de la habitación era tan macabro como hermoso. Las paredes estaban cubiertas por vitrinas llenas de corazones cristalizados, cada uno brillando con un matiz único que parecía reflejar las emociones que alguna vez habían habitado en ellos. Rabia, miedo, amor, desesperación. Cada corazón era una historia y, al mismo tiempo, una advertencia.

Heart se acercó a un pedestal en el centro de la habitación. Sobre él reposaba un mapa del País de las Maravillas, pero este no era un mapa cualquiera. Los caminos se movían, las fronteras cambiaban, y las figuras de los habitantes aparecían y desaparecían como piezas en un tablero de ajedrez. Sus ojos verdes se clavaron en un punto en particular: Infratierra.

Había recibido un mensaje críptico esa mañana, entregado por un cuervo negro que no era otro que Diaval, el Caballero Negro y su prometido. "Reúnete conmigo en el Puente de Sombras al anochecer. Es urgente." Las palabras aún resonaban en su mente. Heart no era alguien que se dejara intimidar fácilmente, pero conocía a Diaval lo suficiente como para saber que si él decía que algo era urgente, debía tomarlo en serio.

Tras guardar el mapa en un tubo de cuero y ajustarlo a su cinturón junto con sus otras herramientas, Heart se dirigió hacia las caballerizas. Allí la esperaba su corcel negro, Nightmare, una criatura que parecía esculpida de pura sombra. Montó con agilidad y, con un ligero chasquido de las riendas, salió galopando a través de los portones del castillo, dejando atrás la seguridad de su hogar.

El viento helado de la tarde golpeaba su rostro mientras cruzaba los caminos tortuosos del País de las Maravillas. Las criaturas del bosque se apartaban a su paso, sabiendo que no era prudente cruzarse en el camino de la hija de la Reina de Corazones.

Al llegar al Puente de Sombras, un lugar envuelto en penumbra perpetua, Diaval ya la esperaba. Apoyado contra uno de los arcos de piedra, lucía tan sombrío como el paisaje. Vestido completamente de negro, con su capa ondeando al ritmo de la brisa, su figura emanaba una calma inquietante.

——¿Qué es tan importante que me sacaste del castillo? ——preguntó Heart mientras desmontaba.

Diaval le dedicó una media sonrisa que no alcanzó sus ojos—— El Reloj Sin Tiempo. Ha desaparecido.

El corazón de Heart dio un vuelco—— ¿Qué? Eso es imposible. Nadie puede tocar el reloj sin alterar el equilibrio del País de las Maravillas y Infratierra.

—Y, sin embargo, alguien lo ha hecho ——Diaval se acercó a ella, sus ojos oscuros clavados en los de Heart—— Si no lo recuperamos pronto, ambos mundos se desmoronarán. Y no me digas que no te importa, porque lo que venga después será peor que la muerte misma.

Heart apretó los puños, su mente ya calculando los posibles sospechosos, los lugares donde buscar, las estrategias que necesitaría—— Entonces no tenemos tiempo que perder. Dime lo que sabes, Diaval, y vamos a cazar.

Heart relajó apenas los hombros, su mirada fija en Diaval como si pudiera desentrañar cada secreto oculto tras esos ojos oscuros. Diaval sonrió de lado, un gesto que era mitad diversión y mitad desafío.

—La última vez que el reloj estuvo visible fue en el jardín del Palacio de Cristal —dijo Diaval mientras ajustaba su capa negra, el borde ondeando ligeramente con un viento inexistente—. Pero no apareció solo. Alguien abrió un portal hacia Infratierra, y la Rosa de Dualidad reaccionó antes de que pudiéramos intervenir.

Heart chasqueó la lengua, los engranajes de su mente girando más rápido de lo que permitiría su orgullo.

—¿Y la reina? ¿Por qué no nos lo dijo antes? —preguntó mientras caminaba hacia los establos donde les esperaban los predadores oscuros, criaturas a medio camino entre bestias y sombras, perfectas para la cacería en los límites del País de las Maravillas.

—Tal vez porque no sabe en quién confiar —contestó Diaval, siguiéndola con pasos calculados, sus botas resonando contra el suelo de mármol ennegrecido—. O porque sabe algo que nosotros no.

Heart detuvo su avance, volviéndose hacia él con una sonrisa afilada como un filo recién forjado.

—Entonces tendremos que demostrarle que somos sus mejores opciones.

Diaval inclinó la cabeza, un destello de admiración cruzando por su rostro antes de desaparecer.

Ya montados en las bestias, el paisaje comenzó a cambiar rápidamente mientras cruzaban los bosques de Espinas Eternas. El sonido de sus monturas resonaba entre los árboles torcidos, y la tensión entre ellos se manifestaba en el silencio interrumpido solo por el ulular del viento.

—Si el Reloj Sin Tiempo no vuelve a la Rosa, el equilibrio entre los mundos se romperá. ¿Eso lo entiendes, verdad? —preguntó Diaval, rompiendo finalmente el silencio.

—No necesito que me expliques lo que ya sé —replicó Heart, aunque su tono no era tan afilado como pretendía—. Sin embargo, lo que quiero saber es a quién le beneficiaría semejante caos.

Diaval ladeó la cabeza, los mechones oscuros de su cabello rozándole el rostro.

—La lista de enemigos de tu madre no es corta. Y algunos no solo quieren caos; quieren el control absoluto.

La palabra "control" hizo que Hearts apretara las riendas con fuerza, los guantes de cuero crujiendo. Antes de que pudiera responder, un sonido grave y melódico se expandió por el aire, haciendo que ambos tirarán de las monturas para detenerlas.

—Las campanas del palacio —murmuró Heart, girando la cabeza hacia el horizonte donde el castillo gótico de su madre se erguía imponente.

Diaval dejó escapar un suspiro apenas audible, casi como si anticipara lo que vendría.

—Supongo que la Reina Roja nos espera —dijo con un tono casi burlón—. Será mejor que no la hagamos esperar demasiado.

Hearts no respondió, pero sus ojos destellaron con una mezcla de determinación y desconfianza mientras tiraba de las riendas de su montura, iniciando el camino de regreso al palacio. Allí los aguardaba la Reina Roja, y con ella, las respuestas... o tal vez más preguntas.

El camino al palacio se cubrió de un silencio tenso, roto solo por el sonido rítmico de los cascos de sus monturas. Hearts mantenía la mirada fija en el castillo que se alzaba a lo lejos, las agujas de sus torres perdiéndose en el cielo grisáceo. Las campanas seguían resonando, cada tañido recordándole que el tiempo apremiaba.

Al llegar al patio principal, las puertas negras del palacio se abrieron sin necesidad de que nadie las empujara. Una corriente de aire frío salió al encuentro de Heart y Diaval, como si la misma estructura respirara.

—Siempre tan teatral —murmuró Diaval, desmontando de su criatura con un movimiento ágil.

Hearts no comentó, pero una sonrisa irónica curvó sus labios mientras bajaba de su montura y ajustaba su capa roja. Los dos caminaron juntos hacia el interior del salón principal, donde la Reina Roja los esperaba sentada en su trono de espinas y cristal.

La luz que entraba por los vitrales teñía el ambiente con tonos carmesí y dorados. La reina, imponente en su vestido negro con detalles en rojo sangre, sostenía un cetro coronado con una réplica de la Rosa de Dualidad. Sus ojos, afilados y llenos de juicio, se posaron primero en Diaval y luego en Heart.

—Habéis tardado más de lo que esperaba —dijo la reina, su voz resonando en el salón como una advertencia.

—Estábamos asegurándonos de que nuestra información fuera precisa antes de presentarnos —respondió Diaval, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto respetuoso, aunque su tono tenía un matiz de sarcasmo que no pasó desapercibido.

Heart avanzó un paso, enfrentando la mirada de su madre.

—Las campanas no tocan por cortesía. Si nos has llamado, es porque tienes algo importante que decir. Así que dilo, y ahórranos las formalidades.

La Reina Roja entrecerró los ojos, pero una ligera sonrisa curvó sus labios, como si apreciara la audacia de su hija.

—Muy bien. La misión es simple en apariencia, pero compleja en ejecución. Alguien en Infratierra posee el Reloj Sin Tiempo, y ese alguien tiene aliados tanto en nuestro mundo como en el suyo.

Heart frunció el ceño.

—¿Quién?

La reina hizo un gesto con la mano, y una figura encapuchada salió de las sombras, colocando un mapa sobre una mesa cercana.

—Esa es vuestra tarea: averiguarlo. Pero os advierto, el tiempo corre en vuestra contra. La Rosa de Dualidad ya muestra signos de marchitarse. Si no restauran el reloj pronto, ambos mundos colapsarán, y con ellos, todo lo que conocemos.

Diaval se acercó al mapa, examinándolo con atención.

—¿Alguna pista de por dónde empezar?

La Reina Roja se levantó, su figura irradiando poder.

—Infratierra es un caos en sí misma. Hay rumores de un gremio de mercenarios que ha estado moviéndose cerca de un lugar llamado el Mercado de Sombras. Allí encontraréis vuestro primer rastro. Pero recordad, cada paso que deis será vigilado, y no todos los que encontraréis serán vuestros enemigos... algunos serán peores.

Heart asintió, su determinación creciendo con cada palabra.

—No fallaremos.

La reina la miró fijamente, sus ojos brillando con algo que podría haber sido orgullo, o tal vez una advertencia velada.

—Espero que no, hija mía. Porque si lo hacéis, no habrá redención para ninguno de nosotros.

Diaval levantó la vista del mapa y le dirigió una mirada significativa a Heart.

—Parece que será un viaje interesante.

Heart se giró hacia la salida, con el mapa ya grabado en su mente y su misión clara.

—Entonces no perdamos más tiempo. El caos no esperará por nadie.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top