Prólogo.
—Vaya forma de ser un imbécil hasta con las chicas, Kacchan... —susurra Midoriya con dificultad, limpiándose la sangre que salía de sus, ahora, labios rotos.
—¡¿Cómo me llamaste, porquería!? —su grito estremece al que está tendido en el suelo, mirando a los lados por una ayuda. Pero Bakugo se aproxima, lo toma de las mejillas, las pecas deformandose por el fuerte agarre y activa el calor de sus palmas, hasta obligarlo a sacudir las piernas y agarrar la manga de su uniforme en un vano intento de liberación, porque le dolía, le ardía lo que le hacía.
El humo sale de entre los dedos, mientras con lágrimas en los ojos, mira a Bakugo irradiar ira dentro de los suyos. Una ira que no entendía, que no tenía lugar. Era irracional. Porque no hizo nada en realidad. No ayudó apropiadamente a la joven que era atormentada por el trio de tarados que son Bakugo y el otro par de invisibles, solo un grito vergonzoso y miedoso diciendo "detenganse" mientras su corazón iba a mil por hora, porque no es que sea vidente, pero entrometerse en esa situación, era una sentencia más a ser herido.
Aunque ya era una costumbre.
Y por más que quisiera pasar de largo.
No podía hacerlo.
Y se entrometia.
Y lo golpeaban.
Lo herían.
Y si se permite consolar, admite que eso es prácticamente lo que hace un héroe.
Eso lo alegra amargamente.
—¡En tu puta y miserable vida, me vuelves a llamar así, cabrón de mierda! —y lo suelta, fuerte y con empuje, para ocasionarle un golpe en la cabeza con la pared del callejón que los encierra, sin conseguirlo. —No entiendo porque te buscas esto, Deku. Mírate, siempre terminas así, en la mierda. Inútil y débil que no puedes ni pararte, ni proteger a una extra, NADA. ¿Acaso eres masoquista? ¿Hm?
Se acuclilla para verle mejor, ver como aparta la mirada ante su cercanía descarada.
—Responde a mi pregunta, Deku asqueroso. —Palmea la mejilla lastimada, enorgullecido por la expresión lamentablemente de su contrario. —¿O qué, no me digas que estás bravo?
Midoriya se niega a contestar algo tan tonto y sin sentido, pero Bakugo grita esta vez, jalando sus largar hebras verdes hacia arriba con brusquedad.
—¡NO! —adolorido logra decir, las lágrimas picando de nueva cuenta en sus cuencas.
—Pues no parece, Deku. —se levanta, metiendo sus manos en los bolsillos. —Vuelve a entrometerte y te irá peor, basura. ¡Y TÚ! —tuerce los ojos, sabiendo perfectamente que tienen un espectador. —¿QUÉ MIERDA MIRAS!...
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—¿Bakugo...?
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