3. ¿Lo hago o no?◉
Los pensamientos sobre el profesor Snape le hicieron compañía durante los días siguientes. Días en los que Harry seguía sin dirigirle la palabra y Ron oscilaba entre dejarse llevar por la justa ira de Harry y sentir compasión por el alejamiento de Hermione de su pequeño círculo. Ron estaba haciendo lo que mejor sabía hacer. Apoyaba a Harry, le prestaba la atención y la presencia sólida que Harry necesitaba. Sin embargo, a su manera, Ron estaba haciendo todo lo posible para apoyarla también, actuando como un amortiguador entre ella y Harry hasta que pudieran recuperar su amistad en su habitual equilibrio.
Sólo la conexión que le quedaba con Ron evitó que Hermione se hundiera en el lío de llanto en que se había convertido en su tercer año, cuando tanto Harry como Ron la habían excluido de su amistad. Ahora, como entonces, había buscado algo con lo que ocupar su mente. Entonces tenía clases extra e investigaba la defensa de Buckbeak para Hagrid. Ahora tenía a Snape acechándola.
Por supuesto, cuanto más observaba al profesor Snape más se preguntaba si su distanciamiento de Harry merecía la pena. Podía entender la aversión de Harry y Ron hacia el profesor. Era un hombre fácil de ver en tonos de blanco y negro absolutos, una tendencia de visión que el profesor parecía fomentar.
Hermione no era estúpida. Con el conocimiento que poseía sobre las verdaderas lealtades y actividades "extracurriculares" del profesor Snape, no era un gran salto lógico llegar a la conclusión de que gran parte del comportamiento del profesor Snape era una cortina de humo cuidadosamente elaborada y mantenida. Era como un mago muggle que mantenía a todo el mundo centrado en su aspecto exterior y en su personalidad poco simpática, al tiempo que distraía totalmente al observador casual para que no se diera cuenta de la peligrosísima inteligencia que brillaba tras sus ojos.
Le gustaba considerarse algo más que una observadora casual, porque estaba empezando a vislumbrar al hombre que se ocultaba tras el humo, y todo lo que había visto aumentaba su convicción de que el profesor Snape necesitaba a alguien que se pusiera de su lado.
Y sin embargo... y sin embargo, no era un elfo doméstico. No era un medio-Kneazle que necesitaba un hogar. Era un hombre adulto y un mago poderoso y, por sus observaciones, sospechaba que el personaje de "Malvado maestro de Pociones" no estaba tan lejos de la verdad de quién y qué era realmente Severus Snape.
La afirmación de Harry de que Snape no merecía ser defendido era errónea. Ella lo sabía con una profunda certeza. Las dudas de Hermione, sin embargo, se centraban en otra cuestión: ¿era el profesor Snape su responsabilidad? Merecía ser protegido, pero ¿merecía la pena correr el riesgo de perder a sus dos mejores amigos? Ya no era la marginada aislada que había sido en su primer año como nacida de muggles. Tenía otros amigos y conocidos en su propia casa y en Ravenclaw y Hufflepuff. Pero Harry y Ron eran especiales. ¿Eran sus convicciones lo bastante fuertes como para mantenerla cuando Harry se alejaba de ella? Y Ron, ahora mismo estaba haciendo todo lo posible por seguir a su lado, pero ella conocía a Ron. Al final Ron se alejaría y ella se quedaría sola.
Aunque decidiera plantar cara, ¿qué podía hacer? El profesor Snape no apreciaría los botones ni las cuotas del Club Snape. No habría boletines ni discursos apasionados en el Gran Comedor sobre cómo el profesor Snape era en realidad un héroe incomprendido, tipo Heathcliff, que arriesgaba su vida para ayudar a la Orden a derrocar los malvados planes del Señor Tenebroso.
Hermione levantó la vista hacia la Mesa Alta. El profesor Snape volvía a picotear su comida en un malhumorado silencio, un hábito con el que Hermione se había familiarizado mucho. En el tiempo que llevaba observándolo, ni una sola vez lo había visto comer realmente una comida entera. Cuando vio que empezaba a ponerse tenso, desvió la mirada hacia la mesa de Gryffindor. Ron y Harry habían empezado a sentarse a varios asientos de ella, con Dean y Seamus. Estaban riendo y bromeando sobre algo. Seamus parecía intentar echar guisantes en el zumo de calabaza de Ron cada vez que éste apartaba la mirada. Se lo estaban pasando bien.
Hermione suspiró. No podía decir que se lo estuviera pasando bien.
"Yo me replantearía esa decisión, Longbottom".
Al oír esa orden en voz baja, Hermione se congeló momentáneamente, con la mano parcialmente levantada para añadir las semillas de fluxweed a su poción. Un segundo después continuó el movimiento, dejando caer las semillas en un chorro constante en la burbujeante mezcla que tenía ante ella.
Hermione agachó la cabeza y miró hacia el profesor Snape, que miraba con desdicha a Neville. Respiró entrecortadamente cuando reconoció las hojas estrechas y con dientes de sierra que Neville agarraba con los nudillos blancos. Hojas de Fluxweed, no semillas. Oh Neville.
"Longbottom, ¿sabes qué habría pasado si hubieras añadido esas hojas de fluxweed?".
Hermione hizo una mueca de dolor cuando el profesor Snape enfatizó la palabra hojas en una sibilante caricia verbal que le erizó el vello de la nuca. A su lado podía oír el murmullo excitado de los Slytherins al otro lado de la sala, mientras que detrás de ella oía el arrastrar nervioso de los pies de Ron. No necesitaba mirar a su alrededor para saber que los ojos de todos estaban concentrados en el drama que estaba a punto de desarrollarse.
"¿Alguien en esta clase de estudiantes supuestamente superiores académicamente sabe qué le ocurrirá a esta poción en particular si se añaden hojas de fluxweed en esta coyuntura de la elaboración?".
Hermione ladeó la cabeza, con la mente repasando los diversos ingredientes utilizados hasta el momento. Justo cuando llegó al asfódelo soltó un suspiro de sorpresa al darse cuenta, y levantó la cabeza para mirar a Neville, que la miraba aterrorizado. No queriendo abrir la boca y llamar la atención sobre sí misma, Hermione aún se encontraba incapaz de no responder a la pregunta que se le hacía a la clase. Con los ojos aún atrapados en la mirada de pánico de Neville, levantó lentamente la mano.
"Ah, parece que la señorita Granger ha resuelto el problema. Qué típico. Bueno, señorita Granger, aclárenos cuál es el problema en cuestión".
"Gas venenoso, señor. Las hojas de fluxweed se habrían combinado con el asfódelo y las bayas de muérdago para crear un gas venenoso. Toda la clase c", tropezó ligeramente con la palabra antes de continuar, "habría muerto en 30 minutos."
"Muy bien, señorita Granger. Dos puntos para Gryffindor".
Hermione oyó risitas desde el lado Slytherin de la sala ante la generosidad del profesor Snape con los puntos de la casa. Sin embargo, una mirada penetrante del jefe de su casa hizo que incluso ese lado de la sala se callara.
"Un gas venenoso". Miró alrededor de la sala atrapando los ojos de sus alumnos en su mirada feroz. "Un gas venenoso que es incoloro. Un gas que, por suerte, tampoco es inodoro".
Volviéndose hacia Neville, Hermione vio cómo una pequeña sonrisa levantaba una comisura de los labios del profesor Snape. Fue una mirada que envió fríos zarcillos de miedo serpenteando por su espina dorsal, miedo que fue confirmado por las siguientes palabras del profesor. "Suelte las hojas de fluxweed, señor Longbottom".
Neville, que aún temblaba ligeramente por ser el centro de atención de la clase, acercó la mano a la superficie de su mesa de trabajo llena de cicatrices. El profesor lo detuvo antes de que pudiera soltar las hojas. "No, señor Longbottom. Suelte las hojas en su caldero".
Hermione vio a Neville ponerse blanco de terror y oyó a Harry sisear: "Déjelo en paz", desde detrás de ella.
Snape ni siquiera se volvió para mirar a Harry cuando le espetó: "Veinte puntos menos de Gryffindor, Potter, por hablar fuera de turno. Señor Longbottom, le sugiero que suelte esas hojas, ¡YA!".
Neville no podía desobedecer aquel tono en la voz del profesor Snape más de lo que podía volar sin escoba. La mano de Neville se sacudió, sus dedos se abrieron de par en par mientras una docena de hojas de fluxweed ligeramente marchitas caían en el caldero burbujeante y arremolinado.
Los Slytherin, con Malfoy a la cabeza, estaban a medio camino de la puerta del aula antes de que las hojas tocaran la superficie de la poción.
Justo cuando Malfoy estaba alcanzando el gran picaporte de latón de las puertas, el sonido de las cerraduras encajando en su sitio resonó por toda la sala. Alguien cerca de la puerta empezó a gemir mientras el olor de algo dulce y empalagoso empezaba a llenar la habitación.
El profesor Snape por fin había enloquecido. Iba a matarlos a todos.
Ignorando el creciente murmullo de pánico en la puerta del aula, Hermione sacó su varita y giró en su silla para encarar a Harry y Ron. "Usen el Encantamiento Casco-Burbuja".
Hermione dio un respingo cuando una mano pesada le sujetó la mano levantada, deteniendo los movimientos fluidos necesarios para el encantamiento. "Diez puntos menos para Gryffindor, señorita Granger, por interferir en mi lección".
El profesor Snape alzó la voz para cortar el ruido de los demás alumnos mientras sus ojos negros como el carbón barrían la masa de estudiantes reunidos en la puerta del aula. "El primero que utilice el Encantamiento Casco-Burbuja pasará el resto del semestre castigado conmigo".
Empezando a resollar por el dulce aroma que se arremolinaba a su alrededor, Hermione miró sorprendida a sus compañeros. Ninguno levantaba la varita. No podía creer que tuvieran más miedo del profesor Snape que de morir por un gas venenoso.
Girando la mirada de nuevo hacia su profesor, lo miró horrorizada, incluso mientras los vapores invisibles de la poción de Neville convertida en veneno le cubrían la lengua y la parte posterior de la garganta con un sabor y un olor a mil rosas podridas.
Muy despacio, su ceja izquierda se alzó en señal de desafío, retándola a hablar de nuevo.
Neville Longbottom, agotado de su reserva de valor de Gryffindor, aprovechó aquella oportunidad para desmayarse a los pies del profesor Snape. O, según observó una parte ligeramente histérica de la mente de Hermione, podría haber muerto por el gas.
El colapso de Neville llevó a Harry y Ron al límite. Con un gruñido de "¡Bastardo!" Harry intentó lanzarse a través de las mesas de trabajo intermedias a la espalda del profesor Snape, Ron pisándole los talones a su amigo.
Ambos chicos, sin embargo, olvidaron que estaban tratando con un hombre que, aunque tal vez no tan poderoso como Dumbledore, era peligroso de todos modos. Para Hermione, era como contemplar un horrible accidente y no poder hacer nada al respecto, excepto mirar con horrorizada fascinación.
Justo cuando Harry se deslizaba por su mesa de trabajo, el profesor Snape agarro su mano la que sujetaba firmemente y la varita de Hermione. "Funis Subnecto", siseó, mientras forzaba la mano y la varita de Hermione en un corto movimiento hacia delante en forma de S. Ella sintió la oleada de magia del profesor al ser canalizada desde su mano a través de su varita y se horrorizó al sentir su propio poder elevarse en respuesta al de él, uniéndose para lanzar el hechizo que iba dirigido a sus amigos. Ninguno de los dos tuvo la oportunidad de evadirse cuando unas delgadas cuerdas en forma de serpiente salieron disparadas de su varita para envolver a Harry y Ron.
En cuestión de segundos, Harry quedó clavado en la superficie de la mesa de trabajo y las cuerdas se enrollaron en las patas para sujetarlo. Ron cayó de rodillas al suelo junto al escritorio, tan apretado que parecía un capullo de cuerdas.
Hermione volvió a levantar los ojos atónitos y horrorizados para ver una media sonrisa satisfecha en el rostro de su profesor.
"Siempre quise hacer eso", murmuró distraídamente como si hablara más consigo mismo que con ella.
Manteniendo aún la mano aferrada a su varita, el profesor Snape se volvió hacia la aglomerada masa de estudiantes con un murmurado: "Ovejas sin mente."
Hermione estaba segura de haber sido la única en oír el comentario en voz baja. Sin embargo, sus siguientes palabras resonaron por toda la sala. "Señor Bloodsaw."
"¿Señor?" Thomas Bloodsaw, un Ravenclaw de sexto año logró balbucear.
"Dígame, señor Bloodsaw", la conducta y el tono de Snape no diferían de los que emplearía si estuviera haciendo una pregunta durante una de sus clases normales, "¿a qué huele el gas fluxweed?".
Thomas, notó Hermione, tenía una esquina de su túnica escolar presionada sobre la boca y la nariz. Su voz salió amortiguada por la tela. "F-Flores podridas, señor".
"Excelente. Cinco puntos para Ravenclaw".
"Señor Malfoy, ¿olvidará alguna vez este olor?".
"No, señor." La respuesta menos tímida de Malfoy se vio algo estropeada por el ataque de arcadas y tos que le sobrevino al volver a respirar.
"¡Bien! Procure que nunca se te olvide".
Usando de nuevo la varita de Hermione, el profesor Snape entonó "Evanesco" y el contenido del caldero de Neville, así como el gas de olor enfermizo, desaparecieron. Otro movimiento de varita y las puertas del aula se abrieron sobre goznes silenciosos. Sin embargo, ni un solo alumno se movió hacia la puerta.
Ovejas, en efecto, pensó con algo muy cercano al asco.
Snape debió de pensar lo mismo porque ella volvió a oír el leve resoplido de diversión despectiva. "Fuera. Todos fuera. Preséntense a Madam Pomfrey", dijo el profesor Snape mientras volvía a recorrer la clase con su fría mirada. Bruscamente, soltó la mano y la varita de Hermione. "Liberen a sus amigos, despierten a Longbottom y preséntense en la enfermería".
Girando sobre sus talones, retrocedió hacia su despacho dejando a Hermione mirándole atónita.
El tema de conversación en todo el Gran Comedor durante la hora del almuerzo se centró, como era de esperar, en el profesor Snape. La mayoría de las conversaciones susurradas se centraban en si el murciélago negro de Hogwarts se había resquebrajado por fin. Más de un alumno afirmó que desde el principio habían sabido que Snape estaba loco y que intentar matar a su clase de Pociones avanzado de sexto curso era la prueba definitiva.
El escandaloso comportamiento del profesor Snape eclipsó incluso el intento abortado de Ron y Harry de atacar a un profesor. De hecho, eso apenas se mencionó. Un acontecimiento que Hermione, junto con Harry y Ron, todos sintieron como una gran bendición.
De hecho, todo el episodio los había sacudido de tal manera que Harry había olvidado que en ese momento estaba enfadado con Hermione. Por supuesto, el hecho de que el incidente de la mañana pareciera reforzar la convicción de Harry de que Snape no era de fiar podría haber tenido algo que ver con su sonrisa de suficiencia.
"¡Caray! ¿Le has visto los ojos? Se lo estaba pasando en grande. Completamente fuera de sí, estaba", dijo Ron alrededor de un bocado de sándwich de carne asada.
"Incluso se olvidó de castigarnos" añadió Harry. Esta afirmación, aparentemente simple, confirmó al resto de la mesa de Gryffindor que Snape había perdido la cabeza. El Gran Murciélago no perdía ocasión de poner castigos a los Gryffindors.
Todo el incidente no hizo más que confundir a Hermione. Se sentía traicionada. Había intentado matarlos. Seguía sin parecerle real, incluso a ella y eso que había estado allí durante toda la experiencia. El profesor Snape había envenenado a toda su clase. Los rumores corrían por toda la escuela. El hombre que ostentaba el título de "Profesor más aterrador de la historia de Hogwarts" acababa de aumentar su reputación a proporciones casi míticas. Y ella lo había defendido. Había sentido lástima por él. Había empezado a pensar en él como en un elfo doméstico de pelaje negro, crecido e incomprendido que solo necesitaba que alguien lo defendiera.
La muerte le dio un nuevo giro a todo. Y así fue. Se había bajado del carro del profesor Snape-solo-necesita-un-amigo. ¡Incluso había estado dispuesto a matar a sus Slytherins! Ese hombre era una amenaza. Para hacer la experiencia aún más surrealista, el hombre ni siquiera había pestañeado. Ni una sola vez. No dio ninguna señal de estar afectado. Ni un solo temblor, ni un tic nervioso. Ni siquiera había sudado.
Si alguna vez había querido una señal de arriba sobre cómo hacer su elección entre su profesor de pociones y sus amigos, bueno, ciertamente había recibido una. Llamando la atención de Harry, Hermione se armó de valor Gryffindor para comer un poco de cuervo. "Harry, quiero disculparme por lo del otro día. Yo... bueno, tenías razón. No es de fiar".
Su disculpa en voz baja paró en seco a sus dos amigos. Ron incluso se detuvo con el bocadillo a medio camino de la boca. No había duda de la enorme sonrisa que se extendía lentamente por su rostro. Con la disculpa de Hermione, Ron sin duda imaginaba un regreso pacífico a su amistad a tres bandas.
Harry, a su vez, le dedicó una sonrisa. Así de fácil, se había restablecido el equilibrio. O eso creía ella.
Con la amplia sonrisa aún en su sitio, Ron le dio un codazo a Harry. "Sabes, amigo, ahora que Hermione ha visto la verdadera cara de Snape, creo que debería entrar en el redil de los iluminados por todo lo alto". Ron se las arregló para sonar como Percy en su momento más presumido.
Harry sonrió a Ron y luego lanzó una mirada socarrona a Hermione. "Repite después de nosotros", dijo Harry. "Snape."
"Profesor Snape", repitió ella obedientemente.
"Ah, ah, ah", la amonestó Ron. "El profesor Snape no. Snape a secas. Ven a pasear por el lado oscuro, Hermione".
Hermione soltó un bufido suave, bastante poco propio de una dama. "¿El lado oscuro? ¿Qué eres, el Darth Vader pelirrojo?".
Harry se rió ante la mirada confusa de Ron. "No te preocupes por eso Ron, es cosa de muggles". Sin dejar de sonreír, se volvió hacia Hermione. Apoyando los codos en la mesa, se inclinó hacia delante y luego enunció cuidadosamente la palabra: "Snape", asegurándose de sacar el sonido 'p'.
Ella puso los ojos en blanco, pero repitió obedientemente: "Snape".
Ron añadió: "Imbécil grasiento".
"¿Esto es realmente necesario?", preguntó ella.
Ron enarcó ambas cejas y la miró expectante hasta que ella repitió: "Imbécil grasiento".
Harry replicó: "Murciélago negro".
Esto continuó durante un rato con todos los nombres imaginables con los que el alumnado había llamado alguna vez al profesor Snape, hasta que el turno de Ron terminó con "Cabrón de corazón negro."
Incluso cuando las palabras salieron de su boca miró hacia la Mesa Alta sólo para encontrarse con los ojos cerrados del hombre al que acababa de menospreciar. Esperaba que estuviera enfadado, pero parecía inesperadamente tranquilo, con el rostro inexpresivo. Se preguntó cuánto tiempo llevaría observándoles. ¿Se habría dado cuenta de lo que ella había estado diciendo? Ron y Harry estaban de espaldas a él, sólo habría podido verla a ella.
Luego, muy despacio y con gran deliberación, pronunció: "Veinte puntos menos de Gryffindor. Detención. A las siete en punto."
Hermione gimió y dejó caer la cabeza entre las manos, avergonzada.
Volviendo a la sala común de Gryffindor desde la biblioteca, Hermione dejó que las escaleras móviles eligieran su camino. Nunca habían fallado a la hora de llevarla a su destino correcto cuando tenía prisa, así que cuando no tenía prisa no protestaba ni se quejaba cuando las escaleras la llevaban a pasillos extraños o poco transitados. Le gustaba pensar que dejaba que las escaleras se divirtieran. A decir verdad, no le importaba. Al final, acababa donde tenía que ir. Esta noche, dejaría que las escaleras hicieran lo peor. Necesitaba caminar más para calmar sus emociones antes de enfrentarse al profesor Snape esa misma noche.
Detención. Estaba castigada. Estaba castigada por faltar al respeto a un hombre al que había defendido de esa misma falta de respeto durante seis largos años. En algún lugar estaba segura de que las Parcas se reían a sus expensas.
Pero en realidad, no era como si ella hubiera dicho algo que otros cien alumnos a lo largo de los años no hubieran dicho antes. Y se lo merecía. Se lo merecía. Siempre gruñón, mezquino y sin sentido del humor, sin decir nunca nada agradable, sobre todo si resultabas ser un Gryffindor. Estaba bastante segura de que él no consideraba que el día estuviera completo si no había hecho llorar al menos a una Hufflepuff.
El hombre era horrible y cualquier simpatía, cualquier lástima, que ella creía sentir por él se había esfumado. No se sentiría culpable por los insultos que le había dedicado. Infantil, tal vez, pero no culpable.
Miró su reloj de pulsera y se fijó en la hora. Estaba bastante segura de saber en qué pasillo se encontraba. Si estaba en lo cierto, un par de vueltas más adelante la situarían en la intersección donde se encontraban las habitaciones de la profesora McGonagall. Acelerando el paso, se encaminó por el pasillo.
La única advertencia de Hermione de que no estaba sola fue la llamada de "Severus" delante de ella en el habitual tono de voz sin tonterías de la profesora McGonagall. La acústica de los pasillos de piedra hacía cosas muy extrañas a las voces dentro del castillo. Sus profesores podían estar a la vuelta de la esquina o a la vuelta de la esquina. Nunca se podía estar seguro. Así que era lógico, por no decir prudente teniendo en cuenta que el profesor Snape probablemente seguía enfadado con ella, que Hermione decidiera asomarse cautelosamente a la vuelta de la esquina para explorar el terreno, por así decirlo. Una precaución que le vino muy bien, ya que a través de los brazos de una armadura de pie Hermione pudo distinguir claramente las formas tanto del profesor de Pociones como de su Jefe de Casa.
Parecía estar convirtiendo en un hábito el escuchar a escondidas las conversaciones de los demás, primero del director y de la profesora McGonagall, y ahora de los profesores McGonagall y Snape. Sacudiendo la cabeza, consideró brevemente que tal vez era hora de empezar a preocuparse por su comportamiento desviado. Metiéndose un poco más firmemente detrás de la conveniente armadura, decidió que las reformas de los malos hábitos podrían comenzar después de haber oído de qué hablaban sus profesores.
"Severus."
Hermione vio cómo el profesor Snape se detenía al final del pasillo cuando la profesora McGonagall volvió a pronunciar su nombre. Esperaba por completo ver a la jefa de su casa reprendiendo al hombre por lo que había sucedido durante la clase de esa mañana. Hermione esperó con alegría. Que la profesora McGonagall se echara encima del odioso hombre haría maravillas con el persistente sentimiento de culpa de Hermione por haberle faltado al respeto a un profesor.
Se sorprendió, comprensiblemente, por el tono suavemente regañón que adoptó McGonagall al ponerse a la altura del profesor de Pociones. "Severus, ¿cuántas veces te he dicho a lo largo de los años que matar a tus alumnos se considera de mala educación?".
El profesor Snape resopló aunque Hermione pudo ver cómo una comisura de sus labios se curvaba hacia arriba. "La verdad, Minerva, he perdido la cuenta. Y puedes ahorrarte el sermón. El director me ha abofeteado y me ha dado una severa charla. Sin embargo, me gustaría señalar que yo no maté a los pequeños mestizos; simplemente los envenené. Hay una clara diferencia. También me gustaría que tuvieras en cuenta que los envié a Poppy mucho antes de que sufrieran daños permanentes. Creo que eso demostró una notable moderación de mi parte dadas las circunstancias."
Sorprendentemente, McGonagall se echó a reír. Hermione no se lo podía creer. El bastardo de corazón negro había intentado matarlos y la mujer que debería defender a Gryffindor se estaba riendo.
"¿Te importaría aclararme por qué intentaste envenenar a tu clase de Avanzado de sexto año en lugar de limitarte a quitarle numerosos puntos a Gryffindor, como es tu costumbre?". McGonagall arqueó una ceja y añadió socarronamente: "Asumo, por supuesto, que fue un Gryffindor quien te puso en tu camino de destrucción estudiantil."
"Longbottom". Ese solo nombre estaba impregnado de tal aversión y exasperación que incluso desde su posición ventajosa al final del pasillo, Hermione no pudo evitar encogerse de simpatía por Neville.
La profesora de Transfiguración negó con la cabeza, pero Hermione pudo ver la expresión de conmiseración en su rostro, incluso mientras reprendía a su compañero. "Ni siquiera el señor Longbottom es excusa para asesinar".
"Oh, deja de exagerar. Típico de un Gryffindor", resopló. "Era consciente de lo que hacía, como bien sabes. Además, el envenenamiento por hojas de fluxweed es bastante común. Es una de las veinte causas principales de muerte entre los magos, según la Oficina de Accidentes Mágicos. Te aseguro que después de la demostración de hoy, nadie de esa clase se matará jamás por el error de las semillas de fluxweed contra las hojas. Nunca olvidarán el olor del gas fluxweed".
"Sea como fuere, Severus, te alegraste demasiado de la situación. Sabes que lo hiciste".
El profesor inclinó ligeramente la cabeza en una reverencia burlona, aunque sus palabras contenían una nota de suave burla. "¿Me quitarías una de las pocas fuentes de alegría de mi, por lo demás, miserable existencia?".
McGonagall emitió un cacareo en el fondo de la garganta. "Sí, lo haría. Y hablando de alegría, ataste al señor Potter a su escritorio".
"Ah, la verdadera razón de tu pique sale a la luz. A ti no te importa que yo haya intentado matar a mi clase, sino que he herido el ego del joven Sr. Potter. El chico trató de atacarme. Estaba en mi derecho de someterlo. Incluso lo hice con suavidad".
"Te atacó porque estabas envenenando a todo el mundo".
Snape agitó una mano de finas espinas en un gesto despectivo. "Fue por su propio bien. Un poco de envenenamiento forja el carácter". Bruscamente, Snape suspiró y la leve sonrisa que había lucido durante el intercambio se desvaneció en su habitual ceño fruncido. "Ahora, si me disculpas, debo irme".
La profesora McGonagall alargó una mano y le tocó ligeramente el brazo, impidiéndole moverse. "Siempre haces lo mismo".
"Me has perdido, Minerva. ¿Que siempre hago qué?".
Hermione pensó que la profesora McGonagall parecía triste cuando contestó. "Siempre te apartas o te vuelves hacia un lado. Severus, ¿estás bien?".
El ceño fruncido en su rostro se acentuó, pero su tono seguía siendo civilizado al contestar. "Estoy bien."
"¿Estás seguro?"
"Minerva."
"Perdóname, Severus. A veces se me olvida, ya sabes".
"¿Olvidar qué?"
"Que eres un amigo. Y no me gruñas. Te conozco de casi toda la vida y me considero tu amiga. Es una prueba de lo bien que interpretas tu papel que a veces lo olvide. Estoy preocupada por ti".
Los hombros que se habían tensado al oír sus primeras palabras se relajaron lentamente. "Tu preocupación es... apreciada, pero innecesaria. Estoy bien y soy más que capaz de cuidar de mí mismo".
Incluso Hermione pudo darse cuenta de que la profesora McGonagall no le creía, sin embargo dejó pasar la mentira. "Muy bien, Severus. ¿Me acompañas al menos a tomar una taza de té?".
"Me gustaría; sin embargo, estoy en camino para supervisar una detención de uno de tus Gryffindors".
"¿Uno de los míos? ¿Cuál de ellos?"
"Hermione Granger."
"¿La señorita Granger? Eso es difícil de creer, Severus. Siempre me ha parecido una estudiante modelo. ¿Qué habrá hecho?"
"Digamos que finalmente cedió a la presión de sus amigos en lo que respecta a mi carácter". Con una leve sonrisa burlona, añadió: "Me sorprende bastante que haya tardado seis años en caer bajo la influencia de Potter y Weasley. Ahora, si me disculpas, debo bajar a mi clase antes de que llegue la señorita Granger."
La profesora McGonagall permaneció en el pasillo mirando fijamente al maestro de Pociones durante unos minutos, con el rostro grave. A Hermione no le costó leer la preocupación que había allí.
Ahora Hermione se sentía culpable.
El profesor Snape era un completo cabrón, pero lo había hecho por el beneficio final de ellos. Bueno, el beneficio de ellos y su diversión, pero aun así, mayormente el beneficio de ellos.
En momentos como éste deseaba ser de las que dicen palabrotas. Como en su primera incursión a escondidas, Hermione estaba ahora completamente confundida. Cada vez que se relacionaba con el profesor Snape, salía con una visión diferente del hombre. Empezaba a sentirse como una especie de yo-yo humano.
¿Y eso dónde la dejaba? Hermione lanzó un suspiro. Sabía exactamente dónde la dejaba eso: justo de vuelta en el vagón del profesor Snape del que se había bajado hacía poco, simplemente porque era obvio que nadie iba a mirar por él. La profesora McGonagall era comprensiva, pero en última instancia se había mantenido al margen y parecía preocupada. De hecho, parecía que el hombre disuadía activamente a la gente de que le defendieran.
Si podía tejer cien sombreros para elfos que no los querían, sin duda podía tomar la bandera del profesor Snape, un hombre que con toda seguridad no le agradecería sus esfuerzos. Y en cuanto a Harry y Ron, bueno, iba a tener que mantener sus sentimientos en secreto. Sólo esperaba no acabar arrepintiéndose.
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