...𝐈𝐟 𝐲𝐨𝐮 𝐰𝐚𝐧𝐭 𝐥𝐨𝐯𝐞, 𝐲𝐨𝐮 𝐠𝐨𝐧' 𝐡𝐚𝐯𝐞 𝐭𝐨 𝐠𝐨 𝐭𝐡𝐫𝐨𝐮𝐠𝐡 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐚𝐢𝐧.


°.*✧ 𝕻𝖗ó𝖑𝖔𝖌𝖔:      

𝘗𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘣𝘳𝘦.

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El Valle, California. 15 de noviembre de 2011.

Desde que los primeros rayos de luz se asomaron por el horizonte, se sentía que hoy sería un día extraño. Había una calma palpable y para ser noviembre hacía poco frío, el viento solo se encargaba de botar las últimas hojas de los árboles antes de que el otoño acabara. En Encino se seguía la típica actividad de un martes en la mañana; padres de camino a sus trabajos, hijos preparándose para la escuela, la perfecta fachada de las familias adineradas del Valle.

Pero la familia McGowen-Pierce parecía ser la excepción a la regla, o al menos de eso se encargaba la única hija del matrimonio. Marlene para ser solo una niña era un torbellino de energía y preguntas por contestar, se pasaba gran parte del día siguiendo a su madre para entrenar karate, cuestionando y queriendo saber el origen de todo lo que aprendía, y escuchando cada historia que el señor Miyagi le contaba, incluso si no entendía por completo todos los detalles.

Por eso, ahora, Marlene trataba de tragar el último mordisco que le quedaba de su waffle, antes de seguir replicando—: Ten-go... suficiente edad para participar en el torneo, mamá —balbuceó, aún atragantada con la comida. Se levantó de un salto y bordeó el mesón de la cocina para seguir a Julie.

—Suficiente edad, de seguro... —bufó su madre, rodando los ojos. Tomó la mochila de Marlene y se la entregó, mientras alcanzaba las llaves del auto para llevarla a la escuela—. Participan niños de hasta doce años, y no son solo peleas contra niñas.

—¡Puedo contra niños! ¡Y contra niños más grandes que yo!

—No —se negó Julie nuevamente, caminando por el pórtico antes de entrar a su auto y hacerle una seña para que ella también subiera.

Marlene suspiró, abrió la puerta del auto y lanzó su mochila a los pies de su asiento—. Mamá... —rogó por última vez, ella sabía que estaba siendo terca pero una parte de sí sentía que era el momento de llevar sus entrenamientos de karate a un siguiente nivel. Además el propio señor Miyagi, al que había visitado en su casa la noche anterior, también estaba de acuerdo con su idea.

—No siento que debas —Julie comenzó a manejar por la calle principal de Encino. Su ceño fruncido era evidente y de alguna forma remarcaba su postura, pero Marlene estaba segura de lo que quería hacer—. No estás lista... —Marlene se cruzó de brazos y miró por la ventanilla.

La cabeza de Julie estaba hecha un lío hace días, las cosas estaban empeorando en muchos ámbitos de su vida; la empresa familiar estaba pasando por ciertos problemas administrativos, encontraba que el ambiente en el Valle no era el mejor para criar a Marlene, pero aún más importante, el señor Miyagi estaba cada día más débil y tenía un mal presentimiento, pero estás no eran preocupaciones que traspasarle a su hija.

Y ese pensamiento fue el que la hizo sentir culpable, había tantos problemas, pero el bienestar y la felicidad de Marlene debía ser lo más importante para ella, sobre todo en estos momentos—. Pero de aquí al torneo faltan meses, puedo pensarlo...

Marlene se giró, sonriendo—. ¿En serio?

—Si, pero con la condición de que te sigas esforzando en tus entrenamientos.

—¡Lo prometo!

Desde que se habían mudado al Valle siempre se había tratado de eso, el karate era algo que formaba completamente parte de la vida de la familia materna de Marlene "Los Pierce", todos sus parientes comenzando por su bisabuelo habían recibido lecciones de karate y habían dominado aquella arte marcial. Por lo que, cuando Marlene decidió que ella también aprendería, su madre pensó que lo mejor sería hacerlo de la mano de su propio sensei el señor Miyagi. 

La vida en el Valle era cálida y reconfortante, o así lo sentía Marlene, que pasaba sus días entre la escuela y los entrenamientos; se llevaba bastante bien con la gente que había conocido en el pueblo, sobre todo con Sam LaRusso la hija de los amigos de sus padres, con la que también solía entrenar. El karate, por otro lado, se había vuelto algo fundamental en su vida, casi como respirar. Las lecciones con el señor Miyagi eran especiales, no solo le enseñaba movimientos siendo paciente para corregir cada una de sus técnicas, sino que siempre tenía palabras de aliento y consejos un tanto extraños. Marlene la mayoría del tiempo no le entendía del todo, pero el anciano de Okinawa le aseguraba que en un futuro todo encajaría como piezas de un rompecabezas.

"Tú, Marlene-san ser como una semilla. Aún tienes mucho que aprender y vas a cometer errores, pero es parte de la vida." El señor Miyagi solía repetir mucho esa frase, junto con la idea de que debía seguir su corazón y buscar el equilibrio en su vida, cosas que siendo una niña todavía no comprendía.

Marlene miró a su madre, quien tenía los ojos fijos en la calle por la cual transitaba, se notaba tensa con los nudillos blancos afirmando el manubrio y en total silencio. Hace un par de semanas las cosas se habían vuelto tensas, Marlene no podía explicar que estaba pasando, pero era claro que sus padres no actuaban igual que antes. Las risas en casa habían disminuido, las conversaciones privadas entre ellos habían aumentado y a veces cuando le hablaba a alguno parecían estar perdidos en sus pensamientos. Eso la había comenzado a poner nerviosa, una enredadera parecía crecer desde el fondo de su estómago hasta el inicio de su garganta, y apenas la estaba dejando comer o dormir.

Se había dedicado la última semana a observar e interpretar cada acción de su madre, aunque no había logrado llegar a ninguna conclusión, solo tenía el presentimiento de que algo iba a pasar y no era un buen presentimiento.

—El señor Miyagi se pondrá feliz cuando sepa lo del torneo —Su mirada estaba fija en su regazo y la alzó solo para sonreírle a Julie—. Ayer hablamos mucho, parecía más animado que las últimas semanas.

Julie la miró de reojo, se vio entre confundida y sorprendida por su afirmación—. ¿El señor Miyagi interesado en un torneo? ¿Y de qué tanto hablaron?

 —Mmm... —Marlene no estaba segura de sus siguientes palabras, su madre nunca le preguntaba que hablaba con el señor Miyagi—. Solo me dijo lo de siempre, que tengo mucho que aprender y algunos de sus extraños consejos —soltó un resoplido que sonó como una risa—. También repitió mucho que era una buena niña y que debía portarme bien, ser una buena hija y obedecerles...

Sus palabras se cortaron al notar como su madre se tensaba, su espalda se había puesto rígida y sus ojos parecían perdidos en la calle, ya se acercaban a la escuela—. ¿Dijo algo más, cariño?

—Dijo que no olvidara las lecciones sobre equilibrio, que debía seguir mi corazón en todo lo que hiciera y que me quería —El malestar se intensificó en su estómago, la expresión neutra de su madre la preocupaba—. Lo último que me repitió fue que me quería y que debía cuidar de ti y papá —El auto se estacionó justo en las puertas de su escuela, hubo unos segundos de silencio, hasta que Marlene se atrevió a volver a hablar—: ¿Mamá pasa algo? ¿El señor Miyagi está bien?

Julie guardó silencio aún después de la pregunta de Marlene, su mente intentaba procesar la plática y las indicaciones que su sensei le había dado a su hija pequeña, lo que más le preocupaba era como sonaba todo, como una despedida. El señor Miyagi llevaba unos días en cama, entre ella y Daniel se habían turnado para cuidarle, pero ayer había amanecido mejor y había decidido que quería hablar con todos, la idea de que hubiera un motivo detrás de esas conversaciones la angustió más de lo que debería. Julie quería tranquilizar a Marlene, pero ni siquiera podía tranquilizarse a sí misma, por lo que tuvo que fingir.

—Si, todo está bien —le aseguró, su mano acarició el brazo de su hija y le dedicó una débil sonrisa—. Todo va a estar bien, tú no te preocupes, ¿si?

Marlene asintió dudosa por un segundo, pero siendo solo una niña decidió creer en su madre—. ¿Y el señor Miyagi también va a estar bien?

Ambas compartieron una mirada que trataba de decir todo, nadie fue lo suficientemente valiente para dejar de fingir que todo estaba bien—. Si, él también —volvió a asegurar Julie—. Ahora, ve a la escuela y pórtate bien, y te prometo que a la salida vendré por ti para ir a ver al señor Miyagi de nuevo, ¿te parece?

Marlene asintió, y bajó del auto tras recibir un beso de despedida, aún con ese mal presentimiento estremeciéndola de pies a cabeza.



[🍒]



El resto del día no fue para mejor, quedarse en la escuela con la sensación de que se estaba perdiendo de algo no era agradable, más cuando estaba segura de que no se trataba de algo bueno. Arrastró sus pies de una clase a otra, pero sentía que de a poco sus pies se sentían más pesados, sus nervios se apoderaron de sus manos causándole un temblor constante y ni siquiera había comido en el almuerzo.

Sam había tratado de convencerla de que todo estaba bien, si algo hubiese pasado con el señor Miyagi la familia LaRusso también lo sabría, eso la mantuvo tranquila por un par de horas, antes de que sin explicación aparente la madre de Sam la llegara a retirar de clases. Pasó las siguientes clases mirando de reojo las manillas del reloj, con un intenso nudo en la garganta y moviendo de forma inquieta su pierna. Para cuando la campana de salida sonó, tomó sus cosas lo más rápido que pudo y caminó a la salida de atrás que daba al estacionamiento, a esas horas siempre la entrada estaba llena por lo que la solían buscar allí.

No fue demasiada su sorpresa al no encontrar algún auto esperándola, solo era otra cosa que reafirmaba su mal presentimiento, pensó que lo lógico sería esperar a su madre y mantener la calma.

Sin embargo, un ruido captó su atención. Caminó un poco por el borde de la escuela, hasta que dio con la zona donde estaban los contenedores de basura, ahí acurrucado entre sus piernas había un chico llorando.

«No es momento de ayudarlo, Marlene, el señor Miyagi...», pensó, pero se frenó antes de que aquella oración se materializara en su cabeza, «El señor Miyagi esperaría que lo ayudara.»

Primero dio un paso algo dudosa, luego otro, la hierba alta le hizo cosquillear sus rodillas desnudas. Marlene observó al chico recostado en la pared y escondido entre las plantas, su cuerpo daba pequeños espasmos con cada sollozo que soltaba y eso hizo que su corazón se encogiera. Quizás detenerse un segundo a hablar no cambiaría nada, ni para la situación que afectaba a ese pobre chico ni para los nervios que ella sentía, pero tal vez necesitaba aquella distracción hasta que su madre llegara para comprobar si algo en realidad había pasado.

—Lo siento... —Su voz salió entre cortada por los nervios. El chico dio un saltó sorprendido por su aparición, alzó la cabeza dejando a la vista unos ojos azules profundos que se acentuaban por el rojo provocado por sus lágrimas—. Lo siento, de nuevo... no quería asustarte, solo te escuché y quería saber si estabas bien.

—Yo, si... lo siento, t-tú... —Con aquel balbuceó torpe, el chico intentó ponerse de pie y de paso limpiar el rastro de lágrimas de sus mejillas, siempre manteniendo su cabeza agachada—. Venías, tú...

—No te quería mover de tu sitio, solo vi que estabas llorando y me preocupé.

—S-si, no es nada importante...

—Debe ser importante, sino no estarías llorando —dedujo Marlene, tratando de que el chico confiara en ella. Notó que aún mantenía su cabeza hacía bajo y que parte de su mano ahora ocultaba su boca, eso le causó curiosidad y preocupación de alguna forma, tanto que casi olvidó lo del señor Miyagi—. Soy Marlene, ¿y tú?

—Eli —murmuró el chico en respuesta, al fin levantando la cabeza—. Eli Moskowitz.

Evidentemente de lo primero que se percató Marlene fue la sombra de la cicatriz en el labio de Eli, comprendiendo enseguida que eso era lo que ocultaba y probablemente el motivo de su llanto. Marlene acomodó un mechón de su cabello rojo y dio una mirada al estacionamiento notando que aún su mamá no llegaba por ella, volvió a mirar a Eli que aún luchaba por calmar su respiración, y el instinto de consolarlo se apoderó de sus movimientos.

Su mano tomó la muñeca de Eli, esa que mantenía su mano escondiendo su cicatriz, y la bajó con suavidad—. Debo esperar a que me vengan a buscar, ¿me harías compañía?

Eli, por otro lado, no entendía quién era esta chica y mucho menos porqué estaba siendo tan amable, pero su mirada se le cruzó por el pecho como una flecha, el marrón de sus ojos desprendía una dulzura y naturalidad que hace tiempo no veía, desde que había conocido a Demetri para ser exacto. Estaba acostumbrado a las miradas de lástima y cargadas de fingida empatía. Y sintió tanta calidez en su gesto, que terminó asintiendo a su petición sin rechistar, terminaron sentándose en las escaleras de la puerta con un silencio apacible envolviéndolos.

El silencio no era incómodo, parecía danzar entre ellos con seguridad. Eli se permitió con algo de vergüenza escudriñar el rostro de Marlene, trato de hacerlo de forma disimulada; lo que más llamaba su atención era su cabello pelirrojo, no era el típico pelirrojo de color anaranjado, sino que era un rojo intenso como el de una cereza madura. Era una chica linda, algo raro de admitir para un niño de su edad que solía evitar todo el tiempo a las chicas de su clase.

—Hoy también tuve un mal día —musitó Marlene, su voz había sido tan baja que apenas había roto el silencio, pero captó la atención, quien aún permanecía en absoluto silencio—. Mi abuelo está enfermo y he tenido un mal presentimiento todo el día...

La preocupación seguía provocándole a Marlene un nudo en su estómago, pero ahora mismo no podía hacer nada más que esperar a su madre junto con Eli. La única respuesta que obtuvo fue más silencio. Terminó deslizando su mano en busca del medallón de oro que colgaba de su cuello, el último regalo que el señor Miyagi le había dado en su cumpleaños, jugueteando con él para calmar sus nervios y tal vez para sentirse más conectada con él.

—Siento lo de tu abuelo...

Se giró para mirar a Eli, una débil sonrisa se deslizó por sus labios y asintió como agradecimiento.

Eli soltó un suspiro, antes de volver a hablar—: Jason Clark, un chico de mi clase, me llamó... me llamó labio.

Nuevamente, un silencio los rodeo por unos segundos, tan profundo que se podía escuchar algunas hojas caer de los árboles.

—Es un idiota, ¿y qué le respondiste?

—Y-yo... yo no le dije nada —reconoció Eli, avergonzado—. Toda mi clase se rió, yo no supe que decir después de eso.

La sola idea de dejar que alguien la tratara así le revolvía el estómago a Marlene, no era la clase de chica que se quedaba de brazos cruzados y dejaba que la vida pasara delante de sus ojos, si tenía que alzar la voz para defenderse lo hacía y si tenía que pelear por una injusticia también lo hacía. Y esto le parecía sin duda algo injusto, Eli era solo un pobre chico intimidado por algo que estaba fuera de su control.

—¿Por qué no te defendiste? No tienen derecho de burlarse de ti, le hubieses dicho a un maestro... —La pelirroja tenía el ceño fruncido y su tono de voz demostraba su molestia, pero Eli solo le respondió con una sonrisa resignada, eso la molestó más—. ¡No te rías! Hablo en serio, no te puedes quedar de brazos cruzados.

No lo entiendes.

Realmente Marlene quiso replicarle, porque entendía en todos los sentidos que aquello estaba mal y que alguien necesitaba intervenir de alguna forma, pero cuando se giró a mirar a Eli entendió a que se refería. El semblante del chico poseía una mezcla entre resignación y cansancio, claro que Eli tuvo que haber hecho de todo para detener las burlas y ahora simplemente había terminado por rendirse, sus ojos y mejillas aún rojas por llorar eran la prueba de ello. Abrió la boca para intentar convencerlo de lo contrario, pero la llegada del auto con su padre manejando la distrajo, y que Eric viniera por Marlene solo avivo aquel mal presentimiento.

—Supongo que vinieron por ti —murmuró Eli, mientras Marlene le prestaba de nuevo atención—. Espero que tu abuelo este bien y... gracias por todo.

Todo se sintió confuso en ese momento, su preocupación por el señor Miyagi había vuelto, pero a la vez sentía que necesitaba hablar más con Eli porque esta conversación había sido demasiado rápida y corta. Se puso de pie con las palabras atrapadas en su garganta, todavía confusa y divida entre subir al auto con su padre o dedicarle un segundo más a Eli.

Al final, asintió con la cabeza y avanzó hacia el auto, pero en el último segundo se dirigió de nuevo a Eli, quien se había levantado de su asiento, y Marlene tomó su mano para darle un apretón.

—No dejes que esa cicatriz defina tu vida, Eli —le pidió Marlene, ambos compartieron una mirada. Las yemas de los dedos de Marlene acariciaron con suavidad el dorso de la mano de Eli, intentando de transmitirle algo de tranquilidad, quizás era lo único y lo último que podía hacer por él en ese instante—. Pareces un gran chico, no permitas que se burlen de ti, y si necesitas una amiga que te defienda puedes buscarme en la escuela.

Y le dedicó una última sonrisa antes de subirse al auto. Por otro lado, Eli se quedó de pie pasmado, su cabeza estaba algo mareada tratando de procesar esa efímera pero significativa charla. Su corazón por alguna razón se había agitado por las últimas palabras de Marlene y comenzaba a sentir sus mejillas arder. Sin embargo, su atención recayó en un destello de luz que lo cegó un segundo, en el piso había un collar con un medallón de oro que muy probablemente era de Marlene. Lo recogió con cuidado, pero para ese momento ya era muy tarde para devolvérselo, porque el auto en el que se había ido ya había desaparecido por la esquina.

Con el collar en la mano y su corazón hecho un puño, Eli se quedo de pie perdido en sus pensamientos, sin saber que la vida de Marlene estaba a punto de cambiar tan drásticamente, que pasarían años antes de que volvieran a cruzar palabra.






°.*✧ Nota de autora:


Hola, sé que esto es sorpresivo y algo extraño, después de casi un año y medio estoy volviendo con este fanfic, no tengo mucho que decir más que lo siento, pero estuve pasando por un bloqueo y ciertos problemas que no me permitían volver.

Sin embargo, ya estoy de vuelta, no prometo que va a hacer fácil, ni que las actualizaciones serán muy seguidas (a parte de que wattpad está medio muerto), pero estoy decidida a terminar mis historias , incluso si Cobra Kai termina en tan solo unos meses. Igualmente les agradezco a todas las que siguen aquí, a las personitas nuevas que han llegado y me han pedido actualizar y a todos en general. No soy la mejor escritora, creo que me cuesta mucho mostrar las cosas que quiero e imagino, pero espero que les guste la historia de Marlene, que puedan disfrutarla, identificarse y leerla hasta el final!

pd: por favor fíjense en las fechas que son importantes! Ya que este capitulo ocurre en el año 2011 y la serie comienza en el 2018, así que Marlene y Eli son niños.

Gracias de nuevo, los adoro<3



—Saludos, Ann🍒


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