[ Capítulo 6 ]

(Si pueden, reproduzcan la canción <3)


Diciembre estaba llegando a su fin.

Ya no había rastro de animales en los alrededores de la mansión Fortescue, cosa que los presentes supieron aprovechar.

La cena de fin de año reunía a cada uno de los integrantes de esa familia.

Y no me refiero a familiares cercanos, porque también se incluían a los reclutados.

La sala estaba llena de gente con vestuario elegante.
Mujeres con vestidos y trajes a la moda, hombres con trajes sumamente elegantes.

Pero el anfitrión debía ser el mejor.

Alexander Fortescue III vestía un traje negro de marca, y una corbata en tono vino tinto que resaltaba el color de sus ojos.

Se reía con uno de sus clientes por un trabajo, pero luego su vista se dirigió a la chica que bajaba las escaleras.

O más bien, la de todos los presentes.

Tomó un trago de Whisky para calmar las sensaciones que le produjo al verla.

Janneth miró desde la cima a todos los invitados... Ella era el centro de atención ahora.
Llevaba un vestido en Satín color rojo vino tinto ajustado en la parte superior, resaltado su pecho.
El resto del vestido era libre a la imaginación. ¿Por qué?
Porque a pesar de ser largo, tenía una abertura en el lado izquierdo, dejando a la vista su pierna desnuda.

Pisó firmemente el último escalón, anunciando finalmente su llegada.
Aunque no fue necesario, porque todos tenían su vista fijada en ella.

—Un momento caballeros.

Alexander volvió a beber de su vaso antes de dirigirse a ella.

Janneth sonrío al verlo a su lado, mientras le tendía su brazo.
Sin embargo, no iban a recorrer el lugar (por ahora), pues una música lenta se tomó el lugar.

(Valse sur une berceuse anglaise/ Fernando Velázquez)

Y eso solo significaba una cosa.

—En la cultura de mi familia —Empezó a hablar Alexander para todos—, hay un baile bastante peculiar.
Parece simple, pues la mujer se sitúa al lazo izquierdo del hombre que la lleva, y sólo involucra 6 pasos básicos.

Eso reconfortó un poco a Janneth.

—No obstante, el baile debe ser tan ligero... Tan fluido... Que una vela no debería apagarse.

Alexander tomó una vela, la cuál era tendida por un mesero.

—Pero sobre todo —Miró a la pelirroja que tenía colgada a su brazo—, requiere de la pareja perfecta.

Con suma delicadeza, dejó su brazo recorrer el suyo, y la llevó al centro de la pista, mientras el resto abría paso para la pareja.

—No creo... Que sea buena idea.

—¿No sabes bailar?

—No sé que ritmo llevar.

—Solo... Céntrate en mí.

La música se hizo más fuerte, dando inicio al baile.

En la misma mano donde Alexander tenía la vela, llevaba encima la mano de la chica.
Su otra mano se posicionó en su cintura, envolviendo su cuerpo contra el suyo.
Por su parte, Janneth ubicó su mano libre en la espalda de su caballero.

—Si sientes un poco de miedo, puedes cerrar tus ojos. Aunque te perderías de todo.

—No lo tengo —Lo miró—, es más, quiero ver aquellos ojos negros que tanto me hacen suspirar.

Y esa fue su señal para iniciar.

Sin dejar de mirarse, ambos se movieron siguiendo la melodía.
1,2,3 pasos para un lado... 1,2,3 pasos para el otro.
La vela que descansaba en sus manos no se apagaba, a pesar de las pequeñas vueltas y giros que daban.

Los ojos miel de Janneth jamás se despegaron de él.

—Lo haces de maravilla.

—Tu sabes muy bien lo que realmente hago de maravilla.

Alexander se rió cuando ella se mordió el labio.

En todo el baile jamás dejaron de mirarse, porque ambos buscaban lo mismo... Ambos se deseaban.

La música empezó a bajar su ritmo, anunciando que el vals pronto acabaría. Una última vuelta y la vela siguió en su apogeo.

En medio de los aplausos, ambos se fueron separando, pero sus manos seguían unidas.

Él levantó su mano, incitando a que ella diera por finalizado el vals.

Janneth apagó la vela con una sonrisa plasmada en su rostro.

Por primera vez, hacia un vals sin algún tipo de interrupción.
Por primera vez, su padre no estaba allí para arruinarlo todo.
Por primera vez, se había olvidado del mundo, para sólo centrarse en el suyo.

Alexander se había vuelto más que un anfitrión, más que un hombre con el cual se acostaba todas las noches.

Y aunque eso le aterraba, sentía que valía la pena.

Los aplausos volvieron a hacerse presentes, sobre todo cuando él la invitó a seguirlo.

Se mantuvieron un rato en aquella sala.

A lo lejos ambos pudieron divisar a Dominic, quién hablaba muy cerca con una rubia.

...

Ya casi eran las 12.

La enorme mesa disponía de suficientes alimentos para todos en ese lugar.

Vinos, whiskys y ron.
Era el paraíso para cualquier persona.

—Por un nuevo año —Dominic levantó su copa de Champagne—, lleno de triunfos y gloria.

—¡Salud! —Todos elevaron su copa—.

Alexander tocó la espalda de su chica para incitarla a hablar.

—Por un año lleno de suerte —Dijo con más seguridad—.

—¡Por la suerte! —Dijeron todos en un unísono—.

—Por un año libre de mentiras y engaños _Dijo Alexander III elevando su copa—.

—¡Salud!

Unas campanas sonaron cuando todos bebieron de su copa.

Un año nuevo había iniciado.

Todos se abrazaban entre todos, y en medio de besos y abrazos, estaban todos reunidos... Como una familia.

—Feliz año nuevo, mi reina.

—Feliz año nuevo, mi señor.

Janneth río ante sus palabras.
¿Le había llamado "señor"?

Sin embargo, un abrazo de parte de Dominic la hizo volver a tierra.

—¡Feliz navidad a todos!

—Dominic —Sonrió—, es año nuevo.

—¿Y cuál se supone que es la diferencia? —Besó su mejilla—. Después de todo, un día más, un día nuevo... Da lo mismo.

Entre medio de risas se acercó a Alexander.

—Feliz año, hermano.

—¿No era navidad?

—Cállate.

Ambos se dieron palmadas en sus espaldas, para luego felicitar al resto.

—Feliz año, querida Cirene —Le saludó el mayor, a quien reconocía como el padre de Alexander—.

—Me temo que hubo una confusión —Trató de decir ella con un poco de vergüenza—, mi nombre no es Cirene, es...

—Por ahora te haces llamar Janneth —La interrumpió—. Sí, se exactamente cuál es tu nombre jovencita —Sonrió al ver su asombro—, pero el nombre de una soberana te queda mejor.

Dejó con esa pequeña duda a la joven, cuando fue a saludar a Dominic, su otro hijo.
Porque sí, desde aquel momento en que lo vió llorando sobre el cuerpo de su madre entre los escombros, lo tomaría como uno más de su familia.

Sintió escalofríos cuando una mano que ya conocía tocó su muslo descubierto, y subió hasta su cintura.

—Sígueme —Le susurró Alexander III en su oído—.

Ella tomó su mano y se dedicó a mirar el resto.
Nadie se daba cuenta que ellos desaparecían.
Ninguno volteaba si quiera a ver lo que ocurría.

Alexander la llevó a los costados de la mansión, justamente donde había una barandilla que mostraba la vista del lugar.

Ella se separó por un momento para ver las estrellas, deseando profundamente que su hermana menor estuviera haciendo lo mismo.

Recordó que cuando eran pequeñas, ambas se asomaban a la ventana para ver las estrellas, esperando a que su madre bajara de una de ellas.

Claramente jamás sucedió.

Inconscientemente, una lágrima cayó por su mejilla.

Alexander limpio esa gota que arruinaba el bello rostro de la joven.
Pasó su dedo por su mejilla, mientras ella cerraba los ojos.

Estando frente a frente, cada uno vivía su propio mundo.

Y mientras Janneth trataba de olvidar cosas del pasado, Alexander se encargaría de que todo saliera a la luz.

Lo había prometido.

Muy lentamente, la chica abrió los ojos, y lo primero que vió fueron los de él.

Cada uno analizaba al otro.

Él admiraba cada detalle de su rostro... Sus pecas... Sus labios...
Ella miraba aquello de lo que jamás se cansaba de ver, sus ojos negros como la noche. Sin embargo, nunca había notado una pequeña cicatriz, la cuál estaba oculta bajo su barba.
Tocó aquella marca, y él se sintió en una especie de limbo... Como si ella lo estuviera curando.
Esa cicatriz era un recuerdo... O más bien, era la razón por la que se levantaba todos los días, justo después de pensar en ella.

Muchos recuerdo estaban ocultos en esa marca... Muchas personas... Dos inocentes... Y una vida oculta.

Ambos necesitaban sentir los labios del otro, el roce de sus pieles, y el choque de electricidad que sentían cada vez que estaban solos.

Pero Alexander tenía otros planes.

Sólo por esa noche abriría su corazón.
Estaba dispuesto a todo... Por ella.

Pero sobre todo, quería cumplir su promesa.

—Tengo algo para ti —Interrumpió los pensamientos de la joven—.

Ella arrugó la frente en señal de confusión.

Alexander sacó de su traje una caja pequeña, de terciopelo negro y una cinta roja.

¿No les parece cliché?

El rojo, simbolizando el tono característico de ella.
Y el negro... De aquellos ojos que tanto la desafiaban.

Con un poco de nervios, la chica abrió la caja.

En ella había un hermoso collar.
La orla estaba totalmente hecha de Diamantes, acompañados de oro blanco, y un pequeño zafiro rojo se encontraba en el centro.

Sin dudarlo dos veces, Alexander se puso detrás de la chica, y movió un poco su cabello, no sin antes depositar un beso en su cuello.

Ella se acomodó el cabello para que él pudiese ponerle el collar.

Y en su oído, él susurró:

—Eres jodidamente hermosa, y tal cuál este zafiro, eres igual de única.

Ella sintió un escalofrío en su espina dorsal ante aquellas palabras, pero el verdadero impacto lo tuvo el aliento en su cuello.

Alexander empezó a besar su cuello, dónde sabía que era un punto débil en ella, sobre todo cuando mordía el lóbulo de su oreja.

Ante el placer, ella movió ligeramente su cuello, dándole más acceso a el, al mismo tiempo que ligeros suspiros y quejidos salían de su boca.

—Las gracias que quiero no son simples palabras.

Él puso sus manos en la cintura de la chica para voltear su cuerpo y dejarla frente a él.

Volvió a ver sus ojos miel, y volvió a caer en ellos.
Ambos unieron sus labios, sintiendo el sabor del licor en el otro.

Y así, juntos, se dirigieron a la habitación más cercana que vieron.

Él la empujó a la pared, logrando un jadeo de su parte.
Con una mano atrapó las de la chica, ejerciendo una especie de presión en ellas.
Tal vez quedarían marcas al día siguiente, tal vez no, pero eso a ellos no les importaba.

Con su mano libre, empezó a tirar de su vestido, quitando ese pedazo de tela que tanto le molestaba.
Ese maldito pedazo que no dejaba ver su pecho... Su cuerpo... El cuál, según él, debería estar plasmado en una escultura.
Ella era perfecta.

La reunión para ambos había terminado, pero la historia de sus vidas estaba recién iniciando.

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Por otro lado, Lauren Ivanova reía junto a Laila.

Por primera vez en su vida, había huido de casa.

¿Por qué?
Porque su padre volvió a tomar.

Y aunque le doliera admitirlo, le tenía mucho miedo.

Cada vez que lo hacía, Janneth salía lastimada. Quizás por eso siempre actuó de forma rebelde... Pero esta vez, ella no estaba para defenderla.

Durante esa semana no pudo ir a entrenar por un mal golpe hecho con la "manija de la puerta".
Pero todos sabían que era mentira.

Por eso su mejor amiga la ayudó a escapar, tal vez, por un día, se sentiría como una adolescente.

No le gustaba salir a fiestas, porque Lauren prefería quedarse hasta tarde leyendo, pero hoy... O mejor dicho, este año, haría una excepción.

Su hermana estaba desaparecida, y ella estaba asustada por ello.

Cada día revisaba las noticias con la esperanza de no ver su nombre.
Porque si la prensa lo hacía más público, solo significaría una cosa.

—Ey, Lau, no llores...

—La extraño mucho —Dijo llorando en su hombro—.

—Va a estar bien... Ella es fuerte.

—Eso es lo que más me preocupa.

—No... No entiendo...

Lauren se separó del cuerpo de su amiga por un momento.

—Ella... Tiende a tomar decisiones repentinas... No tan buenas, por así decirlo...

—Ya verás cómo aparece entre estos días como una diosa empoderada —Trató de animarla—. Pero ahora... Sólo por ahora, vamos a brindar —Levantó su copa—, ¡Por ella!

—Por que aparezca pronto —Dijo levantando su vaso—.

Ella no estaba acostumbrada a ingerir bebidas alcohólicas, razón por la cuál frunció demasiado el ceño, causando la risa de su acompañante.

—Eres increíble —Se burló—.

—Es lo que ella siempre me decía.

Y sin más, decidió admirar las pocas estrellas que adornaban el cielo, anhelado que su hermana pronto estuviera con ella.

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N/A: AHHHHHHHH
Sé que no soy muy buena narrando ni detallando escenas, pero puedo asegurarles que el baile estuvo... Uffffff.

Me he basado en un vals de una película muy buena (la cual les recomiendo ver), se las dejo aquí abajo para que vean el baile, y lo que quise mostrar en mi relato<3

(Película: La cumbre escarlata)

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