[ Capítulo 5 ]

Los entrenamientos se volvían cada vez más difíciles.
Sobre todo si no tenían la mente clara.

A Lauren le preocupaba la situación de su hermana.
Tenía tiempo sin verla llegar a sus entrenamientos.
Extrañaba sus comentarios fuera de sitio, su risa y malos consejos.

—"Y recuerda, juega con tu cabello".

—"¿Por qué lo haría?" —Le preguntó inocentemente—.

—"Quizás así llames la atención de un chico del jurado ... Y puedes sacar provecho de ello... No lo sé, quizás te diera el doble de puntos si pasan una noche..."

—"¡Janneth! ¿Estás loca?" —Se río—.

—"Solo piénsalo..."

—"Eres terrible —La abrazó—, y se supone que eres mi hermana mayor"—.

Lauren Ivanova sonrío para sí misma al recordar esas conversaciones.

Ató su cabello en una cola, acomodó sus zapatillas y reprodujo su canción.

Para esta ocasión tomó aquella que ambas cantaban de pequeñas mientras miraban las estrellas, esperando a que su madre volviera algún día.

Su presentación estaba cerca, y por ello, debía esforzase el doble.
Aún guardaba la esperanza de que ella volviera... Se lo había prometido.

Previo al calentamiento, movió su cuerpo siguiendo aquella melodía.
Se trataba de un cover de una de las obra de SIA, la cantante favorita de Janneth.

Se dejó llevar por la dulce melodía, a la vez que algunas lágrimas caían sobre sus mejillas, hasta el punto de escuchar unos aplausos.

—Mujer, eres increíble —Alabó la otra chica—.

Se trataba de su mejor amiga, Laila.
Era de piel blanca, aunque en este momento tenía señas de bronceado, sus mejillas estaban rosadas por el sol, y sus labios parecían cerezas por el color de su labial.

—Ojalá gane ese concurso...

—Lo vas a lograr —Le tendió una botella de agua—, sé que vas a ganar.

—Eso espero —Suspiró—.

—¿Tienes planes el día de hoy?

La pelirroja levantó una ceja.

—Depende.

—Es que... Necesito un pequeñísimo favor —Unió sus manos en señal de súplica—.

—¿Qué hiciste?

—He quedado con un chico.

—Claro que voy a maquillarte y prestarte ropa —La interrumpió—, Janneth tiene unos vesti... —Se aclaró la garganta sintiendo un peso en ella—. Tengo unos vestidos que te van a encantar.

—Gracias, encerio —Sus mejillas se sonrojaron a pesar del bronceado—, pero quería otro favor...

Lauren conocía esa mirada...
6 años de amistad habían sido muy útiles para conocer todos sus gestos.

—Oh, no —Levantó el dedo índice—, no voy a hacerlo.

—Por favor Lau... —Dió ligeros saltos—, su amigo se ve fantástico...

—¿Así como el del otro día?

Recordó la anterior cita de Laila.
Al igual que esta vez, sería una "cita doble", pero todo se arruinó cuando su "acompañante" empezó a decir que las películas de Harry Potter eran ridículas.
Maldito Muggle.

—Esta vez me aseguré que no fuera un Muggle —Levantó la mano en señal de juramento—, además... Quizás te interese saber que...

—Paso.

—Por favor Lauren... Haré lo que sea.

—¿Lo que sea?

Laila se arrepintió en ese instante por decir eso.
Ella se iba a aprovechar de eso algún día.

—Pero que no sea algo tan fuerte.

Lauren sonrío para sí misma, recordando cuando Janneth lograba hacer lo mismo.

—No prometo nada.

Acto seguido, su mejor amiga la abrazó con tanta fuerza que tuvo miedo de haberle roto una costilla.

—Y dime —Intentó cambiar de tema—, ¿Cómo lo haces?

—¿Hacer qué?

—Subir las piernas —Laila se apoyó a la baranda, elevó la pierna, pero le dió un calambre por no calentar— ¡Mierda!

La risa se Lauren se tomó la pequeña habitación.

—No te burles y ayúdame —suplicaba jadeando, pues le dolía mucha la pierna derecha—.

—Y por eso es que siempre te digo que hagas un calentamiento previo.

Lauren tomó sus cosas y se dirigió a la puerta.

—Lau... ¡Espera!

—Considera esto como "mi favor" —Sonrío—, el que me debías por la terrible cita.

—¡LAUREN!

—Laila... Yo te quiero —Le lanzó un beso—, pero me la debes, en tercer grado dejaste que una araña se subiera a mi espalda.

La piel se le erizó con el recuerdo.

—¡Me rindo! —Gritó con dolor—, Lo siento, sí.

Pero Lauren no podía dejar a su amiga sola.
Simplemente se acercó a ella y empezó a masajear, y así bajar el dolor.

—No me digas que de verdad me ibas a dejar...

—La conciencia me pesa, querida Laila —Sonrío—, sólo te salvas por eso.

Ambas rieron, pero debían irse, la siguiente chica del concurso entraría en cualquier momento.

Y se preguntarán: ¿Por qué no entrena en su casa, si tiene un enorme lugar para hacerlo?
La respuesta es simple, y es que odiaba ver a Derek y Joel dando gritos cada dos por tres, pero sobre todo, las constantes miradas hacia ella.
La hacían sentir incómoda.

No importaba si se encerraba en una habitación, siempre sentía los pasos de alguien.

A pesar de todo, y sin saberlo, ambas hermanas se encontraban entrenando.

Lauren para su presentación.

Janneth para salvar su vida... Aunque ella aún no lo sabía.

______________________



—Vamos, segundo intento.

Ella misma se alentaba cuando entrenaba.

Nunca pierdo el ritmo. Mis pies son muy rápidos. Y eso es lo que ellos no ven.

—¿Qué cosas dices? —Preguntó Dominic mientras ambos calentaban los músculos—.

Estoy bailando sola... Me muevo mientras voy.

—No estamos bailando, Janneth, estamos E.N.T.R.E.N.A.N.D.O —Hizo un espacio vocal ante cada letra—.

—No me refiero a eso —Dejó de correr para poner su manos en su cintura, imitando la pose de una tetera—, idiota...

—¡Cómo me llamaste!

—I.D.I.O.T.A

En acto de venganza, amagó con lanzar un golpe, pero Janneth ya había tenido clases con Allison.
Así que logró esquivarlo a tiempo y contraatacar, dándole un golpe que él logró detener.

—Valla, valla —Sonrió—. Vamos mejorando.

—¿Tú crees? —Janneth no pudo evitar sonreír—, digo...

—No te avergüences, lo haces muy bien, sobre todo porque "jamás dejaría que se me rompa una uña" —Imitó la voz que hizo hace varias semanas—.

—Cierra la boca...

Ambos tomaron un arma y apuntaron al muñeco, ésta vez, el blanco era la cabeza.

—¿Me dirás qué era eso? —Dominic dió un disparo perfecto—.

—Es una canción —Janneth lo imitó, pero la bala pasó casi rozando—, solo que la canté en español.

—Jamás la había escuchado —Volvió a disparar—.

Pero Janneth no lo hizo.

—No me digas que no conocer a Taylor Swift...

—No...

Y cómo si fuera magia, la bala de Janneth dió justamente en el centro.

—¡Dónde has estado metido! —Se indignó—. ¡Es una reina!

—¿De qué país?

—¿Cómo de qué país? —Se pellizcó el puente de su nariz—, ¡La reina de la industria!

—¿Y qué tipo de empresa maneja?

Ella soltó un silbido de indignación.

—Te obligaré a escucharla —Continuó—, y vas a lamentar haberme conocido.

—Ya... —Dominic volteó su rostro para volver a apuntar—.

Sin embargo, la mano de Janneth lo detuvo.

—Perdón... Es que me altero —Rió con vergüenza—.

Hubo un pequeño silencio, el cuál fue interrumpido.

—Tienes suerte.

—¿Por qué?

—Me caes bien... Y cualquiera no tendría el valor de interrumpir mi entrenamiento —Levantó una ceja—.

—Soy especial —Se autodefine—.

—Y no lo pongo en duda.

...

Ambos siguieron entrenando por varias horas.
Pero Janneth quería entrenar con el arco.

—Porfa...

—He dicho que no.

—Te daré cualquier cosa —Levantó su mano en señal de juramento— Promesa...

Pero Dominic estaba cansado de tanta insistencia.

—Sígueme.

Ella iba detrás de él, mirando algunas de las habitaciones dónde entrenaba el resto.

Con una orden mandó a desalojar una habitación entera, con la intención de que nadie saliera herido.
Y es que con Janneth nunca se sabe.

—Toma una.

Y Janneth lo hizo casi que saltando de alegría.

Olvidaba por momentos la meta que se había propuesto hace muchísimos días... La de huir.
Pero parecía que disfrutaba quedarse... Por ahora.

Espalda recta.

—Espalda recta —Imitó su gesto—.

—Arco firme.

—Arco firme —Pero sus manos temblaban un poco—.

—Mirada...

—En el objetivo, sí, ya lo sé.

—Ahora, analiza cada uno de mis movimientos.

Dominic tomó una flecha y la pasó por el arco, la sostuvo por un momento mientras visualizaba el punto del objetivo.
Suspiró y dejó que la flecha diera su propio rumbo.

—Ahora es tu turno.

Janneth tragó en seco.
No lo iba a lograr.

—Con el pasar de los años me convertí en el mejor... Tú también puedes serlo... Si al menos lo intentas.

Janneth asintió y tomó una flecha.
En aquel momento, su mente se puso en blanco.
Sus manos temblaban, pero quería intentarlo.
Ya estaba aquí... Y no podía retroceder.

Tomó una bocanada de aire antes de soltar la flecha.
Cerró los ojos y no pudo ver a dónde dió la flecha.

Pero unos aplausos la hicieron estremecer.

—Dominic, amigo mío —La voz gruesa de un hombre se tomó el lugar—, me temo que tienes competencia.

—Fue pura suerte.

Janneth abrió los ojos lentamente, cómo si los párpados le pesaban, y vió cómo su flecha cayó en el centro del objetivo.

Sus ojos se abrieron cómo platos de alegría.

Y así, sin más, empezó a saltar de alegría.

—Viste Dominic... ¡Lo hice!

—Se llama: suerte del principiante...

Sin embargo cayó cuando Alexander le dió una mirada de advertencia.

Él intentó salir del lugar, sentía que era un momento de felicidad para ella, pero no pudo, pues los brazos de Janneth estaban en su cintura.

Aunque ella no se dió cuenta hasta cuando empezó a separarse con mucha vergüenza.

—Yo... Ay, como lo siento.

La risa de Dominic la tomó de sorpresa.

—Aprende a no disculparte —Alexander acomodó un mechón pelirrojo detrás de su oreja—, después de todo, siempre tendrás la razón... Si es que te lo propones, claro.

Un gran consejo que ella deberá tomar dentro de algunos meses.

Pero ahora, le importaba sólo una cosa.

—¿Puedo pedirte un favor? —Preguntó ella con timidez—.

El mundo si lo quieres —Sin embargo, Alexander no lo dijo, sólo se limitó a asentir—.

—Mi hermana... Tendrá una presentación... Le prometí ir...

—Lo pensaré —La interrumpió, pues él sabía todo lo que ella le pediría—.

—De...

—Pero sólo una prueba de que quieres huir, y no vuelves a ver la luz del día. Pasarás de ser mi invitada, a ser una esclava.

Alexander salió con aire superior al notar una llamada en su celular, lo que fue desconcertante para los presentes debido a la sonrisa que formó, y dejando a la pobre pelirroja con muchas dudas.

—¿Siempre es así? —Le preguntó a su "entrenador"—.

—Nunca se sabe con qué vendrá después —Se limitó a sentir—. ¿Otro? —Dijo levantando su arco—. Y estoy seguro de que no atinarás.

Janneth volvió a su puesto y tomó el arco, pero mejorando su postura y posicionamiento.

—¿A qué te hubieras dedicado?

—Seguiría matando —Respondió Dominic luego de un tiro—.

—No me refiero a eso —Ella volvió a apuntar, pero fallando—, sino a...

—¿Quieres saber por qué estoy aquí? —Bajó el arco mientras ella asentía—, verás, yo fui uno de los pocos sobrevivientes de la guerra en Afganistán.

La chica dejó su arco para sentarse frente a él.

—Tenía menos de 2 años cuando una bomba de... —Sin embargo omitió el detalle—... Cuando una bomba explotó en nuestro refugio.

La pelirroja escuchaba atentamente.

—No sé exactamente lo que ocurrió, pero mi madre había dejado una carta en mi regazo... Cómo si... Lo hubiera presentido.

—Y... ¿Qué ocurrió?

—No tengo la menor idea —Se levantó— Los únicos recuerdos que tengo es al señor Alexander II dándome un techo donde vivir —Sonrió— Y mírame, soy una bestia —Levantó ambos brazos en señal de gloria, notándose una especie de cicatriz debajo de su camisa—.

Janneth sonrío ante ese gesto.

—Y estoy muy agradecido con esta familia, daría mi vida por ellos.

—Wow... Eso es... Motivador...

Ambos quedaron en silencio, cada uno analizaba aquellas palabras dichas.

—Quizás —Volvió a sentarse—, pero sabes... Hay algo que siempre he querido hacer.

—¿Y qué es?

—Grabar un ataque.

Esa era una respuesta que ella no se esperaba jamás.
Muchas veces que le preguntaba a sus compañeros sobre su futuro, opinaban sobre viajar, tener una familia, graduarse, o cosas así.
Pero jamás en su vida había escuchado algo parecido.

—Me... ¿Me estás diciendo que por un momento... Quisiste ser actor?

Dominic soltó una carcajada.

—¿Actor? —Golpeó su pierna mientras reía—, no Janneth, debes pensar en grande —Movió su dedo índice a su cabeza—. Si de verdad deseas algo, piensa que estás en la posición más alta de todas... Debes sentir que tú eres el límite... Sólo así conseguirás lo que deseas.

La pelirroja analizó sus palabras.

—Querías... Ser director de cine...

—Debes considerarte afortunada, nadie lo debe saber.

—Entendido.

—¿Entendido?

—Si, capitán —La pelirroja imitó el gesto militar—, de mi boca no saldrá ninguna palabra.

—A menos que se traten de tus "encuentros nocturnos" con Alexander III.

Las mejillas de la chica se pusieron coloradas, tal cual su cabello.
Mientras que Dominic reía.

—Como...

—Es broma —Se burló, pero al notar que ella no reaccionaba dejó de reír—. Espera... No me digas que...

Sus mejillas lo decían todo.

—¡Lo sabía! —Dijo casi saltando de alegría— Allison me debe $1000.

—$1000...

—Ya decía yo —Se levantó—, me llamó loco...

—¡Ey! Todavía estoy presente.

—Lo sé —Tendió su mano para ayudarla a levantarse—. Cómo no lo sospechó... Osea, traer una desconocida... Un plan bien estructurado... Bueno, casi...

—¿Quieres contarme de una vez? —Preguntó con vergüenza—.

—Que... —La miró—Oh, no —Se burló—, lo engañarás a él, pero a mí... Jamás.

—Vamos... —Dijo humedeciendo sus ojos a propósito—. Puedes decirme...

—Conmigo no funcionan tus trucos.

Dominic salió casi corriendo cuando ella intentó tomar su arco.
Tenía mala puntería, pero por su mente divisó una buena estrategia.

Pero luego se dió cuenta de que no podría hacerlo, así que lo siguió.

Obviamente Dominic tenía más entrenamiento físico, y sacó ventaja de ello.

Todos los guardias los miraban cómo si estuvieran locos.
Y lo estaban.
Pero a su propia manera.

Sin pensarlo dos veces, Janneth dobló la esquina por dónde creyó que había pasado su "entrenador".
Pero chocó con alguien, y los brazos de esa persona la sostuvieron por su cintura.

Alexander miraba a Janneth confundido.
¿Por qué lo hacía?
Levantó una ceja en señal de duda, haciendo que ella se sonrojara.

—Lo siento —Se disculpó sin separarse—, es sólo que...

—¿Qué te acabé de decir?

—Que... ¿No debo pedir disculpas?

—Exacto —Tomó el mentón para visualizar aquellos hermoso ojos—, entonces, para la próxima...

—Lo sé —Respondió ella sin dejar de mirar los ojos negros del hombre—.

Aquellos ojos que eran su perdición cada noche... Cada escapada...

Inconscientemente sonrieron. Ambos sabían lo que pensaban, sobre todo porque sus respiraciones se empezaron a mezclar, fundiéndose en el momento.

Pero al escuchar unos pasos cercanos, dejó para luego lo que seguramente ambos disfrutarían.
Bajó y quitó sus manos sobre ella, y cómo si nada hubiese pasado, y se separó de ella.

Reconocía esos pasos... Eran los de su casi hermano.

—Dominic —Lo llamó cuándo lo vió asomarse—.

Pero él ya sabía un secreto con el cuál chantajearlo.

—Diga... Su majestad —Se burló e hizo una reverencia—.

Alexander reconoció rápidamente ese gesto.
Él había descubierto algo con lo cual podría chantajearlo.

Y supo que era cuando miró a Janneth, la cuál parecía una estatua rosada.
No por el color rojo de su cabello, sino por el tono de sus mejillas.

—Te tengo una nueva misión para esta semana.

Sin embargo, no iba a darle el gusto.

—Janneth —Miró a la chica—. ¿Podrías dejarnos a solas?

Por un momento, la pelirroja pensó en oír la conversación, pero se había equivocado.

Sólo asintió y se devolvió por el mismo rumbo que había tomado.

Su mente daba vueltas. Cómo cada vez que se cruzaba con Alexander.

Pero hubo algo que llamó su atención.
Dominic omitió un detalle en su historia... Quizás algo crucial...
Él era un hombre rudo, por lo que la idea de algo doloroso fue descartada.

¿A quiénes se refería cómo culpables del atentado?
¿Por qué no le contó de ello?
¿Acaso lo conocía?
No, era imposible... Conocía a gente bastante importante, y ninguna podría involucrar una empresa con algo semejante...
¿O sí?

En la noche no pudo dormir.
Era algo que a ella no le debía importar, pero... ¿Por qué lo hacía?

Pero de algo podemos estar seguros, y es que una semilla de curiosidad se ha plantado en Janneth.
Una semilla que pronto terminará convertida en árboles... O en un bosque repleto de mentiras.

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