[ Capítulo 4 ]

Mientras que la Familia Fortescue atendía de mil maravillas a Janneth, o mejor dicho, a Cirene, en el otro lado se encontraban los Ivanova.

—¡Maldita sea! —Gritaba Joel a su ayudante—. No puedo creerlo...

—Lo siento, señor —El sujeto bajó la mirada—.

—¡Solo tenías una misión...! Sólo una... —Levantó el dedo índice—.

—No hubo registros de viajes confusos o...

—¡No quiero excusas! —Se frotó la ligera barba—. Quiero resultados esta misma semana.

—Si señor...

—¿ENTENDIDO?

—SI, SEÑOR.

—Eso espero, ahora retírate.

La compañía de Joel Coulson manejaba el caso de la desaparición y secuestro de Janneth Ivanova.

Más de un mes intentaron buscar algún tipo de pista que los llevara hacia ella.

Pero Alexander era más listo.
La "Misión" de Dominic era dejar falsas pistas para ganar tiempo, mientras ellos tomaban datos muy importantes de esa familia.

—Esto es una pérdida de tiempo —Sentenció Derek Ivanova—.

—No podemos arriesgarnos...

—¿A qué?

—A que descubran nuestro pequeño secreto—El investigador sonrío—, o dime Derek, ¿Estarías listo para perderlo todo?

—No me amenaces...

—Te recuerdo que me vendiste a tu hija para pagar las deudas a mi familia —Lo encaró—, ahora imagínate... Las noticias en todos los diarios...

—No te atreverías —Se burló—. Si yo caigo, tú también.

—Yo tengo mis contactos, y a ti... A ti ya no te queda nada.

Sus finos labios se movieron formando una sonrisa de victoria.
Y sus ojos azules eléctricos denotaban poder... Gloria.

—Mi deuda con ellos es enorme...

—Mi ego también, Derek —Volteó su cuerpo para darle la espalda—. Me quitaron a Janneth, a mi esposa...

—Todavía no se han casado...

—Ya le quité a esa familia lo que más apreciaban, y lo volveré a hacer si es necesario.

—¿A... A qué te refieres?

—Recuerdos... Son sólo simples recuerdos.

Alexander era muy inteligente, pero Joel también lo era.

Quitaba de en medio a cualquiera que estuviera en su panorama, y estaba dispuesto a continuar con ello.

¿Cómo creen ustedes que llegó a tener tanto poder?

Una empresa de "investigación" fundada en menos de 1 año era un logro para la prensa.
Pero a la vez, era un fantasma entre las sombras del poder.

________________________


—¿Dónde está? —Preguntó un alterado Alexander—.

Tuvo que salir con su padre por un "trabajo", pero demoró varios días.

—Lleva días sin salir de su habitación.

—¿Y Dominic?

—Vine lo más pronto posible —Dijo el rubio con cansancio en su voz—.

Ambos caminaron a la habitación de la pelirroja.

Afuera, sólo se escuchaban sollozos.

—¡Janneth! —Gritó Alexander—. Abre la puerta.

Sin embargo, no hubo respuesta alguna.

—Janneth...

Pero cómo no hubo respuesta, Dominic derribó la puerta.

—¡Janneth...!

La chica estaba llorando en su cama, siendo cubierta por la sábana.

Se limpió las lágrimas en ese instante.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué no saliste?

—Lo siento...

—¿Qué es esto?

Alex se acercó a la chica, a su lado habían varios libros.
7 para ser exactos.

—¿Estás... Llorando... Por un libro?

—Si... —Se limpió el rostro—. ¿Y? ¿Algún problema con eso?

Dominic se acercó a ellos, y sonrió al ver de qué se trataba.

—¿Qué muerte te impactó más?

Alexander no entendía nada.

—La de Sirius... Es más dolorosa en cómo lo muestran en las películas... Siento que debieron mostrar el duelo con su prima.

—¿Pero...?

—Pero lloré más por las muertes de la segunda batalla mágica.

Fortescue miró a ambos con mucho enojo, a la vez que elevó una de sus cejas.
¿De verdad?

—Imaginar a Fred... ¡Tonks y Lupin merecían vivir con su hijo!

Y así, tal cuál, la pelirroja volvió a llorar.

—No entiendo nada...

—¡Silencio, Muggle! —Gritaron Janneth y Dominic al mismo tiempo—.

Y tanto fue su asombro que rieron.

—A mí no me vengan con esas palabras...

—¿No sabes qué significa?

—Amigo, en qué mundo vives...

—¡En uno dónde te pago por trabajar!

Dominic dejó de reír y se enderezó.

—Lo siento... El elfo doméstico debe hacer sus labores —Se despidió de la chica con una sonrisa—, sino, el amo no me dará la paga.

Alex solo miró a otro lado evitando reír.
Tantos años juntos, que lo conocía de pies a cabeza.

En pocas palabras se criaron juntos, lucharon juntos, y mandaban juntos.

Él sabía de aquella obsesión de Dominic, por eso se hacían bromas.

—Alista tus cosas —Le dijo cuando su amigo salió de aquella habitación—.

—¿Por qué?

—Iremos a practicar.

—¿A practicar?

—Ponte algo cómodo...

Y se acercó a su rostro para susurrar unas palabras:

—Y sobre todo, algo fácil de quitar.

___________





El clima era caluroso.

El sol estaba en pleno apogeo, los pájaros entonaban su propia melodía, y el aire era la música que lo acompañaba.

Janneth siguió la petición de Alexander, no sabía a qué se refería con "entrenar", pero tenía tanta curiosidad que no dudó ni un segundo.
Quizás así podría encontrar una nueva salida.

Su vestimenta era muy cómoda, pero nunca dejando de ser elegante.

Salió de la habitación luego de algunas horas, siguiendo el paso de Alexander.

Juntos bajaron la escalera con forma de caracol, y aunque ella tenía muchos nervios, siguió sin bajar el mentón.

Por un momento imaginó que irían al patio, pero se sorprendió cuando tomaron otro rumbo.

Izquierda, derecha, y otra vez a la derecha.
La mansión tenía demasiado por ocultar a simple vista.

Alexander se detuvo al frente de un enorme cuadro, "La Noche Estrellada" de Vincent van Gogh.
Tocó unos puntos ciegos dentro del cuadro, aprovechando el pincelado y las ondas que camuflaban unos diminutos botones, y movió su mano cómo si se tratase de un piano... De una melodía.

Para sorpresa de la pelirroja, una de las paredes a su espalda empezó a moverse, dejando a la vista una nueva habitación.

—Bienvenida a mi reino.

El hombre tomó de la mano a la chica, y juntos se adentraron al lugar.

No había una o dos habitaciones, eran más.
Cada paso que daban veían una nueva puerta.

Ella se asomó a la tercera, y vió algo que la impresionó.
Arqueros.

Un grupo de hombres y mujeres por igual practicaban con el arco, apuntando al objetivo, que no era más que un muñeco.
Sus tiros eran impresionantes, y por lo que vió, ninguno fallaba.

Siguió a la siguiente, en ella no habían arcos, ni mucho espacio.
Hombres y mujeres luchaban en un combate cuerpo a cuerpo.
Reconoció a una de las presentes, Allison.

La mujer que simuló ser una de las empleadas del hogar era, nada más ni nada menos que una luchadora.
Aún con su porte, logró vencer al sujeto de enfrente, que tenía una textura mucho más gruesa.

—Mi favorita, Allison.

Janneth miró nuevamente.
Otro retador estaba frente a ella.
Miró los ágiles movimientos de ambos, pero la flexibilidad de Allison le daba mucha ventaja.

El hombre estiró el brazo con la intención de golpearle, pero ella lo tomó, le dió una vuelta y viró al sujeto como si se tratase de un muñeco, elevó sus piernas y las envolvió en él, haciendo una especie de maniobra que Janneth no conocía, pero que terminó con el retador en el suelo.

En ese momento agradeció que estuvieran separados por una vitrina, y no ver de frente como ella casi le rompe el brazo.

—¡Auch!

—¿Notaste la diferencia de masas?

Janneth asintió cómo si se tratase de una clase.

—Se trata de aprovechar la fuerza de tu oponente.

—Pero requiere de mucho esfuerzo...

—Obviamente, pero con el pasar de los años, Allison se volvió la mejor.

—Hubo... Alguna cosa que la motivó...

—Muchas, para serte sincero, pero es algo de lo que no hablo.

Ambos siguieron caminando, dejando a la morena lista para un próximo combate.

Y es que la familia Fortescue era leal con quién se lo ganaba, y Allison no era la excepción.

Llegaron a las últimas instalaciones, donde estaban unos niños practicando con un arma de fuego.

Ella quedó impresionada cuando se dió cuenta de la edad de los jóvenes.
Tal vez no pasaban los 17, pero su destreza era muy buena.

A diferencia de las anteriores, Alexander abrió la puerta, invitando a Janneth a pasar.
Un poco dudosa aceptó.

De pronto, todos dejaron sus armas y se quitaron la especie de auriculares.

—Buenos días.

—Buenos días señor.

Todos hablaron en unísono, e hicieron una leve reverencia al sujeto.

—Pueden ir a descansar.

Uno a uno, empezaron a dejar el lugar. No sin antes hacer una reverencia a la pelirroja.

—Nadie está obligado a seguir aquí —Dijo de la nada—.

—¿De verdad? —Dijo casi con ironía—.

El hombre guío a la chica a una especie de cabina, sabiendo lo que ella pensaba en ese momento.

—Cada uno es resultado de una guerra distinta —Le tiende un auricular—, una guerra que no era de ellos, pero de la cuál pocos sobrevivieron.

A la chica se le hizo un nudo en la garganta.
¿Una guerra?

—Palestina, Afganistán, Yemen, Siria, Oriente Próximo —Empezó a nombrar—. Esos y muchos más.

—Me quieres decir... Que todos ellos...

—Yo solo soy una especie de mentor —Dijo poniéndose el auricular—, o algo así.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué lo hacen?

—Tienen algo en común, y es que de una guerra sólo se salva un valiente y un inocente, y este grupo es una mezcla de ambos.

—¿Hay más?

—Basta de preguntas —Le tendió el arma—. Dominic me dijo que no eres tan mala lanzando dardos, veamos qué tal eres con un arma.

Con mucha duda tomó la pistola.

—Hazlo.

—No sé cómo.

—Quiero verte, y te corregiré.

Janneth la empuñó con ambas manos, suspiró y apuntó al blanco lejano.

Obviamente no le dió, pues su postura era incorrecta.

—Observa.

Alexander tomó otra arma, metió el cartucho, separó un poco sus piernas, enderezó su espalda y disparó.

5 balas, y ninguna falló.

Con una sonrisa triunfante la miró.

Amaba que esos ojos miel lo mirase.
Era su pequeña obsesión.

—¿Cuál crees que fue tu error?

—Emmm... ¿No apuntar bien?

—Puedes estar inclusive debajo de una roca —Le tomó el mentón para visualizar cada fragmento de su hermosa rostro—, el objetivo puede estar a tu lado —Pasó su pulgar entre los carnosos labios de la joven, casi saboreando su labial—. Pero una mala postura lo cambia todo.

Con un poco de fuerza la acomodó delante de ella, dejando su espalda frente a su pecho, separó ligeramente sus piernas y acomodó su postura.

—Nunca pierdas de vista a tu objetivo.

Envolvió con sus manos el arma de la chica, sintiendo el calor que emanaba ella.

Se acercó a su cuello...
Olió su dulce aroma a frutos rojos...
Dejó sentir su respiración alrededor de ella.
Se acercó a su oreja, levantó el auricular y le susurró:

—Haz que el mundo se arrodille ante ti.

Eso generó un escalofrío en la espina dorsal de la joven.

Eso le gustaba de él.
La forma en que la ponía en un pedestal, cómo si se tratase de una de las maravillas del mundo.

Un disparo.

No lo logró, su bala dió a algunos centímetros.

Segundo disparo.

La bala pasó casi rosando el círculo.

Él se separó para darle su propio paso.
Sabía que ella necesitaba práctica, cómo también que podría mejorar.

Fue al séptimo intento que la bala quedó bastante cerca al centro.

Ella sonrió para sí misma.
Estaba tan concentrada que no se percató de que Alexander estaba nuevamente detrás de ella.

Volvió a quitarle los auriculares, los tiró lo más lejos que pudo y empezó su juego.

Sabía los puntos favoritos de Janneth, los débiles y aquellos que la volvían loca.

Empezó a besar su cuello, y del placer, ella tiró la cabeza hacia atrás, dándole una mejor entrada.
Su ligera barba rozaba con su piel, y sus labios mordían el lóbulo de su oreja.

El ambiente había cambiado.

Sin despegarse de ella, tomó un control y cerró el lugar.
Lo haría algo más íntimo... Algo propio de ellos.

Sus labios viajaron a su nuca, y con sus manos empezó a desabrochar los pantalones de la chica.

Ella no protestaba ante tal gesto, al contrario, lo disfrutaba.

Un leve quejido salió de sus labios cuando de un tirón el pantalón bajó de sus piernas.
Eso era una victoria para Alexander...
O más bien, era su perdición.

Ubicó sus manos alrededor de las caderas de la pelirroja, obligándola a girar su cuerpo.

Ambos se desafiaron con la mirada.
El amarillo miel contra los orbes negros.
Sus ojos...
Se veía totalmente prohibido sin la máscara, y eso a ella le fascinaba.

Unieron sus labios en un beso.
No se trataba de uno romántico, sino uno de necesidad.

Las manos de Janneth viajaron al traje del hombre, y empezó a tirar de él.
La ropa les hacía estorbo.

Con una habilidad increíble, Alexander quitó el brasier de la chica, y con sus manos empezó a tocar los senos, pasando entre ellos una de sus manos.

Aprovechando que nada los separaba, él la tomó de las piernas, la arrinconó a una pared y empezó a moverse.
Su notable erección estaba presente, y sin más, la penetró.

Ligeros gemidos salían de la boca de ambos.
Eran cómo la música que ambientaba un lugar.
Ella intentaba aferrarse a la pared, pero no tenía con qué.
Se mordió el labio evitando gritar, pero se hizo daño.
Aún así, él la besó, saboreando su sangre cómo si se tratase de un dulce manjar.

—Alex...

—Shhh.

Puso una de sus manos en su boca para evitar que hablara, pues unos pasos se escuchaban en la parte de afuera.

Ella amagó con gritar nuevamente, pero él levantó una ceja.

—¿Serías capaz de... Delatar nuestro secreto?

—Pruébame.

Y allí estaba de vuelta la desafiante Janneth Ivanova, aquella que no le gustaba que otros la dominaran.

No debemos mencionar lo que pasó luego, porque el resto...
El resto es historia.

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