CAPÍTULO 1
<<Yo no vengo a enseñarte mis canciones, voy a descubrir tu música para que me toques y escuches lo bien que sonamos juntos.>>
CHRIS PUEYO
(POV Sanji)
La última vez que me miré al espejo me dijo que no había dormido en doce meses. Y los espejos no mienten.
Se suponía que iba a ser sencillo, pero tú nunca fuiste una persona fácil y no pensabas cambiar por nada del mundo. Puede que esa fuera la razón por la que me seguías teniendo borracho de ganas.
Fuera como fuese, mis pasos siempre me llevaban hasta la puerta de tu casa cada vez que yo decidía salir de la mía. Miraba la puerta, nos veía intercambiando un beso y las lágrimas volvían a asediar mis ojos. Después solo tenía que reunir la fuerza de voluntad necesaria para salir de allí, pero tu recuerdo tiraba de mí con insistencia.
A veces era Luffy el que me hacía volver a la realidad cuando lo veía salir de tu casa con una sonrisa de oreja a oreja y los labios hinchados. Y yo sentía arder las partes de mi cuerpo donde, no hacía tanto, habías incrustado tus uñas y colmillos.
Solía alejarme a paso rápido antes de que tuvieras tiempo de salir a despedir a tu nueva víctima mientras me culpaba por no ser capaz de olvidarte.
Para ser sincero, echaba de menos escuchar lo bien que sonábamos juntos. Pero ya me dejaste claro hace tiempo que tus intenciones marcaban otro ritmo. Y te odiaba por ello.
Usopp era el que más parecía entenderme, aunque yo sabía bien que la realidad era muy distinta. Me animaba a olvidarlo todo y a seguir hacia delante, pero pasar página es para las personas que saben leer, y yo me había quedado atascado en el verbo que te definía a la perfección: volar.
Aquella noche tampoco me presenté el en conservatorio. Pero reconócelo, sabías que era lo mejor para dos barcos que navegan por mares diferentes. No encontraba consuelo ni en la música ni en el tabaco, pero seguía despierto gracias a ambas cosas. Todo por no volver a soñar con el hombre que había arrancado la página de mi corazón.
Y tú, no viéndote satisfecho con los resultados de tu obstinada borrachera, volviste a tocar a mi puerta suplicando el perdón que me arrastraba hacia tu encanto. Todavía no sé qué es peor, si tú, o yo invitándote a entrar al único rincón del mundo donde me sentía seguro.
Me miraste con unos ojos que no supe reconocer, separaste los labios e hiciste lo que mejor sabías: rescatarme de las fauces de la soledad. Pero no te equivoques. Aquello solo fue un puto beso en mitad de una guerra que ya estaba perdida.
(POV Luffy)
Me hubiera gustado que me tocases como a una de tus melodías. Pero a quién queríamos engañar. Yo era el día, y tú la noche que me desgarraba.
Verte tocar el piano era un privilegio que podía permitirme mientras tomaba uno de mis postres favoritos en el bar que había en el centro de la plaza. Tres cafés por cada vez que parpadeabas; un pastel por las que cambiabas de acorde; un nuevo amor por las que sonreías...
Te acompañaba a la salida para ver de cerca esos ojos grises con los que quería saciar mi apetito, y tú, haciendo honor a la crueldad de tus gestos, me dejabas con las ganas.
Me buscabas entre el público para regalarme una mirada de complicidad, que, fuese o no tu intención, me arrancaba los sentidos como flores de primavera.
Me perdí en la tinta de tu piel y me acostumbré a sumergirme en la profundidad de tu voz. Y ya podías intentar separarme de ti con insultos y golpes, que yo no volvería a bañarme con un agua que no fuera la de tus ojos.
Reconócelo: adorabas verte reflejado en la curva de mis labios.
Aquel día de lluvia te ofreciste a llevarme a casa. Un paraguas; un coche; un silencio y una despedida.
Qué asco.
Juraría que las historias de amor terminaban de otra forma.
<< No se puede acabar lo que no se ha empezado >> solías decir. Y cómo me enfadaba oírte decir aquello.
Así fue como los días de lluvia se hicieron mis favoritos, y mis manos dejaron de escribir música para escribir nuestra propia historia. Que aunque te burlases de nosotros, sabías tan bien como yo que las frases también se componen.
Me llamaste por mi nombre, pusiste mis manos sobre el teclado y tocamos la canción más triste del mundo. Porque es lo que hacen las personas que se están rompiendo. O en tu caso, las que están rotas.
Me mirabas como si fueras un niño deseando con ansias un caramelo, y tus ojos se llenaban de luces con los míos. Porque ya no podían apagarse más.
<<Te quiero>>.
Y tú te reíste porque no sabías cómo responder a una muestra de afecto.
<<Te quiero>>.
Y me ofreciste una mirada de desprecio porque, según tú, podías hacerme año.
<<Te quiero>>.
Y de pronto, dejaste de frecuentar el bar en el que habíamos cruzado miradas por primera vez. Porque es lo que hacen las personas que amaremos para siempre.
Nuestra historia no pudo tener un final porque nunca tuvo un principio. Los acordes de mi guitarra me desgarraban los dedos; la música, el corazón. Un piano se convertía en la tumba de mi alegría, y los cafés ya no me sabían tan bien.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top