𝑰 ━ I'm not that good
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CAPÍTULO I
No soy tan buena
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—Hogwarts—
1993
Otra época de invierno comenzaba en el castillo de Hogwarts. Era la temporada que a muchos alumnos les encantaba, las fiestas de fin de año. Para los de tercer curso, era un alivio saber la rutinas y actividades que realizaba el colegio por estas fechas, les daba la satisfacción de ya no ser unos novatos en ese laberinto. Laia tenía otros motivos por sus gustos por la época, sin embargo, no tenía una buena racha esa semana; se había perdido la primera ida a Hogmeades por culpa de Filch quien le había impartido un castigo por culpa de la señora Norris al no llevarse bien con su gato. Y en Herbología había colocado demasiado de la solución agrandadora a su Col mastigadora china que resultó ser un peligro más grande terminando del tamaño de la cabaña de Hagrid lanzando mordidas a diestra y siniestra que le dieron un castigo en ayudar a limpiar el desastre que había causado con la profesora Sprout. No era de consuelo saber que Sirius Black estaba prófugo de Azkaban y que había estado en el castillo hace un par de noches, los dementores andaban tras él desde el primer día del curso durante el viaje en el Expreso y ese había sido el tema de conversación de muchos por días.
Esa mañana se había posicionado en una semana bastante nublada y lluviosa, estaban por empezar la nueva temporada de Quidditch y para los alumnos fanáticos del deporte eso no era impedimento. Ya habían esperado demasiado desde la cancelación de la temporada pasada. No obstante, no contaban que uno de los jugadores sería el obstáculo para este partido. Se despertaron con el rumor de que su partido había sido cambiando y reemplazado por el equipo de otra casa. Uno de los Prefectos les había ordenado que esperaran hasta que el profesor Snape llegara a aclarar.
La sala común estaba llena de murmullos, conversaciones a todo volumen y opiniones reventando en el aire. Muchos fanáticos estaban muy molestos por la "suspensión" de su equipo. Todos sabían que se debía a la pequeña lesión de Draco en la clase de Hagrid, pero nadie se atrevía a decir ninguna palabra al respecto delante de él, se quejaban a sus espaldas, sin embargo, no se molestaban en disimularlo. Hasta el Barón Sanguinario estaba tan molesto que se paseaba por todo el lugar haciendo muecas desagradables y empujando a los estudiantes en modo de protesta. Laia estaba convencida que esa pequeña lesión era una excusa para no jugar, pero veía muy ridículo que todo el equipo optara por la misma decisión. Habían perdido su oportunidad de vencer a Grynffidor, pero no se atrevía decir nada al respecto, no se sentía en posición para discutir sobre el tema. Todos esperaban el momento en que llegara el profesor y saber qué sucedería, mientras tanto, lo único que podían hacer era reventar el lugar con bullicios.
—Por las bermudas asquerosas de Merlín. —vociferó su amiga a su costado. —Recuérdame ¿Por qué seguimos acá? Al menos podríamos salir al pasillo.
—Ver tanta gente reunida en la sala común me da claustrofobia. —replicó Laia viendo a todos los miembros de su casa quejándose mientras se frotaba los brazos para tranquilizar la sensación.
—La ultima vez que estuvieron todos aquí fue en los ataques contra los hijos de muggles. —comentó su amiga.
—Lo recuerdo. —dijo Laia viendo esas imágenes en su cabeza de esa vez que pasaron ese mismo año semanas encerrados en la sala común desde las seis de la tarde aterrados, aún así, seguía sin gustarle las aglomeraciones—. Si tan sólo Snape se apresurara en llegar.
Su amiga rio.
—¿Te imaginas? Snape corriendo con su túnica. —se burló su amiga Polaris sin avergonzarse de lanzar una carcajada al aire. —Y ver sus piernas pálidas y delgaduchas.
—Y que el cabello le ondeara en el aire como un comercial de productos para cabello grasiento. —exclamó Laia cubriéndose su rostro para amortiguar esa carcajada —Creo que ni le ondearía por tanta grasa que tiene en él.
—¡Cállate! No quiero que me den ganas de ir al baño. —intentando contener la risa y propinándole una leve palmada en su rodilla.
Polaris Lestrange, sin duda la mejor compañera y amiga en situaciones donde implican cualquier cosa que fuese necesario su apoyo y confianza. Ella era su única amiga en todo su curso y lo prefería así. Veía innecesario hacerse amiga del resto ya que muchos ellos eran algo hipócritas y doble cara. Sin embargo, no era algo para no dirigirles la palabra de vez en cuando. En cambio, Polaris podría ser todo menos eso. Ambas congeniaban por tener muchas cosas en común y porque desde el primer día fueron el soporte de cada una al no conocer a nadie.
Se hallaban sentadas en ese sofá de cuero elegante frente a la chimenea encendida en rojo vivo. El ambiente era más frío de lo habitual; estaba acostumbrada a la poca calidez de la mazmorra, pero esos últimos días los estaban tan tormentosos que era necesario el calor del fuego.
—Estoy segura de que está a nada de lanzar chispas del coraje. —comentó Laia. Ambas voltearon a ver al chico de cara pálida: tenía un semblante bastante irritado, sus dos perros falderos —como ellas llamaban a Crabbe y Goyle— intentaban hablar con él, pero simplemente los ignoraba con su rabieta. —¿Por qué crees que está exagerando su lesión?
—Es Draco, por favor. —replicó la castaña. —Narcissa lo tiene tan mimado que es capaz de engrandecer su lesión para no enfrentar a su peor rival en un clima tan «hermoso» con este. —terminó con sarcasmo.
Observó por un instante el gran ventanal que daba al fondo del lago. Hasta el agua se veía gris ante ese clima tan deprimente.
—¿Quién se enfrentará a ellos ahora? —le preguntó Polaris llamando su atención nuevamente. Ella agitó la cabeza.
—No lo sé. Preguntémosle a Atreides, seguramente sabe. —sugirió Laia. Ambas buscaron con la vista al chico en la sala, pero había tanta gente no lo veían. Después de unos segundos encontraron a su alta y egocéntrica figura.
—¡Hey! ¡Silas! —lo llamó Polaris. El chico volteó a verlas y se apartó de su grupo de amigos para ir con ellas.
—Park, Lestrange. —las saludó con frialdad —¿Qué quieren?
—Deja tu actuación. —masculló su amiga. —¿Sabes algo sobre qué casa podrán a jugar en vez de Slytherin?
—¿No deberían saber ustedes? —replicó el rubio. —Digo, son de tercer curso y tu primo está en el equipo.
—Atreides ¿Sabes o no sabes? —escupió Laia interviniendo al chico. Silas siempre era un dolor de cabeza, era de primer año y no era más que un idiota con complejo de grandeza amante del sufrimiento ajeno.
Silas resopló.
—Escuché a Flint decir al equipo jugará primero Hufflepuff contra Gryffindor y que Snape viene a decirnos el cambio. —dijo. —Una mierda. No me agrada Hufflepuff, pero espero que ganen.
—Finalmente dices algo bueno. —masculló Polaris. —Ya te puedes esfumar.
—Espera, espera. —lo detuvo Laia. —¿Sabes dónde está Cepheus?
—¿Desde cuándo soy su escarabajo chismoso? —rugió el chico con las cejas hundidas. —Sólo oí que dijo que iría con Snape para impedir la decisión, pero me parece que Flint y el equipo tienen algo entre manos. —pausó —Yo diría que esto les da una ventaja por encima de Gryffindor.
Se fue antes que ellas pudieran preguntarle algo más.
—¿Hufflepuff? —exclamó Polaris. —Al menos tienen al chico Diggory como capitán para vencer a Gryffindor.
—Supongo. —susurró ella. —¿Ahora es capitán?
—Obvio. —replicó ella asombrada ante la ignorancia de su amiga. —Y Prefecto. Cepheus dijo que tendría una reunión con los prefectos para la organización de las fiestas, incluido Diggory. En serio ¿No lo sabías?
—¿Tendría por qué?
—¡Por Merlín, claro que sí! —exclamó Polaris atónita. —¿No eran conocidos o algo por el estilo?
Laia no hizo más que encogerse de hombros y voltear a ver a las ventanas que daban al lago sin saber la respuesta. Sabía que habían tendido una amistad relativamente buena, pero que había quedado en la niñez.
Se preguntó cómo es que le daba tanto tiempo para hacer todas sus labores con tantas responsabilidades.
En eso, un chico de espalda ancha, cabellos dorados y expresión de que conocía la mejor hazaña del siglo. Entró por el pasillo a la sala sentándose al lado de Vela, era Cepheus Rosier, quien había entrado con Blaise Zabini y Marcus Flint, quien era el capitán del equipo y se reunía con los demás, excepto Cethus y Blaise.
—Me han volteado la torta. —dijo Cepheus con poco de emoción en su voz. —Quién diría que tu primo mimado serviría de ventaja con su rasguño.
—¿Dices que pueden sacar ventaja de este cambio? —preguntó Polaris intrigada. Laia se inclinó un poco para escuchar.
—Cállate, Cepheus. —interrumpió Pansy Parkinson, una chica de cabello oscuro y corto con expresión dura en su rostro. —Es la culpa de esa bestia estúpida de ese Hagrid. —se esfumó dando zapatazos reuniéndose con sus amigas.
—Vaya... —masculló Blaise con tono hastiado observándola.
—Nosotros hicimos el cambio. —dijo con tono de confidencialidad. — Con el equipo nos dimos cuenta de que no tenemos bañarnos en barro para ganar a Gryffindor.
—Yo quiero saber los detalles. —comentó Blaise con picardía.
—Lárgate de aquí, Zabini. —replicó Cepheus dándole un leve empujón. —Es mejor que menos sepan del plan.
Blaise carcajeó y observó a Polaris.
—Te... ves muy bien hoy, Polaris.
—¡Malfoy! —vociferó Cepheus sin levantarse al mismo tiempo que habló el moreno interrumpiéndolo. Laia se dio cuenta que no había sido la única que se había espantado ante el grito porque el chico después de dar un brinco retrocedió unos pasos para luego irse.
Polaris lo miró con confusión.
—¿Qué dijo? —alzó la voz hacia Laia. Pero Cepheus no dejó el asunto allí.
—¡Tu lloriqueo con tu cortadita dio su fruto, muñequita de trapo!
Algunos estudiantes se rieron con Cepheus en coro.
—Muérete. —le respondió Draco sin siquiera verlo cubriendo su brazo vendado. Le hizo una señal a su séquito para salir de la sala, pero una figura alta, oscura y delgada se atravesó en su camino, era el profesor Snape que irradiaba molestia en todo su ser. Le exigió a Malfoy y a sus secuaces que regresaran a dentro. Entró a la sala y se colocó en medio, todos hicieron silencio con su simple presencia.
—Es una desgracia decir que Slytherin no tendrá su encuentro en la Copa de Quidditch. —dijo con su semblante serio e inexpresivo. —Se aplazará el encuentro debido a una lesión en el brazo de un integrante.
Todos iniciaron a murmurar ante lo anunciado, indignados ante la repentina suspensión. Era como un pecado cancelar un partido.
Remarcó su mirada severa e hizo que todos volviera a guardar silencio.
—Como decía. —replicó y volvió a alzar la voz. —Se ha reprogramado a otra fecha para Slytherin. Mientras tanto, la Casa Hufflepuff jugará primero en lugar de esta casa.
Nadie dijo ni una sola palabra, pero entre la gente se veía rostros descontentos.
—Todos vayan a sus clases, no hagan perder puntos a Slytherin.
Los alumnos comenzaron a salir de la sala pacíficamente directo a lo que les tocara hacer en ese momento. Laia, Polaris y Cepheus iban a ir por su camino, pero Severus Snape los detuvo.
—¿Qué querías decirme, Rosier? —le preguntó a Cepheus. —Espero que no sea otra de esas ocasiones que tenga que salvarte el pellejo y mantenerte en el equipo.
—Oh, no señor. No era nada de eso. —dijo con tono despreocupado y fanfarrón. —Sólo quería decirle que su clase de Defensa contra las Artes Oscuras fue mucho mejor que el profesor Trapos Viejos.
Eso hizo que Snape no pudiera esconder una sonrisa de satisfacción de su rostro destacando sus ojos brillantes.
—Es así como se debe impartir una verdadera clase de Defensa. Agradezco el comentario.
Cepheus giñó el ojo hacia Laia y Polaris y salió de la sala.
—En cuanto ustedes dos... Lestrange. Narcissa pide tu presencia la víspera de navidad en la mansión. Es de suma importancia.
—¿Sabe qué quiere ella de mí, señor?
—No me dijo, sólo me pidió que te dijera. —replicó manteniendo su semblante serio. —Ella sabe el propósito.
Polaris asintió no luciendo muy contenta con la noticia.
Esta vez volteó ver a Laia.
—Park. El fin de semana podrás ir a la sala de trofeos nuevamente, como lo es habitualmente.
—Gracias, Profesor. —dijo recordando la fecha en la que se encontraban. No podía olvidar eso.
—Mmm. —replicó —Ahora, salgan.
Salieron del lugar. Al final del corredor lleno de telas de arañas se encontraron con Cethus esperando por ellas.
—Snape ama que lo halaguen. —rio Cepheus uniéndose a ellas. —Verdaderamente lo prefiero a él que a Lupin. No entiendo cómo una persona tan desalineada y que parece que se desmayará en cualquier momento puede ser profesor.
—¿De verdad él dará la clase de hoy? —preguntó Laia escondiendo su decepción. —¿Qué pasó con Lupin?
—¿Les toca hoy Defensa? —preguntó él. Polaris y Laia asintieron. —Según Snape está enfermo.
—Pobre... —dijo Polaris. —Se le veía agotado la clase pasada.
Cepheus no pareció interesarle y cambió de tema.
—¿Saben qué me dijo Flint? —exclamó orgulloso. —El plan es que Gryffindor pierda con Hufflepuff y que hagan el trabajo sucio. Tomando como excusa a Malfoy, tendríamos mucha ventaja en la final y derrotarlos.
—Ya... parece que al fin tienen un verdadero plan. —respondió Laia. —Y eso es mucho pedir a Flint.
—Ojalá lo logren porque Wood parece muy decidido a ganar. —comentó Vela.
—Wood se está ahogando en un vaso de agua. —replicó Cepheus con una sonrisa de satisfacción. —Él sabe perfectamente que el clima es un problema enorme. Y con Diggory en Hufflepuff los hará añicos.
Comenzaron a caminar fuera de las mazmorras y subieron por las escaleras de mármol.
—Polaris, sobre la mansión... —dijo arrastrando las palabras. —¿Qué quiere Narcissa contigo?
—¿Acaso vives en tu mundo? —preguntó Laia con tono burlón. —Son familia, o lo más cercano a eso. Tú lo sabes.
—Sí, no soy idiota, Laia. —replicó el chico.
—No lo sé. —respondió ella.—Algo relacionado con Draco, supongo.
—Mimado. —gruñó Cepheus. —Pueda que nos esté dando una ventaja en Quidditch pero eso no lo hace menos detestable.
Ellos no ignoraban que Snape tenía una relación cercana a sus familias —con los Rosier y Lestrange— por Quién-tú-sabes, si los trataba con «favoritismo» era por mero interés por pertenecer a su casa, sus familias y no por simpatía. Sin embargo, tenían estrictamente prohibido hablar de eso fuera de sus circulo cercano de sus familias. Laia sabía sobre ello gracias a Polaris. Había tenido leves sospechas que Cepheus, Draco y Polaris tenían algo que ver con Snape y sus deducciones no estaban tan alejadas, pero prometió no contarlo a nadie más. Hasta Draco estaba consciente que Laia lo sabía, presentía que quizá Snape también, pero por alguna razón nunca la habían confrontado.
—Ya es suficiente con que Lucius y mi familia tengan algo que ver. Me es bastante verlo seguido en sus reuniones, pero sus caprichos en la escuela...
—No me imagino qué pasaría si recibieras clases con él... —dijo Laia. —Aunque hubieras amado ver que se estaba aprovechando de Potter y Weasley en Pociones.
—¿Sabes? No es mala idea. —exclamó el rubio mientras buscaba algo con su vista. —¿Dónde está el engendro de Silas cuando lo necesitas? ¡Ah! Allá está. —dijo finalmente. —Nos vemos luego.
Se fue corriendo por el pasillo para alcanzar al chico. Laia pudo observar que Silas no estaba solo; estaba con un chico de Gryffindor quien intentaba protegerse del muchacho, se podían oír las vociferaciones de Silas insultándole y llamándole sangre sucia. El pobre chico era incapaz de defenderse y mucho menos cuando vio que Cepheus había llegado a unírseles.
—Ese estúpido... —masculló Laia. Se arrepintió haber dicho eso. Algo dentro de ella se movía cada vez que veía esas escenas de tipos como Silas o Cethus molestar a otros pobres chicos cohibidos como ese. Sabía que estaba mal, pero no era capaz de verlo claramente y sentir total simpatía para ir auxiliarlo. Ni siquiera creía que debía meterse. Tan sólo podía preguntarse qué había hecho ese chico para que Atreides lo molestara. Polaris la tomó del brazo.
—Mejor vámonos. Filch puede andar acá con la señora Norris. —dijo ella llevándola a la dirección de la clase. —Odio tener que ver la idiotez.
Laia asintió y siguió a su amiga dejando esa inmadura y lamentable escena.
Estaba consiente que su amiga no le enorgullecía su apellido; era la hija de Rabastan Lestrange —sin mencionar lo resonado y puro que era su apellido— y eso solo hizo alborotar los rumores dentro del castillo en su primer año, pero el tiempo hizo su trabajo y algunos alumnos lo olvidaron o no les importaba por una razón: la conocían como la chica coqueta y algo simpática Lestrange de la cual debían cuidarse un poco y eso le parecía bien a Polaris. Decía que era mucho mejor que estar escondiéndose entre los pasillos y los baños, y jamás volvió a tocar el tema sobre su familia con nadie que no fuera Laia. Todos sabían que la familia de Cepheus pertenecía al círculo de esas familias de sangre pura importantes y no lo escondía, estaba orgulloso y tampoco negaba tener magos tenebrosos en su familia, así como repudiaba a los sangre sucia y mestizos. Era un pesado, a nadie le gustaba tener problemas con Cepheus porque conocían que podrían obtener un mal sabor de boca, herido o quizás un maleficio. Simpatizaba con pocos, como Laia y Polaris, chicos de Slytherin, hasta con los gemelos Weasley y Lee Thomas se llevaba de vez muy pocas veces formando equipo para hacer ciertas bromas de mal gusto a otros alumnos. No obstante, vivía en constante conflicto con el único hijo de los Malfoy a pesar de ser sus familias cercanas.
"Dime con quién te juntas y te diré quién eres"
Laia a veces compartía los mismos pensamientos con sus dos amigos y otras veces no. Pero se había ganado una reputación de la cual no lograba zafarse: «La hija del Mortífago encarcelado». Su hermana también tenía este título, pero lo eclipsó ya que era una estudiante con notas excelentes, jugadora de Quidditch y Prefecta haciendo que se olvidaran de ese nombre, pero a Laia no le era tan fácil: pertenecía a Slytherin, se juntaba con tipos como Cethus y su carácter no le ayudaba de mucho. En una ocasión Polaris le confesó que tenía cara de querer matar a todos cuando la conoció. Tampoco negaba que a veces usaba eso a su favor cuando era necesario.
Luego de recibir su clase de Transformaciones, le dijo a Polaris que la encontraría en la siguiente clase. Bajó directo a las mazmorras yendo hacia la sala común tras pronunciar al muro la contraseña de esa ocasión, pasar por el pasadizo e ir a su recámara por un par de cosas que necesitaba: fue por su bufanda y unos pergaminos extras. Empezaba a hacer mucho frío y se había arrepentido no haber vestido abrigadamente. Subió por la gran escalera y se dirigió a la biblioteca. Planeaba ir a dejar un libro que había tomado prestado y quedarse hasta que la hora de su siguiente clase llegara.
Durante ese tiempo aprovechaba a tomarse un momento para escribirle a su padre y pasar un rato sola sin molestias y ruido. Normalmente la casa Slytherin era algo ruidosa durante el día y no le permitía concentrase o tener un tiempo tranquilo, siempre los chicos de su casa hacían un gran escándalo cuando se molestaban entre ellos.
Mientras colocaba más tinta a su pluma, comenzó a leer lo que había escrito. Le gustaba leer lo que escribía y asegurarse que todo iba bien, pero en ese momento comenzó una serie de cosas por su cabeza. Las letras comenzaron a desordenarse ante su vista, moviéndose de un lugar a otro y esparciéndose por toda la hoja creando un gran caos de sopa de letras. No era la primera vez que le pasaba esto, pero cada vez que sucedía se asustaba y provocaba que las manos le temblaran. Cerró los ojos intentando controlarlo y cuando los abrió notó que las letras se había reordenamiento nuevamente agrupándose de una manera totalmente diferente, como si se hubieran ordenado en un idioma distinto. Ella intentó leerlo, cuando las palabras pasaron su cabeza unos susurros agudos como zumbidos sonaron a través de sus oídos.
Los susurros eran muy extraños, intentaba comprender, pero no podía hacerlo. Quería que pararan, no entendía qué quería decirle. Se agachó contra la mesa cubriéndose con sus brazos como si eso fuera suficiente para parar esos horribles silbidos.
En ese instante, sintió tres toques sobre su hombro haciendo que se sobresaltara y se levantara abruptamente de su capullo en dirección donde había venido esos toquecitos. A su lado derecho se encontraba una chica de cabello rubio como la miel con canela, ojos azules, vestía los colores de Hufflepuff y su rostro expresaba confusión total y se había alejado un poco al ver la reacción de Laia.
—¿Estás bien? —preguntó ella inclinándose un poco. Notó que era un poco mayor que ella, se le hizo familiar su rostro. —La señora Pince me dijo que viniera a ver quién estaba hablando.
—¿Tú escuchaste que...? —se interrumpió ella misma preguntándose si ella había oído la voz también. La chica asintió.
—Cuando vine parecías como si estabas hablando, pero no entendí nada. —comentó ella acomodándose un mechón detrás de la oreja. —¿Hablabas en otra lengua?
Laia negó con la cabeza.
—Quizá me quedé dormida y comencé a balbucear. —dijo sintiendo como sus mejillas se calentaban. Ella deseaba que la chica dejara de hacer preguntas porque ella tampoco tenía idea alguna de lo qué pudo haber sucedido. Entendió que sólo ella había escuchado esos susurros y eso no le gustaba.
—Posiblemente. —dijo la chica algo pensativa y con cierta desconfianza. —¿No te sientes mal?
—No, me siento bien.
—Bien... bueno, recuerda que la señora Pince no le gusta que duerman en la biblioteca. Será mejor que te vayas.
—Sí, lo siento... —respondió Laia sintiéndose avergonzada y comenzó a ordenar sus cosas.
La chica retrocedió unos pasos observando a Laia, como si la estuviera analizando.
—Si no te sientes bien, puedes ir con la señora Pomfrey —le dijo —o hablar con el director...
—Gracias, pero estoy bien.
—De acuerdo. —comenzó a caminar dejando a Laia sola nuevamente. Ella volteó a dónde se había ido, vio que fue a ordenar unos libros de una sección de la biblioteca. Le pareció que ayudaba a la señora Pince.
Una vez que había recogido sus cosas se levantó y tomó rumbo a los pasillos del colegio. Saliendo de la biblioteca, el mismo chico que Silas y Cepheus estaban molestando apareció en el pasillo. Llevaba una expresión alterada y muy triste. Pasó a lado de Laia chocando con su hombro provocando que casi botara sus cosas al suelo.
—¡Oye! —exclamó Laia molesta. El chico se volteó sin parar el paso y soltar un débil «lo siento» e irse por su camino. Laia podía jurar que vio unas cuantas lágrimas en su rostro, lucía fatal. Eso la dejó pensando en qué le pudo haber pasado esta vez. Se acomodó túnica y se encaminó en dirección a la clase del profesor Lupin quien era el nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. El profesor Lupin era un hombre de apariencia desalineada y enferma vestido con prendas descuidadas y remendadas, sin embargo, algunos de su casa no les agradaba el nuevo profesor, pero Laia le gustaba como era su enseñanza sobre la materia, era mucho mejor de lo que había sido Gilderoy Lockhart quien sólo era un fanfarrón vanidoso. No le había agradado desde la vez que llevó esos duendecillos de Cornualles que le habían jalado el cabello y lanzado libros a la cara. No entendía cómo hubo chicas que gustaban de él. Por unos días se había molestado con su madre por haber sido "fanática de sus libros" de ese hombre tan desesperante. Por otro lado, Lupin hacía que la materia fuera muy interesante, no era nada despectivo como lo era Snape en pociones —no lo era tanto con ella, pero sí que le exigía y nunca esperaba menos de ella—, pero por lo que había dicho Cepheus a Snape todo indicaba que él daría la clase de ese día.
Subiendo al piso por la escalera fue interceptada por dos chicas; eran Rachel, su hermana, y su amiga, Nereida.
—Hasta que te encuentro. —dijo Rachel esbozando una sonrisa. —Casi no te veo, Laia.
—Yo debería decir eso. —comentó formando una mueca divertida. —Tienes tanto que hacer que ya olvidé que era comer ranas de chocolate contigo. Rachel le dedicó una cálida sonrisa.
Ella se percató de que la amiga de su hermana estaba viéndolas y la saludó sin tener más remedio. —Hola, Nereida.
—Hola. —dijo la chica de cabello castaño, ojos oscuros y piel aceitunada. Irradiaba algo de superioridad de su persona. —Parece que tu miedo por las víboras se desvaneció, pequeña mamba. Lo curioso de todo esto es que eres una de ellas.
—Oh, claro, lo había olvidado... —replicó esbozando una sonrisa burlona con una pizca de malicia. —Aún estás despechada porque un tipo muy guapo de Slytherin te rechazó y ahora te desquitas conmigo. —agitó la cabeza. —Muy mal...
Nereida clavó su mirada en Laia tan ferozmente que ella podía estar casi segura de que quería abalanzarse contra ella. Si no fuera por Rachel hubiera pasado.
Su hermana chasqueó su lengua y apartó a Laia con ella irritada.
—No la escuches. —masculló. —No tenías que haber sacado ese tema al aire.
—¿Y qué sugerías? ¿Qué me quedara callada porque me llamó víbora? —replicó y bajó la voz. —¿Por qué le contaste sobre eso? Puede esparcir un rumor.
—No lo hará. —le dijo haciendo notable sus esfuerzos por mantener la paciencia. —Le dije porque necesitaba la opinión de alguien. Prometió no decirle a nadie.
—Ya veremos cuanto dura...
—Sólo ignórala. —dijo con voz más calmada. —Sabes perfectamente que no lo eres y tampoco muchos en tu casa.
Agradecía a veces tener a su hermana quien la hacía recapacitar en situaciones necesarias, tal como su madre lo hacía, pese a que muchas veces le ganaba obstinación. Rodó los ojos y exhaló.
Su hermana era una bruja muy bella de estatura alta que había heredado el cabello ondulado y oscuro de su madre, los ojos avellanados de su padre que, a comparación de ella, sus ojos lucían como los de un tierno gatito en la noche. Laia pensaba que Rachel hacía lucir el uniforme de Ravenclaw y no al revés. Sin duda ella pertenecía a esa casa; poseía una noble inteligencia y destacaba mucho entre sus compañeros debido a su personalidad amigable, centrada y muy servicial. No podía esperar menos de ella, pero ambas eran tan distintas que en varias ocasiones hacía que chocan y discutieran casi a menudo.
—Sobre la mamba... —habló nuevamente Rachel. —¿Ya no te la has topado?
—No. —respondió Laia. —Se perdió en el Bosque Prohibido desde la vez que la vimos.
—Ojalá se mantenga así, no me gustó haberme encontrado con ella. —dijo ella reprimiendo una mueca de miedo más que disgusto. —No es bueno escuchar eso sabiendo la historia.
Laia recordó los susurros nuevamente.
—¿Tú haz vuelto a oír esos susurros...? —preguntó ella temiendo de la respuesta de su hermana.
—Por las canas de Merlín, no. —se apresuró a decir con preocupación. —¿Tú sí?
Ella agitó la cabeza.
—Yo tampoco, —mintió. —pero me he ganado un nuevo apodo. Supongo que es mejor que el de mortífago encarcelado.
—Hace mucho que dejé de escuchar ese apodo. —dijo Rachel.
—Por supuesto... —dijo con amargura —porque tú eres tú y yo soy yo.
—No tiene nada que ver. —dijo la mayor tomando su mano. —Sólo necesitas sonreír más y no ser tan tosca y obstinada, pero claro que eso no sucederá por lo mismo. —soltó una risa.
—¿Irás conmigo a la sala de trofeos el fin de semana? —Le preguntó a Rachel. —Snape me dio permiso.
—Tengo reunión de Prefectos este sábado por todo lo que está ocurriendo. —dijo algo desanimada y se apresuró a buscar entre sus libros que llevaba consigo. —Pero ten. Quiero que me cuentes qué te dice luego.
Le entregó un sobre con una carta, iba dirigida a su padre. Laia la tomó sin decir nada. Le decepcionaba que su hermana no fuera siendo muy escasas las veces que se podían realizar.
—Por cierto, ten cuidado con los dementores. —le advirtió. —Black puede seguir escondido en el castillo así que evita salir por las noches, por favor.
—Lo tendré.
Ella observó por encima del hombro de Rachel y notó que Nereida aún seguía allí esperando por su hermana, pero no disimulaba que veía a Laia con desaprobación.
—¿Por qué sigues siendo amiga de ella? —reprochó Laia. —Si antes no le caía bien, ahora no podrá verme ni en pintura.
—No voy a dejar de ser su amiga sólo porque no le caes bien, —respondió. —No hay necesidad de repetirlo cada vez que te veo, pero es exactamente lo mismo que pienso con respecto a tus amigos.
—No empieces, Rachel. —masculló Laia. —Justamente cuando no quería discutir.
—De acuerdo, yo tampoco quiero discutir. —desvió la mirada de ella y luego la regresó. —¿Me harías un favor?
Laia asintió sin muchas ganas.
—El profesor Flitwick me contó que busca un estudiante bueno en Encantamientos para una clase de demostración a los de primer año. —dijo. —Flitwick me pidió a mí que lo auxiliara, pero no tendré tiempo. Estoy organizando las decoraciones de este año.
—Y ¿qué? ¿Dices que sea yo la que tome tu lugar?
—¿Por qué no? Eres la mejor de tu casa en Encantamientos y Pociones. —le dijo Rachel con entusiasmo. —Aunque no lo aceptes, tienes potencial de ser buena duelista.
—¿Por qué no le pides ayuda a Hermione Granger? —preguntó Laia nada convencida de la propuesta de su hermana. —Ella es la mejor del curso en... todo.
—Lo consideré, pero no la he visto en semanas. —dijo pensativa —Además, yo desde un inicio quería que tú lo hicieras.
—¿Con qué necesidad? —replicó Laia incrédula. —No tengo vocación para enseñar.
—Y por eso es una buena oportunidad para que tomes experiencia y de paso algo de paciencia. —la sujetó de los brazos en ese instante con una sonrisa amigable. —Hazlo por mí. Además, te servirá para un futuro si decides ser Prefecta.
—¿Me estás tomando de la varita? —exclamó intentando desprenderse del contacto de Rachel. —¿De verdad tú me ves cómo Prefecta?
—Vamos, Laerin. —le suplicó casi de rodillas. —Acepta ¿sí?
Más tarde en la mazmorra de Slytherin, Laia y Polaris se encontraban en los dormitorios de las niñas donde cada una estaba en su cama, a su lado estaba las camas de Pansy Parkinson y Daphne Greengrass. Se encontraban solamente ellas dos y tenían la oportunidad de hablar más cómodamente. Pansy no era exactamente una chica agradable, se la vivía hilando y deshilando comentarios hirientes hacia las personas que ellas consideraba inferiores, pero al menos tenía la dignidad de algo tener respeto hacia ellas, hasta de vez en cuando Laia compartía ciertos gustos con ella. Por otro lado, Daphne siempre era neutral y amigable cuando se lo proponía.
Polaris se encontraba acariciando al gato de pelaje blanco con manchas marmoleadas de Laia, Sugar Quill, que se encontraba en su regazo tan cómodamente que sus ronquidos eran muy ruidosos ante su sueño tan profundo.
—Peeves no deja de molestarme. —comentó Polaris acariciando la barriga del felino. —Siempre me asusta cada vez que voy al baño y sale por el espejo. Es un dolor en el trasero...
—Dile al Barón que se encargue de él. —dijo Laia sin desprender la vista de su pergamino mientras escribía. —Siempre funciona.
—No me atrevo a hacerlo. —dijo colocando al gato en la cama. —Me da algo de temor verle esas manchas.
—Oh, vamos. Siempre lo ves. —dijo Laia subiendo su vista hacia su amiga. —Se supone que ya tendrías que haberte acostumbrado.
—Lo sé, pero me da algo de asco. —replicó dejándose caer en la cama a lado del gato que éste no se mostró contento al ser despertado tan repentinamente. Le pasó la cola por la cara y se volvió a acostar al final de la cama. —¿Se lo dirías por mí? ¿Sí? —suplicó arrastrando las palabras.
—Hoy es el día de «Pídanle favores a Laia» —replicó guardando sus plumas y el resto de los pergaminos.
—¿Quién más te ha pedido ayuda? —se incorporó de nuevo mirando a su amiga con curiosidad. Laia le contó que se había encontrado con su hermana, el caluroso saludo con Nereida y el favor que le había pedido Rachel.
Polaris jaló aire con los dietes apretados.
—Suerte con eso. —dijo. —Pero no se equivoca, tienes don para los duelos ¿Por qué crees que tienes gusto por la clase de Defensa?
—Es... interesante.
—No lo niego. El profesor Lupin hace que te interese. No como Lockhart.
En su mente, los recuerdos de lo que pasó en la biblioteca la habían dejado paralizada en ese momento observando a la sábana de su cama. Despegándola de ella, la posó sobre Polaris al momento que había despertado una duda dentro de ella.
—¿Tú conoces a una chica rubia de Hufflepuff?
—Me la pones difícil.—se burló Polaris encogiendo sus piernas nuevamente en la cama. — Puedes ser más especifica porque ¿Cuántas niñas Hufflepuff no son rubias?
—Jaque mate. —dijo Laia concordando con el hecho que había dicho Polaris —Pues, me encontré con una chica rubia de Hufflepuff en la biblioteca, era mayor y al parecer ayudaba a la señora Pince...
—Bueno, sé que hay una chica Prefecta que ayuda a la bibliotecaria ciertos días para conseguir más puntos... —comentó —Seguramente hablas de Beatrice Haywood de sexto curso. Ama los problemas.
Entendió porqué se le hacía conocida. Había oído su nombre un par de veces y la veía por los pasillos con su actitud juguetona entre sus compañeros.
Cuando tenía una duda sobre cosas que pasaban en el colegio, gente u otra cosa, Polaris lo sabía. Era muy conocida entre los alumnos y esto hacía que se enterara de cualquier rumor o situación en el castillo.
—¿Por qué lo preguntas?
—Eh... por nada.
Aún no se atrevía a contarle sobre su experiencia con su hermana hace unos días, sólo quería darse un tiempo más para decirle, hasta que se sintiera lista.
Al no tener una verdadera respuesta, Polaris buscó otro tema:
—Entonces... ¿le dirás al Barón que me ayude con Peeves? —preguntó con timidez. Laia suspiró. —Por favoooooooor.
—Bien. Se lo diré —encaró a su amiga. Ella esbozaba una sonrisa de oreja a oreja con ojos brillantes —, pero tú irás conmigo.
—Si no tengo de otra... —dijo estirándose a tomar al cansado Sugar Quill para acariciarle la cabeza.
Vela observó que Laia doblaba el pedazo de pergamino y lo depositaba en pequeño sobre que lo sellaba con su lengua.
—Aún le escribes a tu padre.
—Semanalmente. Sí.
—Por eso te dijo Snape sobre la sala de trofeos... —dijo colocando los pies contra el suelo. —Al menos él a pesar de estar lejos se preocupa por ustedes... Nini es la única que me cuida y se preocupa por mí.
Laia no ignoraba que Rabastan era un padre poco amoroso e interesado por su hija, estaba más ocupado con otros asuntos y la única compañía de Polaris es su elfina, Nini.
—Si decides no ir con Narcissa... puedes ir conmigo a pasar la Navidad y llevar a Nini. Mi madre prepara un delicioso pavo relleno y pie de calabaza.
—Ojalá tuviera elección, pero si Narcissa me llama es por algo. –dijo cabizbaja. —Además, a tu hermana no parezco ser de su total agrado.
—Tiene celos porque su amiga Nereida no es como tú... —dijo intentando esconder su sonrisa.
—Para mi suerte, no soy ingenua para creer esa falacia. —rio mientras jugueteaba con las orejas del gato. —Pero lo tomó.
—Ya quisieras ser así como Nereida. —replicó Laia aguantándose la escandalosa carcajada.
—No le envidio nada. —dijo con orgullo siguiendo el juego. —¿Para qué? Sí soy una Lestrange.
—Claro. —rio —Una Lestrange que no puede comprarse un gato. Al mío lo deformaras si lo sigues tocando.
—Es que quiero un gatito tan suave como el tuyo. —dijo abrazando al pobre Sugar Quill apretándolo que el felino lo tardó en enroscarse y moverse para zafarse de las garras de la castaña.
—De acuerdo, para el siguiente curso te acompaño a ir por un gato en el callejón Diagon, pero no mates al mío.
🫐 Nota de autora 🫐
¡PRIMER CAPÍTULO!
Tenía tanto miedo de publicarlo y no sé porqué, pero finalmente llegó el día. Este es un capítulo introducir y que conozcan a Laia, un poco de su entorno.
Sólo unas aclaraciones:
No planeo que sea ella "la escogida" o "la heredera de Slytherin" porque no será así porque ya tenemos un protagonista y porque no hace falta más magos oscuros HAHAHA, pero que sí tenga un propósito en su historia y demostrar que Slytherin no es hogar de magos tenebrosos, pero que sí luchan con la oscuridad. Y si dejé dudas (que algunas ya creo que deben saber de qué hablaba, espero 👀) poco a poco iremos descubriendo más secretos fuera del entrono del trío de oro porque Hogwarts siempre ha estado lleno de ellos (y quién sabe cuanto más tendrá) y ya iremos a encontrarnos con nuestro Cedric bb.
No sean malxs y dejen su voto y más de algún comentario, me ayuda a seguir con la historia. ♥️
Espero que les haya gustado. Nos leemos en el siguiente capítulo. ♥️
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