Capítulo 31. El nuevo Rey de Pléyades.

"Él se convirtió en un hombre vengativo y rencoroso, sus tribulaciones eran tan pesadas como la gravedad de Júpiter y sus rencores tan calientes como el infierno."

7 horas más tarde.

En el anochecer del 25 de agosto el gruñido de un lince resonaba mis oídos con el crujido de mis huesos, mi corazón se traspasaba de energía negra y ánimos de venganza. Mi nuevo mundo estaba procreándose, sabía que era el próximo Monarca de Pléyades, aunque a todos se les dificultaba creerlo, por cada paso que me acercaba a las catacumbas pronunciaba dentro de mi cabeza los sentimientos en un fuego pensante.

''Hombres débiles caerán ante mí, se inclinarán y pedirán un perdón que no existiría con la compasión que les tenga, nuestra desigualdad sería tan grande como mi rencor, se sentirán tan acobardados que traerán ofrendas sagradas a mi tabernáculo, como un modelo a seguir todos querrán ser lo que yo soy ahora y se inspirarán en el daño que me hicieron para superarse a sí mismos, destruiré sus vidas con un dedo sin importar lo que sientan al caer''.

Sin importar cuantas vírgenes e inocentes derramen sangre, tenía por seguro que acabaría con la respiración de cualquiera que se interpusiera en mi camino. Después de perder la reputación, mi dignidad se endiosó, estaba más que preparado para volver a encontrarme con mis asesinos; el viento nocturno se llevaba todo de mí para nunca regresar, estaba levantándome entre los muertos para caminar sobre ellos, entregué mi alma al infierno por venganza y poder en la penumbra. Me convertí en un hombre regio y poderoso como Júpiter, ya era hora de demostrar quién realmente era para el inicio de los nuevos tiempos.

Roxette y yo lucimos indumentarias equivalentes, ambos vestíamos de cuero negro bañado en fragmentos de oro y diamante, para el frío ultimamos nuestra vestimenta con abrigos de piel de oso. Estábamos preparados para nuestros cambios de ropa en Sodoma y Núremberg, Roxette llevaba el Propheticum Spectrums cargado en una mano y con la otra sostenía la ballesta, yo tenía guardada la piedra prodigiosa dentro del abrigo y el hacha cargada en mi mano derecha, en la izquierda el mangual.

– ¿En qué piensas tanto? –Preguntó Roxette–.

– En todo lo que pueda pasar al entrar a las catacumbas, –respondí, reflexivamente–, he esperado esto por mucho tiempo.

– Eres inalcanzable, –dijo Roxette, optimista–, nadie podrá destruir a ese gran centurión que se esconde dentro de ti.

– Esto es increíble, –comenté, soltando un suspiro–, tú crees más en mí en que yo mismo.

– Te has preparado todos estos meses para ser lo que eres hoy en día, –replicó Roxette–, ¡Sólo mírate! Eres nuevo, diferente, indomable, el hermano menor que nunca pude tener para verlo crecer.

– Hemos llegado muy lejos, –musité entre los labios–, hace tiempo estábamos clavados en una cruz sin saber que nos volveríamos a ver. Siento eso justo ahora, pero, al menos sé que nos encontraremos de nuevo en donde sea.

– ¡Nunca te dejaré! –Exclamó Roxette, trágica–, quiero estar aquí para verte cuando te sientes en el trono que te espera.

– Será nuestro trono, –repuse–, estarás sentada a mi derecha.

– ¡Por todos los cielos! –Prorrumpió la voz de Roxette, asombrada–, mira a toda esa gente, ¿Qué hacen allí? ¡Eso es hermoso, no puedo creerlo!

Roxette saltó y me empujó suavemente.

¡Era mágico y fantástico! Todas las buenas personas que estuvieron conmigo en las catacumbas de Memphis para apoyarme, estaban afuera de la Cueva de los Secretos con carteles y antorchas. Ranavalona había llegado con sus refuerzos como lo prometió, no obstante, contamos con el apoyo leal de la supremacía blanca Red Nocte que estaba afuera de las catacumbas; Grigori Rasputín no me olvidó como lo pensé, estaba con los frailes muy sonriente y optimista.

Cuando caminamos en medio de la aglomeración sonaron los aplausos y chiflidos de honor, las personas se aparataron en el momento que Roxette desfiló en medio de ellas para entrar a las catacumbas. Ranavalona nos saludó entre la multitud con sus refuerzos y sonrió con alegría, le regresamos una sonrisa y Roxette le envió un beso; las criaturas místicas de Pléyades también estaban allí, aunque, preferían estar alejadas de las personas.

– ¡Es el nuevo Rey! –Gritó Ranavalona–, ¡Él es nuestro nuevo Monarca!

– ¡Nuestro Rey! –Gritó un hombre de la multitud–.

– ¡Muchos años de vida para nuestro salvador!

¡Él nos ha liberado de una dictadura!

¡Somos libres!

¡Ha derrocado a los asesinos!

Vociferaba las personas, impetuosas.

Las personas se animaron a gritar con Ranavalona asegurando que yo era su nuevo Rey, e incluso los masones prorrumpieron con la multitud cuando me vieron pasar. En los carteles estaba escrito mi nombre, en otros estaba mi imagen ilustrada y glorificada.

En la entrada de las catacumbas había dos candelabros encendidos, levantamos los candelabros y después de unos minutos entramos a las catacumbas, regresar a ese lugar me generaba una terrible sensación de amargura y misterio. Recordé cuando salí por primera vez de esas fosas y sólo me llené de histerismo, Roxette estaba caminando delante de mí con cierta rapidez y nerviosismo, tan pronto que entramos a las catacumbas nos perdimos en los túneles que serpenteaba bajo los suelos de Núremberg.

Las múltiples galerías subterráneas se componían de umbrosos túneles estrechos.

– Esto es un laberinto, –dije ofuscado–, apenas entramos y ya nos perdimos.

– Lo único que podría decirte es que nunca antes había estado aquí–, comentó Roxette, sugestionada–, esto está ruinoso.

– Pues yo creo que podríamos ser aplastados en cualquier momento, –añadí observando el techo y las paredes–, además hay muchas estalagmitas.

– Estalactitas, –corrigió Roxette–, es un espeleotema que cuelga de los techos. Las estalagmitas son las que se forman en el suelo, a partir de la decantación de algunas soluciones.

– Muchas grutas se han formado con el tiempo, quizás haya una salida alternativa que se conecte con alguna laguna, –agregué–, y tengo entendido que aquí se han sepultado más de seis millones de personas.

– Lo increíble es que su origen surgió de una profunda caverna en la antigüedad, –dijo Roxette–, con los años la usaron para construir galería y redes subterráneas. Alrededor de trescientos kilómetros de túneles.

– ¿Por qué las paredes de las criptas están construidas de esqueletos? –Pregunté, sobrecogido–.

– Los huesos fueron acomodados en forma de murallas para transformarse en un mausoleo, –respondió Roxette–, por ello estas tétricas decoraciones fueron diseñadas con una lúgubre creatividad.

– Oh, maldición, –exclamé molesto–, nos inundaremos si no caminamos con prevención, ten mucho cuidado con pisar algo que te hunda hacia adentro.

Estábamos caminando dentro de un pasadizo inundado de agua sucia, era un túnel bajo y estrecho en el que teníamos que caminar encorvados. El agua cubría la mitad de nuestro cuerpo, se sentía el peso del agua cuando intentábamos mover las piernas para desplazarnos.

– ¡Es lo más mórbido de Núremberg! –Bramé, medroso–, ni siquiera en Memphis tenía estos escalofríos. El silencio es abrumador, es una tensión descabellada y siniestra.

– Memphis era mi hogar, –dijo Roxette con la voz quebrantada–, pero, este lugar jamás podría ser un sitio digno para vivir. Algo está mal, no puedo continuar con esto...

– ¿Crees que esto sea una trampa? –Le pregunté a Roxette, desconcertado–.

Pero no respondió.

– ¿Roxette, me estás escuchando?

– ¡Roxette! ¿Por qué no me respondes?

Pregunté otra vez.

– Sueña conmigo, –susurró una voz masculina en el fondo del túnel–.

Tras escuchar ese susurro giré con el candelabro y Roxette ya no estaba detrás de mí. Mi corazón se estremeció y luego resonó con un fuerte latido de espanto, la frecuencia cardiaca se aceleró y tuve mareos constantes con hormigueos intensos entre mis músculos; al ver aquella profunda oscuridad en el pasadizo sentí un dolor desgarrador en el pecho, había una sensación de debilidad extrema que me hizo desconfiar de la fría realidad.

– ¡Roxette! ¿Dónde estás? ¿Puedes oírme?

¡Roxetteee! ¡Roxetteeeee! ¿A dónde fuiste?

Continué gritando.

Exclamé atemorizado y exasperado, profiriendo estridentes alaridos que parecían no ser escuchados por nadie. Cuando regresé al camino por donde veníamos miré que una enorme pared cubría el comienzo del pasadizo, no había formas de que Roxette se haya regresado a la salida o dejarme solo ahí.

Caminé rápidamente dentro de la inundación con el candelabro en mi mano y pude llegar al final del pasadizo, llegué a una zona plana y espaciosa cubierta de velas y lamparillas, era el mausoleo más secreto y recóndito de Núremberg. En el medio estaba una hoguera junto a un brillante cetro de Rey cubierto de piedras preciosas, en la oscuridad relucía una corona de diamantes con la luz de la candela.

– ¿Hola? –Grazné, inquieto–, ¿Roxette, eres tú?

De repente, una sombra se extendió desde las paredes hacia el techo, no sabía con exactitud si era la sombra de Roxette. El mausoleo se unía con múltiples entradas a otras galerías subterráneas, y repentinamente, algunas de las velas se apagaron cuando Hounsfield y Orión entraron lentamente al mausoleo vistiendo con largas túnicas moradas, apreté el mangual con el puño al igual que el candelabro y retrocedí paso a paso sintiéndome amenazado, Orión soltó una sonrisa perversa e hizo una guiñada cuando sintió que me estaban intimidando; Los pies de Hounsfield estaban vendados a la mitad, después de lo que sucedió el año anterior la gangrena le pudrió la mitad de los pies, simplemente, se sostenía con sus talones expresando silenciosos sollozos de dolor.

– Buenas noches, caballero, –dijo Hounsfield tocándose la barba–.

Hounsfield tenía el Propheticum Spectrums en su mano y lo lanzó a la hoguera.

– ¿Qué hicieron con Roxette? –Le pregunté con cierta altanería–, esto es una trampa. Venimos sin refuerzos para enfrentarnos con ustedes, y así atacaron a traición nuevamente. ¿En dónde está la masculinidad de ustedes? Viles cobardes.

Orión río.

– ¿Y qué era lo que estabas esperando? –Prorrumpió Orión como respuesta–, ¿Qué te recibiéramos como un Rey? ¡Jaahh! La brujería se te metió por lo poco de cerebro que tienes, pedazo de escoria.

Me detuve y solté un resoplido, tratando de encontrar poca paciencia y tolerancia que tenía.

– Te lo repito, –dije, fatigado–, ¿En dónde está Roxette?

Hounsfield burló.

– ¿Para qué quieres saberlo? –Contrarió Hounsfield–, la vida es muy corta hijo mío. A veces vivimos lecciones de las que no queremos aprender, tu amiga estará muy bien en el infierno.

Hounsfield hizo un ademán y le susurró a Orión en el oído.

– Se los advierto, –protesté, furioso–, no vine aquí para jugar con ustedes. Devuélvanme a Roxette, o saldré por mis refuerzos.

– Búscalos, –habló Orión, insensato–. Pero de aquí no te vas vivo, maldito bastardo.

Perdí los sentidos coléricamente y solté el candelabro de golpe, comencé a mover el mangual en círculos y corrí hacia los hombres. Hounsfield intentó apartarse y se cruzó inconscientemente en mi camino, y con el mangual le golpeé con todas mis fuerzas en su espalda hasta quedar enterrado en su piel, halé el mangual y la carne de Hounsfield se adhirió con el arma hasta que lo moví circularmente en el aire y arremetí contra el pecho de Orión, Hounsfield se lanzó al suelo adolorido y se arrastró del dolor a donde estaba Orión. Los dos hombres tenían un profundo agujero en la carne, Hounsfield se quitó la túnica y dejó oxigenar la herida cuando la tela se estaba adhiriendo en ella, Orión cubrió el orificio de su pecho que se desangraba latentemente y se apartó de mí, temeroso.

– ¿Ahora me vas a decir en dónde está Roxette? –Le pregunté con un tono amenazante y estentóreo–.

Orión estaba acostado en el suelo, me acerqué a él y apreté mis manos en su cuello. Orión volteó la cara y miró a Hounsfield rendido, se comunicaron con la mirada y Orión respondió amedrentado.

– Tenemos dos personas esta noche que vinieron a verte una última vez, querido Rey. –Decía Orión con un suspiro–.

– Ah, ¿sí? –Pregunté, sonriendo mordazmente–. Quisiera saber quiénes son esos admiradores, estoy ansioso por verlos esta noche.

Solté el cuello de Orión y me aparté lentamente.

– También destruiste sus vidas con tu existencia, –replicó Hounsfield, bruscamente–, les arrancaste lo más digno que esa familia tenía.

– ¡Oh! –Jadeé, fascinado poniéndome la mano en el pecho–¿Qué quieres que te responda, desgraciado? Ah, espera, un segundo, ¡Lo sé! ¡Sé que es lo que quieren! ¡Oh, vamos! No se hagan los estúpidos, ¿Jugamos a las adivinanzas o qué?

– Quien ríe de primero llora de último, –murmuró Orión, torciendo su boca–, no te hagas el interesante con una expresión.

– ¡Hahahaha! –Solté una carcajada, sonora–, lo seguiré haciendo una y otra vez hasta que quiera dejar de hacerlo ¿Me estas escuchando, vil asqueroso? Y te digo algo, dejé de reír por mucho tiempo cuando no podía superar el daño que me ocasionaste. Lloré por días y noches creyendo que lo había perdido todo, y mira, mírame ahora, ¡Qué me mires, MALDITA SEA! Soy lo mejor que podrías ver en toda tu maldita y miserable vida. Justo ahora, estoy en el mejor momento para reír, porque ya sufrí lo suficiente como para dejar huir a mis verdugos de su condena, a partir de hoy seré yo quien lidere en sus pesadillas más lóbregas y sufrientes.

Orión me miró fijamente, sumiso y gemebundo con sus labios temblantes. Hounsfield intentó levantarse y se cayó con torpeza, caminé rápidamente hacia él y lo halé de la barba mientras lo arrastraba en el suelo, lo arrojé a un lado de la hoguera y apresé sus brazos.

– ¿Ahora qué piensa hacerme? ¡Déjame en paz, te prometo que no volverás a verme en tu reino! –Imploró Hounsfield, acobardado y resignado–, ¡Ya eres nuestro Rey! Te lo suplico, ten piedad de mí... Soy un pobre anciano, ya no tengo a nadie en la vida.

Hounsfield empezó a llorar como un niño. Orión lo miró coléricamente y desvió la mirada.

– Por favor, ¿Podrías repetirme lo que acabaste de decir? –Le pregunté, sarcásticamente–, ¡Repíteme otra vez! ¡Habla como un hombre, marica!

Halé su brazo y metí su mano en el fuego.

– ¡AAAAAHHHHHHH! –Lloró el anciano, despavorido–, ¡Me quemo, me estoy quemando! ¡Aaaaaaaaaahhhhh! ¡Socorro! ¡Piedad, soy clemente!

Hounsfield no tenía fuerzas para reñir conmigo, entre más gritaba, más forzaba su mano en el fuego.

– ¡Nadie tuvo piedad por mí! ¡Fui pateado por todos cuando estaba herido, y nadie fue compasivo conmigo! –Grité, coléricamente con la voz furiosa–, veo que no tienes ni un poco de dignidad, maldita rata nauseabunda. Nunca entenderás lo que sentí en aquellos días, cuando la multitud entera se lanzó sobre mí para verme sufrir en la vergüenza, cuando ustedes se encargaron de destruir mi imagen ante todo el mundo. Cuando lloré con el alma y mi corazón destruido, pero nunca fui escuchado, y lo admito, caí en lo más bajo que nadie merece caer.

Orión estaba acorralado contra la pared, no tenía fuerzas para levantarse con su dolor.

– ¡Deja de llorar, puta! –Bramó Orión–, que vergüenza me das.

Metí la barba de Hounsfield en el fuego, la candela estaba quemándole la cara en una corta distancia.

– ¿Ahora si me dirás en dónde está Roxette? –Le pregunté con devoción–, si me dices en dónde está te aseguro que te dejaré ir. Y no seré yo quien se encargué de arruinarte, porque la vida no te dejará mucho tiempo en la faz de este mundo.

– ¡No le digas nada! –Protestó Orión con un gruñido–, ni se te ocurra decirle una palabra más.

Sujeté del cuello al anciano e impulsé su cabeza al fuego.

– Tú decides, Hounsfield, –repliqué con indulgencia–, está es tu decisión final. Si callas con tu amigo no tendré más de otra que meter tu cabeza en la hoguera, y si hablas te irás vivo de aquí, por supuesto, ya te lo dije y no volveré a repetirlo.

Hounsfield derramó un montón de lágrimas y sonó un ronquido, miró a Orión con miedo y sus ojos siguieron llorando.

– Ella está con los otros, –confesó, perturbado, pero con la mirada brillante–, ellos han llegado por nosotros. Están ahí parados detrás de ti.

– ¿Quiénes son ellos? –Le cuestioné, algo amilanado–.

– Míralos tú mismo, –replicó su voz exhausta, señalando–.

Solté sus brazos y me di la vuelta rápidamente, detrás de mí estaban cuatro extraños sujetos vestidos con túnicas negra y escondiendo los rostros. Su identidad estaba escondida bajo capirotes negros en forma de cónica con dos orificios para los ojos, y tenían a Roxette retenida con un cuchillo apuntado en el cuello.

– ¡Roxette! –Grité, estupefacto–, ¿Estás bien? ¿Quiénes son ellos? No te preocupes que todo estará bien. Estos gusanos no nos harán más daño.

– Estoy orgullosa de ti, –dijo Roxette–, nunca le temas a un cobarde. ¡Y jamás! Escúchame bien, ¡Jamás, le temas a alguien tan bajo y sucio como lo son estos parásitos intestinales!

Inesperadamente, todos comenzaron a quitarse el capirote y la túnica. El primero era Alfred Runford, quien tenía a Roxette del cuello, de segunda Elizeth Scrooket, cómo tercero Cesar Scrooket y, por último, Aurora Scrooket.

– Tanto tiempo sin vernos, –dijo Aurora, soltando una mirada llena de hipocresía–, has crecido mucho en estos últimos meses.

Aurora estaba vestida con un abrigo tejido con lana, la mujer estaba enflaquecida.

– Vaya, vaya, miren a quien tenemos por acá, creí que habías muerto de gonorrea, –repliqué, irónicamente–. Seguro abusaste de la marihuana, mírate, estás más arruinada que nunca. Eres la mujer más sucia y asquerosa de Pléyades, mereces estar en el infierno sufriendo como la puta que es tu hijo.

– No le hables así a mi madre, –rezongó Cesar–, ni se te ocurra volver a hacerlo.

Cesar tenía puesto un abrigo igual al de su madre, también había perdido peso. Lo miré a la cara con repudio y lo analicé de arriba hacia abajo con cierta repulsión.

– ¡Tú cállate, sabandija! –Exclamé, soberbio–, me das tanto asco que no puedo verte a los ojos. Cuéntame... ¿Ya saliste del closet? Pedazo de mierda, puedes chupar mi oreja ahora mismo, sería excitante que lo hicieras delante de todos estos retrasados, ¿O te da miedo que tu madre sepa tu verdad?

Aurora miró a Cesar y soltó un gruñido de zorra, pero Cesar esquivó su mirada y bajó la cabeza, se sintió acongojado y amilanado.

– ¿Quién te crees que eres? –Berreó Elizeth–, ¡Respeta a mi familia!

– ¡Shhhhh, yo ya no hablo con fantasmas! –Prorrumpí levantando mi mano–, recuerda que eres tan invisible que a nadie le gusta hablar contigo, ah y por cierto, quiero darte un pequeño consejo, piensa muy bien antes de hablar, y si no, siempre serás una vergüenza al igual que tu sangre.

Elizeth bajó la mirada y se cruzó de brazos.

– Que asqueroso hueles Alfred, eres toda una puta infectada, –dijo Roxette arrugando la cara–. Samael te estaría odiando tanto como yo te odio a ti, esta noche haré justicia por él.

Alfred la estrujó y Roxette soltó un quejido. Aurora se sintió incómoda y se apartó.

– Cierra la boca, perra, –protestó Alfred–.

Roxette me miró e hizo un ademán con su boca, guiñó su ojo y me desvió la mirada, de repente, Roxette le arrebató el cuchillo a Alfred y lo golpeó con su codo en los testículos hasta hacerlo llorar. Roxette le cortó el cuello a Alfred y con una fuerte patada lo empujó a la hoguera, Alfred empezó a quemarse vivo y Orión intentó ponerse de pie, pero no podía hacerlo, Orión estaba débil por el agudo dolor en su pecho.

– ¡Cesar cuidado! –Gritó Elizeth, nerviosa–.

Cesar se tropezó con Hounsfield y casi caía a la hoguera.

– ¡Hija de puta! –Le gritó Hounsfield a Roxette–, ve para que te den por el culo, ¡Asesina! ¡Bruja lamecoños!

Roxette miró a Hounsfield fijamente y me arrebató el hacha, caminó hacia él y lo empujó contra la pared.

– ¿A quién le llamas hija de puta? –Cuestionó Roxette, aquietada–, que sea esta la última vez que vuelvas a hablar de esa manera.

– Lo será, –dije con una mirada malévola–, de esta noche no pasará con vida.

Roxette me miró sonriente y me regresó el hacha.

Cesar, Aurora y Elizeth estaban fatigados y arrepentidos de haber ido a las catacumbas. Temían tanto que permanecían en silencio.

– ¿Qué quieres decir? –Clamó Hounsfield, haciéndose la víctima–, no me mates, no me hagas daño, te lo suplico.

– Ya es muy tarde, Señor alquimista, –dijo Roxette parpadeando con coquetería–. Mejor despídete de tus amiguitos, hasta nunca.

– Te cogerán en el infierno, pedazo de mierda, –ultimé, vengativo–.

Roxette asintió.

Levanté el hacha y le corté los brazos al viejo profeta, la sangre de Hounsfield estaba regándose por todas partes y salpicándome en la cara, por cada hachazo que arremetía contra sus extremidades los tendones se reventaban y los gritos de Hounsfield se debilitaban, le arranqué las extremidades y las arrojé a la hoguera de inmediato. Terminé cortándole la cabeza y se la estrellé a Orión en la cara, Roxette me quitó el mangual de la mano y corrió directamente a Elizeth, la haló del cabello y la tiró al suelo con un puñetazo en la nariz que la hizo volar; con el mangual la masacró y le partió el cráneo con múltiples apaleadas, Elizeth empezó a desangrarse mientras que Roxette la hacía escupir sangre con dolorosas patadas.

– ¡Levántate, sucio! –Le grité a Orión–, pelea como el hombre que has pretendido ser en todo este tiempo.

Orión refunfuñó y se levantó acobardado.

– ¿Por qué me haces esto? –Preguntó Orión, lastimero–, no te hecho nada para que me tengas el odio más grande que pueda existir.

– ¡Descarado, eres un completo descarado! –Replicó mi voz enfurecida–, ¡Por tu culpa casi muero en aquella cruz! Me sentenciaste a lo peor sin pensar en el daño que me ocasionabas, no puedo creer que sienta tanta lástima por ti.

– Eres un Rey, –dijo Orión, avasallado–, todos estamos rendidos ante ti.

Orión se inclinó y me besó los pies.

– Gracias, te agradeceré siempre por todo aquello que hiciste para hacerme más fuerte e inverosímil, –repuse–, me hiciste sufrir lo suficiente para luego tomar impulso a la cima más alta, pero, lamentablemente ya pasé por ello como para pensar otra vez en lo duro que fue, y, ahora es tu turno.

Orión reflexionó y bajó la cabeza.

Con el hacha le corté la mitad de la cabeza y su cerebro se dividió en dos partes, la otra mitad de su cabeza se deslizó en su cuerpo y cayó en el suelo. Orión todavía estaba vivo, su sistema nervioso seguía en funcionamiento mientras que el corazón le latía lentamente, Roxette estaba riñendo contra Aurora después de asesinar a Elizeth; Aurora abofeteó a Roxette y se lanzó encima de ella, Roxette estaba girando en el suelo con imparables arañazos y golpes mientras que Cesar intentaba separarlas, Roxette se levantó rápidamente y le pateó los senos a Aurora quien yacía en el suelo desesperada, Cesar entró en defensa de su madre y yo en defensa de Roxette.

– ¡Anda, dile a tu hijo que mataste a su padre! –Gritó Roxette–.

– ¡No la escuches, Cesar! –Clamó Aurora–, esta mujer está loca, está demente.

– ¡Demente eres tú, mierda pestilente! –Protestó Roxette–, mataste a mí querido hijo y lo hiciste sufrir más que a nadie.

– ¡Mamá! ¿Qué está hablando está mujer? –Le preguntó Cesar–, dime que nada de esto es cierto.

– ¡Lo es, todo lo que digo es la verdad! –Contestó Roxette, furiosa–, tú padre nunca te abandonó, porque é nunca lo hubiese hecho. Tu madre lo asesinó con una maléfica brujería, la oscuridad terminó llevándoselo a la muerte cuando empezó a vivir terribles sucesos.

– ¡Cállate, maldita loca! –Berreó Aurora retorciéndose–, deja de calumniar.

Cesar bajó la cabeza, angustiado.

– Yo soy tu abuela paterna, –confesó Roxette–, tuve a mi primer hijo después de que Alfred Runford me violara cuando apenas tenía 12 años, él es tu abuelo paterno.

– ¿Alfred? ¡NOOOOO, MIENTES! –Gritó Cesar, asqueado–, ¡Tú no eres mi abuela! ¡No te escucharé!

Cesar corrió a Roxette y le dio un puñetazo en la cara, inmediatamente, me enfadé y halé a Cesar del brazo hasta que lo lancé en el suelo. Roxette levantó el mangual y lo movió en el aire con velocidad, Aurora se acobardó e intentó apartarse de Roxette cuando vio que todo iba de mal en peor.

Roxette estaba frenética e impetuosa, con la bola de púas le fundió los pulmones a Aurora cuando le sometió múltiples golpes, las costillas se le rompieron y la piel se separó en dos partes dejándole una inmensa herida abierta. Roxette introdujo sus manos en la herida y le hurgó los órganos, le despedazó los huesos de la costilla y continuó revolviéndole los pulmones.

– ¡Esto es por mi hijo! –Vociferó la voz de Roxette, maniática–, ¡Tú mataste a mi hijo, tú arruinaste mi vida! ¡Por tu culpa sufrí como una perra! ¡Te detesto, maldito sea el día en que naciste!

– ¡Mamá! ¡Mamá, por favor! –Gritó Cesar, ahogado en un llanto–, ¡Mamá, no me dejes! ¡No la mates! ¡No mates a mi madre!

Cesar estaba asfixiándose con sus gritos.

– Ya tu madre está muerta, –le dije a Cesar, riéndome–, no vale la pena gritar por alguien que está más muerto que mi pasado.

– ¡Quítame las manos de encima! –Protestó Cesar dejando escapar un gemido–, has acabado con mi vida.

Lo solté de los brazos y me levanté.

Roxette arrastró el cuerpo de Aurora a la hoguera y lo dejo quemándose, Cesar sabía que eso iba a pasar y que nadie sobreviviría a nuestra venganza. Sin embargo, sentí lástima por Cesar al verlo sufrir por su madre, tuve un terrible recuerdo de la infancia y me vi en Cesar por unos segundos, Roxette se alejó de la hoguera y comenzó a llorar tras experimentar muchas emociones, caminé hacia ella y quise abrazarla después de sentirme extraño con todo lo que sucedió.

– Esto tenía que pasar, –dijo Roxette, resentida–, sentía que nunca podría vivir con todo el daño que me hicieron ellos.

– Hemos iniciado un nuevo capítulo, –comenté, afligido–, odio sentirme como un asesino. Mírame, no quiero vivir recordando esta noche por todo lo que me queda de vida.

Roxette me miró con devoción y lloró.

– No entiendo este sentimiento, –dijo Roxette–, sé que hemos planeado esto por mucho tiempo, pero, esto no tiene por qué afectarnos más. Jericco, podemos ser libres desde ya, hemos salvado la vida de millones de personas que han sufrido por mucho tiempo, y por primera vez hicimos justicia por los muertos que se fueron con la tristeza, quiero que inicies conmigo un nuevo capítulo sin que la oscuridad esté más en nuestras vidas, olvidemos todo esto y seamos felices.

Roxette apretó mi mano y lloró de la felicidad, por primera vez vi una sonrisa sincera en su rostro.

– Seamos felices para siempre, –añadí, contento y emotivo–, todo lo que vivimos tiene que quedarse en el pasado. Pensaré en esos que se fueron para nunca regresar, en esos lindos recuerdos que siempre tendré en la memoria hasta el día de mi muerte, siempre tuviste razón desde el primer día que te conocí... Todo va estar bien, y así fue, confié en ti hasta el día que creí que lo había perdido todo, y nunca me arrepentiré de todo lo que vivimos para aprender de los errores, por favor Roxette, nunca, nunca y nunca me dejes, porque sin ti no podré ser nada de lo que soy.

– Eres mi hermano menor, –repitió Roxette–, nunca me cansaré de decirlo porque eres lo mejor que me ha pasado. Nunca te dejaré, te amo y eso nadie lo podrá cambiar, eres un valiente y noble guerrero que dio su vida por los inocentes, estoy orgullosa de lo que te has convertido. Y si no salimos de aquí hoy, tenlo por seguro que...Si llego a morir, déjame decirte que seré tu ángel para toda la eternidad.

Ambos nos abrazamos fuertemente como el primer día que nos conocimos.

– Verdaderamente, te amo más que a nadie, –dije, apaciblemente–, y tú eres la hermana mayor que nunca tuve. ¿Sabes qué? Vámonos de aquí, saldremos de aquí con la frente en alto.

Roxette soltó el mangual y cogió el candelabro, no quise soltar el hacha y nos dimos la vuelta para salir.

– ¡No tan rápido! –Gritó Cesar–, no se muevan.

Cesar estaba apuntándonos con un cuchillo.

– ¡Oh, no! –Exclamó Roxette–, mira lo que ha hecho.

Cesar encendió las dinamitas que Orión les dejó a cargo.

– ¡Explosivos! –Prorrumpí, atónito–, así que esta era la carta bajo la manga. Todo fue una misión suicida, tenemos que salir rápido.

Cesar se lanzó encima de mí con el cuchillo y me cortó la cara, empezamos a pelear con fuertes golpes que nos dábamos unos al otro y Roxette se desesperó. El hacha se soltó de mi mano y cayó lejos de mí, me volteé rápidamente y le quité el cuchillo hasta lo empujé con un puñetazo en la boca, me levanté con celeridad apartándome de él y lo amenacé con el cuchillo.

– ¿Me vas a matar? –Preguntó Cesar–, ¡Hazlo! Igual todos moriremos aquí cuando las paredes exploten, sólo quedarán nuestros restos.

– Cesar, desactiva las dinamitas ahora mismo, –ordenó Roxette–. Tú padre no hubiese querido esto para ti, te prometo que te dejaremos ir y no volverás a vernos en tu vida.

Cesar negó con la cabeza.

– ¡Eres una basura igual que él! –Protestó Cesar–, jamás serías familia mía.

– ¡Pues, acéptalo! –Vociferé, iracundo–, deberías sentirte orgulloso de tener a esta mujer como familia. Porque eres una porquería de hombre, eres lo peor que me pasó en este mundo, jamás podrías recuperar el aprecio que te tuve cuando te conocí, me golpeaste la cara cuando intentaba confiar en ti.

Cesar rio.

– ¡Ahhh, que triste! –Profirió la voz de Cesar–, lamento que no hayas conocido quien realmente soy yo. Nunca fuimos amigos y jamás lo seremos, mejor quédate con esa puta bastarda.

Yo me reí ruidosamente.

– ¡HAHAHAHA! –Berré con una risotada–, ¿Amigos, hablas es en serio? ¡Amigos, JAH! ¡Nunca pudiste ocultar tu obsesión por mí! Te enamoraste de mí, aunque no quieras aceptarlo, de día eras uno y de noche eras otro. ¿O quiere que te siga recordando? ¡Sentí cuando me tocabas mientras dormía, supe cuando me observabas cuando me duchaba! Lo siento por ti, nunca pudiste ser lo suficiente como para intentar llamar mi atención, me das asco, eso es todo.

Cesar gruñó coléricamente.

– ¡Aaaaaaaaahhhhh! –Gritó Cesar, lloriqueando– ¡Eres una basura igual que tu madre! Ahora entiendo porque sufriste tanto desde la infancia, ella era una prostituta barata que nunca te quiso.

Cesar decía incoherencias.

– ¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto? –Le pregunté, irritado–, hablas de mi madre como si la hubieras conocido. ¡Yo sí puedo decir cosas de tu madre! Menos mal está muerta, y nunca más la volverás a ver en lo que te queda de vida, un segundo, jajaja creo que me he equivocado, ¿Acaso dije que sobrevivirías de esta? No, no te quiero ver nunca más, te ha llegado la hora, despreciable animal.

Levanté el cuchillo y apunté directamente a su corazón. El cuchillo salió disparado en el aire y Roxette gritó contrariada.

– ¡NOOOOOOOOHHH! –Gritó Roxette, encolerizada–.

Roxette se movió rápidamente y saltó con las manos en el aire cubriendo a Cesar, el cuchillo se enterró la garganta de Roxette y se desplomó al suelo.

– ¡Roxetteeeeeee! –Exclamé, soltando un bufido–, ¿POR QUÉ? ¿POOR QUÉ? ¿Por qué tuviste que hacerlo? ¡Noooooooo! ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste?

Lloré desconsolado, corrí a Roxette y me tiré al suelo de rodillas.

Roxette tenía el cuchillo atravesado en la garganta, empezó a toser sangre y se ahogó con sus palabras. Ella me tomó de la mano y la apretó, en sus ojos vi el fuego de una extraña felicidad que alumbraba su mirada con una sonrisa adolorida, su boca temblante le impedía hablar con cordura de lo que quería decirme.

– Jericco, –susurró Roxette, apesadumbrada–, Cesar es lo único que quedó de mi hijo. No me lo perdonaría si lo hubiese dejado morir, ese chico es una mala obra de su madre.

Sollocé al mirar lo que le hice a Roxette.

– Mira lo que te he hecho, –lloriqueé mirando su herida–, perdóname, no quise hacerte daño, te lo suplico, perdóname. El odio se apoderó de mí, estaba tan lleno de rencor y de resentimientos vengativos que no pensé en las consecuencias de mis actos.

Roxette acarició mi mejilla.

– Gracias, –dijo Roxette, sonriendo–, no me pidas disculpas porque me rompes el corazón, ahora podré descansar en paz para siempre. Recuérdame como la persona que nunca te abandonó, porque pase lo que pase no te dejaré solo.

Continué llorando, mis manos temblaban del doloroso llanto.

– Gracias por confiar en mí, –resoplé–, te seguiré hasta el fin del mundo, te seguiré hasta el lado de oscuro de la Luna. Espérame esta noche y te prometo que nos iremos juntos, no quiero saber que nunca más nos volveremos a ver.

Roxette siguió llorosa y clemente.

– Nunca dudes en encontrarme, –replicó Roxette–, ya es hora de que te vayas, déjame aquí antes de que las dinamitas estallen.

– No, no, –negué con la cabeza, desconsolado–, no te dejaré sola en este lugar, no me pidas que me vaya porque nunca lo haré.

Entrecrucé nuestras temblorosas manos y las besé, abatido y afligido.

– Jericco, yo voy a estar bien, te lo ruego, no te quedes aquí, –suplicó Roxette–, créeme que saldremos de esta y volveremos a estar juntos cuando menos lo esperes.

Roxette estaba desangrándose más, tosiendo con asfixia.

– No quiero dejarte sola, –insistí–, quiero sacarte de aquí como sea.

– V-v-vete. –Tartamudeó, agonizante–.

Rompió llorando, desconcertada.

– Llévame contigo por favor, –moví tristemente la cabeza–, no podré perdonarme esto si lo hago. Roxette, puedo sentir que la muerte nos llama a los dos.

– ¡Noooo! –Exclamó Roxette, comprensiva y lacrimosa–, haz lo que te digo y te aseguro que me harás feliz. Vete, ya es tarde, coge el cetro y tu corona porque desde ahorita eres el nuevo Rey, ¡Rápido, Jericco! ¡Vete ya!

Roxette me soltó las manos y me dio un manotazo, llorando con una desgarradora pena.

– Oh, Roxette, esto no es real, sólo es una pesadilla de la que no podré despertar jamás. Fuiste y serás lo mejor que me paso en Pléyades, –dije, melancólico–, te recordaré siempre como el verdadero significado de la magia universal.

– T-t-te a-amo, la-la-larg-ga vi-vi-da –murmuró Roxette con voz ronca, dando la última palabra–.

Sus labios le temblaban y sus ojos se cerraban, su mirada estaba perdida con nuestro dolor.

– Adiós, Roxette... –Dije, aun abatido–, larga vida, para ti y para mí y para toda la magia que hicimos, hasta siempre.

Me acosté en su pecho y sollocé convulsivamente, Roxette puso sus temblorosas manos en mi cabello y me acarició con ternura.

Roxette tumbó la cabeza de lado y cerró sus enrojecidos ojos llorosos, y murió en silencio con una leve sonrisa en su rostro... Exploté en un consternado llanto cuando me puse de pie y caminé hacia la hoguera, abrumado por el peso de mis culpas una fantástica idea se me pasó por la mente como un relámpago. Me acerqué al hacha y me incliné para tomarla, cuando me di la vuelta Cesar estaba preparando más explosivos en el mausoleo.

– Oye, tú, bastardo –le hablé a Cesar–, si quieres salir vivo de aquí será mejor que me pongas la corona y te inclines ante mí, después de este momento serás mi esclavo por toda la eternidad. Desde ahora mismo seré el único Rey, el Rey de Pléyades,

– No, no, no, no haré eso, –rezongó Cesar, renuente e histérico–, si quieres mátame ahora mismo.

Sin paciencia me dirigí a Cesar y lo golpeé con la base del hacha en la cabeza, le di una patada en la espalda y lo empujé hacia la hoguera. Le torcí el brazo y Cesar quedó mirando la hoguera con cercanía, empezó a quemarse con el humo y se rindió cuando me pidió clemencia.

– ¡AAAAAH! ¡NOO! ¡Basta, me quema! –Chilló–, ¡Está bien, haré lo que digas!

– ¡Muévete! –Respingué–, o morirás achicharrado como tu madre y tu lindo abuelito.

Cesar caminó con arrogancia a buscar la corona, cogió el cetro y se regresó a mí con mucha vergüenza.

– Aquí está tu corona, –dijo Cesar–, y tu cetro.

Cesar bufó.

– ¡Así no se le habla un Rey, insolente! –Exclamé, pegándole en la cara–, hasta que no hagas lo correcto no te dejaré en paz.

Cesar gruñó y se inclinó poniendo los ojos en blanco. Estaba humillado.

– Maldita sea, –murmuró–, esto es ridículo... Su majestad, desde ahora te reconoceré como el único y soberano Monarca de estas tierras, te concedo esta corona que significa el comienzo de tu nuevo mandato.

Cesar se levantó y me puso la corona, extendió su brazo y bajo la cabeza para entregarme el cetro.

Desvié la mirada y observé a Roxette quien ya había fallecido, gracias a su apoyo llegué más lejos de lo que cualquiera podría llegar, me sentí orgulloso de mí mismo al sentirme como un Rey y me acerqué a ella. Le di un beso en la frente, su piel aún estaba cálida y rompí a llorar con dolor, me quité la corona y la besé, sabía que la única Reina era Roxette por todo su esfuerzo y su valentía, así que, le puse la corona con un gran sentimiento de triunfo y nobleza.

– Adiós, honorable Reina. Espero verte de nuevo sin importar los milenios que transcurran, siempre tendrás un trono muy poderoso en el tabernáculo de mi vida.

Dije dentro de mí, me sequé las lágrimas con un nudo en la garganta y me fui del mausoleo.

Cogí el candelabro encendido cuando de pronto todas las velas se apagaron, Cesar comenzó a seguirme después de verme entrar a un bajo y estrecho pasadizo. De inesperado, una ensordecedora y atronadora explosión derrumbó las paredes de las catacumbas, el pasadizo se oscureció de polvo y arena que abrumaron mi vista.

Corrí con velocidad lo más rápido que pude y trepé los escombros que caían de las paredes, de repente, el techo se desplomó con enromes segmentos de ruinas que cayeron sobre mí cabeza. Quedé tambaleándome con el dolor de los golpes y me derribé sobre los escombros, me desmayé por unas horas hasta que desperté cuando la explosión terminó.

¡Auchh, mi cabeza aaahhhh! ×Bramé un quejidoØ, ¿En dónde estoy? Me levanté borroso y acongojado hasta que mi vista dejó de difuminarse, desperté con heridas en el cuerpo en una enorme mina repleta de joyas y minerales valiosos por todas partes, pero, ya había estado anteriormente en ese lugar después que salí del portal de la otra dimensión. ¡Era increíble! Las paredes brillaban como las estrellas, tenía: Oro, diamante, mármol, carbón, platino, uranio, taaffeíta y plutonio, introduje mi mano en el bolsillo del abrigo y saqué la piedra prodigiosa que era exactamente igual a las otras taaffeítas, ¿Por qué estoy aquí de nuevo? ×PenséØ, además de minerales, abundaban cráneos de oro, vasijas de oro, dentaduras de oro, vajillas de oro, cuchillos de oro, arpas de oro, entre otras cosas más; me puse de pie y repentinamente apareció Cesar detrás de mí, cojeando y con los brazos cubierto de rasponazos.

– ¿Qué haces aquí? –Grazné–, deja de seguirme como un perro callejero.

– ¡Wow! Esto es fabuloso, –-dijo Cesar–, quiero llevarme todas esas piedras para hacerme rico.

Cesar golpeó las minerales e intentó extraerlos de las paredes.

– No te recomiendo que toques todo lo que ves, –hablé, prudentemente–, esto puede estar maldito.

Cesar bajó sus manos y se encogió de brazos.

– Aquí el único maldito eres tú, –dijo Cesar, ridiculizando–, ah, sólo bromeaba, ignora lo que dije.

Lo miré con aversión y repulsión.

– ¡Te aclararé algo! –Vociferé, impertinente–, no estoy aquí para hacer bromas contigo. Sería lo último que querría hacer en el mundo porque en realidad no me agradas, ahora sepárate de mi camino y piérdete de mí vista.

Cesar bajó la cabeza y siguió caminando bajo mis sombras.

– ¿Cómo lo hiciste? –Preguntó Cesar–.

– ¿Qué hice qué? –Dije como respuesta–.

– Veo que cambiaste mucho, –comentó Cesar–, no eres el mismo Jericco que conocí hace tiempo. Tienes algo que me hace desconfiar de ti, ni quiera yo sé que es, pero... Siento que, si confió en ti, terminaré destrozado como la última vez.

– ¿Por qué crees que me importaría que confíes en mí? –Le pregunté, absorto–, desde que te conocí aprendí a no confiar en nadie. Resultaste ser lo peor que me sucedió en la vida, te odié por mucho tiempo y, quizás no te odio ahora porque siento mucha indiferencia hacia ti.

Cesar se atragantó.

– Y si ya de verdad ya no me odias... ¿Podría preguntarte algo? –Preguntó Cesar, sugestionado–.

– ¿Qué quieres? –Gruñí con desprecio–.

– Ahora somos personas diferentes, –dijo Cesar–, los dos cambiamos y crecimos en todo este tiempo. Te pido perdón por todas las veces en que te fallé, me arrepentí por mucho tiempo cuando supe que perdí algo verdadero.

– Ah, –repliqué, apático–, lo siento mucho por ti.

– ¿Podríamos volver a ser amigos? –Preguntó él, nervioso–.

Cesar caminó rápido y se adelantó. Se dio la vuelta y caminó en reversa mientras esperaba mi respuesta.

– ¡NOO! ¿Enloqueciste? ¡Qué patético eres! –Contesté, con un tono bastante repugnante–, nunca esperes algo que jamás regresará. Confieso que tú y yo nunca fuimos amigos, así que, las ilusiones no son buenas, compañero.

Cesar se acongojó.

– Oh, –murmuró–, sólo quería decirte eso... Pero, está bien.

– Eres la persona a la que más asco le tengo en mi vida, –repuse–, por favor no vuelvas a hablarme y vete lo más lejos que puedas, te recuerdo que no te he matado por la memoria de Roxette. Antes que me arrepienta mejor cállate y púdrete.

Cesar se intimidó y caminó adelante.

Seguimos caminando dentro la mina buscando una salida hasta que Cesar cayó en la desesperación y cogió todas las joyas, se encontró un martillo y lo levantó para extraer las piedras enterradas en las paredes, inesperadamente, una estentórea voz rugió furiosa sonando con un espeluznante gritó desde lo más oscuro y recóndito de las catacumbas. ¿Qué fue eso? ×Me detuve pensando inmediatamenteØ, Cesar se horrorizó y se tiró al piso cogiendo las piezas de oro que dejó caer por el grito, levantó el martillo y empezó a darse martillazos en la frente con ímpetu y coraje, de pronto, su cuerpo se estremeció y se agarrotó de brincos y temblores sudorosos, los espasmos convulsivos de Cesar le cambiaron la voz y las facciones de su cara; estaba irreconocible, su conducta violenta me alertó y quise caminar más rápido para perderlo de mi camino, Cesar se levantó velozmente y se estrelló contra una pared de diamantes, soltó el martillo cuando se consiguió un pico y golpeó varios diamantes de la enorme pared.

¿Qué rayos? ×Grité, atónito y conmocionadoØ, ¡Cesar estaba convirtiéndose en un enorme diamante! Una oscura nube de misterio se cargó sobre mi mente mientras intentaba procesar lo que mis ojos veían, me quedé pasmado y petrificado del asombro al ver que Cesar se congelaba lentamente con misterio. Cesar gemía de terror y abatimiento, soltando silenciosos gritos desde su garganta al transformarse en una estatua de diamantes, Cesar terminó paralizándose con sus berridos y fue como desaparecer enigmáticamente, dejó de moverse y su cuerpo parecía una escultura renacentista.

Sin palabras que pudieran definir lo ocurrido en ese momento, continué caminando, pero con más velocidad hasta que me topé con una gruta que me llevó a la salida. El cenote de la gruta era el mismo lugar en donde estaba el portal al mundo astral, el manantial de agua brotaba burbujas a la superficie con una elevada temperatura que levantaba el vapor, comencé a acércame al manantial paso a paso hasta que en menos de un segundo ya estaba dentro del agua hirviente, me desnudé lentamente y me adentré al cenote con la piedra prodigiosa en la mano.

Mi cuerpo se recubrió de ampollas y el calor enrojeció mi piel, me dejé halar por el agua y recordé todo lo mágico que viví en Pléyades mientras me ahogaba en la última oportunidad de salvarme, no quise luchar por lo que me quedaba por vivir y simplemente cerré los ojos, pensé en Roxette y Aradia como si fuesen mis únicos ángeles cuando perdí el oxígeno. Mis pulmones se llenaron de agua y me hundí en lo profundo con la oscuridad, sentí que un imán me haló con fuerzas y me perdí en la agonía del desespero antes de morir.

Mi final fue el suicidio, mi cuerpo tocó el fondo del manantial y traspasó la entrada a la otra dimensión cuando súbitamente salí de un portal negro y hostil que se cerró de inmediato, caí disparado con un brinco que rebotó la niebla del plano astral y aparecí en el mismo lugar de tinieblas, continuaba desnudo y conservaba mi piedra. Miré a mi alrededor y volví a caminar entre la oscuridad de los muertos olvidados en el pecado, de repente, apareció Balam y sus demonios guardianes en el momento que iba a vagar sin rumbo alguno.

Balam era mitad cabra y mitad hombre, tenía cabeza de humano y cuernos de cabra. Sus dos guardianes: Maimón, el jefe de la novena jerarquía de demonios tentadores e insidiosos, Paimón, otro Rey infernal que ordena doscientas legiones demoniacas, que portaba una diadema de perlas en la frente.

– ¿A dónde va el nuevo Rey de Pléyades? –Preguntó él, confuso–.

Hice un ademán de asombro.

– Me rehúso a ocupar ese cargo, –respondí, decidido–, te regreso esta piedra como sinónimo de honor y libertad para Pléyades. No quiero ser la imagen de cualquier tirano en este mundo, creo que muchos seres vivos han sufrido bastante como para seguir destruyendo la vida de inocentes, el odio me quito en muchas ocasiones a lo que más amé en mi vida, y... Ya nada podrá cambiar mi pasado, del rencor no queda nada bueno. Ya he liberado a Pléyades de la tiranía, del miedo y del odio, a cambio de riqueza, fama y poder sólo te pido amor y felicidad para la nueva era que está por empezar en ese maravilloso mundo, y si es posible, quisiera ser feliz en mi próximo destino porque nunca antes he conocido el significado de la felicidad.

Balam la recibió, estupefacto y asombrado.

– ¿Estás diciéndome que ya no quieres ser el Rey de Pléyades? –Cuestionó él–.

– Tú mismo lo has dicho, –respondí, consolidado–. En lugar de ser el Rey te pido lo siguiente, quiero que Pléyades sea un mundo libre y seguro para sus naciones, exijo que todos vivan una mejor vida apartados de reyes, reinas, príncipes y princesas, es necesario que todos merezcan ser libres sin seguir religiones absurdas que los lleve a la muerte y al fracaso. Pléyades debe ser un mundo sin divisiones y desigualdades, por eso es lo único que te pido para que todos tengan la vida que nunca tuvieron.

– Has elegido lo correcto, –asintió Balam–, destruiste a los malvados del imperio eclesiásticos y te encargaste de marcar tu huella en ese mundo para salvar a millones de inocentes. Todo lo que has pedido será concedido, el único Rey que gobernará por los lejanos milenios serás tú.

– Pero no en vida, –repliqué–, he tomado la plena decisión de abandonar a ese mundo y acudir al lugar en el que merezco estar. Quiero conocer el verdadero significado de la eternidad, llévame a mi auténtico hogar en donde no me vuelva a sentir solo, siempre lo he estado, pero... Quiero sentirme amado, quiero sentirme apoyado, ya no quiero estar más triste y vacío.

– Conocerás la luz que no encontraste en Pléyades, –dijo Balam–, vivirás en la memoria de aquellos a quienes le salvaste la vida y que nunca podrán olvidarte.

– ¡Será bien recibido de mi parte! –Exclamé, animoso–, permíteme entrar en el otro portal que no quise elegir y te aseguro que lo viviré al máximo, al menos sé que lo intenté y no me quedé con las ganas de entrar a otro camino.

– Ese será tu verdadero hogar, –reconoció Balam–, todas esas riquezas que estaban en las minas esperando por ti, serán repartidas para todas las familias de Núremberg en tu nombre, habrá museos y monumentos en donde seas el anfitrión como icono del arte renacentista. Has sido el hombre más noble y sincero que ha existido en la historia, el tiempo ya no existirá para ti, después de ahora serás joven e inmortal por toda la eternidad.

– He vencido mis miedos con tu apoyo, –dije, indulgente–, conocí la oscuridad y viví con ella por un tiempo justo para conocer el lado que siempre estuvo oculto en mí. Siempre recordaré a esta versión de mí, la maldad volverá a esconderse y estará oculta con mi lóbrega oscuridad interna, será ella quien me defienda de mis enemigos más colosales.

– La nueva vida está por empezar, –expresó Balam–, ahora ve por lo que te espera y sé feliz como nunca antes lo fuiste.

Balam y sus guardianes desaparecieron en la oscuridad, y repentinamente, vi a un chico corriendo entre la neblina que huía de unas terroríficas bestias que lo perseguían a muerte. Mi sentido común fue seguirlo hasta que aparecieron dos inmensos portales que lo detuvieron, uno era negro y el otro era rojo, estaba mirando a ambos portales con cierta ansiedad y confusión antes de entrar, pero... Era enigmático, ¿Por qué el chico estaría haciendo lo mismo que yo hice? Aparte de sus características similares a las mías él miraba a su alrededor con temor y abatimiento, no sabía qué elegir hasta que las bestias empezaron a acercarse a él, los muertos lo persiguieron con desdén y lo hicieron entrar al portal que equivocado.

¡Ese chico era yo mismo! Ahora podía entender todo lo que me sucedió desde el principio, corrí entre las bestias y entre los muertos y grité tan fuerte mi nombre para que no entrase a ese lugar. El cúmulo fantasmagórico empezó a empujarme y me impulsé hacia delante antes de que mi yo alterno entrara.

– ¡¡JERICCOOOOOO!! ¡¡No entres ahí!!

Grité con la voz estrepitosa.

Él miró atrás con el miedo en sus ojos y entró rápidamente al portal, desgraciadamente, llegué a los portales cuando él ya había entrado y desaparecido. El portal negro era el rumbo a Pléyades, pero no podía entrar ahí nunca más, si lo hubiese hecho estaría empezando la misma historia que viví desde el primer momento, o quizás, hubiera dos Jericco en Pléyades; el portal rojo era la incógnita y mi destino desconocido, así que, entré en él y me lancé al nuevo viaje astral que comenzaba desde ya para nunca más volver.

La fuerza de atracción del túnel que se conectaba con otras dimensiones me succionó a lo profundo y de pronto todo se hizo refulgente, aparecieron millones de estrellas brillantes en un espacio oscuro y desconocido que se revolvía como un mar iracundo, estiré los brazos y permití que la velocidad de la luz me llevara a universos distintos y lejanos de Pléyades, sentía que estaba volando con la intensidad de la luz y el poder fulminante del universo astral; no sabía a dónde me dirigía ni quien iba ser después que el pasaje astral terminase, a diferencia del portal negro que crucé para llegar a Pléyades es que era un agujero de gusano, y el portal rojo me trasladó de inmediato a un nuevo mundo diferente a través de un viaje por el cosmos.

En el trayecto al otro mundo sentí cambios físicos y emocionales que me transformaron en alguien diferente, podía sentirlo y creerlo por primera vez. Una gigantesca nube colorida que tronaba poderosos relámpagos se impuso en el trayecto cuando de repente la atravesé con presteza, la oscuridad del espacio se relumbró con tonalidades rosas y moradas que pintaron un atardecer en el vacío. Las nebulosas se convirtieron en nubes blancas cuando los planetas estallaron como fuegos artificiales, las estrellas perdieron su gravedad y se redujeron en el tamaño de una moneda de oro, el nuevo mundo se pintaba por sí sólo con colores alegres y brillantes que coloreaban la obra artística del renacer.

Una gran parte de mí se quedó en Pléyades con toda la oscuridad que dejé libre en la noche, visité los infiernos para hacerme más fuerte y crecer de las flamas que quemaron mi vieja imagen. Antes de caer respiré el nuevo oxigeno que llegó a mis pulmones, mi corazón se robusteció y se endureció para siempre con las rocas que me lanzaron del ayer. 

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