Capítulo 29. Sodoma: El castillo del Demonio.

"El cielo se tornó de rojo y destelló asteroides entre las nubes cargadas de energía, los relámpagos no cesaron y los truenos hicieron temblar la estratosfera."

2 meses más tarde, agosto 24.

En la luminosa mañana del 24 de agosto se podía contemplar los rayos solares penetrando las ventanas del palacio, me preparaba para salir junto a Roxette mientras que uno de los hombres de la tribu nos esperaba en el bote. Nos equipamos de agua y alimentos para el viaje a Sodoma, había mucha emoción de nuestra parte debido a que estábamos listos para salir de viaje juntos por primera vez, aunque no era un viaje común que ambos amigos podrían hacer en cualquier día.

Mi indumentaria real se asimilaba a los colores del glamuroso vestido de Roxette, Ranavalona nos acompañó hasta la costa para ir al bote después que nos dirigimos por un atajo selvático, allí estaba el indio mayor esperándonos sentado en el bote con los remos en sus manos.

– Wow, no puedo creer que el tiempo haya pasado tan rápido, –dijo Ranavalona–, han sido tres meses de gran trabajo.

Roxette miraba fascinada al oleaje del mar, la luz solar brillaba mi agradecimiento.

– Así es, –concordé–, no puedo estar más agradecido contigo después de todo lo que he vivido en esta isla, creo que soy más fuerte de lo que fui ayer.

– No tienes nada que agradecerme, –agregó Ranavalona con una sonrisa–, te deseo el mayor éxito del mundo para todo lo que tengas que hacer.

– ¡Muchas gracias, Ranavalona! –Exclamó Roxette–, siempre podrás contar con mi apoyo cuando sientas que nada tenga sentido, no estás sola, jamás lo estarás.

Ranavalona frunció su boca y estalló en risas, sus ojos de nublaron de lágrimas y Roxette se acercó a ella con un abrazo.

– Espero verte pronto, –le dije con un nudo en la garganta–no sé qué hubiese sucedido conmigo si no habría llegado a esta isla.

Ranavalona me observó con nostalgia y se secó las lágrimas de sus parpados, me haló con su mano y me abrazó junto a Roxette.

Abaddón el indio mayor, estaba sentado en el bote un poco apresurado e inquieto, era un peligro estar en la costa por los ataques imprevistos de los soldados.

– ¡Apresúrense! –Increpó Abaddón–, los soldados pueden vernos y será una tragedia para los cuatro.

Nos soltamos del abrazo y nos miramos con nervios, Roxette bajó su mirada a la arena y sonó un resoplido mientras Ranavalona se arreglaba su cabello.

– ¡Sí, Abaddón! –Contestó Ranavalona–, ya es hora de que se vayan.

– Cuídate mucho, –me dirigí a Ranavalona con prisas–, la guerra está por culminar y muchas cosas podrían suceder en estos dos últimos días.

– ¡Te lo prometo que regresaremos! –Bramó Roxette en consuelo–, hoy haremos justicia por los inocentes y por la memoria de nuestros muertos.

Ranavalona soltó un par de lágrimas y movió su cabeza afirmativamente.

– ¡Iré a Núremberg para cuando la guerra termine! –Gritó Ranavalona confortada–, porque sé que la ganaremos y regresaré por ustedes.

– ¡Eso quería escuchar! –Grazné optimistamente–, me duele decir esto...Pero, ya es hora de irnos, así que, gracias una vez más, si nunca más nos volvemos a ver quiero que siempre recuerdes estos tres meses de diversión y trabajo, has formado parte de los mejores recuerdos que tuve en Pléyades y... –Me enronquecí con un sollozo–, nadie podrá cambiar nuestra historia.

– ¡Hasta pronto, Ranavalona! –Le dijo Roxette a Ranavalona conteniendo su llanto–, en cuatro días será mi cumpleaños y querré celebrarlo con ustedes.

– ¡En ese día celebraremos nuestra victoria! ¡Cuídense, procuren no tener mucho sexo en Sodoma! –Rugió Ranavalona riéndose fuertemente–.

Roxette y yo nos dirigimos disparados al bote, saltábamos sobre las rocas de la playa como liebres y riendo como niños.

– ¡Oh, mi cumpleaños será mañana! –Coincidí maravillado–, este mes será nuestro triunfo y el inició de nuevas vidas eternas.

Roxette no sabía la fecha de mi cumpleaños, nunca antes habíamos hablado de ello hasta cuando no fuimos de viaje.

– ¿Cómo no me dijiste antes? –Gritó Roxette–, al menos estaremos hoy en Sodoma para celebrarlo al máximo.

– ¡Hoy seré sodomizado! –Ironicé con una carcajada–, será la primera noche de fiestas que tendré en vida.

Nos subimos al bote y miramos a Ranavalona, ella estaba sonriendo mientras se despedía con su mano lanzando besos al aire.

– La echaré mucho de menos, –susurró Roxette lanzándole un beso en el viento–.

– Ella es grandiosa... Demonios, estoy tan ansioso por llegar a Sodoma, –eludí–, ¿Es lejos?

– Está a más de cuatro horas de la isla, –dijo Abaddón moviendo los remos–, no se preocupen que llegaremos antes de tiempo.

Pasaron las horas en el bote mientras gozábamos del primoroso viaje a Sodoma, la brisa se unía con las corrientes marinas que emergían las burbujas del mar azul. A las cinco de la tarde estábamos acercándonos a la costa de Sodoma, era una ciudad poblada y desarrollada que tenía más cultura y ética, todos podían ser libres e independientes a las religiones de cada quien.

Sodoma era gobernado por el gran monarca Fénix, la bandera de esta ciudad se representaba con un cáliz de fuego junto a una gallina negra. Abaddón nos dejó en la costa y nos bajamos del bote, estuve atónito con el impresionante tamaño de Sodoma.

– Hemos llegados, señores. –Dijo Abaddón–.

– ¡Esta ciudad es hermosa! –Bramé boquiabierto–.

– Y no has visto el resto de la ciudad. –Comentó Roxette–.

– Cuidado con quienes hablan, –advirtió Abaddón–, aunque es el lugar más agradable de todo lo que puede haber en Pléyades podría ser traidor, simplemente no confíen en nadie.

– Gracias por el aviso, –le dije–, ahora no podría volver a confiar en nadie más.

– Vámonos antes de que anochezca, –dijo Roxette empujándome–, Abaddón te agradecemos mucho por traernos hasta aquí, será mejor que regreses a la isla porque ya es muy tarde.

Abaddón se acomodó en el bote y estiró sus brazos, el pobre hombre estaba fatigado y mareado con el viaje.

– ¡Hasta pronto, amigo! –Le dije a él yéndome con Roxette–

– ¡Pasen bonito atardecer! –Ultimó Abaddón–.

– Bien, cuídate negro, ¡¡Estamos en Sodoma!! –Gritó Roxette entusiasmada e intranquila–, caminemos rápido.

Roxette me tomó de la mano y comenzó a correr.

– ¡Espérate! ¿Estás demente? –Lancé mordazmente sintiendo nauseas–, quiero vomitar, mi estómago estas revolviéndose.

– ¡Aquí la mujer soy yo, marica! –Graznó ella–, sólo sígueme antes que vuelvan a crucificarnos como judíos.

– ¿Sabes dónde queda el castillo? –Pregunté vacilado–, ojalá no sea otra trampa para que nos jodan otra vez.

– Sí, –afirmó ella–, por muchas razones dejé la brujería para siempre.

– ¿Por qué? –Murmuré con la voz cansada–.

– Necesitaba crecer como una rosa, –respondió encantada– ahora soy una nueva mujer y nada ni nadie podrá cambiarlo.

En ese momento me quedé entumecido en el silencio, recordé aquella noche en que platiqué con una vieja amiga en el lejano desierto.

– Oh, claro te entiendo, –repuse luego de un minuto–.

– ¡Sólo mira las luces de Sodoma! –Glorificó Roxette cuando ya anochecía–.

– Es idéntica a Venecia, –pensé–.

Sodoma era paradisiaca, una hermosa ciudad medieval en donde había personas y caballos transitando en el centro. Sin embargo, todos podían ser felices sin ocultar la orientación sexual que seguían, los hombres demostraban su pasión por otros hombres y las mujeres su gusto por otras mujeres.

– Aquí podré ser la lesbiana que siempre he ocultado en mi interior, –dijo ella sonriendo–.

– ¡Oyeee! –Bramé–, no vinimos a Sodoma para buscar aventuras.

– Bueno, puede ser que tengas razón, –concordó–.

Después de subir en un camino empinado llegamos a un altísimo puente que conectaba al otro lado de Sodoma, tan sólo mirar abajo podía ver el oleaje del mar golpear la costa. El puente se meneaba hacia los lados mientras los vértigos me horrorizaban, sentía que nos desplomaríamos al vacío con toda la gente que también caminaba en él, pero todos parecían estar serenos con las alturas sin mirar hacia abajo.

– Nunca había visto un puente tan alto, –dije–, siempre le he temido a las alturas.

– En este puente se han suicidado más de dos millones de personas, –comentó Roxette–, luego de pasar al otro lado de la ciudad llegaremos al viejo camino a Núremberg.

El otro lado del puente era sombrío y lóbrego, parecía estar desolado.

– ¿Por qué está tan oscuro? –Pregunté amedrentado–

– Pocas personas viven en esa zona, –respondió–, la gente prefiere residir en lugares céntricos donde no se sientan solas.

– Eso es confortante, –añadí con alivio–, creí que estaba ocupado por enfermizos religiosos como en Memphis.

– No, –negó con la cabeza–, aquí no hay ese tipo de mierdas. Las únicas mierdas aquí somos nosotros.

– ¿Por qué somos los únicos pedazos de mierda? –Satiricé–.

– ¿Y me lo preguntas? –Bramó–, al parecer somos los únicos imbéciles que siguen el camino que un demonio les indicó sin saber si es cierto.

– ¡Hahahaha! –Berreé con una risotada–, me han dicho lo mismo.

– ¡Los demonios mienten! –Refunfuñó Roxette–, son unos hijos de puta. Creo que Balam está enamorado de ti, deberías sacarle provecho.

Roxette explotó con una carcajada y se subió en el muro del puente, se sujetó de las mallas y comenzó a caminar sin mirar hacia abajo.

– ¿Enloqueciste? ¡Baja ahora mismo de ahí! –Rezongué, sobrecogido–, verdaderamente estás loca.

– ¡Súbete! –Exclamó Roxette caminando en el muro–.

– ¡No quiero morir otra vez! –Impugné con sarcasmo–.

Roxette saltaba de un solo pie, en cualquier movimiento fallido podría haber caído al peñasco.

– ¡Ven acá, desgraciado! –Gritó Roxette halándome de la oreja–, te subes ahora mismo si no quieres que te avergüence delante de esa gente que te está mirando desde hace rato.

Miré de inmediato al otro lado de la carretera y un grupo de personas me miraban extraño, giré a Roxette y no tuve más opción que subirme con ella.

– ¿Por qué me miran así? –Le pregunté a Roxette–.

– Quieren una orgía contigo o será porque eres un aburrido inseguro, –respondió ella–, dame la mano y súbete.

– ¡Está bien! –Le dije–, que conste, si caigo al vacío te halaré del cabello para que nos ahoguemos juntos.

Me subí al muro y sentí que iba caer en el vacío, mis piernas temblaban con los dientes y mis manos empuñadas.

Una hora después llegamos al otro lado de Sodoma, luego de caminar sin detenimientos Roxette recordó el camino al castillo, pensamos que estábamos perdidos hasta que cruzamos el cementerio de Sodoma y de allí subimos a una colina empinada rodeada de arbustos y maleza.

En algunas veces les preguntamos a las personas si conocían a Balam, pero se sobrecogían con la mirada de espanto cuando terminábamos de hablar. Aventuramos en pequeños pueblos de Sodoma cruzando arroyuelos y subiendo cerros abandonados, finalmente, ¡Arribamos al castillo! Estaba situado exactamente en los valles cercanos a Núremberg.

El elevado castillo gótico y grisáceo apenas se mantenía firme a pesar de estar en ruinas, desde abajo se veía la oscuridad de su interior a traces de las espaciosas ventanas. La bruma se adentraba al castillo con la luz de la Luna sangrienta, el jardín parecía ser un cementerio abandonado en el que sólo vivían las almas en penas, Roxette me miró con abundante terror en sus ojos verdes y caminamos a la entrada del castillo.

Abrimos la enorme puerta de madera desgastada y partida, los pasillos del castillo eran múltiples como los caminos de una encrucijada, el alto techado estaba cubierto de telarañas con enormes tarántulas que escabullían a Roxette con sobresalto e histeria. Los corredores se componían de múltiples entradas curvadas, en los inmensos muros había decorativos esculturales de gárgolas y cabras cornudas en todos los tamaños, el interior del castillo estaba construido a base de la arquitectura renacentista luciendo de vitrales policromados, cada vitral tenía ilustrado a distintos príncipes y reyes infernales que se asimilaban con la jerarquía de Balam, desde Satanás, Valak, Asmodeo, Lilith, Belial, Mammón hasta Balam.

– Mejor vayámonos de aquí, la verdad es que no estoy lista para estar en este lugar, –murmuró Roxette atemorizada–.

Roxette se dio la vuelta y quiso regresar a la puerta, yo la halé del brazo y le di un empujón.

– ¡No, no te vayas! –Exclamé con la mirada sombría–, tenemos que salir juntos de aquí.

– Quizás estoy algo nerviosa, –repuso–, la verdad es que tengo mucho tiempo sin contactarme con las fuerzas diabólicas del infierno.

– Te entiendo...–Le dije confortándola–, te recuerdo que eres una mujer fuerte y, este fue nuestro propósito para venir a Sodoma, estamos juntos, ¿Sí?

– Seguro tienes razón, –concordó ella soltando un resoplido–, caminemos para ver que encontramos aquí.

Seguimos caminamos al interior del castillo hasta que nos topamos con una lápida de oro, Roxette y yo nos lanzamos una mirada intrigada y sugestionada, salimos disparados a la lápida y lo que había allí era impresionante. ¡Era nada más y nada menos que la tumba oficial de Balam! En la lápida estaba escrita una frase que decía:

"En el nombre del Monarca más poderoso de la historia oculta, aquí yacen los restos de Balam, el Dios omnipotente de los príncipes oscuros".

– ¡Diablos! –Bramó Roxette, asombrada–, esto es asombroso e increíblemente deslumbrante. ¿Qué no estaban sus restos en Memphis?

– Todo este tiempo he esperado por esto, –dije mientras el oro dilataba mi pupila–. Entonces no sé qué estaba en las catacumbas de Memphis...

De pronto, ¡La joya prodigiosa apareció misteriosamente junto al libro rojo! El Propheticum Spectrums estaba sobre la tumba de Balam.

– ¡Espectros proféticos! –Gritó Roxette boquiabierta–, el libro de los profetas. ¿Qué hace eso allí?

– ¡No lo sé! ¡Cógelo! –Bramé mientras recogía la joya–, hay que salir ahora miso.

– ¿Por qué? –Gritó ella petrificada del miedo–.

– ¡Está maldito! –Respondí alarmado–.

– ¿Y por qué no lo agarras tú? –Preguntó Roxette–.

– ¡Demonios! –Gruñí–, sostenme la piedra.

Le di la joya a Roxette y cogí el libro de la tumba, misteriosamente, el Propheticum Spectrums pesaba bastante como si hubiese algo en el castillo que no me permitía cogerlo. Lo levanté con ambas manos y lo apoyé sobre mi pecho, tenía el peso de una tonelada.

– Jericco, –susurró Roxette mientras miraba el techo–, hay algo que nos observa desde allá arriba.

– ¿En dónde? –Pregunté mirando a todos lados–.

– ¡Allá! –Señaló Roxette temblorosa soltando un gemido de horror–.

Había una cosa proterva y malévola de ojos brillosos que se escondía detrás de una columna en el techo, rápidamente, salió un hombre gateando por las paredes y saltando como una bestia de extremo a extremo. La cosa tenía el cuello retorcido y la cara impregnada de sangre, sus uñas eran completamente negras y filosas como la de un felino, repentinamente, el espectro saltó al techo y caminó de cabeza mientras hacía berridos estrepitosos como los de un becerro, el ser bostezó y abrió la boca completamente hasta expulsar un líquido verdoso y amarillento que olía a pudrición.

– ¡Es una trampa! ¡Salgamos del castillo ahora mismo! –Grité halando del brazo a Roxette quien se hallaba petrificada–.

Roxette no quitó la mirada de aquel espectro paranormal, mientras corríamos huyendo del castillo el ser se apareció súbitamente en la puerta de salida, Roxette miró de inmediato las espaciosas ventanas ruinosas y me haló a ellas trepándolas con apuros. ¡El interior del castillo comenzó a desmoronarse! Ya una vez afuera rodamos sobre la grama del jardín y nos levantamos en un santiamén.

– ¡Apúrate! ¡El castillo de derribará! –Bramó Roxette–.

Por poco soltaba el libro rojo de mis manos, Roxette tenía la joya guardada en su bolsillo.

– ¡Espérame, hemos dejado algo adentro! –Exclamé–.

Sentí una extraña sensación de haber perdido algo dentro del castillo, era una espeluznante conmoción que me confundía.

– ¿Estás escuchándote? –Jadeó Roxette mientras corría–, lo único que hemos dejado en el castillo es nuestra maldita dignidad.

– ¿Teníamos dignidad? –Prorrumpí soltando una risa–.

– La perdimos cuando nos montaron en la cruz, –replicó–, tenemos que pasar la noche en algún lugar.

– ¡Maldita sea! –Grazné atónito y conmovido–.

El castillo se derrumbó por completo, las ruinas se extendieron sobre el jardín y los vitrales se quebraron en la grama. El ensordecedor estruendo resonó el viento de Sodoma, Roxette y yo descendíamos las colinas mientras las gárgolas del castillo salían volando por los cielos oscuros y nublados.

Dos horas más tarde fuimos embestidos por la noche, rápidamente estábamos saliendo de Sodoma cuando el cansancio nos devastó, nuestros ojos se cerraban renuentemente mientras nos acelerábamos en la lóbrega carretera de Sodoma. Estábamos más cerca de Núremberg y los nervios en mí se incrementaban con ansiedad, en medio de la nada había un enorme edificio abandonado conformado por cuatro pisos, Roxette me miró fascinada al ver el edificio y los dos pensamos lo mismo cuando sonreímos con malicia, era el lugar perfecto para pasar la noche y después acudir a Núremberg por la mañana.

– ¿Qué es ese edificio? –Pregunté pasmado–.

Las paredes del edificio estaban agrietadas, emitía una energía proterva y triste.

– Es el Centro Psiquiátrico de Sodoma, –respondió atraída–, aquí es donde estaban internados los verdugos de Orión antes de recluirlos.

– ¿Qué mierda? –Grité impetuoso–, ¿Por qué esta abandonado?

– El manicomio esta embrujado, –contestó mientras caminábamos a la entrada–, ocurrió un sangriento montón de asesinatos cuando mezclaron los asesinos seriales con los pacientes más cuerdos.

– Eso es terrible, –repuse sugestionado–, no habrá más de otra que quedarnos esta noche allí...

Roxette me miró encrespada y arrojó una exclamación.

– ¡Esto podría ser muy peligroso para los dos! –Bramó ella echándose hacia atrás–.

– ¿Qué tiene de malo? –Pregunté, borroso–.

– Allí han muerto miles de psicópatas asesinos, hasta donde tengo entendido los alimentaban con la carne humana de otros pacientes. –respondió atragantada con su saliva–.

– Tranquilízate, –le dije palmeando sus hombros–, tenemos velas, comida y agua para pasar la noche ¿Qué puede faltarnos?

Roxette pensó calmadamente la situación y lanzó una mirada pensativa.

– Hmmm... Bueno, –asintió Roxette con la cabeza–, puede ser que tengas razón, aquí el cobarde eres tú y no hay por qué preocuparse.

– Sólo dormiremos, –repliqué–, despertaremos temprano y nos iremos por esa puerta a Núremberg.

– Entremos. –Concordó–.

Nos acercamos sigilosamente hacia la puerta del hospital psiquiátrico y ya estaba abierta, Roxette la empujó con mucha delicadeza y esta rechinó con un lúgubre crujido de antigüedad. Roxette entró de primera, había un inmenso pasillo con paredes curtidas y manchadas de sangre que generaban un repulsivo olor.

– ¡Qué asco! –Respingó Roxette desagradada–, aquí no podremos comer con este olor. Espérame para encender la vela, no quiero resbalar con algo desagradable.

Roxette sacó de su bolso un par de velas y las encendió, me ofreció una y ella se quedó con la otra.

– Esto es verdaderamente asqueroso, –dije frunciendo el rostro–, huele a excremento podrido.

– Alguien cagó por acá, –agregó expulsando una tos sofocada–, vamos por allá.

Roxette caminaba hacia el final del pasillo con la vela en su mano derecha.

– ¡Aaaaahh, Maldición! –Bramé temeroso señalando la pared–, ¡Salgamos de aquí! ¡Hay algo ahí!

– ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué pasó? –Rugió Roxette alertada mirando a todas partes–.

– ¡Acabo de ver una sombra en la pared! –Contesté amedrentado–.

– ¡Maldita sea, Jericco! –Bramó Roxette, impetuosa–, esa es tu maldita sombra que se refleja con luz de la vela.

– ¡Hahahaha! –Vociferé avergonzado con una carcajada–, no... No fue mi sombra, estoy seguro que no fue eso.

– ¡Entonces fue el amante que tienes en el infierno! –Burló con una risa–, será mejor que te calles hasta que yo te dé permiso de hablar.

– Olvídalo, –repuse–, sigamos para ver que conseguimos.

– ¿Quieres que te cuente algo que sucedió en este hospital? –Preguntó Roxette en voz baja–.

– ¡No ahora! –Contesté irónicamente–, si quieres hacerlo tendrás que soportarme.

– ¡Fue una tragedia sangrienta! –Soltó Roxette de improviso–, erase una vez en el año 1509, una mujer esquizofrénica asesinó a sus abuelos en una granja de Núremberg, la mujer huyó de la granja y a los días fue encontrada en las alcantarillas de Memphis.

– ¿Con vida? –Interrumpí–.

– ¡Cállate! Déjame hablar, –bramó–, estaba viva, pero, la regresaron a Núremberg, tenía escrito en su cuerpo el número 666. Ella mismo cortó su piel con un vidrio, estuvo masturbándose con trozos de cristales que rompieron su vagina y su interior, la mujer decía que las voces en su mente la obligaban a hacer todas esas atrocidades.

– ¿Fue a prisión? –Pregunté amilanado–.

– Eso hubiese sido mejor...La trasladaron a este hospital después de reconocer la enfermedad de la demente, –contestó ella–, iba a ser quemada en la hoguera porque los cleros creyeron que eran demonios quienes la atormentaban.

– ¿Entonces? –Dije, absorto–.

– Orión sintió lastima por la mujer y vio que ella no estaba bien, –comentó Roxette–, ¿Por qué matarían a una enferma mental? Así que la enviaron a Sodoma y la registraron como una paciente altamente peligrosa, ella se mordía los dedos de las manos y de los pies hasta abrirse la piel, con el tiempo estranguló a otras mujeres en la ducha y después las desmembraba, ¡Era una loca! Todos supieron que ella fue la culpable de los asesinatos.

– ¿Por qué? –Pregunté, despavorido–.

– Dejaba su sello en todos los cadáveres, –resopló temblando con escalofríos–, su marca de la muerte era el 666. La mujer se lanzó del último piso y, hasta ahora dicen que siempre la ven vagar en el medio de la carretera con el 666 escrito en todo su cuerpo, otros la han visto en las ventanas del último piso o acostada en los pasillos.

– ¿Cuál era su nombre? –Pregunté sorprendido–.

– Sabrina McGraw, –respondió con la voz entrecortada–, hmmm, será mejor que nos quedemos aquí, no quiero seguir caminando más en este lugar...

Habíamos caminado por toda la planta baja del hospital psiquiátrico, estábamos en un pasillo bloqueado que tenía un montón de sillas de ruedas, camillas, escritorios y bibliotecas. Nos dimos la vuelta y subimos las escaleras que llevaban al primer piso, simplemente buscábamos un sitio cómodo para dormir.

– ¡Aaaahhhhhh, Qué horror! –Tronó Roxette asustada dando saltos y patadas–.

Roxette se asustó al ver que había ratas y cucarachas enormes en las escaleras, ella subió rápidamente las escaleras y yo subí a su ritmo.

– ¡Oye, espérame! –Bramé–, ¿Cómo es que le temes a las ratas? ¡Tuve que comer de ellas en el desierto para sobrevivir!

– ¡Eres tan sucio! –Exclamó–, eso es lo más asqueroso que me han dicho.

Al llegar al primer piso nos encontramos con una zona rodeada de camillas, llegamos a la enfermería de los pacientes psiquiátricos.

– ¡Al fin! –Exalté–, creo que ya encontramos un lugar para dormir.

– Así es, –concordó ella–, estoy demasiado exhausta, aunque, para ser sincera esto me da un poco de asco.

– Hace mucho frío aquí, –dije con los brazos cruzados–, vamos a dormir antes de que amanezca.

– En este lugar hay una energía muy oscura y negativa, –murmuró Roxette temblada–, además huele asqueroso.

– ¿Te sientes bien? –Le pregunté–.

– Ehmm, sí, supongo, –respondió Roxette subiéndose en una camilla–, duerme bien.

– Hasta mañana. –Dije con un bostezo–.

Puse nuestras cosas en el suelo y me acosté en una camilla, Roxette miró a las ventanas cerradas de la sala con nerviosismo y se acostó en la camilla del otro lado. Cerca de las 3:00 am la puerta de la enfermería se trancó ruidosamente, Roxette se despertó de inmediato y soltó un grito de horror cuando las ventanas rechinaron al cerrarse.

– ¿Qué diablos fue eso? –Graznó Roxette espeluznada–.

– La puerta se cerró sola, –le dije entumecido–, quédate allí y no te muevas.

– ¡No te levantes de la camilla! –Exclamó Roxette aterrada–, ¿Por qué te pasaste a la mía? ¡Eres un jodido miedoso!

– ¿De qué hablas? –Le pregunté confundido–, estoy acostado en el mismo lugar que viste antes de dormirte.

– ¡No es así! –Contradijo Roxette conmovida–, ¡Por favor no juegues con esto, Jericco!

– ¿Qué sucede? –Vociferé–, ¡Estoy acostado en la camilla que está a tu lado izquierdo!

Roxette dejó escapar un gemido de terror y su respiración se aceleró.

– Estoy tocándote ahora mismo y, no sé exactamente de donde viene tu voz, –insistió ella con la voz enronquecida–, puedo sentir tu mano y tu respiración detrás de mí.

– ¡Roxette, deja de mentir y duérmete! –Exclamé obstinado–

– ¡Demuéstrame que no eres tú quién está detrás de mí! –Insistió–, no quiero voltearme a mirar lo que está acostado aquí conmigo.

– ¡Está bien! –Vociferé levantándome de la camilla–.

Encendí la vela rápidamente y me acerqué a la camilla de Roxette, ella estaba arropada con una cobija rasgada y manchada que tapaba su cuerpo. Roxette me observó con el terror en su mirada y empezó a temblar sin cesar, bajo la cobija que cubría a Roxette se observaba la silueta de alguien acostado con ella, ¿Qué demonios? –Pensé aterrorizado y confuso–, levanté cobija lentamente y alumbré a eso que estaba escondido en la camilla.

– ¿Qué rayos? –Grité de un salto echándome hacia atrás–, Roxette levántate de allí y vayámonos de aquí.

Detrás de Roxette estaba acostado un anciano cadavérico en posición fetal, tenía pañales y los labios saburrales de saliva verdosa, los ojos hundidos y marcados de ojeras renegridas. Roxette giró lentamente al verme atónito y boquiabierto, al encontrarse frente a frente con el anciano emitió un enorme grito de terror que la dejo sin respiración, se levantó velozmente de la camilla y cogió su bolso del suelo.

– ¡Aaaaaaaahhhhh! –Vociferó resonantemente con un alarido de espanto–, ¡Estoy menstruando! ¡Mi vagina está hirviendo! ¡Me ha llegado la menstruación! ¡¡Me ardeeee!!

– ¡Eso es absurdo! –Grité medroso y asombrado–, ¿Cómo es eso posible?

– ¡Esto no es real! ¡Esto no puede sucederme! ¡Quítate! –Prorrumpió Roxette atemorizada soltando un grito desgarrador–.

Roxette me dio un empujón y corrimos a la salida de la enfermería, nos dirigimos al corredor y subimos al segundo piso con mucha rapidez. Cada corredor era un callejón sin salida, todo estaba bloqueado con escombros y objetos que obstaculizaban el camino.

Al subir al piso de arriba nos detuvimos a descansar por unos segundos, Roxette se apoyó en una pared y encendió su vela de nuevo con el ultimo fosforo que nos quedaba.

– Esto es una locura, –resopló ella cansada–, ¿Ahora cómo salimos de aquí?

– En eso estoy pensando, –dije mientras alumbraba el corredor–, creo que estamos las celdas de los enfermos mentales.

De repente, una silla de rueda se desplazó sola por el pasillo y chocó con una de las celdas. Caminamos hacia el fondo del pasillo y vimos que las paredes tenían algo escrito sangre, el 666 estaba marcado en el techo y en todas las paredes de las celdas.

– Oh no, –dijo Roxette devolviéndose–, vayamos a la salida de planta baja.

– ¡Apresurémonos! –Bramé caminando rápidamente–, esto se está saliendo de control.

Cuando bajábamos las escaleras nuestras velas se apagaron con una ligera corriente de aire, escuchamos el llanto de una mujer en los escalones y Roxette rebuscó en su bolso para encontrar otro fosforo.

– ¡Maldita sea! –Gritó Roxette desesperada–, sé que me queda un fosforo por aquí.

– ¿Escuchaste eso? –Le pregunté al escuchar nuevamente el llanto–, hay alguien abajo.

– Aquí lo tengo, –murmuró Roxette al encontrar otro fosforo–, creo que no estamos solos en este lugar.

Roxette encendió la vela y bajamos las escaleras, antes de llegar al primer piso vimos a una quejumbrosa mujer sentada en las escaleras. La mujer estaba desnuda y tenía múltiples cortadas en su cuerpo, llevaba una venda en los ojos y el cabello despeinado, de pronto, comenzó a orinarse el suelo y se levantó iracundamente y se dio la vuelta.

– ¿Quién eres? –Le preguntó Roxette–, ¿Por qué estás aquí?

– No creo que te responda, –le dije–.

– ¡Auch! –Gimió Roxette tocando su vientre–, estoy sangrando excesivamente, hace meses que no tengo la menstruación.

– Oh, maldición Roxette, –hablé en voz baja–, cuando salgamos de aquí te detienes el sangrado con alguna tela.

Súbitamente, la mujer enseñó su rostro y la vela de Roxette se rompió por la mitad, ¿Era Sabrina McGraw? Aquellas cortadas en su cuerpo describían el 666, la mujer desapareció en un segundo dejando el pasillo a oscuras, Roxette me haló del brazo y bajamos rápidamente las escaleras, mientras corríamos en descenso nos tropezamos en la oscuridad y rodamos en las escaleras hasta que llegamos a planta baja.

Me puse de pie quejambrosamente apoyándome en la pared y levanté a Roxette del piso, en medio del apuro abrumador se escucharon horripilantes gritos y risas de niños que venían de todas partes; las paredes se movían y se escuchaban atronadores golpes en el techo, las ventanas de vidrio se quebraron y las puertas del hospital comenzaron a abrirse y a cerrarse. Corrimos en el pasillo principal y pateé la puerta de entrada, salimos disparados del hospital con mucho terror y regresamos a la carretera, fuimos corriendo adoloridos y maltratados por la caída en dirección a Núremberg sin detenernos.

– ¡Nos están siguiendo! –Exclamó Roxette aterrada–, corre más rápido, hay un hombre que no está siguiendo desde que salimos del hospital.

– ¿Un hombre? –Pregunté agitado y cojeando–.

– ¡Sí! –Respondió ahogada y estremecida–, este vestido de paciente, no mires atrás, sólo sigue corriendo.

El hombre de bata blanca hacía berridos de puerco y gruñidos de perro, estaba corriendo de manos y pies al igual que una bestia furiosa. Roxette no podía continuar corriendo con la fatiga, al igual que yo me sentía devastado y macilento.

– ¡No puedo más! ¡Me duelen los pulmones! –Escandalicé–, no puedo respirar.

– ¡Ya casi llegaremos a Núremberg! –Repuso–.

– Me duelen mis piernas, –dije adolorido–, me golpeé en la cabeza y en los brazos.

– Yo igual, –concordó–, me he torcido el pie en el momento que tropezamos en las escaleras.

Luego de todo el alboroto nos embarcamos en una pequeña granja en la carretera, Roxette envolvió una venda en mi brazo y luego hizo movimientos de terapia con su pie lesionado. Descansamos de la larga trayectoria que corrimos y bebimos bastante agua para refrescar el agotamiento, comimos algo de pan y frutas para así olvidar lo que sucedió en el hospital psiquiátrico; pasaron tres horas en las que pudimos dormir al aire libre con el aroma del pasto y el frío nocturno, luego nos despertamos al escuchar el primer cantar del gallo en el amanecer.

¡El fin y el triunfo estaban por llegar!

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