Capítulo 24. El lado oscuro de Aradia.

"Mis discípulos murieron en las garras de los verdugos, mi reino tembló y se derrumbó con el terremoto de la envidia y del egoísmo."

  Me sentía como nuevo, me levanté un poco quejumbroso y me puse la túnica. Podía respirar el aroma del éxito, estaba listo para huir con Aradia muy lejos de Memphis.

– ¡Carajo! –Bramó Aradia–, ¿Qué huele tan mal?

– ¿A qué crees que huele? –Repliqué–.

– ¡Es esa túnica! –Señaló Aradia–, huele a hombre sudado, a la vez huele a mierda de caballo.

– ¿Qué demonios hablas? ¡No huelo nada! –Bramé mientras olfateaba la túnica–, no hay ningún olor pestilente.

– ¡Por supuesto! –Añadió–, es tu sudor y no puedes olerlo.

– ¡Qué asco! –Rugí después de inhalar el fétido olor–, sé de quién es este asqueroso olor.

– ¿Acaso es que compartes tu vestimenta con alguien más? –Preguntó ella mordazmente–

– ¡No! –Respondí asqueado–, esta es la pudrición que Alfred emana, no quiero llevarla puesta.

Tuve un mal recuerdo cuando Alfred estaba danzando con la túnica, no quería llevarla puesta porque sentía aversión contra esos hombres.

– ¿Quién es Alfred? –Preguntó Aradia–, mejor quédate con la túnica puesta hasta que encontremos algo mejor.

– Es el verdugo principal que trabaja para el Monarca, Orión. –Respondí amargamente–.

– Ya no piense en esos cerdos degenerados, –dijo ella–, ¿Desde cuándo no te bañas?

– Desde ayer, creo –respondí evocando mis recuerdos–. No recuerdo muy bien, ni sé con exactitud que hice ayer, no he descansado en casi 3 días.

– ¡Eso no importa en Pléyades! –Exclamó ella con impudor–, estamos en la edad media, todos apestan a orina, a mierda, y a basura.

– ¡Oh, qué asco! –Rugí con un sentimiento de nauseas–, ¿Me estás diciendo que no te has duchado?

– UPS, pues... No, no me he bañado por varias semanas, –contestó humorísticamente–.

– Creo que tú eres la que huele a verdugo, –murmuré lanzando una mirada de suspicacia–.

– Y tú te dejaste tocar el trasero por un borracho, –replicó irónicamente–.

– ¡Jajajaja, él ni siquiera bebé alcohol! –Resoné la garganta con lágrimas que surgieron de la risa–.

– Me importa una verga de verdugo, –dijo Aradia–, es hora de irnos, que bueno que todos se escondieron como animales.

– ¿Piensas que nos hayan visto? –Pregunté mientras circunvalaba el sitio con la mirada nerviosa–.

– ¡No! –Respondió con un resoplido–, no seas tan dramático y larguémonos, ¡Vámonos a conocer el mundo sin miedo! –Gritó alegremente–, sólo nosotros dos contra el desconocido universo.

Aradia comenzó a saltar de la emoción, de costumbre le encantaba bailar y reírse cuando la vida no tenía ningún sentido. Ella me haló del brazo y me empujó hacia delante, yo estaba incómodo y nervioso pensando en que alguien me capturaría, no quería que alguien le hiciera daño a mi vieja amiga, aparte de mí, era lo único que me quedaba.

– Quiero ir contigo a la playa, –dijo Aradia con emoción–, estoy segura que me recordará a la antigua ballena que eras desde niño.

– Nunca he estado en una playa de Pléyades, –dije en voz baja mientras la imaginaba–, creo que me encantaría ir para nadar como...

– ¿Una ballena? –Interrumpió soltando una fuerte carcajada–.

– Exacto, como una ballena –contesté burlonamente–, soy una puta ballena que te va devorar el culo sí sigues actuando como una ramera inculta.

– Soy una ramera, cariño, –dijo con seguridad mientras lanzaba un guiño–, pero muy exclusiva e inalcanzable.

– Hoy sucedió algo sombrío, –cambié la temática de la plática–, creo que fue algo muy impactante para mí.

– ¿Encontrarte conmigo? –Preguntó ella, saltando–.

– ¡Eso fue una pesadilla, nena! –Bramé mientras caminaba a su lado–, por supuesto que no, lo digo porque nunca antes había visto una lluvia de sangre.

– ¡Bah! –Respingó con un gesto de apatía–, eso es lo más normal y básico que puede pasar en este mundo.

– Ohhhh, no lo sabía, –hablé con sugestión–.

– ¿Sabes que me fascinó el día de hoy? –Preguntó ella–.

– ¿Qué cosa?

– ¡Las plagas que invadieron a Memphis, fue increíble! ¡Estaba atónita en el atardecer! –Tronó con una ruidosa exclamación–.

– ¡Fue estupendo! –Concordé con la mirada llena de rencor–, es lo menos que les puede suceder a esos mugrientos perros.

– Es la predicción en su resplandor, –dijo Aradia–, creo que ha sido la primera profecía que se cumple en mi presencia.

– Esto es el principio del fin, –comenté girándome para observar detrás de nosotros–, ahora caminemos más rápido porque siento que nos observan, ¡Siento que nos siguen!

– ¡NADIE NOS SIGUE! ¡NADIE NOS OBSERVA! ¡SOLO ESTAMOS NOSOTROS DOS! –Gritó con aquella voz estrepitosa–.

Finalmente, eran cerca de las 9:00 pm, Aradia y yo caminamos mucho hasta que salimos del pueblo sin enterarnos. Después de largas pláticas y carcajadas estábamos en una lejana y desolada llanura que pertenecía a Memphis, ambos componíamos canciones con nuestra mente mientras bailábamos, jugábamos y brincábamos sin sentir las inseguridades del pasado, hacíamos rugir las incoherencias con estúpidas risas que nos imponían una mirada seria y madura.

– ¿Por qué fuimos separados? –Preguntó Aradia jadeando del cansancio–.

– Quizás fue esa misma razón por la que muchos soldados pierden a sus fieles en la guerra, –respondí seriamente–.

– ¿Crees que estábamos en un campo de batalla cuando éramos niños? –Replicó lanzando otra pregunta–.

– Nuestro campo de guerra se detonó con explosivos cuando ni siquiera estábamos listo para combatir, –le contesté con los sentimientos grisáceos–, la explosión hizo cenizas nuestras vidas cuando perdimos la primera batalla.

– Nuestros miedos se elevaron al cielo con todo el humo de la explosión para ahogarnos en la derrota. –Dijo ella, quejumbrosa–.

– En la última vida que viví...–Resoplé–, fui masacrado por la radiación que consumió el poco oxigeno que quedaba en mis pulmones, tiempo después, supe que la bomba nuclear estuvo en mi mente porque yo siempre la hacía estallar, hasta volar en pedazos rematadamente a mi mundo interior.

Tumbé la mirada al pasto y suspiré, fue allí cuando supe que todo lo que viví con mi antigua identidad había muerto.

– Quiero hablarte de mí, quiero que seas tú quien escuche mi vida, –invitó apenada–, ¿Te gustaría escucharme?

– Me encantaría escucharte, –afirmé discretamente con un murmuro–, quiero que confíes en mí.

– Abandoné la primaria cuando me diagnosticaron cáncer, tenía 10 años exactamente, ––comentó con los labios temblorosos––, mi casa fue despojada por los nazis cuando supieron que mis padres eran judíos. Mis padres hicieron lo que pudieron para que yo sobreviviera de ellos, y así fue, a los meses supe que murieron desnutridos en un campo de concentración de Auschwitz, terminé de crecer en un orfanato cuando todavía luchaba contra el cáncer, cuando cumplí dieciocho años de edad me echaron a la calle como una basura, el lado bueno fue que sobreviví de esa oscura enfermedad y decidí a cambiar mi vida totalmente, por otro lado, gracias al camino que tomé me llevó directamente a la muerte y terminé en Pléyades.

La sonrisa de Aradia desapareció y su cara cambió a una triste imagen.

– ¡Cielos, Aradia! ––Dije en voz baja compasivamente dándole un abrazo––, por lo que me narraste sé que no ha sido fácil lidiar con ello, afortunadamente veo que eres una mujer esplendida y con muchas fuerzas para triunfar, consigues lo que sea con tu belleza interior y terminas siendo el éxito que cualquiera querría obtener.

– Gracias por siempre ser mí fortaleza, ––musitó mientras me abrazaba––, después de que quise cambiar todo, me fui de Alemania a los 18 años y, comencé a relacionarme con el tráfico de mujeres que trabajaban sexualmente para altos clérigos en el Vaticano.

– ¿En el Vaticano? ––Pregunté brutalmente impactado––.

– Así mismo, ––asintió con la cabeza mientras se soltaba de mis brazos––, dejé de involucrarme con el tráfico de mujeres y decidí continuar sola en mi camino. Me encargaba de seducir a los papas del templo, yo les ofrecía mi cuerpo y ellos me obsequiaban las riquezas de la iglesia católica.

– ¿Pensaste algún momento en que eso podría hacerte daño? ––Pregunté––.

– Mi nombre aparecía en todos periódicos de Alemania e Italia, ––respondió con un resoplido––, la gente me llamaba como la amante de Satán. Con tan sólo 18 años de edad, pude marcar la historia oculta del Vaticano.

– ¡Joder! ––Bramé––, puedo recordar que en algunas ocasiones las personas te reputaban con muchas teorías. Señalándote como la esclava de Satán, el día de mi cumpleaños número 20 escuché que te enviaron a un a un convento. ¿Fue cierto eso?

– ¡Todo fue cierto! ––Respondió firmemente––, ¡Jamás me arrepentiría de haber hecho lo que sucedió! Hubo un tiempo en que amenace a los vasallos de la iglesia con abrir la boca y me trasladaron forzadamente al internado religioso de Transilvania, Rumania.

– ¿Po qué te llamaban la amante de Satán? –Pregunté con incertidumbres–.

– Cuando comencé a relacionarme con la iglesia satánica, ––respondió con una mirada de odio––, mi fin era perturbar el orden del templo católico ya que el satanismo ha estado altamente combinado con ellos. Estuve embaraza a los 19 años sin conocer al padre de mi criatura, tuve relaciones sexuales con un hombre poseído en un ritual demoniaco que hacíamos por la medianoche.

– ¿Qué pasó con tu hijo, lo tuviste? ––Pregunté con una leve exclamación––.

– En mi vientre se creó una criatura monstruosa, de mi vagina salió una cría diabólica y deforme a la que llamé Jeremías. ––Respondió ella intentando recordar los tiempos arcaicos––.

– ¿Por qué era deforme, cómo era él? ––Pregunté conmovido––.

– Eso no era un humano, era una cosa horrible y temerosa a la que tuve que criar hasta que...––Jadeó fatigada sin terminar de hablar––.

Ella se detuvo y respiro profundamente, hablar de ello era algo que todavía no superaba.

– Su aspecto infernal era maléfico, en lugar de uñas tenía pezuñas de puerco y de su ano sobresalía una pequeña cola de serpiente, ––bufó con espanto–, tenía enormes ojos rojos como si los vasos sanguíneos oculares se rompiesen. Recuerdo que en mis últimas contracciones sentía que algo caliente estaba devorando mis entrañas, después de haberlo parido me sorprendí al verlo comerse la placenta y sorbiendo la sangre de mi vagina, no sé porque me siento aterrada hablando de esto contigo.

– ¿Jeremías tenía dentadura cuando nació? ––Pregunté, sobresaltado––.

– La dentadura de esa criatura era afilada y amarillenta como la de una hiena, ––respondió repugnantemente––, aquella boca renegrida emanaba un fétido olor de descomposición que me hacía vomitar sangre.

– ¿Qué sucedió con él? ¿Qué pasó con tu vida después de todo? ––Pregunté aleatoriamente––.

– Todas las noches salía de su habitación para atemorizar a la gente del pueblo, muchos decían que se alimentaba de otros niños, ––respondió mientras caminaba lentamente––, después de que los altos clérigos me trasladaran a Rumania no supe nada más de Jeremías. Vivíamos en un bosque que estaba bastante lejos del pueblo, donde habitaban seres místicos conocidos como antropomorfos que sólo salían por las noches.

– ¿Antropomorfos? ¡Lo he escuchado anteriormente! –Bramé pasmado–, pero siempre pensé que eran leyendas rurales que inventaban los abuelos.

– Estas criaturas solían ser muy tímidas, mitad humana y mitad animal, –dijo ella–, la primera vez que vi a uno de esos seres me acobardé muchísimo, y en esa noche no estaba drogada como en las otras.

– ¿Qué sucedió en el convento de Transilvania? –Arrojé otra pregunta evadiendo el tema de los antropomorfos–.

– Fue mi destino final, eso sí fue lo peor que me pasó en aquellos tiempos de lobreguez, –contestó afligidamente–, cuando ingresé al convento me relacioné sentimentalmente con las mujeres. Comencé la bisexualidad cuando experimenté una gran atracción sexual por las monjas, estuve enloquecida por las mujeres que me acompañaban, recuerdo aquella noche en que estaba duchándome después de un largo día, sigilosamente, la puerta de madera comenzó a abrirse y volteé de inmediato para ver quien lo había hecho. ¡Era la hermana mayor! ¡Estaba observándome en la ducha mientras ella se tocaba! ––Exclamó pasmada––.

– ¡Diablos! ––Exclamé con la voz áspera––, no me vayas a decir que tuviste sexo con la anciana. ¿Lo hiciste?

– Sí, si tuve, –replicó irónicamente–, la mujer quiso besar mis senos y por supuesto le permití que lo hiciera. Luego yo besé aquellos senos caídos que colgaban como péndulos, después ella...

– ¡Detente, eso suena asqueroso! ¡Sería desagradable coger con una anciana! –Interrumpí asqueado, rugiendo con una carcajada–, ¡No necesito que me des más detalles! Veo que tu si aprovechas todo lo que te encuentras, hahahaha.

– ¡De lo que te pierdes! –Exclamó, arqueando las cejas con un guiño y mordiendo su labio inferior–. Podría convertir a cualquier dama en lesbiana con una mirada, sólo que aquí hay muchas mujeres aburridas y anticuadas.

– Una de las sacerdotisas me atraía, –comenté–, tuve una fantasía sexual mientras estaba desmayado. ¿Por qué llegaste a Pléyades?, ¿Desde hace cuánto estas aquí?

– ¡Trío de putas! Las vi decapitadas entre los muertos de la catástrofe, –rugió con una exclamación–, ehmm, bien, retornando a nuestra profunda conversación, fui llevada a prisión después de ser juzgada por algo que no había hecho y, confieso que soy inocente ante aquellas demandas en mi contra, recuerdo que era el Centro de Penitenciaros Ortodoxos Rumanos. Me incriminaron de haber asesinado a una mujer del convento, la encontraron estrangulada en mi habitación y yo no había hecho nada, además de ello, en el tribunal supremo de Rumania me acusaron de ser una bruja oscura relacionada con los sacrificios.

– ¿Fue cierto la acusación de hechicería? ––Pregunté––.

– ¡Sí, desde que entré a la iglesia satánica! ––Respondió con naturalidad––, era una bruja, pero, no la asesina que inculpaban de aquel asesinato en el convento. Un juez me llamó como la prostituta del cristianismo ante el jurado, ¡Me sentía impotente y furiosa! ––Gritó––, los amenacé a todos con verlos hundirse en el infierno mientras yo esté sentada a la derecha de Satanás, así que me sentenciaron a cadena perpetua con la suma máxima de torturas y exorcismos, esos malditos locos creían que yo estaba poseída después de haberme cogido en el Vaticano.

– Supongo que en ese momento no tenías el derecho para contar con el apoyo de un abogado, ––comenté con reconcomio––, ¡Pero aun así querías defenderte de esas personas! ¿Cómo fue el momento de tu muerte?

– Pues, ––resopló––, en mis últimas semanas de vida estaba encerrada en el pabellón más oscuro y solitario de la cárcel. Las carceleras se despertaban a las 3:00 am con mucho miedo, tenían la sensación de ser observadas por algo maligno e inhumano, siempre veían a un hombre cadavérico y desnudo mientras dormían en sus alcobas. Las mujeres de la prisión me temían mucho, ellas aseguraban que por las noches Satanás me visitaba para dormir a mi lado en la espesa oscuridad del pabellón, ¡Pero eso era falso! ––Bramó––, en los rituales diabólicos me contactaba con una asesina que murió en esa misma cárcel, quería obtener conocimientos para salir de ese sufrimiento y nunca pude hacer nada. Era viernes santo cuando los sacerdotes me practicaron el último exorcismo, los policías se juntaron con las presas para que se deshicieran de mí con un mortal exorcismo.

– ¿Entonces, que sucedió con el exorcismo? ––Pregunté, petrificado––.

– Los sacerdotes me encadenaron de las manos a una pared bañada de piedras, –respondió afligida–, me patearon en el suelo cuando no podía ni levantarme para esquivar los golpes. Los curas me bañaron en gasolina y prendieron un fosforo para lanzármelo, ya no podía hacer nada y, –jadeó–, me prendieron fuego cuando todavía me mantenía viva con aquellos dolorosos golpes, era una sensación terrible cuando el fuego se apoderó de mi cuerpo y yo apenas estaba encadenada, los hombres me dejaron allí sin alguna ayuda posible y me dejaron morir sola.

– ¡Aradia, lo siento mucho! ––Exclamé mientras la abrazaba nuevamente––. Es una terrible pesadilla saber la maldad que oculta la iglesia, sobre todo si terminas siendo la victima de los lobos negros del catolicismo.

– Morí con 20 años de edad, ––dijo evadiendo las lágrimas––, fui asesinada, mejor dicho. La transición de mi espíritu fue un oscuro proceso que me llevó a visitar el poderoso infierno, era un lugar en donde el tiempo no existía para el sufrimiento de muchas almas. Súbitamente, mi metempsicosis espiritual cambió de forma relativa cuando reencarné en un mundo exótico, cuando llegué a este mundo pensé que todavía estaba en Alemania, pero en el año 1510. Fue el mejor inicio de lo que soy ahora, gracias a mi renacimiento aprendí muchas cosas los 3 años en Pléyades.

– ¿Por qué te llamas Aradia? ––Pregunté ambiguo––.

– Muchas cosas insólitas me sucedieron desde el primer día que llegué a Sodoma, es la ciudad en donde renací después del viaje astral por el más allá. Algunas personas relacionadas con la magia me reconocieron como Herodius o Aradia, fui aclamada por magos y brujas como el mesías femenino de todas las maravillas de Pléyades. Las brujas y los hechiceros no dudaron en glorificarme por ser la hija de Diana, la Diosa todopoderosa e irresistible de la magia universal, y mi padre Lucifer su propio hermano, el Dios del Sol y de la Luna, mi padre fue desterrado del paraíso por su vigoroso egocentrismo.

– ¡Increíble! ––Aclamé mientras me inclinaba ante ella––, que tu poder sea divino para mi salvación.

– Mi madre estará feliz de conocerte, ––dijo ella acariciando mi mejilla––. Hace unas noches atrás tuve un hermoso sueño con ella, escuché su dulce voz cuando me dijo "En verdad fuiste concebida y creada por el espíritu, pero naciste para volver a ser una mortal".

– Sería el hombre más afortunado al conocer a tu madre y hablarle de lo mucho que hemos pasado, ––repliqué levándome del suelo––, es encantadora la manera en la que tu nueva reencarnación te llevó a un camino correcto y propicio.

– Diana ha sido la madre que no tuve en mi vida pasada, –habló con una radiante sonrisa–, no tengo miedo a morir otra vez porque ella siempre estará con mi alma.

– Fuiste engendrada del amoroso de tu madre, con el rey de todos los demonios en las sombrías tinieblas del infierno. –Dije cautelosamente–, con el silbido de las serpientes tu luz ha brillado más que la de una luciérnaga.

Seguimos nuestro camino con una gran aura mágica que nos protegía en la lejanía bajo la luz de las estrellas, era la primera noche que me sentía con más vida y color. Eran las 10:00 pm y el frío nos congelaba de buenas vibras, el cielo nocturno se resplandeció cuando ilustró la magia con fabulosas auroras boreales, estábamos más que conectados cuando el sonido del viento contaba nuestra historia por sí sola. Nuestros cielos se coloreaban con el reflejo de la Luna, las estrellas bailaban románticamente con los cuerpos celestes que acompañaban a las nubes festivas, las nébulas nos observaban desde las alturas del cosmos cuando soplaban ráfagas seculares.

Por primera vez, el rencor que había dentro de mí se convirtió en una escandalosa sirena que desvaneció el moribundo silencio de mi mundo. El reflejo de mis angustias desgastaba mi furia con la serenidad de lo que me decía que todo estará bien.

Juntos estábamos perdidos en la nada intentando buscar un lugar seguro para pasar la noche, nuestro ego crecía silenciando los altares tropicales de islas abandonadas, riquezas y tesoros perdidos que nos convertía en los piratas de nuestra dotación. Las ciudades fantasmas de dónde veníamos que dejaron un pasado taciturno, todo fue cambiando en el momento que caminamos de la mano por los prados de hierbas mágicas, los segundos de la noche eran siderales y carismáticos para el nuevo vivir. El tiempo nos levantó para precipitar el odio y el fracaso de las ruinas de templos judíos, con nuestro corazón en flamas la amistad latía más fuerte floreciendo de apatía y devoción.

Trepadoras que semejaban nuestros miedos en llanuras, alejándonos de la tierra firme con el velero que soplaba por el mar rojo ahogados en el olvido y flotando en las aguas negras que nos asfixiaba.

Fuimos mundos paralelos que seguían la gravedad maternal de estrellas titánicas, sosteniéndonos bajo las delicadas lloviznas que sobresalían arcoíris por el majestuoso reflejo transparente del cielo. Nos dirigíamos al infinito en el cohete de la libertad nocturna, dejando atrás los valles poblados y selvas hechizadas con las sombras azules de nuestros oscuros secretos.

Navegando por mares tormentosos y remando contra la tempestad de la corriente, el poder del agua y las profundidades nos volvió a unir en las fosas más ocultas del océano. Éramos peces exóticos nadando por una misma corriente que no se detiene, como náufragos sometidos por tiburones y pulpos bañados en tinta, ascendiendo a la superficie con la ingravidez que nos mantuvo.

Aradia pensó repentinamente en acampar en la llanura con una fogata, era propicio pasar la noche y planear detalladamente las tierras que conquistaríamos. Aradia tenía alta experiencia en la elaboración de hogueras, ella cogió pequeños troncos, hojas secas y rocas para preparar la fogata; minutos más tarde la fogata ya estaba lista y nos sentamos frente a ella, nos mantuvimos cálidos con el fuego que nos hacía sentir cálidos, Aradia se estremeció con malos recuerdos al observar el humo que se elevaba, después del trauma que vivió en Rumania.

– Sí que eres buena con esto, eh, ––dije con la mirada en el fuego––.

– He aprendido mucho los últimos años, ahora cuéntame tú, –dijo ella mientras removía la fogata con un pequeño tronco–, ¿Qué diste a cambio de tu alma?

– ¿Mi alma? ––Pregunté con incomodidad––.

– ¡Sí, tu alma! Conmigo no puedes fingir. ––Respondió con histerismo––.

– Está bien, tienes razón, ––jadeé mirándola a los ojos––, hice un siniestro sacrificio en las catacumbas de Memphis, hubo una fuerte energía que se apoderó de mí y no sé cómo me llevó a las catacumbas.

– ¡Eso no está bien!, ––exclamó preocupadamente soltando un quejido––, no me gustaría que llevases ese tipo de vida en este mundo. Todo es más peligroso, la mejor manera de eludir las oscuras energías es ser neutro.

– Pensé que también lo eras, ¿Ya no perteneces a la magia? ––Pregunté mientras hacía un gesto de confusión con mi cara––.

– ¡Pero ya no estoy relacionada con la magia negra, supe que eso me hacía daño! ¡No confundas la magia con el satanismo! ––Rugió con una escandalosa exclamación hasta bajar de tono––, eso me llevó a la muerte y al mismísimo infierno, en mi primer dialogo con Lucifer no entendía lo que me hablaba hasta que llegué aquí.

Aradia hablaba con mucho nerviosismo e inquietud, estaba sudando con un extraño temblor en su cuerpo cuando mencionó nuevamente a Lucifer.

– ¿Te sientes bien? ––Le pregunté repentinamente––, te puedo decir con toda la honestidad del mundo, después de entrar a esas catacumbas algo dentro de mí cambió para siempre. Pude comprender algunas cosas que no podía entender antes, puedo asegurarte que jamás le haría daño a alguien sin haber sido atacado por él.

– ¡No se trata de tu maldad!, –replicó quejumbrosa soltando un gemido–, se trata de tu propia seguridad, ¿Acaso no viste lo que sucedió después de hacer esos actos oscuros? –Preguntó con una leve exclamación–, esto te arrastrará a una muerte dolorosa y miserable. Los demonios mienten, a ellos no les importa lo que pienses o lo que sientas, ¡Sólo quieren tu alma! He pasado por ese oscuro mundo y no quiero que sufras más.

Aradia pudo haberme hecho razonar cuando aseguró las mentiras de los demonios, ¿Y si así era, por qué me fascinaba el camino que quise continuar? No se trataban de los demonios ni del infierno, ¡Se trataba de mí mismo! Podía sentir la quietud en mi alma cuando pensaba en la oscuridad, ni siquiera sabía si estaba listo para debatir con Aradia de mi decisión.

– Quizás tenga razón, pero, nadie podrá entender lo que viví y lo que sentí en ese lugar, ––pensé arrojándole una mirada avergonzada––.

– ¡No lo pienses más! ––Bramó dándome un empujón––, sólo espero que no te arrepientas de lo que estás haciendo ahora. He vivido momentos espantosos en este lugar y, créeme, en el mundo de dónde venimos no hay tantos espectros diabólicos como los puede haber aquí, y aunque no lo creas estamos cerca del infierno y prácticamente vivimos en él, en este mundo puedes ver cosas siniestras que ningún mortal debería ver.

– Nunca lo olvidaré, ––dije soltando un resoplido––, te lo aseguro. No tengo ni una semana aquí y ya he vivido tanto como para contarlo.

– Sé que no puedo cambiar tu forma de ser, pero, nada me podría detener para evitar que algo malo te suceda nuevamente, –susurró Aradia apoyándose en mis hombros–.

– Al menos sé que querrás protegerme, –dije soltando una mirada tranquilizadora–.

– ¿Te gustaría ir a Sodoma mañana? ––Preguntó ella mientras se apartaba de mí––.

– Seguro, ––gesto afirmativo con la cabeza––, me gustaría visitar lugares nuevos. ¿Qué tal es Sodoma?

– Sodoma es una ciudad más grande que cualquier otra en Pléyades, es la ciudad de la diversión y el pecado. ¡Te encantará! –Exclamó emocionadamente con una carcajada–, podríamos pasar la noche en sitios nocturnos con hombres y mujeres.

– ¿Es allí donde vivías? ––Pregunté sugestivamente––.

– ¡Sí! ––Replicó encogiéndose de hombros––, es lo más divertido y asombroso que no verás en Las Vegas o en Ibiza.

– Ahora entiendo todo, –murmuré conteniéndome de la risa–, te terminaron de pudrir en Sodoma.

– ¿Qué quieres decirme? –Preguntó constriñendo el ceño–, no soy una prostituta, bueno... No en este mundo, igual debes ir conmigo mañana para celebrar nuestro rencuentro.

– Me parece fantástico, ¡Quiero ir! –Repliqué azorado–, ahora será mejor que descansemos, ya es algo tarde. ¡Necesito dormir!, –Exclamé con un bostezo mientras me acostaba en la grama–, tengo hambre y mucho cansancio, este es el momento en que te callas y te duermes a mi lado como lo hacías en el Vaticano.

– ¡Está bien, pedazo de inicuo! ––Bramó contagiándose del bostezo––. También quiero dormir, muévete, no te abrazaré mientras duermes porque me das mucho asco.

Aradia se quitó el abrigo y se lanzó a la grama torpemente, ella se acostó a mi lado y nos cubrimos con su abrigo de piel.

– Yo siento más asco por ti, ––repliqué irónicamente––. Ahora duérmete, mañana será un largo y divertido día para los dos.

– ¡Lo será! –dijo suavizando la voz–, mañana saldremos lo más pronto posible de Crouse, buenas noches.

– ¿Estamos en Crouse? –Pregunté–.

– Sí, dulces sueños.

Aradia estaba observando el cielo, nunca supe que sentimientos experimentaba en ese momento cuando ella parecía estar nerviosa. Aradia intentaba buscar respuestas cuando observaba la Luna con los ojos llorosos, quizás estaba sufriendo en silencio por algo que no le permitía contarme.

– ¿Qué pasó, no puedes dormir? ––Le pregunté sensatamente–– ¿Por qué estas llorando? Estoy aquí para ti sí necesitas desahogarte.

Aradia reaccionó muy sobresaltada y secó sus ojos de las lágrimas.

– ¡Oh, vaya!, no, no pasa nada, ––respondió soltando un gimoteo––, duerme tranquilito. Yo estoy bien, no te preocupes por mí, estaré bien y quiero que lo sepas ante cualquier cosa que pueda pasar.

– ¿Qué quieres decirme? –Pregunté alertado con sus palabras–, Aradia, puedes hablarme de lo que sea.

– Tengo mucho sueño, quizás estoy diciendo locuras porque estoy muy exhausta, –musitó con una voz abatida–. Confía en mí, Jericco, estoy bien.

– ¿Segura?

– ¡Sí! ––Respondió soltando una sonrisa mientras sacudía mi cabello––, mañana será el mejor día de nuestras vidas y tenemos que descansar para poder tener más energías.

– Claro, ––concordé pacíficamente––, ahora trata de dormir y si no puedes hacerlo me despiertas. No puedes trasnocharte tu sola, te quiero.

– Te quiero más, dormiré bien sabiendo que tengo de nuevo a mi compañero bélico. ––Dijo ella cerrando los ojos––.

– ¡Esto apenas es el comienzo de una nueva era, créeme! –Bramé con la voz resonando de la emoción–, hasta mañana. Tarde o temprano calcinaremos a nuestros enemigos como un gran incendio forestal.

– Adiós, nos veremos muy pronto, ––se despidió melancólicamente––. Nunca dudes en volvernos a ver, estamos marcados para siempre y nos encontraremos en cualquier camino.

¿Está hablando como si fuera a morir hoy? ×Pensé temerosoØ, pasaron los minutos y el silencio nos hechizó, Aradia finalmente se tranquilizó y se puso cómoda con su abrigo, me aseguré de que ella estuviera bien y después me dormí inesperadamente. Sonreí indulgentemente cuando vi que Aradia dormía como un ángel, crucé mis brazos y caí profundamente en un sueño después de contemplar las estrellas. 

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