Capítulo 21. Capítulo 21. La Fantasía Sexual.

"Bajo mis píes serán aplastados como sucios insectos nocturnos, después de mi destierro viví entre demonios y fantasmas que me ayudaron a ser más fuerte que antes."

Los verdugos se llenaron de aliento para elevar las cruces ante la multitud de Memphis, aunque los soles se ocultaban entre las apagadas nubes de loto el calor se fortalecía. El calor de cada sol hacía vibrar las moléculas de la carne sangrante, de pronto, las sacerdotisas comenzaron a desudarse latentemente como una ofrenda de culto a la emperatriz, siempre se desnudaban para acoger a las congratulaciones y prosperidades que Andrómeda les ofrecía; eran las 4:00 pm, el día había pasado lo suficiente rápido para Memphis, aunque para Roxette y yo fue una completa eternidad.

¿Qué sucede con estas mujeres? ×Pensé, afligidoØ, sentía que las sacerdotisas querían decirme algo en privado, Electra y Arcadia tenían los labios coloridos de un rojo candente que hacían resplandecer su sensualidad. Demetrio, Moisés, Lord y Timoteo abandonaron el patíbulo por razones inciertas, los hombres tomaron un comportamiento insólito después de escuchar mi dialogo con los inquisidores; ellos soltaron las herramientas de sus manos y la arrojaron al leño del suelo, Orión y Hounsfield supieron que nadie quería estar más en el patíbulo, así que no le dieron mucha importancia y los dejaron ir con mucha tranquilidad.

Arcadia y Electra se pusieron a un lado de la cruz e intentaron iniciar una pequeña plática conmigo. Roxette estaba perdida en la agonía, era como si estuviese muerta al empeorar su inconsciencia.

La piel de Electra era tan blanca como la de una vampiresa. Veía la fogosidad arder en aquellos ojos azules oceánicos, Electra era una chica verdaderamente dominante, femenina y atractiva; no podía dejar de observar la perfección que tenía en frente de mí, todo comenzaba con la belleza que se encumbraba desde su rostro hasta los pies, por cada miraba que le lanzaba con voluptuosidad, ella me devolvía mil miradas con seducción.

No podía entender lo que esa mujer tenía para cautivarme, la fisionomía de Electra era simétrica como la estructura de una obra de arte, más allá de su cuerpo podía concentrarme en la oscura y penetrante atracción que me enloquecía. Su largo cabello rubio cubría los sonrosados pechos jugosos que me aclamaban, simplemente, observaba aquel perfecto abdomen que acompañaba a las divinas caderas que se movían en círculos por mí; Electra se movía lentamente como en una órbita planetaria, con las manos puestas en su cabello se lucía como una Diosa.

Entre sus curvas escuché el placentero gemido que venía de sus labios cuando ella se tocó los suculentos glúteos; ella tenía la fisionomía de un ángel caído, ambos teníamos la maldad que nos hacía colisionar en el satisfactorio deseo erótico. Pero, Arcadia, era tan radiante como un diamante, los ojos verdes que relucían en su rostro despertaban esos demonios que encerré por mucho tiempo, Arcadia era un año mayor que yo, tenía un principal motivo conmigo y era dominarme para después convertirse en mi esclava.

El dulce néctar del orgasmo tentaba de mí, con el sofocante deseo al sentir la seducción de las vampiresas nocturnas. Anhelaba guardar mis experiencias en los secretos más herméticos de mi vida, me llenaba de ansiedad al verlas desfilar a mí alrededor sin poder hacerlas mías.

– Sé que ahora no estás pasando por un bueno momento, –susurró Arcadia entrañablemente– ¿Cómo te sientes?

– ¿Qué se supone que deba responderte? –Dije, solemnemente–.

Arcadia se inclinó a mi lado y acarició mi cuerpo desnudo bañado en sangre.

– Todo está en tu disposición, cariño, –respondió soltando un gemido–.

Electra sintió celos cuando Arcadia se puso a mi lado. Ella quiso sentarse al otro lado de la cruz, y, mordiendo sus labios se lanzó encima de mí con mucho cuidado.

– ¿Sabes algo? –Dijo Electra–, me encanta la sangre, sobre todo si es la de un chico malo.

Electra desafió la presencia de los inquisidores. Sin pensar en lo que podrían decir, ella se dejó llevar por sus deseos.

– ¿Entonces disfrutaste cuando me fustigaron? –Repuse–.

– Tu sufrimiento me regresa la vida que perdí, –respondió Electra–.

El cuerpo de Electra se repletó de sangre cuando ella quiso acostarse sobre mí, su torso desnudo estaba unido junto al mío. Mis heridas pudieron haberse sanado sí la hubiese abrazado, con las manos clavadas no podía tocarla para siempre.

– Puedo hacerte mío,–musitó Arcadia clavándome una mirada de incitación–

Arcadia echó a un lado a Electra y mordió mi labio inferior. Pero, Electra se disgustó al ver que Arcadia quería ser más astuta.

– Yo puedo hacerlo mejor, puedo llevarte al paraíso prohibido sí así quieres perderte, –insistió Electra–.

Electra apartó a Arcadia y puso ambas manos sobre mi cuello. Arcadia se cayó de lado y Electra rio con picardía, Electra disfrutaba de poder frotar su cuerpo junto al mío.

– ¿Cómo me llevarías al paraíso? –Pregunté–.

– Ya verás... –Jadeó–.

Electra se sentó en mis piernas, ella se movió suavemente mientras ponía sus delicadas manos en mi boca.

– ¿Qué puedo hacer para que te fijes en mí? –Me preguntó Arcadia abrumada–.

Arcadia acarició mi cuello y me aruñó con aquellas uñas afiladas.

– ¡Déjalo! –Bramó Electra–, no lo toques, por favor.

Electra se enfurecía cuando Arcadia me tocaba, eran dos gatas peleando por algo que no era suyo. Electra mordía mi boca haciendo movimientos circulares con ella, mis labios fueron rompiéndose cuando Electra los halaba con sus colmillos de tigresa.

– Uhm, –anheló Arcadia–, necesito el calor que le das a ella ¡Oh! Mírame, te lo suplico, mírame, ¡Ah!, te anhelo. –Gimió–

Arcadia se detuvo a mirar con codicia lo que Electra me hacía. Ella se tocaba mientras fruncía los labios, con su mano derecha acarició sus senos y con la otra mano temblorosa masajeaba su zona vaginal.

– Está bien, –concordó Electra–, podemos compartirlo, ¿Quieres comer conmigo?

Electra se sintió vulnerable por Arcadia y la invitó a hacer de las suyas conmigo. El dolor había desaparecido, en esos momentos parecía que sólo existíamos nosotros 3 en un lejano lugar, todo estaba en silencio; Balam había escuchado mis plegarias, me sentí invisible ante la multitud cuando caí en la tentación.

– Por supuesto, obviamente, vamos a devorarlo, –asintió Arcadia–.

Arcadia besó mi cuello y succionó de él. Electra me besaba con tanta lentitud, era deleitable estar crucificado mientras dos chicas malas me engullían.

– ¡AAHHH! ¡AHHH! ¡SII! –Gimió Electra– ¡Me encanta! ¡Oh, Dios! ¡Joder! ¡Ahhh!

Electra bramaba sádicamente, por cada gemido que hacía se movía con más velocidad encima de mí. Ella me veía como su trampolín, brincaba rápido y despacio hasta entretenerse en mi mirada.

– Me encantas, –susurró Electra en mi oreja–, me haces sentir peligrosa, hazme tuya, siempre, hazme tu propiedad.

Electra hacía con mi cuerpo lo que le complacía, conmigo pudo descubrir los fetiches que siempre tuvo escondidos.

Electra empujaba su cuerpo contra el mío, la atracción física de los cuerpos elevaba la temperatura de ambas masas en fricción.

– Bésame, –dijo Arcadia a Electra–, tócame, quiero que me sientas.

Electra se separó de mi boca, se hizo a un lado y acarició la mejilla de Arcadia, acercándose a ella a su vez. Las sacerdotisas comenzaron a besarse, la pasión de sus besos consumía el calor del sudor.

– Me encantas, –suspiró Electra–, Hmmm, sí, hazlo, quiero más, vamos, oh, vamos.

Arcadia introdujo dos dedos en la vagina de Electra mientras la besaba, Electra gemía mientras ella me masturbaba en la cruz.

– OHH, me vuelvas locas, maldita sea, –dijo Arcadia mientras se besaban– ¡Oh, sí! ¡Oh! ¡Ohm! Hmmm, hmmm sí.

Arcadia sacó los dedos de la vagina de Electra y los introdujo en mi boca. Arcadia abrió sus piernas y Electra frotó su vagina, ambas jadearon como perras mientras se humedecían antes del orgasmo.

Los gemidos eran la única evidencia de que fuimos encantados por el malvado hechizo de la lujuria, la lascivia se apoderaba en mi interior con el omnipotente apetito sexual. Me hice adicto al dolor que convirtió mis estimulantes deseos en una segregación, fui envenenado por el sugestivo fruto prohibido que colgaba del árbol; la serpiente tenía razón, la realidad se convirtió en una quimera erótica para eyacular mi imaginación.

¿Qué sucedió? ×Exploté en dudasØ ¡Todo había sido un sueño! Nada de lo que sucedió en mi mente era real, simplemente, era parte del desmayo que generó la severa perdida sangre. Fue raro volver a la realidad después de un ensueño tan real, ¿Tan perjudicado estuve? ¡Era increíble! Cuando abrí los ojos miré inmediatamente a las sacerdotisas, pues, ellas estaban en sus sillones bebiendo champagne elegantemente.

Me dejé arrastrar por el oscuro rio de pecados que se sumaba a mi baja filantropía, estaba en esa cruz clavado con los infortunios que la gente quiso tomar como hereje y blasfemia. Sabía que había hecho algo extremadamente malo, quizás, los peores sucesos que hice nunca antes conmigo mismo; a pesar de todo me gustaba sentirme infectado y culpable, quería contagiarlos a todos para que fuesen peores que yo.

La imagen artificial que tuve de buen cordero, reflejaba el otro lado del espejo que era lo que verdaderamente podía llegar a ser. Puedo atacar como una tarántula sin que mi nueva víctima perciba el peligro, pero, ¿Por qué nada podía salvarme en ese momento? ¿Sería eso una exhibición vulgar de mi poder? ¡No lo creo! No había sido entrenado para eso; como el mejor de mis talentos puedo encantar para después devorar, estaba intentando sobrevivir para recopilar la fuerza del viento que había perdido.

Estaba emocionado en conocer la lista negra que escribiría luego de subsistir, alimentaría mi ego con el rencor para después mantener a mis enemigos con disculpas simuladas que servirían como presas. Estando mutilado y agónico, pensaba que podía llegar a ser una gigante anaconda que aplastaría a cualquiera con su enorme presión, arrancando la vida del insignificante desde la raíz como si fuese una planta desertada.

Inesperadamente, ¡Una explosión se escuchó desde la lejanía! La multitud se horrorizó cuando el fuerte estruendo hizo sacudir el campanario de las dos basílicas románicas de Memphis. ¿Qué fue eso? Misteriosamente las basílicas estaban llenándose de fuego, el humo negro se apoderó del cielo tan pronto que subió a las nubes; las personas comenzaron a escapar con el miedo en sus rostros, lo más sagrado de Memphis había sido destruido aquella tarde explosiva.

Las basílicas guardaban secretos enigmáticos que se volaron al olvido con las cenizas, nadie sabía qué había sucedido con la explosión que devastó la fe de muchos paganos. La basílica de Andrómeda se hizo pedazos, se derrumbó sobre la multitud que moría aplastada y quemada por el incendio, Orión quedó atónito después de ver el caos que sometió a Memphis aquel viernes 13 de octubre.

Hounsfield y los demás inquisidores temían del colosal apocalipsis que se avecinaba, las teorías conspirativas que se extendieron por todas naciones de Pléyades hicieron temblar el reino de Orión, aunque todos esos rumores quedaron pequeños al ser comparados con lo que se aproximaba.

– ¡Un segundo! ¿Qué ha causado la explosión de las basílicas? –Preguntó Mathew, boquiabierto–.

– Algo extraño ha sucedido, –dijo Orión–, las basílicas han estado sola desde anoche.

Las únicas personas que frecuentaban las basílicas eran los profetas y los sacerdotes. Y sí todos estaban en el patíbulo, ¿Quién la hizo estallar?

– ¡Estamos acabados! –Bramó Hounsfield–, pero, manténganse calmados. Sólo una persona pudo hacer eso, sé que es así.

Adolf lanzó una mirada de terror, cuando los inquisidores se reunieron en un círculo no pudieron contener la intriga.

– ¿Quién pudo haber sido? ¡¿Quién lo hizo?! –Preguntó Adolf acaloradamente–.

Adolf comenzó a sudar, su voz estaba temblorosa y afligida.

– Ese maldito traidor, –dijo Hounsfield ásperamente–, si es posible será posible buscarlo en el jodido infierno.

Las sacerdotisas constreñían sus caras al no entender lo que Hounsfield trataba de decir, todos se miraban difusamente sin comprender el énfasis del viejo profeta.

– ¿Hablas de los sanguinarios que expulsé? –Preguntó Alfred con simpatía–.

– ¡No! ¡No! ¡Malditos idiotas! –Estalló Hounsfield en cólera– ¡Russel! ¡Hablo de Russel! ¡Fue él! ¡Él puso explosivos en las basílicas!

Leonardo arqueó su ceja y cruzó los brazos, cuando finalmente los inquisidores acertaron las palabras de Hounsfield, todos reflejaron una confusión con un gesto de amargura.

– ¡No lo creo! –Exclamó Orión– sería nefasto que uno de nosotros se atreviese a semejante infamia.

– ¿Cómo te atreves? –Dijo Hounsfield– ¿Le llamas infame al único profeta de tu imperio?

– ¡Así mismo! –Afirmó Orión moviendo la cabeza–, ya no creo en ti, no confío en ti en ningún aspecto ¡Viejo asqueroso!

El gremio estaba lanzándose cuchillas entre ellos mismos, a ninguno le convenía romper el vínculo como de sociedad oculta.

– ¡Muérete, maldito hipócrita! –Protestó Hounsfield–, no eres más que un vil corrupto decrepito.

Hounsfield estaba cavando su propia tumba al desafiar a Orión. Los demás estaban incómodos, se hacían gestos entre ellos como sí ya no quisieran estar allí.

– Cálmense, es mejor que hagan silencio, –dijo Arrhenius, pacíficamente–

Arrhenius intervino en la discusión de Orión y Hounsfield, los separó con sus manos, pero Orión le dio un fuerte empujón.

– ¡No vuelvas a tocarme! –Gritó– Querido, Hounsfield, –susurró Orión–, déjame decirte que, a partir de ahora estas muerto, será mejor cuentes los segundos desde este maldito momento.

Orión haló del pecho a Hounsfield y le dijo un empujón.

– ¡Así no solucionaremos nada! –Detonó Arcadia–.

– La mejor alternativa es que encontremos a Russel lo más antes posible, no puede huir de nuestras manos, –dijo Anaximandro–.

– Totalmente cierto –concordó Leonardo–

– Mejor terminemos de crucificar a estos dos insectos, –soslayó Arrhenius–, todo parece empeorar.

– ¡Yo no tengo miedo! –Bramó Orión–, sí es que te refieres a eso.

– ¿Es tan difícil aceptar tu derrota? –Preguntó Electra a Orión–, ya no eres nada, mírate, estas destruido, tu reino se caerá en pedazos las próximas horas.

– ¡Silencio! –Gritó Orión–.

Orión abofeteó a Electra tumbándola al suelo.

– ¡Basta! –Exclamó Israel–, me he querido abstener a esta pésima conversación en todo el día, ¡Orión! –Gruñó–, Acéptalo, ya el primer ataque ha comenzado, el próximo atentado será contra tu castillo ¡La rebelión se acerca!

Orión se alarmó cuando Israel le dijo que su castillo sería invadido, se notaba la palidez en su cara.

– Mejor terminemos esto, apresúrense, que avance la crucifixión –dijo Orión aquietándose–, los centuriones están yendo a las basílicas.

Orión envió sus tropas a indagar en las ruinas de las basílicas. Fue un golpe muy duro contra la historia de Pléyades.

Los vitrales policromados se quebraron con todos los fragmentos de la catedral que se hicieron pedazos, las paredes estaban trituradas en el suelo junto a las reliquias de las basílicas. Los campanarios de ambos templos yacían en las flamas con aquellos relojes gigantes que la conformaban, misteriosamente, el humo aterró a la atormentada multitud formando la silueta de un malvado rostro en el cielo; todos se quedaron observando esa sombría figura, la gente corría en reversa mientras se chocaban con ellas mismas.

Hounsfield, Arrhenius y Anaximandro, comenzaron a dibujar un círculo que ceñía las cruces para que al fin fuesen levantadas. Hounsfield regó sangre de centauro encima de las cruces, Arrhenius vació un recipiente de vísceras de cerdos sobre las heridas de Roxette, Anaximandro encendió una hoguera en medio del estrado y comenzó a orar.

La multitud se inclinó junto a los otros inquisidores y cruzaron las manos con la mirada hacia las cruces. Salomón y Alfred comenzaron a levantar la cruz de Roxette con mucha facilidad, los dos halaban desde atrás mientras que la cruz quedaba firme de pie; ya eran las 5:30 pm, todo parecía haber terminado por completo, la luna sangrienta se preparaba entre los cielos de Pléyades para avasallar el poder de los relámpagos.

Observaba a Roxette con todo el dolor de mi corazón latiente y agonizante, ella fue crucificada de cabeza al momento de ser levantada. Los gritos de Roxette desaparecieron con su dolor, la sangre interna se acumuló en su cabeza hasta que todo su cuerpo dejó de fluirla; las venas en su rostro se marcaron más que las cicatrices, Roxette estaba tomando tonalidades rojas y moradas

La cruz invertida reflejaba la humildad y la oscuridad de Roxette, sus ojos estaban más fundidos y constreñidos con la presión que ejercía al estar clavada de cabeza. Hounsfield abrió el "Propheticum Spectrums" y leyó un conjuro en voz alta que evocaba al círculo, con los brazos extendidos él lloró lágrimas de sangre que se regaron en mi cruz.

¡Te conjuro! Dentro de este portal que se abre con las fuerzas del más allá, que sea un escudo seguro contra los maleficios de Satán. Dibujo este círculo con el único fin de protegerme con tu aliento, con el poder de tu fe puedo convertir los murciélagos en mariposas. Escúchanos Andrómeda, bendícenos y conságranos con tu amor.

Hounsfield enloqueció de gritos cuando aclamó dicha plegaria, se lanzó al suelo de cabeza y se golpeó fuertemente con el madero del estrado. ¿Acaso estaba endemoniado? Los ojos del profeta se pusieron de color blanco mientras gruñía como una bestia, las facciones de su rostro parecían ser las de otra persona y abría la boca como si fuese un hipopótamo salvaje, su voz se transformó en una más gutural y áspera con esos berridos que lanzaba con furor; de pronto, sus ojos volvieron a ser los grises de siempre y la cara se normalizó, todos quedaron pasmados al ver aquella extraña actitud que tuvo Hounsfield al leer el conjuro del círculo.

De repente, sentí que la cruz estaba levantándose lentamente cuando los clavos lastimaron mis manos y mis pies. La brisa removía mi cabello con el cicatrizante atardecer, una pequeña sonrisa se relució en mí cuando recordé mi última plática con Roxette, sabía que todo estaría bien si moriría a su lado.

¡Y así fue! Compartí mi agonía con la persona que siempre esperé, antes y después de la muerte, observaba a Roxette y sentía el dolor que ella tenía en su interior. Sería inexplicable descifrar el dolor que compartimos en aquel inolvidable viernes 13, pero, llegamos a un punto en que ya no podíamos reír como lo hicimos; pensábamos más en nuestras penas que en las sonrisas, nada ni nadie podía hacer que se borrara la felicidad que sentía de haberla conocido.

Los minutos seguían pasando sin perdonarme, las lóbregas nubes oscuras originaban la orquesta de truenos y relámpagos, la soledad se veía venir desde lo más lejos junto a la lluvia sangrienta de nuestras lágrimas de delirios. Los escrupulosos vendavales usurparon la quietud de los jardines, levantaron los pétalos de rosas negras y girasoles deslucidos para fermentar el aroma de la grisácea primavera que viví a flor de piel.

Básicamente, para poder exhalar debía apoyar mis pies en los clavos que atravesaron los huesos tarsianos, necesitaba aliviar la tensión muscular que fue desgarrada con los flagelos, pero al moverme sentía como el clavo se incrustaba severamente en el tarso de mis pies. Intentaba respirar por mucho que me doliese, aunque exhalar significaba que tenía que soportar el maltrato de la cruz en mi espalda al moverme; mis huesos estaban rotos, los hombros se me dislocaron al estar completamente extendidos al madero horizontal.

Por cada movimiento que hacía era un dolor desesperante, pude ver como el clavo seguía triturando los pequeños huesos de mis pies, el calvario no terminaría si no encontraba la forma de bajar de esa cruz. Estaba arriba mirándolos a todos con la vista ofuscada en las lágrimas, todos mis enemigos estaban sonriendo con mucha satisfacción al sentir que consiguieron lo que querían, especialmente, la familia Scrooket que no se pararon de reír cuando notaron mi impotencia.

¡No! ¡No! ¡Fuego! ¡Aún no ha terminado! ×Dije quejumbrosoØ, en ese momento recordé que la condena todavía no había culminado, ¡Iban a encender las cruces! Era el toque final de la secta Nigrum Mortem. Hice un minuto de silencio dentro de mí, en honor a todos aquellos que murieron por las noches anteriores en las manos de los inquisidores; no olvidaría jamás a la mujer que dio su vida por mí, y, a todos aquellos que llevaron al bosque prohibido para morir con las cruces ardiente, en esos segundos quise despedirme una vez más de Roxette, lo más doloroso era saber que esa sería la última vez que nos veríamos.

Roxette estaba a mi lado derecho, se escuchaban los diminutos jadeos de Roxette al intentar respirar con el dolor sangrante. Era el final de una década, pero el comienzo de una era para las vidas que comenzarían después de cerrar nuestros ojos, quise llenarme de valor y hablarle a Roxette por una última vez.

– Oye, tú... ¿Puedes escucharme? –Susurré doliente–.

No alcanzaba ver el rostro de Roxette, su cabello tapaba la totalidad de la cara.

– Roxette, –repetí–, sé que me escuchas. Quizás es delicado para ti, pero, ya todo está por terminar.

– Jericco...–Gimió–, ¡Estamos perdidos! –Vociferó –, mi alma se desvanece, ni siquiera puedo sentir dolor cuando no puedo ni pensar en mí.

Los sollozos de Roxette capturó la atención de algunos, ella hablaba con la voz congestionada y quebrantada.

– Saldremos de esto... –Jadeé–, vivos o muertos, estaré esperando por ti en cualquier lugar.

– Sí llegas a sobrevivir sin mí, –dijo Roxette soltando una tos ahogada–, prométeme, por favor, ¡Prométeteme, Jericco! –Repitió–, que siempre me recordarás por lo que conociste y no por lo que dijeron de mí.

– ¡Juntos saldremos de esto, podría repetirlo toda mi vida! ¡Nunca podría verte como nuestros enemigos te vieron! –Imploré–, no podría odiarte, jamás, no tendría sentido odiarte por dejarme en un mundo errático. –Dije, clemente–.

Estaba perdido en un doloroso llanto que me impedía hablar, la melancolía de Roxette cortaba mi corazón.

– Soy muy egoísta en pensar que me echarías al mar del olvido, –exhaló Roxette–, quiero que seas tan grande como el universo sin mí, las estrellas querrán seguirte por toda la mágica e imperecedera eternidad, con tu grandiosidad llegarás más lejos de lo que tú te imaginas, y yo siempre, ¡Siempre y por siempre! –Gritó llorosamente–, siempre, estaré cuidándote desde lo más lejos que yo pueda estar, sin importar el dolor o la distancia, seremos los mismos que siempre fuimos en nuestra historia.

Estuve ahogado en las lágrimas que derramaba con hipocondría.

– Soy egoísta al no poder nadar junto a ti en el oscuro mar del olvido, esto me ha destrozado el corazón, –sollocé–, tengo miedo y siempre lo tendré, ¡No podía ahogarme de nuevo en el olvido! Quiero nadar con la valentía que me mantiene a flote, –dije bajando de tono–.

– Yo te ayudaré a salir del abismo, –dijo Roxette dócilmente–, probablemente esta sea mi última vez en este mundo. Y quiero que tu continúes, algo me dice que serás el único en bajarse de esa cruz.

– Si bajo de esta cruz será con tu ayuda, –dije–, o tal vez los dos bajemos cuando nuestro espíritu abandone nuestro cuerpo, será mi segunda muerte, –gimoteé–, y quiero que seas tú quien me acompañe después de la muerte.

Roxette hizo una pausa, pasaron 2 minutos mientras ella trataba de mantenerse cuando me lanzó una pregunta axiomática.

– ¿Y si solo tú eres el único sobreviviente? –Preguntó Roxette–.

Fue incomodo responder esa pregunta, dejé escapar un angustioso gemido y le respondí con cordialidad.

– Yo... Ehmm, creo que, –hipé al cerrar los ojos–, escribiría nuestra historia hasta el fin del mundo, cada día escribiría un nuevo capítulo de todo lo que respiramos.

Rompí a llorar con mis temblorosas manos dolientes. Imprevistamente, la cabeza de Roxette comenzó a tambalearse a los lados, los movimientos en su cuerpo fueron espontáneos cuando comenzó a quejarse,

– ¡Me duele! –Gemía Roxette– ¡Oh, ayúdame Jericco! ¡Te lo ruego! ¡Aaaaaauchh! ¡Aaaaaaah! ¡AAAAAAH! ¡ME ESTOY QUEMANDO! ¡ME QUEMO!

Roxette emitía lamentos y gritos de terror, eran alaridos histéricos que gritaban su sufrimiento. Orión y Hounsfield se miraron entre sí, algo extraño sucedía con aquel extraño conjuro que habían realizado.

– ¡Hey! ¡Roxette! ¡Roxette, escúchame! –Bramé– ¿Qué sucede?

Su cuerpo se sacudía con violencia, al moverse provocaba más daños en su cuerpo.

– ¡No puedo más! ¡No! ¡Nooooo! –Suplicó Roxette– ¡Jericco, dile que me deje en paz! ¡Aléjala de mí! ¡Quítenmela de encima! ¡Aaaaaaaah!

Roxette actuaba con manía, estaba mordiéndose la lengua hasta desangrase. Ella luchaba con sí misma, cuando sacudía los brazos se hacía un imparable sangrado en las heridas clavadas.

– Esta loca, –dijo Adolf con una sonrisa cínica– ¡Mírenla! ¡HAHAHA, ella está jodidamente loca!

Roxette estaba sufriendo de muchas maneras, aun así, era la razón de burlas y oprobios de los presentes.

– ¿Qué le pasa a esa mujer? –Preguntó Arcadia– ¡Está terminando de matarse!

Arcadia le cubrió los ojos a Electra con la mano temblorosa, la maquiavélica actitud de Roxette estaba espantándolos a todos.

– ¡Ya está en su momento! –Gritó Israel– ¡Jajajaja! No creí que esto sería tan gracioso.

¿Qué era lo que veía Roxette? Ella clamaba con suplicas en su martirio, refiriéndose a alguien que la atacaba. Era algo que nadie podía observar, Roxette tenía el don para ver lo que otros no podían.

– ¡Deténganla! ¡Que alguien la detenga! ¡Deténganlaaaa! ¡Socorro! –Imploró– ¡Auxilio! ¡Detenla, Jericco! ¡Hagan que pare!

– ¡Dile a tus demonios que te salven! –Exclamó Alfred–

– ¡Que la salve Satanás! ¡Puta! –Rugió Anaximandro–

Los ojos de Roxette miraban con impotente pánico, ella seguía agitándose en la cruz como si algo la sacudiese, Roxette intentaba cruzar sus piernas, movía las rodillas de arriba hacia abajo golpeándose en la cruz.

– ¡Es ella! –Aclamó Arrhenius– ¡La hora ha llegado! ¡El fin se está acercando a nosotros!

Arrhenius el sacerdote extendió sus brazos al cielo, y comenzó a llorar de felicidad con una desaliñada sonrisa en su cara. La niebla comenzó a bajar, el día estaba oscureciéndose, había un espacio en el cielo que permitía observar a los soles escondiéndose.

– Él viene por nosotros, él está llegando, –susurró Roxette–, ¡JERICCO, NUESTRO PADRE VIENE! ¡Alabado sea! ¡Hahahaha! No estamos solos, él nos ayudara.

Roxette se tranquilizó por unos minutos parecía hablar con alguien que estaba en la cruz con ella, de repente, explotó en llantos y comenzó a exclamar incoherencias usando mi nombre.

– ¡Jajajajajajaja! –Carcajeó Aurora–, miren a esa pobre mujer, creo que deberían acelerar su muerte antes que envíe a sus demonios por nosotros.

La actitud burlista de Aurora era irritante, mientras tanto, Cesar me observaba fijamente con una brusca confusión en la mirada.

– Algo raro está pasando aquí, –cuchicheó Hounsfield en el oído de Orión–.

Orión se echó a un lado y lo miró con recelo, él no quería saber nada de Hounsfield.

– Aléjate de mí, te lo ordeno, –dijo Orión–, ni quiero saber que te vuelvas a acercarte a mí.

La reacción de Hounsfield fue de impresión, sintió vergüenza al estar cerca de Orión y se apartó.

– ¡Oh, por favor! ¡Ayúdenme! ¡Bájenme de aquí! –Lloraba Roxette lastimeramente–.

– Tranquila, tranquilízate, ¿Sí? –Conforté a Roxette–, míralos a todos, no quiero que vuelvan a hacerte daño con sus burlas o con los flagelos.

– ¡No me importa! ¡Noo importaaa! –Vociferó Roxette– ¡Estoy adolorida! ¿Dónde está Marcello? ¿Dónde está mi hijo? ¡Alguien tráigame a mi pequeño Marcello! ¡Mi hijo! ¡Mi niño!

Las voces de Roxette se intercambiaban rápidamente, ella estaba cada vez peor. Actuaba como si no se hubiese enterado de la muerte de su hijo, Electra salió disparada con Arcadia a los sillones muy lejos de las cruces y se sentaron aterradas, las facciones de Roxette estaban contraídas con el rostro inundado de sangre.

– ¡Apártense de la cruz! ¡Esa mujer esta poseída! –Exclamó Leonardo–, puedo ver el demonio en su mirada.

Todos se apartaron sobresaltados de la cruz de Roxette. Anaximandro le lanzó una botella de agua bendita en la cara de Roxette y se quebró en ella, su piel comenzó a abrirse de forma sangrienta y sucia, expulsaba una sustancia verde y viscosa con olor fétido por aquellas heridas que abrió el agua bendita.

– Roxette, todo saldrá bien, –murmuré–, respira conmigo, relájate.

Roxette era irreconocible, ni siquiera escuchaba lo que le hablaba.

– ¡Espíritu corrompido y pestilente! –Bramó Anaximandro con un crucifijo en la mano– ¡Te obligo a abandonar el cuerpo de la agónica! ¡Ella partirá al infierno antes del anochecer, mejor llévatela! ¡Ahora mismo!

Todos miraron a Anaximandro con pasmo, ¿Por qué iniciaría un exorcismo? No era seguro que Roxette estuviese posesa, era una bruja muy poderosa como para ser poseída por algo.

– ¡JAJAJAJAJAJA! –Burló Roxette–.

– ¿Qué estás haciendo? –Preguntó Orión–.

– Esa cosa no es la bruja, –dijo Anaximandro–, es el demonio, la única razón por la que está aquí con nosotros se debe a la fe que hemos perdido.

Un estremecimiento se apoderó de Orión con un escalofrío cuando Anaximandro lo dijo con sencillez, en aquel entonces los exorcismos eran altamente temidos y peligrosos.

– ¿Estás listo para hacer eso? –Preguntó Hounsfield–.

– ¡Exacto! –Asintió Anaximandro–, esto será un riesgo para Memphis.

Roxette estaba cada vez más agitada, de pronto, su fisionomía dejó de ser la misma cuando su perfil ensangrentado se convirtió en una cara diabólica. Roxette se reía a carcajadas, la maldad y el odio resonaban la voz de macho resonante que la emitía.

– ¡Jódete, hijo de la gran puta! –Bramó Roxette– ¡AAAAAAHHHH! ¡Maldito! ¡Bastardo de mierda!

La lengua de Roxette era amoratada, estaba cortada en dos como si fuese la lengua de una cobra. Cada vez que hablaba expulsaba pedazos de carne podrida de la boca, sus dientes comenzaron a caerse de a uno por uno dejando un espacio negro en la encía, parecía el interior del hocico de un coyote.

– ¡Pedazo de porquería! ¡Pedófilo! –Gritó Roxette–.

Anaximandro hacía la señal de la cruz sobre la cruz de Roxette. Después repitió el movimiento 3 veces más sobre mi cruz y nos arrojó agua bendita.

– ¡Ohhhh, delicioso! ¡Échame un poco de semen eclesiástico! ¡Ay, estoy muy deseosa de coger con los profetas! –Vociferó Roxette con voz ruda–.

Adolf, Israel, Alfred, Arcadia y Electra temblaban del miedo. Los verdugos observaban con terror a aquella cosa que los observaba con repudio.

– Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...–Oró Anaximandro con Arrhenius–, no nos dejes caer en la tentación y líbranos de todo mal, amén.

Roxette comenzó a defecarse en la cruz, su excremento se desboronó sobre su cuerpo desnudo mientras ella se reía.

– ¡Invítanos a todos a visitar el Palacio de los Deseos! –Exclamó Roxette– ¡Deja lo egoísta, Israel! ¡Todos queremos coger con los niños que tienen allá!

Roxette estaba hablando del prostíbulo de Israel, hablaba muchas cosas alternativas sin sentido.

– Jesucristo, hijo de Dios –dijo Arrhenius–. Con la ayuda de tu sierva Andrómeda, ayúdanos a expulsar a este oscuro espíritu inhumano que ha de atormentar a una mujer de malas andanzas, perdónala, y permite que disfrute de una muerte sana y tranquila a la hora de partir a los infiernos.

Roxette tenía una mirada amenazante e intrigante, estaba inquieta moviendo la cabeza a los lados.

– Amén, –respondió Arrhenius y Hounsfield–.

La gente de la multitud comenzó a irse, había sido un día muy aterrador en la historia de Memphis.

– ¡Oh, Diosa! –Aclamó Hounsfield–, ten compasión por tu hija, Roxette. Su vida ha sido muy mala y oscura, sólo tú podrás salvarla en la rebelión espiritual y bendecirnos con su dolor.

Adolf estaba inquieto con Alfred y Arcadia. Las sacerdotisas no habían presenciado un exorcismo, Roxette había desatado un profundo olor a pudrición desde la cruz, violentamente, la cruz comenzó a temblar y a moverse como si alguien hiciera el movimiento.

– ¡AAAAAAAAAAH! ¡PUTAS! ¡MALDITAS PUTAS! –Gritó Roxette dirigiéndose a las sacerdotisas–.

Roxette creó una espeluznante escena de terror, la bruma se iba acercando con lentitud al estrado. Israel estaba petrificado con Electra, nadie sabía cómo actuar ante la situación.

– Te entregamos a esta mujer para que sea esclava de la Iniquidad del infierno ¡Deseamos la muerte! ¡Queremos la muerte! ¡Seamos la muerte! –Hostigó Mathew–.

Mathew estaba sudando, Hounsfield y Orión estaban boquiabiertos con aquellos extraños movimientos que la cruz hacía.

– Padre todopoderoso, –dijo Anaximandro–, entregamos a ti lo sobrenatural que hace abominable nuestro día.

De repente, las piernas de Roxette cayeron hacia delante cuando los pies se salieron de los clavos. Roxette estaba con el cuerpo caído en el madero vertical, lo único que tenía clavado eran las manos en el madero horizontal, en ese momento cayó un relámpago del cielo sobre el estrado y cortó la cabeza de un centurión.

– ¡Madre mía! –Chilló Orión– ¡Dejemos esto así! ¡Vámonos!

El cuerpo de Roxette estaba llenándose de moscas y hormigas, ella continuaba rugiendo como una bestia mientras trataba de arrancarse los clavos. Roxette se impulsaba hacia delante, estaba aflojando la soga que ataba sus antebrazos al madero.

– Pléyades se convertirá en un mundo de fuego y azufre, –murmuró Roxette–

– ¡Y la única vida que exista! Será la de los esclavos que trabajen para el reino del próximo Rey infernal –dijo Roxette señalándome con una mirada– ¡Él es nuestro próximo Rey! ¡Él desterrará a Orión y sus aliados!

Orión tuvo una reacción amarga e infantil, todos se miraron con susto y escucharon los gritos de Orión. Él se acercó a Roxette y le habló furiosamente.

– ¡Nadie me superará! ¡Seré el primero y último Rey de estas malditas tierras! –Explotó en furor– ¡Escúchame! ¡Nadie podrá desterrarme, tus profecías son erradas!

Roxette levantó la cara y le lanzó un escupitajo en la boca a Orión, él se apartó con asco y prefirió hacer silencio.

¿Entonces Roxette estaba poseída? ¡Vaya! Era lo que menos esperaba, de inmediato, la niebla comenzó a evadir la multitud. Roxette estaba luchando para liberarse de la cruz, ninguno de los hombres quería acercarse a lo que era Roxette por miedo, todos preferían mantener la distancia cuando los profetas y los sacerdotes dejaron de orar.

Instantáneamente, la niebla se apoderó del estrado y ocultó entre la espesa bruma a todos los inquisidores. Se sentía una tensión muy oscura, todo quedó a oscuras por unos segundos y lo único que se podía mirar eran los ojos brillantes de Roxette, se escuchaba como la madera de la cruz traqueaba al moverse con fuerzas.

¿Qué pasó? Todo quedó en un tranquilo silencio cuando el sonido de la cruz desapareció, los ruidos que hacía Roxette despareció con las moscas y el hedor, la neblina fue desapareciendo tenuemente hasta que el patíbulo quedó parcialmente despejado. ¿A dónde fue Roxette? ¿Cómo escapó? Roxette había desaparecido junto a la cruz, Alfred y Electra revisaron todo el patíbulo mientras Orión escudriñaba su alrededor.

– ¡Ha escapado! –Exclamó Hounsfield–.

Hounsfield rebuscaba los alrededores, era muy extraño que la cruz también haya desaparecido. No había muestras de Roxette en ninguna parte.

– ¡Esto no puede pasar! –Dijo Anaximandro–.

– ¿Pero a donde iría con la cruz? –Preguntó Arcadia con ingenuidad–.

– ¡Es una bruja! No se sorprendan, –dijo Leonardo–, estaba poseída con el poder que Satán le otorgó, hemos sido parte la burla del demonio.

– Ha de ser así estamos en peligro –repuso Anaximandro–.

– No lo sé, –jadeó Electra–, yo mejor me voy.

– ¡Espérame! –Bramó Arcadia–, No quiero estar más aquí.

Electra tomó de la mano de Arcadia y bajaron del estrado.

– ¡Señoritas! ¡Escuchen! –Exclamó Hounsfield– no pueden irse, están en peligro.

– No me importa –negó Electra–.

Electra desvió la mirada y se fue caminando.

– Sólo quiero irme a Núremberg –dijo Arcadia–.

Orión, Alfred, Adolf, Israel, los profetas y los sacerdotes se sentaron en los sillones esperando el anochecer después del fracaso. Eran inexistentes las probabilidades de encontrar a Roxette, en ese punto ya nadie conocía la razón de la cual había desaparecido repentinamente; los inquisidores estaban nerviosos, estaban quedándose solos y sin fuerzas en el poder.

Después que la bruma desapareció, una gran tormenta se acercaba cuando las flores morían sedientes en medio del oscurecer. Cuando llegué a Pléyades, la Luna y los soles hicieron un pacto para alargar mis noches con el recorte de los días, el tiempo se detenía en la gran sequía del solsticio de verano que calentaba mi tez con el poderoso efecto invernadero; el sudor sangrante se derretía sobre mi piel como la miel que rebosa las colmenas de los árboles, la brisa cálida removía las impurezas de mi cutis junto a las aflicciones del presente, era una gloria axiomática reconocer que Roxette había escapado sin dejar algún rastro de su existencia, su libertad era lo único que me importaba a pesar de desconocer mi dudosa salvación.

El cielo se pintaba de rojo con mi reencarnación, la limpieza de una nueva vida se aproximaba cuando la sangre se derramaba por gotas en mi piel, cada gota significaba un pequeño sentimiento de lo malo que había sucedido. Estaba mareado y debilitado, mi alrededor estaba girando de forma hostil con las nubes negras que estallaban en mi estómago, los ventarrones huracanados se estremecían con las descargas eléctricas que azotaban los suelos de Memphis; mi quebrantamiento se magnetizaba con el alto voltaje de los relámpagos, los inquisidores observaban el deslizamiento de mis fluidos corporales cuando caían en el madero del estrado, las gotas rebotaban en el suelo hasta evaporarse con los lejanos truenos, el caer de mis lágrimas procreaban el nacimiento de indefensos microorganismos.

Alfred e Israel se levantaron de los sillones y me lanzaron carne cruda de perro para atraer a los buitres, los carroñeros que volaban circundando mi cruz se fascinaban con el olor de la sangre. Un buitre se paró sobre el madero horizontal de la cruz y me olfateó, la penetrante mirada de aquel animal parecía a la de un asesino serial que me apresaba con su ataque, el ave tuvo una impresión de susto después de sacudir sus colosales alas negras y se fue volando.

Mi poder estaba haciendo efecto sobre Memphis. Todo ese riguroso renacimiento diabólico me llenó de sabiduría...

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