3.01

────❛enloquecer por amor❜

                           —PERMITANME presentarme. Soy Niklaus Mikaelson, el híbrido original. Del linaje original. Único e inigualable.

Edward Cullen había escuchado muchas historias sobre los vampiros originales, tantas que dudaba que sean ciertas. Con ellos nada era seguro, nada era confirmado. Incluso llegó a dudar de que existieran... Hasta ese día.

Pudo ver como Klaus pasó su brazo por la cintura de Casandra, haciendole una seña a Bella para que se acerque.

—Y ellas, junto a este pequeño, vienen conmigo ¿Ha habido algún problema respecto a eso?

Sus puños se apretaron por reflejo al oír su acentuada voz junto a su sonrisa burlesca. Su cabello era cobrizo, como el suyo, pero tenía mas vida a causa de los pequeños rizos que se asomaban.

Automáticamente, su cerebro buscaba en él defectos, ¿por qué Casandra estaba con él? ¿Por qué no lo esperó? ¿Era a caso que él tenía unas sonrojadas mejillas cuando Edward era palido, carente de sangre? ¿Era porque Klaus tenía calor corporal que ofrecerle? ¿Un corazón para oír cuando estuviese acostada en su pecho? No, no podía ser por nada de eso, porque Casandra jamás podría amar de verdad a alguien más. Solo a una persona, solo a él, porque nacieron para estar juntos, eran compañeros. Eran Edward y Casandra... no Casandra y Klaus.

—no, mi lord —negó Caius. El aclamado rey sádico. Edward lo miró incrédulo.

—No te preguntaba a ti —Habló volteando a ver a Casandra —¿mi amor?

¿Cómo se atrevía a decirle así? Klaus no podía tenerla, al menos no de una forma natural. Debía tenerla sometida o algo por el estilo. Casandra debía estar asustada de él ¿y cómo culparla? Klaus era un original, uno de los primeros vampiros. Había escuchado a la tribu Quileute asustada de ellos por un antiguo encuentro, aterrados ante su brutalidad. Había oido a Carlisle decir que podía ser cierto. Se imaginaba miles de escenarios de esa bestia de leyendas, sometiendo a Casandra.

—esta bien, solo queremos ir al festival —negó la dulce voz de su compañera, Edward la miró, ablandando su expresión en preocupación pero su garganta se cerró cuando él besó su cabello alocado. Quería gritarle que no haga eso, que no la toque.

—entonces, vayan. Yo me quedaré a resolver unos asuntos —Dejó al bebé en brazos de Bella.

Edward lo observó, era pálido, de cabello castaño rojizo, tal vez en un futuro sería identico al suyo. Sus ojos eran del color que a penas recordaba tener en vida humana. Ese niño era suyo, biológicamente. Había roto las leyes de la fisica, las reglas de la naturaleza, había podido darle a Casandra un hijo, una familia, cuando él se había alejado para jamas privarla de ello. Los ojos del infante lo enfocaron y su pecho se apretujó, admiró nuevamente a su compañera

Casandra les hizo una seña, por un instante creyó que solo para él, pero también iba para Alice. Amagó salir junto a Bella y Casandra, queriendo interrogarla sobre su bebé, sobre todo, abrazarla y besarla, pero el hibrido pareció leer sus pensamientos, ya que habló.

—ah, tu no —lo señaló. Edward se paralizó —tu quédate. Y amor... —miró a Casandra. Los puños de Edward se apretaron cuando llamó así a su compañera —lleva dos híbridos contigo.

Observó a Casandra salir con una pequeña sonrisa, como si no fuera consciente de que él hibrido lo estaba obligando a quedarse, como si no le importara todo el drama que Klaus hizo. Parecía embelesada por él.

Una vez fuera, las puertas se cerraron y parecieron dejarlos dentro, sellados, como en un oscuro ataúd. El frío pareció aumentar y Edward observó a Klaus en el preciso instante que él lo miró de soslayo, casi indiferente, girándose a los reyes Volturi.

—excelencia, no pretendíamos molestarlo, no querríamos jamás violar las leyes de nuestro acuerdo... —Marcus comenzó, con su monótona voz pintada en pánico.

Gracias a su don, Edward pudo ver como en la mente del vampiro se repetía múltiples veces la imagen de Klaus acabando con una mujer, una que Marcus amaba profunda y dolorosamente. Tragó una ponzoñosa ante la brutalidad de la escena.

No obstante, Klaus avanzó hasta estar frente a él. Fue un segundo, un descuido. Se trataba de un intento de intimidación que alertó a la guardia. Uno de los vampiros elite, como reflejo, se lanzó contra Klaus pero él lo tomó del cuello antes. Los reyes Volturi parecieron lamentar esa acción.

—Pude haberlos extinguido hace un milenio —Klaus siseó, apretando el cuello del vampiro hasta que grietas comenzaron a salir, dibujándose sobre su pálida piel —pero los dejé vivir su fantasía, viviendo en las sombras como cucarachas... —creyó que lo decapitaria o algo peor, pero él tiró de su agarre y lo mordió en el cuello. El vampiro grito como si un dolor ardiente llenara su alma y Klaus lo dejó caer al suelo. El veneno de licántropo actuaba más rápido en aquellos vampiros de raza distinta, así que Edward pudo apreciar en primera fila como la mordida de Klaus llevaba al vampiro a la locura inmediata —sin embargo, se olvidan que puedo aplastarlas, son solo una plaga.

El vampiro se quedó quieto de golpe y mirando hacia arriba. Muerto. Edward quedó aún más aterrado. Era la primera vez que veía que uno de su raza moría sin la necesidad de fuego.

—Mi lord... —susurró Caius, conteniendo su mal temperamento.

—Asumo que Casandra mostró en sus recuerdos lo que es para mi —lo ignoró —y yo voy a recordarles quien soy para ustedes... —desfiló delante suya, pavoneándose con orgullo. Sonriente. —yo... —llegó a un vampiro y le arrancó la cabeza. Dieron un salto cuando Klaus dejó caer la extremidad que rodó por el suelo —soy... —miró al siguiente y lo tomó por los brazos, por detrás, colocó su pierna en su espalda e hizo presión, arrancándolas de su cuerpo. La victima gritó y cayó de rodillas, provocando la risilla nasal del hibrido que dejó caer otra vez aquellas partes —su rey.

Tomó al último y lo mordió en el cuello, por detrás. Teniendo en él el mismo efecto que el anterior. Los tres Volturi elite quedaron hechos añicos por quien se divertía ante la escena. Mostrando que en escasos segundos era capaz de reducir al clan a cenizas solo porque lo molestaron. Klaus volvió a colocarse delante de Aro, quien pensaba impotente en las muchas formas que quería plantarse ante él y enfrentarlo, pelear a muerte hasta tener su corazón en su mano. Solo Edward era testigo de eso, quien creyó que jamás querría lo mismo que Los Volturi.

—Le pido misericordia, mi rey, no estábamos enterados de que la chica Swan sería un conflicto de intereses —Aro siseó, forzando su sonrisa apenada. —hasta donde sabíamos, ella es compañera de Edward...

—¡pero no lo es!

Su grito rabioso lo mandó a callar. Edward sonrió cínico, bajando la cabeza, podía oír la mente de Klaus. Lo levemente amenazado que se sintió solo por la idea de que Casandra lo elija sobre él. Podía verlo, él tenía una debilidad que no sabían que existía hasta ese momento, lamentablemente, era la misma que la suya: Casandra Swan. Pero si Klaus dudaba en que Casandra lo deje, significaba que ella aún sentía algo por él. Eso quería creer.

—es mía —bajó su voz. Luego, sus ojos se fijaron en Aro, su pupila se dilató y Edward se desconcertó —y vas a prohibirle a todo tu clan el acercarse a ella, siquiera pensar en ella o su familia. No puedes herirla porque sino vendré y acabaré con tu raza antes de que puedas siquiera suplicar. —volvió a la normalidad, frivolo.

—ni mi clan, ni yo, lastimaremos a Casandra Swan o su familia —susurró Aro, sus ojos rojos bailaron en una danza entre dilatarse y estar normales. Hipnotizado por la compulsión del hibrido.

—Ella está bajo mi cuidado, al igual que su milagroso bebé, su hermana y sus padres. Si mis híbridos sienten su aroma a putrefacción a tan solo un kilómetro, estarán en problemas —retrocedió y miró a Edward —todos ustedes.

Lo sabía, sabía que él solo lo quiso allí para que viera su demostración de poder, para que ni en sus más remotas pesadillas crea que podía vencerlo. Que era una cucaracha y él una enorme bota que podía pisarlo en un santiamén.

—aún que eso no pasará ¿verdad, Eduardo? —volteó con aires divertidos al cobrizo que se mordió la lengua —digo, deberías estar feliz de que Casandra esté tan... satisfecha. Tan completa conmigo. Ella y Castiel, mi cachorro. —le guiñó el ojo —iremos al festival. Espero no cruzarme siquiera con sus sombras.

Se dio media vuelta y se fue, al llegar a la puerta, notó que Edward no lo seguía y volteó, alzando las cejas y extendiendo sus brazos impaciente. El vampiro trago saliva antes de ir como un tímido cachorro con la cola entre las patas detrás de él, viendo de soslayo a los reyes Volturi gritar internamente cuanto deseaban quemar hasta las cenizas a Klaus.

Cuando llegaron al elevador y las puertas se cerraron, Klaus atendió su celular y lo ignoró por completo. Pensando para sí mismo y burlándose sobre lo patético que se veía y lo incrédulo que estaba de que Casandra tuvo un hijo con él, un adolescente vampiro con hormonas y pensamientos trabados en la pubertad. Se creía superior, tal vez lo era, pero Edward lo veía como una sola cosa: un ladrón.

Estaba usurpando su lugar en su familia, estaba robando a su compañera, hijo y cuñada.

Al salir, los nombrados justo se acercaban.

—Todo listo, amor —Klaus extendió sus brazos, radiante.

Edward alzó la mirada, para ver a Casandra, a su ángel, la vió sosteniendo a Castiel. Su hijo biológico. Ella ni siquiera lo miró, solo a Klaus. Así que quiso impedir eso, que lo vea a él, que le explique todo, que vuelvan juntos y le diga que todo lo qué pasó no significaba nada. Que todo sería como antes.

Klaus tomó a Castiel en brazos y las palabras comenzaron a acumularse en la punta de su lengua.

—¿te parece bien que no pudimos hablar de lo de anoche cuando ya estás en problemas? —los recuerdos de una noche de amor puro aparecieron en la mente del hibrido, dándole cada vez más motivos para enojar al cobrizo —vamos a casa. Esos vampiros de cuarta no volverán a acercarse a ti ni a cien metros de distancia...

—Cass... —quiso tomar su brazo para hablarle, impedir que se aleje. No debía ir con ese sujeto.

Pero Klau tomó su mano, apretándola y llenandola de grietas que subían hasta su codo por la presión ejercida. La punzada creciente lo atacó y gimió adolorido. Comenzó a ponerse nervioso, temiendo porque lo muerda como hizo con los otros.

—La tocas y te juro que separaré en pedazos tu cuerpo y volveré a unir cada pieza solo para que puedas ver cómo mató a cada persona que hayas conocido.

Sabía que no había ni una pizca de mentira en eso.

—Klaus —Casandra rogó. Rogó por él. Eso lo hizo sentir menos mierda —quiero irme a casa con Bella.

Él lo soltó bruscamente y se acercó a pasar su brazo sobre los hombros de Casandra, saliendo de allí totalmente enojado. Alice ayudó a Edward a levantarse y los dos observaron como se iban, atónitos. Iba a ir detrás peor Alice lo sostuvo.

—¿estás loco? Va a matarte —lo detuvo, preocupada.

—¡se está llevando a Casandra! —rugió desesperado.

—él no se la lleva.

Al verla de nuevo, podía ver que ella no miró atrás, no se preocupó en ellos. Era como si hubiera hecho ya su parte y se limpiaba las manos. Edward parpadeó estupefacto.

¿La había perdido?









































                        LOS VOLTURI rodeaban una mesa en una de las muchas salas de su enorme y sombrío castillo. Caius dibujaba en su cuaderno los últimos detalles del boceto más acertado que podrían tener sobre aquel elemento, siendo de los únicos que lo vieron. Marcus escribía en su diario sobre aquello también, dando todos los detalles sabidos de su existencia.

Aro, sin embargo, sonreía viendo hacia un punto inexacto de la pared. Esos últimos meses había estado tan enfocado en esa idea que estaba feliz de poder al fin desarrollarla. Creía que era perfecta. Un plan infalible. Saboreaba lo que podría ser instantes antes de su mayor victoria jamás hecha o... bien también saboreando lo que podría ser los últimos momentos antes de que el caos que lo lleve a su muerte inminente.

Los pasos de Jane fueron captados y la joven vampiro no tardó en entrar a la habitación. Los tres "Reyes" la miraron casi al instante, impacientes. Ella hizo una reverencia.

—lo encontramos.

Al instante, Félix y Demetri aparecieron, llevando cada uno de un brazo a un vampiro adolescente de cabello cobrizo, a quien reconocieron al instante con emoción.

—Oh, Edward...

Aro lo miro con fingida pena, juntando sus manos en un aplauso y negando con tristeza. El cobrizo estaba a penas mejor que la ultima vez que lo vieron. Deprimido y hambriento, castigandose a si mismo por las acciones que alguna vez tomó imprudentemente. Parecía mejor al saber que su compañera estaba viva, pero no lo suficiente. No cuando ella tenía a su hijo bajo el manto de otro hombre. Uno intocable.

—Estaba muriéndose de hambre, en un apartamento al lado de un cementerio en Dakota del Sur. —dijo Demetri, con aires divertidos —Lejos del clan Cullen, ellos están en Forks.

—parece que si te afectó lo de Casandra ¿no es así? —Aro se acercó a tomar la mano de Edward que parecía ensimismado en una nube de agonía.

Pudo ver como él explotó. Casi se arruinaba la inmortalidad por la perdición. Fue a buscar a Casandra, pero fue en vano. Ella no lo quería cerca, él pudo ver en sus pensamientos como Casandra deseaba que se vaya lejos de Castiel, que no era el padre que ella quería para él.

—ay, Edward... ahora tu don es una condena ¿no es así? —lo soltó. El cobrizo pareció no molestarse en siquiera enojarse porque el rey se haya entrometido en su intimidad, en su profundo dolor privado. —si tan solo pudiéramos quitar a Klaus de tu camino...

Se giró comenzando a sonreír. Edward alzó la mirada al oír sus pensamientos cuidadosos, donde mostraba cómo Klaus había acabado con las esposas de los tres Reyes, como les había arrebatado y quemado una estaca de pálida madera que ellos tenían como un arma.

—sería en vano —negó Edward, con un nudo en la garganta —ella lo... lo ama.

—¿y si no fuera así? —Marcus murmuró, logrando que lo vea —los lazos... aveces pueden ser forzados. En especial cuando tienes el don para eso.

Edward frunció sus pobladas cejas y Aro extendió los brazos con obviedad.

—tu lo viste, mi querido Edward —se acercó a tomar unas cosas que había sobre la mesa. La guardia elite se dio una mirada pícara. —Niklaus tiene... el poder de la compulsión, como toda su especie, puede obligar a otros a hacer o sentir lo que él quiera.

La mente de Aro estaba asegurando que Klaus usó la compulsión para obligar a Casandra a enamorarse de él, a serle completa e irrevocablemente devota.

—¿cómo estás tan seguro? —preguntó sin contenerse y Aro lo miró.

—Porque ya lo ha hecho antes, igual que su familia. Nosotros fuimos creados para destruirlos y evitar que hagan eso con las pobres almas indefensas que toman para que sean sus esclavos —sonrió macabramente —no lo hicimos. Claro. Pero sabemos la forma de hacer que ya no lo hagan, lamentablemente, viste como Klaus no permite que yo me involucre —recordó como uso la compulsión en él —así que alguien debe hacerlo por nosotros...

Le tendió los dibujos del roble blanco, junto a la forma de hacer la estaca. Edward miró esas hoja impresionado, le estaban dando la forma de matar a un original.

—Cuando uno de ellos muere, la compulsión se rompe. Por lo que si Niklaus Mikaelson deja de existir, la hermosa Casandra estará libre de su poder y podrá recuperar su libre albedrío, podrá recuperar su razón... su amor por ti. —juntó sus manos con fingida emoción. Edward leía su mente, sabía que Aro no mentía o que estaba tan seguro de lo que quería que era un impecable mentiroso.

—y ustedes no tendrían a nadie que los sobrepase, estarían en la cima de la cadena alimenticia —alzó las cejas, Caius sonrió, demostrando que estaba en lo cierto.

—todos ganamos —afirmó el rubio. —estaríamos a mano, dejaríamos que Casandra sea humana como quieres, que tu bebé hibrido fenómeno viva y no los molestaríamos.

—¿a cambio de que yo... quite al hibrido original de su camino?

—exacto.

Edward volvió a ver la forma de matar a Klaus, los datos de donde ellos creían que estaba lo último de la madera de roble blanco. Donde estaba la solución a sus problemas.

—piénsalo, Edward, tenemos un nemesis... y el enemigo de mi enemigo, es mi amigo —Aro soltó una risilla.

Le hizo una seña a la guardia elite que se acercó a ponerse a un lado de Edward.

—Ojalá sepamos pronto del otro, nuestro más fiel amigo —La voz de Aro resonó en eco por la sala.

El cobrizo se giró sobre sus tobillos, teniendo un tormento de ideas poco ortodoxas en su mente. Pero por su familia... él lo daría todo. No por los Cullen. Por su familia verdadera y, por el momento, no correspondida: Casandra y Castiel.

































































CARLISLE CULLEN vivía en una constante preocupación por su primogénito vampiro. Desde que se enteraron de Casandra y su hijo, él había caído en una depresión que aumentó cuando ella lo rechazó luego del enfrentamiento a Victoria. Fue tanto, que le perdieron el rastro.

Haría cualquier cosa por recuperarlo, pero sabía que podría estar perdido a tal punto que no quería ayuda. Igual que la primera vez que estuvo lejos de ella, la única diferencia era que la primera vez fue él quien se alejó de Casandra, en esos instantes, era ella quien se alejó de él.

Pudo oír a través de su oído vampírico a Alice y Rosalie discutir sobre Angela Weber, la bruja de Forks que los mantenía alejados, y de Jeremy Gilbert, el cazador y nuevo inquilino de Charlie, un adolescente que había hecho un trato con la reserva Quileute, uno donde los Cullen quedaban mal parados y a nada de volver a huir de Forks. Ya no eran bienvenidos allí.

No obstante, se distrajo con el sonido de la puerta y el aroma de Edward. Su hijo estaba nuevamente en casa. Se echo hacia atrás en su silla, escuchando como sus hijas lo recibían preocupados, mas la conversación no duró. Se debatió en ir a saludarlo o reprimirlo, pero Edward llegó antes a su puerta y tocó esta con sus nudillos un par de veces.

—Carlisle ¿tienes un momento? —afirmó con su garganta y él entró.

—estábamos preocupados por ti —juntó sus manos sobre su regazo. A ese paso, ya se comenzaba a acostumbrar a las desapariciones del menor.

Su modo padre estaba activado, siempre estaba cuando se trataba de él, así que le fue fácil leer al joven vampiro. Edward se quedó un momento callado, jugando con sus manos, ansioso. Carlisle fue paciente, mirándolo a la distancia.

—lamentó no haber venido —dijo sin verlo, sus ojos admiraban el cuadro de la marca de los originales. —es que... estaba preocupado por Cass.

—todos lo estamos hijo, pero por lo que me dijeron, ella está bien ¿no? —su tono era tranquilo, aguantando el cansancio de que todo en esa casa últimamente giraba en torno a los Swan. —Alice dijo que se veía feliz.

Edward apretó los puños, recordando como ella estaba en casa de Klaus.

—no lo sé —murmuró apretando la mandíbula, atento a lo que Carlisle pensaba —actuaba extraño. Junto a ese sujeto.

—Es terreno peligroso, ya lo hablamos... —comenzó pero Edward lo interrumpió, volteando al fin a verlo.

—no es eso... —negó comenzando con su lista —ella no usaba el collar que le dieron en su cumpleaños. Ella siempre usa sus regalos. No me miraba e incluso cuando estaba más enojada consigo siempre me veía. Tu la conoces, sabes cómo es ella —se acercó y se sentó en la silla del otro lado del escritorio. Carlisle lo escuchaba —hasta donde sé, se fueron por ayuda a Mystic Falls y cuando llegó Klaus, Ángela volvió a Forks pero ella no. Se pelearon. ¿En qué mundo Casandra lanzaría a la basura su relación con Angie y todo lo que hizo por ella? Ella debió volver a casa, con Charlie... pero también lo dejó aquí, solo.

Podía ver como las dudas surgían en la mente del patriarca, y era por eso mismo que sabía que decir en el momento justo, disipando sus dudas al instante. Necesitaba convencerlo. Y lo estaba haciendo, sembrando las dudas necesarias en él, haciéndolo preocuparse y notar que algo estaba sucediendo con Casandra.

—¿por qué no fue Charlie con ella? ¿Por qué no llevárselo? —siguió colocando espinas —¿qué hizo que Casandra deje atrás a Ángela después de todo? Ella no se llevaba con su madre, pero hasta donde sé, ya ni siquiera le habla. La alejó completamente y Renée no puede contactarla. Esta aislada de todos. No solo ella... también Bella. —Se encogió en su lugar —y lo que vi en Volterra... en su casa... lo que Klaus es capaz de hacer... Temo porque la tenga bajo... un extraño control mental. ¡Obligó a Aro Volturi a no acercarse a él!

Carlisle se pasó la mano por la barbilla.

—¿crees que él obliga a Casandra?

—yo sé que Casandra nunca estaría con un monstruo como Klaus Mikaelson. No voluntariamente.

El mayor se colocó más cerca de su escritorio, poniendo sus manos encima y miró fijamente los orbes dorados y oscuros de su hijo. Edward era firme en lo que decía. Él era su primer creación. Jamás desconfiaría de su palabra y tenia válidos argumentos. Su pecho se estrujó al creer que pudo haber dejado que la compañera de su hijo esté en peligro y que no lo haya notado. Todo por ese viejo milenario vampiro.

—puedo leer mentes. Yo sé... me consta que es así. Quiero liberarla, quiero que mi hijo esté en casa. —Él sabía que no era así, pero se estaba creyendo su mentira. Porque debía ser así.

—Edward... ¿estás completamente seguro de esto? —suspiró. Confiando plenamente en él, aún que aún quedaban dudas.

—si, papá, estoy muy seguro. Por favor, ayúdame.

Carlisle tragó una ponzoñosa y asintió.

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