── Capítulo Trece
13.fuck my pride
— Debo decir que siempre supe que era especial señorita Hamilton, nunca a este nivel— le sonrió el profesor— pero si sabía que podías hacer un cambio en el mundo Keegan.
Aquellas palabras calentaron su frío corazón, era probablemente el mejor profesor que jamás tuvo y marcó un punto en su vida.
—Espero no decepcionarlo— le ofreció un apretón de manos que el hombre tomó con orgullo— hasta que nos volvamos a ver.
—Adiós Keegan Hamilton.
Subió al auto negro que había visto desde lejos en la ceremonia.
—No puede venir a regañarme, va una semana y media y no se nada del operativo— se defendió causando la risa de Fury.
—Quisiera creerte, pero alguien entro a los archivos esperando no dejar rastros— remarcó él alguien— pero resulta que esos archivos están protegidos por una extraterrestre hacker quien prometió no sacarlos.
—Prometí no meterme, no dije que Stark no podía meterse— levantó sus brazos en señal de rendición.
—Me imagino que sabes que el operativo se complicó un poco a último momento.
—Lo sé.
La misión debía terminar hace ya tres días y que algo atrasó todo.
—Y también sabes que en este preciso momento se está haciendo la extracción una vez más.
—Sí.
—Pues te pido que vengas a darle la bienvenida al chico que rescatamos.
Una vez más el corazón de Keegan salto de su pecho, felicidad, tranquilidad y emoción fue todo lo que sintió en ese preciso momento.
Había evitado que un niño terminara como ella y no había nada que le alegrara más.
Seguía preocupada, muy preocupada por su futuro, pero era un primer paso hacia la libertad que se merecía el menor.
—¿Está en las instalaciones principales?— preguntó con la voz un poco entrecortada.
—Sí— confirmó el espía, no esperándose que la chica a su lado desapareciera de inmediato— esta chica— murmuró arrancando el auto.
(...)
Keegan buscaba en todos los lados donde podía estar el pequeño y no encontrarlo comenzaba a estresarla un poco, en una ocasión terminó en el baño de hombres viendo algo que no quería.
Pero no pararía de teletransportarse hasta estar frente a Axle, necesitaba asegurarse de que estuviera bien y más en estos momentos donde probablemente estaría asustado.
Sin embargo, uso su cabeza y se detuvo, tenía que actuar con claridad e inteligencia.
Comenzó a analizar el lugar por la mente del menor, una vez más encontrando cosas que no quería en la mente de los demás, pero al final escuchando claramente los pensamientos de un niño.
Al volver a aparecer se encontraba en una habitación donde un pequeño rubio jugaba con nada menos que el mismísimo Steve rogers.
—Axle— susurró feliz de verlo.
El pequeño no dudó en saltar a los brazos de la chica, aliviado y un poco confundido, pero sabía que podía confiar en ella.
— gracias — susurró el menor y Keegan pudo sentir su corazón partirse por lo que debió haber sufrido aquel pobre chico.
—Es la primera vez que habla desde que lo rescatamos, estoy ofendido— bromeó Steve que estaba en la habitación.
Tenía miedo de que fuera malo.
Explicó el chico dentro de la mente de Keegan.
—Steve no es malo— le sonrió arrodillándose a su altura— es algo anticuado y aburrido, pero no es malo.
— lo siento señor Rogers— se disculpó.
—No hay de qué campeón— le estiró la mano— nos volvemos a conocer, Steve Rogers.
—Axle Hendrix— sonrió ligeramente para luego bostezar.
—¿Quieres dormir un rato?
El chico lo dudo y ambos adultos lo notaron, confiaba en Keegan y comenzaba a adaptarse a Steve, pero era más que entendible que no confiara en el lugar desconocido donde estaba.
—Estaremos aquí cuando despiertes, lo prometo.
Cuando por fin estuvo de acuerdo, el pequeño rubio cayó dormido en segundos.
—Debe estar agotado— explico steve— no estaba bien allí adentro, para nada Keegs.
—¿Qué tan malo?— susurro con algo de esperanzas de que no fuera tan terrible lo que le hacían.
—Todo un laboratorio lleno de cosas que experimentaron en él, interrogaron a la mucama y pasaba todas las noches allí dentro.
Recuerdos de su misma infancia vinieron a su mente, sobrepasar esto sería extremadamente difícil para Axle y Keegan estaba dispuesta a ayudarlo siempre que este quisiera.
—Su madre se suicidó— susurro el capitán tomando por sorpresa a la chica fuego.
—Dime que no frente a él— suplicabas internamente que dijera que no, ya que eso agrandaría mil veces más el peso emocional.
—Una sola bala a la cabeza frente a todos, pude tapar sus ojos, pero escucho el disparo— el héroe americano sentía que no había hecho suficiente.
Ambos rubios se miraron, no había manera de que aquel pequeño estuviera bien si quedaba solo en S.H.I.E.L.D.
Pero había algo más atrás de esas miradas, algo que ambos trataban de ocultar, ya que no era el momento adecuado pero era inevitable.
Steve no podía de pensar en lo bien que se veía Keegan con aquel vestido ajustado que por alguna razón que no conocía llevaba.
—Me dieron mi título en una ceremonia, fue algo estúpido, pero Astrid eligió el vestido— explicó al notar la mirada de este.
—Felicidades— se emocionó por ella con honestidad— eres toda una bioquímica.
— lo soy desde como los catorce, solo que ahora es ¿legal?— supuso riendo un poco— gracias capitán.
—y el vestido, es tu color— aquello lo dijo un poco más bajo, pero era cierto.
El rojo era definitivamente el color, su color.
— Gracias— respondió volviendo la mirada a Axle, tratando de no continuar con una conversación que presentía, no terminaría bien para su orgullo.
Hubo un silencio, uno extremadamente incómodo.
Los dos pares de ojos azules queriendo gritarse cuanta atracción sentían por el otro pero una gran muralla por parte de Keegan evitando que cualquier tipo de oportunidad de actuar sobre esa atracción.
—Keegan...
—No.
—Necesitamos hablarlo.
—No, tú necesitas hablar.
—Pues déjame hacerlo— contraatacó.
—No.
—Esto no va a simplemente desaparecer porque no actuemos, todo lo contrario.
Y joder que lo sabía, sabía que ignorarlo solo haría aquel sentimiento mil veces más fuerte, pero también sabia que actuar sobre ello significaba ponerse en una posición de debilidad, algo que no se permitía.
Pero tal vez si actuaba sobre aquello, podrían irse más rápido aquellos sentimientos.
—A la mierda mi orgullo— gruñó— vas a llevarme a una cita Rogers.
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