ocho, ramo de tulipanes

───RAMO DE TULIPANES
(⌗ ♥︎! ) 一 el verano en que me enamore

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TRECE AÑOS










A Conrad Fisher le gusta recordar momentos felices cada vez que se siente deprimido, ya que encuentra consuelo en ellos. El chico tiene una lista de recuerdos que guarda cerca de su corazón, los que más recuerda. Nunca ha compartido la selección de recuerdos con nadie, ni siquiera con la chica de la que forman parte todos los recuerdos de dicha lista. Tras años de amistad, sólo ha conseguido descifrar uno. O bien, no consiguió negar ese recuerdo en concreto mientras mantenía los demás en secreto.

El recuerdo que no pudo negar, delatando que era uno de los recuerdos de la lista, fue el del día de la segunda boda de su padre, sólo que ella no sabe qué partes guarda él cerca de su corazón y cuáles intenta olvidar.

Cuando Avery se enteró de que su padre se iba a casar con una mujer a la que parecía no gustarle tanto como a él, sólo pidió una cosa, después de asegurarles que se portaría lo mejor posible y haría lo que ellos quisieran; que la dejaran llevar a su mejor amigo con ella. Por eso el niño y su madre le compraron su primer traje el mismo día que ayudaron a Avery a comprar su vestido de niña de las flores.

El día de la boda, el pequeño Conrad Fisher salió de su casa con una misión: asegurarse de que Avery tuviera siempre una sonrisa en la cara. Estaba dispuesto a pasar vergüenza con tal de que ella siguiera sonriendo. Quería presumir de ella, no solo porque técnicamente era su pareja, de lo que sin duda estaba orgulloso, sino porque quería que todos los invitados vieran lo estupenda que resultaba, incluso después de todo lo que había pasado.

Susannah dejó a su hijo en la escalera de la capilla local, después de darle un beso y recordarle que llamara si él o Avery querían irse. El chico asintió, le prometió que cuidaría de su mejor amiga y besó la mejilla de su madre antes de entrar en la capilla y sentarse en uno de los asientos vacíos, sabiendo que no podría ver a su mejor amiga hasta después de la ceremonia.

Cuando empezó a sonar la música, no tenía ni idea de que la vería tan rápido. Tampoco tenía ni idea de que perdería el aliento por ella. El niño había pensado que su mejor amiga se veía hermosa cuando él, su mamá y ella compraron el vestido, pero no había estado preparado para verla caminar por el pasillo luciendo más hermosa que nunca.

El chico sabía que su mejor amiga era guapa, siempre lo había pensado, y a su madre le encantaba recordárselo, pero aquella había sido la primera vez que su belleza lo había dejado sin palabras.

Durante la cena, en el enorme y excesivamente decorado salón, encontraron la forma de calmarla cuando empezó a pensar más de la cuenta. Conrad se dio cuenta de que ella miraba al vacío con las cejas fruncidas y decidió tomarla de la mano, aplastándola suavemente. El chico nunca olvidaría la forma en que ella sonrió cuando se giró para mirarlo, cómo pensó que tenía la sonrisa más bonita que jamás había visto, y cómo el pensamiento que intentaba acallar seguía cruzando su mente.

Bésala.

El pequeño Conrad Fisher sabía que su mejor amiga era hermosa, sabía que sentía algo por ella y sabía que esos sentimientos siempre serían unilaterales. Quería besarla, pero aparte de sentirse demasiado joven para hacerlo, temía arruinar algo muy especial para él.

Nunca olvidaría cómo ella empezó a buscar su mano cada vez que se sentía incómoda y cómo cada vez que él se la tendía, ella la agarraba con fuerza. Egoístamente disfrutaba de la forma en que su mano encajaba en la suya, pero eso no impedía que su corazón se rompiera cada vez que ella lo buscaba cuando los adultos se acercaban a ellos, o cómo por primera vez no era ella la que hablaba, sino él.

Una de las mejores partes de la noche había sido el momento en que ella se inclinó hacia él, dejándole un beso en la mejilla, dándole las gracias por todo. En ese momento, deseó ser lo suficientemente valiente como para decirle que haría cualquier cosa por ella y que era feliz estando a su lado, en cualquier momento y en cualquier lugar. Pero estaba lejos de ser valiente, así que se limitó a sonreír, esperando que ella comprendiera de algún modo lo que sentía.

Aquella noche bailaron como nunca antes lo habían hecho, gritándose las letras de las canciones que se sabían. Conrad nunca olvidará el sonido de su risa cada vez que la hacía girar y lo grande y contagiosa que era su sonrisa; cómo verla cantar, bailar y reír le hacía sonreír tanto como a ella.

Aunque Conrad recuerda aquel día con una sonrisa de cariño, eso no significa que fuera un día perfecto. Ni mucho menos. Si piensa en todo el día y no sólo en las partes que guarda cerca de su corazón, recordará más cosas malas que buenas.

Como cuando pasó toda la noche esperando que Avery no se diera cuenta de las miradas lastimeras y los susurros. Cómo esperaba que no hubiera oído a las mujeres adultas que teorizaban sobre por qué su madre la había abandonado. Lo único que quería era mantenerla a salvo y alejarla de esa gente. Cómo su sonrisa desaparecía cada vez que se daba cuenta de esas cosas, cómo él no conseguía protegerla de esas personas, sino que tenía que ver cómo las lágrimas caían por sus mejillas. Cómo, durante el brindis, su padre llamó a su nueva esposa 'lo mejor que le ha pasado en la vida' y cómo muchos invitados la miraban con lástima.

Cómo se le rompió el corazón al verla posar junto a su padre y su nueva madrastra para su nueva foto 'familiar'. Todo el tiempo quiso llevársela a casa, donde les esperaba su verdadera familia. Sus padres, Jeremiah y él. Ellos eran su familia, no las personas con las que sonreía para una estúpida foto que nunca se imprimió ni se colgó en ningún lugar de su casa. Esa gente no la conocía. Nunca habían estado ahí para ella. Por mucho que haya intentado olvidarlo, aún puede ver el dolor en sus ojos cuando lo miraba entre foto y foto, rogándole que la liberara.

Fue entonces, mientras se hacían fotos, cuando el pequeño Conrad Fisher se dio la vuelta, buscando algo, sin saber lo que era, sólo que quería animarla. No tenía ni idea hasta que vio flores. Tulipanes de varios colores, para ser exactos. El pequeño corrió hacia ellos y arruinó todos los arreglos de la mesa robando suficientes tulipanes para hacer un pequeño ramo, atándolos con servilletas. En cuestión de minutos, arruinó la decoración de la boda, pero consiguió hacer un ramo de tulipanes, antes de volver corriendo a donde se estaban haciendo las fotos, escondiendo las flores a sus espaldas.

Le dolió el corazón cuando notó cómo bajaba los hombros, como si soltara un suspiro de alivio una vez que él volvía a su lugar cerca del fotógrafo, pero no se dejó afectar por ello porque había desaparecido con buenas intenciones. Esperó a que el fotógrafo les dijera que iban a hacer unas cuantas fotos de la pareja a solas, dándole a Avery un respiro de tener que fingir ser feliz con aquellas personas.

—Yo... yo hice esto para ti—,escupió nervioso antes de que ella pudiera alcanzarlo del todo, sabiendo qué era lo primero que le iba a preguntar.—Me fui unos minutos para hacerte esto—.

Ésta, la parte en la que le dio las flores, es su favorita de todo el día. Nunca olvidará cómo se le iluminó la cara cuando miró el ramo de tulipanes desordenado y casi deshecho que él sostenía o cómo empezaron a caer lágrimas de felicidad por sus mejillas mientras lo agarraba, estrechándolo contra su pecho.

—Conrad, yo...—ella lo miró,—No tenías que hacer esto. No sé cómo agradecerte...—.

—No tienes que hacerlo—,insistió él.

Deseaba poder decirle que no había ningún problema, que habría hecho lo mismo, aunque ella lo odiara o no quisiera saber nada de él, con tal de verla sonreír como recompensa. Quería decirle absolutamente todo.

Besarla. La idea no había dejado de cruzársele por la cabeza en todo el día, pero en aquel momento, sintió que era lo único en lo que podía pensar.

—Me haces tan feliz, Con—,dijo ella, mirándolo a los ojos mientras se secaba las lágrimas.

Fue entonces cuando sus mejillas se encendieron, confundido por lo que le estaba pasando, sin darse cuenta de que se estaba sonrojando y de que ella podía ver el tinte rojo que crecía desde su cuello hasta su cara.

—Está un poco desordenado, pero inten...—

—Está perfecto—,le interrumpió ella.

—Se está cayendo aparte....—

—Conrad—,susurró ella, poniendo una mano suavemente contra su barbilla para que volviera a mirarla,—Es perfecto, de verdad. Me encanta—.

—¿De verdad?—El chico iría a la luna y volvería por ella, pero en ese mismo momento se sintió inseguro porque, ¿y si ella pensaba que era estúpido y que el ramo era feo? No podía vivir con ella pensando eso de él.

—Creo que acabas de ayudarme a encontrar mis flores favoritas,—

—¿En serio?—

—Es perfecto—,dice radiante.

A día de hoy, Conrad no sabe qué se apoderó de él en ese momento, ni por qué de repente tuvo el valor suficiente para decirlo. El pequeño Conrad, de trece años, no era ni suave ni coqueto. Apenas sabía hablar con las chicas y, desde luego, no tenía agallas para insinuarse a Avery, aun sabiendo que su corazón le pertenecía.

—Me encanta verte sonreír—,susurró,—por eso siempre intento hacerte sonreír. Es hermosa—,sólo que él no estaba mirando su sonrisa mientras decía eso, sino sus ojos,—y honestamente, tú también lo eres...—

Otra cosa que nunca olvidará es la forma en que ella lo miró después de que él admitiera eso. Sus cejas se fruncieron como si intentara descifrar el significado de sus palabras. Él la miró a los ojos, pero, por un segundo, dejó que sus ojos se perdieran en sus labios. Un millón de pensamientos diferentes cruzaron su mente durante los pocos segundos que sus ojos permanecieron ahí abajo. En ese momento, la idea de besarla volvió a cruzar su mente y, esta vez, se sintió dispuesto a escucharla.

—Aves...—, susurró.

Iba a hacerlo. Iba a besarla. No tenía ni idea de por qué de repente se sentía preparado, pero quería hacerlo. Mirando hacia atrás, está seguro de que habría sido el primer beso perfecto. - En una boda, bajo las estrellas brillantes, junto al sauce decorado. En ese momento, se permitió soñar despierto con contarle a la gente que habían sido su primer beso juntos cuando fueran mayores, planeando cómo al día siguiente entraría en la habitación de Jeremiah y le contaría lo sucedido.

Pero las cosas no salieron según lo planeado.

Porque, aunque finalmente se sintió preparado, el fotógrafo llamó a su mejor amiga antes de que pudiera tener la oportunidad de empezar a inclinarse. Tuvo que volver y hacer más fotos. Hasta el último día, la gran foto de su padre y su madrastra colgada en la pared cerca de la puerta principal, cada vez que entraba en casa, Conrad se preguntaba qué habría sido de ellos si hubiera besado a su mejor amiga mientras posaban para esa foto.

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