dos, cousins beach
─── COUSINS BEACH
(⌗ ♥︎! ) 一 el verano en que me enamore ❜
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Avery Camdem siempre odió las vacaciones de verano. Al principio, porque no podía usar la escuela como excusa para escapar de su vida familiar, y después de conocer a Conrad, porque él la abandonaba en cuanto empezaban las vacaciones. Durante los últimos diez años, sus veranos han empezado el día en que se paraba en la entrada de la casa de los Fisher, con Adam Fisher a su lado, mientras los veían alejarse en coche. Avery pasó años soñando con sentarse en ese coche y dejar atrás a su familia durante dos meses. Nunca se lo dijo, igual que nunca les preguntó por qué nunca le habían pedido que se fuera con ellos.
Este año, por fin, las cosas habían cambiado.
—¿Estás emocionada?—preguntó Susannah, mirando a la chica por el retrovisor.
—Creo que nunca he estado tan emocionada...— estaba radiante, ya no tenía miedo de mostrar lo emocionada que se sentía.
—¡No puedo esperar a que tú y Belly se conozcan!—.Susannah dijo soñadoramente,—Mis dos niñas. La vas a adorar, Avery—.Si Avery pudiera ver a la mujer tan feliz como se veía en ese preciso momento, habría hecho cualquier cosa para que así fuera.—Estoy tan segura de que ustedes dos van a ser inseparables al final del verano...—suspiró, dejando que su sonrisa se desvaneciera un poco, lo que preocupó a la menor.—Si tan sólo no hubiera sido tan egoísta y no haberte llevado con nosotros antes. Quería tenerlas a las dos para mí sola en vez de presentarlas-—.
Esa fue la primera vez que Avery estuvo remotamente cerca de obtener la respuesta a por qué nunca había sido invitada, pero no llegó a oírla porque Jeremiah decidió interrumpir.—¡Es demasiado pronto para ponerse sentimental, mamá!—,le dijo a la mujer que, en respuesta, lo fulminó con la mirada.—Lo siento, pero tienes todo el verano para llorar cada vez que respiran el mismo aire, yo solo tengo este viaje en coche para poner a Avery al día de todos los chismes de Cousins que tiene que saber.—
Avery no pudo contener la carcajada que salió de sus labios. Estaba más que acostumbrada a las tonterías de Jeremiah, sin embargo, decidió animarle diciéndole:—¡Cuéntamelo todo, por favor!—el chico se giró para mirarla, la emoción apoderándose de sus facciones.—Lo siento, Sus...—sonrió disculpándose a la mujer,—Ya conoce a tu hijo. Nada puede impedir que chismee—.
—Y nada puede detenerte a ti tampoco—,rió ella,—Pero tiene razón. Tengo todo el verano para ser sentimental, así que habla, haz lo que quieras—.
—¡Bien!—exclamó Jeremiah, dando palmas y empezando a contárselo todo a Avery, sin importarle que su madre pudiera oír cada palabra que decía.
Conrad se puso los auriculares en cuanto su hermano empezó a hablar. Sabía que Jeremiah le haría compañía a Avery y no dejaría que se aburriera en todo el viaje, lo que le daba tiempo para entretenerse solo. Le dio al play y lo puso al volumen más alto que pudo, tratando de ocupar sus pensamientos con el ritmo y la letra en lugar de concentrarse en el creciente dolor de su pecho.
Lo único que quería el chico era abstraerse de la realidad, pero era muy consciente de los dos pares de ojos que no dejaban de mirarle.
Uno de ellos era su madre, que no dejaba de mirarlo por el retrovisor. Sabía que estaba preocupada. Últimamente, todo el mundo estaba preocupado por él. Temían que fuera a explotar sin avisarles antes. Lleva un tiempo hecho un desastre. Él lo sabe. Todos lo saben. Y no quiere ocultarlo. Es un desastre por su culpa. Porque ella no puede averiguar qué le pasa, a pesar de que es una de las tres personas que conocen los dos secretos que arrastra desde hace unos meses. La tercera persona es su padre, a quien realmente desprecia.
El caso es que, hace unos meses, Conrad se enteró de dos secretos que no debía saber. Dos secretos que involucraban a sus padres. El primero era el secreto de su madre. Un secreto que haría que todos los que pasaran los próximos dos meses en la casa de la playa se vinieran abajo. Y el segundo era principalmente el secreto de su padre, pero también involucraba el de su madre. Este era lo suficientemente poderoso como para arruinar una familia. Ya ha arruinado a su familia, sólo que él y Jeremiah no deben saberlo porque no querrían volver a mirar a su padre si lo supieran.
Los adultos no lo saben, pero él conoce ambos secretos. Los conoce desde hace tiempo y se lo están comiendo vivo. Lo han cambiado de muchas maneras. Y lo peor es que lo entiende. Entiende por qué no quieren que lo sepan, pero, aun así, en el fondo, lo único en lo que puede pensar es en lo despiadados que tienen que ser para decidir no contarles la verdad.
El segundo par de ojos pertenecía a Avery. No tuvo que mirarla para adivinar lo que pasaba por su cabeza o para saber que estaba en lo cierto. Sabía que había prometido no ser un imbécil. No estaba seguro de si no debía hacer lo que estaba haciendo, pero sabía que era lo bastante fuerte como para volver a ser él mismo. No cuando la causa de todo su dolor estaba ahí mismo.
Un rato después, Conrad sintió un ligero golpecito en el hombro. Tras hacer una pausa en su música, levantó la vista, sabiendo que encontraría a Avery. Los ojos de la chica estaban llenos de preocupación, pero la forma en que su rostro se relajaba cuando lo miraba no había cambiado. Conrad temía que alguna vez cambiara. Miró hacia el asiento de Jeremiah y vio que su hermano se había girado para abrir lo que parecía una bolsa de patatas fritas. Soltó una leve risita, preguntándose cuánto tiempo había estado esperando Avery a que apartara la mirada para tocarle el hombro.
—¿Sí?—,susurró.
—¿Estás bien? Has estado tan... silencioso—,su voz estaba llena de preocupación mientras apoyaba su mano sobre la suya,—Sabes que siempre puedes hablar conmigo, Con—,ella realmente sabe cómo hacer que le duela el corazón, porque Dios quiere que le cuente todo, pero también sabe que no puede hacerle eso.
—Sí, es que tengo muchas cosas en la cabeza...—le aseguró,—Una vez que lleguemos a la casa, te prometo que seré yo. Ya sabes... Sólo contigo—,sintió como si tuviera que aclarar la última parte en voz alta, por si su madre estaba escuchando.
—Bien, porque empiezo a echar de menos a mi Con—,le sonrió suavemente mientras entrelazaba sus manos, consiguiendo romperle el corazón en mil pedazos.
Sí, yo también... pensó.
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El hecho de que Jeremiah le hiciera compañía a Avery durante el viaje, contándole todos los chismes que recordaba o que se atrevía a contar delante de su madre, no significaba que la chica hubiera dejado de preocuparse por su mejor amigo. Casi como si el chico más joven pudiera sentir su preocupación, seguía dejando que su atención se desviara a otra parte, ya fuera a su teléfono, la comida o su madre, de vez en cuando sólo para dar a la pareja en el asiento trasero tiempo para hablar.
Durante esos momentos la chica apoyaba la cabeza en el hombro de Conrad, y a veces se susurraban como si se estuvieran confiando un secreto cuando hablaban de cualquier cosa, otras veces se quedaban así, con la cabeza de ella en su hombro y la mano de él en el de ella, sin decirse ni una palabra, y otras él le ofrecía su audífono para que escucharan la música juntos.
Una de las veces que Avery se había apoyado en el hombro del chico hablaron de su emoción por conocer el lugar en el que él había pasado tantos veranos. Fue durante esa conversación cuando él le prometió que le avisaría cuando llegaran, para que conociera el pueblo desde el cartel de bienvenida. Así que, cuando sintió que alguien le daba golpecitos en la pierna, miró al chico, que se limitó a señalarle por la ventana, sin decir palabra.
Ya han llegado.
Emocionada, se acercó a la ventana y apoyó la barbilla en el marco. No le importaba que su pelo volara en todas las direcciones que el viento decidiera llevarlo, que le tapara los ojos o se le metiera en la boca. No cuando acababan de pasar por delante de un cartel que decía 'Entrando en la playa de Cousins', lo que la llenó de felicidad y alegría.
—¡Bienvenida a Cousins, Avery!—Susannah prácticamente cantó mientras conducía hacia el pueblo, girándose un rápido segundo para echar un vistazo a la chica que no podía apartar la vista de las vistas.
—Es precioso...—,dijo, sin darse cuenta de que salió como un susurro que nadie llegó a oír.
Puede que estuviera ensimismada en sus pensamientos, dejando que su niña interior disfrutara de lo que creía que sólo sería un sueño, pero aun así se dio cuenta de cómo su mejor amigo se acercaba a ella, cómo le agarraba la mano y luego apoyaba la barbilla en su hombro para mirar con ella por la ventana.
Conrad le susurraba al oído, señalaba hacia distintos edificios y le contaba lo que eran, o un recuerdo que tenía en ellos, mientras intentaba ignorar la mirada de su madre. En ese momento su mejor amiga era la más feliz que había sido en mucho tiempo, y nada le iba a impedir disfrutar de esos momentos de felicidad con ella.
—Y esa—,dijo finalmente cuando las puertas de hierro negro aparecieron a su vista,—es la casa de la playa—.
Avery observó la casa mientras Susannah atravesaba las verjas y detenía el coche en la entrada. Se limitó a parpadear, tratando de asegurarse de que no estaba soñando mientras la casa azul claro y blanca de la que había visto tantas fotos se erguía frente a ella y no iba a desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.—Por favor, despiértame si estoy soñando—,le dijo al chico, que rió suavemente contra su piel.
—No estás soñando, Aves—,dijo él suavemente.
Ella se giró para mirarle y preguntó:—Yo... yo... ¿estás seguro?—,tratando de encontrar la seguridad de que no iba a despertarse en su habitación, en una casa vacía en cualquier momento.
—Sí—,rió libremente, sabiendo que su madre ya se había bajado del auto.—¿Quieres entrar?—,respondió ella asintiendo rápidamente con la cabeza, haciéndolo sonreír.—Sal de este auto entonces—.
En el momento en que salió del auto fue la primera vez que lo sintió. El olor del mar y la arena. El sonido de las olas golpeando la orilla. El aire salado rozó su piel. Era la tranquilidad que había estado buscando. No era un sueño. Era real.
—Toma—,le dijo Conrad, que se había alejado de ella para sacar sus cosas del auto, mientras colocaba su maleta a su lado y le entregaba su bolso, ya que él llevaba el suyo al hombro.—¿Quieres un tour?—
—¿En serio me preguntas eso?—ella arqueó la ceja juguetonamente, planeando hacer todo lo que estuviera en su mano para mantenerlo sonriente, tal y como estaba ahora, durante todo el verano.
—Vamos entonces—,la tomó de la mano, entrelazó sus dedos y la jaló hacia adentro con él, dejando sus pertenencias afuera porque el tour era más importante y podían traerlas más tarde, dijo.
Caminaron de la mano por la casa, como si fuera algo normal, aunque ambos sabían que no lo era. Se tomaban de la mano para consolarse, para recordarse que estaban ahí, o cuando iban a fiestas y no querían separarse, pero nunca se habían tomado de la mano, con los dedos entrelazados, durante tanto tiempo. Eran personas sensibles, formaba parte de su manera de expresar el amor, pero esto era diferente. Era más personal. Más...
Avery no sabía ni por dónde empezar a describirlo.
Como le había prometido, Conrad le enseñó la casa, asegurándose de mostrarle cada rincón, y de que cada rincón viniera acompañado de una historia. Le contó historias que ella ya había oído miles de veces, pero no le importó, no cuando parecía tan emocionado y lleno de alegría.
La visita terminó en el piso de arriba, donde se aseguró de señalar que las habitaciones de todos estaban al lado o enfrente del dormitorio de su mejor amigo, antes de decirle que sus habitaciones estaban una enfrente de la otra. Abrió la puerta de su habitación, dejándola entrar y diciéndole que esperara ahí, antes de volver a bajar para subir sus pertenencias.
—¿Te diviertes?—La voz de Conrad la hizo sobresaltarse, ya que había estado husmeando en la habitación del chico y no lo había oído regresar.
—No... no tenía ni idea de que fueras tan bueno—,susurró, sintiéndose avergonzada por no saberlo todo sobre su mejor amigo.
—Deja de pensar demasiado—,dijo él mientras empezaba a caminar hacia ella, sin mirar los trofeos y diplomas junto a los que estaba.
—Yo no...—
—Tus cejas se fruncen cuando piensas demasiado—,dijo él, picando dichas cejas,—así que no me digas que no estabas dudando de nuestra amistad porque te conozco, y sé cómo funciona tu cerebro—.
—No tenía ni idea de que... no conozco esta faceta tuya, Con...—empezó ella, mientras se dejaba ganar por sus inseguridades,—no sabía que eras tan bueno, ni cuánto tiempo le has dedicado a esto. No sé...—
—Para—,respiró él mientras le agarraba las manos, que se interponían entre ellos,—Deja de darle tantas vueltas. Eres mi mejor amiga, y yo soy tu mejor amigo y eso nunca va a cambiar. Jamás—.
—Conrad...—respiró ella.
—Además, creía que mis fans te habían dicho lo bueno que soy—,dijo él con una sonrisa juguetona, observando cómo su rostro se suavizaba antes de que una pequeña sonrisa creciera en sus labios.
—Dicha fan era tu madre, así que no estaba segura de sí estaba diciendo la verdad, o siendo una madre y exagerando porque eso es lo que...—hizo una pausa, no queriendo ir ahí,—lo que algunas madres tienden a hacer—.
—No soy tan bueno—,se encogió de hombros como si la habitación no estuviera llena de trofeos.
—Aquí todo son primeros y segundos puestos, Con...—.
—Estos podrían ser falsos—,dijo él con una sonrisa burlona, disfrutando al ver que las chispas en sus ojos habían vuelto.—Podría tenerlos para impresionar a las chicas. No me has visto navegar, así que ¿cómo lo sabes?—.
—Aún—,corrigió,—No te he visto aún. Prometiste que me llevarías a navegar—.
—No lo he olvidado, Aves—,rió él suavemente.
—Y, para que lo sepas, a ninguna chica le va a gustar este santuario de navegación que intentas hacer pasar por habitación—,sonrió con suficiencia.
—¿No te impresionó?—,arqueó una ceja, haciéndose el dolido.
—Ni un poco—,dijo ella, antes de cambiar de tema:—¿Me enseñarás alguna vez mi habitación, o piensas tenerme aquí de rehén con estos trofeos?—.
—Sígueme—,dijo él, aunque ya la había tomado de la mano y había empezado a arrastrarla con él.
La habitación de Avery era la de enfrente. Vio cómo el chico le abría la puerta, dejándola entrar primero y siguiéndola después.
—Todo tuyo—,le dijo él, de pie junto al marco de la puerta, mientras la observaba observar los detalles de su nueva habitación para los próximos dos meses.
—Nada relacionado con la navegación, gracias a Dios—,respiró ella como si eso la hubiera estado preocupando.
—No vas a dejar pasar eso...—intentó hacerse el molesto, pero la comisura de su labio se curvó antes de que pudiera evitarlo.
—Nunca—,sonreía ella,—¿Cuándo llegan los Conklin?—.
—Mañana por la mañana,creo...—miró alrededor de la habitación, sin ser consciente del tiempo que ibaa pasar ahí, antes de que le viniera una idea a la cabeza,—¿Quieres ir a nadar?—dijo, mientras ella se giraba para mirarlo con una sonrisa que le decía que estabapensando en lo mismo.
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