ੈ✗↪Capítulo 8.
自由➤ Incluso te ves miserable! ‹ ⋆
Se daba pequeños masajes en su vientre mientras trataba de pararse de la cama, llevaba puesto un camisón blanco que le llegaba hasta los muslos. Con pocas fuerzas pudo pararse y caminar hasta el baño donde se quedó dentro de la bañera un buen rato, su mirada solo demostraba tristeza, sus ojos no brillaban pero estaban rojos e inchados por tanto llorar, la marca del golpe que le dió Mikey se fue haciendo un moretón en su mejilla.
Alaska dejaba que el agua abrase cada parte de su cuerpo buscando consuelo por esa horrible noche donde fue víctima nuevamente de esa bestia. Se preguntaba que estaría haciendo el ahora pero solo le restaba importancia.
Comenzó a pasar el jabón por su cuerpo fuertemente.
— No quiero tener tus huellas... No quiero. — pasaba una y otra ves el jabón por su brazo lastimandolo. — Creí que cambiarias por un momento, me equivoqué... ¿Que tan miserable tengo que ser para que me dejes vivir en paz con mi hija?.
Sus ojos se aguaron otra ves y sus lágrimas recorrían sus mejillas maltratadas, llorar dolía pero más le dolía su corazón.
Una mujer que lo único que buscaba era ser feliz pero al final solo obtuvo maltrato logrando que lo único recuerde es el trauma.
— Yo solo quería ser feliz.. — se abrazo así misma.
Sus lamentos era lo único que se escuchaba en esa pequeña habitación.
Estuvo encerrada en el baño más de una hora, los dedos de sus manos estaban arrugados era hora de salir. Cubrió su cuerpo con una toalla y delicadamente se fue secando tratando con cuidado cada parte de su cuerpo ya que seguía adolorida.
Al terminar solo se cambió colocándose un vestido blanco hasta los muslos y una chaqueta de jean azul luego se acomodo el cabello negro y con maquillaje tapo las marcas en su cuerpo y puso una curita en su mejilla.
Salió de la habitación dirigiendose a la planta baja de la mansión buscando a su hija. Paso por varias de las habitaciones pero no la encontraba y eso se le hacía extraño.
Sabía que no tenía permitido salir de la habitación pero no le importo, ella quería ver a su hija a toda costa.
Paso por la cocina y ahí la vió estaba de espaldas preparando una masa, a sus costados se encontraban los Haitani diciéndole que hacer.
— Debes amasar bien, o saldrá mal.
— Trata de ponerle más harina, así no se pega.
Cada instrucción la niña la seguía a la perfección, era una hermosa imagen que la mujer podía apreciar. Ninguno se había dado cuenta de su presencia hasta que ella entro en la cocina sorprendiendo a su pequeña por detrás. La abrazo dándole besos en su mejilla, esto también sorprendió a los Haitani.
— ¡Mami!. — sus ojos brillaron siendo iluminados por mil estrellas. Abrazo a su madre mientras se colgaba de ella.
Alaska permaneció en un silencio cómodo mientras abrazaba a su hermosa hija, nada le importaba en ese momento ella solo quería sanar su corazón atraves del amor que le brindaba su ángel.
— Mira te estaba haciendo galletas. — ella le mostró las distintas formas que llevaban las masas. — Mis tíos me estaban ayudando.
Ran y Rindou solo miraban con una sonrisa perezosa a la niña, algo tramaban.
— ¿Alaska podemos hablar en privado?. — insito el mayor de los hermanos.
Ella accedió mientras Selina quedaba con Rindou. Salieron de la cocina a un lugar más privado y cómodo para ambos. Se quedaron mirando mutua mente hasta que el hombre decidió romperlo.
— Escucha. — ella asintió. — Nosotros tenemos prohibido llevar a Selina contigo... Pero estamos rompiendo esa regla.
Alaska se sorprendió ante sus palabras.
— No es porque nosotros queremos solo es por Selina, ella nos insistía que quería verte así que accedimos a la tercera ves que lo pidió.
— En verdad... Muchas gracias, Ran. — los ojos de la pelinegra comenzaron a brillar mientras se lanzó abrazar al mayor.
El no sabía cómo reaccionar ante su acto, simplemente se quedó estático y sus mejillas se tornaban rojisas. Ella se separó aún viéndolo a los ojos con una pequeña sonrisa que no siempre se ve en la femenina. Volvieron a la cocina donde se encontraba Selina y Rindou acomodando el desorden que provocaron.
La niña se mantuvo abrazada a su madre durante todo el rato que pasaron juntas mientras eran acompañadas por los hermanos o bueno "los tíos guapos" como le decía la niña.
Estaban fuera de la mansión en el pateó probando las galletas que preparo la niña mientras bebían café y Selina una taza de leche. Ella le contaba a su madre con alegría todo lo que había hecho en el día, y en como se llevaba con su padre y sus nuevos tíos, cada palabra que salía de su boca era acompañada por el brilló de sus ojos.
Era un alma tan inocente contando cómo vivía con un demonio, o así lo veía Alaska pero aún así no quitó su fiel sonrisa.
— Mientras mi bebé sea feliz, soy capaz de soportar todo el peso. — pensó para si misma.
Y era verdad, a estado aguantando los tratos de Mikey por el bienestar de su princesa y por su comodidad. Selina desde que llegó aquí a tenido muy buen hospedaje además de tener todo lo necesario que un niño desearía y eso la menor lo aprovechaba al máximo aunque no se diera cuenta que su madre estaba aguantando todo el maltrato que le brindaba su padre, aunque en su interior aún tenía ese presentimiento de querer escapar.
Cada cicatriz que cubría su cuerpo era evidencia de la fuerza que tenía para seguir luchando, aunque en este historia no siempre es así.
Selina aún era una niña de 5 años era obvio que Alaska no le contaría nada y no le hablaría de sus cicatrices, eso es para más adelante cuando sea mayor y entienda más sobre el mundo.
— Mi bebé, mamá debe irse pero te prometo que pronto nos veremos otra ves.
— Si mami, pero ¿Cuando?.
— Yo te buscaré, sabes que siempre te buscaré. — ella beso la frente de la niña
Se levantó siendo acompañada por el menor de los Haitani a su habitación, el camino estuvo en un completo silencio que el mismo decidió romperlo.
— ¿Tu cuerpo está marcado?.
— ¿A qué te refieres?.
— A los golpes. — ella permaneció estática en la puerta pensando. — ¿Cuántos golpes tienes marcado en tu cuerpo?.
— No lo sé, perdí la cuenta.
— No puedes seguir con esto. — su tono se notaba disgustado. — Vas a morir Alaska y esa niña se quedará sin madre.
— ¿Y que esperas que haga? El me da miedo Rindou. — sus ojos se aguaron. — Yo solo quiero irme con mi hija lejos de él, como estaba antes de que me encontrará. ¿Que esperas que haga?.
El no supo que responder y simplemente se fue dejando sola a la femenina en la puerta de la habitación. Se adentro en ella pensando en lo estúpida que era.
¿Cómo no pedir ayuda? Si claro, como si eso fuese fácil cuando estás secuestrada y rastrean tus llamadas. Nada era fácil y más para ella teniandole miedo. ¿Que se supone que debe hacer? Nadie lo sabes, eso es algo que ella debe pensar para si misma y decidir ser más inteligente que la bestia que la contiene.
Se recostó en su cama viendo el techo con la mirada perdida.
Su pecho dolía y su respiración era acelerada que se podía escuchar, su cuerpo temblaba como si una ola de frío cayera encima de ella pero no era así, se trataba de sus nervios que no podía controlar. Algo estaba pasando en su interior que la inquietaba, una nueva sensación se posaba en su vientre.
Se levantó de la cama rápidamente corriendo al baño, lanzó todo los alimentos que había comido dentro del inodoro blanco, sus desesperación incrementaba y el miedo se adueñaba de su cuerpo. ¿Acaso era lo que creía que era?.
Tiro la cadena y se lavo la boca para luego recostarse en la cama con las pocas fuerzas que tenía, ella estaba débil.
Su piel era más pálida que de costumbre y sus ojeras se hacían notar más.
Su respiración se escuchaba en cada silencioso rincón de la habitación pero fue callado por otro ruido. La puerta se abrió lentamente dejando ver al peliblanco detrás de ella.
Este solo miraba a su dama tendía en la cama agonizando mientras trataba de mantenerse despierta, los ojos oscuros de Mikey solo la miraba sin ninguna expresión.
— Que patética te vez, parece que te envenenaron.
Cerro la puerta detrás suyo mientras se acercaba a la femenina a paso normal. Posó su mano en la mejilla de Alaska mientas una pequeña sonrisa se marcaba en su rostro.
— Nuestro segundo fruto se está formando en tu interior.
El único recuerdo que queda es el trauma, el dolor en su corazón se hace más fuerte sintiendose fatal.
En el próximo capítulo "Solo ahora puedes llorar".
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