ੈ✗↪Capítulo 6.
自由➤ Tu Olor! ‹ ⋆
Ella se levantó con dificultad tratando de despegarse del cuerpo de mikey, por suerte el no la tocó ni nada por el estilo simplemente durmió con ella. Un fuerte dolor en su pecho se sentía cada ves que quería respirar, sus ganas de llorar se habían ido pero el dolor aún seguía.
Alaska no pego un ojo desde que mikey se durmió, no tenía la necesidad de dormir junto a la persona que estaba masacrando su vida lentamente.
Se levantó de la cama acercándose al tocador, se contemplaba en el espejo, su reflejo la asustaba no era la misma de hace semanas anteriores. Paso su mano por su cabellera corta desordenada y luego se deslizó por su rostro acariciando las ojeras negras que adornaban sus ojos.
— Me veo terrible. — se recalcaba así misma. — ¿Porque dejas que te arruine así? Te desconozco Alaska. — se sentía desepcionada por la persona que ahora es.
La pelinegra estaba apunto de estampar su puño frágil contra el cristal pero una mano la sostuvo impidiendo tal acto. Atraves del espejo pudo ver al peliblanco detrás de ella sosteniendola del brazo y de la cintura.
— ¿Qué crees que hacés?. — su voz salía ronca, recién se despertaba.
— Solo iba a golpear a una estúpida. — bajo su mirada evitando ver los orbes negros de mikey.
El hizo que su brazo bajara a su cintura dónde lo sostendría con una mano, ya con su mano libre agarró el mentón de la pelinegra obligandola a verse en el espejo.
— ¿Que ves ahí?. — soltó con seriedad.
— Un fenómeno.
— No, ¿Que ves ahí?.
Ella quedó en silencio mientras examinaba su reflejo.
— A mí.
— ¿Cómo te ves?.
— Horrible, soy un desorden.
— ¿Eso tiene algo de malo?.
Alaska miro a mikey por el espejo, el no dejaba de verla mientras apoyaba su cabeza en su hombro.
— Si.
— No, no lo tiene.
— ¿Porque?
— No existe la perfección alaska, nadie es perfecto.
— ¿Que quieres decir?.
— Lo que te quiero decir, es que te ves bien estando asi. — ella se quedó en shock. — Tu misma decidiste ser mi desorden.
Su cuerpo comenzó a temblar al sentir los brazos de mikey llevar su cuerpo a él hasta estar muy pegados.
— Mikey.. el espacio..
— ¿Que espacio?. — sus brazos acariciaban el vientre de la femenina. — No tiembles, no te voy a lastimar.
— Te tengo miedo...Mikey. — su voz se iba quebrando.
El por su parte freno las caricias y se separó de ella para darla vuelta quedando cara a cara, sus respiraciones chocaban entre sí.
Mikey la contemplaba con una vista vacía sin ninguna expresión en su rostro, eso asustó aún más a la femenina.
— ¿Te doy miedo?. — pregunto con autoridad. Comenzaba a enojarse al no escuchar nada por parte de ella. — Preguntaré de nuevo ¿Te doy miedo?.
Ella nego con la cabeza rápidamente al sentir como sus caderas eran sujetadas bruscamente hasta azotarse contra el cuerpo de Mikey.
— Eso creí. — este paso una de sus manos por la mejilla de la femenina. — Me molestaría mucho saber que me tienes miedo.
Sonaba muy psicópata, ella en su mente se maldecia por no ser fuerte y hacer algo al respecto. Si, sentía miedo por la persona que tenía alado y su más grande error fue el no alejarse a las primeras advertencias de maltrato.
« " ¿Por qué fui tan ciega?, ¿Por qué duele tanto amar? "» . Se repetía una y otra ves en su cabeza.
El acercó su rostro al cuello de la femenina, ella por su parte retenía las lágrimas que no permitiría salir, no ahora.
Mikey comenzó a oler su cuello y dejaba pequeños besos en el, al igual que marcas.
— Tu olor es adictivo~ — susurro en el oído de la pelinegra. — Esa esencia a lavanda me vuelve loco~
Sus manos bajaron hasta la parte trasera de la pelinegra, comenzó a manosear esa parte mientras lo apretaba con fuerza.
Alaska solo se limitaba a morder sus labios evitando que cualquier tipo de sonido saliera, no quería darle satisfacción a el.
— Creo que no me podré contener. — el estaba apunto de posar sus manos en la parte interior de la femenina pero fue interrumpido.
La puerta comenzó a sonar en dos toques.
Mikey se molestó, habían interrumpido su momento con su chica.
— ¿Quien demonios es?.
— ¿Papá?. — se escuchaba una voz infantil detrás de la puerta.
Los ojos de Alaska comenzaron a brillar, sus labios se separaron y sus mejillas se tornaron rojisas.
— ¿Selina?. — susurro así misma.
Mikey se separó de Alaska yendo abrir la puerta, este al momento de poner su mano en el picaporte miro a su pareja.
— Arréglate rápido. — ella asintió llendose arreglar para su hija.
Por suerte no tardó mucho, una ves que la vio lista abrió la puerta dejando ver a la infantil con un pequeño ramo de rosas. Los ojos de madre e hija se reencontraron, una gran sonrisa apareció en ambas mujeres.
— ¡Mi ángel!.
— ¡Mami!.
La niña corrió abrazar a su madre, Alaska la alzó entre sus brazos mientras correspondía al abrazo. Las lágrimas que antes eran de tristeza se volvieron de felicidad, sus ojos volvieron a brillar con solo la presencia de su hermoso ángel.
— Mamá te extraño mucho mi vida. — comenzó a darle besos en su cabeza.
— Y yo a ti mami. — sus ojos se aguaron.
Mikey solo observaba la escena, en su interior estaba feliz pero por fuera solo mostraba desinterés.
Ambas de separaron, Selina le entrego el ramo de flores a su madre quien las recibió con todo el amor que le tenía.
— Son hermosas.
— Las elegí pensando en ti. — una amplia sonrisa se dibujo en los labios de la menor.
Mikey se acercó a ambas con los brazos cruzados, la niña al verlo corrió abrazarlo cosa que mikey correspondió alzandola.
— Iremos a comer. — soltó observando a su pareja. — Iremos como una familia.
Alaska solo permanecia sonriendo cálidamente mientras asentía, pero en su interior quería llorar y abrazar nuevamente a su pequeña hija.
Una cena no estaría nada mal, si no fuera porque algunos platillos contendrían veneno. En el próximo capítulo "Un platillo más".
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