ੈ✗↪Capítulo 12.

自由Ojeras negras! ‹ ⋆

Rechazó la buena vida hace años, sus decisiones lo llevaron a lo que es ahora pero lo peor de todo, es que es conciente de todo el dolor que está provocando en la pobre mujer víctima de sus malos tratos, ahora está arrastrando a su hija y próximamente a su futuro hijo.

El dolor que emana está familia nadie la puede superar, son destinados al odio y al dolor, todo por culpa de una decisión. Culpa de una obsesión.

¿Cómo llegaron a esto? ¿Que fue el detonante del por qué están aquí?.

Todo comenzó años atrás en Tokyo. Las Pandillas lideraban la ciudad en ese entonces, la delincuencia juvenil no era tanto un problema para las personas, era normal convivir en ese mundo.
Todo cambio cuando la llegada de una desconocida cambio el rumbo de la vida de Manjiro.

Piel pálida, desnutrida, ojeras negras, cabello largo que le llegaba hasta su cintura, era negro despienado parte de sus mechones cubrían su rostro. Ese rostro que pedía a gritos ser rescatada.

Tenía los brazos en la espalda atados con una soga, su camisón blanco estaba roto y sucio.

La noche de roppongi comenzó, y una subasta clandestina también. Se subastaban niñas para cualquier viejo depravado de cada ciudad o cada nación.
Alaska junto a otras niñas estaban ahí esperando, pero la noche de subastas fue interrumpida por la policía.

Los secuestradores agarraron alguna de las niñas y las subieron otra ves al camión, pero algunas ya se habían ido exepto Alaska. Ella no podía correr, su condición física no se lo permitía.

Fue lanzada con brusquedad a la camioneta saliendo de esa lujosa ciudad, Alaska era la única que estaba ahí, las demás supieron aprovechar la oportunidad.

— ¿Que hacemos con las niña?. — Insito uno. — En esa condición nadie la querrá.

— Tiene rasgos europeos, algún depravado va quererla. — miro por un momento a la niña quien estaba agonizando en el suelo. — Despues de todo las extranjeras son las más caras.

Habían llegado a la ciudad de Tokyo, pasaron desapercibidos por un grupo de juveniles, más buen delincuentes.

— Mocosos, si pudiera los mataría uno por uno.

— Cálmate y solo conduce.

Este hizo caso y conducio alejándose del amontonadero de jóvenes. El viaje fue duro para la niña, ella no aguantaba el dolor en sus piernas y sentía como la sangre iba tomando el suelo frío del camión.
"Eso enojara a mis amos" pensaba ella.

La camioneta frenó y las puertas traseras se abrieron. Alaska fue tomada en brazos para luego ser obligada a caminar aún con dolor.
La niña se quejaba por como era arrastrada por esos sujetos, pero sus labios fueron callados por varios golpes en su boca.

— Silencio mocosa.

Los ojos de la niña no daban señales de vida, nisiquiera sentía la necesidad de llorar. Estaba rota, ella era un juguete roto.
La obligaron a subir las escaleras mientras un camino de sangre se marcaba en el suelo.

Había una pequeña vivienda allí, así que se fueron acercando a paso apresurado para que nadie pudiera verlos. Pero todo fue en vano.

— ¡Oigan!. — ambos hombres se dieron vuelta al ser llamado por una voz juvenil. — ¡Suelten a esa muchacha!.

— ¿¡Y tú quien demonios eres!? No importa, vamos a desacernos de ustedes.

Uno de los muchachos arrojo a la muchacha al suelo como si fuese una bolsa de basura. Al caer Alaska se había azotado la cabeza contra el suelo y parte de su cuerpo. Eso hizo enojar a Manjiro y a sus compañeros.

— Están en zona de la Tokyo Manji Gang, pagaran por usar este lugar y por el trato a esa mujer. — hablo uno de los jóvenes altos con un tatuaje de dragón en su cabeza.

— Eso no les interesa, es un tema íntimo.

La charla no duró, porque la ola de golpes asecharon en todo el lugar. El santuario de la Pandilla había sido testigo a la brutalidad que se vivió esa noche, dónde la Tokyo Manji salió ileza y victoriosa.
Los dos hombres muy heridos no tuvieron más opción que huir, huir sin la niña.

Alaska aún agonizando en el suelo trataba de retomar oxígeno, el golpe en su cabeza la hizo peor de lo que estaba.

— Oye ¿Cómo te llamas?. — hablo Manjiro desatando las piernas y brazos de la muchacha.

Ella no respondió, no dijo nada.

— Tranquila, estás en buenas manos.

Ella posó sus orbes oscuros en Manjiro. Ambos conectaron miradas.

— Alaska... Itō. — soltó en un suspiro.

— Alaska, hermoso nombre. — el se levantó para luego cargar en sus brazos a la muchacha. — Vamos, te llevaré al hospital.

A él no le importaba mancharse con sangré, lo único que le importaba era llevar a esa niña al hospital urgentemente, además una nesecidad extraña se despertó en el al observarla detalladamente; su rostro europeo le llamaba mucho la atención aunque esté golpeado.

El caminaba con la muchacha en brazos mientras a su espalda lo seguían sus amigos.

— Tengo frío.

Soltó la muchacha casi inaudible.

— Yo te daré calor... ¿Sabes? Yo te protejere Alaska.

Los ojos sin vida de la femenina comenzaron a brillar, y de ellos lágrimas cristalinas se adueñaron de sus mejillas.

— ¿Protegerme?. — le costaba hablar.

— Si, la vida te dió una mala experiencia pero yo me encargaré de que seas feliz, y si estamos los dos así será. — hablo con una enorme sonrisa en su rostro.

Esa sonrisa le transmitía seguridad a la femenina, y una sensación de felicidad se adueñaba de su cuerpo y de su alma.

"¿Al fin seré libre?" — pensaba Alaska. — "¿Volveré a ser feliz?".

Lamentablemente todo cambio, nada siguió y esa promesa de protegerla nunca pudo seguir, nada siguió.
El dolor y la desesperación asechaban a la femenina en el futuro, y ese recuerdo de "su salvador" dejo de existir, solo quedaron traumas y cicatrices que deben sanar.

— Solo conmigo serás felíz. — hablo el peliblanco aún observando como ella sonreía con los Haitani y con su hija. — Solo no ves las cosas como yo las veo..

Pronto será así y tú jueguito de estar con alguien más terminará.

Alaska.














































Tu y yo no terminamos nuestra promesa.

La garganta duele, y cada ves que trague se desgarra. Los gritos no se escuchan y todos mueren por ayudarte pero no te encuentran.

¿Estás muerta?.

En el próximo capítulo "Lo se".

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