ੈ✗↪Capítulo 11.
自由➤ El pájaro caído anhela
que llegue el viento! ‹ ⋆
El día se sentía liviano y pesado a la vez, era como si una gran fuerza cayera sobre si misma y otra fuerza la estuviese ayudando a no ser aplastada.
El viento chocaba con su rostro y su cabello haciéndolo volar, una hermosa sensación recorría cada parte de su ser.
Respiro ondo sintiendo calma en su alma, podía sentir como la libertad se acercaba a su cuerpo. ¿Hermoso verdad?.
La libertad, algo que para muchos no le prestan atención, pero es muy valioso cuando se trata de algo que deseas hacer y no puedes, por ejemplo: tus opiniones, expresiones, paseos, etc. Esa libertad de no sentirse precionado o estar atado a alguien.
La libertad puede interpretarse como un pequeño pajaro, quien vuela libremente por el aire sin ser interrumpido por alguien. El es libre de volar por todo el cielo. En este caso, Alaska es un pequeño pájaro herido que busca sanar para ser libre y volar por el cielo, pero debe esperar a que el viento aparezca (oportunidad) para poder despegar sus alas.
Suena fácil ¿Verdad?, Pero realmente no lo es. Nada es fácil y menos para alguien que lleva ya 8 meses cautiva por una mala persona que está obsesionada con ella.
Pudo escapar cuando apareció la oficial ¿Pero y su hija? ¿Cómo pasaría por su hija cuando está siendo vigilada por varios hombres de Mikey?. Es imposible.
Todo a su paso, y por esa razón ella espera la oportunidad perfecta. Quizás le tome tiempo pero todo por obtener esa libertad que tanto anela.
— Alaska, vamos. — ordenó el peliblanco a lo que ella hizo caso.
Se alejó de la ventana siguiendo a su amo como un perro obediente.
El la guío a una de las habitaciones de la mansión, la sala de estar.
La sentó sobre el sofá mientras el se sentaba a su lado posando si brazo por la parte trasera del sofá y con su otro brazo lo paso por detrás de la cintura de Alaska.
Está simplemente quedó callada y quieta ante las acciones de Mikey. El había puesto una película que verían los dos juntos.
¿Y Selina? Ella estaba siendo cuidada por Kakucho todo a pedido de su jefe Manjiro.
El peliblanco quería pasar su día con su pareja, cosa que hace días no hacía.
Y como si a Alaska le gustará.
En toda la película su mente estaba en el plan de huída, en cómo le pasaba datos a su salvadora para que la rescate, ya sea por como estaban los de seguridad merodiando y cuánto tiempo estaban allí.
Además de decirle los distintos lugares donde Manjiro se va y los horarios exactos. Todo a la perfeccion no se le escapaba ni un detalle.
— ¿En qué piensas?. — pregunto Manjiro viendo a su dama.
— En el nombre del bebé.
— ¿Que nombre pensaste?.
La femenina qu do en silencio pensando en un nombre al azar.
— Kristal.
— ¿Y si es niño?.
— Junji.
Manjiro formó una pequeña sonrisa en sus labios sin poder evitar abrazarla, sus brazos la sostenían con fuerza como si no la dejaran ir. El la amaba pero no sabía cómo demostrarlo a veces.
— Son perfectos, mi señora Sano. — susurro en el oído de la muchacha lo que le provocó un escalofrío.
[...]
Los días pasaban con naturalidad en la residencia Sano, las sospechas no existían porque Alaska se encargaba de pasar desapercibida, todo salía perfecto tanto que comenzó a sonreír muy seguido.
Sus ojos que alguna ves dejaron de mostrar vida, comenzaron a brillar demostrando un hermoso cielo cubierto de estrellas o así lo describía Mikey.
Alaska estaba pasando por los pasillos en busca de más datos, pero se llevó la sorpresa al encontrarse con los hermanos parados frente a ella.
— ¿A dónde vas Alaska?.
— Yo... Iba a la cocina.
— La cocina queda para el otro lado. — apunto el menor de los hermanos a la otra dirección.
Ella no sabía que hacer o decir, se quedó en silencio esperando a que algo le llegue a su mente para salir ileza de esta, pero nada llegaba.
Ran se hecho a reír al verla en esa situación.
— Pareces un pajarito aterrado Alaska.
El mayor de los hermanos se acercó a ella agarrandola del brazo y llevándola lejos de su objetivo. La pelinegra no sabía a dónde era llevaba pero no sé negaba, aún no había salido de su estado de shock.
Ambos hermanos la llevaron a la cocina, y se quedaron parados esperando ver lo que ella iba hacer ahí.
— ¿Y?. — hablo Rindou impaciente. — Querías venir a la cocina, ¿no?.
Ella asintió acercándose al refrigerador, lo abrió pensando que hacer. Examinó todo los productos que habían allí dentro hasta que una idea se le vino a su cabeza.
"¿Y si hago un guisó?" Pensó.
Saco todo lo necesario y los dejo sobre la mesada, luego saco la olla. Ya con todo lo necesario la femenina comenzó hacer su magia en la cocina, despues de todo hace meses no le hacía un guisó a su pequeña hija.
Los Haitani simplemente se quedaron parados en el marco de la puerta vigilando a la muchacha. Examinaban sus movimientos como si fuese atacarlos y eso Alaska lo noto.
La presencia de los hermanos le incomodaba a tal punto de hacer las cosas torpemente, aún no entendía que es lo que hacían ellos ahí parados, ¿Ya está en la cocina no? ¿Por qué se quedan?.
El rato paso y la femenina había terminado, los hermanos que antes estaban recargados sobre el marco de la puerta ahora estaban sentados en las sillas con dos platos frente a ellos.
Se invitaron así mismos a comer.
Alaska llevo la olla sobre la mesa y fue sirviendo los platos de los haitani uno por uno, dejo dos cucharas a su lado para que pudieran degustar la comida. Cada bocado que daban lo saboreaban con cuidado y riqueza.
— Nunca probé algo así, está delicioso Alaska. — hablo con la comida en la boca, parecía un niño pequeño.
Fue en ese momento que Alaska sintió cómo los dos hermanos más peligrosos y temidos por todo el mundo como unos simples niños. Una sonrisa tierna eh inocente se formó en el rostro de la femenina mientras sus mejillas se tornaban rojisas. Una hermosa vista para ambos hermanos quienes se quedaron contemplando a la hermosa muchacha.
Una sensación extraña se sentía en el pecho de los Haitani, una sensación que ellos desconocían pero era agradable.
Sentían que debían protegerla, y eso era algo que ya estaban asiendo a escondidas.
Las horas pasaban y el pequeño grupo se encontraba en el pateó sentados sobre el césped arriba de una manta, se encontraba Alaska, Selina y los Haitani. Estaban haciendo un picnic.
Sonrisas se escuchaban provenir por esa pequeña zona, ese pequeño grupo disfrutando de una hermosa tarde junto a la infantil.
La sonrisa de Alaska más sus mejillas rojisas era algo que casi nunca se vio desde que llegó a la residencia. Era un tesoro que se debía cuidar.
Todo iba perfecto por esa zona, pero por otra parte una presencia los asechaba atravez de la ventana. Su expresión seria no la quitaba y su ira incrementaba por solo ver cómo su amada disfrutaba con otras personas.
Y como sonreía con alguien más y no con el.
Los celos son un grabé conflicto, es mejor tener cuidado porqué puede quitarte la oportunidad.
En el próximo capítulo "Ojeras Negras"
Alaska Itō.
(Imaginen que tiene el pelo corto estilo Shinichiro).
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