Día 1: Primer Beso
No lo supo al principio, o quizás sí, pero le costó mucho trabajo y tiempo reconocerlo.
Ricitos no era de las personas a las que se les suele ver enamoradas. ¡Para nada! Al contrario, era tan arisca como un ogro, pero a la vez tan bonita como una dulce princesa. Nadie se atrevía a coquetearle siquiera, aunque había más de uno que no podía evitar fijarse en esos brillantes rulos y ojos claros.
Los modales de la chica tampoco ayudaban, su forma de actuar en ocasiones se asemejaba a la de un animal, una clara referencia a su crianza a cargo de una familia de osos. Pese a los señalamientos de sus profesoras de etiqueta e incluso por sobre los comentarios provenientes de sus propias compañeras de cuarto, Ricitos no cambiaba, le era tan fiel a su esencia que todos llegaron a un punto de inflexión. Las chicas dejaron de atosigarla (mas no de molestarla) y los chicos toleraron su forma de ser.
Pero había alguien diferente al resto, y la joven se daba cuenta. Un pobre muchacho que, por igual, no se salvaba de ser el foco de atención en las peores circunstancias. Rubio, bajito, de cara curiosa, ese era Arturo Pendragón, quizá el alumno más despreciado de toda la academia de Worcestershire.
Con tan mala fama que compartían, no tardaron mucho en relacionarse. Al principio fue como una alianza amistosa para evitar a los abusones, pero se transformó en un aprecio auténtico que los mantuvo juntos en las buenas y en las peores. Nunca pretendieron que la cosa pasara de allí. A Arturo le gustaba la presumida de Guin y Ricitos no pensaba mucho en conseguir novio...
Pero el amor siempre llega de la manera más impredecible, ¿verdad?
Pues así, cupido disparó su flechazo hacia la persona que menos se esperaba. Una chica que, por cierto, no era tan ruda como aparentaba.
Y existía alguien que la conocía muy bien. En todas sus facetas. Incluyendo esa recóndita actitud de adolescente enamorada.
En efecto, Ricitos tenía un lado empalagoso que veía la luz al momento de leer un cuento. A ella le encantaban los cuentos de hadas, en especial los de romance: el típico príncipe que rescata a la princesa, se casan y viven felices por siempre. Lo admitía, esos relatos, por más bobos que fueran, le hacían sentir un escalofrío al pensar que alguien pudiera amarla de esa manera.
Pero ¿necesitaría ser una princesa? Negó con la cabeza y pasó a la siguiente página. "No solo la realeza encuentra un amor verdadero" pensó. Tampoco precisaba que un príncipe la rescatara "Los de su clase son tan débiles y miedosos, antes yo los rescataría a ellos, estoy segura" soltó una risita. Tampoco ella estaba encerrada en una torre, ni pretendía aceptar una manzana de dudosa procedencia. En sueños acataría las órdenes de una vieja madrastra, mucho menos de un príncipe bestia.
Pero nada de eso era necesario para escribir su propia historia romántica, si se lo proponía. Su amado no sería más que un estudiante que perdía en los duelos con espadas, incapaz de vencer al idiota de Lancelot en un juego de manos, desapercibido para la escuela y para el mundo. Sí, esa idea le gustaba más.
¿Y qué si él no montaba a caballo, luchaba contra dragones o fuera un hábil guerrero? ¿De qué le serviría un hombre tan ensalzado si carecía de dulzura en su interior?
Pues eso Arturo tenía de sobra, quizás más con ella que con cualquiera. Sus atenciones eran espléndidas, su apoyo siempre incondicional... Había tanto que veía en él, y deseaba que por igual el rubio se diera cuenta de lo que ella sentía.
Aunque este la rechazara, aunque fueran la pareja más rara del colegio. Ella día a día soñaba despierta, esperando que su historia tuviera un final como el de esos cuentos de hadas: con un beso de amor verdadero.
Ella dejó de lado su libro y se puso a pensar en eso.
— Un beso, ¿eh? — Murmuró para sí —. Creo que... No estaría tan mal. Tal vez no sea tan épico, pero si es con él, será mucho mejor que cualquiera en este libro.
— Disculpa ¿me dijiste algo? — Preguntó Arturo asomándose por los escaparates. Ricitos negó rápidamente con la cabeza.
— No es nada, solo estaba leyendo.
— Entiendo. — Se aproximó hacia ella con una pila de ejemplares —. Encontré estos, creo que te gustarán mucho porque son de las mejores recopilaciones, ¿quieres que te lea uno? — Preguntó con una sonrisa.
— Tal vez... — Dijo dubitativa y suspiró —. ¿Sabes? Desearía ser como estas princesas, con grandes aventuras y un amor verdadero. No sé, suena tan... lindo — Concluyó.
— Hmm, creo que no necesitas un estatus para tener ninguna de esas dos cosas, al menos eso es lo que yo pienso — Se sentó a su lado.
— Sí, yo igual, es solo que... No sé, a veces lo veo muy lejano. Ni siquiera he tenido mi primer beso, por favor.
— Yo tampoco lo he tenido — Contestó con una risa nerviosa — Y siendo sinceros no creo que vaya a pasar. Aunque yo espero que sí.
— ¿Qué te ves tan pocas esperanzas con Guinevere? — Sintió un pellizco interno al hacerle esa pregunta.
— Uh, realmente no es con ella. Verás, hace mucho dejó de interesarme — Confesó, un poco tímido.
— ¿Entonces quién es? — Inquirió, a lo que él permaneció en silencio, mirándola a los ojos. Ella casi pudo escuchar el nombre esa chica incluso cuando él no lo dijo. Su cara se tornó roja, y su corazón palpitó cada vez más fuerte.
— Es... — Antes de que pudiera darle una respuesta, el timbre de clases sonó —. Es muy tarde, ¡sí! Deberíamos irnos al salón para tomar un buen lugar — Se incorporó mientras hablaba a toda velocidad. Ricitos suspiró, a la vez que en su rostro se mostraba una sonrisa ladina.
— Tienes razón. Vámonos, ya después hablaremos de esto. Adelántate, guardaré unas cosas.
— Bien, y por cierto, no deberías preocuparte por asuntos como esos, me consta que hay chicos a los que les gustas tal y como eres — Dijo, desde la puerta de la biblioteca. Ricitos sonrió de nuevo.
— Creo que lo sé — Respondió y el rubio desapareció por el pasillo.
"Es tan torpe" pensó. Pero, sin dudas, a él le daría su primer beso. Incluso si no era perfecto, sería mucho mejor que el de cualquier cuento de hadas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top