NOCHE AGITADA
CAPÍTULO VEINTIDOS
Noche agitada,
Yamagawa recorrió la casa fascinada, a pesar de que los chicos visitaban el lugar pocas veces, este se encontraba impecable, casi como nuevo. La construcción era de madera oscura, la cual brillaba por la limpieza y los blancos muebles combinaban con el material oscuro, dándole un toque elegante al sitio.
— ¿Te gusta? — Tetsu se giró, asintiendo sonriente.
— Es una casa muy bonita, no puedo creer que no vengan seguido. — Rindo tomó a la chica de la cintura, guiándola hasta una puerta, la cual abrió, dejando ver una gran habitación con una cama size 'King' igual a la que ella poseía en su habitación.
— Esta es la habitación principal, las nuestras están al fondo. — El chico sonrió. — Pero ya que vinimos a pasar la noche nosotros tres, dormiremos aquí.
— ¿Qué planean ustedes dos? — Tetsu sonrió, dejando su mochila sobre la cama. — ¿Qué se hizo Ran?
— Está en la cocina, dijo que buscaría algo. — Rindo se acercó a la menor, tomándole de los hombros y girándole hacia él, quedando frente a frente. — Dijo que podíamos divertirnos un poco antes de que llegara.
— ¿Divertirnos? — La castaña rio nerviosa.
— Tetsu. — La expresión del chico de lentes se volvió neutral. — No haremos nada si aún te sientes incómoda, pero sabes que no me importa cualquier tipo de marca que haya en tu cuerpo, te quiero a ti, no a las heridas.
— ¿Estás seguro? — Rindo asintió. — Bien... Solo... No las mires mucho.
— No lo haré, no miro lo que no me interesa. — Yamagawa sonrió, sintiendo después como era lanzada a la cama. Rindo no tardó en acomodarse entre sus piernas, uniendo sus labios en un fogoso beso, jugueteando con sus lenguas.
No pasó mucho tiempo antes de sentir sus prendas de vestir desaparecer. Por instinto, Tetsu cubrió su cuerpo, notando a Rindo mirarle a los ojos, realmente evitaba bajar su mirada a las marcas, y tras un suspiro, la chica alejó sus manos, permitiendo al mayor continuar con sus acciones. El chico deslizó sus dedos por las piernas de la castaña, quien se removió debajo de su cuerpo, soltando un pequeño jadeo que hizo sonreír al mayor.
— ¿Te gusta? — Tetsu se sonrojó. Rindo había logrado encontrar un punto sensible más en su cuerpo, y adoraba la idea de seguir encontrando más zonas erógenas en el cuerpo de la castaña, provocándole escalofríos y espasmos que recorrían todo su ser.
Colocándose de pie, Rindo se deshizo de su camisa, y seguidamente de sus pantalones, quedando así solamente en ropa interior. La chica le observó por unos pocos segundos, sentándose en la cama, mientras el chico se acercaba a unir una vez más sus labios en un beso. Las grandes manos del menor de los hermanos tomaron el cuerpo de la chica, acomodándola en el centro de la cama, acomodándose después él entre sus piernas. Tetsu ahogó una queja al sentir al chico pasar desvergonzado sus dedos sobre la tela que cubría aún su intimidad, estimulando su punto nervioso en diferentes movimientos y direcciones.
Las piernas de la castaña temblaron, sintiéndose cerca de un orgasmo con tan solo el toque del mayor, quien se alejó repentinamente.
— ¿Qué haces? — Rindo no respondió, tan solo se colocó en pie, tomando su pantalón y sacando de su bolsillo un preservativo.
— No podemos simplemente ir por allí teniendo sexo sin protección. — El chico mostró el condón. — Tampoco queremos desgracias adolescentes.
Yamagawa asintió avergonzada, en esos momentos solía olvidar usar preservativo, se sentía tan concentrada en las sensaciones proporcionadas por los chicos que la idea de protegerse desaparecía de su mente. Tetsu se reprendió mentalmente, debía de ser más responsable.
— Abre las piernas. — La menor obedeció, sobresaltándose levemente al sentir al chico adentrar dos de sus dedos en su interior repentinamente, arrancándole un placentero gemido. — Espero que Ran no venga a interrumpir.
Rindo sonrió, inclinándose a besar a la chica una vez más, para después deshacerse de las prendas restantes en ellos.
Con agilidad, el chico tomó las piernas de la menor, colocando los tobillos ajenos sobre sus hombros mientras se adentraba de una estocada en la castaña, quien no pudo evitar gemir, sintiéndose, una vez más, llena.
— Mierda, Tetsu. — Se quejó el mayor, comenzando a moverse. — No seas ruidosa... Ran escuchará.
— Muy tarde. — Yamagawa giró su rostro, mirando al mayor de los hermanos apoyado en el marco de la puerta mientras se cruzaba de brazos, sus ojos violetas no hacían más que observar fijamente a la chica, quién comenzó a sonrojarse.
Su atención pasó de Ran a Rindo, cuando el último mencionado empezó a aumentar el ritmo de sus estocadas, hundiendo su rostro en el cuello de la joven para volver a dejar marcas sobre la suave y blanquecina piel contraria.
Sus ojos se cerraron, arqueando su espalda debido al placer brindado por el chico entre sus piernas. Rindo sonrió, mordiendo su labio al sentir como comenzaba a ser apretado, sintiendo su orgasmo a nada de llegar.
Ran, quien les observaba desde la entrada, se quejó, bajando la mirada a sus pantalones en los cuales comenzaba a formarse un gran bulto que no tardaría en volverse doloroso. Sus oídos parecieron ser bendecidos cuando escuchó los gemidos escandalosos de la menor, quien se retorcía bajo el cuerpo de su hermano, llegando finalmente a su orgasmo de manera desastrosa. Rindo continuó embistiendo, hasta poder llegar también a su clímax, soltando un suspiro.
— Me toca. — Ambos miraron al hermano mayor, quien se acercaba a ellos con una sonrisa coqueta en su rostro.
— Esperen un momento... — Pidió Tetsu, recuperando el aliento.
— Vamos, nena, estoy realmente urgido. — Las manos de Ran tomaron hábilmente las caderas de la chica, acercándole a su cuerpo para después girarle y dejarle apoyaba sobre sus rodillas y palmas. — Rindo ¿Tienes otro preservativo cerca?
El mencionado señaló su pantalón, Ran lo tomó, sacando de este otro preservativo. En poco tiempo el chico de cabellos trenzados había bajado su pantalón y colocado correctamente el preservativo, acercándose a la ya preparada castaña. Ran sonrió, tomando las caderas de Tetsu y apegándole a su erección.
— ¿Lista, preciosa?
Yamagawa no pudo evitar suspirar, sabía que esa noche sería larga, demasiado, y ni hablar del siguiente día.
Tan solo podía pedir amanecer con la posibilidad de caminar.
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