𝟎𝟏𝟒 | 𝐒𝐢𝐧 𝐀𝐛𝐮𝐞𝐥𝐨𝐬
✧
•. ° . .
. . . *. • . • . . • ° .
*
. °
✧
•. ° . .
. . . *. • . • . . • ° .
*
. °
—¿Duele ser inteligente? —preguntó Rory a su madre esa mañana que entraban a la cafetería de Luke a desayunar.
—Sí, hora de la hipocondriaca. —exclamó Lorelai, rodando los ojos.
—En serio. Ayer, cuando leía los capítulos de biología escuché claramente un sonido agudo en mi cerebro. ¡Ping! —expresó, imitando el pequeño sonido y tomando asiento en la mesa que encontraron disponible.
—¿Tu cabeza hizo ping? —Lorelai alzó una de sus cejas.
—Sí. Solo fue tipo ¡ting!
—Cariño, entonces no fue un ping, fue un ting.
—Bueno, no creo un ting sea menos importante que un ping.
—Tienes razón. —asintió la mayor.
—Y bien, ¿tengo un tumor, doctor?
—Síp. —interrumpió Olive, llegando a lado del par de Gilmore y tomando asiento en una de las sillas libres de la mesa. —Te dije que el tamaño de tu cabeza no era normal.
Lorelai la miró. —¿Tú dónde estabas?
—¿Dónde crees que estaba? Estaba en mi cama, dormida, porque de nuevo se olvidaron de despertarme. —farfulló, recargándose en el respaldo.
Lorelai jadeó. —Sí tratamos de despertarte. —argumentó.
—Tratamos es la palabra clave.
—¿Será porque duermes como un oso...? —habló Rory, mirando a su hermana con incredulidad.
—Me mantiene bonita. —sonrió tensamente.
Rory rosó los ojos mientras Lorelai veía con diversión a ambas chicas. El grupo fue interrumpido por la llegada de Luke, listo para pedir la orden, pero Lorelai se decidió por hacer un comentario en el que ya llevaba tiempo pensando.
—Hola, ¿podrías aceptar una critica constructiva?
—No. —contestó el de gorra.
—Bien, a este lugar le vendría bien una renovación. —dijo, sin importarle su respuesta. —Un retoque, como una mano de pintura.
—Yo no retoco.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Lo que quiere decir es que él no lo hará. —se metió Taylor Doose en la conversación. El hombre de canas estaba en el mostrador, desayunando de igual forma que el resto, atento a la charla del pequeño circulo.
—Taylor, no empieces. —pidió Luke en un suspiró hastiado, era muy temprano para lidiar con la intensidad de él.
—Junto con el Comité de Embellecimiento de la Ciudad hemos insistido, durante años, en que remodele el lugar. —siguió. —Quizás un par de macetas de cinias al frente, unos toldos amarillos, un cerdito de cartón anunciando las especialidades. Pero él es muy terco. No dirá palabra, no razonara, ni retocará. Tú también deberías olvidarlo, Lorelai. Yo haré lo mismo. -se dio la vuelta en el banco, queriendo continuar con su comida.
Luke suspiró. —Finalmente una decisión Taylor Doose que puedo apoyar.
El nombrado se giró. —Un color apagado es un descrédito en toda la ciudad...
—Dijiste que ya lo olvidarías. —recriminó Luke.
—...cuando las reglas fallan, la gente huye y los indeseables se acercan. Están en problemas, amigo.
—Justo aquí en River City. —habló Lorelai, golpeando la mesa para un toque dramático.
—Esto no es gracioso, Lorelai. —regañó Taylor.
—¿Alguien ordenara algo? —dijo Luke.
—Sí. —asintió Lorelai, fingiendo pensar. —Deseo saber por qué no quieres pintar este lugar.
—Pintar sería cerrar por un día, lo que no puedo hacer, o pintarlo de noche, lo que no quiero hacer pues detesto pintar. —resumió él con simpleza.
—Ok. Te propongo lo siguiente: yo te ayudó. Me encanta pintar. —exageró la ojiazul, una sonrisa grande cruzando su rostro.
—¿En serio?
—Ajá. —asintió a su pregunta sarcástica.
—¿Te encanta?
—Me casaría con ella.
—Que extrañas pasiones.
—Y le gusta lavar platos. —habló Rory. —Es una anormal multifacética.
—Vamos. —insistió la mayor de las Gilmore al de camisa de franela. —Beberemos unas cervezas, cantaremos algunas canciones para pintar.
Luke alzó una de su cejas. —¿Canciones para pintar?
—Sí. Canciones para pintar... Como-como, ésa que dice... —y procedió a cantar. —Toma tu brocha y ven por tu gorra. Y acerca la cubeta de pintura porque hoy vamos a pintaaaaar. —Olive frunció la nariz cuando su madre llegó a una nota alta que solo causó dolor a los oyentes. -Di que sí o te sigo torturando.
—O nos sigue torturando. —corrigió Olive por lo bajo. Lorelai la miró, apuntándola con la cuchara que antes usó para crear el ritmo de la canción.
—Hoy estás muy habladora, jovencita.
Olive asintió suavemente. -Es cierto. Tuve un sueño reparador. -sonrió, soñadoramente.
—Bueno... —habló Luke. —Quizás. Si tengo ayuda. —aceptó la propuesta de Lorelai.
Taylor Doose se volvió a ver su espalda en cuanto oyó las palabras salir de su boca. -¿De verdad? Dios, mío, ¡es genial!
—Taylor, —advirtió Luke. —no se trata de ti, se trata de mi.
Doose saltó de su lugar y caminó hasta ponerse un lado de él, rebozando de emoción. —Muero por decirle a todo el comité. No van a creerlo. —sonrió, dirigiéndose a la salida del establecimiento.
—Odio verlo tan contento. —farfulló Luke, viendo con los ojos entrecerrados el camino por el que se fue Taylor.
—Luego le arrojas un chicle a la acera de su tienda. —consoló juguetonamente Lorelai.
—Sí, excelente idea. —murmuró Luke, alejándose de la mesa de las Gilmore para seguir atendiendo el resto.
Olive lo vio irse, y se giró a su madre con el ceño fruncido. -No tomó la orden.
°*• ❀ •*°
—¡Kovy, no! ¡No! Solo- Hay un bach- ¡Au, au, au! —Olive expresó, sobando su cabeza cuando el rubio de su amigo pasó el bache con rapidez, causando que el auto saltara y ella se golpeara. —¿Sabes qué? Estaciónate. ¡Estaciónate!
—¡No sé estacionarme! —le gritó de vuelta el chico.
—¡Frena! —el coche paró abruptamente, dejando que los cuerpos de ambos adolescentes se abalanzaran hacia delante, sacándoles el aire por la fuerza del cinturón por el que Olive estuvo agradecida durante todo el recorrido. La castaña lo desabrochó y salió lo más rápido que pudo del interior del vehículo. No sabía qué se había apoderado de ella cuando se ofreció a practicar con el ruso cuando Agafiia, madre de Kovy, canceló ese día. —Por el bien de mi vida y nuestra amistad, creo que lo dejaremos hasta aquí. —suspiró la chica.
El chico Belov la miró con reproche, pero asintió de acuerdo. —Bien, ¿quieres que te lleve? —ofreció.
Olive se giró, mirando los pocos metros que habían recorrido desde que habían empezado horas atrás en la casa de Kovy, el hogar ruso a penas al final de la calle. Se volvió al rubio y negó. —No creo que sea necesario.
Kovy tomó ahora el lugar en el copiloto, dejando que su amiga los llevara a la entrada de la casa para que esta tomara la vieja bicicleta azul con la que había llegado.
Despidiéndose con un gesto de mano, pedaleó lo necesario hasta llegar a la calle de su casa, donde, a poco minutos de llegar, sintió la vibración del beeper que colgaba del cinto de su vestido. Paró su pedalear para ver la pequeña y verde pantalla del aparato, encontrándose un mensaje que le provocó una sonrisa y suma confusión:
Tristan: Aquí deben estar locos como para hacerle una estatua a un gallo.
Olive levantó su mirada, encontrándose con el cuerpo de Tristan saliendo de detrás de la estatua en la que la castaña tenía que girar para llegar a casa. Olive sonrió grandemente al verlo, no lo veía desde su no-cita la semana pasada, pero habían estado hablando por teléfono. El chico se acercó a pasó lento, cruzando la calle hasta llegar a lado de ella.
—Hola. —saludó felizmente Olive.
Tristan sonrió de lado. —Hola. —correspondió.
—¿Qué haces aquí? —él se encogió de hombros, emprendiendo la caminata junto a ella.
—Pasaba por aquí.
Olive alzó ambas cejas, sonriendo. —¿Pasabas por aquí?
—Ajá.
—Entonces, ¿casualmente decidiste hacer un viaje de treinta minutos al pueblucho más remoto de Connecticut..?
El rubio río entre dientes, sacudiendo la cabeza. La miró por un momento, y desvío sus ojos a las dos ruedas con las que ella caminaba a la par.
—Linda bicicleta. —apuntó, ignorando la pregunta de la chica. Olive entrecerró los ojos en un modo acusador, pero lo dejó ser.
—Gracias. Tiene un pequeño truco. —el chico se giró, dispuesto a saber a qué se refería, y la Gilmore procedió a sacudir el manubrio de cierta manera que hizo que se desprendiera con totalidad del resto del transporte. Tristán abrió los ojos de par en par, y rio con incredulidad al ver la facilidad con la que se desarmaba. Olive rio junto con él y volvió a colocar el manubrio en su lugar. —La choqué contra un árbol cuando tenía doce y desde entonces ya no volvió a ser la misma. —bromeó. —¿Sabes andar en bicicleta?
Tristán abrió la boca, dudando en contestar. Y pareció que tardó tanto en hablar que la chica sospechaba su respuesta.
—No sabes. —sonrió levemente, tratando de saber si podría burlarse de él o tendría que consolarlo.
Él le apuntó con uno de sus dedos. —No te burles. —a pesar de que quería sonar amenazante, no pudo evitar reír un poco al ver la sonrisa de la chica.
Tristán no podía explicar que lo había movido desde Hartford hasta el pequeño pueblo después de ese día de escuela, incluso aún traía el azulado uniforme de la institución consigo.
Olive subió a la gastada bicicleta, y él frunció el ceño confundido hasta que la vio empezar a andar y manejar a su alrededor, encerrándole en un círculo. Sonrió divertido al verla, y la siguió con la mirada, tratando de darle siempre el frente conforme ella se movía.
—¿Quieres intentarlo, Dugray? —le preguntó Olive.
Él bufó. —No me subiré a eso.
—¡Oye! —se quejó la castaña. —Tal vez no es un Porche, pero es la mejor manera de recorrer Stars Hollow. —el rubio hizo una mueca que hizo que la sonrisa de Olives agrandara. Paró la bicicleta, dejando uno de sus pies en el piso y se levantó del asiento, pero sin dejar de tener la bicicleta entre las piernas. —Anda. —lo ánimo, apuntando con su cabeza detrás de ella.
Tristán alzó una de sus cejas con confusión y se apuntó a si mismo. —¿Yo? —Olive rio por su confusión y asintió. Él apuntó el asiento libre y la miró como si fuera una loca. —¿Allí?
—Justo allí.
—¿Tú vas a conducir? ¿Tú, la que acaba de decir que se estrelló con un árbol y por eso su bicicleta está como está?
Olive chasqueó la lengua. —Vamos, solo hazme caso.
El rubio se jactó y cruzó de brazos. —Te he hecho caso antes, y si mal no recuerdo, fui hasta amenazado de muerte.
Olive abrió grandemente los ojos, sorprendida por su confesión. —¡¿Qué?!
Tristan abrió la boca, comprendiendo que lo que acababa de decir no era algo para tomarse a la ligera. Y a pesar de que era cierto, sabía que el novio de Rory, el que había estado involucrado cuando Tristán decidió seguir el consejo de su amiga, no se arriesgaría a siquiera cumplir sus palabras.
—¿Cómo rayos? ¿Esta persona va a Chilton contigo? ¡Con ustedes! ¡Rory también va a Chilton! ¡Oh, por Dios! ¿Por qué Rory nunca mencionó nada? ¿Expulsaron a esta persona? —al parecer, las palabras de Tristan desbocaron la preocupación y alteración en Olive, tanto que la castaña había soltado la bicicleta, dejándola caer y empezando un discurso sin fin que la llevó a caminar con inquietud. —En serio espero que la hayan expulsado. Una amenaza de muerte es algo grave. ¿Ninguna clase de maestros lo escuchó? ¿Había chaperones en este baile? —la chica seguía hablando y hablando. Tristan paró su caminar, pero eso no hizo que parara de hablar, así que mientras ella continuaba arraigada en el tema y él solo asentía cada que le dedicaba una mirada para confirmación, él la guío y levantó la bicicleta, logrando que ella subiera y tomara el manubrio. —Dios, hay tanta gente loca. Espera, ¿qué tal si verdaderamente estaba loco? De que, mentalmente. Bueno, tal vez loco ya no sería el termino apropiado. O loca. ¿Era chico o chica? Chico, ¿verdad? Sí, sí, porque te dije lo de la cita de la chica... Amenos que la cita de la chica haya sido otra chica, si es el caso, en serio, yo no soy nadie para juzgar. Espera, ¿golpeaste a una chica? —para entonces, Trsitan sujetaba de igual manera el manubrio y la parte trasera del asiento, y caminaba provocando el movimiento de la bicicleta.
—No tengo la menor idea de cómo llegaste a pensar eso. —le dijo con sinceridad.
El par de adolescentes había salido de la calle que antes Olive había tomado para llegar a casa, y simplemente caminaban sin ningún rumbo especifico.
—No golpeaste a ninguna chica.
—No. —frunció el ceño, verdaderamente confundido de lo que pasaba en la mente de la castaña.
Olive asintió con aprobación. —Bien por ti. Oh, mira, mira. —tomó el mandó de la bicicleta, empezando a pedalear y dejando a al chico atrás con la esperanza de que la siguiera.
Tristan dejó caer sus brazos a sus costados, y suspiró antes de trotar para alcanzar a la chica. Olive había parado a la orilla del rio que atravesaba Stars Hollow, y dejado la bicicleta en la tierra para agacharse y esconderse entre los lechos que brotaban en la orilla. Tristan llegó a su lado y ella rápidamente lo tomó de la manga del saco azul para que se agachara. El rubio trató de hablar, pero ella lo mandó a callar apuntando hacia el cuerpo de agua y el animal que nadaba en este.
—¿Un ganso? —arrugó el ceño. ¿Qué había de interesante en un ganso?
Olive rodó los ojos, sonriendo. —Es un cisne. —corrigió en un tono de obviedad. —El cisne malvado de Stars Hollow.
—¿El cisne malvado de Stars Hollow?
—El cisne malvado de Stars Hollow. —afirmo. Tristan seguía dedicándole esa mirada a la que Olive empezaba acostumbrarse; como si la retara a contradecirlo o probarse a sí misma. Le divertía bastante. —Mira. —buscó a su alrededor, y en cuanto encontró lo que quería, lo tomó en su mano.
—Oye, oye, oye. —la paró Tristan, tomándola de la muñeca al ver como levantaba su brazo con una piedra en mano. —¡No golpees al pato con una roca!
—¡No voy a golpear al pato con una roca!
—¿En serio? Porque eso es un pato y esa es una roca, y mis ojos perciben que planeas lanzársela. —Olive entrecerró los ojos con incredulidad.
—No le voy a dar. —se burló, pasando la pequeña piedra a su mano izquierda. Ahí Tristan se percató de que no había soltado su agarre en la chica, y aclarándose la garganta la soltó.
Olive lanzó la piedra, para la sorpresa de Tristan, en dirección a los pájaros que se agrupaban del otro lado del rio. La piedra no dañó a ninguno de ellos, pero los alteró lo suficiente para que huyeran del lugar, volando sobre el agua. Lo que menos esperaba el chico, fue la brusca manera en que el cisne trató de atacar las aves al pasar cerca de él.
—Está poseído. —le susurró Olive, acercándose a él en un intento de emitir a un fantasma. Tristan la miró y rodó los ojos por su infantilismo. Olive rio y se levantó, sacudiendo la tierra que podría adherirse a sus pantalones. Él hizo lo mismo y vio como la Gilmore se acercaba y levanta la bicicleta, limpiando el asiento y palmeándolo para llamar la atención del rubio. —Tú turno.
Tristan alzó una de sus cejas y negó al captar lo que quería decir. —No, no, no. No manejaré a Christine cerca del pato asesino.
—Anda, solo evita los arboles.
El chico gimió, pero se acercó, rendido, y subió a la bicicleta. Movió el manubrio de lado a lado, para asegurarse de que este no se saldría, y colocó el pie en el pedal, listo para tomar impulso y empezar.
Con Olive dándole palabras de aliento, pedaleó, batallando al inicio con el equilibrio y dirección, pero la Gilmore rápidamente llegó a su lado para sujetar el asiento por detrás, tal y como el había hecho antes de que llegaran al rio. Con unos minutos de pelea con el vehículo, Tristan apreció comprender el control de él. Lo que no comprendió, fue cómo la terracería se había convertido en una bajada con destino a un árbol. Olive había soltado su agarre tiempo atrás, y solo alcanzó a gritar:
—¡Evita el árbol!
Tristan cerró los ojos con terror, pero movió el manubrio, direccionando la bicicleta y terminar chocando, mejor dicho, hundiéndose, en el rio.
—No, no, no, no. —murmuraba Olive con pánico al ver como Tristan salía a la superficie, completamente empapado y sin señales de su bicicleta. Corrió hasta la orilla, mientras el chico sacudía su cabello, aún con la adrenalina del suceso en él. Miró como Olive lo observaba, mordiéndose el labio con nerviosismo y le tendía la mano para ayudarlo. El rubio la tomó y le escuchó murmurar: —Ahora también hay que evitar los ríos. —la miró con incredulidad, y decidió, en un arranque, jalar de su mano, haciéndola caer también el agua.
Olive jadeó al sentir la fría agua rodearla, escuchando una magnifica carcajada de parte de Tristan a su lado. Lo miró acusatoriamente y apartó su ahora mojado cabello de su rostro.
—Muy chistoso. —golpeó su estomago con ligereza.
—Fue chistoso. —admitió él, tratando de apaciguar su risa.
Ambos salieron del agua, logrando caminar hasta la casa de la Gilmore; por suerte, la chica conocía lo suficiente el pueblo como para detectar el atajo menos visitado y libre de ojos chismosos, sería extraño ver a la hija de Lorelai Gilmore completamente empapada junto a un chico desconocido por las calles.
En la entrada de la casa, Tristan se detuvo cuando Olive pretendía abrir la puerta.
—Creo-creo que es mejor que me vaya. —habló él, rascándose la parte posterior de su cuello, encontrando una rama atorada en el cuello de su camisa. —Lamento lo de tu bicicleta. —arrugó el ceño.
Olive frunció las cejas con confusión y sacudió la cabeza. —No puedes irte así. —lo miró de arriba a bajo, se había deshecho de su saco y su corbata, y su camisa blanca se transparentaba por el agua, dejando ver los bordes de una camiseta interior. —Necesitas secarte. —abrió la puerta. —No busco que me cobres los daños en los asientos de cuero de tu Porche. —molestó con diversión, causando que el chico le sonriera con sarcasmo. Él pasó, rezando para no mojar demasiado el piso. —¡Llegué! —gritó Olive, cerrando la puerta detrás de Tristan. —¡Y necesito toallas!
—¡Creí que lo tendrías a fin de mes! —recibió como respuesta de parte de Lorelai. Olive se sonrojó fuertemente, y más al sentir la mirada que el chico a su lado le daba.
—¡Mamá! —reclamó. —¡Vengo con compañía!
—¡Uh, Kovy, lograste llegar hasta acá! ¡Felicidades! —Olive suspiró.
Tristan bajó su rostro y le dijo por lo bajo: —¿Kovy?
—Un amigo. —le susurró de vuelta ella, alzando la pierna por detrás para deshacerse de sus zapatos.
—Un amigo... —murmuró Tristan. Abruptamente cayó en cuenta de que Olive tenía toda su vida en ese pequeño pueblo, sus amigos, sus estudios, probablemente su futuro... Y un sentimiento de ansiedad lo invadió al detectar que él era el foráneo en la ecuación. Sí, sabía que Rory asistía a Chilton y que seguramente tenía amigos allí, pero sabía que el troglodita de su novio también pertenecía a Stars Hollow. Su boca se seco al compararse con el tonto larguirucho que acompañó a Rory al baile del año pasado, pero, sorprendentemente, esa vez no tenía nada que ver con Rory; había observado a la Gilmore de ojos azules, y supo desde un principio que le atraía, pero todos sus intentos habían sido en vanos. Rory no estaba interesada en él, y en su momento le dolió ese hecho, aún le dolía, pero ese dolor no se comparaba en nada a la intensidad del nerviosismo que sintió al plantarse que la Gilmore de ojos castaños hacía toda una vida en la que él solo era un visitante. —Ja. —se jactó por lo bajo al descubrirlo.
—Es Tristan. —aclaró Olive a su madre una vez que llegó a la cocina, con el rubio detrás de ella.
Lorelai estaba en la mesa que tenían en el centro, y se giró al escuchar las palabras de su hija, encontrando, en efecto, a Tristan a su lado.
—Hola, Señora Gilmore. —saludó el chico, sintiendo su tono de voz agudizarse un poco por las condiciones en que se mostraba ante el adulto.
—Ah, toallas. —expresó Lorelai en entendimiento, viendo al par completamente mojados. Se levantó con una sonrisa y caminó al bañó para buscar las toallas. —Ya me preguntaba dónde estabas. Rory había llegado de la escuela y se fue con Lane, y tú aún no llegabas. —les tendió a ambos una toalla para cada uno, dejándolos secarse como pudieran para regresar a su lugar en la mesa. —Ya estaba a punto de irme.
—¿A dónde vas? —le preguntó Olive, pasando la tela por su cabello, el que parecía empezar a esponjarse.
—Con Luke. Escogeremos la pintura; serán horas de "sí, no, sí, no" —imitó infantilmente la voz del nombrado. —, hasta que mi perseverancia lo canse y no le quede más que patalear y llorar como un bebé. ¿Quieren venir? —se volvió a verlos con una sonrisa.
Olive miró a Tristan, expectante. —Y-yo... —alargó el chico, viendo como la menor lo miraba con esos grandes ojos a la espera. Tragó. Lorelai frunció el ceño con diversión al ver a los dos adolescentes observarse una manera que se le hizo familia. Demasiado familiar. Dé repente ya no estaba tan divertida. —Me encantaría, pero creo que debo volver a casa.
Lorelai asintió, conforme, y empezó a recoger las muestras de pintura que había recortado esa tarde de diferentes revistas.
—¿Dónde te estacionaste? —preguntó Olive al chico, recordando que cuando se lo encontró no había señal alguna del automóvil.
—En una florería. Un hombre calvo me veía mucho, así que decidí caminar.
Las Gilmore se miraron conocedoras, y al unisonó dijeron: —Taylor.
—Bueno, la florería está a lado de Luke, podemos ir a dejarte. —habló Lorelai y miró a su hija después. —Tal vez quieras cambiarte.
Olive asintió. —Ahora regreso.
La menor se adentró a su habitación, cerrando la puerta detrás suyo.
Lorelai se volvió a ver el chico frente suyo, quien aún seguía pasando la toalla por su cuerpo, tratando de absorber toda el agua. —Te ofrecería un cambió, pero no creo que tengamos nada. —dijo avergonzada.
—Oh, no se preocupe, Señora Gilmore. Lamento que lleguemos así. Estábamos cerca del lago y tuvimos un pequeño accidente. No hay ningún herido. —se apresuró a agregar. Lorelai sonrió, contenta de que el chico le explicara sin la necesidad de que ella tuviera que preguntarle.
Estaba a punto de hablar cuando la puerta de la habitación de las hermanas Gilmore se abrió, dejando ver a Olive con un cambió seco.
—Excepto por Christine. —hizo un falso puchero que hizo a Tristan asentir con lástima, siguiendo su juego.
—Descanse en paz, Christine.
Lorelai pasó su mirada de uno al otro, sin comprender, así que prefirió hacerlo a un lado.
—Bien. Andando.
Los tres salieron de la casa y caminaron todo el recorrido necesario para llegar a la cafetería de Luke, restaurante situado justo a lado de la florería de Stars Hollow, en al que se podía ver el auto de Tristan en la cera.
—Bueno, esta es mi parada. —les dijo Lorelai en al esquina con Luke. —Hasta luego, Tristan. Fue lindo verte.
—Igualmente, señora Gilmore. —Lorelai le dedicó una mirada a su hija que transmitía todo el odia que guardaba a la palabra 'Señora'. Olive rio y se despidió de su madre, viéndola entrar al establecimiento. Ella y Tristan caminaron los pocos metros que los separaban del automóvil. —Oye. —la llamó el chico. Olive lo miró, esperando que continuara. —¿Cuándo es tu entrevista?
—¿Entrevista?
—La entrevista para la beca.
—Oh. —expresó al caer en cuenta. —Bueno, dijeron que me llamarían, pero que probablemente sería a finales de febrero.
Tristan asintió, dirigiendo la información.
—Tal vez... Tal vez quieras ir practicando. —dijo él, casi en un suspiró. Olive inclinó la cabeza, curiosa de su opinión.
—¿Tú crees? —le preguntó con suavidad. Tristan asintió, sintiendo su cabeza en otro lado. Pero la sacudió al ver que podría malinterpretarse su respuesta.
—Sí, digo, no me refiero a que necesites ayuda o que lo harás mal, sino que conozco a estas personas desde que estoy en pañales y no son precisamente amables.
—Enterada. —le sonrió Olive. Tristan respiró profundamente.
—Síp. —suspiró, asintiendo. El silencio surgió, no haciéndose esperar. Tristan sabía que debería subir al auto e irse, pero no estaba seguro de cómo despedirse y eso lo estaba impacientando. —Debería irme. —murmuró.
—Eso dijiste. —apretó los labios Olive.
Tristan asintió y miró sus pies por un segundo para regresar sus ojos a ella.
—En serio debería irme.
—Estoy segura de que si jalas esa manija, la puerta se abre.
—Apuesto a que sí.
Una sonrisa empezó a hacerse camino en el rostro de Olive. No estaba muy segura de qué pasaba por la cabeza de Tristan, pero sabía muy bien que el pequeño puchero que hacía inconscientemente cuando se abrumaba lo hacía ver adorable y gracioso.
—Se está haciendo tarde... —comentó ella, tratando de ver qué haría él a continuación. Tristan asintió con fuerza, y se quedó callado por un momento, tratando de averiguar qué hacer.
—Sí, yo-
Se calló cuando Olive se le acercó, más de lo normal. Definitivamente eso era algo para quedarse callado. Lo que si provocará que no diga palabra alguna por el resto de su vida será el delicado toque de un beso en su mejilla.
Olive se apartó, una de sus dulces sonrisas atravesando su rostro.
—Buenas noches, Tristan. —se despidió antes de darse la vuelta y caminar hasta la cafetería de Luke, dispuesta a pedir la malteada de fresa que había llegado a su mente como una imagen gloriosa.
°*• ❀ •*°
La semana siguiente, Lorelai y Luke habían comprado por fi la pintura para la renovación, y se encargaban de bajar todo el material adquirido de la camioneta de Luke.
—¿Estás segura de que necesitamos todas esas latas? —le preguntó el hombre a la Gilmore, dejando las latas del tercer viaje en la entrada para volver al auto y bajar el resto.
—Sí, necesitas para-para dos capas, em, retoques y pequeñas marcas- No, no estoy segura. —se rindió ella, causando que su amigo suspirara.
—Bien, tenemos la pintura, las brochas, las lonas y todo lo que el tipo dijo que necesitaríamos. Así que... así que creo estamos listos.
—Sí que sí. —sonrió Lorelai, emocionada por el proyecto.
—Solo falta el día.
—¿Viernes? —propuso ella.
—¿Viernes? —la miró.
—Sí. Digo, no sabemos si la pintura se estropeará. Juzgar el olor cuando está recién pintado podría ser asqueroso.
—¿No tienes cena con tus padres los viernes?
—Oh, sí, pero puedo iré temprano para la ocasión especial. —sonrió juguetonamente. Luke asintió y aceptó.
—Viernes entonces.
Ambos se despidieron, y mientras Lorelai caminaba hacia el mercado Doose, encontró a sus dos hijas discutiendo.
—No te creo. Nah, nah. —alegaba Rory a Olive.
La de ojos castaños se jactó y cruzó de brazos. —¿No? Hay toda una comunidad que podría afirmar que Karate Kid III es la mejor de la saga.
—Pero nada le quita lo icónico a la primer. —refutó Rory.
—Hola, señoritas. —saludó Lorelai cuando estuvo a su lado.
—Hey, ¿ya tienen la pintura suficiente? —le habló Rory. Lorelai asintió, mientras abrazaba a cada una por el hombros.
—Eso parece. —sonrió. —Entonces, cena. ¿Sugerencias? —miró a la menor de ojos azulados.
—Síp, que sea comida.
—¿Qué tal china?
—Suena bien.
—Super. Solo necesito fruta. —apuntó a los canastos que se exponían a fuera de la tienda.
—¿Por qué? —frunció el ceño Olive; era sumamente extraño que su madre por voluntad propia escogiera comer alguna fruta o verdura si no estaba frita p cubierta de salsa.
—Creo que me saldrá escorbuto. —arrugó la nariz Lorelai en desagrado. —Eso o un resfriado. De todas formas, necesito algo de fruta. —ella miraba las naranjas cuando a lo lejos resonó un motor. Un motor que la hizo sonreír en anticipación. Tomó las muñecas de sus dos hijas y las acercó con emoción. —Eso. —apuntó al final de la calle. —Mátenme y entiérrenme con eso.
Por las calles de Stars Hollow conducía un motociclista a alta velocidad.
—¿Es una Harley? —preguntó Rory.
—Es una Indian 2000 con 80 caballos de fuerza, 5 velocidades, radio cerrado, transmisión Andrews, y yo quiero una. —relató Lorelai, una sonrisa creciendo conforme las palabras salían de su boca.
—No. —rio Olive con incredulidad.
—¿Disculpa?
—Morirás. —apuntó.
—Oh, eso.
La moto había estacionado en esa misma esquina. Y cuando las Gilmore se decidían por entrar a la tienda, una voz hizo que se detuvieran.
—Oye. —el motociclista llamó. Lorelai lo miró por un momento antes de saludarlo con un gesto de mano, incomoda.
—Hola. —murmuró. Se volvió para seguir a sus hijas en el interior, pero el hombre volvió a hablar.
—Linda camiseta. Quítatela. —Lorelai se giró inmediatamente, justo cuando el hombre se deshacía del casco que cubría su rostro, permitiéndole reconocer a la persona frente a ellas.
—Christopher...
Cristopher Hayden, el padre de Rory y Olive Gilmore. Esa tarde, las chicas Gilmore descubrieron que Christopher planeaba quedarse unos días, y las dos hermanas unieron fuerzas para convencer a su madre de que dejase que se quedara con ellas en casa. Al final no es como si Lorelai hubiera puesto demasiada resistencia, se trataba del padre de sus hijas.
Olive amaba a su padre. La última vez que lo había visto fue el año anterior, en el receso de invierno para las navidades.
Eran pocas las veces en que se veían, pero él siempre llamaba y siempre procuraba estar en contacto con alguna de las dos.
—Se ve bastante bien, ¿no? —hablaba Rory, colocando manta sobre manta a lo largo del sillón que usaría Christopher esa noche.
—Sí. No veía la hora para que se cortara el cabello. —rio Olive, mientras su madre llegaba a la sala junto a ellas. —¿Crees que se quedé un buen tiempo? —le preguntó.
—No apostaría en ello. —le respondió en medio de un suspiro.
—Tal vez podríamos retenerlo unas cuantas semanas. —Rory la miró.
—Seguro, si lo aplastamos con las mantas. —apuntó Lorelai a la pila que la ojiazul armaba en el mueble.
—Solo queremos que esté cómodo. —murmuró, deteniendo su apilar.
—Él va y viene cuando le da la gana, cielo. —trató de ser suave Lorelai. Lamentablemente era un hecho bastante cierto y comprobable. —No importa cuán cómodo duerma.
—Sí, pero nunca a estado aquí en Stars Hollow. —defendió Olive, tomando una de las tantas mantas su hermana había traído y la colocó sobre las demás.
—Lo sé.
—Eso quiere decir que algo cambió, ¿no? —Lorelai suspiró audiblemente ante la terquedad de su hija, maldiciéndose porque seguramente era gen suyo.
—¿Por qué mejor no disfrutan mientras lo tienen cerca?
Olive suspiró, dejando se acomodar las cosas en el sofá, y observó a Rory, la única que podría comprender que tan importante era la presencia de Christopher allí. Peor Rory solo pudo dedicarle esa mirada triste que expresaba lo mismo que ella sentía. Olive cedió y se levantó, llevándose una manta que estaba dispuesta a poner sobre las demás.
—Sigo creyendo que algo cambió. —Madre e hijas e miraron a los ojos, ojos tan diferentes como sus personalidades mismas, hasta que la voz de Christopher bajando por las escaleras las interrumpió.
—Esa es la peor ducha que me he dado. —exclamó el hombre. —La presión del agua cambia cada dos segundos. Lo arreglaré mañana.
—Oye, aléjate de mi ducha. —entrecerró los ojos Lorelai.
Christopher era un hombre bastante atractivo, poseía los mismo ojos azules que aportaron en la herencia de Rory; tenía el cabello castaño, casi a rapa, muy parecido al color que el de Olive otorgaba en la luz del sol. Definitivamente era el padre del par Gilmore.
—Pedimos comida china. —le dijo Rory. —Llegará en cualquier momento.
—Genial, me muero de hambre. —gimió é, agachándose para guardar sus cosas en al pequeña maleta con al que había llegado.
—Toma. —habló Lorelai, recordando que aún sujetaba una taza de café en su mano, se la tendió.
Cuando su madre se acercó a su padre, Rory y Olive se vieron instantáneamente al percibir la imagen; el par que las engendró, pero que solo la mitad las crio.
—Oye, ¿cómo está Diane? —le preguntó Rory a su padre. Diane había sido la última chica con la que su padre había salido.
—Oh, Diane es historia vieja.
—Cuando la conocimos en Pascua pensabas casarte con ella. —agregó Olive, tratando de contener su sonrisa.
—Cambié de opinión un mes después. —rio para sí mismo, tomando asiento junto a Lorelai, ambos degustando de sus cafés.
—Eres peor que mamá. —rio Rory. La mencionada jadeó ofendida.
—Qué golpe bajo.
—¿No puedes mantenerlos felices? —se burló Christopher.
Lorelai se jactó. Y sonrió atrevidamente. —Oh, los mantengo felices. Muy felices.
—Ok, nada sucio, por favor. —habló Rory, rodando los ojos.
—Sí. Molestas, Lorelai. —dijo sarcásticamente Christopher.
—Bien, —suspiró Rory. —iré al cuarto a estudiar hasta que llegue la comida.
Al pirla, Christopher alzó ambas cejas. —¿Qué? Mañana es sábado.
—Ya lo sé. Me gusta terminar la tarea para el sábado a la noche, así puedo dedicar el domingo a las de créditos extras. —sonrió ella complacida, y se fue como había dictado.
Christopher vio a Lorelai, completamente descolocado.
—No me mires a mí. —le dijo ella, encogiéndose de hombros.
Christopher rio entre dientes y se giró a ver a la restantes de sus hijas.
—¿Y tú, qué harás?
Olive guardó sus manos en los bolsillos de sus pants, suspirando. Lo pensó un segundo, y al tenerlo sé enderezó y sonrió ampliamente.
—Llamaré a Kovy. —soltó felizmente, antes de ir a por el teléfono y caminar a la cocina.
Christopher soltó un enorme suspiró y miró a Lorelai. —Kovy... Kovy sigue aquí.
—Kovy sigue aquí. —sonrió Lorelai, tomando un sorbo de su taza.
Christopher miró el caminó por el que ambas hermanas se fueron. —Son maravillosas, Lorelai. —sonrió suavemente. —Ojala pudiera decir que se parecen a mí más que en su lóbulo izquierdo, pero no. —la miró. —Son idénticas a ti. Copias exactas.
Lorelai apretó los labios. —¿A qué diablos viniste?
—La reina de la sútil transición. —se burló él.
—¿Por qué viniste? —insistió.
—Veo que tendré que conseguirme un abogado, Oficial.
—¡Christopher!
El hombre tomó una profunda respiración. —Bien, yo... —tragó. —Mira, he cambiado, especialmente en mi trabajo y creo que por fin voy en un buen camino.
—Vas a enseñar a conducir.
—Até los cabos sueltos de mi vida. —defendió el ojiazul ante las burlas de la mujer.
—¿Existe suficiente cuerda?
—¿Esa cosa verbal de pensar rápido? Es molesto.
Lorelai se enderezó en su lugar. —Ataste los cabos sueltos. —volvió al tema.
—No sé qué tanto te contó tu papá, pero estoy a punto de tener mucho éxito. En serio. Tengo una empresa con flujos de fondos real. Tengo empleado. Tengo contador, por el amor de Dios. Él usa corbata y dice cosas como "irónicamente" y "fiduciario". Esta vez es de verdad.
—Me encantaría creer que así es. —le dijo rápidamente Lorelai. Y era así, pero... Ella conocía a Christopher.
Él suspiró. —¿Por qué tu papá tiene más fe en mí que tú?
—Mm, hace años, se golpeó la cabeza mientras surfeaba en Rincón. Su criterio no es muy claro. —jugó Lorelai.
—Entonces, ¿nada de fe?
Ella sonrió, incrédula. —Te conozco desde los seis años. Eres el que estrelló un Porsche nuevo a las dos horas de recibirlo para sus dieciséis años.
—Y tú la chica con la camiseta de Pinky Tuscadero sentada a mi lado.
Lorelai jadeó. —Estaba aterrada.
—¿Ah, si?
—Bien, divertida y aterrada. —cedió.
Christopher dejó su taza a un lado, para sentarse de una forma que le permitiera tener a Lorelai frente a frente.
—Escúchame-
—Te escucho. —lo cortó la ojiazul. —Me alegra que hayas ordenado tu vida y agradezco que vinieras hasta aquí, por primera vez, además, para contarnos eso.
—No vine hasta aquí solo para contarles eso.
—¿Ah, no? —lo miró Lorelai, retándolo. Christopher inhaló con fuerza, y desvió la mirada por unos segundos para regresar a verla.
—Hay cosas que necesito hacer, de las que quiero encargarme.
Lorelai tragó. —¿Cómo qué?
En ese momento, ambos sabían a lo que Christopher se refería.
—No he estado muy presente en la vida de Rory y Olive. Quiero estar más cerca de ellas, ser un amigo con quien puedan contar. No estoy loco. Sé que ellas tienen su vida y Dios sabe que no necesitan a nadie más que a ti. Pero... Pero si me das la oportunidad...
—Nunca te he prohibido acercarte a las niñas. —aclaró Lorelai.
—Lo sé.
—Pero casi no lo has hecho.
—Ahora sí quiero hacerlo. —declaró. —¿Puedo?
Lorelai parpadeó a conciencia. Y suspiró. —Claro. —sonrió. Christopher sonrió grandemente, y en ese momento apareció Rory arrastrando a Olive frente a ellos.
—Hey, olvidé preguntarte. En la mañana, iré a un partido de softball. ¿Quieres venir? —le habló la ojiazul, una sonrisa partiendo su rostro.
—¿Juegas softball? —sonrió Christopher, interesado. Sus palabras despertaron risas entre las Gilmore, haciendo que él redireccionara su atención a Olive. —Tú juegas softball. —tanteó.
Olive paró de reír, cambiando drásticamente sus gestos por uno asqueado.
—Ew, no.
Rory habló, aún divertida. —Juega mi amigo Dean.
Olive alzó ambas cejas al escucharla.
—¿Dean? —preguntó Christopher.
—Sí, empieza a las nueve.
Cristopher se volvió a Olive. —¿Tú vienes?
—¿Un sábado en la mañana? —bufó ella. —No. Igual a las diez u once tengo que ayudar a la Señorita Patty con una coreografía para los de nivel superior. —su padre sonrió.
—Ok. —rio entre dientes y miró a Rory, quien seguía esperando una respuesta. —Vamos, es una cita.
Y así como fue dicho, Rory y Christopher salieron a la mañana siguiente para asistir al juego de softball en el que varios del pueblo disfrutaban participar. Por otra parte, Olive había despertado despertado ya cuando su madre había partido al hotel, por lo que, acostumbrada a despertar mucho después que las otras Gilmore, preparó un café en la cocina y lo acabó mientras se arreglaba para el día.
Cuando salió a su patio, tuvo que detenerse por un momento al caer en cuenta que ya no tenía su bicicleta, lo que causó un puchero en sus labios por la perdida del único transporte con el que contaba. Suspirando, emprendió camino hasta el estudio de baile de la Señorita Patty, en el cual, al llegar, encontró al trio que siempre pasaba sus días allí, Kovy, la Nona de Kovy y la misma Señorita Patty. Era extraño como después de años Olive aún desconocía el nombre de Nona. De hecho, creía firmemente que nadie en Stars Hollow lo sabía. El pensamiento la hizo estremecer.
—Buenos días. —saludó cuando llegó a la entrada. Patty se giró al escuchar su voz, y sonriente, alzó los brazos para dirigirse a ella.
—¡Olive, cariño! —exclamó. —Habla conmigo. ¿Cómo has estado?
La Gilmore no pudo evitar sonreír al recordar sus últimos días.
—Bien, gracias. —se encogió de hombros, sonriente. —¡Uh, uh, uh! —expresó en entusiasmo, casi brincando para llegar con Kovy, quien se estiraba y calentaba frente al espejo del estudio. —¿Adivina qué?
Esas palabras no solo llamaron la atención del joven ruso, sino también de ambas mujeres mayores que se inclinaron para escuchar.
—¿Qué? —sonrió Kovy, sintiendo como su personalidad entrometida salía a la luz.
—Mi papá acaba de llegar. Y quiero que lo conozcas. —chilló Olive alegremente.
Patty miró a la mujer rusa con sorpresa.
—¿Tu padre? —Kovy frunció el ceño. A pesar de que sabía la situación familiar de Olive, se le había olvidado por completo la existencia de ese hombre. Pero Olive parecía estar rebosando de alegría en esos momentos, y él no planeaba arruinarlo siquiera, así que aceptó. —¿Y dónde está él? —le preguntó a la castaña después de minutos de haber empezado con la coreografía; Nona tocaba una melodía en el piano mientras que el par de adolescentes eran instruidos por las palabras de la señorita Patty al danzar.
—Con Rory. —fue difícil que Kovy no rodara los ojos con esa respuesta, pero trató de disimularlo al girar a su compañera en un movimientos para acercarla a su cuerpo. —Les dije que pasaran para acá cuando terminaran con ese tonto juego.
—Cierto. —suspiró el rubio, levantando a Olive con ligereza para recrear un salto a lo largo del salón. —Es juego de softball. —rio por lo bajo. Le parecía de lo más gracioso como la chica consideraba a ese deporte una copia del beisbol, una lo suficientemente ofensiva como para lograr que Olive no quisiera nada que ver con él.
La charla parecía entretener a ambos adolescentes, absortos de las miradas juiciosas de las dos mujeres que los acompañaban. La señorita Patty siempre había sido un miembro muy querido del pueblo, una mujer determinada que había vivido la más salvaje y soñada juventud y que, ahora, transmitía sus conocimientos y pasiones a las siguientes generaciones. Y en sus tiempos libres, le gustaba saber de las pasiones de otros.
Ella observaba a la pareja de baile con los mismos ojos que un general de guerra poseía al trabajar en una estrategia; en el pueblo, se hablaba todo el tiempo del par de amigos desde que la familia de rusos se mudó, los dos jóvenes tenían una química que era visibles para todos, o casi todos. Así que era casi un juego interno, del cual los chicos eran ciegos, emparejarlos y hacerlos convivir la mayor parte del tiempo. Tal y como la señorita Patty hacia a la perfección al querer cambiar el clásico ballet por una divertida salsa.
Olive no estaba acostumbrada a la energía de un baile como la salsa, pero le fue fácil alcanzar al rubio cuando este, con su extrovertida actitud, la tomó de las caderas y la hizo girar y girar.
Patty solo pudo suspirar cuando escuchó las aniñadas risas del par.
—Rory. —exclamó cuando vio pasar a la segunda Gilmore enfrente del estudio, acompañada por un alto y apuesto hombre, el cual supuso era su padre. Kovy se detuvo al escuchar a la profesora, justo en el momento justo para reclinar a Olive entre sus brazos y darle fin al numero que hacían. Ambos giraron sus rostros para ver al par que Olive tanto esperaba en la puerta, hablando con la señorita Patty. —Vaya, vaya. —expresaba la mujer con coquetería. —Sabes, Christopher, aquí todos nos sentimos padres de tus niñas y yo soy una de sus madres. Y dado que tú eres su padre... nosotros seríamos... una pareja.
Olive y Kovy fruncieron el ceño al percibir la situación, y se voltearon a ver al otro con confusión, dándose cuenta en ese momento que aún se encontraban muy cerca uno del otro. Kovy la soltó de improvisto, haciéndola caer al suelo por inercia.
—¡Au! —soltó Olive al caer de trasero. Kovy hizo una mueca al ver su error y se apresuró a ayudarle a levantarse.
Christopher vio eso como la mejor escusa para salir de la conversación, o insinuación, que tenía con la Srta. Patty, y fue en el rescate de su hija.
Cuando Olive se encontró por fin en sus pies, le sonrió grandemente a su padre y lo envolvió en un abrazo que le sacó una sonrisa al hombre. La menor se separó y dijo:
—Papá, él es Kovy. Kovy, él es mi padre. —introdujo formalmente la castaña, apuntando al chico detrás suyo.
Kovy sonrió educadamente y, acercándose más al grupo, le tendió la mano al adulto.
—Un gusto, Señor.
—¿Qué tal, Kovy? —sonrió Christopher al conocer finalmente el amigo del que tanto hablaba su hija en sus llamadas semanales. —Pensábamos ir a almorzar. ¿Quieres acompañarnos?
—Oh, se lo agradezco mucho, pero tengo que conducir el siguiente grupo. —señaló sus alrededores, para referirse a la clase de baile.
Olive se cambió y se despidió de su amigo, la Srta. Patty y, con un escalofrío recorriéndola, de Nona. Y se unió a su hermana y padre para poder llegar a la cafetería de Luke, donde encontraron a Lorelai sentada en una de las mesas.
—Hola, ¿dónde estaban? —saludó la mayor de ojos azules cuando los vio.
—Fuimos por Olive a su clase de baile. —sonrió Christopher. Lorelai frunció el ceño un momento, confundida, pero lo deshizo al comprender lo que realmente debió pasar.
—Oh, cierto tenías ese... ese ensayo o lo qué sea que sea. —rio nerviosa al no encontrar bien el terminó. Olive le sonrió y tomó asiento a su lado.
Christopher se sentó frente a ella y, a los segundos, su teléfono empezó a sonar. Lorelai le señaló el famosos cartel de 'no teléfonos' en el corchete del restaurante, pero él la ignoró.
—¡Emily! —exclamó al contestar. Olive y Rory se miraron con sorpresa, saludando en voz alta, esperando ser escuchadas por su abuela del otro lado de la línea. —A decir verdad, estoy sentado aquí con tus chicas. Claro. Quiere hablar contigo. —le dijo esto ultimo a Lorelai, tendiéndole el celular.
Contestar ese teléfono provocó que los cuatros se encontraran la noche siguiente en la entrada de los Gilmore en Hartford. Esa noche, Rory y Olive conocerían a sus abuelos paternos, gracias a la invitación de su abuela a la pareja.
—Por Dios, ya llegaron. —dijo Emily Gilmore al verlos entrar al recibidor. —Oh, mírate, Christopher. —sonrió grandemente al verlo. Ambos se abrazaron.
—Emily, estás perfecta, como siempre. —sonrió Christopher.
—Me alegra tanto verlos. No oí el timbre.
—No tocamos el timbre. —le dijo Lorelai.
—¿Abrieron ustedes? —Emily la veía completamente anonada. —Sueles tocar.
—No desde que nos diste una llave. —levantó el conjunto de llaves, entre las que destacaba la llave de la entrada.
—Pero era para emergencias. —protestó Emily.
—Me muero de hambre. ¿No te parece suficiente emergencia? —trató de reír Lorelai. Emily inhaló con fuerza, ahorrándose lo que realmente quería decir.
—Pasen. —señaló el corredor. —Richard está en la sala de estar. Se muere por verte, Christopher.
El grupo se movió hacia el salón, donde encontraron a Richard Gilmore.
—¡Ya llegaron! —exclamó con regocijo. Olive podía asegurar que recibía a aquel viejo amigo de la infancia.
—Hola, abuelo. —saludaron las hermanas.
—Hola, niñas. —correspondió el hombre. —Lorelai. —sonrió al ver a su hija, pero rápidamente su atención fue opacada por el hombre del momento. —Christopher, querido, ¿cómo estás? Dios mío, qué alegría verte.
Christopher le sonrió. —¿Qué tal tú, Richard?
—Mejor que muchos. No tan bien como algunos.
—Y enojado con todos. —agregó juguetonamente, el más joven. Richard rio.
—Estás en lo cierto, jovencito. —se movió hasta el carrito de bebidas, el cual descansaba como usualmente al costado del lugar. —He preparado Martini. Bueno, Christopher, cuéntame sobre tu empresa.
—Oh, Richard, deja al pobre chico en paz. —exclamó Emily, tomando asiento en uno de los sofás.
Richard le tendió a Christopher la bebida, y ambos se dirigieron a sentarse. —¿Qué? —expresó el Gilmore con inocencia. —Solo quiero saber qué tal va todo.
—Me va genial. —contestó Christopher. —Temo arruinar todo al decirte lo bien que va.
—Eso es fantástico. Siempre supe que tendrías éxito. Tienes un toque de grandeza, como diría mi madre. Siempre tuviste ese toque de grandeza.
Lorelai carraspeó. —Quisiera otro toque de grandeza, si no les molesta. —expresó, levantándose de su lugar para ir por otro Martini.
—Oh, Richard, ¿no te parece que las dos son idénticas a Christopher? —le dijo Emily a su esposo, contemplando a Olive y Rory, las dos sentadas a cada lado de su padre.
—Solo espero que heredaran el talento comercial de su padre, querida. — sonrió Richard de acuerdo.
—Sé algo con certeza. Ambas tienen el talento musical de su padre.
Lorelai alzó ambas cejas en incredulidad, se enderezó. —¿Qué? —rio. —Esos dos, —apuntó a los de ojos azules. —no tienen ningún talento musical. Esa, —apuntó a Olive, en la esquina del sofá. —si tiene algo es porque se estuvo matando día y noche, día tras día. Era terrible los primeros años, tenemos una ventana rota que lo comprueba.
—¿Alguna necesidad de traer el vidrio roto a la conversación? —habló Olive, inclinándose para lograr ver a su madre.
—¿Recuerdan cuándo tenían diez y nos prepararon ese adorable espectáculo? —sonrió Emily enternecida con el recuerdo.
—¿Qué espectáculo, mamá? —le preguntó Lorelai, confundida.
—Lucy, Schroeder, tú recostada sobre la mesa. —enlistó Christopher las palabras claves de la anécdota.
—Tú fingías que era un piano. —lo apuntó Lorelai al caer en cuenta. —Dios, ¿qué tuvo de memorable? —preguntó a su madre.
—Que fue una obra maravillosa. —defendió Emily. Olive sonrió detrás de su vaso, su abuela se encontraba en un estado de animo completamente encantador.
—No sé si fue una obra. Cantamos una sola canción. —le dijo Lorelai entre risa.
—Suppertime. —recodó Christopher el nombre.
—¿Tú la escribiste? —indagó Richard. —Me encantó.
—Papá, es de You're a Good Man, Charlie Brown. Es un musical famoso. —rio Lorelai.
—Creí que la había escrito Christopher. Es un hombre de muchos talentos.
Lorelai y Christopher se miraron, él viéndola altivamente mientras que ella rodaba los ojos por la manera en que su padre lo alababa. El timbre sonó.
—Han de ser Straub y Francine. —dijo Emily, levantándose a atender la puerta.
—Te toca. —le susurró Lorelai a Christopher con burla.
—Hace años que no veo a tus padres. —comentó Richard. —En una época, éramos inseparables. —se levantó de su lugar, igual que su esposa para recibir a los invitados.
—Esto es raro. —murmuró Rory cuando su abuelo se fue de la sala. —Son nuestros otros abuelos. Ni siquiera los conocemos. —se miró junto a Olive.
—¿Les tenemos que decir abuela y abuelo? —preguntó Olive.
—Llámalos como yo lo hago, idio-
—Christopher. —advirtió Lorelai.
—Perdón, mi corbata está tan apretada. —se quejó, removiéndose la prenda del cuello con incomodidad.
—Solo díganles Straub y Francine. —dijo Lorelai a su hijas. —O Sr. y Sra. Hayden. ¿Señor y señora? —dudó. —Mejor no les digan de ninguna forma.
—Miren quienes están aquí. —habló Richard, llegando a la sala de estar. Detrás suyo venía una pareja, una mujer castaña con traje azul, y un hombre canoso de barba.
—Hola, madre. Hola, padre. —saludó Christopher cuando los vio. Él, Lorelai y las hermanas Gilmore, se pararon para saludar.
—Christopher.
—Hola, Christopher.
Se acercaron los dos a saludar, la mujer, Francine, apoderándose de la corbata de su hijo para acomodarla correctamente en su cuello.
—Sr. y Sra. Hayden, tanto tiempo. —saludó Lorelai.
—Lorelai, luces bien. —le dijo Francine.
—Estoy bien, gracias. Recuerdan a Rory y Olive. Hace mucho que no las ven. —señaló al par de hermanas, situadas justo en medio de sus ambos padres.
—Así es. —concordó Straub.
—A penas y podían hacer oraciones completas. —agregó Francine.
—Así que pasaron solo dos años. —jugó Lorelai, tratando de ser graciosa, pero solo provocó un silencio incomodo que inmediatamente llenó. —Hablan mucho. Era un comentario humorístico conocido como chiste.
—Veo que no has cambiado, Lorelai. —comentó Straub.
—En absoluto.
Francine observó a ambas hermanas, una sonrisa cordial en sus labios bien pintados.
—Hola, Rory. Hola, Olive.
—Hola. —saludaron las dos al unísono. Se volvieron a verse con nerviosismo, y giraron su atención de vuelta a la pareja frente a ellas. —Hola. —volvieron a decir a al vez.
Richard y Emily se miraron. —Straub, Francine, ¿quieren un Martini? —ofreció el hombre.
—Por favor. —aceptó Straub.
—Cuéntanos de la vida de jubilado. —le dijo Richard.
—Si, cuéntanos de las Bahamas. —animo Emily.
—Allá puedes comprar toda una isla con lo que cuesta una buena casa. —rio el hombre, tomando el trago que Richard le ofrecía. —¿Y tú, haz pensado en jubilarte? —le preguntó.
—Straub, ojalá puedas convencerlo. Yo ya me di por vencida. —comentó Emily
—Estamos muy contentos por el éxito de Christopher en California. —le dijo Richard al padre del mencionado.
—Si, le tomó tiempo. Esperemos le vaya bien. —dijo Straub.
Rory carraspeo, llamando la atención de los adultos.
—Straub... Sr. y Sra.... ¿La están pasando bien... Aquí... Ustedes dos? —tartamudeó un poco.
—Eh, sí. ¿Les agrada Hartford? —cooperó Olive, en ayuda a su hermana.
—¿Qué edad tienen? —preguntó Straub, sin responder a ninguna de sus preguntas.
—Dieciséis. —contestó Rory por las dos, con más firmeza esta vez.
—Peligrosa edad para las niñas. —dijo el hombre. Lorelai podía ver claramente la indirecta, pensando cómo su martini se había vuelto tan interesante de repente.
—Amabas son unas niñas muy especiales. —desvió Emily. —Rory es una excelente estudiante, maravillosas calificaciones. Olive hace todos los hobbies que te puedes imaginar, el que sea.
—Deberías hablar con ellas. —habló Richard. —Si compites contra ellas, perderías dinero. —Olive casi ríe al recordar cómo fue ella la que perdió dinero la última vez que apostó.
—¿Ah, si?
—Claro.
Los cuatro adultos se volvieron a ver la par de hermanas. Rory frotó sus rodillas descubiertas con nerviosismo al ser el centro de atención, y de giró a su hermana en busca de ayuda. Olive abrió y cerró la boca, totalmente en blanco.
—Yo... —dudó la castaña. —Le queda muy lindo el azul. —terminó por decir hacia Francine, quién le sonrió en agradecimiento.
—Bueno, parece que mi dinero está a salvo. —dijo Starub a Richard. Olive frunció el ceño, confundida. ¿Eso qué quería decir?
—Odio al presidente Bush. —Todo mundo se giró a ver a Lorelai en cuanto hizo esa declaración, sacando exclamaciones de sorpresa y confusión a los presentes. —Es estúpido. Tiene la cara muy pequeña para su cabeza. Quiero que se vaya.
—Es el líder de nuestra nación. —replicó Straub.
—Ignorarla. —murmuró Richard.
—"Tiene la cara muy pequeña para su cabeza" ¿Qué quiere decir eso? —dijo Francine.
—Tu hija sigue siendo tan descontrolada como siempre. —le dijo Straub a Richard.
—Por favor, papá, seamos corteses. —pidió Christopher.
—A propósito, ¿Qué has hecho de tu vida? —siguió el hombre, mirando a Lorelai. —Aparte de odiar a empresarios exitosos.
—¿Por qué no pasamos al comedor? —trató de intervenir Emily.
—Administro un hotel cerca de Stars Hollow. —le respondió Lorelai al padre de Christopher.
—¿En serio?
—Si.
—Me alegra que hayas encontrado tu vocación. ¿Tienes la vida que habías deseado tener?
—Así es.
—Tal vez no deberías usar un tono tan altanero cuando anuncias al mundo que trabajas en un hotel.
—Mi trabajo no tienen nada de malo.
—Me duele la cabeza. —murmuró Francine.
—Richard, por favor condúcenos al comedor. —trató de hablar Emily.
—De haber ido a la universidad como tus padres, y nosotros para Christopher, querían, hubieras obtenido algo mucho mejor que un simple puesto de servicio.
—Alto.
—Me importaría un comino si arruináras tu vida si no arrastráras a mi hijo.
—¿Por qué no van al otro cuarto? —Lorelai miró a sus dos hija, los dos pares de ojos tan diferentes viéndola con nerviosismo ante la tensión del lugar. Ambas se vieron mutuamente, y salieron de la sala.
—Coincido con Christopher en que no haya que olvidar la cortesía. —habló Richard. —Ambas cometieron un mutuo error hace muchos años. Pero han crecido desde entonces.
—¿Un mutuo error? Esto es una ridiculez. —rio Straub sin gracia alguna. —¿Se supone que nos sentemos aquí como han gran familia feliz y olvidemos lo que estos dos hicieron? No me importa cuan buenas algunas sean esas niñas o si se saben los colores primarios. Nuestro hijo debía ir a Princeton. Todo hombre Hayden a ido a Princeton, incluido yo. Pero Christopher rompió la tradición. Es una humillación que debemos soportar. Todo porque tú lo sedujiste y arruinaste su vida. Tuvieron a esas bebés y acabó con su futuro.
Richard no pudo soportarlo más.
El Gilmore tomó con fuerza el brazo del hombre sentado a su lado. El hombre que antes había llamado amigo estaba ahora sentado en su sala, en su hogar, hablando estupideces sobre su hija, su familia.
—Disculpate con mi hija. —ordenó, levantándose de su asiento y llevando al otro hombre con él.
—¿Disculparme? Es ridículo.
—¿Cómo te atreves? —Richard lo tomó de las solapas de su saco, sacudiendolo con furia.
—¿Richard, qué haces? —exclamó Emily con horror.
—¿Cómo te atreves a insultar a mi hija? —bramó Richard, rojo de la irá. Christopher tuvo que levantarse para separar a ambos hombres. —Debería darte vergüenza provocar esto.
—Toma tu cartera, Francine. —le dijo Straub, sacudiendo su saco cuando Christopher logró que Richard lo soltase. —¡Nos vamos!
—No se van, ¡Yo lo echo!
Richard salió a su estudio, la cólera ardiendo en su ser. Y la pareja Hayden se fue, Emily siguiéndolos. Dejando a Lorelai y Chris en la sala, solos, tal y como había pasado dieciséis años atrás.
°*• ❀ •*°
Rory y Olive estaban en la cocina, refugiadas de los gritos de los adultos. Mantuvieron un silencio casi abrumador durante ese tiempo, hasta que su abuela hizo acto de presencia, como señal de que todo había acabado.
—Allí están. Me preguntaba dónde estaban. —sonrió al verlas.
—Perdón. —murmuró Olive, su mirada baja.
Emily se detuvo a lado de la mesa, donde ambas hermanas estaban sentadas. Poseían un aspecto deprimido, triste. Suspiró.
—No hay nada que perdonar. —les aseguró. —¿Quieren comer algo? —Rory alzó el emparedado que se había preparado en un intento de distraerse. Emily alzó una de sus cejas y se volvió a ver cómo Olive no tenía un sándwich. —Eso no es una cena.
Emily Gilmore se movió hasta el refrigerador, sacando los restos del pollo de días atrás, dispuesta a calentarlo para que sus nietas cenaran.
—Ha sido una noche muy agotada.
—Ya lo creo.
—Pero no muy agradable.
—Nop.
—No significa nada.
—Lo sabemos.
Emily suspiró. Las respuestas cortantes y vacías de parte de sus nietas solo la destrozaban más.
—En el fondo Straub es un hombre muy bueno e inteligente. Fue el mejor abogado en su especialidad. Un aspecto muy enigmático del derecho internacional. Y siempre a participado mucho en su comunidad. Nunca deja de hacer obras caritativas... Oh, por Dios. ¿A quién quiero engañar? Ese hombre es un idiota. —Olive y Rory rieron al escuchar a su abuela. Emily dejó de servir el pollo en los palitos que había sacado y tomó asiento en el banquillo solitario a lado de las hermanas. —Sé que está noche han oído hablar de varias desilusiones. Y sé que han escuchado el mismo tema antes. Pero quiero decirles, a las dos, —recalcó, mirando a ambas a los ojos. —que ustedes, su existencia o presencia, nunca, ni siquiera por un instante, ha figurado en esa lista. ¿Me comprenden?
Olive y Rory sonrieron. —Sí
—Bien. —sonrió Emily. —Ahora coman. —les tendió los platos a cada una. Y al entregarle el suyo a Olive la miró con severidad. —Todo.
°*• ❀ •*°
La mañana siguiente, Lorelai podía sentir como algo le faltaba, como algo no estaba en su lugar. Y tal vez podría tratarse de la culpa que sintió después de haber dormido con Christopher en su viejo balcón de la infancia, pero estaba casi segura de que no se trataba de eso. ¿El desayuno? No, ella no cocinaba. ¿Lavandería? No, lo había hecho el viernes pasado. El viernes pasado... Viernes. ¡Viernes!
Con rapidez se levantó de su cama, tomando sus pantuflas y la primera chaqueta que encontró. Corrió por las escalera, causando un estruendo en todo el lugar. Christopher gimió desde el sillón por el ruido, y Olive asomó su cabeza por la puerta de su habitación, viendo como su madre salía despavorida a la puerta de enfrente. Cuando la de ojos marrones estaba decidida a volver a dormir, escuchó como, desde el exterior, el cuerpo de su madre chocaba con algo en el pórtico, haciéndola quejarse al golpearse con el piso.
Olive corrió a su encuentro en preocupación, viéndola tirada obre una bicicleta en el porche.
—¡Olive! —gimió Lorelai, sintiendo como el manubrio de la bicicleta se clavaba en sus costillas. —¡Tu bicicleta!
Olive frunció el ceño, confundida. Pero se acercó a ayudarle a levantarse. Lorelai se puso de pie, y tratando de arreglar su respiración, apuntó al vehículo individual rumbado.
—Guarda tus cosas en la parte de atrás. —regañó, antes de salir corriendo, al recordar que había dejado a Luke plantado el día anterior cuando habían quedado en pintar la cafetería.
Olive vio como su madre se alejaba con prisa. Y, confundida, vio la bicicleta aún en el piso. Se trataba de una bicicleta amarilla, con una canasta blanca al frente del manubrio y unas flores de manzanilla dentro de esta. La levantó, analizándola, tratando de reconocerla. Pero su ojos captaron un pequeño papelillo aplastado, seguramente por el cuerpo de Lorelai al caer. La tomó y desdobló, en un intentó de alisarla para leerla. Sonrió grandemente al ver las palabras plasmadas.
Evita los árboles. Y los ríos.
—T.
✧
•. ° . .
. . . *. • . • . . • ° .
*
. °
✧
•. ° . .
. . . *. • . • . . • ° .
*
. °
Hellou
Cómo les explico que las primera seis mil palabras son solo los primeros cinco capítulos del episodio. Equis.
El otro día estaba releyendo el capitulo 009 donde se supone es el baile de Rory y me di cuenta que Dean literalmente le dice a Tristan que lo matará. Bros, algún maestro debió ver algo, digo, llamar a Lorelai y decir que Rory trajo un invitado que amenazó de muerte a un alumno. Dean debió ser vetado en ese momento.
En fin, quise expresar mi frustración con mi bebé.
Ahora sí, ¿qué les pareció el capitulo?
¿Qué opinan de la relación de Olive con Christopher? Tal vez pude poner más ahí, no sé. Pero suerte que veremos a ese hermoso hombre de nuevo.
¿Y qué piensan del regalo de Tristan?
Se dieron cuenta que Kovy aún no sabe sobre Tristan...? 👀
Y son todas la preguntas jsjsjs. Nos leemos en el próximo capitulo. Chau!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top