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Nunca imaginé comenzar desde cero, sin ningún indicio de mis habilidades.

Yacía admirando los cadáveres, observando lo que había hecho, lo que mi instinto me dictó. Los seres vivos lucían extraños, con una vestimenta diferente a mi cuerpo desnudo, con un aspecto que nunca había visto antes.

Respiro profundo para procesar todo, y de pronto una visión viene a mi mente. Un recuerdo sobre mi ser. Observé a una mujer dándome su propia sangre para alimentarme, y hasta ahí terminaba aquel recuerdo. No sabía quién era la mujer, pero su aspecto daba por hecho de que era muy hermosa, piel blanca y cabello rojizo claro, ojos verdes esmeralda, labios rojos perfectamente carnosos; ella se cortaba la mano para darme de beber. Ese fue el primer acercamiento a la sangre.

En ese momento, sentí que debía de descubrir más de esa vida que alguna vez tuve. Necesitaba una señal para recordar otra cosa más.... De pronto, una voz se escuchó en todo el bosque nocturno, y entonces un minúsculo rayo de luz apareció a lo lejos.

—Mia, ¿eres tú? —escuché la voz que provenía de aquella luz.

— ¿Así me llamo? —respondo al voltear para ver el paradero de tal voz.

—Yo te conozco desde tu creación —la voz hizo eco.

— ¿Enserio?, ¿cómo es que he llegado aquí?

—Lo descubrirás —la voz misteriosa cada vez se acercaba más.

Entonces una luz divina ilumina a un ángel con una espada impresionante que baja del cielo para observarme más de cerca.

— ¡Esa luz quema mis ojos! —me retuerzo de la incomodidad que me provoca la iluminación celestial.

—Oh, lo siento. No quise hacerte daño. Olvidé que te quemas con la luz solar —el ser me dice dulcemente. Tenía una mirada enternecedora.

— ¿Quién eres?, ¿le tengo una debilidad a la luz?, ¿dónde estoy?

—No te desesperes por encontrar la respuesta a tus dudas —me calma con su voz angelical. La voz más bella que mis oídos captaron como una melodía de varias arpas afinadas tocando al unísono.

—De acuerdo, entonces... Me llamo Mia, y tú eres... —pregunto, ciertamente no sabía ni siquiera mi propio nombre.

—Miguel, mi nombre es Miguel. Vengo a protegerte.

— ¿Qué?, no necesito protección, estoy bien —frunzo mi ceño con una minúscula expresión de fastidio. No me gusta que alguien me proteja, no soy ese tipo de ser inútil.

—Enserio, porque ya va a amanecer —Miguel señala al horizonte, ignoro su advertencia, y proseguí con mis cuestionamientos:

— ¿Amanecer?, ¿qué es eso?

De repente siento un calor insoportable en mi espalda, y al darme vuelta para ver que era, me di cuenta de que una luz estaba rozando mi piel, y que lentamente subía hasta llegar a mi rostro. Entonces me di cuenta de que mi cuerpo estaba quemándose, mi piel se sulfuraba como si fueran unas brasas ardientes.

— ¡¡DETÉN ESTO, POR FAVOR!! —chillé con desesperación.

Por consiguiente, Miguel se puso enfrente de mí, en donde me estaba dando el sol, y me envolvió con sus alas, dándome una apacible sombra.

—Ves, te dije que vengo a protegerte, pero de ti misma —su voz angelical retumbó en mis oídos.

—Bien, creo te haré caso. Quiero saber más —asentí, sintiendo la tranquilidad de la oscuridad que me proporcionaba Miguel.

—Tranquila, sólo una cosa a la vez.

Miguel me tomó entre sus brazos y me llevó a una cueva oscura, volamos a una velocidad increíble lejos de los cadáveres, él me cubría de la luz del sol que se postraba en los cielos con sus grandes alas celestiales. Estaba desconcertada por mi debilidad a la luz, solamente las sombras eran un lugar pacífico para mi existencia.

—Estarás bien en este lugar —él me bajó de sus cómodos brazos.

—Eso espero, sólo la oscuridad me da tranquilidad —suspiré, admirando el interior de la cueva.

—Debes de ocultarte de los humanos, a ellos no les agrada lo desconocido.

— ¿Qué son los humanos? —me sorprendí. Nunca había escuchado sobre ellos.

—Son creaciones de Dios, él los creó a su imagen y semejanza —dijo con una especie de brillo en sus ojos azules claros.

—Dios... —recordé por un momento. La visión estaba por pasar en mi mente, cuando Miguel interrumpe mis pensamientos profundos.

—Eso que devoraste hace un rato, eran humanos. Aquellas criaturas llenas de sangre, tu deseo más inquietante —Miguel dijo, mientras yo pensaba en la sangre, en ese líquido que me cambió por completo.

Miré la espada lumínica de Miguel, era hermosa pero peligrosa. Quise tocarla para admirarla; y al instante de tocarla mi mano se hizo cenizas, grité de dolor, nunca había sentido un dolor pavoroso, peor que el dolor que sentía al ser tocada por la luz solar. Por fortuna, mi mano se regeneró al instante.

— ¡Qué es esa cosa!, ¡¡ME PULVERIZÓ MI MANO!! —jadeé expectante a lo sucedido.

—Ahhh —rio un poco—. Es mi espada, es el arma más poderosa de este universo.

—Lo noté, casi me destroza una mano —dije entre enojo y dolor—. Entonces qué haces aquí, ¿por qué me ayudas? —miré profundamente a sus ojos.

—Porque necesitas ayuda más de lo que piensas —él se acerca lentamente para posar su mano sobre mi hombro, como símbolo de empatía—. Tienes un propósito Mia, uno que descubrirás por tu cuenta. Yo sólo estoy para guiarte por tu camino forjado.

Miguel podría ser a veces extraño, pero tiene un puro corazón. Él solamente quería ayudarme a descubrir mi ser. Lo cual a veces me aterraba, a veces nunca te llegas a conocer del todo, y eso es la peor sensación del mundo.

—Bueno, en estos momentos aprendí que me alimento con sangre humana, que me quemo con el sol, que me hago cenizas con tu espada, y que puedo regenerar mis heridas. ¡¿Qué más me espera?! —dije irónicamente, lo que pasó ciertamente era un nuevo descubrimiento sobre mi ser.

—Una larga vida por descubrir más cosas. Esto sólo es el principio —él me respondió.

—Lo entiendo —sonreí minúsculamente—. Tengo que... que... —se me habían ido las palabras por un momento. No podía procesar todo.

—Tranquila, estarás bien. Solamente tienes que escucharme. Te ayudaré en todo lo que necesites.

—Lo que necesito ahora son respuestas, Miguel —le dije, mirándolo desafiante, enserio quería tener no sólo una sino varias explicaciones para todo lo que me había pasado.

—Mia, es muy complicado todo, tienes que saberlo conforme pase el tiempo —me trató de tranquilizar.

—Sólo quiero saber por qué no sé nada de mí, por qué me quemo con la luz y con tu espada, por qué tengo una visión sobre una mujer dándome su sangre, por qué divagué en la nada para luego estar en un medio acuoso, y por último por qué me desperté en ese lugar —mis ojos de frustración fulminaron a aquel ángel.

—Te lo vuelo a repetir, Mia, —su voz me puso serena—, todo a su tiempo. Pero sólo te digo que eres el primer ser de tu especie.

—Bien, soy la primera —murmuré.

—Te describiré un poco, para que te conozcas a ti misma.

—De acuerdo, hazlo —dije mirando de reojo mis manos pálidas.

—Estas desnuda, tu cuerpo tiene forma de reloj de arena, tienes una piel blanquecina pálida, tus ojos son naturalmente de un color rojo carmesí como la sangre, tu cabello es largo, ondulado y de un tono rojizo oscuro, tus facciones son finas, tus pestañas son largas, y por último tus labios son delgados. Así o más claro sobre cómo eres —me dijo detalladamente, no podía mirar mi reflejo pero Miguel parecía describirme como si fuera un espejo, no se le escapó ni un mínimo detalle.

—Entiendo todo a la perfección —me quedé perpleja, solamente eso pude decir. De mis labios no salieron nada más que un silencio rotundo.

«Físicamente parezco un ser perfecto, divino. No soy como los humanos que maté, soy diferente, ¿qué clase de ser soy?» pensé.

Tenía una pequeña descripción de mi exterior, sólo que ahora tenía que descubrir mi interior. Y siento que eso será difícil, ya que a simple vista no se puede ver tales cualidades o defectos.

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