012. Michael Gray

Créditos a su escritora all-about-that-fandoms.

Título: No te vayas.
Advertencia: Ninguna.

—¡Michael! ¡Levántate, la tienda abre en una hora!

Gimiste adormilada, rodando más cerca del cálido cuerpo al lado del tuyo, cuando escuchaste el grito que siguió de una serie de fuertes y exigentes golpes en la puerta.

Sentiste que un brazo te rodeó la espalda y se acurrucó aun más a tu alrededor, acercándote mientras apoyaba la cabeza en tu frente.

—Buenos días amor—saludó Michael, con la voz llena de sueño y devastadoramente ronca cuando lo sentiste estirarse un poco debajo de ti.

Empujando su pecho hacia adelante y extendiendo sus piernas antes de inclinarse, presionando un beso en tu cabeza. No pudiste evitar el gemido y el ruido de desaprobación que se escapó de tus labios cuando comenzó a retirarse de la cama, maniobrándote para que pudiera levantarse y prepararse para el trabajo.

—No te vayas—suspiraste, abriendo los ojos a regañadientes mientras estirabas tus propias extremidades cansadas antes de doblar las piernas y mirar a Michael.

Se puso de espaldas a ti, alejándose de la cama, dirigiéndose al baño.

—Tengo que hacerlo, Thomas me llama—afirmó, haciendo un rápido trabajo de su rutina matutina mientras te dejabas caer de espaldas, mirando al techo, escuchándolo moverse.

Después de unos minutos, te apoyaste perezosamente con un codo, usando tu mano libre para frotarte los ojos.

Cuando Michael salió del baño, todavía estaba en ropa interior, pero ahora tenía el cabello arreglado y parecía más despierto y alerta que tú.

Se acercó a la cómoda, sus dedos buscaron con destreza su ropa para el día, lo mirabas, sintiendo las mantas caer de tu cuerpo mientras poco a poco te sentabas por completo, parpadeando para quitar la pelusa que bloqueaba tu visión.

—¿Debes irte tan pronto? Tommy te mantuvo fuera anoche y luego insiste en llevarte tan temprano por la mañana... tal vez debería hablar con él—bromeaste a medias, mirándolo abrocharse la camisa.

Se puso los pantalones antes de volverse hacia ti, arreglando los botones, una sonrisa apareció en su boca.

—Dime amor, ¿hay alguna razón especial por la que llevas mi camisa?—preguntó Michael, acercándose a la cama, tus cejas se fruncieron en confusión.

Bajaste los ojos, acariciando la tela sobre tu pecho para inspeccionarla, reconociste el patrón y comenzaste a notar lo suelta que estaba la prenda.

—Oh—murmuraste, mirando hacia arriba para ver que Michael se había dirigido hacia un lado de la cama, extendiéndote la mano para agarrarte—. No estoy segura. Quizás anoche me sentí sola y encontré consuelo en la tela—sugeridor, sonriendo, liberando tu muñeca de su mano para poder envolver tus brazos alrededor de su cuello.

Sus propias manos se extendieron por tu cuerpo, sosteniendo la tela para cubrir tus caderas.

—Eres demasiado dulce, amor, demasiado dulce—declaró Michael, su voz era baja y ronca.

Presionó un beso en tu frente antes de dejar que sus labios rozaran los tuyos en un casto beso. Se apartó con su sonrisa todavía en la boca, guiñando un ojo cuando sus manos cayeron a sus costados y agarró su abrigo, poniéndose la chaqueta.

—Que tengas un buen día, volveré a buscarte para la fiesta de esta noche—recordó Michael, dirigiéndose a la puerta, lanzando un beso antes de que te dejaras caer de nuevo en las sábanas.

—Adiós, amor.

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