Entre sentimientos y nostalgias.
Y allí estaba él, sentado en aquel sofá viejo y polvoriento, con los ojos más abiertos que un par de platos, con la respiración pausada y tragando de manera pesada de forma que se sentía incómodo Pero al mismo tiempo impactado, pero... ¿Por qué? Bueno, ella estaba tan cerca que podía respirar cerca de su nariz. Podrían besarse pero él tenía límites, así que solamente la apartó y la sentó a su lado.
— ¿Que se supone que estás haciendo? — Preguntó con su áspera y madura voz a la chica delante suyo. Tocando su entrecejo suspiró y se puso de pie.
— No creo que debas de estar aquí... Por favor, vete.
Decía de la manera más paciente y amigable posible aunque ese acento alemán no ayudaba demasiado.
— Waldemar... Es solo que creí que tú y yo... En algún momento...— la muchacha fue interrumpida cuando movía los brazos para expresarse con algo de desespero. Él la tomó de los brazos desesperado.
— ¡Lo nuestro no puede ser, Celine! Para empezar, te llevo al menos unos veinte años de edad, tu apenas tienes veinticinco y créeme que no es lo más inteligente venir a desperdiciar tu vida con un tipo como yo — la soltó y la puso de pie tomando su pequeño bulto y llevándola a la puerta de su casa. Ella desesperada solo se sostuvo de una silla.
— ¡Para empezar son solo trece años! ¡Escúchame antes!— se detuvo aferrándose a quedarse. El más alto se agarró las caderas y la miró seriamente, de manera directa a esos ojos azules, grandes y cristalinos.
— ¿Que quieres, Celine, que quieres? — Ella le tomó del brazo y le miró con la respiración agitada.
— En serio, dame una oportunidad... ¡Quiero estar contigo y realmente no me importan las diferencias que podemos tener tu y yo!—
Schneider negó con la cabeza y solo se dió la vuelta para darle la espalda, se sentó en el sofá y se agarró la cabeza negando una y otra y otra y otra vez. Celine de sentó a su lado y le tomó de la mano con fuerza.
— Se que veniste nuevamente,¡Eso ya lo sé! ¡Y quiero que sepas que te quiero ayudar, si lograste estar sobrio tres meses podrás hacerlo cuatro, y luego cinco, y luego seis, y luego siete! — Besó su frente, sus mejillas, su cabeza, besaba todo lo que tenía al alcance de aquel hombre.
Era como si su corazón se desbordara, pareciera ser que llegaba a su límite. Era como si el vaso hubiera caído al suelo y se había roto... ¿Pero por qué se sentía así necesariamente? Para ser sinceros eran demasiadas cosas, su alcoholismo, decepcionar a Celine, estar en un círculo vicioso, su falta de empleo, sus despidos recurrentes, ¡Sus hijos, un amor al cual decepcionaba siempre, sus hijos, sus hijos! Y no hacía nada por ellos, por ninguna de aquellas personas que se suponía que amaba.
Inevitablemente el hombre lloró.
— Celine... Celine... No puedes estar con alguien como yo, si no puedo ni conmigo mismo ¿que te hace creer que podré con un romance? ¿Que te hace pensar que tú podrás conmigo? Tienes tanto por delante, tienes metas, eres joven, hermosa, talentosa...—
Arrugó la cara en impaciencia y se mordió la lengua.
— He roto tu corazón tantas veces que no tendrías por qué estar aquí... —
Celine le tomó de la mano y negó abrazandolo.
— ¿Por qué sigues aquí? No tengo nada que te pueda ofrecer... —
Ella tomó sus mejillas con dulzura, con suavidad... Con un amor que podría hacer reventar a un corazón como si se tratara de un globo lleno de aire que se acerca al calor.
— Dime tú, ¿Que te hace creer que tienes que hacer algo para merecer amor? — susurró la muchacha solo para después besar sus mejillas nuevamente. Lo hacía con una suavidad, con una cercanía, con un cariño y un calor en esos labios rosados y maquillados con algo de gloss sabor a fresas.
— Entiendo que te sientes atrapado... Está bien —
Susurraba y abrazaba su cabeza contra su pecho, acariciaba su cabello y besaba su frente una y otra vez. El mayor no podía evitar llorar como si se tratara de un niño.
— Se que lo has intentado, se que has fracasado y te doy gracias... — decia sin dejar de consolarlo con caricias y sus amores.
— ¿Por qué agradeces? Eso debería de hacer yo — dijo tragando pesado, su respiración era agitada y su vista estaba nublada.
— Gracias por permitirme estar en esos momentos difíciles, gracias por dejarme ver tus victorias y tus fracasos... El verdadero peligro de tus caídas es cuando crees que en serio eso te ha derrotado —
Murmuró a sus oidos y besó su oreja derecha.
— Quiero estar contigo y no me importa si "me mereces" como tu dices. — llevo su mano a la mano del rubio y entrelazó sus dedos, se veisnuna clara diferencia en tamaños, el Alemán era mucho más alto que ella evidentemente.
— ¿Que es antes de la misericordia? ¿Lo es acaso el amor? O ¿Quizá la misericordia es antes del amor? —
Preguntó apretando su mano con un poco de fuerza pero buscando dar caricias al mismo tiempo. El corazón de Celine ardía, era realmente doloroso verlo así de quebrantado, en todo el tiempo de conocerse, Waldemar siempre había Sido un hombre frío hasta los huesos, tan frío que quemaba como hielo cuando se topa con la piel desnuda.
— Una chica normal... Ni siquiera estaría aquí. Celine, a veces pienso que eres producto de mi imaginación a causa de la soledad. Si eso es cierto... Por favor nunca te desvanezcas... —
Dijo apretando su suave y pequeña mano. La muchacha negó y le abrazó de manera que atesoraba las lágrimas del varón.
— No lo soy, tonto. Yo me quedo aquí por qué creo en que todo se puede... Yo si creo que todo se puede.— Sonrió besando su nariz. Era como si ella nunca se cansara de besar ese rostro lagrimoso y enrojecido por el alcohol.
Los minutos pasaron, el hombre quedó dormido en el sofá y ella se levantó a preparar algo para comer, algo rápido y ligero. Mientras Schneider dió una vuelta en el sofá y cayó al suelo se puso de pie al notar el rico aroma que venía de esa cocina que parecía estar abandonada.
— ¡Despertaste! — Dijo la rubia dejando lo que hacía para ir y darle un abrazo.
— Ve a darte un baño y regresa, cenaremos juntos. — Sonrió como si nada hubiera pasado antes. Waldemar la tomo de el brazo antes de que ella regresara a lo suyo y con la poca sutileza y dulzura que tenía o le quedaba besó su cabeza en agradecimiento y confusión.
— ¿Por qué te quedaste? — preguntó mirándola con esa mirada sombría, afligida y entristecida, pero que al mismo tiempo tenía un pequeño destello de esperanza.
— Porque Él se quedó conmigo cuando nadie lo hizo. Porque el creyó en mi cuando nadie lo hizo, y lógicamente porque te amor y me gustas mucho —
Dijo sonriendo con suavidad y esa dulzura que la caracterizaba, era como una luciérnaga, más brillaba cuando más oscuridad había.
Confuso, el solo volteó los ojos entendiendo de quien hablaba.
— ¿Lo dices en serio? Creí que ya habías dejado todo eso atrás. —
— No puedo dejar a alguien que nunca me ha dejado a mi. ¡Ve a darte un baño! —
Volvió a lo suyo, nerviosa, con las mejillas rojas solo cerró los ojos para agradecer a aquel que siempre la oía.
Únicamente abrió sus labios cuando escucho la puerta del baño cerrarse y la regadera sonar y dijo: — Gracias porque sé que siempre me escuchas. —
¡Hola! Para avisar que está historia realmente es extensa, no la pienso dejar por ahora Pero espero que entiendan que la subiré en destiempos, es decir, no será cronológicamente. Más adelante quizás pueda empezar bien con la historia, es un proyecto en el que llevo trabajando. Eso es todo, ciao!
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