ᴛᴏᴍᴀɴᴅᴏ ᴇʟ ᴄᴏɴᴛʀᴏʟ

A sus veinte años descubrió un mundo dónde el sexo provisional no era tabú de conversación. El lugar lo recibió en una calurosa bienvenida sin ser juzgado, sin considerarlo raro al tener gustos sexuales poco ortodoxos en la cama. Demostrándole que quedaba corto en su apetito sexual y que existía una infinita variedad.

Conoció por primera vez la dominación y sumisión a su mayor esplendor, la sensación que transmitía la escena profana ante sus ojos le hacía enterrar sus uñas en el plástico de la silla. Solo estaba siendo un espectador anónimo en ese momento, su objetivo era saber si formaría parte del vulgo clan.

Gustoso, excitante, placentero, ese fue el sabor intenso y agradable que sintió en el instante que Cameron utilizó la suela de sus zapatos para masturbar a la mujer arrodillada y humillada en el escenario. Vio con determinación cómo permitió sin queja alguna que usara sus orondos senos. Escuchó sin problemas sus jadeos al momento que el dominante se posicionó detrás de ella, bamboleó y sacudió sus comestibles nalgas.

—Veamos pequeña perra, —dijo, observándola mientras la acechaba, miró al público sonriente por unos instantes y le pareció que se había olvidado de las cien personas sentadas frente a ellos—: muéstrales a nuestro generoso público lo buena que eres usando la boca.

Sus pulsaciones se aceleraron y el bochornoso lugar solo lo hizo estirarse en su lugar. Siendo su primera vez en el lugar, rodeado de otros espectadores anónimos que disfrutaban del show no le asustó en absoluto. A decir verdad, se imagino cubriendo el escenario él con su propio sumiso y utilizando todos los objetos colocados sobre la mesa. Sería un tipo intimidante, exigente pero romántico. Colocándose delante de su chico, tomando de su barbilla sin cuidado y restregar su polla sobre sus labios.

—Maldita perra fiel.

Instantáneamente un sin fin de recuerdos sobre el chico que siempre anhelo y se propuso a olvidar vinieron a él. Apretó la mandíbula al recordar que ese omega lo engatusó a su juego y él amablemente se dejó llevar. Rió. Es una mezcla agridulce, él siempre dijo que no había nadie quien le mandara pero al pisar el suelo en aquella mansión y tomar la mano de ese pequeño omega entendió su error.

¿Amor? ¿Inspiración? ¿Qué fue exactamente lo que le cegó para caer de rodillas delante de ese jovencito?

Justo en ese instante sus ojos presenciaron cómo la mujer llamada Alba se inclinaba para tomar del cinturón de su amo. Los recuerdos lo cegaron una vez más. Él recorriendo el pasillo tan largo por tercera vez de la tarde como parte de su tarea. Era un tímido alfa en ese momento qué; la bendita o maldita gravedad de ese instante, su cuerpo vibró al ver como la puerta del joven Jimin estaba abierta.

La punta de sus dedos hormiguearon al darse cuenta que anteriormente la puerta estaba cerrada. Dio un paso hacia adelante mirando cómo una tenue luz alumbraba en su interior y su agitado corazón retumbó al escuchar esa voz angelical tararear que para sus oídos fue un llamado. Quiso dar otro paso más para observar, sin embargo su lobo le interrumpió, diciéndose así mismo que no era problema suyo, alejándose apresuradamente.

Sin alguna duda siguió su camino. Las manecillas del reloj retumbaban en sus oídos, poniéndose aún más nervioso. Se convenció que aquello no era relevante si no fuera porque en todo el trayecto no dejó de pensarlo. Algo inquieto miró su reloj de mano, menos 10 para las 8, a esa hora se sirve la merienda. Aquello le hizo cambiar de humor, convenciéndose que para este momento el joven Jimin estaría en la mesa con los demás.
Su sorpresa fue cuando estuvo a un metro de distancia de la habitación y la puerta aún se encontraba abierta, trago saliva continuando sus pasos tratando de mirar hacia el otro lado los cuadros elegantes.

Pudo haber salido con éxito su plan sino fuera por esa voz, tan dulce que le llamó.

—Jungkook, ven. —crujió la madera bajo sus zapatos cuando se detuvo, giró su rostro lentamente teniendo en mente bastantes imágenes de cómo podía encontrar al pequeño Park con su dulce sonrisa, quizá vestido de marinero como era habitualmente pero se extrañó cuando solo podía distinguirlo bajo la oscuridad.

—¿Joven Park? —llamó esperando una respuesta de auxilio, su sangre bombeo por sus venas tan fuerte cuando un chillido suave se escuchó dentro. —¿Está todo bien? ¿Necesita ayuda? —Solo esperaba su permiso para entrar y auxiliarlo.

—Por favor no hagas un escándalo Jungkook, papá puede escuchar. Solo entra por favor, necesito de tu ayuda. —adelantó un pie y cuando solo vio la espalda de Jimin alejarse fue a reunirse con él; entró con cuidado.

Se veía bastante idiota al no captar lo que el chico caprichoso quería de él. Rió su actual yo, ahora con bastantes años viendo ese pasado no necesitaba una explicación para entenderlo. Continuó aquel recuerdo en su memoria. Comenzó a olisquear para encontrar al joven chico pero saltó cuando la puerta se cerró tras suyo, escuchando el click del picaporte. Sus instintos de supervivencia se activaron que cuando sintió una mano sobre su hombro se giró rápidamente para tomarlo del antebrazo y lanzarlo sobre la cama, quien fuera el tipo dentro de la habitación de Jimin sería golpeado. La luz del baño alumbró un rostro de porcelana con facciones delicadas, unos ojos color miel y unos labios rechonchos que conocía perfectamente bien; bajo su agarre estaba el joven Jimin.

—Vaya, has reforzado tu agilidad. —se quejó, cerrando un ojo por el dolor que generaba el agarre del muchacho.

—Discúlpeme. —dijo, soltándolo enseguida y alejándose lo suficiente al notar la completa desnudez bajo esa bata blanca—: Creí oírlo necesitar ayuda.

—Si, pero no que me lanzaras a la cama. No sabía que eres demasiado apresurado. —sobo la área lastimada mientras se ponía de pie riéndose por el sonrojo de Jungkook.

—¿Qué? No, me ha malentendido. Yo, yo creí que necesitaba ayuda.

—¿Y qué clase de ayuda creías? —pasó por su lado, importándole poco que estuviera más rojo que un tomate, entró al baño para ver si ha dejado marca—: ¿los alfas suelen ser así de salvajes?

Se sonrojó. —Me parece que no joven Jimin, suelen serlo cuando se encuentran amenazados o en peligro.

—¿Yo soy una amenaza? —preguntó el rubio.

—Por supuesto que no. —dijo apresuradamente dando vueltas tratando de no ponerse nervioso.

—Menos mal, sino te hubiese corrido de esta casa. —hablo detrás de él.

Se sentía nervioso ante su presencia pero aparentaba una calma profunda al escucharlo más cerca suyo, teniendo su aroma chocando en sus fosas nasales como una ola agresivamente ardiente, se le comenzó a dificultar pasar saliva. ¿Por qué actuaba de esa manera? ¿Por qué no podía moverse? ¿Por qué no podía apartar la mano del joven Jimin? ¿Por qué solamente sus ojos miraban en la dirección de cómo desabotonaba el primer botón de su camisa y sus manos no?

Se sentía malditamente dominado bajo esa mirada radiante, esos labios moviéndose que lo más probable era que articulaban algunas palabras, alguna orden. Por supuesto que sus oídos no eran obstruidos por algún objeto que le impidiera escuchar lo que la boca de Jimin escupía, pero su mente estaba tratando de procesar, que lo único que podía enfocarse era en las acciones de ese berrinchudo muchacho hacía en él.

Lo que le devolvió a ese momento fue su propio jadeo ante tal brusco movimiento. Dándose cuenta que tenía una cinta alrededor de su cuello y que era jalado por Jimin. Sus ojos se agrandaron al ver y sentir sus rodillas sobre el suelo, ¿en qué momento callo de rodillas?

—Me caen mal los tipos como tú. Torpes y pidiendo disculpas para todo. —jala con más fuerza de la correa hacia él.

La falta de aire en su garganta ante tan repentino y fuerte movimiento le hizo colocar las manos sobre el suelo para no caer de cara. Maldijo completamente exaltado.

—¿Qué? —articuló cómo pudo.

—Justo ahora no tienes las agallas de reprochar algo. —ríe. Sonaba como el tipo malo del cuento, algo contradictorio a su apariencia inocente.

Un niño lo estaba insultado ahora, un niño omega que era hijo de su maestro al que le prometió protegerlo.

—Manteniéndote al lado de mi padre como un pordiosero, sin escapatoria, sin un lugar a donde ir. —tira de la correa de nuevo—: ¿Qué tipo de entrenamiento te ha dado mi padre? Es como si no supieras el funcionamiento social.

Su maestro le había estado enseñando cómo actuar, cómo defenderse y preparándolo en cada aspecto. ¿Estaba mal? Jadeó al sentir el desgarre que la cinta ha provocado sobre la piel. ¿Por qué no podía levantarse? ¿Qué era esta tensión magnética?

Desvió la mirada de los labios que formaban un puchero y la cernió en sus brillantes ojos y el rubor en sus mejillas; jamás había visto esa expresión en él, tan brusca.

—Eres un perro ahora, mi perro... fiel.

Gruñó, su presente de ahora no ha dejado que alguien vuelva a llamarlo de nuevo así, nadie sabe su secreto que fue dominado por un omega y ese acontecimiento se lo llevará hasta la tumba.
Masajeó su sien, como si eso resolviera la sensación en el pecho que regresó o que esos recuerdos se esfumaran como el humo de sus cigarrillos.

Ahora Cameron tenía a la mujer hincada mirando al público con una expresión excitante, exaltada seria la palabra correcta para Jungkook.

—Vamos Alba, enséñales como tú amo te hace mojar. —dijo suavemente a la vez que buscaba algo entre la mesa.

Sus jadeos eran consecutivos, tan naturales que a Jungkook le sorprendió que el señor Cameron no hiciera nada para que ella se encontrara más excitada. Se tensó inmediatamente que Alba abrió las piernas mostrando el vibrador. Trago saliva al momento que las lágrimas rozaron sus mejillas coloradas.

—Escúchame Alba, quédate quieta.—sonaba eco en sus oídos las últimas palabras en su cabeza—: Mantente quieto Jungkook.

De nuevo regreso a ese momento tan abrumador. Ahora estaba fuera de su habitación detrás de Jimin, recordando que incluso le pareció un ángel en ese ángulo al bajar las escaleras. Toco su cuello, alejando el tacto enseguida, no era grave pero el ardor no cesaba, temía que dejara marca.
Este ambiente está como para una aclaración. Adelantó un pie y fue a reunirse con él; ¿Qué podía decirle? ¿Qué quería decirle? Pero ni siquiera puedo dar inicio a la conversación porque su maestro estaba justo en la sala sonriendo con su equipo de trabajo y Jimin se apresuró a bajar las escaleras.

¿Qué era esta rara sensación en el pecho? Inclusive ahora que todos estaban en el comedor, la señora y el señor Park. ¿Por qué no dejaba de acelerar sus latidos? Temía que se pudieran escuchar. Alejo sus dedos de su cuello, notando que tiene gotas de sangre sobre ellos, mira de reojo a Jimin que ríe de lo más natural a los chistes del viejo amigo de su padre. Sin pensarlo dos veces lamé, ruborizándose enseguida.

Estaba actuando raro, como si nunca antes había estado tan de cerca de un omega... dominante. No se quejo, nunca lo ha echo. Procede a devorar el platillo sobre la mesa como todos los demás pero con elegancia, cortando en finas tiras el trozo de sirloin.

¿Debería poner una cara normal como lo hace Jimin? ¿Mirarlo de la misma forma que lo hace? Que descaro, un omega tan joven teniendo actitudes maduras solo logra sacarlo de quicio.

Su vista está en Alba que está sobre la mesa boca arriba, desnuda y con Cameron entre sus piernas pero el reflejo de sus cuencas oculares solo muestran al momento que Jimin tomó la iniciativa de volverlo atarlo, jalándolo hacía el balcón mientras su madre estaba abajo en el jardín. Cuando le ordeno esconderse en el armario mientras su padre acomodaba el cuadro que estaba al lado.

Debió ser honesto en ese momento, aquel Jungkook de quince años estaba perdido en cuerpo y alma. Sería bueno que lo entendiera, que tratara de preguntar por qué cuando lo llamaba accedía, incluso cuando sabía lo que pasaría detrás de la puerta de su habitación él aceptaba. Torpemente el Jungkook de antes esperaba muchas cosas, que si lo volvían hacer que entendiera sus sentimientos por él. No por nada accedía.

Cubrió su cara con su mano derecha molesto, creyó que había dejado pasar esos momentos pero al verlo de nuevo desde la ultima vez fue como una ola caer sobre él. Park Jimin no era el que antes conoció, eso estaba claro y solo le hace molestar. ¿Qué había pasado con ese atrevido chiquillo?

Gruñó, levantándose de su asiento, era de los pocos que se quedaron sentados después de la finalización del show. Suspiro abrumado, encontrándose con el señor Sareth quien fue el que se presentó bastante serio mientras deslizaba una tarjeta sobre la mesa, él llevaba días buscándolo por lo que le dijo.

—Señor Sareth, un gusto. —se acercó al pequeño grupo de hombres que rodeaban al castaño.

—De momento, no parece que la edad te haya pasado factura señor Sareth —bromeó un tipo de piel morena, que para Sareth era sabedor de lo mucho que le preocupaba su apariencia.

—Un gusto Sharon —rió, tratando de ignorar el comentario de su viejo amigo.

Aún que si fuese otro momento, otro lugar, otra persona, no le molestaría que le llamen por Jeon pero Sareth le hablo sobre no llamarse por sus nombres reales en ese lugar, sería muy jodido si alguien conoce su identidad.

—¿Qué tal te pareció el lugar? Bastante amplio pero sabemos que no me refiero a los parámetros que abarca. —da un paso hacia él, alejándose del grupo.

—Veamos... —dijo, observando el lugar, y, entre las decoraciones de pared encontró a una chica de pelo corto, estatura promedio, parecía nueva como él en el lugar, tan inocente al rededor de depredadores. La vio extender el brazo, usurpando una de las cerezas que un mesero le ofreció, y la vio probarla con tanta delicadeza. Carraspeó, mirando a Sareth que estaba mirando en su dirección—: El lugar es acogedor y el show ha sido bastante entretenido—dijo, queriendo ser desapercibido.

—Se llama Cloe, es nueva y fue invitada por un amigo mío, solo vino a conocer y encontrar a un dom que la comprenda por qué no ha tenido la oportunidad de probar esto antes. —dice, cruzándose de brazos.

—¿Y por qué nadie se le acerca? Es bonita.

No se dio cuenta del cambio de conversación.

—Los tipos de aquí no les agradan mucho las personas vainilla. Gente que se necesita bastante tiempo y paciencia para conocer sus placeres y miedos. ¿Qué te puedo decir? Muchos están interesados en una pareja como Alba. —eleva los hombros—: no niego que es bonita, con ese vestido blanco y corto le da un look de una damisela en apuros que no podría resistirme.

—¿Y por qué no la invitas?

—Esto no es una cita Sharon, ni un lugar de citas.

—Veamos... —dijo, observándola, y, por ende, su polla se removió en las ingles y se desperezó.

—Si te interesa, invítale un trago. También eres nuevo aquí.

—¡Qué los nuevos se conozcan! —un amigo del pelinegro se interpuso en la conversación divertido.

En esa posición podía imaginar una buena figura bajo ese hermoso vestido. Su interior comenzaron a ronronear al darse cuenta de que estaba a punto de llegar con ella. Su olfato se agudizó, sus pupilas se dilataron, el cosquilleo de sus capilares se intensificó y la sensación que experimentaba es difícil de explicar.

Muchas cosas pasaron por su mente, Cloe es rubia natural, sus pómulos levemente rosados y usaba una fragancia frutal. Cloe era su tipo de chica, al menos que lo hace mirar dos veces.

Sin darse cuenta ya estaba al lado de la chica que giró para verlo, no pudo negar que sus ojos azules le cautivaron y que se apoderó de su ser al ver ante sus ojos una figura casi exactamente al chico que le abrió el apetito por ser dominado.

—Hola, mi nombre es Cloe, un gusto.

Incluso uso las mismas palabras de bienvenida cuando él dio un paso, incluso tuvo la misma reacción.

—Hola, mi nombre es Jimin, un gusto.

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