━━𝟎𝟑

Pasó el resto de la tarde allí recostada en la barandilla. A pesar de la hospitalidad que tuvieron con ella, Erial prefirió pasar el día alejada de la tripulación. Aunque les hubiera dicho que navegaría con ellos, su plan continuaba siendo el mismo. En cuanto llegaran al siguiente destino, desembarcaría con ellos y después se marcharía por su propia cuenta.

Sin compromisos, sin echarse de menos mutuamente. Sin ataduras al fin y al cabo.

Erial se dio la vuelta en la barandilla y se quedó de lado, dándole la espalda a la cubierta. Se aseguró de que su tridente estuviera bien aferrado a su espalda y se acomodó el brazo bajo la cabeza a modo de almohada. Tardó en encontrar una postura cómoda en la que no notase la tirantez de los puntos que tenía en el costado.

No obstante, estaba acostumbrada a dormir en sitios incómodos, y esa superficie le resultaba casi como una cama en comparación a otros lugares en los que había estado.

Un poco más allá, se respiraba un ambiente más calmado que cuando salió del consultorio. Franky estaba con Brook, Usopp, Luffy y Chopper jugando a algo, una especie de juego de mesa que no llegó a ver bien. Nami y Robin estaban en las tumbonas, en bikini, tomando los últimos rayos de sol del día. A Sanji y a Zoro hacía rato que se les había perdido la pista. Según les escuchó a sus compañeros, era de imaginar lo que cada uno estaría haciendo. Sanji estaría haciendo algo en la cocina, ordenando la despensa o algo por el estilo. Zoro, por su parte, estaría entrenando en la parte más alta del barco.

Law tampoco estaba integrado en el grupo que jugaba. Estaba a un lado, sentado en una sombra con la cabeza agachada. Llevaba un buen rato así, por lo que Erial pensó que muy seguramente se hubiese quedado dormido.

Se había dado la vuelta más que nada, para convencerse a sí misma de que no importaba qué pasase en ese barco. Qué más daba todo. Los perdería de vista en breve. Suspiró y cerró los ojos. Sin quererlo, la tranquilidad de la situación la llevó a quedarse dormida.

Ya sumida en un sueño profundo, Law despertó del suyo. Instintivamente miró por la cubierta en busca de la chica. Se la encontró ahí durmiendo, probablemente en el sitio más incómodo y más difícil de todo el barco.

Law se estiró discretamente y se fijó en que estaba atardeciendo. No sabía cuánto tiempo se habría quedado dormido, pero le había sentado de maravilla. No obstante, se quedó donde estaba un rato más. Era agradable tener un momento de calma a bordo de ese barco, no era muy normal.

Usopp celebró su victoria en la partida, interrumpiendo el silencio momentáneamente, y Luffy puso una mueca de fastidio por haber vuelto a perder. Law los miró, y tampoco supo a qué estarían jugando, aunque no le importaba.

El viento movió la capa negra de Erial, haciendo que su espalda quedase al aire. Con ella, quedaron al descubierto tanto la venda como sus tatuajes. Law se quedó mirándolos por más tiempo del que le gustaría, porque no acababa de entenderlos. Eran líneas sin sentido alguno. Se cruzaban y se cortaban entre sí y no empezaban todas desde los mismos puntos. Eran trazos erráticos sin mucho fundamento, casi como las rayas del pelaje de algunos animales. Se preguntó por un momento qué querrían decir esas marcas, por qué habría decidido tatuarse esas líneas.

Chasqueó la lengua por lo bajo, recordando las respuestas que dio a las preguntas de los mugiwara. Su prudencia tomó las riendas de la situación. Sentía curiosidad por Erial, la misma probablemente que el resto de los allí a bordo. Sin embargo, había ya varias cosas que no le encajaban.

Chopper dio por concluido el examen médico, pero Law intervino en ciertos momentos. Casi no se dijeron nada más allá de lo estrictamente necesario, pero el cirujano estaba seguro de que el reno lo había notado también.

Era cierto que no presentaba un cuadro como para estar tan sumamente desfallecida. Además, no parecía una chica débil precisamente. La cosa apuntaba claramente a que era poseedora de los poderes de una Fruta del Diablo, aunque no podían saber cuál hasta que ella no manifestara sus habilidades. Y su actitud evitativa en general, le daba mala espina a Law. Podría ser una fruta fácil de manejar, simple... O podía ser una fruta rara que, de decidir usarla, les trajera problemas.

Law apretó un tanto la funda de la Kikoku. Luffy y la gran parte de la tripulación eran muy confiados. Demasiado. Esa chica, aunque pareciese simpática, ocultaba algo. Y era demasiado obvio, incluso para Luffy. Lo que quisiera esconder, no lo escondía bien. Y, si Luffy y los demás optaban por confiar plenamente en ella sin dudarlo, Law sería quién se tomaría ese beneficio de la duda. Aunque no fuese su barco, él trataría de averiguar qué pasaba con esa chica, si era quien decía ser o algo malo, como una espía o algo similar.

Al fin y al cabo, estaba viajando con ellos en la misma nave.

Y había notado también que el espadachín de la tripulación, aunque respetaba la decisión de su capitán, no se había molestado en disimular tampoco su desconfianza hacia ella. Por lo que no era descabellado asumir que allí había algo muy raro.

Además de la Fruta del Diablo que posiblemente hubiera comido, su cuerpo presentaba ciertas cicatrices que, aunque no eran evidentemente de la gravedad de una herida abierta, sí debían de suponerle un estorbo importante.

Le habían vuelto a poner la ropa después de examinarla, habiéndola dejado en ropa interior. Creyó Chopper que era mejor para no hacerla sentir violenta al despertarse semidesnuda.

Pero antes de eso... sus piernas... Law se acordó de la imagen. Eran ya cicatrices, remanentes de algo muy lejano en el tiempo.

Pero tenía las piernas destrozadas.

Y su corazón no latía correctamente. Latía a un ritmo irregular y cambiante.

El mayor problema de todos los que notó en ella. Podía ser de nacimiento, o podría no serlo si tenía en cuenta todo lo demás.

Y sus tatuajes, pensó Law entonces, empezaban a tener algo de lógica si seguía con esa teoría.

Si Erial era realmente una simple viajera, lo averiguaría. No lo parecía, igualmente. Si solo se dedicaba a recorrer el mundo, ¿para qué tendría la necesidad de ir armada?

Law volvió a mirarla sutilmente.

Si era peligrosa... evitaría que pudiera siquiera desplegar sus poderes contra ellos.

Cuando despertó, se encontró en una pose extraña. Incluso antes de estar completamente desvelada y sin tener los ojos abiertos, supo que había vuelto a sucederle.

Estaba durmiendo cabeza abajo, colgando de sus piernas firmemente agarradas a la barandilla. Había veces que le ocurría y se maldecía a sí misma por ello. Era como si su cuerpo se hubiese acostumbrado a tal nivel a esa posición, que incluso ya le resultara cómoda.

Esperaba que nadie la hubiese visto, aunque en ese momento no había nadie en la cubierta. Y esperaba que hubiera sido así, al menos, todo el tiempo que hubiese pasado colgada como un murciélago.

Reparó después en que el ambiente estaba oscuro, no sabría qué hora de la noche sería. Chasqueó la lengua.

Su reloj biológico estaba hecho trizas. No sabía ni en qué momento del día vivía.

Suspiró, se agarró a la barandilla con las manos y dio un giro hacia atrás para bajarse al suelo. Le resultó insultantemente fácil a pesar de la altura y la oscuridad, tanto, que cayó como un gato, sin hacer el más mínimo ruido.

Se cercioró de que llevaba el tridente a la espalda, aún cubierto de telas negras. Cada día le molestaba más tener que cargar con él.

 Después fue a asomarse, para ver el mar y cómo el barco avanzaba.

No le dio tiempo siquiera a mirar hacia el cielo, como otras muchas noches hacía, cuando notó esa presencia a su espalda. Erial se apoyó con los antebrazos sobre la barandilla y se cubrió con el buff hasta por encima de la nariz.

—No es necesario que te pongas eso a cada rato —le dijo una voz masculina, profunda—. No tienes que ocultarte de nada. Ni siquiera de ellos.

—No tengo que hacerlo... Pero lo prefiero. Al menos esto me cubre, y evita que alguno de ellos me vea hablándole al aire —se quejó Erial—. Despertar sospechas es un tema... Y quedar como una loca, es otro muy distinto.

Los dos se callaron por un momento, hasta que Erial volvió a intervenir.

—Ahora vuelves... Ahora que estoy a salvo —le recriminó la chica—. Odio que hagas eso. Y lo sabes.

—Es cierto que... Bueno. Que quizá no debí desaparecer sin más —dijo él—. Pero es que me enerva que no pienses en las consecuencias de lo que haces. Has estado al borde de la muerte. Más que nunca.

—Y a mí me enerva que seas tan hermético —añadió Erial, disimulando el escalofrío que tuvo al oírle decir eso—. Que pretendas que haga cosas, sin saber qué cosas quieres que haga ni para qué.

—Ya te comenté en su día... —le dijo él, casi con miedo.

—¿Y eso es todo? ¿Una pista de mierda es todo lo que me vas a dar? —Replicó.

Él resopló. Erial prosiguió, decidida.

—No esperes que responda por nada si no me cuentas qué pasa —dijo—. Siempre lo has hecho. Pensar que puedes con todo, que puedes hacerlo todo sin siquiera dar explicaciones.

—Algo similar a lo que tú estás haciendo —contestó él, con un irritante tono sarcástico.

—Yo no estoy manipulando a nadie. Es más, pienso irme en cuanto lleguemos al próximo puerto.

—No son las palabras que yo usaría. Además, no vas a moverte de este barco —sentenció él.

Erial dio un respingo.

—¿Ahora vas a amenazarme?

—No te estoy amenazando. Te estoy advirtiendo. Olvida lo de abandonar esta nave. O yo mismo te haré imposible escapar de ella.

Erial soltó una risa entre triste e irónica.

—Esto es increíble...

—Sigues siendo una niña que no piensa...

—Y tú un estúpido fantasma que sigo sin saber por qué sigue persiguiéndome —protestó ella.

Fantasma dio un tirón de golpe. Erial lo notó, desde lo más hondo de su ser. Fue un tirón fuerte, aunque no lo suficiente como para moverla del sitio.

—Créeme, ojalá pudiera dejar de ir adónde tú vayas —se quejó—. Por desgracia, ese es el inconveniente de hacer una promesa.

—Por eso mismo me iré —intervino ella—. Me iré lejos, a cumplir la mía.

—Y sola.

—Sí.

—¿Cuánto tiempo más vas a seguir arrastrando eso? —Le preguntó Fantasma.

Erial no contestó.

—El mundo está plagado de gente. Gente buena y gente mala —le dijo de mala gana—. Y niña, no vas a poder evitar a la gente toda tu vida. Así son las cosas.

—No sabes lo que significó para mí...

—Siempre tienes la misma salida —dijo Fantasma—. Yo estuve allí. Yo lo vi, desde que le conociste, cómo creciste con él. A mí también me molestó. Al menos parecía estar enseñándote bien.

—Molestar... No es molestia lo que sentí. No puedes entenderlo...

—No eres la única, pero hablas como si lo fueras. Eres terca hasta el cansancio. No me conoces... No me conoces para saber cuál fue mi dolor...

—No te conozco porque no me lo permites —replicó Erial.

—Estos chicos podrían decirte lo mismo a ti. Todos y cada uno de ellos —contestó.

—No es necesario que sepan nada de mí. Ya te he dicho que me iré en cuanto pueda.

—Y por eso te importa tanto cubrirte con esa cosa, para que no te vean hablando al aire. Porque no te importa lo que piensen de ti —cortó Fantasma.

Esperaba que ella le contestase, pero optó por hacer como que no había escuchado eso último. Siempre lo hacía cuando una respuesta la descolocaba al punto de no saber qué responder ni qué excusa poner.

Al final, fue él quien decidió continuar, obviando ese inciso.

—Mi consejo, querida niña, es que aprendas a abrirte y dejar que te conozcan. Quizá así, haciéndome caso, decida abrirme yo. Ya te he dicho que no dejaré que abandones esta nave —sentenció Fantasma otra vez.

A Erial, la condición de Fantasma le pareció sumamente estúpida.

—¿¡Qué tiene que ver una cosa con otra!? —Protestó la chica—. ¿Qué quieres de ellos? ¿Por qué tengo yo que...?

—Al parecer, los dos queremos cosas diferentes —dijo él, interrumpiéndola deliberadamente—. Y hasta que tú no consigas la tuya, no podremos buscar la mía.

Ella fue a quejarse otra vez, pero se interrumpió a sí misma casi al momento, mucho antes de tener oportunidad de siquiera abrir la boca.

La presencia que notaba se desvaneció de un segundo para otro. Erial puso los ojos en blanco y dejó caer la cabeza sobre sus antebrazos, encima de la barandilla.

—Eso es, Fantasma. Vete. Vete sin haberme explicado nada. Es lo que mejor se te da.

—Oi, Erial —dijo una voz a su espalda, una voz femenina y serena.

La chica se giró. Reconocía esa voz aunque la hubiese oído muy poco.

Nico Robin se acercó a ella y tomó un lugar junto a la barandilla.

—¿Te encuentras bien? —Le preguntó.

Erial asintió.

—Sí... Tranquila —respondió, con calma.

Las dos estuvieron un momento en silencio, momento que no se hizo en absoluto incómodo. La presencia de Nico Robin era reconfortante por sí sola.

—Sanji ha preparado la cena —le dijo Nico Robin—. Si te apetece, puedes ir a comer algo. Estará encantado de servirte, y Chopper agradecerá ver que mejoras.

Erial se palpó el vendaje. Aún le dolía la herida y los puntos, aunque ya estaba más acostumbrada a la tirantez.

—Gracias... —dijo Erial suavemente.

Nico Robin hizo el amago de irse, pero se interrumpió a medio camino y volvió a llamarla.

—Erial, no temas hablar de lo que te preocupe, si lo necesitas. Que no te intimide que seamos piratas.

Erial miró intensamente a los ojos de Robin. La arqueóloga sonrió, como teniendo un sexto sentido que podía ver más allá de lo que veía el resto de la gente. La chica se dejó contagiar sin querer por esa serenidad y comprensión por un momento, aunque cuando fue a darle las gracias de nuevo, Robin se estaba marchando.

Lo único que alcanzó a hacer fueron algunos balbuceos que por suerte solo oyó ella misma, pero que la hicieron sentirse completamente estúpida.

Al cabo de un rato, todos los mugiwara fueron saliendo de la cocina. Luffy se daba golpecitos en la tripa, satisfecho con todo lo que había comido. Franky salió estirándose, y todos se juntaron en un punto para hablar sobre quiénes harían la guardia esa noche.

Law salió de la cocina y pasó por detrás del corro de mugiwaras, sin hacerles mucho caso. Se retiró del grupo y se sentó en una de las escaleras, apoyándose sobre los codos y recostándose sobre los escalones.

Erial se le quedó mirando, tal vez con demasiada persistencia, pero él no se dio cuenta.

Al final, el grupo terminó con Usopp y Robin asignados para montar guardia esa noche.

No obstante, no todos se fueron a dormir. Chopper fue el primero en marcharse, y poco a poco alguno más de la tripulación se le fue uniendo.

Nico Robin le dedicó una mirada de lo más amable a Erial, quién correspondió otra vez sin darse cuenta, aunque más bien con mucha sutileza. Después, se marchó hacia la popa y Usopp subió para situarse en un lateral de la proa.

Erial se quedó en el sitio, viendo desperdigarse poco a poco a la tripulación.

Antes de que la cubierta quedase completamente tranquila, Nami le preguntó si quería subir al dormitorio de las chicas y dormir allí, a lo que Erial se negó con cortesía. Nami lo aceptó y se despidió también de ella rato después. Por último, Sanji salió de la cocina, viéndola levemente iluminada por la luz del fino hilo blanco y menguante que esa noche era la luna.

Se acercó hacia ella y le preguntó cómo estaba. Erial no habló demasiado, pero no dejaba de sorprenderse con tantas preguntas hacia ella.

Law no entendió de qué hablaron demasiado bien, aunque tampoco fue mucho. Sanji se despidió de la chica y ella correspondió tímidamente. Cuando el cocinero se dirigía a la cocina, Law desvió la mirada con disimulo y se tapó un poco con la visera de su gorra, fingiendo que estaba dormido. Tampoco es que le hiciera demasiado caso al pasar por ahí, pero Sanji se percató de que había estado observándoles. No obstante, no dijo nada. Solo sonrió un poco para sí mismo, se acabó el cigarro, lo tiró al mar y entró en la cocina encendiéndose otro nuevo.

Erial se recostó en otras de las escaleras del barco y se quedó allí, mirando hacia las estrellas durante un buen rato. Resultaba rara la paz que le daba estar allí.

Cerró los ojos y soltó un largo suspiro, refunfuñando para sus adentros.

Si ahora estaba en la mar, viajando y viendo mundo, en vías de comenzar a cumplir su promesa y en una nave tan calmada... ¿Por qué se seguía sintiendo mal...?

¿Por qué sentía que dejaba algo atrás, sin resolver...? ¿Por qué le corroía esa culpa sin parar...?

En realidad, sabía qué era lo que se dejaba atrás. Sabía el por qué se sentía así. Y no quería admitirlo, aunque hubiera noches en que eso precisamente, la hiciese pensar demasiado. Lo veía venir. Esa podría ser más de esas noches en las que pensaba que aún no había terminado. Que todo seguía donde estaba antes, aunque ella no lo viera.

Aunque lo hubiera dejado atrás, la perseguía en sus pensamientos.

Y por muy lejos que se fuera, tenía la impresión de que nunca la dejaría tranquila.

Miró hacia el cielo con resignación y se obligó a mirar las estrellas, centrándose en ellas única y exclusivamente. En verdad, no sabía muy bien por qué seguía intentando eso. Cuanto más trataba de evadir el tema, más le costaba dejar de pensar en él.

Cambió de postura sobre los escalones varias veces en muy poco espacio de tiempo. Estaba sumamente inquieta. Ese nerviosismo la perseguía algunas noches. Últimamente era más frecuente. Y cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se llevó una mano al pecho y s eforzó a respirar con calma.

Se repitió a sí misma que no tenía por qué pasar nada.

Aunque una parte de ella no lo tenía tan claro. Y por otro lado, una pequeña vocecita en lo más hondo de su alma, empezaba a hacerse oír poco a poco. Vocecita que decía que no estaba arreglando nada así. Que eso no era lo que debería estar haciendo.

Tenía miedo.

 Law la vio ponerse la mano en el pecho y lentamente dejar de moverse de forma tan continua. Luego la vio mirar hacia el cielo de nuevo, y él miró también, preguntándose qué había ahí arriba que pudiese llamarle tanto la atención.

No había visto ponerse el sol, pero sí lo vio salir. No durmió el resto de la noche, y ese día se forzó a no caer en otra siesta similar para regular un poco su reloj biológico.

Se puso en pie y buscó a bordo del barco el mejor lugar desde el que ver el amanecer. Ahora que no había nadie sobre la cubierta, podría sentirse menos cohibida al moverse con libertad.

Obviamente, se había olvidado por completo de los mugiwara que se habían quedado montando guardia. Cuando subió a la zona de la proa, se sobresaltó al oír la somnolienta voz de Usopp a su espalda, dándole los buenos días.

Erial se giró de golpe y a Usopp le sorprendió haberla asustado tan fácilmente.

El chico se rió amablemente, tomándose la situación con humor, aunque se le notó también apurado.

—Vaya, lo siento Erial, no pretendía asustarte —le dijo.

Ella se llevó una mano a la nuca por dentro de la capucha.

—No, tranquilo, no pasa nada... —se excusó ella.

Erial se sintió abochornada pensando en la situación tan tonta que acababa de crear. Sin embargo, a Usopp no pareció importarle, o al menos no le pareció tan vergonzosa como a ella.

Se estiró y se puso en pie, bostezando sonoramente. Hasta Erial, a varios metros de distancia, escuchó cómo le crujieron algunos huesos.

—Se acabó... —dijo el francotirador, mientras se estiraba—. Estoy muerto de sueño.

Erial se giró momentáneamente hacia él y Usopp, con un caminar algo pesado, se despidió de ella y se fue a los dormitorios. La chica se despidió con la mano tímidamente, reflexionando acerca de la imagen que daba a la gente. ¿Realmente resultaba tan confiable a pesar de todo? ¿Les resultaba tan... accesible? No estaba muy segura de que esa fuera la imagen que más le interesase dar. Se sintió confusa, ya que ni ella misma sabía si era realmente cómo quería que esa tripulación la viera.

Casi se le olvidó con el desconcierto, el verdadero motivo por el que había subido a la proa. Había pensado en quedarse allí durante un rato, aunque al final se sentó en la barandilla y no se movió.

Uno tras otro, los mugiwara se fueron levantando. El primero fue Sanji, seguido muy de cerca de Zoro. Supo que habían sido ellos porque tardaron más en levantarse que en empezar a discutir. De pasada, Erial escuchó los insultos que el uno y el otro se dedicaban. No tenía demasiado contexto sobre la relación de esos dos, pero tampoco parecían tener una razón de peso para llevarse tan mal. En parte, no daba la sensación de que se llevaran así cuando se les escuchaba durante un rato. Y los insultos, no pudo evitar que le hicieran gracia, aunque algunos de ellos no los entendiera.

Agradeció estar alejada para que nadie la hubiese visto reírse con el espectáculo, a pesar de lo discreta que fue incluso estando sola.

Ya contentos con la cantidad de improperios que se habían dedicado, los dos procedieron a irse lo más lejos posible el uno del otro. Lo supo porque Zoro subió a la proa, pero no se acercó a ella cuando la vio. Ella le miró y se topó directamente con el oscuro color verde del ojo que aún tenía sano.

El espadachín la ignoró deliberadamente y se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la barandilla y poniéndose las manos en la nuca. Erial se sintió incómoda. Se podía palpar la desconfianza de Zoro a kilómetros, y por un momento no supo muy bien qué hacer.

Era como si se sintiese vigilada por ser una amenaza potencial, aunque aún tenía importantes carencias a la hora de luchar. Resultaba rarísimo el por qué parecía una cosa a ojos de una parte de la tripulación, y lo radicalmente opuesto para la otra parte.

Pensó que a lo mejor, que la creyeran una amenaza podría beneficiarla, en parte. Parecerles más fuerte de lo que en realidad era...

Quizás fuese mejor que no supieran que tenía más carencias peleando de lo que le gustaba admitir.

Llegó a la conclusión, después de todo, de que lo mejor sería no molestar a Zoro demasiado, a juzgar por su aspecto y su recompensa... y porque era el único junto con Law en mostrar abiertamente sus armas ante ella. Un paso en falso... y a saber lo que pasaría. Aunque igualmente, la tripulación daba imagen de no ser demasiado agresiva.

Era mejor tener precaución, hasta que pudiese abandonar el barco. No generar una mala atmósfera hasta que pudiera irse.

 La precaución, al fin y al cabo, era también lo que Fantasma le demandaba.

Resopló. Otra vez obedeciendo a Fantasma...

La voz del pequeño reno se escuchó en la proa. Erial se dio la vuelta y Zoro miró discretamente con el ojo entreabierto. Poco después, instó a Erial a seguirle hasta el consultorio y ella cedió.

 Zoro ni siquiera se molestó en seguirlos con la mirada y se olvidó del tema, decidido a echarse una siesta.

Chopper creyó que Erial no necesitaría llevar la venda por más tiempo, que lo conveniente sería dejar los puntos a la intemperie. A la chica no le hizo demasiada gracia, y aunque no se lo dijo a él, era como llevar una debilidad tan a la vista que solo le faltaba un cartel señalándola. Aunque al final tuvo que ceder.

El reno fue descubriendo poco a poco los puntos, desliando la venda. Erial se sintió muy rara una vez ya no la tuvo puesta. Se sintió más libre y al mismo tiempo, muchísimo más expuesta.

Acto seguido, Chopper le explicó la importancia de que no se le ensuciara para evitar infecciones, a lo que Erial prestó atención a trozos. Al final, lo único que entendió bien fue que el doctor le estaba diciendo que era mejor que se duchase cuanto antes, con todo el cuidado que pudiera.

En ese momento, Law irrumpió en el consultorio. A Chopper no le importó demasiado, aunque Erial sí parecía algo más molesta. Era la segunda vez que estaba en el consultorio y Law tenía que estar allí presente, por alguna razón.

Aunque en verdad no era molestia como tal, sino una sensación que nunca había tenido con nadie.

Chopper se dio cuenta de la tensión que destilaba el momento y procedió a ponerle a Erial una pezuña en la pierna, para calmarla.

—Tranquila, Erial, él también es médico —le dijo.

Se volvió para mirar al reno. Curiosamente, quién más pinta tenía de médico allí era Chopper... aunque ella no era quién para juzgar.

Law no dijo nada, como si ni siquiera una conversación que tratase específicamente sobre él le importase.

Chopper continuó hablando a Erial, la cual le dedicaba fugaces miradas a Law de la forma más discreta que sabía. Law lo hacía igual con ella, pero sus miradas no llegaron a cruzarse en ningún momento.

Al final, Chopper le dio una toalla y le dijo que subiera a darse una ducha. Erial obedeció, sin saber muy bien adónde debía ir. Cuando salió del consultorio, Chopper le indicó el lugar y Erial se fue, sin entender para qué Law había decidido estar presente durante ese pequeño lapsus de tiempo.

Chopper avisó a Nami, la chica que estaba más cerca, para que subiese con Erial. Nami la acompañó de buena gana y Law volvió a salir del consultorio cuando ella ya no estaba en la cubierta.

 En verdad, aquella intromisión tan rara también dejó pensando al reno, aunque no le dio demasiada importancia. Se metió en el consultorio y durante un buen rato, no se volvió a saber más de él.

Erial no salía de su asombro con unas cuantas cosas. Lo primero, lo servicial que era esa tripulación. O al menos, una parte de ella. Era increíble lo arropada que la estaban haciendo sentir, sin conocerla y solo por el hecho de haberla traído del mar herida.

Por otro lado, el barco estaba extremadamente bien provisto. No había visto demasiados barcos piratas propiamente dichos, pero ese era el mejor de todos con diferencia. Más que un barco de gente peligrosa y saqueadores, parecía una embarcación de lujo para gente adinerada.

Nami subió con ella al baño y Erial entró tras ella. Vio la ducha a un lado del amplio baño y al fondo, una bañera. La chica sintió ganas de llenarla, pero rescató la parte de la explicación de Chopper en la que le desaconsejaba totalmente un baño teniendo los puntos tan recientes.

Una vez allí, Nami preparó algunas cosas y procedió a marcharse para dejarle intimidad. Erial se quedó allí quieta, hasta que Nami se fue, no sin antes añadir:

—Si necesitas algo, estaré por aquí cerca.

Erial asintió y la navegante cerró la puerta. Durante unos minutos, Erial temió que alguien fuese a entrar, no supo bien por qué. Tampoco era como si la tripulación fuese a estar llena de pervertidos o algo por el estilo. Aunque que la vieran desvestirse no era lo que más temía, sino que algo inesperado la pillara desarmada.

Una vez pasó la inseguridad inicial, Erial se quitó el tridente de la espalda, dejándolo en un sitio desde el que pudiera verlo mientras se duchaba. Poco a poco, fue quitándose la ropa y avanzó hasta la ducha.

Cuando abrió el grifo, un poderoso torrente de agua fría cayó sobre ella, haciéndole dar un brinco y volviendo a cerrarlo de nuevo a toda prisa. Esas cosas no le pasarían si fuese capaz de prestar atención a lo que se le explicaba durante más de veinte segundos seguidos. Fantasma se lo había recordado muchas veces, y se acordó ella misma esa vez, aunque él no se estaba manifestando. 

Era de los pocos momentos en los que la dejaba estar completamente a solas.

Con una oleada de frío y sintiéndose inútil, giró la llave del grifo un poco hacia el lado de color rojo antes de abrirla. El agua empezó a templarse rápidamente e igual de deprisa se dejó llevar por el sonido del agua y la sensación de ésta resbalando por su cuerpo. No estaba para nada acostumbrada a duchas como esa. Más bien, las usuales para ella eran en algún río del que tenía que salir rápidamente por lo fría que estaba el agua, o cubos que sacara de algún pozo.

No estaba acostumbrada a tal nivel de lujo, y se propuso disfrutar del momento todo lo que pudiera.

Durante un rato, el mundo exterior dejó de existir. Poco a poco, empezó a sentirse mucho más limpia que en toda su vida. Incluso se olvidó de que debía de tener cuidado con los puntos.

De pronto, un jaleo de voces afuera captó su atención. Nami entró al baño, solo lo suficiente como para poder hablarle sin tener que verla.

—Oi, Erial, lamento molestarte. ¿Te importaría que me llevara tu ropa para lavarla? Chopper no se ha acordado de decírtelo.

Erial dio un respingo y cerró momentáneamente el grifo para escucharla mejor. Era cierto que Chopper había mencionado lo de estar cuánto más limpia mejor, pero no imaginaba que se refería a la ropa también, algo bastante obvio. Viéndose entre la espada y la pared, acabó por dejar que Nami se la llevara.

—Si quieres ahora te dejo alguna cosa para que te pongas —le dijo la navegante.

—No, gracias —dijo Erial rápidamente. Se hizo un silencio que malinterpretó, pensando que se había pasado de borde, y procedió a intentar arreglarlo—. Hace... hace muy buen tiempo. Se secará rápido, no te molestes mucho en ella. Esperaré mejor a que esté seca.

Nami parecía sorprendida.

—¿Estás segura...?

—Sí, no te preocupes.

—De acuerdo —dijo de buena gana—. Subiré a traértela en cuanto se seque.

—Gracias... —contestó Erial, bajando progresivamente el tono, como si fuese perdiendo las ganas.

Cuando Nami salió del baño, volvió a escuchar las voces de antes, pero como ahora el ruido del agua no se interponía, pudo escucharlo bien. Resulta que su desconfianza no estaba mal fundada. Lo único diferente a lo que ella había tenido en la cabeza era que no habían entrado al baño, obviamente.

No obstante, sí que había un par de pervertidos al otro lado de la puerta, fisgoneando. Nami los había pillado ya dos veces, y a la segunda se llevaron un buen capón cada uno, que sirvió para que se les quitaran las ganas de seguir ahí.

A Erial, más que hacerla sentir incómoda, le hizo gracia de nuevo. Esa tripulación no era nada convencional.

Cuando terminó de ducharse, se secó el pelo concienzudamente con una toalla y se envolvió todo el cuerpo con la otra, recordando que no había tenido cuidado con los puntos ni una sola vez. Afortunadamente, no parecía haber pasado nada.

Se sentó en una repisa y decidió esperar, mirando por una ventana. Buscó el tridente con la mirada y, cuando vio que seguía en el mismo sitio, volvió a relajarse.

Hacía un día maravilloso. Le encantaban esos días, aunque aún le costara tolerar la luz del sol. Se recostó contra una pared de azulejos. Ojalá hubiese podido siempre vivir días así. Hacía mucho que no se encontraba tan tranquila en un sitio.

Erial se encogió sobre sí misma, tapándose bien con la toalla. Al hacerlo, vio cuatro marcas blanquecinas en las palmas de sus manos. Cuatro marcas que tenían forma de medias lunas y que solo ella sabía por qué existían.

Al igual que las cicatrices de sus piernas, que procedió a descubrir ligeramente ahora que estaba sola.

A lo largo de ambos muslos, tenía cicatrices rojizas que los rodeaban completamente y que aún le dolían. Dentro de ellas, había un sinfín de picotazos que calaban en la carne, profundamente, como la mordedura de un animal.

Erial volvió a cubrirse la pierna con la toalla, sintiendo miedo, irónicamente, por algo que había sido capaz de superar ya una vez.

Sentir miedo por algo que ya hizo... Fantasma se lo había dicho también más de una vez.

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