𝐓𝐇𝐈𝐑𝐓𝐘 𝐒𝐈𝐗. summertime sadness
𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐒𝐄𝐈𝐒. ❛ tristeza de verano ❜
HABÍA PASADO UNA SEMANA DESDE QUE HABÍA PERDIDO AQUEL COMBATE. Siete horribles, lentos y dolorosos días y todo lo que había hecho era estar tirada en su cama y lamentarse.
Melody se removió sobre aquel incómodo colchón y reprimió un gruñido cuando uno de los moratones de su pecho se quejó de aquel movimiento.
Me corrijo, había estado en su cama y había recibido las "lecciones" de Christopher.
Ni siquiera se acordaba de cuántas habían sido o por qué, lo único que sabía era que la última había sido lo suficiente dura como para dejar marcas en su torso.
Siete días. Habían pasado siete días y solo le quedaban tres meses para ser mayor de edad y poder salir de allí.
No iba a aguantar ni de coña.
Se levantó de su cama, suspirando y sus ojos cayeron inevitablemente sobre el marco que estaba puesto boca abajo sobre la pequeña mesita que tenía. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en la foto que contenía.
Christopher se lo había lanzado con una asquerosa sonrisa la primera mañana que había despertado en aquel sitio.
—Para que recuerdes lo que has perdido —Había dicho.
Recordaba el momento exacto en el que sus ojos se chocaron con la que una vez había sido su sonrisa en aquella foto antes de ir al baile. Habían pasado solo unos días, pero aquella noche parecía estar tan lejana que ya no quedaba ni el mísero fantasma de aquella curva en sus labios.
Luego sus ojos se posaron sobre Miguel y pudo sentir cómo algo en ella se rompía. Así que, intentando no llorar más de lo que ya lo había hecho, puso aquel marco boca abajo. Allí seguía una semana más tarde.
Igual que aquella carta escondida debajo de su almohada.
La había dejado allí nada más llegar, después de que Christopher le arrebatara su teléfono móvil para mantenerla incomunicada, con miedo a que le arrebatara lo único que le quedaba de aquel chico. Sin embargo, no era capaz de volver a leerla sin sentir cómo su corazón se despedazaba al pensar en que Miguel la había abandonado.
Con la rabia removiéndose en sus entrañas, cogió la carta debajo de la almohada y el marco y los echó en una bolsa de basura vacía que había en un rincón de su habitación antes de salir a la cocina a por un vaso de agua.
La oscuridad del pasillo la envolvió nada más salir y el suave murmullo de la televisión llegó a sus oídos. Maldijo para sus adentros y rezó para que Christopher estuviera dormido mientras ella caminaba hacia la cocina.
—¿A dónde vas? —preguntó una voz grave desde el sofá y Melody suspiró antes de hablar.
—A la cocina, ¿o eso también está fuera de esta casa para que no me dejes ir? —cuestionó con dureza, pero sintió un pelín de arrepentimiento cuando Chris se inclinó hacia delante en el sillón y la atravesó con aquellos ojos fríos como el hielo.
—Cuida tu tono —advirtió con una voz cortante.
—Solo voy a por un vaso de agua —Dijo ella con un hilo de voz, haciendo que sonara casi como una petición.
Sabía que provocar que aquel hombre se enfadara con ella no le serviría para nada más que recibir otra paliza.
Christopher asintió y ella entró en la cocina cuando el hombre clavó sus ojos sobre aquel pequeño televisor. Aquel apartamento era pequeño y estaba medio destruido, lo que le recordaba a lo que había sido su hogar en Reseda durante diecisiete años. Fue incapaz de no pensar en su madre y en Audrey, ¿qué estarían haciendo en ese momento? ¿Y Johnny? ¿Y Liam? ¿Pensarían en ella? ¿O simplemente ya se habían rendido y no pensaban hacer nada por ayudarla? Después de todo, fue ella la que había perdido la apuesta y fallado a todo el mundo.
Su mano comenzó a temblar cuando cogió un vaso y tuvo que apoyarlo en la encimera para intentar respirar un poco. Pensar en todo lo que había pasado hace una semana le quitaba el aire y colocaba una molesta y dolorosa presión en el pecho que le nublaba el cerebro.
Cuando se relajó y bebió, sus ojos fueron a parar al cubo de basura, que estaba a rebosar y comenzaba a oler bastante mal.
—¿Tienes pensado sacar la basura? —preguntó Melody con un tono de voz bajo pero que sabía que Chris escucharía.
—No. No me molesta.
—Está comenzando a apestar —Se quejó Melody intentando no sonar muy brusca al darse cuenta de las muchas cervezas vacías que había en aquella mesilla.
—Entonces sácala tú —Dijo antes de darle un trago a la bebida alcohólica que sostenía en su mano.
—No me dejas salir —Le recordó la castaña.
—Es el cubo de la basura, no está tan lejos. Pero no irás ahora, está demasiado oscuro —Murmuró el hombre y la menor asintió, dando la conversación por zanjada y volviendo a su habitación cuanto antes.
Soltó un suspiro al darse cuenta de que por fin podría salir y algo en su cerebro hizo click. Era su oportunidad para salir de todo aquello, podría echar a correr y no mirar atrás.
Su mirada recayó sobre la bolsa de basura de su habitación y, sin pensárselo dos veces, comenzó a meter toda su ropa en ella, sin acordarse de lo que había metido en esa misma bolsa minutos atrás.
(...)
LIAM NO HABÍA PARADO DE PENSAR EN MELODY DESDE QUE aquella chica había sido arrastrada por Christopher a Dios-sabe-dónde. Pero él no era el único, Demetri y Hawk parecían tener la misma conversación que él en el jardín de aquel peculiar dojo.
—No me contesta los mensajes. ¡Ni siquiera le llegan! —Se quejó el primero chico mientras Liam clavaba su vista en aquel césped.
—¿Creéis que le habrá quitado el teléfono? —preguntó Eli con preocupación.
—Estoy seguro de que lo ha hecho, pero me preocupa más lo que le puede llegar a hacer ese cabrón —Murmuró el chico de rizos.
—Tenemos que hacer algo —Dijo Hawk con convicción y Liam se encogió de hombros con impotencia.
—Ni siquiera sabemos dónde están.
—Liam tiene razón, por mucho que queramos no podemos hacer nada —añadió Demetri, dejando un aura de tristeza e impotencia a su alrededor.
—Todos, acercaos —Pidió Daniel LaRusso entrando en aquel jardín y los chicos obedecieron—. Me alegra veros a todos aquí de nuevo. Teníamos un objetivo en el All Valley: vencer a Cobra Kai. Salimos de allí con un trofeo del primer lugar gracias a Eli.
Un aplauso resonó en el jardín y Demetri le dió unas palmaditas en la espalda a su amigo.
—Y hablando del resto del torneo, bueno, no fue demasiado bien. Dijimos que cerraríamos nuestro dojo si perdíamos. Y... —Daniel suspiró, mirando a aquellos chicos— eso es exactamente lo que haremos.
Liam y Demetri se miraron, confusos, mientras Eli y Sam hacían lo mismo.
—A partir de hoy, Miyagi-Do Karate cerrará sus puertas.
—¿Qué? —preguntó Sam, incrédula.
—Espere, señor LaRusso...
—Sé que eso no es lo que esperabais oír, pero con todo lo que está pasando en Cobra Kai, seguir con Miyagi-do abierto solo deja una diana en vuestra espalda —Liam suspiró, volviendo a pensar en Melody—. Chicos, tengo que manteneros a salvo, ¿vale? Solo recordar lo que habéis aprendido. El dojo estará cerrado, pero Miyagi-Do vive dentro de cada uno de vosotros.
—Genial —Habló Demetri—. Supongo que buscaré un trabajo de verano.
—Yo tengo uno —Le dijo Liam mientras todos se alejaban para coger sus cosas.
—¿En serio?
—Sí. Mis padres se van de viaje todo el verano así que para demostrarles que sí que hago algo con mi vida, conseguí un trabajo en un supermercado bastante pequeño —Le dijo el ruloso y Demetri sonrió.
—¿Eso significa que podrás hacernos descuento en las chucherías? —preguntó, llamando la atención de Eli.
Liam rió pero borró su sonrisa de inmediato.
—Ni de coña. ¿Tú sabes lo que cuesta colocar las cosas en los estantes? Esas chucherías son para mí —El chico entrecerró los ojos y Demetri alzó sus manos en una señal de defensa.
—Está bien, tranquilo, Bibble —Se burló, recordando la obsesión de Liam con aquel bichito que salía en una peli de Barbie.
—Eh, no te metas con Bibble —Liam lo señaló amenazadoramente—. Es adorable. No como otros.
Demetri le puso una mano en el hombro.
—Lo que tú digas, Liamcito —El ruloso se quitó la mano del hombro con un golpe brusco y fulminó al chico con la mirada.
—Te odio —Murmuró el chico de rizos, haciendo que Demetri riera y ambos se alejaron hablando del nuevo trabajo de Liam.
(...)
MELODY ABRIÓ LA PUERTA DE SU HABITACIÓN DESPUÉS DE ASEGURARSE de que Christopher no estaba en el pasillo y de que no se fijaría en la bolsa de ropa que ella llevaba en su mano.
Llegó a la cocina con un paso apresurado y agarró la verdadera bolsa de basura que sí iba a tirar antes de salir corriendo.
—Es temprano.
Las bolsas cayeron al suelo cuando Melody dió un respingo y se llevó una mano al corazón, que latía con más velocidad que la de costumbre.
Christopher la observó con un hombro apoyado en el marco de la puerta y ella se apresuró a coger ambas bolsas con rapidez.
—Cuanto antes saque la basura, antes se irá el tufo de la casa —Murmuró la menor con nerviosismo y tragó saliva al ver que el hombre no tenía la intención de moverse de la única salida que había en aquel cuarto—. ¿Me dejas pasar?
Chris la observó durante unos largos segundos antes de hacerse a un lado y seguir a la chica que se dirigía a la puerta con la mirada.
—Hay un contenedor allí abajo —Habló el hombre detrás de la castaña, que ya había agarrado el pomo con su mano libre—. No vayas muy lejos, ¿quieres? No me apetece ir detrás de ti.
Melody observó cómo el hombre se paraba justo delante de la ventana del apartamento que daba directamente al contenedor que había en la planta baja de aquel bloque de apartamentos y tragó saliva, sintiendo cómo su plan comenzaba a fallar. Asintió antes de salir de aquella casa, si es que se le podía llamar así.
El calor de la ciudad de México al comienzo del verano azotó su piel, haciendo que esta comenzara a arder casi al instante a pesar de que llevaba una camiseta de asas y unos pantalones cortos. No sabía por qué Chris la había llevado hasta allí, pero la verdad es que no se había parado a pensar en ello.
Caminó, siendo consciente de que los ojos de Christopher estarían esperando a verla al lado del contenedor en menos de un minuto y de que si no la veía, iría a por ella cuanto antes. Ella era más rápida, sí, pero estaba en una ciudad desconocida y sabía que Christopher había salido más de aquella casa que ella, la encontraría casi al instante.
Suspiró y dejó la bolsa de la ropa escondida detrás de una planta que había en el pasillo cuando escuchó una puerta cerrarse. Dio un respingo y alzó la mirada, encontrándose con el hombre de mantenimiento, que también era el encargado de las llaves del lugar. La primera y única vez que lo había visto había sido el día que habían llegado. Él se le había quedado mirando debido a la hinchazón de sus ojos por culpa del llanto silencioso que había llevado a cabo en todo el viaje hasta México.
—Buenos días —Dijo él en español y Melody asintió con los labios fruncidos, intentando apartar el recuerdo de Miguel enseñándole un poco de español de su mente.
—Buenos días —Respondió ella, forzando una sonrisa y caminando con paso acelerado hacia el contenedor.
Abrió la tapa y tiró la bolsa dentro para después girarse y encontrarse con aquellos ojos cerúleos clavados sobre ella, haciendo que tragara saliva.
Apuró su paso hacia el apartamento, ignorando la mirada entrecerrada con la que el hombre de mantenimiento la observaba.
—Me has sorprendido. Pensé que saldrías corriendo —dijo Chris cuando Melody cerró la puerta del apartamento.
—¿Y para qué me serviría eso? ¿Para tener que escapar de ti en una ciudad desconocida en la que no tengo ni dinero ni un teléfono? Prefiero estar aquí encerrada y seguir teniendo comida y agua —Murmuró ella, sacándole una sonrisa al hombre.
—Chica lista —Melody arrugó su frente cuando sintió su estómago revolverse de una forma desagradable—. Arréglate un poco, vamos a ir a comprar, ya casi no queda comida en la nevera.
Melody frunció el ceño, sin moverse.
—¿Necesitas que te lo explique o qué? —preguntó el hombre al ver que la chica no reaccionaba.
—Pensé que no me dejabas salir de casa.
—Y yo pensé que saldrías corriendo. Considéralo como un pequeño premio por no hacerme perder la paciencia —Christopher se acercó a Melody, que tuvo que contenerse para no dar un paso atrás y le puso una mano en su hombro—. No soy un monstruo, lo sabes, ¿no?
La chica tragó saliva, decidiendo no contestar a esa pregunta y sintiendo la cicatriz de su hombro palpitar con dolor.
—Vete a cambiarte. Salimos en diez minutos.
Melody se alejó con rapidez por el pasillo, intentando ahuyentar las violentas ganas de llorar que la habían abatido al pensar en el hecho de que tenía que aguantar unos meses más con ese monstruo.
(...)
LIAM NO BROMEABA CUANDO DECÍA QUE ORDENAR LAS ESTANTERÍAS CANSABA. A pesar de ser una tienda pequeña con solo tres pasillos, estaba agotado cuando se dejó caer en la silla del mostrador para revisar sus mensajes.
Ignoró los diez mensajes de Demetri que probablemente hablarían de algún videojuego y entró en el chat de Marie Peters. La mujer le había preguntado si había novedades sobre su hija y Liam tuvo que responderle con lo mismo que le puso al señor LaRusso y a Robby.
No.
Apagó el móvil y lo metió en el bolsillo de sus vaqueros con un suspiro mientras la campanita de la tienda sonaba y el alboroto de un grupo de adolescentes rompía con la pacífica y suave melodía de la radio que el chico tenía detrás.
Intentó no poner los ojos en blanco al ver que aquellos chicos eran de Cobra Kai.
Respiró hondo, intentando no pensar en Melody más de lo que lo estaba haciendo y comenzó a jugar con el bolígrafo que estaba al lado de su cuaderno —en el que escribía cosas aleatorias o hacía pequeños dibujos cuando se aburría—.
La única desventaja de ese trabajo era que estaba justo al lado del nuevo dojo de Cobra Kai, por lo que la mayoría de sus clientes eran los estudiantes buscando chucherías después de un entrenamiento para romper su estricta dieta.
—Hey, ¿tenéis algunos paquetes de sour patch de sandía? Son mis favoritos y en las otras estanterías solo hay de uva.
Liam alzó la vista hacia aquella voz desconocida y tuvo que reunir todas sus fuerzas para mantener la boca cerrada y toda su saliva dentro de esta.
Probablemente el chico más guapo que había visto en su vida le devolvía la mirada desde el otro lado del mostrador. Bueno, que le den al probablemente, aquel adolescente parecía estar tallado por los mismísimos dioses.
El desconocido esbozó una ladina sonrisa con diversión mientras las mejillas de Liam se tornaban de un tono carmesí.
—¿Estás bien? —preguntó con un tono divertido, haciendo que Liam sacudiera la cabeza y cogiera un paquete de los sour patch de sandía que había en las estanterías que tenía detrás.
—Lo siento, estaba en mi mundo. Aquí tienes —El ruloso tragó saliva bajo la intensa mirada esmeralda de aquel hermoso desconocido.
—Gracias... Liam —El nombrado intentó disimular el escalofrío que sintió cuando su nombre sonó mucho mejor que de costumbre en aquellos labios. Parecía que lo había saboreado mientras lo decía. Miró hacia la chapa que indicaba cómo se llamaba, ocultando el color que estaba tomando su rostro accidentalmente.
—No es nada —Murmuró, tomando el billete que el chico le tendía y, siendo presa de la curiosidad, su lengua habló de más—. ¿Eres nuevo en el Valle? —El desconocido alzó una ceja, divertido, haciendo que Liam se pusiera más nervioso—. Me refiero, nunca te había visto, y conozco a bastante gente.
—Soy nuevo, sí. Mi tío abuelo me está pagando una beca este verano que incluye karate y todo el curso siguiente —El chico apoyó sus manos en el mostrador y se inclinó hacia delante levemente, lo que hizo que Liam entrara en pánico internamente.
Dios, ¿qué demonios le pasaba? Solo era un chico cualquiera que parecía haber caído del cielo y que, si no estaba loco, estaba medio coqueteando con él.
—¿Tú dónde estudias? —preguntó, en un tono levemente más bajo que vibró en el cerebro del ruloso.
—En el West Valley —Respondió, pasándole las gominolas y el cambio al chico y copiando su acción.
El desconocido sonrió aún más al notar que le estaba siguiendo el rollo.
Liam, a pesar de que su sonrisa lo desestabilizó un poco, no se dejó intimidar. Dos podían jugar a ese juego.
—Me alegra saberlo. Yo también iré allí —El desconocido clavó sus ojos en los labios de Liam, que sintió el pánico invadirlo mientras tomaba su boli y se alejaba de él. Vale, él sabía jugar mucho mejor—. Igual que mis compañeros.
—¡Tíos! ¡Es la putita de Melody! —Liam resopló y su ánimo cambió drásticamente al escuchar la voz del estúpido de Kyler—. ¿Qué tal, Anderson? ¿Cómo va esa derrota?
—No sé, dímelo tú. Tú eres el que recibió una paliza del chico al que acosaba dos veces y al que Melody le partió la cara otras dos veces —Respondió él, apoyando sus brazos en el mostrador y alzando las cejas hacia el asiático, que había arrugado el rostro.
—¡Eso fue antes de saber karate! Ahora les ganaría a los dos y por mucho —Se defendió y el ruloso soltó una risa despectiva.
—Que yo sepa el cabezazo de Melody fue después del torneo y cuando Miguel te destrozó justo después de aprender a caminar, ya te habías unido a ese lavado de cerebros al que llamáis Cobra Kai —Liam sonrió falsamente—. No intentes ir de algo que no eres. No cuando todos sabemos que, en realidad, solo sabes ladrar, no morder.
—Fue a hablar el homosexual este —Dijo Kyler despectivamente, lo que hizo que el desconocido se girara hacia él con una ceja alzada.
—Kyler, estamos en el siglo veintiuno, eso no es ni siquiera algo malo —Lo defendió, haciendo que Liam y el resto se sorprendieran ante aquel acto—. Por qué no vamos a seguir entrenando para afilar un poco esos dientes, ¿eh?
—Ya, lo que tú digas, tío —Dijo el asiático antes de irse de la tienda, malhumorado.
—Gracias —Liam le dedicó una sonrisa al desconocido y él se encogió de hombros.
—No, tienes razón. Kyler es un perro que no muerde, y se había pasado de la raya. Me aseguraré de que se arrepienta en el siguiente entrenamiento. Estoy seguro de que hasta yo puedo vencerle.
El ruloso soltó una risa suave.
—Estoy seguro de que no eres tan malo.
El chico cogió sus golosinas y le guiñó un ojo antes de dirigirse hacia la salida de la tienda, dejando a Liam entrando en pánico en el mismo sitio de antes. Sin embargo, tuvo que calmarse para que no lo pillara perdiendo los papeles por aquel gesto cuando el chico se giró.
—Soy Derek, por cierto.
—Liam —añadió el ruloso con rapidez, sacándole una sonrisa al castaño.
—Lo sé —Liam frunció los labios al darse cuenta de que él ya lo había llamado por su nombre y suspiró, haciendo que una risa emergiera de la garganta del chico—. Nos vemos, Liam.
Y dicho eso, se fue, dejando a Liam completamente confuso y alucinando por lo que acababa de pasar.
(...)
MELODY OJEABA LAS ESTANTERÍAS CON ABURRIMIENTO mientras Christopher tomaba lo necesario de aquel supermercado para poder sobrevivir otra semana más. Y también un paquete de cervezas.
La castaña cada vez se sentía más miserable, no era capaz de huír las ganas que le daban de llorar cada vez que pensaba en una vida con ese hombre como su tutor. No quería ni pensar en ello, pero era incapaz de ignorar aquel hecho.
Nada ni nadie podría cambiarlo.
O eso creía.
Movió la cabeza hacia la gran cristalera que separaba aquella tienda del exterior y su corazón se paró durante unos segundos cuando detectó una cabellera rubia y una castaña que conocía demasiado bien. Tragó saliva mientras parpadeaba varias veces y esperaba a que la imagen de Johnny y Robby comiendo unos tacos mientras paseaban por México se esfumara de su vista, pero no lo hacía.
Decidió pellizcarse. A lo mejor se estaba volviendo loca.
Sus uñas despertaron los nervios de su antebrazo, pero aquella pareja de padre e hijo no desaparecía de su vista. Estaban allí, estaban allí de verdad.
Su ceño se frunció con fuerza y miró hacia Christopher, que estaba bastante concentrado en coger un cartón de leche como para reparar en la presencia de Johnny Lawrence en aquel país extranjero.
Sin casi dudarlo y con su plan de huída materializándose en su cerebro, Melody se acercó al hombre.
—¿Chris?
—¿Qué?
—¿Puedo ir a uno de los puestos de afuera a comprar unos tacos? —preguntó, intentando sonar insegura y consiguiéndolo cuando el miedo que en realidad sentía por que su plan fallara se coló entre las grietas de su voz.
—¿Por qué? —cuestionó el hombre con una ceja alzada y mirándola fijamente, lo que casi hace que la menor retrocediera un paso. Pero no lo hizo.
—Tengo hambre. Y, además, vamos a estar aquí bastante tiempo, creo que es hora de que me adapte a la comida tradicional, ¿no?
Tragó saliva mientras el hombre la observaba con detenimiento. Justo cuando el "no" iba a salir de su boca, Melody volvió a hablar.
—Oh, vamos. Ya te lo he dicho. Estoy en un país desconocido y no tengo a nadie ni a dónde ir, ¿por qué me escaparía? Me moriría de hambre antes de encontrar la forma de llegar al Valle. Por favor —insistió—. Es lo único que te pido, que me des un poco de libertad y un voto de confianza. No me quejé ni una sola vez del trato, eso se merece una recompensa, ¿no?
Chris la observó con los ojos entrecerrados antes de suspirar.
—Vale —Sacó su cartera mientras Melody intentaba no hacer un bailecito de la victoria delante de él—. No tardes mucho, ¿sí? Y tráeme un taco a mí también.
—Hecho —Dijo antes de tomar los pesos mexicanos con rapidez y salir corriendo de la tienda.
Miró atrás una última vez y observó cómo el hombre tomaba otro paquete de cervezas.
« Que te den, Christopher. »
Salió casi corriendo mientras se recogía el pelo, intentando localizar la cabeza de Johnny o la de Robby entre la multitud que se movía en aquel mercadillo. Aprovechó aquella masa de gente para echarle la mano a una gorra roja de un puesto y luego a unas gafas que no tardó en ponerse, intentando camuflarse como hacían en las películas. No tenía ni idea de si eso funcionaba pero no tenía nada que perder.
Comenzó a caminar con rapidez cuando vio cómo la cabeza de Johnny se metía en un coche y, conociendo a aquel hombre y sabiendo que no cerraría el coche con un seguro, abrió la puerta trasera del vehículo y entró sin ni siquiera dudarlo.
Robby y Johnny se sobresaltaron y miraron hacia la chica, que tenía un aspecto horrible aún antes de quitarse las gafas y la gorra. Sus ojeras estaban muy marcadas y estaba más pálida que antes, también puede que un poquito más delgada, pero lo que más notaron sin ninguna duda fue la falta del brillo de sus ojos, opacado por el cansancio y la tristeza de su mirada.
—¿Se puede saber qué demonios estáis haciendo aquí? —preguntó con una dureza que extrañó a los otros dos aún más—. ¿Vais a hablar o tengo que daros un par de hostias para que espabiléis? —cuestionó con las cejas alzadas, lo que los hizo reaccionar, aterrados por la seriedad de aquella frase.
—¿Melody? —preguntó Johnny y ella se encogió ante la bofetada de realidad que la había azotado al escuchar su nombre en aquella voz.
—En carne y hueso. O lo que queda de ellos —Intentó bromear, pero solo le salió un tono desanimado.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Robby.
—Yo pregunté primero —Se quejó ella.
—Vinimos a buscar a Miguel.
El corazón de la chica se paró durante unos segundos, recordando la carta de despedida y al chico que la había dejado. No podía ser verdad.
—¿E-está aquí? —tartamudeó, sintiendo cómo su fachada de chica dura que había mantenido cuando se subió al coche se desmoronaba.
—Sí. Está buscando a su padre, pero tenemos que encontrarlo antes de que algo malo le pase —informó Johnny y Melody se recompuso, pensando en que Miguel no se había preocupado de esa forma por ella.
—¿Tú qué haces aquí? —preguntó Robby, observando a la castaña demacrada que se mordía la mejilla disimuladamente.
—Chris me trajo justo después del torneo. Acabo de escaparme y no creo que esté muy feliz al saber que le he mentido y que en realidad no fui a comprar tacos.
Johnny soltó una carcajada, lo que hizo que Melody se sobresaltara levemente. Hacía tiempo que no escuchaba una risa.
—Qué idiota. ¿En serio se tragó eso? —La chica se encogió de hombros con una pequeña sonrisa—. Has hecho bien saliendo de allí. ¿Estás bien? —preguntó con un poco más de seriedad mientras arrancaba el coche y la miraba a través del retrovisor.
Ella suspiró, sintiendo el alivio recorrer sus venas cuando se dio cuenta de que se alejaban de aquel hombre y sonrió débilmente.
—Ahora que estoy con vosotros, pues sí.
Robby le sonrió desde el asiento del copiloto y ella se dejó caer en el asiento trasero con un resoplido. No podía creer que eso estuviera pasando. De verdad había escapado de aquel hombre. Le parecía demasiado bueno para ser real y, en efecto, lo era.
Un horrible sentimiento le azotó el pecho y se mordió el labio con nerviosismo.
Se estaba alejando de Christopher pero estaba yendo en la búsqueda de una persona que le producía más miedo y coraje el hecho de enfrentarse a él.
Miguel Díaz.
HOLA BUENAAAAAS
QUÉ EMOCIÓN, QUE EMOCIÓN, QUÉ EMOCIÓOOOOOON.
Capítulo cortito y un poco triste que nos muestra un poquito lo que pasó Melody con Chris y cómo llevan los chicos del Valle la pérdida del torneo.
Also el banner de este acto en un poco depresivo, así que creo que ya os imagináis por dónde van los tiros de la historia jdjssjsj.
< Liam y Derek 3 Los van a amar, lo prometo.
Y SE VIENE EL MIGUELODY ANGST!!!!! No saben lo mucho que me gusta crear conflicto entre los personajes y aunque esta vez Melody va a estar un poco afectada por sus heridas no superficiales, espero que no odien a mi niña porque sufrió demasiado :(
Dato innecesario que quiero compartir con vosotros: MAÑANA ME VOY A NUEVA YORK!!! Y VOY AL CONCIERTO DE HARRY!!! AAAAA ESTOY MUY EMOCIONADA JSJSS
Y TAMBIÉN MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LAS 90MIL LEÍDAS DIOOOOOS, aún recuerdo cuando estaba escribiendo el tercer acto y os agradecía las tres mil leídas, que rápido pasa el tiempo dios, muchas gracias, de verdad <3
Bueno, ahora sí, eso es todo.
NO MERCY BITCHES!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top