𝐒𝐈𝐗𝐓𝐄𝐄𝐍. are we having a moment?


𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐒𝐄𝐈𝐒. ❛ ¿estamos compartiendo un momento? ❜




AL FIN JOHNNY VOLVÍA AL DOJO. Había estado unos días fuera por el funeral de su amigo, pero ya estaba de vuelta. Y Melody y Miguel no tardaron en ir a recibirlo.

—Sensei, mi más sentido pésame.

—Gracias—Melody se limitó a sonreírle reconfortablemente ya que, al vivir juntos, ambos ya habían tenido esa conversación.

—¿Qué tal el funeral?—En otras circunstancias, Peters le habría dado un golpe en el hombro al latino, pero después de todos los sentimientos encontrados que se arremolinaban en su interior con solo mirar al chico, se limitó a mirarlo mal.

—Pues como cualquier funeral.

—Ya.

—¿Qué tal mientras no estaba?

—Bien—La castaña se mordió el interior de la mejilla, aún seguía dándole su voto de confianza a Johnny, así que no diría nada sobre Kreese—. El sensei Kreese es duro, pero sabe qué hace falta para ganar.

Johnny asintió y se dirigió a su oficina, dejando a los dos chicos solos.

Melody le sonrió al chico sin mostrar sus dientes y, antes de que él pudiera decir nada, giró sobre sus talones y se dirigió hacia Aisha. Dejando a Miguel con la palabra en la boca.

—Poneos el gi. Vamos a entrenar en cinco minutos—Los alumnos murmuraron confusos y se acercaron a su sensei—. Sí, ¿qué pasa?

—No, nada. Creíamos que íbamos a entrenar al bosque.

Johnny miró a Kreese y luego volvió a mirar a los chicos—¿Qué pasa en el bosque?

—Creo que hay que separar a los hombres de los niños. Y de las niñas, supongo—Melody alzó ambas cejas cuando Kreese la miró fijamente al decir esa frase.

—¿Cómo?

—Coyote Creek.

—No sé si están listos.

—Solo hay una forma de saberlo.

Hawk miró a sus compañeros y luego se aclaró la garganta—Estamos listos, sensei. Demostraremos lo que valemos.

—Depende del sensei Lawrence. Si os da el visto bueno, solo si lo hace, podremos ir.

Los ojos del rubio analizaron a todos sus estudiantes y después de un rato en silencio, accedió.

—¿A qué estáis esperando? Vamos.

Melody suspiró.

Una parte de ella esperaba que no aceptara, ya que aquella sensación extraña de que algo malo iba a pasar había sido localizada en el fondo de su estómago.

Y no le gustaba nada.





(...)





—CABALLEROS. DAMAS. BIENVENIDOS A COYOTE CREEK—Habló Kreese mientras se paseaba por el hueco que había entre las dos hileras de adolescentes, cada una con una cinta de distinto color—. Estáis divididos en dos equipos: rojo o negro. El objetivo es capturar tantas cintas del otro equipo como podáis.

»Hoy, quienes tenéis en frente no son vuestros amigos—Tory miró hacia Melody con los ojos entrecerrados y luego con una pequeña sonrisa, y la castaña se limitó a tragar saliva—. No son vuestros hermanos. Son el enemigo. El último equipo en pie gana.

—¿Cómo conseguimos las cintas?—Preguntó Miguel.

—Haced lo que sea necesario. No hay reglas.

—Usad la cabeza, es un entrenamiento—Recordó Johnny, pero eso no calmó a Melody como ella pensaba que lo haría. Se podría decir que la alteró un poco más.

—Correcto, pero recordad: esto es vuestra vida—Kreese enseñó una cinta roja igualita a la que descansaba en la cabeza de Peters—. Si la perdéis... morís.

—Eso es reconfortante—Murmuró la castaña.

—Gente, siento llegar tarde. Había un tráfico de cojones en la ciento dieciocho—Todos miraron al hombre extrañados por su nuevo aspecto—. He puesto Coyote Creek en el GPS, pero no salía nada.

—¿Qué te has hecho?—Preguntó el rubio.

—Ah, el... ¿Sabes qué? Quería marcarme un cambio de papel a lo Hawk—El pelirrojo lo miró con el ceño fruncido—. Molas. A partir de ahora, podéis llamarme... Raya Látigo.

—Claro, Lorzas. Está en tu equipo—Le dijo Johnny a Kreese y este suspiró.

—Fantástico.





(...)





MELODY NO SABÍA CUÁNTOS ALUMNOS QUEDABAN EN PIE, pero tampoco le importaba mucho.

Estaba distraída mientras unas palabras resonaban en su cerebro:

—Supongo que me he ganado la medalla de honor.

Después de conseguir la cinta de Tory, Peters caminaba por el bosque y se encontró con Hawk sacando la medalla del señor Miyagi del cuello de su camiseta y enseñándosela a Mitch.

Ahora seguía caminando por el bosque, pero con la mirada perdida en las hojas secas que había en el suelo.

¿Eli había destrozado el dojo de Larusso? ¿Por qué? ¿Había sido por la pelea del centro comercial?

El sonido de una rama partiéndose la sacó de sus pensamientos y alzó la mirada, encontrándose cara a cara con Miguel Díaz.

—Antes de que digas nada o intentes quitarme la cinta, hay algo que deberías saber—Habló la castaña mientras se acercaba con cautela a su amigo. Auch—. Hawk fue el que destrozó Miyagi Do.

—Lo sé—Aquellas dos palabras la dejaron un poco descolocada.

—¿Lo sabes?

—Lo acabo de escuchar—Admitió el latino—. No me puedo creer que lo haya hecho.

—Dímelo a mí—Susurró Peters.

Ambos se quedaron en silencio, lanzándose miradas cuando el otro no estaba mirando hasta que Miguel volvió a romper el silencio.

—Eso...¿eso es todo?

—Sip—Silencio de nuevo.

Melody miró al pelinegro de reojo y su corazón dio un vuelco cuando vio que el chico ya tenía los ojos clavados en ella con una intensidad que nunca había visto en su mirada oscura.

Sacudió la cabeza y apartó la mirada con las mejillas sonrojadas mientras bufaba al darse cuenta. No era justo que una simple mirada tuviera ese efecto en ella.

Sintió cómo él se acercaba sigilosamente y aprovechó para lanzar una patada que impactó justo en el pecho del pelinegro.

Miguel se tambaleó y miró a la chica con una sonrisa divertida—¿Así que esas tenemos?

—Pegar primero, Díaz—Le recordó ella a la vez que se ponía en posición de combate, pero su cuerpo flaqueó al escuchar la risa ronca que había soltado el pelinegro.

—¿Ya no soy un tarado?

—Serás un tarado perdedor como sigas hablando.

Melody volvió a lanzar un puñetazo y Miguel lo bloqueó con su antebrazo pero sin borrar la sonrisa de su cara.

Ahora fue el turno de la chica de esquivar golpes, había estado retrocediendo inconscientemente y sintió cómo su cuerpo se tensó con el impacto de su espalda en un árbol.

Consiguió agacharse a tiempo para esquivar un puñetazo y pateó la espalda del chico. Aprovechó aquel momento para realizar de nuevo el movimiento que había dejado al chico entre el tatami y su cuerpo unos meses atrás. Y lo consiguió.

Miguel Díaz estaba inmovilizado por el suelo cubierto de ramas y hojas secas de aspecto otoñal y su anatomía.

Sin embargo, Melody había pasado por alto lo que la cercanía de ambos podía provocar en ella y se arrepintió en el instante en el que sintió su corazón aporrear su caja torácica y aquel estúpido cosquilleo en su estómago.

El chico aprovechó aquel momento de distracción para cambiar de posición y aprisionar a la chica contra su anatomía y el húmedo suelo. Aquello la había tomado por sorpresa, pero sus reflejos fueron lo suficientemente rápidos como para que sus pequeñas manos impidieran que el cuerpo del pelinegro cayera completamente sobre el suyo.

Durante unos segundos, ambos se miraron con sus respiraciones agitadas mezclándose. Las manos de ella estaban en su pecho y las de él descansaban, una en su cintura, y la otra a centímetros de su cabeza para no aplastarla. Sus ojos libraban una batalla silenciosa mientras todo lo que los rodeaba desaparecía.

Solo estaban ellos dos, y se sintió suficiente.

La mirada de Melody se clavó sobre los labios entreabiertos del latino durante unos segundos pero enseguida volvió a sus ojos.

Tragó saliva y mordió su labio inferior, intentando reprimir las ganas de presionar sus labios contra los del chico —que no eran pocas—.

Mala idea.

Los ojos oscuros de Miguel se clavaron en sus labios rosados y cuando lo sintió inclinarse hacia ella, la cinta roja se escurrió de su frente.

—Deberías trabajar la concentración—Susurró a centímetros de su rostro y provocando que una descarga eléctrica recorriera la espalda de Melody al sentir su aliento acariciar sus labios.

El chico se levantó con una sonrisa y le tendió una mano para ayudar a levantarla. Ella la aceptó después de unos segundos y, una vez de pie, apartó la mirada avergonzada.

¿Acababan de compartir un momento?

Sentía la mirada de Miguel clavada en su perfil, pero el calor en sus mejillas ya era lo suficientemente ardiente como para añadir más rubor a su cara.

El sonido de las hojas crujiendo bajo los pasos de alguien los alertó a ambos.

—Por fin un rival decente—Habló Hawk y Melody se cruzó de brazos, notablemente molesta.

—Así que tú te cargaste el Miyagi-Do—Miguel se posicionó al lado de la chica, dejando que la rabia se notará en su voz.

—Son el enemigo.

—¿El enemigo? ¿Pero tú te escuchas?—Le reprochó la castaña.

—Tenía que ponerlos en su sitio.

—¿Tenías que cargarte el dojo y robarles la medalla?—Preguntó el pelinegro.

—¿Qué más te da?—Miguel suspiró y unió sus ojos con los de Melody, los dos sabían que sería imposible que Eli admitiera que aquello había estado muy mal. Si es que quedaba una pizca de Eli en Hawk.

El pelirrojo soltó una risa irónica y negó con la cabeza—¿Ahora te vas a volver blando solo por ella?—La punta de los dedos de Hawk apuntaba a Melody y esta frunció el ceño confundida.

—No me estoy volviendo blanco, y esto no es por ella—Miguel dio un paso hacia el pelirrojo.

—Ya, fijo que no—Peters seguía observando la escena desde detrás de Miguel, con obvia confusión. Hawk sacó la medalla de su camiseta y se la enseñó al pelinegro—. ¿Quieres la medalla? Pues ven a por ella.

Miguel apartó a Melody con un suave empujón cuando Hawk le lanzó la primera patada y se limitó a observar la pelea con una mezcla de emociones dando vueltas en su pecho.

El resto de alumnos y los dos senseis no tardaron en unirse a ella.

—¿Eso es todo lo que tienes?—Preguntó Hawk antes de empujar a Miguel y que la espalda del pelinegro chocara contra un árbol.

Melody dio un paso hacia ellos, asustada, pero la mano que Johnny le puso en el hombro la calmó un poco.

—Eso es todo lo que tengo—Le susurró Miguel después de arrancarle la cinta roja y la medalla al pelirrojo. Alzó el pedazo de tela rojo en el aire indicando su obvia victoria.

—Acaba con él—Le indicó Kreese.

Melody miró con horror como pelinegro asentía y le darba una patada en la cara a Hawk.

Esta vez la mano de Lawrence no le impidió acercarse unos pasos como si fuera a ser capaz de frenar aquel golpe, porque él había reaccionado de la misma manera.

—¡Equipo negro!

—Ese campeón tuyo está desarrollando un instinto asesino—Le dijo Kreese a Johnny y Peters lo fulminó con la mirada.

La celebración del equipo negro se acabó cuando Raya Látigo salió de su escondite y sorprendió a Miguel por detrás, quitándole la cinta y declarando la victoria al equipo rojo.

—¿A qué ha venido eso?—Le preguntó Johnny al latino mientras los del equipo ganador lo celebraban—. No te he enseñado a pelear así.

—El sensei Kreese sí. Esto no es un torneo, es la vida real—Le reprochó el chico.

—¿Es así cómo quieres vivir tu vida?—El rubio se marchó y Miguel pudo distinguir el cabello castaño de Melody desaparecer entre los árboles.





(...)





LOS TONOS ANARANJADOS Y DORADOS CUBRÍAN EL CIELO DEL VALLE EN UN PRECIOSO ATARDECER. Era una vista hermosa, y aún más espectacular desde el mirador.

No obstante —aunque sus ojos estuvieran clavados en el paisaje— la mente de Melody estaba tan metida en sus pensamientos que no le estaba prestando atención.

Sintió la presencia de alguien a sus espaldas y soltó una risa nasal mientras bajaba su mirada hacia sus dedos, que se enlazaban entre ellos una y otra vez nerviosamente.

—Sabía que me encontrarías aquí—Murmuró, pero fue lo suficientemente alto como para que el chico la escuchara.

Miguel apoyó sus antebrazos en la barandilla de metal que había en el mirador, imitando la postura de la castaña.

—¿Cómo sabías que era yo?

—Tengo un tercer ojo en la nuca, pero no se lo digas a nadie—Bromeó—. Te vi subir la cuesta, tarado.

Díaz asintió y sonrió al escuchar aquel apodo, para que después ambos se sumergieran en un silencio para nada incómodo.

—Puedo escuchar tus ruidosos pensamientos—Dijo Peters con la vista clavada en el horizonte—. No estoy enfadada, Díaz. Solo... no entiendo por qué lo hiciste.

—Sin piedad. El sensei Kreese dijo que era el enemigo, yo...—Melody no pudo aguantar las ganas de poner los ojos en blanco y eso hizo.

—El enemigo—Murmuró y bufó mientras negaba con la cabeza—. Eso tendría más sentido si esto fuera una guerra, pero no lo es, ni nosotros somos soldados. Solo somos adolescentes, mostrar piedad no va a matarnos—Replicó molesta por todas aquellas ideas que el veterano de guerra había metido en sus cabezas.

—Ya—Murmuró el pelinegro con la cabeza baja.

—Casi va a hacer un año desde que nos conocimos—Habló Melody después de un pequeño silencio—. Y no creo que hubiera sido capaz de superar todo lo que pasó este último año sin ti, no dejes que alguien como Kreese te cambie. Por favor—Las últimas dos palabras fueron un susurro suplicante que consiguieron que el pelo de la nuca de Miguel se erizara.

—Básicamente, estás diciendo que me necesitas—Bromeó el pelinegro y Melody abrió la boca y soltó una risita incrédula.

—Yo no te necesito—Le espetó con una sonrisa, continuando con su broma—. Pero eso no significa que no me agrades, y, aunque me cueste admitirlo, eres un buen chico. Que no se te infle el ego pero, yo no le contaría mis cosas a cualquiera, y tú sabes hasta lo de Kyler.

—Aún quiero matarlo.

—Lo sé, pero ya le diste una paliza, no creo que vuelva a aparecer en la pintura—Melody sonrió y, por primera vez desde que Miguel se había plantado a su lado, se atrevió a mirarle.

La luz anaranjada del atardecer iluminaba su rostro y pudo ver un pequeño destello de felicidad y calma en sus ojos.

Como si sintiera su mirada, Díaz giró su cabeza hacia la chica y ambos se observaron en silencio.

La suave brisa alborotaba el cabello castaño de Melody, así que él estiró una mano y le colocó un mechón que estaba cubriendo su rostro detrás de su oreja.

La chica apartó la mirada con las mejillas encendidas, sintiendo una descarga eléctrica recorriendo su cuello cuando los dedos de Miguel lo acariciaron al hacer aquel gesto.

—¿Por qué has venido?—Le preguntó con curiosidad, no había pensado que la echaría en falta.

—Johnny estaba un poco desesperado por saber dónde estabas—El pelinegro que encogió de hombros—. Y yo supuse que estarías aquí, así que le dije que iría a buscarte.

Melody asintió y luego volvió a mirar al chico, que había vuelto a clavar la vista en el paisaje.

—Deberíamos devolverla. La medalla—Aclaró.

—Sí—Murmuró el pelinegro.

—Pero después del atardecer. Esta vista es muy bonita.

—Tienes razón, lo es—Respondió Díaz a la vez que sus ojos se clavaban inconscientemente en el perfil de aquella chica.

Oh, Melody, ¿por qué tenías que ser tan perfecta desde su punto de vista?












*Aparece después de tener unas semanas llenas de exámenes con esta bomba de capítulo*

Holisssss :)

No tengo muchas cosas que decir porque estos dos idiotas me tienen gritando intensamente XD

En fin, perdón por tardar tanto en actualizar, bachillerato me está destruyendo poquito a poquito :')

Weno, espero que os haya gustado!

Nos leemos,

NO MERCY!

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