𝐒𝐄𝐕𝐄𝐍. dark past


𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄. ❛ pasado oscuro ❜




JOHNNY HABÍA LLEVADO A MELODY A CASA DESPUÉS DE CONTARLE que Christopher Scott había vuelto a su vida.

—Recuerda lo que te he dicho.

—Cualquier cosa te llamo para que le des una paliza, no te preocupes—Recordó la chica y le sonrió al hombre desde el asiento del copiloto.

—¿Cuándo volvía tu madre?—Preguntó el rubio.

—No lo sé. Pero estaré bien. Soy una tía dura, ¿recuerdas?—Dijo ella con un tono burlón y Johnny asintió con una pequeña sonrisa.

—Sé que lo eres—La castaña le sonrió una última vez antes de salir del coche y pararse delante de la puerta de su apartamento.

Respiró hondo antes de abrir la puerta y entrar.

—¿Dónde estabas?—Aquella voz resonó en la oscuridad en la que el pequeño apartamento estaba sumergido y Melody tuvo que reprimir las ganas de preguntar qué demonios hacía esperándola con las luces apagadas.

—Estaba con Johnny Lawrence, el vecino del apartamento de al lado—Respondió tranquilamente. Lo último que le apetecía en ese momento era hablar con él, y empezar una discusión no era un buen plan.

—¿Ese perdedor?—Preguntó mientras encendía las luces y se acercaba a ella.

—No es un perdedor, es mi sensei.

—¿Ahora haces karate?—La castaña asintió y esquivó la anatomía del castaño para dirigirse hacia la pequeña mesita del salón, que era donde descansaba el portátil de su madre—. Yo podría enseñarte, también sé hacer.

—Estoy ocupada con las clases. Ahora si me disculpas me voy a mi habitación—Dicho eso se dio la vuelta y entró en su cuarto, echando el pestillo nada más entrar.

Se tiró en su cama y puso cualquier serie para intentar olvidarse de su ruptura con Liam, pero no funcionó. Cada vez que veía a alguien con rizos o a alguna pareja se deprimía aún más.

Su plan era quedarse allí tirada hasta quedarse dormida, sin embargo su estómago comenzaba a molestarle del hambre, así que no le quedó otra opción que levantarse y dirigirse a la cocina.

Con su ropa arrugada y recogiéndose su pelo en un moño desaliñado, sus pies recorrieron el camino de su habitación a la cocina. Una vez allí, abrió la nevera y cogió las sobras de pasta que quedaron del día anterior, pero antes de poder calentarlas, unos toquecitos sonaron en la puerta.

—Melody, abre la puerta—Ordenó Chris desde el sofá.

La castaña rodó los ojos y abrió la puerta. Abrió mucho los ojos, sorprendida al ver a Robby Keene en la puerta de su casa con la respiración agitada y el pelo revuelto. Se aseguró de que aquel hombre no había visto quién era y salió del apartamento, cerrando la puerta tras ella.

—Robby, ¿qué pasó? ¿Por qué parece que acabas de atravesar media ciudad corriendo?—Preguntó con preocupación.

—Solo venía a verte y a asegurarme de que estabas bien—Melody lo miró con el ceño fruncido.

—¿Por qué no lo estaría?—Cuestionó ignorando el desastre emocional que era por dentro—. ¿Es por Trey y Cruz?

—¿Cómo sabes tú eso?

—¿Cómo crees que supe dónde trabajabas? Los oí hablar en el parque sobre el atraco al concesionario. No les habrás ayudado, ¿no?—Robby negó con la cabeza y tragó saliva.

—Ese es el problema, no lo hice y me amenazaron con hacerte daño—Informó con preocupación—. Solo... anda con cuidado, ¿vale?

—Puedo cuidarme sola. Pero gracias por preocuparte—La castaña le sonrió—. Me alegra que no les hicieras caso.

—¿Robby?—Una tercera voz resonó detrás del chico, Melody miró a Johnny que acababa de salir de su apartamento.

—¿Papá?—La castaña abrió mucho los ojos.

—¡¿Papá?!—Repitió la chica impactada.

«Ahora muchas cosas tienen sentido. Los dos tienen un humor y un temperamento de mierda.»

—¿Melody? ¿Os conocéis?—Preguntó el rubio señalando a ambos.

—¿Qué está pasando aquí?—La voz de Christopher sonó detrás de Melody, haciendo que se sobresaltara.

—Johnny y su hijo, Robby, venían a preguntar si teníamos harina para poder hacer galletas pero no tenemos, lo siento—La chica le hizo una señal a su amigo para que le siguiera el rollo y eso hizo.

—No pasa nada, iremos a la tienda. ¿Y él quién es?—Preguntó Robby señalando al hombre que estaba detrás de su amiga.

—Soy su padre—Respondió él y la castaña soltó una risa irónica, haciendo que no se diera cuenta de los puños apretados del rubio. Así que ese idiota era su progenitor.

Lawrence se riñó mentalmente por no darse cuenta antes, si le hubiera prestado más atención al apartamento de al lado durante los dieciséis años que Melody llevaba viviendo allí a lo mejor podría haberla protegido de ese imbécil.

—Que decidió aparecer hoy de la nada, ¿vas a seguir atosigándome o puedo hablar con mis vecinos tranquilamente, papá?—Preguntó resaltando la última palabra.

—Creo que es mejor que entres ya. Es muy tarde para estar aquí fuera—Dijo Chris mientras clavaba sus ojos en Johnny, que también lo miraba fijamente. Se conocían de algún lado, y era obvio que no se llevaban bien.

—¿Enserio? ¿Ahora no puedo ni hablar con la gente que lleva más tiempo viviendo junto a mí que tú?—Preguntó la chica alterada. Ya había tenido bastante—. Eres increíble—Masculló antes de entrar de nuevo al apartamento, dando un portazo.

—Melody, abre la puerta—Ordenó su progenitor desde el otro lado.

—Eh, idiota—Lo llamó Johnny—. Está abierta. Cuando se enfada siempre se olvida de poner el pestillo de la puerta principal y se va directamente a su habitación—Informó el rubio ganándose una mirada confusa por parte de su hijo y una llena de rabia del otro hombre. Le cabreaba que ese perdedor supiera más de su hija que él mismo.

—Piérdete, Lawrence—Le dijo Christopher antes de cerrar la puerta detrás suya.

Robby no tardó en abandonar el lugar, dejando a Johnny solo, delante de la puerta del apartamento de Marie.

Scott no le agradaba, nunca lo hizo. Ni siquiera en el instituto, cuando eran vecinos en las mansiones situadas en las colinas apenas podían verse sin lanzarse miradas de odio. Y todo eso fue a peor cuando comenzó a salir con Marie. Ambos aprovechaban para pelear sobre el tatami de Cobra Kai, siendo Johnny el ganador ya que, como decía John Kreese, él era el mejor estudiante. Haciendo así que más rivalidad surgiera entre ellos, ya que uno tenía el karate pero el otro tenía a la chica.




(...)





A LA MAÑANA SIGUIENTE EL PORTÁTIL DE MARIE SEGUÍA ENCENDIDO, esta vez con el musical Grease en la pantalla.

Unos leves golpecitos resonaron en la puerta de Melody, unos que reconoció como los de su madre.

—Pasa—Dijo suavemente.

—Melody, cariño, ¿has visto mi...—Sus ojos se clavaron en la pequeña pantalla en la que Rizzo cantaba There are worse things I could do—portátil? ¿Grease? ¿Qué ha pasado?

—Liam y yo hemos roto—La castaña se aferró aún más a la manta que cubría su cuerpo.

—Oh, cariño. Lo siento mucho—Marie se sentó al lado de su hija y le dio un pequeño abrazo—. ¿Qué ha pasado?

—No lo sé—Habló la menor con un hilo de voz—. Todo se desmoronó de un momento a otro. Ni siquiera nos dijimos te quiero.

La mujer pasó su brazo por los hombros de su hija—¿Y estás segura de que no os lo dijisteis por que no tuvisteis tiempo o por que no lo sentíais?—Melody miró a su madre, pensando en que la segunda opción parecía la más acertada.

—Aún así duele—Susurró con la mirada perdida en un punto de la habitación.

Marie chasqueó su lengua y le acarició el pelo a su hija—Cariño, en la vida te van a gustar muchas personas, y vas a pasar mucho tiempo buscando a la indicada. Pero es mejor que dejes que la vida siga su curso, y cuando conozcas a esa persona, lo sabrás. Te lo prometo. Y si Liam resultara ser esa persona, ya encontraréis la forma de volver a estar juntos. Así que arriba, que si no me equivoco hoy tienes clase de karate—La mujer le quitó la manta de encima y la menor gruñó—. Vamos Melody, no me hagas repetirlo. Te espero fuera.

La castaña se levantó a regañadientes y se puso ropa de entrenamiento, ya que ese día irían a un desguace a prepararse para el torneo.

Al abrir la puerta, se sorprendió al ver a Johnny y a su madre hablando, como si fueran amigos toda la vida.

—¿Lista?—Preguntó la mujer con una sonrisa.

—¿De qué hablabais?—Melody se acercó a ellos con el ceño fruncido.

—Tu madre me contó que estás un poco triste, pero yo le dije que seguro que no es nada que no se cure con unos cuantos puñetazos—Marie miró mal al rubio.

—Así es cómo solucionas todo, ¿no? ¿Dando puñetazos?

—Eh, es un gran ejercicio para descargar la rabia, yo lo hacía para superar las rupturas—Protestó Johnny cruzándose de brazos.

—Que yo sepa solo saliste con Ali, ¿alguien más te rompió el corazón y no me lo dijiste?—Marie desafió al hombre con la mirada y Melody carraspeó, llamando la atención de ambos.

—Este es el momento en el que me explicáis de qué os conocéis—La cara de la menor expresaba una confusión total.

«Eh... ¿contexto por favor?»

—Éramos mejores amigos en el instituto.

—Tú madre estaba coladita por mi—Respondieron ambos al unísono y Marie miró a Johnny con el ceño fruncido.

—No estaba coladita por ti—El rubio soltó una risa burlona.

—Sí lo estabas. Siempre me ponías ojitos en la cafetería.

—Eso no es verdad—Protestó la mujer.

—Sí, lo es. Y luego saliste con el idiota ese para olvidarte de mí—Marie rió cómo si acabara de oír la mejor broma de la historia.

—Ya, claro. ¿Y qué más? ¿Volaba en unicornio al instituto?—Preguntó con sarcasmo.

—Puedes decir lo que quieras, pero yo lo sé y tú lo sabes, no importa cuánto lo niegues.

—¿Seguro que no eras tú el que estaba coladito por mí?—La clásica postura de las manos en las caderas se hizo presente en el cuerpo de Marie, poniéndo al rubio un poco nervioso.

—¿Eh?

—¡Está bien!—Interrumpió Melody—. Ya me ha quedado claro... creo. En fin, vámonos ya.

Johnny y Marie se desafiaron con la mirada como si en cualquier momento alguno fuera a admitir los sentimientos enterrados en el instituto. Pero ninguno lo hizo.





(...)





EL SONIDO DE LA LATA DE CERVEZA ABRIÉNDOSE SE HIZO PRESENTE EN EL DESGUACE antes de que Johnny comenzara su discurso motivados—Entrenáis duro. Sois más fuertes y más rápidos. Os esforzáis. ¿Listos para el campeonato?

—¡Sí, sensei!—Exclamaron los adolescentes.

—¡Error!—La lata de cerveza acabó tirada en el suelo a los pies del pequeño grupo—. ¡Y una mierda! Para ganar el Campeonato de Karate Sub-18 All Valley, tenéis que hacerlo mejor. A partir de ahora, seré más duro. ¿Entendido?

—¡Sí, sensei!

—¿Sois unos tristes?

—¡No, sensei!

—¿Sois unos frikis?

—¡No, sensei!

—¿Seguro?

—¡No, sensei!—Johnny se tapó la cara con las manos de la frustración.

El entrenamiento comenzó, corrieron pisando dentro de ruedas viejas para probar su agilidad de pies, recorrieron una barra encima de un contenedor con piezas de coches hechas mierda para practicar el equilibrio y escaparon de unos perros hambrientos que buscaban las chuches que Johnny les había dado. Todo eso acompañado de los insultos de su sensei, que no fallaba en motivarlos.

Sin embargo, la parte favorita de Melody fue la destrozar los coches abandonados con la ayuda de tuberías rotas o bates de béisbol. La manera perfecta de desahogarse.

—¿Sensei?—Lo llamó Miguel sin apartar los ojos de Melody—. ¿Deberíamos hacer algo?—Los gruñidos enfadados de la chica llegaron a los oídos de ambos y Johnny puso una mueca.

—No, déjala desahogarse. Además, da un poco de miedo—Los dos hombres se sobresaltaron cuando la castaña tiró una puerta de un coche por el hueco que había en la pared, haciendo que el golpe provocara un estruendo y que Melody riera eufórica—. Me corrijo. Da mucho miedo—Díaz asintió enérgicamente, dándole la razón al mayor.





(...)





MELODY Y MIGUEL ESTABAN ENFRENTÁNDOSE SOBRE EL TATAMI DEL DOJO, preparándose para el torneo.

La castaña se había librado de la llave del latino y se las había apañado para tirarlo al suelo e inmovilizarlo contra el tatami y su anatomía.

—Vale, vale. Suficiente. Guardar algo para el torneo—Dijo Johnny mientras hacía acto de presencia.

Melody se levantó y le tendió una mano al chico para ayudarle—¿Dónde has aprendido eso?

La chica se encogió de hombros y tiró del chico para que este se pusiera de pie, pero usó demasiada fuerza y sus cuerpos chocaron, provocando que el espacio entre ellos fuera mínimo.

El rubio los miró apartarse mientras se sonrojaban con una ceja alzada. Eran unos raritos.

—¿Por qué somos los únicos aquí, sensei?—Preguntó el pelinegro.

—Seamos claros: sois los únicos que podéis ganar.

—¿Somos sus mejores alumnos?—Melody se cruzó de brazos con una sonrisa socarrona en el rostro.

—No os emocionéis—Les dijo a ambos mientras se dirigían a beber un poco de agua—. ¿Habéis visto a los otros?—La chica puso los ojos en blanco con una sonrisa y tomó un trago de agua mientras escuchaba a Miguel reír—. ¿Qué es tan gracioso?

—Oh, nada, mi novia acaba de publicar una foto—El latino le tendió su móvil al mayor y Melody volvió a beber agua, intentando ignorar aquella conversación.

—Un segundo—El rubio le arrebató el móvil de las manos al menos—. ¿Es la hija de Daniel Larusso?

—Sí, ¿conoce a Samantha?

—¿Estás saliendo con una Larusso?—Miguel miró al hombre con confusión.

—Sí, ¿qué pasa?

—Por su tono de voz yo diría que se arrepiente de darte consejos para ligar—Opinó Melody desde el suelo, ya que se había sentado para descansar.

—Tenemos que hablar.

Los dos adolescentes se cambiaron y se unieron a Johnny en la acera del aparcamiento que había fuera del dojo.

—Verano del ochenta y dos—Comenzó a narrar el rubio—. Se estrenó Rocky III. Mi amigo era fan de Mr. T, así que fuimos al cine a verla. Había un grupo de chicas comiendo palomitas. Mi amigo les tiró chucherías—Los dos jóvenes fruncieron el ceño.

—¿Por qué haría eso?

—Porque es un macho alfa, a las tías les gusta—Aseguró Johnny.

—Dijo el hombre de cuarenta años y soltero—Murmuró Melody para después darle un largo trago a su Coca-cola.

—Las chicas se cabrearon—Continuño el rubio ignorando a la chica—. Dos se levantaron y comenzaron a gritarnos. A una ya la conocía, y solo por las manos en sus caderas y el ceño fruncido ya sabía que estábamos jodidos. Era tu madre—Le dijo a Melody y esta simplemente sonrió, clásico de Marie Peters—. Luego miré a la otra chica, y esa fue la primera vez que la vi.

—¿A quién?—Preguntaron ambos.

—A Ali—La castaña recordó aquel nombre, su madre le contaba historias de sus aventuras junto a su mejor amiga, Ali Mills. Lo que le resultó extraño es que ella y Johnny estuvieran conectados con, aparentemente, Daniel Larusso—. Le tiró las palomitas con la cabeza mientras Marie continuaba echándonos la bronca—Los tres rieron—. Sin duda eran dos chicas con carácter.

—¿Invitó a alguna a salir?—Melody miró al rubio con curiosidad después de la pregunta de su amigo.

—Marie tenía novio y era mi mejor amiga, así que con ella ni lo intenté. Y con Ali... Tuve que insistir, pero aceptó. Fuimos al mini golf. Básicamente Marie me obligó porque ella trabajaba allí y quería asegurarse de que no trataba mal a su mejor amiga. Al final, Ali y yo nos besamos en la noria. Estábamos enamorados—El corazón de Melody se encogió al pensar en Liam. Habían pasado unas cuantas semanas desde la ruptura, pero aún seguía pensando en él. Cuanto más le hablaban de amor más claro lo tenía, ella no había estado enamorada de él, y estaba segura que él tampoco de ella—. Salimos durante dos años. Para San Valentín, le regalé una pulsera de plástico rosa. Ella me dio esto—El hombre le enseñó la cinta negra que siempre se ponía para dar clase.

—¿Y qué pasó?—Preguntó la castaña.

—Discutimos antes del último curso. Pensé que se arreglaría, y entonces apareció Daniel Larusso. Intentó ligar con ella, los pillé tonteando.

—¿Y qué hizo?—Esta vez fue Miguel el que formuló la pregunta.

—Fui a hablar civilizadamente con Ali, él se entrometió. Le dije que no se metiera y, de repente, me dio un puñetazo.

—Que capullo—Melody alzó una ceja mientras se mantenía en silencio. Luego le preguntaría a su madre qué pasó de verdad, ya que Johnny no parecía una fuente muy fiable al narrar desde la rabia y enemistad con el otro hombre.

—Desde luego—El rubio continuó su relato—. Hice lo que cualquiera: defenderme. Pensé que se acabaría ahí, pero él no paró. En el baile de Halloween, yo estaba a mi bola y me regó con una manguera—Los dos adolescentes se miraron con el ceño fruncido—. Llevaba meses sin verlo y el cabrón me regó entero. Lo perseguí para aclarar las cosas de una vez y resultó que tenía un profesor de karate. Salió de la nada y nos pegó a mí y a mis amigos. Creo que Tommy sufrió daños cerebrales en esa pelea.

—Madre mía—La castaña ladeó la cabeza mientras miraba a Díaz con las cejas alzadas.

«Sabe que está exagerando, ¿no? Dime que no se lo está creyendo, por favor.»

—Así que decidimos resolverlo en el campeonato. Los dos llegamos a la final, íbamos dos a dos...—Los dos menores miraron a Johnny mientras él bebía su cerveza, el latino con impaciencia y Peters con un poco de pena.

—¿Y quién ganó?

—¿Tú qué crees?—Le preguntó Melody por lo bajo.

—Él ganó, yo perdí—Aclaró Lawrence—. Pero lo peor de todo es que perdí a Ali. Y Marie no me quiso hablar en dos semanas.

—Ya...

—Os cuento todo esto para que tengáis cuidado con los Larusso—Los dos chicos se miraron entre ellos y luego asintieron levemente.

Melody se quedó pensando en la primera y única vez que había hablado con Daniel, luego le preguntaría a su madre cómo había sido la historia ya que Larusso había parecido un hombre amable cuando ella fue a ver a Robby.

Y ahí cayó.

Robby está trabajando en el negocio del enemigo de su padre al que, al parecer, no quiere ver ni en pintura. Aquello no parecía una coincidencia, sino que parecía una bomba a punto de estallar, y algo le decía que afectaría a mucha más gente que solo a esos tres.

«Oh mierd...»





(...)





LOS TRES VECINOS BAJARON DEL COCHE ROJO DEL MAYOR, encontrándose con Carmen, la madre de Miguel.

—Hola chicos. ¿Qué tal ha ido el entrenamiento?—Preguntó la mujer.

—Su hijo va muy bien—Informó el rubio.

—Pero yo voy mejor—Añadió Melody con una sonrisa amplia.

—Ya te gustaría—Le respondió el latino con burla y la castaña rió irónicamente.

—¿Quién ha ganado el combate de hoy?

Miguel la miró resignado—Solo ha sido hoy.

—Ajá—La castaña asintió haciendo un mohín, divertida.

Carmen sonrió al ver la escena—Miggy, vete a lavarte. La yaya ha hecho seco de carne.

—Voy. Adiós—Chocó su puño contra el de Johnny y Melody le sacó la lengua divertida, causando que riera mientras se alejaba.

—Nos vemos.

Los tres se separaron, pero la voz de Carmen llamó la atención de los dos vecinos que iban a abrir sus respectivas puertas.

—¿Tiene la cena hecha?

—¿Yo?—Preguntó Johnny y luego se dio cuenta de que a Melody no le haría esa pregunta—. Me haré algo precocinado.

—No suena muy apetecible. ¿Se apunta?—La castaña miró la escena con un poco de diversión.

—Gracias, pero no quiero molestar.

—No molesta, hay mucha comida.

—Ya, pero...

—Sin "peros"—Interrumpió la mujer—. Mi dojo, mis reglas.

—¡Ja! Ha usado tus propios trucos contra ti—Dijo Melody desde la puerta de su casa, sin embargo su expresión divertida desapareció con las siguientes palabras de Carmen.

—Tú también Melody. Y no acepto un "no". Tu madre me pidió que cenaras con nosotros porque tiene que trabajar y Christopher se fue a aclarar unas cosas del trabajo.

Johnny le hizo la burla a Melody y ella lo miró con los ojos entrecerrados, sin duda eran como dos niños pequeños.

Damos gracias al señor misericordioso por esta comida que nos da alimento y fortaleza y también damos gracias para poder compartir con nuestros nuevos amigos, Johnny y Melody—Los aludidos le sonrieron a la anciana mientras esta continuaba bendiciendo la mesa—. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Amén.

—Amén. Eso me lo sé—Dijo el rubio una vez que todos habían dicho aquella palabra.

La joven Peters había entendido algunas cosas que la abuela de Miguel había dicho, pero no todo ya que no era fluente en español.

—Miguel me ha dicho lo del campeonato. Espero que no le hagan daño—Miguel miró a su madre, quejándose con los ojos.

—Mamá. Ya te dije que habrá árbitros, no puedes hacerte daño—Aseguró el pelinegro.

—Al menos no permanentemente—Melody le dió una patada al hombre por debajo de la mesa—. Estarán bien. Ambos—La castaña le sonrió.

—¿Siempre ha vivido en Reseda?—Le preguntó al hombre, la vida de Melody ya se la tenía sabida por todas las veces que iba a hacer la colada junto a Marie mientras los niños estaban en karate.

—No, me crié en Encino—La castaña lo miró sorprendida. Estaba descubriendo bastante cosas sobre el pasado de Johnny últimamente.

—¿De verdad? Allí hay buenas casas.

—Sí, pero, aunque sean buenas, no todo lo que pasa dentro lo es—Melody paró de comer inmediatamente y Johnny le dedicó una mirada fugaz—. Qué buenos están estos plátanos.

—Son bananas fritas—Le informó Carmen con una sonrisa, siguiéndole el rollo al hombre y cambiando de tema.

—Nosotros decimos "plátano" a todo—La castaña asintió, dándole la razón al hombre ya que tenía la boca llena de comida como para hablar sin escupir—. ¿Qué pasa?—Preguntó el rubio al ver que todos se reían y la castaña miró a su amigo confusa.

Miguel iba a decirle a la chica que tenía un cacho de comida en la comisura de los labios pero su teléfono comenzó a sonar, mostrando una foto de Sam en la pantalla—Perdón.

—Contesta, no pasa nada. Pero no tardes, que se enfría. ¿Vale?—Le dijo su madre.

—Vale—El latino se levantó contento y se fue a su habitación.

—Tiene novia—Informó Carmen al ver la cara de confusión de la anciana.

—Lo sabemos—Susurró Melody mientras clavaba el tenedor en su plato con fuerza de más, cosa que solo Johnny pareció observar y escuchar.

Después de una pequeña charla sobre el padre de Miguel que dejó a Melody un poco impactada y confusa, el chico volvió a la mesa con el humor más decaído que antes.

—¿Todo bien?—Le preguntó la castaña en un susurro y él asintió.

—Luego te cuento—Le susurró el de vuelta.

Melody lo miró con preocupación mientras se mordía el labio. Una pregunta rondaba por su cabeza, ¿por qué no le había contado nada sobre su padre?

Ella tampoco lo había hecho pero simplemente porque no había salido el tema y, aunque lo hiciera, ella tampoco lo contaría. ¿A Miguel le pasaría lo mismo con su progenitor?





(...)





AISHA, MIGUEL, MELODY Y HAWK ESTABAN EN EL CINE, PERO PARECÍA QUE SOLO LAS CHICAS MIRABAN LA PELÍCULA ya que el chico de la cresta estaba ocupado lanzándole palomitas a las chicas y el latino parecía estar en otro planeta.

—Oye, ¿qué te pasa?—Le preguntó Aisha.

—No dejo de pensar en lo del padre de Sam—Melody suspiró, llevaba así toda la semana. Pensando una y otra vez en la rivalidad de su suegro y el dojo en el que practicaba karate.

—El problema lo tienen ellos. A ti no te incumbe.

La castaña le dió una palmada a la mano de Eli, que seguía lanzando palomitas.

—¿Es que no lo pillas?—Le preguntó el latino.

—No, no lo hace—Dijo Melody, uniéndose así a la conversación.

—¿Y tú si?—Le preguntó Miguel confuso y la castaña lo miró ofendida.

—Pues claro. Su padre odia Cobra Kai y tú eres parte del dojo. Por lógica, su padre te odiará—Miguel gruñó frustrado—. Osea eso es lo que piensas tú, no lo que pasa en realidad.

—¿Entonces por qué no le ha dicho que estamos juntos?—Cuestionó el pelinegro, buscando la respuesta en las facciones de Melody, levemente iluminadas por la pantalla gigante del cine. Aquella luz tenue le favorecía.

—Joder, que pardillo eres—La voz de Hawk lo sacó de sus pensamientos.

—No es cosa mía, hasta Melody lo piensa.

—Yo no he dicho eso—Protestó la castaña.

—El otro día estaba rara hablando con él.

—Conozco al señor Larusso desde tercero, es buena gente. Cuéntaselo y ya está—Opinó Aisha y Miguel soltó una risita irónica.

—No me invita a su casa, no querrá presentarme—Melody miró a su amigo con pena, le molestaba verlo tan deprimido por Sam y no poder hacer nada para ayudarlo.

—Pues plántate allí. Sé un macho alfa—Añadió Eli.

—Allanamiento de morada. ¡Yay!—El sarcasmo de la voz de Melody hizo que Hawk rodara los ojos y siguiera lanzando palomitas.

—¿Quién ha sido?—Preguntó un hombre y el peliazul se encogió en su sitio.

—Lanzar la piedra y esconder la mano, muy maduro—Le susurró.

—Shh, intento ver la película—Hawk le dedicó una sonrisa divertida y ella bufó para después llevarse un puñado de palomitas a la boca.





(...)





LAS CERVEZAS DESPERDIGADAS POR LA MESA ERA LO PRIMERO QUE RECORDABA. El olor a alcohol en su aliento mientras le echaba la bronca por llegar más tarde a casa de lo acordado.

Y luego el impacto.

Ni siquiera un lo siento, ni una pizca de arrepentimiento en su cara. Simplemente un portazo y el motor del coche encenderse mientras se iba, conduciendo borracho.

Melody no intentó frenarlo, con suerte tendría un accidente y desaparecería, dejándola en paz por siempre.

Ella jugaba con el borde de su sudadera después de limpiar el interior de la casa para ocultar cualquier tipo de evidencia. Los ojos le ardían, igual que el corte en su mejilla provocado por el borde de un cristal hecho añicos. Sentía la sangre resbalar por su mejilla pero no le importaba.

Estaba centrada en no echarse a llorar. No podía llorar, era de débiles y ella no era débil.

Eso se había dicho la última vez que había derramado una lágrima hace cinco años. Curioso que fuera por la misma razón.

Su maldito padre pegándole y luego saliendo corriendo.

Respiró hondo intentando ahuyentar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos y continuó jugando con su sudadera.

—¿Melody?—La chica alzó la vista, encontrándose con Miguel cogiendo su bicicleta.

Pestañeó varias veces, deshaciéndose de las lágrimas y puso una de sus mejores sonrisas.

«Ya lo has hecho antes, puedes hacerlo ahora.» Se dijo a ella misma. En esos casos, la que ella denominaba como Mini Melody desaparecía un rato, dejándola sola con la voz de sus pensamientos.

—¿Qué te ha pasado?—El pelinegro se acercó preocupado y ella se maldijo mentalmente por no acordarse de aquel corte—¿Estás bien?

Melody abrió la boca. Quería decir que sí, que todo estaba perfectamente como siempre. Sin embargo las palabras se atragantaron en su garganta y lo único que salió fue un sollozo acompañado de una negación de cabeza.

Lo siguiente que sintió, fue los brazos de Miguel envolviéndola en un cálido abrazo. Ella simplemente se mordió el labio inferior, reteniendo las lágrimas.

—Ven—El pelinegro la llevó al interior de su casa y la sentó sobre su cama mientras iba a por el botiquín para curarle el corte.

Al volver, se encontró con que la chica tenía la mirada perdida en un punto de la habitación, como si estuviera en shock. Se sentó a su lado y tomó la barbilla de la castaña suavemente para que esta lo mirara y poder curarle mejor.

El corte era más profundo de lo que parecía, pero por suerte no lo suficiente para ponerle puntos. Díaz no se había dado cuenta de la poca distancia entre ellos hasta que finalizó la cura, lo que hizo que su corazón se acelerara inconscientemente.

Pero lo que le preocupaba era la mirada de Melody, estaba vacía, perdida, sumergida en sufrimiento.

—Mels—La llamó con delicadeza, causando que sus ojos chocasen—, ¿qué ha pasado?

La castaña abrió la boca, pero la volvió a cerrar al instante—¿A dónde ibas?—Preguntó casi en un susurro y el pelinegro negó con la cabeza.

—No hagas eso. No cambies de tema—Le pidió, y con aquella mirada, Melody se sintió indefensa—. No voy a presionarte para que me cuentes nada, pero...—El latino hizo una pequeña pausa en la que pensó sus palabras—. Necesito saber que estás bien—Al mirarle a los ojos, Peters se dio cuenta de la autenticidad de aquellas palabras, y tuvo que luchar para no llorar.

Lo miró dudosa durante unos segundos. Nadie lo sabía, pero estaba segura de que debía decírselo a alguien o iba a explotar. Y el latino era la única persona a la que sentía que podía contárselo.

Apartó la tela de la sudadera y de la camiseta, mostrando aquella cicatriz de seis centímetros en su hombro derecho.

Miguel abrió mucho los ojos, pero no tuvo la oportunidad de hacer preguntas, ya que la chica comenzó a hablar

—Mi padre siempre ha sido una persona intermitente en mi vida—Explicó mientras fijaba su mirada en sus dedos, que se enredaban entre ellos—. La primera vez que lo vi fue cuando tenía cinco años, y desde ahí aparecía y se iba cuando le daba la gana. Nunca me gustó estar cerca suya, había algo que no me cuadraba, pero probablemente fuera que nos dejara a mí y a mi madre siempre solas. La penúltima vez que apareció fue hace cinco años. Yo no quería verlo ni en pintura, estaba cabreada porque todas las chicas de clase hablaban de su padre y de lo mucho que las quería y las cosas que le compraba. Y yo también quería eso, pero no lo tenía. Así que decidí cerrarme completamente, no le dirigí la palabra en una semana. Hasta que vino a hablar conmigo, y me prometió que esa vez no se iría. Y no lo hizo—Melody soltó una risa amarga mientras seguía jugando con las manos con nerviosismo—. Ojalá lo hubiera hecho.

»Christopher siempre fue un poco agresivo, eso yo lo sabía, a veces me gritaba o me daba algunos golpes para enseñarme. Pensé que era algo normal. Hasta que empezó a emborracharse y a pegarme de verdad, yo me decía a mí misma que me lo merecía por hacer las cosas mal, así que aguanté los puñetazos y bofetadas que me daba. Pero un día que mi madre estaba trabajando, se había pasado de copas, pude notarlo. Comenzó a gritarme y luego me empujó mientras yo intentaba huir. Me clavé la esquina de la mesa de cristal en el hombro al tropezar con la alfombra y caer al suelo. Dolía muchísimo—Su voz tembló ligeramente al recordar el momento, pero las lágrimas parecían estar bajo control ya que ninguna se asomó—. Así que, después de recoger cualquier indicio que delatara que había sido él el culpable, Chris me llevó al hospital donde me dieron puntos. Le había dicho a todos que me había tropezado y caído sin más. Que no vi por dónde iba. Y yo no pude decir otra cosa. Estaba asustada de que si se lo contaba a mi madre, le haría algo parecido a ella. No me importaba que se fuera y que no volviera, pero si algo le pasaba a mi madre y fuera mi culpa sí que no me lo perdonaría. Así que le conté la versión de Christopher y ella pareció creerme. Cuando todos se fueron y me dejaron sola en la habitación del hospital, comencé a llorar, pensando que lo que había pasado era mi culpa por pedirle que se quedara. Pero luego me di cuenta de que no lo era, y que solo él era el culpable. Esa fue la última vez que lloré.

Miguel la escuchaba con atención, sintiendo cómo algo se partía en su interior al saber todo por lo que ella había pasado.

»Hoy llegué unos minutos tarde a casa, y estaba borracho. Lo único que sé es que me gritó y me lanzó la botella que me hizo esto—Señaló su corte—. Pero no voy a llorar, no quiero que se sienta tan importante como para afectarme. Así que voy a hacer como si nada y apreciaría que tú hicieras lo mismo—Finalizó la chica clavando sus ojos en los del pelinegro.

Miguel miró a su amiga con preocupación, ahora la rara actitud que había tenido esas últimas semanas tenía sentido.

—Melody, no puedo ignorar todo esto. Deberías denunciarlo, no puede...

—Si no puedes fingir indiferencia tendré que ignorarte a ti también. Y no quiero hacerlo, así que, por favor—Le pidió la castaña en un susurro y el chico se limitó a asentir—. Gracias. Siento haberte molestado con todo esto—Dijo antes de casi salir corriendo por la puerta.

Díaz la siguió pero se frenó en su puerta, era obvio que necesitaba su espacio. Pero no sabía cuánto tiempo podría guardar el secreto.













Llorando me tiene la Melody, enserio que la amo mucho y me pone remal verla triste (dijo la que hace que lo pase mal, irónic, lo sé kdfkgdk)

Bueno, ya casi llegamos al final del primer acto, ¿teorías para el final?

NO MERCY BITCHES

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