Eres un sueño.


—Mamá, quiero hablar contigo —dijo Gaia.

—Terminar —respondió Elizabeth, sin despegar la mirada de las zanahorias que rebanaba.

—No, mamá, quiero hablar ahora.

Elizabeth levantó la mirada y frunció el ceño.

—No, terminar, después escuchar. Toda mi atención.

La joven suspiró y se sentó en la mesa. Su madre la miró con atención, notando un cambio en ella.

—Cabello volvió su color.

—Sí, mamá, volvió —respondió con ironía.

Luego, Elizabeth volvió a lo que hacía. Tardó algunos minutos en terminar de picar lo demás y puso todo en una olla. Luego, lavó el cuchillo y la tabla de rebanar, limpió la superficie de la barra y se secó las manos con una toalla.
Miró a su hija con una dulce sonrisa y por fin dijo:

—Terminé.

—Mamá, quiero saber ¿por qué dicen que los arcángeles son muy peligrosos? Sé que hace mucho hubo una pelea; recuerdo muy poco. Es evidente que les provoca preocupación que aparezcan. Una vez escuché a papá hablar con tío Isaías sobre estar preparados cuando vengan. ¿Por qué, mamá? ¿Qué querrían? ¿Qué buscan?

Los ojos verdes de Elizabeth se entristecieron y, con ternura, acarició el rostro de su hija.

Se quedó unos segundos mirándola, buscando las palabras correctas para responder.

—Por ti —respondió con pesar—. Ellos quieren a ti.

—¿A mí? ¿Por qué?

—Por alas doradas como ellos. Su mundo no hay hembras así. Ellos desean más hijos alas doradas.

—¿Pero por qué yo soy como ellos? —preguntó la joven.

—Papá Nephilim, hijo  alas doradas, tu abuelo. —La joven se quedó un momento en silencio, procesando la información.
—. Entiendo. Tengo otra pregunta; es sobre el hijo del doctor Raziel.

La joven notó un cambio en la mirada de su madre al escuchar ese nombre.

—¿Qué fue exactamente lo que sucedió en el pasado? ¿Por qué hay tanta desconfianza hacia él? ¿Qué fue lo que él le hizo a esta familia?

—Él no es bueno.  Mentiroso y traidor; solo importa  poder, utiliza  personas para conseguir. No confiable.

—¿Y si ya no es así?

—No importa. No confiar. Es malo.

—Pero él una vez nos ayudó.

—Aun así, no arriesgarnos. Culpable de  muerte, tía Neimy.

—He escuchado muchas veces eso, y ni siquiera la conocí.

—También hizo mucho daño, usarme como animal, encerrada.

—¿Para qué?

—Estudiar  Nephilim.

La joven solo bajó la mirada.

—¿Por qué preguntar? —inquirió Elizabeth.

—Porque siempre hablan de que es malo, pero nunca he visto que intente hacer algo en contra de nadie.

—Escuchar, no confiable.

—Entiendo —respondió la adolescente con decepción.

Gaia se levantó y se dirigió a su habitación. Elizabeth la observó con preocupación.

Ahí se mantuvo por algunas horas intentando leer algo, pero los pensamientos no la dejaban concentrarse. Ya era de noche, salió y subió al techo de la residencia. Se sentó en el borde para mirar las estrellas y poder despejar su mente.

Un rato después, observó a Stefany salir y adentrarse en la oscura arboleda que rodeaba la casa. Extendió sus alas y bajó para seguirla. Por un momento se sintió perdida, pero pronto escuchó voces.

Caminó con sigilo hasta donde provenían y se quedó tras un árbol, intentando ver lo que hacían. Stefany se mantenía recargada en un tronco y Curiel se encontraba frente a ella, ligeramente inclinado por su altura. La cercanía entre ellos le pareció muy extraña; era excesiva, tanto que sus narices rozaban.

Se mantuvo ahí por un par de minutos intentando entender lo que decían, pero sus sospechas se aclararon cuando vio a su hermano besar a su prima con gran pasión. Se detuvieron y se miraron a los ojos por unos segundos con la respiración agitada. El joven se arrodilló lentamente frente a ella, metiéndose bajo la falda escolar que ella llevaba puesta.

El corazón de Gaia dio un salto. Fue una sorpresa para ella; los tres compartían todo juntos y descubrir eso fue como un balde de agua fría.

Regresó y entró en la habitación de su hermano para confrontarlo. Esperó hasta que el sueño la venció.

—Gaia, ¿qué haces dormida en mi cama? —preguntó Curiel.

—¡Eres un cabrón! —se levantó de golpe.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Los he seguido y los vi. Tú y Stefany están teniendo relaciones.

Curiel intentó callarla tapando su boca, pero ella golpeó su mano rápidamente.

—Los vi en la arboleda.

—No exactamente, ella quiere llegar virgen al matrimonio y yo respeto eso, así que solo le...

—¡Cállate! No lo digas. ¡Qué horror! —se cubrió el rostro con ambas manos—. No puede ser que estemos hablando de esto. Jamás pensé que te meterías con Stefany. Ella es nuestra prima y mi mejor amiga, es como nuestra hermana.

—¡Shh! Baja la voz, si se entera tío Isaías me sacará los ojos.

—Creo que sacarte los ojos será lo menos que te hará.

—Mira, Gaia, yo en verdad la amo. Siento una conexión con ella que con nadie más. Su aroma es exquisito para mí. No podría vivir sin ella y sé que ella siente lo mismo. En su momento, pienso enfrentar a mi tío, pero ahora no, porque sé que no nos tomarán en serio.

—Pero Curiel, ella...

—Lo sé, —la interrumpió—. sé que es nuestra familia, pero he investigado y sé que eso no importa ni en las leyes de demonios y menos en los arcángeles. No te das cuenta, Gaia, vivimos como los demonios. Todos en una casa, papá tiene la última palabra en todo. ¿A que te suena eso?

—No sé qué pensar.

—Tía Melissa le dijo a Stefany que para los ángeles y demonios, el amor no es como el de los humanos. Nosotros no elegimos, simplemente sucede con quien será tu compañero. Una conexión inexplicable, una necesidad profunda de estar con esa persona. Yo y Stefany la sentimos el uno del otro.

—¿Y si eso sucede con alguien que no siente lo mismo?

—Debe ser lo más triste que pueda pasar.

La joven bajó la mirada con tristeza.

—¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó Curiel.

—No. Es solo que eso que dices ya me lo había contado tía Ashley y comienzo a dudar en que a mí me llegue a suceder.

—Tranquila, sé que pasará. Llegará alguien, ya lo verás.

El joven envolvió con sus brazos a su melliza y besó su frente.

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Al día siguiente, los tres subieron a la camioneta donde Bruno los llevaba a la escuela todos los días. Stefany se mantenía con la mirada abajo y evitaba cruzarla con Gaia.

Durante el camino, nadie decía nada. Bruno miraba constantemente por el espejo, notando la tensión entre los jóvenes.

—¿Hay algún problema, Bruno? —preguntó Gaia con el ceño fruncido.

—No, señorita.

Al llegar a la escuela, Stefany se dirigió a su aula y los mellizos siguieron juntos a la suya.

—No seas tan dura con ella.

—No jodas, Curiel. Este es nuestro problema, no te metas. Ella debió decime.

—Sabía que lo tomarías mal.

—Qué bien me conoce. ¿Sabes qué? No entraré a clases.

—¿Qué?

—Cómo oíste. Me voy a la biblioteca o a un parque.

—¿Pero si mamá se entera...?

—No se va a enterar porque tú vas a decir que estoy muy enferma y así no la llamarán.

—Yo no voy a hacer eso.

—Sí lo harás, o le diré a papá y a tío Isaías lo que haces con su hija.

Gaia se dio la vuelta y salió de la escuela. Buscó un lugar donde no la vieran y extendió sus alas y se dirigió al laboratorio Genetics Corporate AMEG.

Desde los edificios de alrededor, observaba el movimiento de las personas que entraban y salían.

Se mantuvo ahí por varias horas hasta que por fin apareció a quien ansiaba ver.

Durante varios días, Gaia no entraba a clases y en otras ocasiones, por las tardes, fingía ir con Stefany, pero iba al mismo lugar. En una ocasión, lo vio salir y lo siguió hasta su departamento; ahora sabía dónde trabajaba y dónde vivía.

—¿Dónde estabas? —preguntó su hermano al verla entrar por la ventana.

—¿Qué haces en mi habitación? —respondió Gaia.

—Sé que le dices a mamá que estás con Stefany y te vas quién sabe dónde.

—Solo voy a dar la vuelta por ahí.

—Tienes que parar. Si esto sigue así, hablaré con papá.

—Bien, hazlo. Seguro le gustará saber sobre lo que hacen tú y Stefany.

—Es peligroso, Gaia.

—Lárgate, voy a cambiarme.

Su mellizo salió golpeando la puerta, frustrado por no saber que hacer.

Días después, Gaia siguió saliendo cada vez que tenía oportunidad, incluso faltando a clases. Observar la rutina diaria de Scott se había convertido en su pasatiempo favorito.

Ya era mediodía y se encontraba en el techo del laboratorio, desde ahí observaba por el cristal de una enorme cúpula. Él hablaba con su compañera de trabajo y esposa de su padre; la doctora Michelle.

De repente, una especie de látigo envolvió su cuello y la jaló con violencia. Asustada y sin saber qué hacer, intentó arrancarlo, pero otro la atrapó de la cintura.

Buscó con la mirada al causante y se encontró con dos demonios; uno solo permanecía de pie, mirando la escena con los brazos cruzados. El otro apretó aún más los látigos. Gaia, desesperada por respirar, intentaba quitárselo.

Su rostro comenzó a tomar un tono morado y sus ojos estaban rojos y húmedos, ligeramente saltones.

Sin poder mantener el control, sus alas aparecieron y se extendieron; su cuerpo se envolvió en una energía dorada y sus ataduras se desvanecieron.

Ella cayó de rodillas e inhaló con fuerza en varias ocasiones, tratando de recuperar el aire en sus pulmones.

—Tenías razón, es ella —comentó el demonio que solo observaba.

—¿Crees que funcione?

—No lo sé, pero de algo nos servirá. ¡Atrápala!

Gaia intentó correr, pero el demonio volvió a lanzar sus látigos y la atrapó del brazo y la jaló con fuerza. Ella se defendió lanzando un golpe de energía, el cual rompió el látigo.

Intentó de nuevo huir, pero el demonio la siguió y la volvió a atrapar del tobillo. En pánico, la joven jaló con fuerza al mismo tiempo que concentró energía en el amarre y este se rompió, haciéndola perder el equilibrio y estrellándose contra la cúpula.

Sin poder resistir la fuerza del golpe y el peso de Gaia, la cúpula estalló en mil pedazos. Todos los presentes corrieron despavoridos, intentando protegerse de la lluvia de vidrios que caía.

Scott cubrió a su compañera, pero claramente observó cómo Gaia impactó con fuerza contra el suelo, quedando inconsciente con sus bellas alas doradas expuestas.

Sin perder tiempo, se quitó la bata que llevaba puesta y cubrió a la joven arcángel de la parte superior, intentando ocultar su rostro.

La doctora Michelle comenzó a sacar a las personas que intentaban mirar lo que había sucedido.

Scott levantó a Gaia en sus brazos y se la llevó fuera de la vista de todos los curiosos.

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