DEBER, PROFECIA Y DESTINO 3

Alumit corría hacia el palacio, al entrar chocó con el ángel Mithli que servía a la madre.

—Alumit, ¿qué pasa?

—Nada, todo está bien, solo me he caído y ensucié mis ropas. Quiero salir de aquí.

—¿Encontraste las hierbas?

—Sí. Vámonos. —Al entrar al palacio, fue a su pequeña habitación, se cambió de ropa y una anciana aliada entró.

—¿Qué pasa?

—Nada —respondió con la mirada abajo.

—Si no pasara nada, tus ojos no estuvieran al punto del llanto.

—Una demonio me lanzó una bola de suciedad. Ellos me odian, creen que los he traicionado.

—Tranquila, es porque no saben lo que estás haciendo. Para lograr la paz hay que hacer sacrificios. Aquí no importa el bando, importa lograr la paz entre las dos razas y solo la puede conseguir un ser que posee el poder de los dos. Por lo pronto deja que piensen lo que quieran, enfócate en tu objetivo.

—Pero, no sé, él ni siquiera me mira y no puedo acercarme.

—Tranquila, solo sé paciente y espera el momento. Sucederá, igual que como ocurrió, para que llegaras aquí. —Alumit asintió con tristeza en el rostro.

—Siento que voy a traicionar a jade.

—Tus sentimientos entorpecen tu deber, es tu destino terminar con esto.

—Talvez fue una estupidez que se me ocurrió y ha llegado demasiado lejos.

—Alumit, no dudes, estamos tan cerca, es normal que sientas miedo y empatía por ella, pero tú eres la única oportunidad que tenemos para que termine está esclavitud hacia tu raza y a hacia las hembras ángeles. Desde que te vi, me di cuenta de que eras tú, y cuando supe del plan que tenían, confirmé mis sospechas. Solo tú y nadie más lo puede lograr, así que, seca esas lágrimas y sal a seguir luchando como la guerrera que eres.

—Sí, lo intentaré —respondió afligida.

Alumit salió de la habitación y se dirigió a la cocina. Mientras preparaba un té para la madre, una visita inesperada llegó, los sirvientes al verlo se reverenciaron, dejaron sus labores y salieron. Alumit lo miró sin dejar de servir el agua a una taza y regresó su atención a lo que hacía.

—¿Qué es lo que le das?

—Solo es un té para relajar su cuerpo, eso ayuda con su dolor —respondió sin mirarle.

—Deberías tener un poco más de respeto al dirigirte a mí. Tus miraditas de odio son fastidiosas —Alumit se detuvo y volteo hacia él, prestándole toda su atención.

—¿Le incomoda? —el arcángel sonrió.

—No, solo es patético, deja de hacerlo.

—Yo no le sirvo a usted, yo sirvo a la madre Jade.

—No importa, si yo lo deseo te matarán.

—¿Y no lo puede hacer usted?, ¿tiene que pedirlo a alguien más? —El arcángel frunció el entrecejo y caminó hacia ella a paso rápido.

—Eres muy impertinente.

Alumit se mantuvo firme sin dejar de mirar sus ojos azules, eran tan bellos que con solo mirarlos perdía el sentido de su alrededor. Era la primera vez que tenía a ese hombre tan cerca y su corazón estaba desbocado, latía como loco, era imposible mantenerse firme ante ese ser tan imponente y tan hermoso a la vez. Su aroma era muy parecido a la menta y al romero, inundaba sus fosas nasales y hacía que su piel se erizara. Su atención se fue a su labio superior que se elevó en un gesto de desprecio. Eso la hizo volver al momento y parpadeo en repetidas ocasiones.

—Me disculpo —hizo una reverencia y se dio la vuelta con la taza para salir del lugar. Él tomó su brazo y ella se giró

—Dámelo, no le des más eso, no confío en los demonios —tomó la taza de sus manos y Alumit sin esperar más nada, salió del lugar a paso rápido.

Meses después dos ancianas llegaron a toda prisa, la madre se quejaba por el fuerte dolor que sentía. Alumit se encontraba en el borde de la cama junto a ella para secar su sudor.

—Aún no es tiempo de que Nasca —comentó una de las ancianas.

—¡No puedo más, me duele mucho! —dijo la arcángel supremo, mientras apretaba los dientes aguantando el inmenso dolor.

—La primera etapa de parto ha comenzado y la cría no está en posición —afirmó la otra anciana mientras revisaba el vientre de Jade.

—Mi señora tiene que ser fuerte —le habló Alumit.

—No podré hacerlo, prométeme que lo sacarás antes de que muera.

—No, no morirá.

—Alumit prométeme que lo harás, ¡Promételo!

—Sí, señora.

Las horas pasaban y la arcangel cada vez se veía más débil, la sangre entre sus piernas era evidente.

—Alumit, trae más toallas —ordenó una de las ancianas. Alumit salió de la habitación y miró en la puerta al padre supremo, ella lo observó con preocupación, intentó seguir su camino, pero él la tomó del brazo.

—No lo logrará, ¿verdad? —dirigió sus ojos a él con tristeza.

—La cría no está en poción, el tiempo pasa y ella está cada vez más débil.

—Eso no te pregunté.

—No creo. —él soltó su brazo—. Lo necesita.

—Puede hacerlo sola.

—No comprendo cómo es qué viven, si sus corazones son de hielo —dijo y siguió su camino.

Al volver observó que comenzaba a salir una especie de vapor luminoso del cuerpo de la madre, sudaba en exceso y se veía pálida. Levantó su mano con dificultad para llamar a su amiga y sirvienta.

—Alumit tienen que sacarlo, ya no puedo más, comienzo a morir.

—No digas eso.

—No te preocupes, estoy lista para eso, solo quiero mirarlo antes de morir. Tú te encargarás de mi bebé. —Con lágrimas en los ojos, Alumit se acercó a su rostro rozando su nariz con la de ella.

—No me pidas eso, por favor, no podré hacerlo.

—¡Por favor!

—Sé fuerte no te rindas.

—Tranquila sabía que moriría desde el principio, lo que no quiero es que muera mi bebé, no me lo voy a perdonar.

—Que las sanadoras usen su poder para sanarte.

—No pueden, su poder no es tan fuerte para reparar ese tejido, además mis bebés se llevan gran parte de mi energía y eso es lo que nos lleva a la muerte. Tranquila, esto es así, es mi último bebé. —la mujer se dirigió a las ancianas y les hablo con voz demandante—. Sáquenlo ya, quiero verlo antes de morir y asegurarme de que es una hembra.

La anciana cortó su vientre, enormes cantidades de sangre salían, se iluminaban y evaporaban. Extrajo al bebé mientras Alumit abrazaba con fuerza a su amiga que se retorcía del terrible dolor. El llanto del bebé se escuchó con fuerza. Jade se dejó caer en la cama sin fuerzas y sus ojos se dirigieron a su amiga.

—¿Es una hembra? —preguntó sin aliento.

Alumit cruzó la mirada con la anciana, no necesitó palabras para saber la respuesta, el semblante de preocupación reflejaba la respuesta. Se levantó, tomó al bebé y lo envolvió en una frazada.

—Sí, es una hembra, jade, lo has logrado, vete tranquila.

La arcángel sonrió entre lágrimas mientras miraba a su pequeño bebé de cabellos blancos y alas con un plumaje dorado, que apenas se dejaba ver. La puerta se abrió y entro aquel hombre imponente, jade levantó su mano, él se acercó y al momento de tomar la mano de su compañera, está se desvaneció con una triste sonrisa, convirtiéndose en una gran oleada de energía que se expandió por todo el palacio, avisando a todos, de que la madre había muerto.

Hubo unos minutos de silencio, aun con la vista clavada en el lugar donde desapareció su compañera, preguntó—; ¿Es una hembra?

—No, es un varón —respondió Alumit con lágrimas en los ojos. El arcángel se dio vuelta y salió del lugar.

***

Habían pasado más de un mes desde la muerte de la arcángel supremo. Alumit se encontraba con el pequeño bebé en la que fue la habitación de su madre en compañía de un ángel sirviente.

—Aún no le ha dado un nombre.

—No joven Alumit, ni siquiera ha venido a verlo ni una sola vez desde que nació.

—Desgraciado, malagradecido, sin corazón.

—No diga eso, si la escuchan la matarán.

—No me importa. —¿Dónde está?

—Debe de estar ya en su habitación.

—Dime dónde es.

—Pero Alumit, se meterá en problemas

—No importa, llévame. —El ángel asintió y la llevó, cruzaron hasta el ala oeste. Al llegar dos soldados custodiaban la entrada, impidiéndole el paso. —Déjenme pasar.

—Lárgate de aquí demonio. ¿Quién te ha autorizado entrar a este lado del palacio?

—Quiero hablar con el padre supremo. ¡¡¿Donde está?!!

A causa del escándalo el hombre abrió la puerta, los ojos de Alumit con rapidez se fijaron en el pecho desnudo del arcángel.

—¿Qué pasa aquí?

—No le ha dado un nombre, es un desalmado sin corazón.

El arcángel miró a sus guardias, estos miraban la escena sorprendidos y él, soltó una risa. Con un movimiento de cabeza, les señaló a los soldados que la dejaran y se hizo a un lado para que entrara. Alumit entró a paso rápido y él cerró la puerta aun con una sonrisa en los labios.

—Has sido afortunada, eres la primera de tu especie que anda por el palacio como si fuera su casa y entras a mis aposentos con tanta libertad. Comprende que quien te protegía ha muerto, ya a nadie le importas, no dudaran en matarte.

—¿Cree que le tengo miedo? —El arcángel se giró hacia ella, la tomó del cuello y la empujó para que golpeara su espalda contra la pared, como acto de reflejo ella puso sus manos sobre el pecho desnudo del padre.

—Deberías —dijo y sus alas se extendieron, soltó su cuello y su semblante relajado se descompuso a uno de rabia.

Alumit invadida también por la ira, le lanzó un golpe al rostro, pero su mano fue detenida por él, rápido respondió con otro, de igual manera fue detenida. El arcángel giró su mano, al contrario, para obligarla a darse la vuelta dándole la espalda, al mismo tiempo que torcía su brazo, provocándole un fuerte dolor.

—¡Suéltame loco! Me está lastimando.

—Eres muy atrevida, debería coserte esa boquita —dijo muy cerca de su oído haciendo que su piel se le erizara.

—No sé cómo los dioses permiten que existan seres sin la capacidad de poder sentir algo —respondió Alumit mientras forcejeaba, arqueo la espalda y se pegó más a él. El arcángel, al sentir el trasero de Alumit rozar su pelvis, aflojó su brazo.

—Así, ¿crees que no siento? Te mostraré como es que si puedo —la soltó y la empujó, la hizo caer sobre la cama boca abajo, colocándose por detrás, presionándola contra el colchón, intentó subir las telas de su ropa para exponer su trasero.

—Lo que usted quiere hacerme, no es más que lo que haría cualquier sucio delincuente. Dígame, señor, ¿así es como preña a las hembras del folía?, ¿a la fuerza? —El supremo dejo de aprisionarla se apoyó con las manos sobre la cama, una a cada lado del rostro de Alumit y ella se dio la vuelta quedando de frente a él.

—Tú, sí que sabes molestar, deberías tener un poco de respeto si aprecias tu vida.

—Lo único que tengo es pena por ustedes, ni siquiera saben cómo cogerse a una hembra. —El supremo sonrió, ella se apoyó con los codos y se levantó un poco y en un movimiento rápido, pasó su lengua por el cuello del arcángel hasta su mentón.

Al instante, él, echó la cabeza hacia atrás, su respiración se agitó y ella pasó su rodilla entre las piernas del arcángel, rozando sus partes que ocultaban una evidente erección, lo observó entreabrir los labios con una mirada llena de confusión, pero con una pisca de deseo. Ella se enderezó aún más y acercó su boca a su oído.

—¿Qué pasa mi señor, no le gusta lo que siente? —Lo besó con intensidad enredando sus brazos en su cuello, él sin poner resistencia correspondió, lo hizo girarse quedando sobre él a horcajadas, se bajó de su regazo y se desnudó, él se sentó en el borde de la cama mientras miraba con atención cada parte del cuerpo de Alumit. Ella se arrodilló muy lentamente sin despegar la vista de él—. Le voy a enseñar como una demonio complace a su macho. —dijo con una voz melosa, desató las ataduras de su pantalón exponiendo su miembro, lo tomó con sus manos y pasó su lengua.

—¿Intentas corromperme? —dijo al momento que la agarró del cabello con agresividad.

—No, señor, solo quiero demostrarle como nosotras honramos a nuestro señor, al que admiramos por su gran poder.

Él la soltó y ella comenzó a lamer su sexo, mientras él la observaba con la respiración ligeramente agitada, los labios entreabiertos y el entrecejo fruncido. Ella se detuvo y se montó sobre él para unir sus cuerpos en un acto de placer, dónde el instinto tomó el control del momento.

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Y así hicieron a Ezequiel 😆.

Espero que les haya gustado el capítulo. Para el siguiente, ya tendremos a nuestros personajes originales. No olvide dar voto y me gustaría saber su opinión. Saludos.

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