Casta suprema

La madre de Melissa sirvió los platos y se sentó frente a Isaías y a su hija.

—¿Cuándo piensan casarse? —Melissa casi se atraganta y comenzó a toser.

—Bueno, mamá, es que aún no lo hemos decidido.

—¿Por qué?

—Si, Melissa, yo también quiero saber, ¿por qué no te quieres casar conmigo? —preguntó Isaías clavando sus ojos en ella.

Melissa lo miró y luego a sus padres, apretó los labios y los puños, se levantó de golpe y se fue a la que antes había sido su habitación, Isaías intentó ir tras su mujer, pero la madre de Melissa lo detuvo.

—Déjame hablar con ella. —La mujer se levantó y se dirigió al cuarto.

Isaías se quedó con el padre de Melissa en la mesa.

—Tranquilo, cuando mi esposa estaba embarazada, se ponía mucho más sensible. Es difícil entenderlas, y así, aún más.

—Sí, mi diosa ha estado algo inestable últimamente.

***

Melissa miró a su madre entrar, se limpió las lágrimas y le hizo un espacio para que se sentara junto a ella.

—¿Qué pasa mi amor?

—Tengo miedo mamá.

—¿No lo amas?

—Si, muchísimo, lo adoro, él es perfecto.

—¿Entonces?

—Siento que él se cansará de mí, o con el tiempo verá que hay mujeres mucho más bellas que yo.

—Cariño, él te ama y tendrán un hijo juntos. No puedo asegurarte el futuro, pero si el presente, y él ha demostrado que te ama, tienes que aprovechar este momento para que él vea que no se ha equivocado en amarte y dejar esa huella en su corazón. Vive cada instante, ahora que lo tienes y no te preocupes por lo que pase en el futuro. No sé qué hice mal para que creas que no mereces un hombre como él, eres muy hermosa y posees un gran corazón, y sé que ese joven lo ve. No tengas miedo de ser feliz con quien te ama. —Las lágrimas de Melissa corrían por sus mejillas y su madre las limpió—. No se nieguen esta oportunidad, que dure lo que tenga que durar, tú vive cada momento con él. —Ella asintió y abrazó a su madre. Su teléfono comenzó a sonar, lo observó y vio que era Ashley.

—¿Hola?

—Melissa, ¿dónde estás? Elizabeth tiene mucho dolor, creo que ya va a parir.

—Sí, voy para allá. —Terminó la llamada—. Tenemos que irnos mamá, los hijos de Ezequiel ya van a nacer.

—Qué alegría, espero que todo salga bien, dales mi bendición, rezaré para que nazcan saludables.

—Si mamá les daré tus buenos deseos. —Melissa salió y se dirigió hacia la mesa—. Tenemos que irnos, parece que Elizabeth tendrá a sus bebés.

Isaías se puso de pie y se despidió de los padres de su mujer, y salieron a toda prisa. Él abrió la puerta del auto para que ella entrara y luego fue al otro lado, entró y antes de arrancar Melissa puso la mano en el volante, él la observó confundido.

—Lo siento, yo soy muy estúpida e insegura.

—No, déjalo así. Es mi culpa, no debí preñarte, yo tenía que esperar, pero es que se siente tan bien. —Ella lo miró intentando aguantar la risa, pero no pudo y soltó la carcajada.

—Eres el amor de mi vida. Dios, te amo como no tienes una puta idea. Adoro que seas tan ingenuo y al mismo tiempo tan letal. Si no fuera porque Elizabeth está por dar a luz, créeme que te haría el amor en este momento y aquí mismo.

—No creo que pase nada si nos tardamos un poco, además seguro ya va Raziel para allá. —Melissa sonrió.

—Vamos, Elizabeth debe de estar muy asustada, prometo que cuando termine voy a hacerte muchas travesuras.

—Bien, espero con ansias.

Al llegar a la casa Ezequiel ya estaba con Elizabeth él se encontraba en el borde de la cama y la abrazaba, Raziel exploraba su vientre mientras ella se quejaba y retorcía del dolor.

—Los pequeños están en posición —comentó Raziel—. Elizabeth voy a revisar para ver cuánto has avanzado. Doblas las rodillas, trata de unir las plantas de tus pies y abre lo más que puedas. Tranquila lo are con cuidado. Avísame cuando estés lista.

Elizabeth asintió mientras apretaba los dientes y ocultaba el rostro en el pecho de Ezequiel para aguantar el fuerte dolor de una contracción, una vez que pasó, se puso en esa posición.

—Lista. —dijo Eli. En ese momento entró Melissa y comenzó a ponerse una bata médica.

—Respira hondo e intenta relajarte, introduciré mis dedos —Raziel terminó de revisar y se quitó los guantes—. Está casi lista, hay que llevarla a la tina.

Ezequiel asintió y cargó en sus brazos a su esposa, salió de la habitación y afuera estaban Ashley e Isaías. Raziel y Melissa salieron tras él.

—¿Va todo bien? —preguntó Isaías.

—Sí. Tranquilo amor, todo está bien —respondió su chica.

Melissa ayudó a desvestirse a Elizabeth, mientras Ezequiel preparaba la tina con agua tibia, una vez que estuvo lista la introdujo con cuidado. Las contracciones cada vez eran más fuertes y ella se quejaba por el dolor, algunas lágrimas se le escapaban e intentaba respirar.

—Elizabeth, necesito que empieces a pujar cuando sientas la necesidad, no te reprimas. —le explicó Raziel.

Ezequiel miraba la escena angustiado.

—¿Por qué no le dan algo para el dolor? —preguntó.

—Tranquilo, todo está bien, es normal, si lo necesitas se lo daremos.

—No, nada para dolor —interrumpió Elizabeth casi sin aliento, los tres la observaron, los dos médicos asintieron.

—¿Qué puedo hacer Melissa? —preguntó de nuevo Ezequiel.

—Nada, solo esperar, ella es fuerte, lo hará bien.

—Es mejor que salgas, esto te provocará mucha tensión —sugirió su amigo.

Él se acercó a Elizabeth, tomó su rostro con ambas manos y le preguntó—: Ely ¿quieres que me quede?

—No, vete, hacerlo sola. —él asintió, la besó en los labios y salió del baño

Elizabeth se retorcía de dolor, comenzaba a cansarse, pero después de algunos intentos de ayudar a los bebés a nacer, por fin el llanto de uno se hizo escuchar. Ezequiel e Isaías se miraron junto con Ashley, sin dudarlo entraron. Vieron a Melissa sosteniendo a un pequeño bebé que lloraba tan fuerte como podía. Tenía la piel tan roja como un tomate y en la espalda se asomaban sus pequeñas alas con unas cuantas plumas grises, que aún no terminaban de crecer y un cabello de color rojo oscuro abundaba de su cabecita.

—Es un varón—dijo Melissa con una gran sonrisa.

Elizabeth comenzó a quejarse y a pujar llamando la atención de todos.

—Rápido doctora, ya viene el otro bebé —dijo Raziel, Melissa rápidamente envolvió al pequeño y se lo entregó a Ezequiel.

Elizabeth gruñó y luego pujó tan fuerte como pudo, al momento el infante nació, Raziel lo recibió y lo sacó del agua, al mirarlo se quedó estático, sus ojos se abrieron con sorpresa. El bebé comenzó a llorar, pero el silencio de Raziel llamó la atención de todos. Melissa, confundida, fue hacia Raziel y vio al pequeño ser, sin entender, preguntó: —¿Qué pasa?

Raziel se puso de pie y se giró para mostrarles al recién nacido, Ezequiel detuvo su paso y todos observaron al bebé.

—¡Oh mierda! ¡Esto debe ser una broma! —comentó con sorpresa Isaías.

Todos dirigieron sus ojos hacia a Isaías, él miró a Melissa y ella tenía un semblante de sorpresa y luego cambió a uno de horror, luego cruzó su vista con Ezequiel y él lo miraba con el entrecejo fruncido junto a Ashley que se tapaba la boca con su mano y con ojos muy abiertos. Al ver eso, Isaías rápidamente se echó para atrás y se defendió.

—Ah no, yo no la he tocado, no sé nada, no me vean así. Pregúntenle a Raziel, él es el supremo aquí.

—¿Qué pasa? —Se escuchó la voz átona de Elizabeth.

Ezequiel se acercó a Raziel para mirar a su bebé de más de cerca y vio el poco cabello totalmente blanco que salía de su cabecita, pero sus ojos rápidamente se movieron a las pequeñas alas que movía con más plumaje que su hermano antes nacido, pero con la diferencia que estás eran doradas.

—Es una hembra —susurró Raziel.

—¿Por qué ha pasado esto? —preguntó Ezequiel a Raziel

—Melissa, termina de preparar a los bebés y dásela a Ashley para que ayudes a Elizabeth. Ven Ezequiel, tenemos que hablar.

—Sí, doctor —respondió Melissa

Ezequiel observó como su amiga se iba con su pequeña, Ashley se acercó y tomó al varón de los brazos de su padre para que fuera con Raziel, una vez que se quitó todo el uniforme médico salieron e Isaías se fue también con ellos.

Llegaron a la sala y ninguno se sentó, Ezequiel notó como Raziel e Isaías cruzaron sus miradas con preocupación.

—¿Raziel qué pasa?

El hombre carraspeó y con su mano señaló el sillón para que Ezequiel se sentara.

—Bien, no estoy muy seguro de lo que ha pasado aquí, pero tengo una teoría. Recuerdas cuando te expliqué que para los arcángeles tú eres peligroso por ser un Nephilim de ángel y demonio.

—Sí.

—Pues tu poder es aún más fuerte que el de un híbrido así, al principio no entendíamos por qué, pero al investigar descubrimos que eres hijo de una demonio que fue muy importante en el palacio.

—Si, me lo dijiste alguna vez; que fue la razón por la que mis padres fueron asesinados.

—Sí, ella servía a nuestro padre y era muy cercana a él. —Los ojos de Raziel rodaron a los de Isaías. Ezequiel frunció el entrecejo atento a los dos.

—No entiendo, ¿cómo que muy cercana? —Raziel soltó un suspiro y cerró los ojos por unos segundos y luego los abrió y los clavó en los de Ezequiel.

—Estamos seguros de que tú eres un Nephilim de una demonio y de un arcángel supremo. El híbrido más peligroso que puede haber.

—¡¿Qué?! ¡¿De qué hablas?! Yo soy hijo de un guerrero.

—Fue por esa razón que tu madre huyó del palacio, ella sabía que tú serías asesinado una vez que nacieras. Tenemos la teoría que fue intencional, ya que fue protegida por un grupo de demonios y arcángeles renegados.

—¿Intencional?

—Hay una leyenda entre ellos, sobre la caída del imperio celestial, en manos de un ser con los poderes de las dos razas producto del pecado de los supremos —comentó Isaías.

Ezequiel se levantó, se talló el rostro con frustración.

—¿Me estás diciendo que soy hijo del arcángel supremo y que mi madre lo planeo?

—Sí

—¿Por qué?

—Supongo que esperaba que tú fueras quien liberara su raza.

—Eso es lo que creemos. Ella supo esconderte aquí y acerté pasar por el hijo de un soldado. Fue por eso que fuimos enviados a matarte. —comentó Isaías.

—La única explicación que tengo con respecto a tu hija; es que tú posees un gran poder que puede superar al de un supremo y la unión con Elizabeth siendo una Nephilim de ángel y demonio seguramente solo lo reafirmó y ayudó a concentrar el poder que poseen en una de tus hijas, logrando concebir a una hembra con características de suprema. Hace ya más de 25 años que murió la última, que fue mi madre y es casi imposible que una hembra común logre dar a luz a una. —explicó Raziel.

—El problema aquí Ezequiel, es que si ellos descubren que hay una hembra con estas características, la van a querer a toda costa; porque será la esperanza de que siga la casta suprema. —Ezequiel fijó sus pupilas en las de Isaías y luego en las de Raziel y entrecerró los ojos.

—Que no se atrevan, si tocan a cualquiera de mi familia soy capas de acabar con su puto imperio.

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