¿BENDICIÓN O MALDICIÓN?

Semanas después. La puerta de la habitación del padre supremo se abrió.

—¿Alumit? —dijo la anciana Kira al observar a Alumit dormida sobre la cama del arcángel.

Alumit se levantó de golpe al escucharla mientras cubría su cuerpo desnudo con las sábanas.

—Anciana Kira, me da mucho gusto verla.

—Pequeña, estaba muy preocupada por ti.

—Lamento haberte preocupado, el padre supremo me ha encerrado aquí, no permite que salga, solo algunos sirvientes entran y traen lo necesario, pero ninguno ha sido de confianza para poder avisarle.

—No te preocupes, los rumores siempre corren por los pasillos. Cuando me enteré sobre qué el padre supremo tenía una esclava, supe que eras tú, así que busqué la manera de ser yo quien te trajera algo para comer. ¿Cómo estás? ¿Te lastima?

—No, él es muy amable —respondió al instante que bajó la mirada.

—Alumit ¿por qué bajas la mirada? Veo dudas en tus ojos. —Alumit volvió a levantarla hacia la anciana ángel.

—No comprendo cómo alguien puede ser tan bueno y tan malvado a la vez y no sentir una gota de remordimiento.

—Cariño, no dejes que tus emociones nublen tu juicio, no olvides como asesinaron a tus padres, como todos los días matan y violan a los de tu raza y no solo a ellos, sino a las hembras de su propia especie. ¿Crees que la noche de luna cuando se abre el folía para que los soldados tomen a las hembras es algo hermoso? Es horrendo, las violan, algunas son muy jóvenes, apenas comienzan el cambio a ser adultas y aun así las toman a la fuerza. Mi hija ha empezado a tenerlo, si no la saco antes de que se dé cuenta la tomará el supremo. Él siempre lo hace la primera vez. Parece que has estado haciendo un buen trabajo, no se ha presentado en semanas al folía. —Alumit sonrió ante la insinuación de la anciana.

—Tranquila, estoy bien, sé lo que tengo que hacer.

—Tenemos que asegurarnos que la semilla esté en ti.

—Sé que los sirvientes me han dado un té para evitarlo, pero no lo he tomado.

— Excelente. Te daré uno para ayudar a tu cuerpo a retenerla. Déjame revisarte —ella se recostó en la cama y la anciana revisó su vientre—. Ya estás preñada, estoy segura. Tenemos que sacarte de aquí antes de que él se dé cuenta, no sabemos qué hará, tal vez nos pida darte algo para que pierdas la cría o espere que nazca y la asesine. Cualquier cosa será terrible. Toma esto; es para preparar un té muy fuerte para dormir, tendrás que dárselo, mañana en la noche tendremos todo listo para huir.

—Sí, estaré preparada.

***

El arcángel adolescente entró a la habitación de su padre, donde soldados Intentaban despertarlo. Él abrió los ojos y lo primero que observó fue a su hijo con el semblante fruncido.

—¡¡Has estado fornicando con la esclava de mi madre!! —gritó molesto—. ¡Que falta de respeto! ¡Estoy harto! ¡No quiero estar más aquí, me marcho al mundo terrenal!

Se levantó de golpe confundido y miró a su hijo.

—¿Qué pasa? —El joven supremo le aventó una hoja de papel, él la tomó y la leyó.

Su llegada anunciará la caída del imperio celestial, su propio hijo, resultado del pecado; un ser con el poder de las dos razas, la esperanza de liberación, el equilibrio entre los dos mundos, el fin a la esclavitud y el comienzo de una nueva era.

—Se ha escapado con ayuda de algunos traidores, irrumpieron el folia y asesinaron a los sirvientes y unos cuantos soldados, mientras tú dormías.

—¡¡Salgan, salgan, todos afuera!! —gritó el arcángel con rabia.

Los soldados obedecieron, se reverenciaron y salieron.

—Me voy padre, no quiero estar más aquí, quiero ir al mundo terrenal y aprender sobre su tecnología.

—No puedes irte, tienes un deber aquí.

—Mi deber es, o era, mantener la casta dorada, pero gracias a qué dejaste morir a mi madre ya no hay posibilidades de que se mantenga, al fin de cuentas está sentenciada a la decadencia.

—No te atrevas Raziel.

—¿Me vas a obligar a quedarme aquí, o mandarás a matarme como a un desertor? Haz lo que te dé la gana, al fin de cuenta lo hiciste, dejaste morir a mi madre y condenaste a nuestra dinastía. —el joven se dio la vuelta y salió a paso apresurado.

—¡¡¡RAZIEL, REGRESA!!! ¡¡¡VUELVE AQUÍ, ES UNA ORDEN!!!

El joven supremo ignoró los gritos de su padre y decidido, salió del palacio sin mirar atrás. El arcángel líder se levantó y se vistió como pudo, salió a paso rápido y sus gritos se escuchaban por todo el lugar.

—¡¡¡BUSQUEN A LOS TRAIDORES Y QUIERO LA CABEZA DE LA DEMONIO QUE LOS ACOMPAÑA!!! ¡¡¡MÁTENLA!!! ¡¡¡LA QUIERO MUERTA!!!

*** 6 años después;

El supremo permanecía en aquel trono, escuchaba a dos arcángeles que hablaban sobre la extracción de la energía, la puerta del salón se abrió, el comandante entró y todos los presentes se quedaron en silencio, se acercó y dobló una de sus rodillas frente al supremo.

—Padre celestial, por fin hemos ubicado a la Demonio llamada Alumit, las sospechas son ciertas, está en el mundo terrenal con dos arcángeles guerreros que desertaron y una híbrida. El informe dice que tienen crías y se hacen pasar como humanos. —El ceño del arcángel líder se frunció—. ¿Aún desea que le entregue su cabeza o prefiere que la traiga ante usted?

—No, mátala, mátalos a todos. No quiero saber más de ella.

—Sí, padre, yo mismo me encargaré de cumplir su deseo. —El comandante se levantó y salió del salón.

—Salgan, todos salgan del salón. —Los presentes se miraron entre sí al oír la orden—. ¿No me escucharon? ¡Fuera del maldito salón!

Los arcángeles salieron apresurados, dejando solo al supremo, una vez que la puerta sé cerró y se quedó solo en el enorme salón, talló su rostro con frustración, hundió sus dedos en sus cabellos blancos y los apretó con desesperación, soltó un sollozo lleno de dolor y rabia.

—¡Maldita perra traidora! —susurró mientras apretaba los dientes.

***

Alumit y su familia esperaban a sus invitados, por fin llamarón a la puerta, se levantó para atender, al abrirla su cuerpo se congeló, se quedó pasmada al punto del shock, no pudo siquiera pronunciar palabra. Dio dos pasos atrás y un escalofrío recorrió su cuerpo.

Sus pies temblaban, su corazón parecía querer salir de su pecho.

—Nos encontraron —dijo en un leve susurro.

—Es hora de su castigo —afirmó el arcángel al momento en qué sacó su espada y se la atravesó en el pecho para después ser decapitada.

22 años después.

Dos jóvenes, junto a una de las camionetas, miraban atentos la pantalla de su celular, Isaías y Elliot se acercaron y observaron lo que veían.

—Eso lo hago con mi diosa todos los días. —los jóvenes dieron un salto al escuchar la voz de Isaías, dejando caer el celular..

—¿En serio? —preguntó dudoso uno de ellos.

—Sí, —Isaías asintió orgulloso—. Todos los días, ¿por qué crees que ella fue preñada tan pronto?

—Isaías, eso no se anda divulgando, son cosas íntimas de tu pareja y tú —interrumpió Elliot.

—¿Así?, Bueno, hagamos como que no dije nada, si abren la boca los desollaré.

—Sí señor —respondieron al instante los jóvenes.

—Terminen de limpiar la camioneta en vez de perder el tiempo viendo pornografía —ordenó Elliot.

—Sí señor.

—Te veo en un rato Isaías, iré a la universidad —dijo mientras subía a su motocicleta de alto cilindraje.

—Sí, yo iré por mi diosa al hospital. —Elliot asintió y se colocó el casco, encendió la motocicleta y salió, Isaías subió a un auto e hizo lo mismo.

Melissa se recostó en el respaldo de uno de los sillones de la pequeña sala de descanso del hospital, se quitó los zapatos y subió los pies a la mesita de enfrente.

—Dios, mis pies están hinchados, tengo 6 meses y ya no puedo más. Creo que voy a pedir una prórroga, necesito darme un tiempo, no puedo seguir en el hospital en este estado.

—Melissa, aún no comprendo cómo se te ocurrió salir embarazada en plena especialidad. Ahora tendrás que detener tus estudios. Maldición eres médico, ¿no fuiste a la clase del uso de anticonceptivos?

—Lo sé, mi maldita inseguridad me hace cometer estupideces.

—Lo amas demasiado, ¿verdad?

—Sí, estoy locamente enamorada, él nubla mi raciocinio. —Su teléfono comenzó a sonar—. Hablando del amor de mi vida. Hola —respondió.

—Mi diosa, estoy afuera —Melissa sonrió y se puso los zapatos.

—Ha llegado mi hombre, adiós Lulu.

—Hasta luego, Mel.

Melissa salió del Hospital, buscó a Isaías y su sonrisa se borró cuando vio a una joven mujer hablándole; era alta y delgada, con el cabello rubio y con un maquillaje perfecto. Se detuvo por un momento observando; la joven le entregó un pequeño volante para una tienda y se fue no sin antes, dirigirle una gran sonrisa. Isaías se giró y al ver a Melissa sonrió y caminó hacia ella.

—¿Cómo está mi diosa?

—No me digas así, Isaías —dijo al pasar junto a él buscando el auto y él caminó tras ella.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Porque no soy una diosa, es ridículo.

—Para mí lo eres.

—Sí claro.

—¿Hice algo malo?

—Solo llévame a casa de mis papás.

—Bien.

Los dos entraron al auto y en todo el camino ninguno dijo nada. Al llegar a la casa su madre abrió la puerta, los recibió con gran alegría.

—Melissa mi amor, qué felicidad verte.

—Hola mami.

—Joven Isaias, que alegría.

—Hola, madre de Melissa. —La señora soltó una risita.

—Cariño, se escucha extraño que me llames así, si quieres puedes llamarme madre. —La mujer se sonrojó

Melissa y su padre observaron a la mujer.

—Creo que a tu madre le emociona más ver a tu novio que a ti. —le dijo a su hija y ella soltó una risita.

—Sí, creo que sí.

—Vamos a comer.

***

Elizabeth se sentó en el borde de su cama, intentó acostarse, pero el dolor cada vez era más fuerte. Llamó a Ashley, pero parecía no escucharle, a lo lejos solo alcanzaba a escuchar el sonido de la televisión, salió de su habitación apoyándose con la pared.

—¡Ash..ley! —Por fin, la joven ángel escuchó y se levantó del sillón de la sala, la observó y corrió hacia ella.

—¿Qué pasa Eli?

—Mucho dolor.

—Llamaré a Melissa.

—¡No! Primero Ezequiel. No nacer, si no está —dijo con dificultad mientras aguantaba el dolor de las contracciones.

Ashley sacó su teléfono y marcó al número de Ezequiel, al instante él contestó.

—Sí, ¿qué pasa?

—Ezequiel, tienes que venir, Elizabeth tiene mucho dolor, creo que los bebés ya van a nacer.

—Voy para allá, llama a Melissa.

—Sí, enseguida.

—¿Pasa algo? —preguntó Raziel, mientras observaba el arsenal perfectamente organizado en las paredes frente a él.

—Mis hijos ya van a nacer.

—Oh, excelente, vayamos a recibir a esos pequeños ángeles.

Los dos salieron de la enorme habitación y la puerta se cerró automáticamente.

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